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II. Las contribuciones de la mujer a la producción agrícola y la seguridad alimentaria: estado actual y perspectivas


II. Las contribuciones de la mujer a la producción agrícola y la seguridad alimentaria: estado actual y perspectivas

Las mujeres como Productoras de Alimentos

Las mujeres producen más de 50 por ciento de los alimentos cultivados en todos el mundo, según estimaciones de la FAO (FAO, 1995a). Los datos desglosados por género siguen siendo insuficientes como para proporcionar cifras exactas sobre las contribuciones de las mujeres a la producción agrícola en todas partes del planeta, ano cuando crece el proceso general de desglose de datos. Estos, junto con estudios de campo, evaluación rural participativa y análisis en materia de género, hacen posible sacar conclusiones sobre producción agrícola y seguridad alimentaria. En todo caso, las contribuciones de la mujer a las actividades agrícolas, forestales y pesqueras podrían ser, cuando menos, subestimadas, ya que muchas encuestas y censos cuentan solamente el trabajo retribuido. Las mujeres participan activamente tanto en la agricultura comercial como en la de subsistencia, y buena parte de su trabajo en la producción de alimentos para consumo del hogar y la comunidad, de importancia para la seguridad alimentaria, no es registrado en las estadísticas.

Los papeles que la mujer desempeña en la agricultura varían de una región a otra y de un país a otro. Hombres y mujeres suelen tener papeles complementarios, compartiendo o dividiendo tareas de producción de cosechas, ganadería, pesca y uso y cuidado de bosques. Pero también tienen distintas tareas y responsabilidades en una serie de labores relativas a cultivo, ganado, pesca y bosques. Ahí donde los cultivos comerciales fueron introducidos, la tendencia sigue siendo de involucrar a los hombres en este sector, sobre todo si es altamente mecanizado, con lo que las mujeres asumen cada vez mayores responsabilidades en la producción de alimentos para el hogar así como de cosechas comerciales a pequeña escala y con bajos niveles de tecnología. Las mujeres se encargan también de un alto porcentaje de las labores agrícolas en las plantaciones.

En el África sub-sahariana, las mujeres aportan entre el 60 y el 80 por ciento del trabajo de producción de alimentos sea para consumo del hogar sea para venta. Una encuesta basada en informes nacionales sectoriales sobre Benín, Burkina Faso, Congo, Marruecos, Namibia, Sudán, Tanzania y Zimbabwe, reveló que las contribuciones de las mujeres a la producción de alimentos para el hogar oscila entre un 30 por ciento en Sudán a un 80 por ciento en Congo, mientras que el porcentaje de mujeres en la fuerza laboral, económicamente activa en el sector agrícola, varia entre un 48 por ciento en Burkina Faso y un 73 por ciento en Congo. (FAO, 1994).

Aún cuando existen considerables variaciones por países, en África las mujeres realizan la mayor parte de las labores de siembra, aplicación de fertilizantes y pesticidas, recolección, cosecha, trilla, procesamiento, transporte y comercialización de alimentos. Los hombres se hacen cargo sobre todo de limpieza y preparación de campos y arado de tierra y participación, en mayor o menor grado, en otras labores agrícolas junto con las mujeres. En algunos países, como Tanzania, las mujeres participación de igual manera que los hombres en la limpieza y preparación de la tierra. En muchos países, los hombres son responsables del ganado mayor y las mujeres del ganado menor, como ovejas, cabras y aves de corral. Igualmente, a menudo las mujeres se encargan de alimentar y ordeñar todo el ganado. En cuanto a las actividades pesqueras, suelen ser los hombres quienes pescan en alta mar, mientras que las mujeres se encargan de actividades costeras como fabricación y reparación de redes, procesamiento de pescado y pesca fluvial. En el sector forestal, las mujeres suelen ser las responsables de recogida de alimentos, forraje y leña. En algunos países, como Sudán, los hombres y las mujeres se hacen cargo de distintos tipos de árboles.

En Asia, las mujeres representan cerca del 50 por ciento de la producción de alimentos en toda la región, con fuertes variaciones por países. Por ejemplo, constituyen el 47 por ciento de la fuerza de trabajo agrícola en Filipinas, el 35 por ciento en Malasia, el 54 por ciento en Indonesia y más del 60 por ciento en Tailandia. En el sureste asiático, las mujeres asumen el principal papel en la producción de arroz, sobre todo en la siembra, trasplante, cosecha y procesamiento (Karl, 1996).

