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Repercusiones del comercio agrícola internacional y equidad de género: algunos estudios de caso


Las estrategias actuales de liberalización del comercio hacen hincapié en la necesidad de orientar la economía a la exportación. En los últimos años, los países en desarrollo han adaptado su política agrícola a los cambios asociados a la expansión y liberalización del comercio internacional. En esta sección, el examen de ciertos productos básicos y de la experiencia de determinados países ilustra algunas cuestiones relacionadas con las estrategias internas de exportación agrícola y sus efectos en el bienestar y los medios de subsistencia de las mujeres.

Dado que las estrategias de liberalización se orientan al incremento de la producción para exportar, a menudo no se toma en cuenta a las productoras campesinas del sector de subsistencia. En la contabilidad nacional no se refleja el trabajo no remunerado que realizan las mujeres en la parcela de la familia. En consecuencia, este trabajo no económico o no remunerado pasa inadvertido y no se toma en consideración a la hora de elaborar las políticas agrícolas. Esta falta de atención al "trabajo invisible" de las mujeres contribuye a la marginación de éstas en la economía. Sin embargo, el trabajo de las mujeres a menudo forma parte de la actividad de las pequeñas explotaciones agrícolas, porque ellas se hacen cargo de las actividades de mantenimiento y participan en las de poscosecha. Es más, en muchos países, las mujeres también son las principales proveedoras de alimentos para sus hogares.

Como se muestra en los siguientes estudios de caso de diversos países, las mujeres producen del 60 por ciento al 90 por ciento del total los alimentos en sus respectivos países. Los incentivos del gobierno en los países en desarrollo, que han pasado de las tierras y el trabajo a la producción de cultivos de exportación, pueden obligar a las mujeres a reducir el tiempo dedicado a la atención de las parcelas que constituyen la base de la seguridad alimentaria, para buscar empleo en el sector exportador. Esto incrementaría la doble carga que soportan las mujeres: su responsabilidad de obtener un ingreso extra a la vez que cumplen con su función de proveedoras de alimentos para la familia. Por otra parte, la "absorción" de las mujeres en el sector exportador podría incrementar su capacidad autónoma de obtener ingresos.

La asignación de recursos es importante porque dado que muchos países en desarrollo están organizando sus políticas con miras a la liberalización del comercio, los pequeños campesinos y en especial las campesinas, tienden a verse desplazados de las parcelas en las que producen alimentos para el hogar.

Además, el aporte cada vez mayor de mano de obra femenina en las exportaciones agrícolas no se asocia a un mayor acceso o control sobre los recursos agrícolas. Como en el caso de Uganda, la mayoría de las mujeres que trabajan en el sector exportador no participan directamente en la comercialización, y por ende no siempre se benefician de ésta. Los hombres suelen tener el control de los ingresos del hogar.

Es complicado establecer si las mujeres se han beneficiado o no de la liberalización del comercio. Los estudios de caso de países que se presentan a continuación iluminan los diversos aspectos que se deben tomar en cuenta en el análisis de género del comercio.

Ghana y las condiciones laborales en las exportaciones agrícolas no tradicionales: la producción de bananas

La agricultura y el ámbito normativo

La agricultura es la actividad económica predominante en Ghana, en ella trabaja el 55 por ciento de la fuerza de trabajo, y produce el 45 por ciento del producto interno bruto (PIB).[9] Alrededor del 70 por ciento de la población rural obtiene sus ingresos de la actividad agrícola. El sector agrícola de subsistencia representa el 36 por ciento del PIB y emplea al 60 por ciento del total de la fuerza de trabajo.[10] Los pequeños campesinos que explotan parcelas cultivadas por sus familias abarcan el 80 por ciento de la producción agrícola en Ghana,[11] y la mayoría son mujeres.

En los últimos 10 años Ghana llevó a cabo un programa de ajuste estructural cuyo principal componente fue la liberalización del comercio. En 1990, el Gobierno formuló la Estrategia de plazo medio para el desarrollo agrícola (EMPDA), que hace énfasis en la promoción de las exportaciones. La economía de Ghana ha dependido de la producción y exportación de cacao, y como el precio de este producto[12] disminuyó en el mercado mundial a fines de los años 80, el Gobierno comenzó a hacer énfasis en la necesidad de diversificar su producción agrícola y promover otras exportaciones agrícolas no tradicionales, como el pescado, productos piscícolas, aceite de palma, caucho, piña y bananas.

