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Capítulo 2. Agua para la producción sostenible de alimentos; el alivio de la pobreza y el desarrollo rural


Casi toda el agua de nuestro planeta se encuentra bajo la forma de agua salada en los océanos. Solo 3 por ciento de los recursos hídricos globales son aguas dulces, dos tercios de los cuales provienen de la nieve y de los hielos polares y de las regiones montañosas; por lo tanto, el agua dulce constituye solo cerca del 1 por ciento de los recursos hídricos totales. La mayor parte de esta se encuentra como agua subterránea mientras que menos del 2 por ciento se encuentra en ríos y lagos. En los climas húmedos y templados, cerca del 40 por ciento de la precipitación termina en agua subterránea y en los climas mediterráneos esta cifra se reduce a 10-20 por ciento. En los climas realmente áridos se puede reducir virtualmente a cero (Bouwer, 2002). No toda el agua que se encuentra en los ríos y lagos y el agua subterránea es accesible para ser usada ya que parte de ella fluye en ríos remotos o durante inundaciones estacionales que no permiten su captura antes de llegar a los océanos. Se estima que toda el agua que está económicamente disponible en el mundo cada año para el consumo humano es de 9 000-14 000 km3. Esto es apenas el 0,001 por ciento de la estimación del agua total del globo. En la actualidad el consumo humano de agua se estima en cerca de 3 600 km3 lo cual podría dar la impresión de que hay abundancia de agua disponible para ser usada por el hombre. Sin embargo, parte del agua superficial disponible debe permanecer en los ríos y otras corrientes para asegurar la dilución de las aguas residuales y salvaguardar la integridad del ecosistema acuático. La proporción en que esto debería ocurrir es aún un hecho mal comprendido; sin duda, tiene variaciones anuales y cada río o cuenca tiene su límite ecológico específico por debajo del cual es posible esperar que el sistema se degrade. Una estimación de esta demanda global es de 2 350 km3/año. Agregando a esto la cantidad de agua consumida por el hombre, se llega a cerca de 6 000 km3 de agua económicamente accesible que ya está comprometida (FAO, 2002b). Esto ciertamente indica que a nivel global es muy limitado. Dado que el agua y la población están desuniformemente distribuidas en el globo, la situación del agua ya es crítica en varios países y regiones y es probable que este problema se intensifique en el futuro.

La agricultura es siempre el mayor usuario de todos los recursos hídricos tomados en su conjunto, por ejemplo, la lluvia (llamada agua verde) y el agua en los ríos, lagos y acuíferos (llamada agua azul). La agricultura absorbe alrededor del 70 por ciento del consumo mundial, el uso doméstico un 10 por ciento y los usos industriales un 21 por ciento (Figura 2).

Figura 2 Extracciones de agua por región y por sector
Fuente: Agua y cultivos, FAO, 2002

Es necesario hacer una importante distinción entre el agua que se retira para ser utilizada y el agua realmente consumida. En la agricultura bajo riego cerca de la mitad del agua retirada -una cifra con considerables variaciones- es consumida por los procesos de evaporación y transpiración de las plantas y de las superficies húmedas. Algunas de las plantas que contribuyen a este proceso de evapotranspiración son malezas improductivas y plantas en tierras abandonadas. El agua que es extraída pero que no es consumida se infiltra en el suelo y es almacenada como agua subterránea o drena hacia los ríos. Esta agua de drenaje es por lo general de menor calidad que el agua que fue extraída, debido a la contaminación por los agroquímicos y las sales percoladas del perfil del suelo. Comparado con un flujo de retorno del 50 por ciento del agua retirada para la agricultura, el 90 por ciento del agua para uso doméstico retorna a los ríos y a los acuíferos como agua residual; por su parte, la industria retorna cerca del 95 por ciento del agua utilizada. Los flujos de retorno de las aguas urbanas e industriales de mala calidad algunas veces son tratados antes ser devueltos a los cursos de agua pero su tratamiento es difícil. En este sentido, los problemas de la contaminación del agua agrícola deberían ser manejados controlando el uso cuantitativo y su salida de los campos y fincas.

El significado de la agricultura de secano

La lluvia es la fuente de agua para la producción de cultivos en las zonas más húmedas del mundo donde se produce cerca del 60 por ciento de la producción agrícola. La agricultura de secano se encuentra cerca del 80 por ciento de las tierras arables y el riego en 20 por ciento, produciendo el 40 por ciento de los cultivos alimenticios del mundo. Para satisfacer la futura demanda de alimentos se espera que relativamente más cultivos sean producidos bajo riego en lugar de cultivos de secano y similares cantidades de alimentos provendrán de ambos tipos de agricultura. Considerando la importancia de la producción de cereales en condiciones de secano, se ha prestado insuficiente atención al potencial de crecimiento de la producción en esas áreas a fin de satisfacer la demanda de alimentos. Por lo general, la mayor parte de la atención está dirigida a la posible expansión de las áreas bajo riego. Sin embargo, el incremento de los rendimientos de los cultivos de cereales en condiciones de secano en los países templados, mejores técnicas de fertilización y de protección de las plantas y el uso de riego complementario indican un potencial significativo para mejorar los rendimientos en esas condiciones.