Los hombres y las mujeres en Asia desempeñan a menudo papeles complementarios, con una división de trabajo similar a la que se da en África. En Nepal, la recolección de forraje para búfalos es una tarea exclusivamente de mujeres, que se encargan también de preparar el terreno para el arado, del cuidado del ganado y del trasplante de las plántalas, al tiempo que participan en las labores de cosecha y trilla, aparte de asumir el papel principal de la horticultura. En Paquistán, las mujeres llevan a cabo entre el 60 y el 80 por ciento de las labores de limpieza, alimentación y ordeño del ganado. Tanto en el sur como en el sudeste asiáticos las mujeres aportan un considerable porcentaje del trabajo en las plantaciones, produciendo té, caucho y fruta.

En el Pacifico, la participación de las mujeres en la agricultura varia considerablemente de un lugar a otro. En Papua Nueva Guinea, donde la población es fundamentalmente rural (87%), las mujeres constituyen el 71 por ciento de la fuerza laboral agrícola. Trabajan en la producción de alimentos sobre todo en los cultivos de subsistencia, pero también en las plantaciones de café. En Fiji, las mujeres se encargan del 38 por ciento de las labores agrícolas. Datos de otros países del Pacifico proporcionan un bajo porcentaje de mujeres en la fuerza de trabajo agrícola, pero los estudios muestran que los métodos de recolección de datos no han contado el trabajo de las mujeres en la producción de alimentos para el hogar ni tampoco su trabajo no retribuido en las parcelas familiares. En toda la región del Pacifico, las mujeres ejercen papeles fundamentales en la comercialización de alimentos y las actividades pesqueras.

En Europa, la agricultura representa un porcentaje relativamente pequeño en el empleo tanto de mujeres como hombres. En la Unión Europea, el porcentaje de la población económicamente activa (PEA) en la agricultura variaba de un 2.3 por ciento en el Reino Unido a un 21.9 por ciento en Grecia, en 1992. De estos, las mujeres representaban porcentajes que pueden ser o muy bajos -un 10.4 por ciento en Irlanda- como muy altos -el 44.5 por ciento en Grecia-, en 1990. Asimismo, en los países de Europa central y del este, la agricultura empleó un porcentaje de la PEA más bajo que los sectores de industria y servicios. El porcentaje de mujeres en la fuerza laboral agrícola variaba de un 4 por ciento en Eslovenia a un 57 por ciento en Albania. Siguiendo las tendencias generales en la agricultura en Europa occidental, central y oriental, un creciente número de mujeres están abandonando las actividades agrícolas y aquellas que se quedan tienden a ser cada vez más profesionales.

En América Latina y el Caribe la población rural fue disminuyendo en las últimas décadas al igual que el porcentaje de trabajadores empleados en la agricultura. Mientras el 55 por ciento de la población trabajaba en la agricultura en 1950, solo el 25 por ciento lo hacia en 1990. La recogida de datos y los censos oficiales en la región subestiman las contribuciones de las mujeres a la producción agrícola ya que trabajan principalmente en cultivos de subsistencia, sobre todo horticultura, cría de aves de corral y ganado menor para consumo doméstico.

En el Cercano Oriente, al igual que en otras regiones, los aportes de las mujeres a la producción agrícola son subestimados, debido al hecho de que se trata fundamentalmente de un trabajo no retribuido en la producción alimentaria de subsistencia. Estudios recientes revelaron que las contribuciones de las mujeres resultan de considerable importancia cuando se toma en cuenta el trabajo no retribuido y el trabajo estacional: en Turquía, las mujeres representan el 55.3 por ciento del trabajo agrícola no retribuido; en Marruecos, el 53.2 por ciento; en Egipto, el 50.7 por ciento; en el Libano, el 40.7 por ciento; en Sudán, el 34.7 por ciento; en Irak, el 30.7 por ciento, y en Mauritania, el 28 por ciento.

Las mujeres se hacen cargo de las tareas que más tiempo y trabajo requieren sea en la producción agrícola como en la ganadera: sembrar, aplicar fertilizantes, trillar y aventar, recolectar y cosechar, transportar, limpiar, seleccionar, clasificar y embalar. Estas tareas las llevan a cabo manualmente o con el uso de simples herramientas.