Si bien uno de los objetivos de la EMPDA era incrementar la seguridad alimentaria y el empleo rural, los recursos se asignaron principalmente al sector exportador; no se destinaron medios institucionales a la producción de cultivos alimentarios. Se estima que, al amparo de la EMPDA, la superficie destinada a la producción de piña se cuadruplicó con creces entre 1985 y 2000. El crecimiento de la producción de piña superó al de cultivos alimentarios como los cereales y otros alimentos básicos feculentos. El valor de las exportaciones de productos hortícolas de Ghana se duplicó con creces entre 1995 y 2000. Por su valor, la principal exportación es la piña, que obtiene alrededor del 40 por ciento del total de los ingresos de las exportaciones del sector.

Ghana desde 1974 viene disminuyendo la producción de alimentos debido a los incendios forestales y a la intensa sequía de 1983, después de la cual la producción aumentó de 1984 a 1986 gracias a que mejoraron las condiciones del clima. La situación casi de hambruna que se presentó en 1983 obligó a muchas familias a dedicarse a la agricultura doméstica en 1984, cuando mejoró el clima. Entre 1980 y 1983 disminuyó la importación de productos como el maíz, el arroz y el mijo. A pesar de los programas ejecutados para aumentar la productividad de los cereales y de los alimentos básicos feculentos, en 1990 cayó de nuevo la producción de alimentos a causa de la sequía.

La contribución de las mujeres en el sector agrícola

En 2003, el 49,4 por ciento de la población femenina trabajaba en el sector agrícola, en comparación con el 51,7 por ciento de la población masculina (FAO, 2003). En la agricultura, la mayoría de las mujeres producen alimentos y un pequeño porcentaje son agricultoras independientes, mientras que casi todas trabajan en explotaciones agrícolas conjuntas de la familia y además cultivan su propia parcela para producir alimentos destinados al consumo doméstico. En Ghana, alrededor del 90 por ciento de las mujeres están autoempleadas o trabajan como mano de obra no remunerada de la familia en la agricultura, en empresas agrarias o en la manufactura en pequeña escala en el sector no estructurado, con escasa productividad y bajos ingresos (Fontana et al., 1998, pp. 15-18). En los períodos de escasez de mano de obra a menudo se contrata a las mujeres, sin remuneración alguna, para desempeñar las actividades de poscosecha en las plantaciones de cacao.

Restricciones sociales y culturales han limitado el potencial de trabajo de las campesinas en el sector agrícola de Ghana. La inseguridad en el acceso a las tierras y una historia de pérdida de derechos agrarios ha desalentado entre las mujeres la inversión o mejoramiento de sus propias tierras a largo plazo, con las que cumplen la responsabilidad de dar seguridad alimentaria a sus hogares. Al disponer de tierras menos fértiles, a menudo las mujeres sólo logran cultivar yuca y otros cultivos alimentarios, mientras que los hombres se dedican a la producción de cultivos comerciales en las tierras más fértiles.

La capacidad de las mujeres de participar en actividades remuneradas está muy limitada por su función de principales proveedoras de alimentos para la familia. Si bien las mujeres pueden influir en las decisiones que se tomen en las tierras de la familia, el hombre jefe de familia tiene el poder de tomar la decisión final y a menudo controla el capital y el trabajo de la familia. Si se diera a las campesinas y trabajadoras los incentivos adecuados - por ejemplo crédito - para incrementar su productividad y sus conocimientos, sería posible promover tasas de crecimiento más elevadas en el sector agrícola de Ghana.

Los efectos distributivos de las reformas económicas han concentrado en gran medida los beneficios en los agricultores medianos y grandes del sector del cacao, en el que trabajan pocas mujeres. Un estudio reciente del Banco Mundial, realizado en 1995, hace énfasis en que se han agudizado mucho los niveles de pobreza de los hogares encabezados por mujeres. Esto se debe principalmente al crecimiento del autoempleo no agrícola, que es la principal fuente de ingresos en estos hogares. Dado que las mujeres están atadas a su función de principales proveedoras para la producción de alimentos y el consumo del hogar, no tienden a participar en el sector orientado a la exportación.