En las regiones áridas la escasez de agua es el resultado de lluvias insuficientes, pero las regiones semiáridas pueden recibir agua suficiente para algunos cultivos; sin embargo, dado que la precipitación es distribuida en forma desuniforme en el espacio y en el tiempo, la agricultura de secano es difícilmente practicable. En general, la variabilidad de las lluvias aumenta a medida que decrece su cantidad anual y es particularmente alta en los países del Sahel. Esta región es conocida por las sequías periódicas que pueden durar varios años. La lluvia en las regiones semiáridas también tiende a caer en forma de fuertes aguaceros que son difíciles de capturar para el uso agrícola, lo cual lleva a que grandes cantidades de escorrentía vayan hacia los drenajes y eventualmente caigan en las aguas subterráneas o engrosen los ríos. Cuando la descarga de los ríos es grande y difícil de manejar, una forma de capturar el flujo es por medio del riego por inundación en el cual parte o toda el agua de la corriente es dirigida a los campos circundantes cerrados por altos caballones. De esta forma, un riego de 50 cm puede proporcionar suficiente agua al suelo para un cultivo de trigo, tal como ocurre en Yemen. La captura del agua de las inundaciones que se efectúa dentro de una corriente bloquea el flujo del agua y causa su concentración en el cauce. Después de la estación de las inundaciones, se cultiva el área del cauce donde se concentró el agua. Un sistema de wadi (una corriente efímera) con terraza es un tipo de captura de agua de inundaciones en la cual se han construido una serie de pequeñas represas en el wadi, cuya área es posteriormente cultivada. Un exceso de flujo podrá romper las pequeñas represas o las estructuras de diversión en el riego por inundación. La aptitud de esos métodos depende también de las condiciones del suelo y de la profundidad del cauce del wadi. La captura de agua, o sea la recolección y el almacenamiento de la escorrentía superficial, también es útil para las regiones semiáridas con lluvias poco frecuentes (Capítulo 3).

Lámina 2 Ingreso de agua a un canal y gabiones de protección de las orillas construidos por un programa de reparación de un esquema de riego (Afganistán)

FAO/18048/M. GRIFFIN

Si bien existen múltiples variaciones de estas tecnologías para recoletar el agua de lluvia, no está claro si su uso difundido es siempre posible, especialmente entre los pequeños agricultores. Los costos que implican la construcción y el mantenimiento del sistema de captura de agua constituyen un aspecto importante para las decisiones de los agricultores para la adopción, o no, de estas técnicas. Anteriormente, los sistemas de captura de agua se instalaron con ayuda financiera de agencias externas tales como organizaciones no gubernamentales o agencias internacionales de financiación. Muchos de esos sistemas fracasaron debido a la falta de participación de los beneficiarios y de su incapacidad para organizarse y pagar su mantenimiento. Se ha informado que los costos de construcción de sistemas de captura de agua en Turkana, Kenya varían entre 625 y 1 015 dólares EE.UU. por hectárea (Rosegrant et al., 2001). La mano de obra y la construcción constituyen la mayor parte de los costos de la captura de agua ya que el costo de oportunidad para el uso de la tierra es prácticamente nulo. Los altos costos iniciales de la mano de obra para construir los sistemas de captura de agua a menudo constituyen un desincentivo para la adopción de esta técnica. Más aún, muchos agricultores en zonas áridas o semiáridas no disponen de la mano de obra necesaria para mover grandes volúmenes de tierra tal como se requiere en los sistemas de gran tamaño. Las técnicas en pequeña escala de conservación de suelos y aguas, aplicables a nivel de campo son, por lo tanto, adoptadas más fácilmente. Las inversiones en mayor escala exigen la existencia o la creación de organizaciones comunitarias para pagar las inversiones necesarias y su mantenimiento y para manejar los beneficios de la infraestructura de la captura de agua. El mantenimiento del sistema es algunas veces necesario durante la época de las lluvias, cuando la mano de obra es relativamente escasa y, por lo tanto, es costosa en razón de su competencia con otras actividades agrícolas tradicionales (Tabor, 1995). A pesar de estos inconvenientes en la amplia aplicación de los sistemas extensivos de captura de agua, los estudios de modelos indican que en general hay una importante posibilidad de incrementar la producción de secano siempre que se hagan las inversiones apropiadas y los cambios políticos oportunos (Rosegrant et al., 2002). Es necesario mencionar además que el fitomejoramiento dirigido específicamente a los ambientes de secano es fundamental para el futuro cultivo de cereales. La integración del manejo de los cultivos con el manejo de los recursos hídricos se discute en el Capítulo 3.

La creciente función del agua subterránea

El uso de agua subterránea para riego presenta una paradoja: coexisten regiones donde este recurso ha sido sobreexplotado y regiones donde existe un gran potencial para su uso en agricultura (Recuadro 1). Un corolario es la llamada falacia de la agregación: en términos agregados, a nivel global y aún a nivel nacional, la disponibilidad de aguas subterráneas parece ser excesiva según el uso actual. El uso anual de aguas subterráneas en todo el mundo se estima entre 750 y 800 km3, (Shah et al., 2000). Esta cifra puede parecer un valor modesto comparado con las reservas existentes de agua subterránea, pero solo una fracción de estas reservas está económicamente disponible para la agricultura. Se estima que aproximadamente el 30 por ciento del abastecimiento mundial de agua para riego está constituido por agua subterránea pero, sin embargo, este insumo es responsable de algunos de los más altos rendimientos y el mayor valor de los cultivos (FAO, 2003).