Otras Contribuciones de la Mujer a la Seguridad Alimentaria

Además de sus papeles decisivos en la producción de alimentos, las mujeres contribuyen a la seguridad alimentaria en otros modos importantes, tal como se describe a continuación:

Como aquellas que preservan la biodiversidad: La preservación de la biodiversidad y los recursos fitogenéticos es ya ampliamente reconocida con factor esencial para la seguridad alimentaria. Al ser las responsables de la provisión de alimentos y cuidados a sus familias, las mujeres suelen disponer de un conocimiento especial del valor y la diversidad de uso de plantas para la nutrición, la salud y la generación de ingresos. Por lo tanto, a menudo son las guardianas del tradicional conocimiento de las plantas indígenas. Además, las mujeres suelen experimentar y adaptar especies indígenas, por lo que se convierten en expertas en recursos fitogenéticos (Karl, 1996; Bunning and Hill, 1996).

Como aquellas que procesan y preparan los alimentos: Mientras que las mujeres producen más del 50 por ciento de los alimentos en todo el mundo, realizan también la aplastante mayoría del trabajo de procesamiento de alimentos en los países en desarrollo. El procesamiento de alimentos contribuye a la seguridad alimentaria, ya que reduce las pérdidas de alimentos, aporta variedad dietética y proporciona importantes vitaminas y minerales. Además de las tareas de machacar y moler granos básicos, ahumar pescado y carnes, que suelen llevar mucho tiempo, las mujeres procesan y conservan fruta y verdura producidas en su huerto casero o recogidas en los bosques. Además, en prácticamente todo el mundo son responsables de la preparación de alimentos para sus hogares y, por consiguiente, de la salud y bienestar de sus familias.

Como aquellas que atienden las necesidades básicas del hogar: Las mujeres llevan a cabo la casi totalidad de las tareas necesarias para la seguridad alimentaria del hogar y para asegurar buenas condiciones de nutrición y salud. Estas tareas incluyen recogida de combustible, acarreo de agua, limpieza, cocina, cuidado de niños y enfermos.

Como aquellas asalariadas: a menudo las mujeres se hacen cargo del suministro de alimentos a sus familias, produciéndolos o, si de lo contrario, generando ingresos para comprarlos. Tanto las mujeres rurales como urbanas que realizan trabajos retribuidos dedican una parte sustancial de sus ingresos a la compra de alimentos para sus familias. Además, se reconoce cada vez más que los hombres y mujeres rurales a menudo tienen responsabilidades diferentes a la hora de atender las necesidades básicas de sus hogares, siendo las mujeres las responsables del suministro de alimentos. Los planificadores del desarrollo han descubierto que el aumento de los ingresos del hogar generado por el empleo de los hombres en los cultivos comerciales no supone necesariamente un incremento de los ingresos disponibles para la compra de alimentos (Karl, 1996). Por otra parte, cuando las mujeres ejercen control directo sobre los ingresos, tienden a gastarlos en el bienestar de la familia, sobre todo en la mejora de la seguridad alimentaria de sus familiares más vulnerables.

La "Femenización" de la Agricultura

Un fenómeno encontrado en muchas regiones y países es la tendencia hacia la llamada "feminización de la agricultura" o bien el creciente dominio de las mujeres en la producción agrícola aparejado a la disminución de la presencia de hombres en el sector. Esta tendencia hace que sea aún más apremiante que nunca reforzar la capacidad de la mujer para llevar a cabo sus tareas en la producción agrícola y sus otras contribuciones a la seguridad alimentaria. Esta evolución es acompañada por un creciente número de hogares encabezados por mujeres en todo el mundo. Una de las principales causas de esos dos fenómenos es la emigración de los hombres de las áreas rurales hacia las ciudades, en su país o en el extranjero y/o su abandono del cultivo en aras a conseguir ocupaciones más lucrativas.

En África, donde las mujeres realizaron tradicionalmente la mayor parte del trabajo de producción de alimentos, la agricultura pasando a ser cada vez un sector femenino. Políticas económicas que favorecen el desarrollo de la industria, y negligencia del sector agrícola sobre todo la producción alimentaria local, derivaron en un éxodo de la gente rural hacia las áreas urbanas o mineras, en busca de oportunidades de generación de ingresos en las minas, en las grandes explotaciones comerciales, en las empresas pesqueras u otros.