Promoción de las exportaciones agrícolas no tradicionales: Volta River Estates Ltd. (VREL), un caso de comercio equitativo

El caso de la empresa exportadora de bananas Volta River Estates Ltd. (VREL), cuyo personal tiene un porcentaje relativamente bajo de mujeres (entre 16 por ciento y 20 por ciento), ilustra los beneficios obtenidos por ellas a través de su participación en esta actividad de exportación. Las exportaciones de la VREL sólo representan el 0,1 por ciento del total de los ingresos de exportación de Ghana, pero forman parte de la estrategia más amplia del gobierno de exportar productos agrícolas no tradicionales. La VREL tiene especial importancia para la agricultura de Ghana porque es la única empresa que exporta en régimen de comercio equitativo. También es una de las únicas dos iniciativas de comercio equitativo que hay en Ghana. La otra es Kuapa Kokoo, una iniciativa de pequeños productores de cacao. La VREL emplea a 900 trabajadores y está entre las primeras 40 empresas de Ghana, tanto por el volumen de sus operaciones como por su número de empleados. El principal mercado al cual exporta la VREL es la Unión Europea (UE), en el que disfruta de acceso preferencial. Por problemas de calidad, el 20 por ciento de las bananas producidas por la VREL se venden en el mercado local.

En la plantación existe una marcada división del trabajo. La función de las mujeres se limita al trabajo no calificado, sobre todo a limpiar y empacar las bananas, mientras que los hombres se encargan de la cosecha, la preparación de las tierras y la siembra. Si bien las mujeres constituyen alrededor del 20 por ciento de la fuerza de trabajo no están representadas en la dirección de la empresa. Es más, no está claro si la escasa participación de las mujeres en la fuerza de trabajo de la VREL se debe a un límite del tipo de tareas asignadas a las mujeres (empacar y limpiar) en la plantación, o a limitaciones que las mujeres jefes de familia pueden tener para trabajar de tiempo completo en la plantación, ya que esto les exigiría más tiempo y trabajo además de su función de proveedoras de alimentos para sus familias.

Dado que la VREL participa en una iniciativa de comercio equitativo, las condiciones de trabajo en esta empresa son mejores que en cualquier otra plantación del oriente de Ghana, región donde hay pocas oportunidades de empleo. Los trabajadores de la VREL forman parte de la Unión de Trabajadores Agrícolas de Ghana, que tiene una representante en cada lugar. Los salarios de los hombres y las mujeres son iguales (alrededor de 8 000 cedis diarios, equivalentes a 1,2 dólares EE.UU.), y mucho más altos que el salario mínimo del país (4 200 cedis, o 0,61 dólares) (Budu, 2001). Los trabajadores reciben pago por horas extras y tienen otras prestaciones sociales, como tres semanas de vacaciones al año, atención médica y apoyo para los niños en el lugar de trabajo, lo que constituye un incentivo, especialmente para las mujeres. Aunque los salarios de la VREL son más altos que el salario mínimo del país, son más bajos que los de las fábricas textiles y no son sustancialmente más elevados que el pago diario por trabajo eventual en la zona. Sin embargo, el personal de la VREL tiene empleo permanente y no está sujeto a las fluctuaciones estacionales de la demanda de mano de obra, lo que se considera un gran beneficio (Blowfield y Gallet, versión mimeográfica).

La VREL ha creado nuevas oportunidades para las familias rurales de la zona, donde escasea el agua y el empleo suele ser estacional y limitado. Aunque en esta región existe una relativa industria manufacturera, el desempleo local sigue siendo del 40 por ciento. La mayoría de los trabajadores masculinos de la VREL antes eran pequeños campesinos o pescadores, que dejaron sus ocupaciones a cambio de los beneficios ofrecidos por esta empresa y para mejorar sus ingresos. No está claro si las mujeres se han beneficiado plenamente de las oportunidades de empleo ofrecidas por la VREL, ya que no hay información disponible de las compensaciones que les proporcionaría trabajar en esta empresa. Habría que hacer un análisis más profundo para evaluar lo que ha pasado en la producción de alimentos en los hogares de las trabajadoras de la VREL, y obtener información sobre el tipo de trabajo que desempeñaban antes de ingresar en la empresa. Sin embargo, aunque la VREL pueda ser una empresa menor por su número de empleados, ha puesto el ejemplo de un sistema más sensible a las cuestiones de género, en gran medida gracias a la iniciativa de comercio equitativo.