Recuadro 1 Sobreextracción y sostenibilidad:
teoría compleja, práctica simple

Fuente: Burke y Moench, 2000

Hay confusión acerca del uso de los términos «sobreextracción» y «minería del agua subterránea». El último término se refiere al agotamiento de las existencias no renovables de aguas subterráneas que no serán reemplazadas, dejando él acuífero sin agua en forma indefinida. Claramente, la minería planificada de un acuífero es una opción estratégica de manejo de los recursos hídricos siempre que las implicaciones físicas, sociales y económicas sean comprendidas y consideradas en el tiempo. Sin embargo, el reaprovisionamiento de los acuíferos por la percolación del agua de lluvia muestra una alta variabilidad entre los distintos años y es un proceso físico de difícil evaluación. Una capa freática en declinación no indica necesariamente un exceso de extracción de los recursos de las aguas subterráneas. El exceso de extracción no debería ser definido en términos de un balance anual de recarga y extracción sino que debería ser evaluado en un período de muchos años dado que el límite entre las existencias no renovables y el volumen que es reaprovisionado por la recarga contemporánea de la percolación desde la superficie es, por lo general, desconocido.

El hecho importante para los ejecutivos y los usuarios de los pozos es la confiabilidad y la productividad de un pozo -en términos de niveles, volúmenes y calidad del agua- durante un cierto período. Por lo tanto, si un pozo encuentra un acuífero particular, ¿cuál es la tasa sostenible dé explotación en función de los períodos de recarga y sequía?. La respuesta no es trivial y requiere un cierto nivel de precisión para comprender la dinámica del sistema. Si esta dinámica es comprendida, el máximo de agua que puede ser extraída puede ser calculada por medio de una ecuación no linear. Esta ecuación puede ser obtenida por medio de un enfoque analítico o por medio de la aplicación de modelos numéricos. Si el sistema del acuífero es suficientemente conocido, el valor asignado al máximo extraíble puede también incluir la explotación de una parte de los recursos no renovables del agua subterránea. Tales métodos pueden proporcionar las bases para el pre-vaciado de la degradación del acuífero antes de llegar a causar daños físicos y socio-económicos, dando indicaciones a los usuarios de las tasas sostenibles de extracción.

El número de pozos que proveen agua a las tierras regadas en China, India, México y Pakistán y muchos otros países han aumentado enormemente en los últimos 40 años. En India, por ejemplo, alrededor del 60 por ciento de la producción de cereales depende del riego procedente de aguas subterráneas. Esto ha llevado a un difundido y descontrolado exceso de extracción del recurso hídrico y a la creación de una economía «burbuja» de agua subterránea (Roy y Shah, 2002). Se estima que en Yemen la extracción excede a la recarga en 400 por ciento (Recuadro 2). Raramente la extracción y la recarga de agua subterránea han sido cuantificadas con precisión si bien este debería ser el primer paso en la evaluación del potencial para un posterior desarrollo de los recursos hídricos y para diseñar enfoques de manejo (Recuadro 2). Cuando la agricultura bajo riego llega a depender en parte del agua subterránea bombeada, muchas de las áreas presentan un mosaico de métodos de riego que varían desde el riego totalmente por medio de canales hasta campos completamente regados por agua subterránea extraída por bombeo; sin embargo, en la mayoría de los casos se encuentra una combinación de ambos métodos. Por ello, el riego es por definición una actividad colectiva pero, sin embargo, existen pocos ejemplos reales de un manejo colectivo.

Recuadro 2 Modernización participativa del manejo del agua para reducir el exceso de extracción de agua subterránea en Yemen

Fuente: Dixon et al., 2001

La consecuencia inmediata de la continua declinación de los recursos hídricos en Yemen ha sido una mayor inseguridad alimentaria, especialmente para las familias de escasos recursos en las áreas rurales vulnerables. La única solución viable es mejorar el manejo de los recursos disponibles por medio de la introducción de tecnologías apropiadas y herramientas de manejo.

En 1995, tomando conciencia de estos hechos, el gobierno de Yemen lanzó un programa para mejorar la eficiencia general del riego con agua subterránea. Esto incluyó el proyecto sobre Conservación de Suelos y Aguas financiado por el Banco Mundial, basado en gastos compartidos, participación de los agricultores y tecnologías modernas de riego.

La economía en el uso del agua a nivel de finca varió entre 10 y 50 por ciento. A nivel regional, el promedio de la economía de uso de agua fue de por lo menos de 20 por ciento y en algunos casos llegó al 35 por ciento, sobre todo en la parte noroeste del país donde la mayor parte de las fincas estaban equipadas con sistemas de riego de burbuja. Considerando los costos operacionales actuales en que los agricultores deben pagar por el bombeo del agua -aún en los casos de costos de energía relativamente bajos-, el costo de las inversiones en equipos modernos de riego es recuperado en un plazo de dos a cuatro años, solamente con las economías hechas. Por otra parte, la nueva tecnología ofrece otros beneficios además de estos ahorros, incluyendo importantes mejoramientos en rendimiento y calidad de los productos resultantes de los modelos productivos y el aumento del área bajo riego.

