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Gestión de la influencia de los bosques en las zonas urbanas y periurbanas

S. Murray

Sharon Murray actualmente está completando sus estudios de doctorado en el Departamento de Ciencias, Políticas y Gestión del Medio Ambiente de la Universidad de California, Berkeley, Estados Unidos.

Examen de las oportunidades y los desafíos que plantea la ordenación de árboles y bosques en las zonas urbanas y periurbanas de los países en desarrollo para influir positivamente en el medio ambiente.

En los emplazamientos urbanos se observan diferentes repercusiones significativas de la vegetación en el microclima

La evaluación y gestión de la influencia de los bosques en el contexto de las zonas urbanas requiere que se conozcan los retos específicos de carácter biofísica y social que plantean estos sistemas.

DIMENSIONES BIOFISICAS

Como punto de partida, es útil considerar las zonas metropolitanas en el ámbito de un gradiente panorámico que abarca desde los centros urbanos hasta las zonas rurales del interior (Bradley, 1984). Existe una variabilidad espacial significativa en los distintos lugares comprendidos en este gradiente, lo que da lugar a bosques con diversas características biofísicas y morfológicas, entre las cuales las siguientes: tipo y cantidad de vegetación presente; grado de fragmentación del paisaje; cantidad y ubicación de los elementos construidos por el hombre, tales como edificios, superficies pavimentadas e infraestructuras; y características y funcionamiento de los distintos componentes individuales de cada ecosistema, tales como suelo, agua y biota.

Puede ser útil para la ordenación forestal urbana clasificar los diversos tipos de ambiente encontrados (que en términos estrictos no será necesariamente lineal en el espacio) en función de las características de la cubierta vegetal y de la utilización de la tierras por el hombre. Esta clasificación corresponde a menudo a las categorías existentes de utilización de las tierras urbanas, a saber, centros comerciales de las ciudades, centros residenciales urbanos de densidad media, canales comerciales, zonas suburbanas residen cíales y comerciales de baja densidad, zonas agrícolas extraurbanas con nuevas aglomeraciones de viviendas, etc. Puede resultar útil también otro tipo de zonificación como, por ejemplo, una faja urbana ribereña que abarque transversalmente varias de las otras categorías de utilización de las tierras urbanas arriba indicadas, o zonas periurbanas de aspecto rural en cuyo medio ambiente influyen fuertemente los centros urbanos cercanos.

Influencia de los bosques en todo el gradiente urbano-rural

Al estimar la actual influencia de los bosques en el medio ambiente y formular proyecciones de su posible influencia en el medio urbano debido a la actividad de ordenación por parte del hombre, se debe dedicar igual atención al análisis de la «influencia» de las ciudades en los bosques que a la de los bosques en las ciudades. Las repercusiones ambientales de la vegetación forestal en los centros de las ciudades, por ejemplo, pueden ser importantes a nivel local, aunque el número generalmente menor de árboles presentes, el gran porcentaje de especies exóticas que pueden no adaptarse a los limita dos recursos locales, así como las tensiones ambientales debidas a las amplias superficies pavimentadas, los vehículos, las actividades industriales y domésticas, y las estructuras construidas, a menudo limitan la magnitud de la influencia de dichos bosques.

Por otro lado, las fajas forestales periurbanas menos urbanizadas o menos modificadas por el hombre tienen en general mayor potencial para ejercer cierta «influencia» en otros componentes del ecosistema urbano. La cantidad típicamente mayor de biomasa y superficie de tierras cubiertas por vegetación, el espacio mayor disponible para plantar nuevos árboles y la acción relativamente menos intensa del hombre a la que están sometidas estas áreas dotan a los bosques de estas zonas de mayores posibilidades de influir de manera significativa. Por supuesto, en todos los puntos a lo largo del gradiente, esta influencia no depende únicamente de la «cantidad» de vegetación existente y puede variar en gran medida según la especie de árbol que se plante en un determinado lugar o las medidas de ordenación que se apliquen a dicha vegetación.