La reducción del trabajo agrícola en la producción de bananas en las Islas de Barlovento

Liberalización del comercio

Desde mediados del decenio de 1990 las economías del Caribe han introducido reformas en su política nacional para cumplir con las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Las exportaciones agrícolas del Caribe hasta ahora se habían producido en grandes plantaciones, pero en fecha reciente las grandes propiedades se han convertido en pequeñas parcelas familiares. En el decenio de 1980, el sector agrícola de las economías del Caribe comenzó a declinar, a la vez que prosperaba el turismo. Esta industria representa hoy el 10 por ciento del PIB, mientras que la agricultura representa el 8 por ciento (FAO, 2003).

Los dos principales productos de exportación de la región, las bananas y el azúcar, sufrirán las repercusiones de la eliminación gradual del acceso preferencial al mercado, lo que plantea nuevos desafíos. Los países de la región del Caribe reconocen la necesidad de crear condiciones internas propicias para reducir la pobreza y sostener los medios de subsistencia rurales en el sector agrícola, como la producción de cultivos no tradicionales. (FAO, 2003). Los gobiernos del Caribe se han dado cuenta de la necesidad de aplicar medidas de diversificación económica. Pero "con la preocupación de capitalizar y comercializar el sector agrícola, los gobiernos del Caribe siguen negando la contribución del sector no estructurado o del modo de producción de subsistencia al mantenimiento de los medios de subsistencia en el sector rural y agrícola", en el que las mujeres desempeñan una función fundamental.

Las mujeres en la agricultura

En general, los datos del Caribe sobre la participación de las mujeres y los hombres en la agricultura se limitan a las transacciones que se llevan a cabo en el sector estructurado del mercado. Las estadísticas sobre la producción y comercialización de los principales cultivos de exportación, las bananas y el azúcar, revelan el predominio masculino en el sector agrícola exportador.

La gran presencia de las mujeres en los mercados municipales de toda la región indica su predominio en la comercialización interna. Ellas también son las principales encargadas de las exportaciones regionales de alimentos. En muchos países, estas pequeñas comerciantes (o vendedoras ambulantes) compran directamente del productor y exportan los productos agrícolas a las islas vecinas. En Granada y San Vicente se comercia con Trinidad y Barbados. Una auditoría social de la industria del azúcar realizada en San Kitts en 2002 revela el predominio masculino en la industria azucarera, en una relación de tres por uno. A falta de información oficial, se suele atribuir a los hombres la comercialización de las bananas, pero la labor intensiva de empacado y limpieza corresponde sobre todo a las mujeres.

En el Caribe, las mujeres desempeñan importantes funciones en la agricultura: producen alimentos, obtienen ingresos, alimentan a la familia, se ocupan de la gestión de los recursos naturales, entre otras actividades, aunque su eficacia en el desempeño de estas tareas depende de las limitaciones de sus derechos a los factores de la producción, como las tierras, el trabajo, el capital y la tecnología. En Jamaica, por ejemplo, la mayoría de las campesinas - dedicadas sobre todo a producir alimentos para consumo doméstico - son pequeñas propietarias y sus parcelas suelen ser, en promedio, significativamente más pequeñas que las de los hombres. Por lo tanto, las limitaciones de la producción relacionadas con el acceso a las tierras repercutirán con mayor fuerza en las mujeres que en los hombres.

Mientras que las mujeres predominan en la comercialización agrícola interna y regional, los hombres son los que suelen participar activamente en la comercialización de productos tradicionales y no tradicionales destinados a los mercados extrarregionales e internacionales. Las diferencias de género no sólo se manifiestan en el tipo de mercados en los que se participa sino en los cultivos que se comercializan. Las mujeres se concentran más en los mercados internos. De esta manera, las actividades femeninas de producción y comercialización suelen ser más diversificadas que las de los hombres. En conclusión, las mujeres en la agricultura en el Caribe desempeñan importantes funciones en la producción de alimentos, la obtención de ingresos, la alimentación y la gestión de los recursos naturales, entre otras, aunque su eficacia en la ejecución de estas funciones está condicionada por su limitado acceso a los factores de la producción, como la tierra, el trabajo, el capital y la tecnología.