En China, el 52 por ciento de las tierras regadas son -al menos en parte- servidas por pozos. Como resultado del exceso de extracción de las aguas subterráneas, en los últimos 30 años, las capas freáticas han caído hasta 50 metros. Por ejemplo, en la cuenca de Fuyuan en el norte de China, el agua superficial ha sido drásticamente reducida para satisfacer las necesidades industriales; los agricultores respondieron recurriendo al riego con aguas subterráneas. La razón de la crisis asiática de aguas subterráneas citada por Shah et al., (2000) y que pone en peligro a millones de comunidades rurales pobres radica en el libre acceso a este recurso. Paradójicamente, precisamente esta característica de las aguas subterráneas en acuíferos poco profundos los ha convertido en una poderosa herramienta para luchar contra la pobreza (Moench, 2002) ya que quien se puede permitir instalar una bomba tiene libre acceso al agua. El riego con agua subterránea es por lo general más productivo que el riego por canales ya que el agua subterránea es producida cerca del lugar de uso con poca o ninguna pérdida en su transporte. Más aún, es muy importante que los agricultores puedan controlar el tiempo y la cantidad de agua extraída. La evidencia encontrada en India sugiere que los rendimientos de los cultivos por metro cúbico de agua en las fincas que usan aguas subterráneas tiende a ser de 1, 2 a 3 veces mayor que en las fincas que usan aguas superficiales (Shah et al., 2000).

En todo el mundo, la mayor parte del desarrollo de las aguas subterráneas ha ocurrido básicamente en función de iniciativas individuales. A diferencia de los proyectos de riego superficial o de agua potable donde por lo general participan las agencias gubernamentales en muchos aspectos del diseño, financiación e implementación, la mayor parte del desarrollo de las aguas subterráneas se origina en la decisión de los agricultores individuales de perforar pozos y comprar bombas. Por su lado los gobiernos facilitan este proceso por medio de subsidios y electrificación rural y son pocos los casos de implementación en gran escala. En consecuencia, pocas organizaciones gubernamentales importantes tienen contactos frecuentes y directos con los usuarios de las aguas subterráneas. Más aún, el desarrollo de las aguas superficiales por lo general involucra el desvío de los flujos o la construcción de depósitos en una corriente o cuerpo de agua bien definido. El impacto de estas acciones en los usuarios aguas abajo es por lo general claro, por lo menos desde un punto de vista conceptual. Como resultado, gran cantidad de leyes ordinarias y formales junto con medidas para la supervisión de los recursos y los sistemas para obligar a su cumplimiento han sido desarrolladas durante la prolongada historia del desarrollo de las aguas superficiales. Esto no ocurre en el caso de las aguas subterráneas. El desarrollo planificado en gran escala es un fenómeno reciente y las desviaciones tienen un impacto menos evidente sobre los otros usuarios. Como resultado, la extracción de aguas subterráneas continúa siendo altamente «individualista» y tiende a ocurrir fuera del marco de las instituciones establecidas para la designación, supervisión o manejo de la base de recursos. En algunos lugares como en la India, decenas de millones de individuos poseen y operan pozos, muchos de los cuales están en tierras privadas. La ubicación, el uso y aún la existencia de esos pozos a menudo es desconocida para otras personas que no sean sus propietarios y la comunidad que los rodea. Como resultado, no existen bases institucionales para su manejo.

La función de los sistemas de distribución de agua superficial

Los indicadores globales de escasez de agua tienden a ignorar las variaciones de la importancia de la agricultura de riego para la seguridad alimentaria en los países. Tampoco toman en consideración las diferencias estacionales de su abastecimiento. Por ejemplo en la India, el 70 por ciento del abastecimiento total ocurre en los tres meses monzónicos de junio, julio y agosto cuando la mayor parte del agua fluye hacia el mar. Más aún, los datos nacionales ignoran las diferencias regionales en el abastecimiento de agua y su consumo dentro del país, otro ejemplo típico de la falacia de la agregación. A pesar de todos estos reclamos muchos observadores están inclinados a concluir que muchos países no tienen un exceso de agua disponible para regar. De hecho, muchos países no tienen suficiente capacidad anual para regar su área potencialmente regable, incluso en cuencas de alta eficiencia de riego. La eficiencia de riego de una cuenca incluye la reutilización de toda el agua de drenaje y es considerablemente mayor que la eficiencia del sistema de riego si el flujo de drenaje de un sistema es usado para regar otra vez otro sistema aguas abajo. Muchos análisis indican que con cualquier indicador de escasez de agua que se use, más de la mitad de la población humana vive en países con grados variables de escasez de agua. Esta escasez puede ser física -no hay más agua- o económica -el país no se puede permitir el desarrollo de recursos hídricos adicionales- o puede ser debida a una falta de capacidad social de adaptación. Ejemplos de la capacidad de adaptación son la habilidad para producir más valor por unidad de agua consumida o importar «agua virtual» que es el agua usada para producir los cultivos obtenidos en el mercado mundial (Allan, 1995) (Capítulo 3, Recuadro 5).

Lámina 3 Tierras agrícolas bajo agua como resultado de inundaciones rápidas (Bangladesh)

FAO/9367/T. PAGE

Existen preocupaciones ya que debido a la escasez de agua aún más personas serán afectadas por la inseguridad alimentaria. La competencia por los mismos recursos combinada con la creciente tendencia de la contaminación de las aguas exacerba este problema. Además, el impacto del cambio climático, cuyos efectos son en general desconocidos, es probable que contribuya a que la escasez de agua en algunos países sea aún más grave. Varios estudios sugieren que en los futuros climas los rendimientos del arroz podrían aumentar en las altas latitudes y descender en las bajas latitudes. Es probable que los países más pobres, y dentro de ellos las personas más pobres, sufran desproporcionadamente ya que son menos adaptables a las condiciones cambiantes. Las proyecciones del IFPRI, basadas en sus estudios de modelos, indican que la extracción de agua aumentará en 22 por ciento entre 1995 y 2025. Las extracciones proyectadas en los países en desarrollo aumentarán en 27 por ciento en un período de 30 años comparada con los países desarrollados en que aumentará un 11 por ciento (Rosegrant et al., 2002). Se espera solamente un pequeño incremento en el área regada la cual será superada por un incremento en eficiencia de las cuencas fluviales.