La mayor parte de las investigaciones científicas detalladas sobre la influencia de los bosques en las zonas urbanas y periurbanas se han realizado en ciudades de países industrializados, y presentan algunos datos previsibles sobre la magnitud y el tipo de influencias forestales que se registran a lo largo de los gradientes de distintos niveles de efectos urbanos mencionados. Por ejemplo:

· Las zonas remotas más densamente pobladas de árboles, así como los amplios parques en el centro de las ciudades, tienen una temperatura inferior en algunos grados a la de los «islotes de calor» urbanos de las zonas edificadas contiguas. El efecto de disminución de la temperatura ambiente se debe a la sombra y la evapotranspiración de los árboles de las áreas urbanas (Akbari et al., 1992).

· Los árboles de zonas urbanas y periurbanas y la demás vegetación pueden reducir la contaminación del aire al absorber los compuestos gaseosos e interceptar los contaminantes atmosféricos sólidos (McPherson, Nowak y Rowntree, 1994).

· Respecto a las distintas zonas urbanas se observan efectos significativos de creación de microclima local debido a la vegetación, en particular la influencia en las variaciones diarias y estacionales de la temperatura, la velocidad del viento, la protección contra las heladas, etc., según el tipo de planta y su posición (McPherson, 1993; Akbari et al., 1992).

En muchos países en desarrollo, la rápida urbanización ha 3 provocado extensas y profundas alteraciones en la vegetación preexistente

· Los árboles y demás vegetación forestal de zonas urbanas facilitan la infiltración del agua en el suelo, reducen la escorrentía superficial en los distritos urbanos centrales edificados y también en las zonas más distantes, y representan un factor de mediación importante en el ciclo hidrológico urbano (Loucks, 1993).

· En las zonas urbanas y periurbanas los árboles pueden contribuir a mejorar la formación del suelo, el ciclo de los nutrientes y la textura del suelo. Esta influencia puede reducirse en los sectores más urbanizados debido a la eliminación de la biomasa muerta que queda en superficie y al cambio de las condiciones físicas de los suelos (Craul, 1985; Loucks, 1993). Sin embargo, las tasas de descomposición de la cubierta muerta pueden de hecho ser superiores en otras zonas centrales debido a la variación de las condiciones químicas del suelo provocada por los efectos de la contaminación (Pouyat, 1990).

Desafíos y oportunidades particulares en los países en desarrollo

En el mundo en desarrollo, actualmente se cuenta con pocos informes científicos sobre la influencia de los bosques en las zonas metropolitanas, por lo cual es sumamente urgente que se realicen nuevas investigaciones detalladas. Es probable que algunas de las influencias ambientales de los árboles identificadas en los países industrializados se registren también en las ciudades de países en desarrollo, dado que se han utilizado tecnologías de construcción, criterios de planificación urbana y diseños de ingeniería similares (Gilbert y Gugler, 1992).

Sin embargo, en estas metrópolis en expansión la dinámica de los espacios urbanos difiere bastante de la dinámica de las ciudades del mundo industrializado, por lo cual tal vez sea necesario aplicar un modelo modificado. Entre las diferencias que se registran con frecuencia en el desarrollo del espacio urbano y los modelos de interacción entre el hombre y la vegetación urbana en los países en desarrollo y sus posibles repercusiones sobre la influencia de los bosques, cabe señalar los siguientes:

· En la mayor parte de los países en desarrollo, el ritmo particularmente rápido de expansión demográfica y espacial de las ciudades que viene registrándose desde mediados de este siglo (Dogan y Kasarda, 1988) ha dado lugar a alteraciones de carácter intensivo y extensivo de la vegetación preexistente de las zonas metropolitanas. También puede obstaculizar o desalentar los esfuerzos por fomentar la plantación de árboles en las zonas periurbanas, dado que los árboles requieren a menudo para su establecimiento períodos más largos de los que puede permitir la presión de una urbanización acelerada.