El sector bananero en las Islas de Barlovento

La industria bananera ha sido el principal sector económico de las Islas de Barlovento en la segunda mitad del siglo XX. Con todo, desde los años 90 la producción de bananas en estas islas ha decaído. En Santa Lucía, por ejemplo, la contribución de las exportaciones de bananas al PIB cayó del 20 por ciento, en 1990, al 8,7 por ciento en 1997. Del total de las exportaciones de bananas de las Islas de Barlovento, el 50 por ciento salía de Santa Lucía (Rufina, 2003). En las Islas hay poca productividad y la producción está disminuyendo. Las presiones ejercidas por la competencia de los precios en los principales mercados europeos, en especial en el Reino Unido, siguen socavando la rentabilidad de esta industria.

De esta manera, la eliminación gradual del sistema de cuotas para las bananas en la Unión Europea es probable que deteriore más todavía el ya de por sí frágil sector exportador de bananas de las Islas de Barlovento. Como gran parte de las productoras de bananas son mujeres, sus medios de subsistencia sufrirán las consecuencias de esta disminución. Gran parte de los hogares del Caribe están encabezados por mujeres, alrededor del 40 por ciento (Robinson, 2001). El agudo incremento de la pobreza y el desempleo entre las mujeres en todas las Islas de Barlovento es consecuencia directa de la pérdida de fuerza de la industria bananera. Un estudio, realizado en 1999 por la Asociación Caribeña para la Investigación y Acción Feministas (CAFRA), sobre las repercusiones de los nuevos acuerdos comerciales en las condiciones de vida de las mujeres rurales de las Islas de Barlovento, reveló que esas condiciones se han deteriorado en los últimos cinco años debido a la disminución del cultivo de bananas y de los precios de este producto.

La Asociación Campesina de las Islas Barlovento se ha esforzado por crear programas en apoyo a 10 000 familias productoras de bananas, y ayudarlas a obtener mejores precios uniéndose a las cooperativas que participan en el régimen de comercio equitativo.[13] Se presta especial atención a los derechos y necesidades de las campesinas, muchas de las cuales son jefes de familia.

Expansión de las exportaciones agrícolas no tradicionales y cambios en el uso de la tierra en Filipinas

Política agrícola

La contribución del sector agrícola al PIB en las Filipinas era del 20 por ciento entre 1995 y 2000, y representaba el 40 por ciento del total del empleo (FAO, 2003). Los medios de subsistencia de dos tercios de la población dependen de la agricultura. De cerca de 12 millones de hectáreas dedicadas al cultivo, el arroz ocupa el 32 por ciento, seguido del coco (26 por ciento), el maíz (21 por ciento), la caña de azúcar, las bananas y el café (8 por ciento), y el restante 13 por ciento se destina a la producción de tubérculos, hortalizas y frutales.

El Plan de plazo medio para el desarrollo agrícola, correspondiente al período de 1993 a 1998, preparado tal vez pensando en el ingreso a la OMC, exigió reducir un 65 por ciento las tierras dedicadas a producir alimentos básicos, es decir, arroz y maíz, para producir en cambio exportaciones agrícolas no tradicionales, como espárragos, bananas, eucaliptos y flores cortadas. Este enfoque limitó la producción de arroz y maíz a 1,9 millones de hectáreas, y liberó hasta 3,1 millones de hectáreas para la cría de ganado y la producción de los cultivos comerciales no tradicionales recién mencionados (Bello, 2003).

En el sector agrícola de las Filipinas tradicionalmente han predominado los pequeños productores rurales, pero los medios de subsistencia de estos campesinos corren peligro debido a la prioridad que en últimas fechas el gobierno está dando a otros cultivos de gran valor comercial, como las zanahorias, los espárragos, los brócolis, las cebollas verdes, los guisantes, la lechuga, los rábanos y la coliflor. También corren peligro los cultivos tradicionales producidos por las mujeres, como el arroz, el maíz, las papas, el ajo, la cebolla y la col.