La FAO, sin embargo, estima que la extracción de agua para riego en todos los países en desarrollo se incrementará de los 2 128 km3 registrados en el período 1997/99 a 2 420 km3 en 2030, un incremento de cerca de 14 por ciento. También estima que el área bajo riego en los países en desarrollo aumentará de 202 millones de hectáreas en 1997/99 a 242 millones en 2030, un incremento de cerca de 20 por ciento. El mayor incremento es esperado en el África subsahariana con 44 por ciento y el menor en Asia Oriental con seis por ciento. En América Latina el aumento esperado es de 32 por ciento, de cerca de 10 por ciento en Cercano Oriente y África del Norte y de 14 por ciento en Asia del Sur (FAO, 2002c; Faurés et al., 2002). Es posible que el área cultivada efectivamente regada se espera que aumente en 34 por ciento durante el período considerado a causa de una mayor intensidad de cultivo. Gran parte de la diferencia en las tasas de incremento de toma de agua que se relaciona con la mayor productividad del agua en la agricultura bajo riego, podrá ocurrir en el 2030, con algún efecto también del cambio del cultivo intensivo de arroz bajo riego a la producción de trigo, sobre todo en China.

En los 93 países considerados conjuntamente, la extracción de agua para riego, si se expresa en porcentaje de los recursos anuales renovables de agua, se incrementaría solamente en ocho por ciento en 1998 y nueve por ciento en 2030. Este dato tiene un limitado valor práctico donde las lluvias y los caudales de los ríos son altamente variables; es otro ejemplo de la falacia de la agregación. En el Cercano Oriente y en África del Norte la extracción de agua se incrementaría de 40 a 53 por ciento del recurso renovable y en Asia de 44 a 49 por ciento, comparado con América Latina donde el incremento sería solamente de 1 a 2 por ciento. Las regiones con extracciones de agua para riego por encima de 40 por ciento de su agua renovable obviamente presentan los mayores desafíos, sobre todo desde el momento que las diferencias entre países son aún mayores. De los 93 países, 10 de ellos -incluyendo Egipto y Pakistán- toman ahora más del 40 por ciento de sus recursos hídricos para el riego mientras que otros ocho -incluyendo China e India- extraen más del 20 por ciento de los recursos renovables de agua para riego.

Lámina 4 Sección de la orilla izquierda del canal principal en construcción en Bishenyi (Rwanda)

FAO/20232/FAO

Es interesante notar que las dos predicciones de la FAO y el IFPRI mencionadas anteriormente, difieren en los detalles pero concuerdan en el orientamiento general de los cambios esperados. Obviamente, no puede ser esperada una mayor concordancia ya que los resultados de los modelos dependen de las suposiciones hechas. La suposición más importante es la medida en que la productividad del agua en la agricultura puede ser incrementada entre el momento actual y el 2025 ó 2030.

Inversiones en infraestructura de riego

No existe una visión global segura de las tendencias de las inversiones en el riego pero es posible hacer algunas aproximaciones para indicar esas tendencias. Por ejemplo, ha habido una severa disminución en los préstamos del Banco Mundial para financiar nuevos esquemas de riego (Jones, 1995). Los fondos para la construcción de nueva infraestructura para riego se han casi detenido y ahora se pone énfasis en la sostenibilidad y eficiencia de los esquemas existentes. De acuerdo a Thompson (2001), el riego y el drenaje son todavía sujetos importantes para las inversiones en el sector rural por parte del Banco Mundial, pero su orientación está siendo dirigida al apoyo de la rehabilitación y el traslado de responsabilidades a las asociaciones de usuarios del agua. Sin embargo, se espera que el número de proyectos de riego y drenaje disminuya a menos de los que existían en la década de 1980. Las inversiones hechas en sistemas de riego son percibidas como insatisfactorias para corregir las necesidades cambiantes de los servicios de riego dado que la rehabilitación de los sistemas existentes fue primariamente llevada a cabo para restaurar los objetivos de los proyectos originales. El tipo de rehabilitación a menudo es inapropiada ya que tiende a ignorar los cambios deseables en los modelos de cultivo y las técnicas de riego y de esta manera permite la continuación de prácticas que favorecen la baja productividad del agua. El costo y el tiempo se enfrentan a los proyectos de riego y la oposición pública a la construcción de grandes represas ha erosionado la confianza de las agencias financieras respecto a las inversiones en estas actividades. Considerando los aspectos negativos de la agricultura bajo riego tales como la salinidad, las inundaciones, los peligros sanitarios y la explotación de las aguas subterráneas, es necesario tener en cuenta que el riego no puede ser considerado como una actividad protegida o preferida y que sus externalidades negativas no serán aceptadas incondicionalmente. De cualquier manera, el desarrollo del riego y la construcción de represas deben continuar, aún solamente para actualizar las obras existentes y reemplazar las represas y embalsos que han perdido la mayor parte de su capacidad de almacenamiento debido a la sedimentación. La pérdida de capacidad efectiva en las represas de la zona del Mediterráneo se ubica actualmente entre 0,5-1 por ciento por año y en algunos casos hasta 3 por ciento, como en Argelia. En Marruecos, la reducción de la capacidad atribuíble a la colmatación de los embalses es equivalente a una pérdida del potencial de riego de 6 000-8 000 hectáreas anuales (FAO, 2002d). Un mejor control de la erosión en las áreas de la cuenca puede eventualmente prolongar la vida de los embalses y las represas.