· En muchas ciudades, por ejemplo, en Calcula (India) hay una elevada densidad de población y de asentamientos que se extienden desde el centro de la ciudad a lo largo de la zonas periurbanas contiguas (Berry y Kasarda, 1977; Gilbert y Gugler, 1992). Esta situación incluye a menudo la presencia de numerosas aglomeraciones espontáneas de viviendas que se han construido dotándose a menudo de servicios públicos mínimos, sin control oficial, en emplazamientos precarios y sin realizar trabajos de ingeniería adecuados, por ejemplo, en Río de Janeiro (Brasil) y en Lima (Perú). Dicho gradiente de densidad urbana contrasta considerablemente con las ciudades de países industrializados, donde la densidad de utilización de la tierra en las áreas suburbanas suele ser mucho menor. El modelo de asentamiento con una tasa de densidad constantemente alta conlleva un elevado índice de alteración de las tierras, una tasa más elevada de eliminación de la vegetación original, y una menor superficie disponible para la plantación de nuevos árboles en estas zonas remotas.

· Al mismo tiempo, en algunas ciudades (en especial de América Latina y Africa) se registra un alto nivel de especulación sobre las tierras urbanas, junto con unas medidas de control del aprovechamiento de la tierra relativamente ineficaces, lo que ha creado zonas en rápida expansión de parcelas urbanas fragmentadas de baja densidad de utilización de la tierra en áreas extraurbanas muy dispersas (Vennetier, 1989; Violich y Daughters, 1987). Aunque un modelo de desarrollo de este tipo resulta por lo general perjudicial para la cobertura forestal ya existente, el hecho de que siga habiendo amplias zonas de «espacios abiertos» o de «lotes baldíos» periurbanos también puede representar una oportunidad para establecer nuevos bosques tanto provisionales como permanentes. Estas masas forestales, que se han incorporado totalmente en el panorama metropolitano, pueden influir de manera significativa a nivel local.

· La utilización constante de leña (leña y carbón de leña) como fuente importante de energía en muchas zonas urbanas de los países en desarrollo ejerce una fuerte presión sobre los recursos forestales de toda el área metropolitana y puede reducir en gran medida la influencia de los bosques en las zonas periurbanas. Al mismo tiempo, la demanda de este recurso ha fomentado también la ampliación de las plantaciones forestales periurbanas para el suministro de leña a las zonas urbanas de muchas ciudades, por ejemplo, en Delhi (India) o en Dakar (Senegal), lo que ha dado resultados variables (Hardoy, Mitlin y Satterthwaite, 1992; Vennetier, 1989).

DIMENSIONES SOCIALES

En la ordenación social de los bosques urbanos y periurbanos se encuentran dos tipos de problemas críticos que tienen gran importancia por lo que se refiere a la influencia de los bosques. El primer tipo concierne al ámbito de los problemas urbanos en los que se enmarcan las influencias forestales, mientras que el segundo tipo atañe a la cuestión relacionada con la variedad de individuos y grupos que actualmente o potencialmente están involucrados en la adopción de decisiones en materia de vegetación leñosa urbana.

Ambito de los problemas de silvicultura urbana

El examen de cómo la influencia medioambiental de los bosques urbanos se enmarca en el cuadro más amplio de la administración de la ciudad puede comenzar por el análisis de la cuestión desde el punto de vista más estricto de la propia ordenación forestal. Se puede completar el análisis examinando un cuadro más exhaustivo de los problemas de administración urbana.

Todas las actividades de plantación y ordenación de árboles en las ciudades se realizan teniendo presentes algunos valores y objetivos humanos, es decir, proporcionar lo que la gente quiere obtener de los bosques y árboles. Por lo tanto, no debe sorprender que la expresión «influencia de los bosques» (que tiene una connotación ecológica al referirse a la interacción entre los bosques y los demás componentes del medio ambiente) se utilice raramente incluso en las publicaciones sobre silvicultura urbana, y a menudo se traduzca o se sustituya por el concepto más antropocéntrico de «beneficios ambientales» de la cubierta forestal.