Efectos del acuerdo comercial en la agricultura

El período posterior a la conclusión del Acuerdo sobre la Agricultura, de la OMC, se ha caracterizado por el aumento de los precios de los alimentos y por el aumento de la pobreza en las Filipinas (FAO, 2003, p. 439). El ingreso de productos extranjeros facilitado por la liberalización del comercio ha desplazado considerablemente la producción local y a grandes números de productores. El arroz, alimento básico de las Filipinas, ha sido el principal objetivo de las actividades de promoción de la seguridad alimentaria en este país, pero después del ingreso a la OMC las importaciones de este cereal han inundado el mercado y abatido, en consecuencia, el precio del producto local. A sólo seis meses del ingreso de las Filipinas en la OMC, en 1995, la producción nacional de arroz sufrió una fuerte crisis y se importaron enormes volúmenes de este cereal. Los precios promedio del productor del arroz aumentaron entre 1997 y 2001 "un insignificante 0,89 por ciento anual", y en el último decenio la producción total de arroz tuvo un aumento marginal. La causa fueron las importaciones masivas que contribuyeron al deterioro del sector interno del arroz.

Para 2001 el empleo agrícola había disminuido a 10,85 millones, en comparación con los 11,29 millones de personas empleadas en el sector en 1994 (Bello, 2003). Entre 1995 y 2000, después del ingreso de las Filipinas a la OMC, la agricultura creció a una tasa promedio del 1,8 por ciento. La liberalización de las importaciones incrementó la importación de alimentos, poniendo en peligro los medios de subsistencia de muchos agricultores del país (Briones, 2002).

La función de las mujeres en el sector agrícola

Aproximadamente el 50 por ciento de las mujeres rurales están clasificadas como económicamente activas. En 1992, las mujeres representaban el 25,8 por ciento de la fuerza de trabajo agrícola, comprendidas la pesca y la silvicultura. Ellas desempeñan importantes funciones tanto en la producción de cultivos comerciales como en la de subsistencia y en la pequeña producción pecuaria, además de participar en algunas actividades pesqueras. Para alimentar a sus familias, las mujeres cultivan huertos domésticos y producen cultivos de subsistencia, sobre todo raíces.

La división de género del trabajo en las Filipinas es muy clara en la agricultura. La limpieza y preparación de las tierras suele corresponder a los hombres, salvo cuando se requiere una labranza mínima, por ejemplo para producir hortalizas. Las mujeres participan en la siembra, la eliminación de la maleza y la cosecha, mientras que los hombres se encargan de rociar las sustancias químicas y los fertilizantes y realizan las tareas más mecanizadas. Las mujeres participan intensamente en las tareas poscosecha, como el trillado y la elaboración. Además, ellas asumen la responsabilidad de las tareas del hogar.

Las productoras de arroz han sufrido graves repercusiones en los últimos años, muchas no han podido competir con las voluminosas importaciones de arroz. La producción de este cereal en las Filipinas ha sido dominio de las mujeres, desde hace mucho tiempo. Desde la selección de las semillas hasta su almacenamiento, las mujeres son las principales encargadas. En la región de Cordillera, en el norte de las Filipinas, la producción de arroz de regadío es el principal medio de subsistencia de muchas aldeas, pero como el gobierno ahora da prioridad a las exportaciones agrícolas no tradicionales, queda menos agua disponible para los arrozales. Esto ha impulsado el abandono de los arrozales, la disminución de la producción de este cereal y la emigración (Kohr, 2001, capítulo 9). Además, se traduce en la pérdida de prácticas que han garantizado a la población autóctona durante muchas generaciones la autosuficiencia en la satisfacción de sus necesidades básicas de alimentos.

Los cambios introducidos en las políticas internas han promovido el libre ingreso de productos agrícolas tradicionales, como las cebollas, el ajo y las papas. Por ejemplo, con la inundación del mercado con papas rebanadas listas para freír, procedentes de los Estados Unidos, los precios se desplomaron casi a la mitad de su valor en 1990, con consecuencias para unos 50 000 productores de papas de Benguet (Oliveros, 1997).

Productoras sin tierras

De los 11,2 millones de personas que forman la fuerza de trabajo agrícola, 8,5 millones carecen de tierras. Las repercusiones de las prácticas comerciales internacionales en las estructuras rurales agrarias de las Filipinas parecen haber intensificado la explotación de las campesinas y sus familias (Oliveros, 1997). El sistema actual de tenencia de la tierra en las Filipinas se basa en una relación de 70/30 o 60/40 de la producción, a favor del terrateniente. De esta manera, millones de arrendatarios trabajan en condiciones de explotación extrema. Aunque el propietario de las tierras contrate al hombre, la familia campesina entera se moviliza, en especial el trabajo no remunerado de las mujeres y los niños, a fin de llevar a cabo el trabajo contratado por el propietario.