Lámina 5 Agricultor observando un cultivo de arroz durante ensayos de arroz-piscicultura (Zambia)

FAO/17218/A. JENSEN

Sin embargo, un cierto nivel de inversiones en el campo del riego, aunque sea reducido, son un elemento positivo. En el pasado, la construcción de muchos esquemas de riego fue parte activa de numerosos proyectos de ayuda para el desarrollo financiados internacionalmente sin contar con un aporte importante de los futuros usuarios del esquema y, algunas veces, contra su expresa voluntad. El potencial de riego fue visto, y es visto aún, como un indicador importante para evaluar el futuro desarrollo del riego. Este parámetro indica hasta que área podría ser expandido el riego en un país de acuerdo a los criterios de capacidad de uso de la tierra y de disponibilidad de agua. Obviamente, este valor cambia de acuerdo en el tiempo dependiendo de la economía del país y de la competencia por el agua. Esta noción de potencial de riego, ha sido a menudo usada como el único criterio para establecer las políticas agrícolas y de recursos hídricos de un país sin haber hecho un análisis paralelo de las limitaciones económicas, sociales, institucionales y ambientales y sin un cuidadoso análisis de los mercados. Los malos resultados de algunos esquemas de riego pueden ser sin duda atribuidos a una limitada percepción de la infraestructura de riego y de la distribución de agua y no a la productividad de los sistemas de producción y su capacidad de respuesta a los mercados agropecuarios (Burke, 2002a).

La política pública del desarrollo de esquemas de riego a la cual han adherido numerosos gobiernos y agencias donantes puede ser justificada en razón de la importancia atribuida al riego para contribuir a la seguridad alimentaria. Sin embargo, el papel del sector privado en el desarrollo del riego es a menudo subestimado o incluso ignorado. Se ha notado que muchas inversiones hechas por los pequeños agricultores y por los agricultores comerciales podían exceder las inversiones del sector público, como ocurrió, por ejemplo, en Zambia (FAO, 2002e) y en India (Moench, 1994). Esto ocurre particularmente en los casos en que existen ventajas comparativas para la producción bajo riego relacionadas con los mercados locales e internacionales; estos mercados pueden no ser para los alimentos tradicionales sino para hortalizas o flores cortadas dando lugar a considerables inversiones privadas en el riego.

La función del riego en el alivio de la pobreza y para el desarrollo rural

Desde 1960, el incremento de los rendimientos medios de los cereales ha sido, en términos generales, paralelo al incremento de la población mundial; se presume que continuará esta tendencia hasta que la población comience a estabilizarse. Gran parte de este incremento ha sido el resultado de aumentos en los rendimientos y no del aumento del área cultivada. Las proyecciones de la FAO, el IFPRI y el Banco Mundial coinciden en que el incremento posterior de la producción de cereales continuará a estar basado en aumentos de los rendimientos. Sin embargo, la tendencia de los datos recogidos por la FAO indica que la media mundial de rendimientos de los cereales habrá llegado al menos a 4 t/ha para una población de 8 000 millones de personas, en comparación con las 3 t/ha actuales (Evans, 1998). En la actualidad, todos los países desarrollados considerados conjuntamente, no han llegado a ese rendimiento medio de 4 t/ha de cereales. Este es el gran desafío.

La contribución de la agricultura bajo riego para llegar a esta meta será fundamental ya que el riego proporciona una poderosa herramienta de manejo contra las incertezas de las lluvias. El riego también hace que sea económicamente atractivo cultivar especies de alto rendimiento y aplicar cantidades adecuadas de nutrientes y pesticidas para explotar el potencial de las variedades modernas. De acuerdo al IFPRI, mientras que la producción de alimentos se incrementará más rápidamente en los países en desarrollo que en los países desarrollados, no podrá sin embargo, satisfacer la demanda y se deberán incrementar las importaciones de alimentos. En el período 1999/2000 los países en desarrollo produjeron 1 030 millones de toneladas de granos, o sea 55 por ciento de la producción mundial y a la vez consumieron el 61 por ciento de la producción mundial de esos granos. Para cubrir esa diferencia entre demanda y producción, los países en desarrollo importaron 231 millones de toneladas de granos, equivalentes a 72 por ciento de las importaciones mundiales. Estos datos ilustran que los países en desarrollo tienen una participación importante en el comercio internacional de productos agrícolas y que son altamente susceptibles -desde el punto de vista de la seguridad alimentaria- a los cambios en los mercados agrícolas internacionales. En el caso de los países más pobres, un incremento de la producción nacional es fundamental para mejorar la seguridad alimentaria. Por ello, las expectativas acerca de la función de la agricultura bajo riego en la seguridad alimentaría son muy altas (Recuadro 3).

Recuadro 3 Agua para la seguridad alimentaria en China

Fuente: Heilig et al., 2000; Smil, 1996

El problema de si China es capaz de producir alimentos para su creciente población ha generado controversias. Durante muchos años se ha sugerido una respuesta negativa (Brown, 1995). Uno de los argumentos que se oponen es que China posee más tierras agrícolas que las que el gobierno oficialmente reconoce. Otro argumento es que los datos oficiales subestiman los rendimientos de los cultivos hasta en un 50 por ciento en las regiones montañosas del interior del país. Los datos referentes al arroz en las provincias orientales y centrales son probablemente confiables.