En las zonas periurbanas es necesario tener en cuenta las necesidades de obtener beneficios ambientales, comerciales y recreativos

En este contexto, los beneficios ambientales conciernen a las ventajas que derivan de procesos naturales en los que no interviene el hombre pero que producen efectos generalizados en los seres humanos como consecuencia de la interacción entre el sistema forestal y los componentes hidrológico, atmosférico y terrestre del medio ambiente biofísica. En las ciudades, estos efectos se aprecian casi siempre en términos de valor como «beneficios». Esto significa que para muchos administradores urbanos la influencia ambiental de los bosques sólo «existe» en la medida en que entraña una utilidad medioambiental para la población. Por supuesto, la verdadera interconexión que se crea entre los bosques y los demás componentes de los ecosistemas en las zonas urbanas no siempre corresponde exactamente a la definición humana de un efecto estrictamente positivo. Algunas de las «influencias» medio ambientales biofísicas que derivan de los bosques urbanos tienen de hecho repercusiones negativas en los seres humanos, por ejemplo al crear el riesgo de incendios cerca de los asentamientos, o al utilizar los escasos recursos hídricos. Es posible, por lo tanto, que la ordenación deba estar dirigida a modificar la estructura y la composición de los bosques urbanos con el fin de reducir al mínimo las repercusiones negativas sobre la población, teniendo que basarse en todos los casos en el conocimiento de la compleja interacción entre los beneficios y los costos de toda influencia forestal frente a las necesidades y prioridades humanas, en una gama de distintas escalas.

Armonización entre beneficios ambientales, elaboración de productos básicos y valores estéticos y recreativos

Los beneficios ambientales deben considerarse junto con otros tipos de beneficios que el hombre obtiene de la cubierta forestal urbana y periurbana, es decir, los productos básicos y los valores estéticos y recreativos. Los beneficios en términos de productos básicos consisten en bienes extraíbles destinados a ser utilizados por el hombre, producidos en el sistema forestal tales como productos forestales, plantas medicinales, madera y leña. En cuanto a los valores estéticos y recreativos, los beneficios consisten en la función psicológica, social, cultural, política y económica que desempeñan los bosques en las zonas urbanas y periurbanas, y que la población percibe generalmente de manera inmaterial e intangible.

Estas distintas clases de beneficios para la población pueden entrar en conflicto y competir entre sí, o bien pueden asignárseles valores diferentes según los diversos lugares, los distintos tipos de régimen de propiedad o tenencia de la tierra, o los diferentes grupos sociales que se hallan a lo largo del gradiente urbano-rural. Por ejemplo, la plantación de árboles en el parque público que se encuentra en el centro de la ciudad de Santiago de Chile mira a favorecer los valores estéticos y recreativos, como son la sombra y el embellecimiento del paisaje, mientras que la plantación de árboles frutales para producción de alimentos constituye una prioridad en muchos huertos familiares de las zonas urbanas pobres de Kampala, en Uganda. A lo largo de todo el Sahel, las plantaciones para producción de leña que reciben apoyo estatal y se hallan al borde de la ciudad tienen por objeto obtener beneficios de productos básicos, mientras que la faja verde protegida que circunda Quito en Ecuador se estableció originariamente para obtener «beneficios ambientales» derivados de estabilización de laderas y prevención de catástrofes naturales (Egziabher et al., 1994; Hoffman, 1983; Vennetier, 1989; Moore, Quesada y Corbut, 1984).

A veces, un objetivo puede entrar en conflicto directo con otro. Por ejemplo, la corta de leña ha provocado la deforestación de vastísimas áreas alrededor de Delhi en India y de muchas otras ciudades, impidiendo que las masas forestales puedan utilizarse para fines de esparcimiento y embellecimiento (por ejemplo, actividades recreativas, estética del paisaje), reduciendo a la vez algunos beneficios ambientales, tales como estabilización de suelos y prevención de la erosión (Hardoy, Mitlin y Satterthwaite, 1992). Análogamente, los bosques establecidos legalmente con una «función protectora» alrededor de las ciudades, como los de Quito, anteriormente mencionados, pueden contribuir a optimizar los beneficios ambientales que aportan, pero tienen también repercusiones negativas sobre la población residente en el lugar, a las cuales estos bosques proveen productos básicos (Moore, Quesada y Corbut, 1984). Es necesario alertar a este respecto a los expertos en silvicultura urbana e identificar las distintas posibilidades de combinar los objetivos relacionados con la influencia de los bosques con otras finalidades más prioritarias del sector forestal.