En términos generales, la emigración de los hombres ha sido mayor que la de las mujeres. En Malawi, la población rural femenina decreció en un 5.4 por ciento entre 1970 y 1990, mientras que la población rural masculina disminuyó en un 21.8 por ciento. En Zaire, la baja registrada en el mismo periodo fue del 4.5 por ciento para mujeres y el 14.9 por ciento para hombres. Hay excepciones, en cambio, como en el caso de Senegal y Uganda, donde la disminución de la población rural femenina fue ligeramente superior a la de la población rural masculina. Globalmente, sin embargo, las mujeres han sido dejadas a su suerte para realizar el trabajo agrícola por su cuenta, cambiando así el tradicional modelo de trabajo y su división entre hombres y mujeres. En África, las mujeres constituyen ahora la mayoría de los titulares de pequeñas explotaciones, aportan la mayor parte del trabajo y asumen la gestión cotidiana de las parcelas (Salto, 1994).

Esta creciente tendencia fue acompañada de un aumento del porcentaje de hogares encabezados por mujeres en África sub-sahariana, colocándose en una media del 31 por ciento del total de hogares rurales a mediados de los años 80. En todo caso, el porcentaje varia enormemente de un país a otro, oscilando entre un 10 por ciento en Niger (a principios de los años 90) a un 46 por ciento en Botswana y un 72 por ciento en Lesohoto (finales de los 80).

Tabla 3. Porcentaje de hogares encabezados por mujeres en África sub-sahariana

Países

Porcentaje

Observaciones

Botswana

46

Finales de los 80

Lesohoto

72

Finales de los 80

Niger

10

Inicios de los 90

Media, África sub-sahariana

 

Mediados de los 80

En Asia y el Pacifico es más difícil seguir la pista del fenómeno de femenización de la agricultura debido a la insuficiencia de datos. Asia tiene un porcentaje relativamente bajo de hogares encabezados por mujeres: solo el 9 por ciento del total a mediados de los años 80 y el 14 por ciento si se excluye India y China. En el Pacifico, el desarrollo de la plantación y de la economía de productos madereros está generando una creciente carga para las mujeres en materia de producción de alimentos para consumo del hogar. Pocas plantaciones emplean a mujeres y algunas no están obligadas a proporcionar vivienda a las familias, dejando a las mujeres cada vez más solas al cuidado de las parcelas familiares y los campos de la comunidad.

En Europa se dan varias tendencias. Las actividades de cultivo están en declino y con ello decrece el número de hombres y mujeres activos en el empleo agrícola. Por otra parte, la emigración masculina y/o el empleo en actividades extra-agrícolas está dejando también y cada vez más a las mujeres a cargo de los campos y cultivos. Asimismo, hay una tendencia, sobre todo en Europa occidental, hacia el aumento del nivel de educación y profesionalidad de las mujeres campesinas. Ello está generando una demanda de más servicios de apoyo a las mujeres campesinas así como una mayor consciencia de la necesidad de un desarrollo sostenible y medioambientalmente apropiado.

En América Latina y el Caribe el porcentaje de hogares encabezados por mujeres en las áreas rurales es cada vez más significativo, debido a emigración masculina, conflictos armados, abandonos, y el creciente número de madres solteras. Mientras que las estadísticas oficiales de los gobiernos colocan el porcentaje de los hogares encabezados por mujeres en un 17 por ciento en toda la región, un estudio realizado en 1994 por el Instituto Interamericano de Cooperación Agrícola (IICA) indica que ese porcentaje era mucho más alto en muchos países: Costa Rica, 34 por ciento; El Salvador, 48 por ciento; Guatemala, 43 por ciento; Honduras, 29 por ciento; Nicaragua, 31 por ciento; Colombia, 29.1 por ciento; Ecuador, 37.1 por ciento, Perú, 43.3 por ciento, y Venezuela, 55 por ciento.

En el Cercano Oriente, la femenización de la agricultura parece ser menos pronunciada que en otras regiones. El porcentaje global de hogares encabezados por mujeres es pequeño, aunque su número está creciendo como consecuencia de la emigración temporal y permanente de los hombres de las áreas rurales a las urbanas. En Egipto, Marruecos, Chipre, Túnez, Libano, Siria e Irán, los hogares encabezados por mujeres representan el 16 por ciento o menos del total. Solo en Sudán y Paquistán los porcentajes de hogares encabezados por mujeres superan el 20 por ciento. En consecuencia, en el Cercano Oriente, las contribuciones de las mujeres a la agricultura suelen ser superficialmente consideradas debido a que la mayor parte de su labor es un trabajo no retribuido en parcelas familiares encabezadas por hombres.

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