La escasez de agua es posiblemente el problema más importante que enfrenta hoy día la agricultura de China. El uso del agua en China tiene una predicción de aumento de 60 por ciento en el año 2050 causado por un incremento de la proporción de la población que vivirá en las ciudades. Los déficits de agua pueden afectar al 36 por ciento de la producción de granos de China, los cuales son producidos en áreas que dependen totalmente del riego o que presentan rendimientos significativamente más altos cuando son regados. Sin embargo, esto también significa que cerca del 64 por ciento de la producción de cultivos no está sistemáticamente amenazada por la escasez de agua ya sea porque está en regiones húmedas o porque la precipitación es suficiente para obtener alguna producción en condiciones de secano. Por supuesto, debido a las condiciones de sequía esta producción podría no ser obtenida todos los años. Sin riego y sin manejo del agua en los campos de arroz en el sur húmedo no será posible obtener dos o tres cosechas anuales sino solamente una o dos. Sin embargo, en una gran parte del sur y sudeste de China no hay problemas de escasez de agua sino un desafío de escasez de agua.

Un uso más eficiente del agua y los fertilizantes combinado con menores pérdidas post-cosecha podrían constituir los mejoramientos más importantes en la agricultura bajo riego de China. La creación de asociaciones de usuarios de agua ya ha contribuido a asegurar un abastecimiento más regular y garantido a los agricultores, los cuales después distribuyen el agua en forma equitativa por medio de esas asociaciones. Otros mejoramientos podrían incluir la producción de cerdos y pollos para satisfacer la demanda adicional de carne, la expansión de la piscicultura en las fincas y un incremento de la producción de lácteos. Esta combinación puede satisfacer las futuras necesidades nutricionales del país sin requerir grandes cantidades de granos importados, tal como predice Brown.

El desarrollo agrícola basado en la conservación del agua y el riego es a menudo considerado como un elemento promisorio para aliviar la pobreza en las áreas rurales. Por ejemplo, la disponibilidad de agua para el huerto doméstico, por lo general manejado por mujeres, puede sin duda hacer una contribución significativa a la nutrición familiar y de este modo contribuir a mejorar el nivel de vida. La captura de agua puede contribuir a que esto sea posible (FAO, 2002d). Sin embargo, esto ocurre a pequeña escala y la agricultura bajo riego con sus mayores rendimientos puede tener un impacto más importante sobre la incidencia de la pobreza y la malnutrición. Por lo general, no hay ninguna relación entre la dimensión del proyecto de riego, ya sea en pequeña o en gran escala, lo cual está definido en su mayor parte por las condiciones hidrológicas del lugar. Sin embargo, los últimos estudios han mostrado que el alivio de la pobreza como resultado del desarrollo del riego requiere que el proyecto esté dirigido a la satisfacer las necesidades de la población más humilde (Van Koppen et al., 2002). Esto incluye el acceso a la capacitación en los aspectos técnicos del riego pero también en la organización comunitaria y la comercialización. Uno de los problemas recurrentes es la falta de acceso al crédito o al capital o a la tierra. Incluso los microcréditos no tienen período de gracia: en muchos casos los retornos deben comenzar después de unas pocas semanas. Esto hace que sean poco útiles para la adquisición de tecnologías económicas tales como las bombas a pedal o los sistemas de microgoteo. Se ha discutido si esas tecnologías son provechosas en períodos breves y si requieren precios subsidiados para los agricultores de escasos recursos o medidas específicas de alivio de pobreza (FAO, 2002d). Por supuesto, el problema del crédito no es específico de los programas de desarrollo del riego y debe ser considerado en un sentido más general para que haya un desarrollo rural exitoso en las regiones más pobres.

La expansión de las áreas regadas, un mayor control del agua y la aplicación de tecnologías de alto rendimiento en la agricultura bajo riego han dado lugar a grandes incrementos en los ingresos de las fincas, especialmente en Asia. Sin embargo, este incremento ha ocurrido en forma desproporcionada entre los agricultores de mayores recursos; estos no son los agricultores más pobres pero su incremento de los gastos ha originado un mayor empleo entre aquellos de menores recursos. Estos últimos tienen poca o ninguna tierra y escasamente se benefician de los programas de producción agrícola dirigidos al pequeño productor, pero por otro lado se benefician de costos más bajos de los alimentos, de mejores salarios y del crecimiento de la demanda de productos rurales no alimenticios y de servicios (FAO, 2002d; Mellor, 2001; Briscoe, 2001). En contraste, los modelos de consumo con modelos de capital e importaciones intensivas por parte de los agricultores comerciales y especialmente de los agricultores ausenteístas, contribuyen muy poco a la reducción de la pobreza. Esto es típico de algunos países de América Latina y en menor medida en Asia y África.

La recuperación de los fondos invertidos en el mantenimiento y operación de los esquemas de riego de los agricultores de escasos recursos es un tema que genera controversias. Los subsidios ofrecidos para estos servicios y la provisión de agua por debajo de los costos no es sostenible desde el punto de vista financiero. Las tarifas muy reducidas en las cuales el servicio básico es ofrecido casi gratuitamente a las personas de escasos recursos puede ser justificable en el caso del agua potable pero es difícil de implementar en el caso del agua para riego. El control de la eficiencia del uso del agua en la agricultura por parte de los pequeños agricultores cuando cada uno de ellos usa muy pequeñas cantidades, es sumamente costoso, pero proporcionando agua por debajo de los costos se contribuye a su desperdicio (FAO, 2002d).