Influencia de los bosques y prioridades más amplias del desarrollo urbano

Dada la dinámica que actualmente rige la ordenación del espacio por parte del hombre en casi todas las ciudades del mundo, las actividades dirigidas específicamente a la ordenación forestal sólo constituyen un factor (por lo general secundario) para determinar en qué modo la vegetación leñosa es de hecho manipulada por el ser humano. En gran parte de las investigaciones urbanas de carácter general sobre la dinámica del espacio y las importantes cuestiones de ordenación de la tierra en zonas urbanas y periurbanas de Africa, Asia y América Latina, la mayor parte de las preocupaciones descritas no están relacionadas directamente con la ordenación forestal, y pueden incluso estar en conflicto con los objetivos de desarrollo y conservación forestal, tales como:

· Las preocupaciones relativas a la escasez de viviendas urbanas dominan gran parte del debate. La difusión espontánea de aglomeraciones de viviendas ilegales representa uno de los fenómenos sobre los que se investiga más frecuentemente en el ámbito de los estudios urbanos realizados en el mundo en desarrollo, y afecta a numerosas ciudades de América Latina, Africa, Asia y el Medio Oriente (Mendizabel de Finot, 1990; Hardoy, Mitlin y Satterthwaite, 1992; Centro de las Naciones Unidas para los asentamientos humanos, 1989).

· También las distorsiones del mercado de la tierra y la falta general de planificación y zonificación del aprovochamiento de la tierra para llevar a cabo un desarrollo urbano «ordenado» son elementos frecuentemente mencionados en todos los continentes. La difundida especulación agraria que se registra en toda América Latina y los ineficaces controles municipales sobre la expansión de las ciudades en Delhi (India) y Lagos (Nigeria), representan dos ejemplos de estos problemas (Vennetier, 1989; Dogan y Kasarda, 1988; Hardoy, Mitlin y Satterthwaite, 1992; Anthony, 1979; Farvacque y McAuslan, 1992; Mabogunje, 1992).

· Los problemas relacionados con las actividades del sector productivo primario también se examinan normalmente, en particular los cambios en los modelos de producción agrícola debidos a la urbanización. Se ha informado acerca de graves pérdidas de tierras agrícolas de zonas periurbanas, provocadas por la expansión urbana en Jakarta (Indonesia), en Buenos Aires (Argentina), en varias ciudades colombianas y en ciudades de muchos países africanos (Hardoy, Mitlin y Satterthwaite, 1992; Gutman, 1987; Egziabher et al., 1994).

· En menor medida se mencionan las cuestiones relativas al emplazamiento de industrias en zonas urbanas y las repercusiones ambientales consecuentes como, por ejemplo, los graves problemas de contaminación de las aguas río abajo en Dakar (Senegal) y Alejandría (Egipto), y los efectos de la contaminación atmosférica en las zonas periurbanas de China sudoccidental (Hardoy, Mitlin y Satterthwaite, 1992; Vennetier, 1989).

La atención predominante de los recursos de los urbanistas, del personal municipal, de políticos, de los organismos de desarrollo y los activistas locales se destinan a satisfacer lo que se considera como necesidades básicas de salud, seguridad y bienestar de la población; a las iniciativas de silvicultura urbana se les otorga en casi todos estos países, escasa prioridad en los programas de ordenación urbana.

Como respuesta a esta situación, los administradores municipales del sector silvícola deben comprender cuáles son las cuestiones generales de administración urbana que en sus ciudades se consideran prioridades públicas, y hacerse promotores de medidas para establecer los vínculos necesarios con estos sectores prioritarios dentro del gobierno municipal. Entre estas medidas figuran el establecimiento de relaciones personales y profesionales con el personal competente y los jefes políticos, y comunicar eficazmente las ventajas de la posible coordinación con los proyectos forestales para la prestación de servicios urbanos que resulten eficaces en función de los costos.