Lámina 6 Mujeres regando repollos en un huerto con agua recogida en un pozo del desierto (Malí)

FAO/13710/J. ISSAC

En los países en desarrollo, la agricultura en general y no solo la agricultura bajo riego, produce muchos productos no comercializables tales como alimentos de menor calidad o que tienen costos de transacción altos y comunes. Este aspecto da a la agricultura una función prominente en la reducción de la pobreza y también contribuye a proteger la economía nacional de las variaciones repentinas de los productos agropecuarios en los mercados internacionales. Para el sector rural de menores recursos en los países de bajos ingresos, un mayor número de oportunidades de empleo les permite escapar de la pobreza y el hambre. Dado que por lo general esos agricultores tienen limitados conocimientos, es más probable que puedan encontrar empleo en la producción y en los servicios que no pueden ser comercializados en el mercado internacional. Ejemplos de este tipo de empleo incluyen el mantenimiento de estructuras de riego y drenaje, el manejo de cuencas y la reforestación y, si hubiera grandes embalses, podría haber oportunidades de empleo en la pesca, el ecoturismo y la navegación. Por lo tanto, el mayor empleo y consecuentemente la reducción de la pobreza dependen de un incremento de la demanda doméstica por esos elementos no comercializables de productos y servicios de origen no agrícola. La agricultura es la principal fuente de tal demanda y, por lo tanto, solo por medio de un aumento de los insumos la pobreza puede ser reducida y, consecuentemente, puede ser incrementada la seguridad alimentaria (FAO, 2001c).

Por estas razones las inversiones en el desarrollo del riego pueden satisfacer metas adicionales tales como el fortalecimiento del crecimiento económico y el alivio de la pobreza en las áreas rurales. De cualquier manera, es posible preguntar si las inversiones en otros sectores de la infraestructura no son más viables que el aumento de las inversiones en el sector del riego. Por ejemplo, la disminución gradual de la pobreza en la India a partir de la mitad de la década de 1960 hasta principios de la década de 1980 estuvo fuertemente asociada con el crecimiento agrícola, especialmente la Revolución Verde, la cual coincidió con masivas inversiones en la infraestructura rural y agropecuaria (Fan et al., 1999). De acuerdo con estudios hechos por IFPRI en la India, el impacto de la reducción de la pobreza rural causado por las inversiones adicionales en el riego ocupaba el tercer lugar después de los caminos rurales y la investigación y extensión agrícolas. Los gastos adicionales del gobierno en el riego tuvieron un impacto significativo sobre el aumento de la productividad pero no tuvieron un impacto discernible en la reducción de la pobreza. Mientras que en el pasado los gastos en riego y en energía fueron fundamentales para un crecimiento agrícola sostenible, los niveles actuales de riego pueden ser tales que sea más importante mantener los sistemas en función antes que incrementarlos. Los estudios de IFPRI también han indicado que los retornos marginales de varias inversiones hechas en infraestructura en la India son ahora mayores en muchas áreas de secano. También tienen un potencial de mayor impacto para reducir la pobreza rural (Bhalla el al., 1999).

Un análisis global de la conexión entre los sistemas de producción y la pobreza publicado por la FAO y el Banco Mundial indica que las perspectivas para la reducción de la pobreza rural en el Cercano Oriente y África del Norte son favorables (Dixon et al., 2001). Sin embargo, es interesante destacar que para la región en su conjunto, un resultado exitoso de la producción agrícola es la mejor estrategia para la reducción de la pobreza familiar, seguida por el aumento de los ingresos fuera de la finca. El estudio indica que las funciones prioritarias del estado son apoyar el desarrollo de la infraestructura vital tales como los caminos, el abastecimiento de agua, los servicios y el abastecimiento de electricidad y la regulación del uso de los recursos y el establecimiento de precios adecuados para el agua y la energía. En comparación, las medidas tomadas en el sur de Asia que apoyan a las familias de pequeños agricultores en un programa de diversificación y para oportunidades de empleo en la economía fuera de la finca son probablemente las que más contribuyen a la reducción de la pobreza.

Cuando se comparan los aspectos favorables y contrarios de las nuevas inversiones en riego con los beneficios de otras inversiones, deben ser tomados en consideración todos los beneficios potenciales del riego tales como los beneficios sanitarios que resultan de una mejor nutrición (p. ej. más calorías y una dieta más balanceada) y un mayor empleo rural. Muchos de los beneficios del riego son específicos para cada lugar y no es posible hacer generalizaciones. Además, sin técnicas adecuadas para supervisar el comportamiento físico de los sistemas de riego es imposible evaluar los beneficios potenciales que se pueden obtener de inversiones posteriores hechas para su mejora. A pesar de estas advertencias, el problema fundamental e importante concierne la utilidad económica de futuras inversiones en el desarrollo del riego como un medio de desarrollo rural y alivio de la pobreza. Por lo menos dos conclusiones pueden ser hechas a partir de la discusión sobre la función del agua en la producción sostenible de alimentos, alivio de la pobreza y desarrollo rural. La primera es que las agencias donantes y los gobiernos tienen dificultades para hacer una elección cuando invierten en reducción de la pobreza y desarrollo rural. La segunda conclusión es que un conjunto de políticas gubernamentales correctas puede crear una gran diferencia en la producción de alimentos, la reducción de la pobreza y el desarrollo rural.


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