En los países en desarrollo son raros los ejemplos de proyectos de infraestructuras o servicios básicos o patrocinados por los municipios que estén plenamente integrados con las actividades de silvicultura urbana. En cambio, en las ciudades de Europa y América del Norte se están emprendiendo muchos proyectos innovadores de este tipo. Entre las clases de vínculos que se han promovido figuran la protección de la cubierta forestal de las cuencas hidrográficas de zonas periurbanas, la vegetación empleada en las obras de ordenación del agua pluvial de escorrentía, y proyectos en que se emplean bosques y otros tipos de vegetación para absorber y someter a tratamiento las aguas residuales ya tratadas o el compostaje urbano de residuos sólidos.

En muchas ciudades de países en desarrollo, las actuales actividades agrícolas domésticas en pequeña escala de zonas urbanas incorporan la plantación de árboles, promueven el reciclaje de residuos urbanos y entrañan un gran potencial para que pueda desarrollarse como base de tal estrategia de administración urbana integrada de objetivos múltiples. La aplicación de desechos humanos a las tierras agrícolas periurbanas, por ejemplo, puede modificarse y mejorarse desde el punto de vista tecnológico y llegar a practicarse en muchas localidades urbanas, y puede constituir un excelente suministro de agua y nutrientes para las zonas forestales urbanas y periurbanas (Egziabheret al., 1994; Smit y Nasr, 1992) [NdR: Véase el artículo de S. Braatz y A. Kandiah, pág. 45]

Además de identificar oportunidades para llevar a cabo una acción coordinada, la participación directa de silvicultores urbanos en otros sectores municipales ayudará a los técnicos forestales a detectar eventuales conflictos concomitantes de las actividades, para realizar a tiempo cambios, o les permitirá determinar las actividades de silvicultura urbana que es mejor evitar o aplazar a causa de dificultades materiales o sociopolíticas.

Por último, como para promover la coordinación intersectorial es decisivo contar con un fuerte liderazgo y apoyo de los jefes políticos locales, la colaboración con los políticos y jefes comunitarios constituye otro factor clave para el éxito de la silvicultura urbana.

Para la ordenación de los árboles urbanos se requiere la colaboración de urbanistas e ingenieros forestales

Estos vínculos no deberían constituir responsabilidad exclusiva de los especialistas en silvicultura urbana. Incumbe igualmente a los responsables de la planificación urbana y demás personal competente ampliar sus perspectivas profesionales y tomar mayor conciencia de las repercusiones de todas las actividades de administración urbana en el ecosistema biofísica, incluidos los recursos forestales. Hay señales de que las administraciones municipales en todo el mundo en desarrollo están adquiriendo mayor conciencia de la calidad del medio ambiente urbano en general (Hardoy, Mitlin y Satterthwaite, 1992), si bien los técnicos no forestales deben aún recorrer un largo camino para conocer a fondo la función de los árboles y otros tipos de vegetación leñosa en los ecosistemas de las ciudades.

En resumen, todos los técnicos municipales, tanto los que se ocupan específica mente de vegetación leñosa como los que se encargan del desarrollo urbano y prestación de servicios más en general, deben considerar la zona urbana en términos sistémicos. Para ello es necesario impartir enseñanza profesional y movilizar a los políticos, lo que no podrá hacerse ni fácil ni rápidamente. Desde el punto de vista pragmático, considerando la fase actual de desarrollo de la silvicultura urbana en la mayor parte de los países, seguirán aún siendo los expertos en silvicultura urbana o los responsable de los parques quienes más se beneficiarán de promover y favorecer esas relaciones y vínculos intersectoriales con el fin de apoyar y mejorar los beneficios ambientales y demás ventajas derivadas de la cubierta forestal. De esta manera, gran parte de las tareas corresponderán a este grupo de técnicos profesionales que darán comienzo a la labor de coordinación.

Participación ampliada en la adopción de decisiones

En la sección anterior de este artículo se ha examinado la necesidad de ampliar las competencias profesionales en la actividad del gobierno municipal. Sin embargo, la presión política y los recursos para la realización de muchos tipos de actividades urbanas proceden a menudo completamente fuera del Municipio, pues provienen de otras entidades gubernamentales, grupos comunitarios, responsables de la vivienda, organizaciones ambientalistas locales, empresas privadas, organismos internacionales de asistencia, etc. Por lo tanto, es imprescindible hacer participar a una base popular más amplia en el debate y las actividades concernientes a los recursos forestales urbanos y periurbanos.

En algunos casos, la iniciativa de ampliar la participación puede surgir de los propios empleados municipales. Por ejemplo, por iniciativa de un director iluminado del Departamento de Parques y con el apoyo del gobierno municipal, a principios de los años noventa, el programa de silvicultura urbana de Ciudad de Guatemala dejó de ser una dependencia gubernamental ineficiente para convertirse en un equipo de trabajo innovador y orientado a la realización de actividades específicas (Pokorny de Marcet, 1992).

En otros casos, la responsabilidad directiva para la promoción y protección de los recursos forestales urbanos puede recaer en entidades externas al ayuntamiento. En el caso de Guayaquil en Ecuador, por ejemplo, en que el gobierno municipal se vio obstaculizado por mucho tiempo por problemas administrativos y de gestión, un gerente iluminado de una empresa local de fabricación de cemento promovió y financió un programa extensivo de creación de áreas verdes metropolitanas que incluía el establecimiento de una reserva natural y de un vivero de árboles, y la promoción de una campaña ciudadana «adopta un árbol». Se establecieron importantes formas de colaboración con una organización ambientalista local y con otras organizaciones nacionales e internacionales.

En todos los casos, para ampliar la base de las partes interesadas será necesario armonizar los valores y necesidades en conflicto, tanto en lo que se refiere a la propia vegetación urbana como en lo que atañe a todos los espacios y funciones urbanas que pueden influir en los recursos forestales urbanos y periurbanos.

CONCLUSION

Los recursos «naturales» de todo tipo constituyen el interés principal de los expertos en desarrollo rural. Actualmente, la perspectiva de desarrollo urbano está lógicamente orientada a la población, aunque a voces parece enmarcarse en un universo sin ningún medio ambiente. Los expertos y activistas urbanos deben dar el primer paso para que se reconozcan y se tengan en la debida cuenta los vínculos existentes entre los productos y los servicios que desean obtener y los ecosistemas naturales que en última instancia los sostienen, incluidos los bosques. Ello requerirá un proceso de comunicación y educación de doble sentido, en base al cual los responsables de la planificación urbana, los administradores de las infraestructuras y los proveedores de servicios descubran y reconozcan la importancia de las interrelaciones entre lo que hacen y la salud y productividad del sistema forestal urbano y periurbano. Al mismo tiempo, los especialistas en silvicultura urbana y los encargados administradores de los espacios verdes y las actividades recreativas de las ciudades deben reconocer que el éxito o el fracaso de su trabajo se determina en gran medida fuera de la esfera de ordenación forestal técnica o social, por lo que deben encuadrar rigurosamente toda actividad centrada en los bosques en el marco de intereses de ordenación urbana más amplios.

Por último, ambos grupos de responsables municipales (expertos en silvicultura urbana y encargados de la planificación y gestión urbana) deben reconocer asimismo que en los complejos sistemas metropolitanos se emprenden numerosas actividades que repercuten en el medio natural urbano y los demás servicios proporcionados a nivel individual, familiar, comunitario o regional, sin ningún tipo de control directo por parte de los funcionarios municipales. Por ello debe invitarse también a los demás responsables de los distintos departamentos gubernamentales, así como del sector privado y de la sociedad civil, a participar en la ordenación del territorio urbano y de los recursos naturales, y a determinar las políticas y programas que rigen la vida de los seres humanos en estos sistemas biofísicas.

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