En la producción de copra, por ejemplo, el trabajo se realiza sin protección en las manos y requiere largas horas de trabajo. La cosecha es cada tres meses, con participación intensa de toda la familia, del amanecer al anochecer. En una hectárea donde haya 250 cocoteros, por ejemplo, toda la familia del arrendatario obtiene una parte equivalente a 130 pesos o 5 dólares por cosecha, mientras que el propietario obtiene 450 pesos o 17 dólares por cosecha. Además, Oliveros (1997) documenta que en numerosas grandes haciendas productoras de coco o azúcar, los terratenientes tratan de expulsar a los campesinos arrendatarios de las tierras.

Dado que grandes extensiones de tierras agrícolas de primera están sembradas de cultivos no tradicionales de exportación, para su sustento las campesinas se ven obligadas a labrar tierras alejadas y rocosas en las montañas. Debido al sistema predominante de propiedad de las tierras, las mujeres no tienen acceso a crédito ni a capacitación, que podrían incrementar la productividad. Debido a la división de género del trabajo, las mujeres llevan el peso del trabajo doméstico además de sus actividades agrícolas de subsistencia. Es más, como las mujeres no tienen títulos de propiedad de las tierras que trabajan, cuando éstas se destinan a otros usos, ellas no pueden obtener el beneficio económico de venderlas. Hay casos de mujeres rurales que han emigrado a las ciudades y a las zonas turísticas, y para subsistir se dedican al servicio doméstico o a la prostitución. En otros casos, las campesinas y sus hijos terminan desempeñando empleos irregulares, muy mal pagados y en condiciones de explotación.

Participación de la mujer agricultora en las exportaciones agrícolas no tradicionales en Uganda

El sector agrícola

En Uganda, la agricultura representa más del 40 por ciento del PIB y es la fuente principal de ingresos del 80 por ciento de la población (FAO, 2003). Los principales cultivos comerciales son el café, el algodón, la caña de azúcar, el girasol y el tabaco. También se producen cultivos polivalentes: bananas, frijoles, yuca, fruta, maíz y hortalizas (FIDA, 2000). El Gobierno de Uganda ha hecho énfasis en incrementar la productividad agrícola, como condición para reducir la pobreza y elemento de la política macroeconómica en curso. El Plan de Modernización (1998) se basa en un marco estratégico integral para incrementar la productividad agrícola, erradicar la pobreza y mejorar la calidad de vida de los pequeños productores rurales de subsistencia. Sin embargo, debido a la falta de infraestructura de mercado, la asimetría en la información (sobre todo de los precios de los insumos y los productos), las grandes pérdidas poscosecha y las limitaciones de financiación, los pequeños productores, en particular las mujeres, siguen afrontando una serie de problemas que limitan la productividad.

Aunque Uganda tiene la capacidad de producir los alimentos que requiere, más del 50 por ciento de la población no tiene acceso a suficientes alimentos por la vulnerabilidad del sector agrícola a las catástrofes naturales. No existe un programa específico de acumulación de reservas que permita poner alimentos en el mercado en los períodos de escasez, a fin de estabilizar los precios al menudeo cuando hay poco suministro.

Los principales alimentos básicos que consume la población son el matooke (plátano), batatas, yuca, maíz, mijo y sorgo. Una parte significativa de la producción se destina al consumo del hogar, mientras que el resto se vende en el mercado. En los hogares se mantienen muy pocas reservas, o ningunas, lo que dificulta a las familias rurales subsistir fuera de la temporada agrícola o cuando hay malas cosechas. La falta en el hogar de tecnología poscosecha, o la insuficiencia de la que existe hacen que se pierda alrededor del 30 por ciento de los alimentos (Banco Mundial, 1999).

Una de las prioridades de la actual política macroeconómica de Uganda es la promoción de las exportaciones agrícolas no tradicionales, consideradas una importante estrategia de intensificación del sector, en vista de la disminución de los precios mundiales de los principales cultivos comerciales del país, es decir, café, té y algodón (Elson y Evers, 1996). Las principales exportaciones agrícolas no tradicionales de Uganda son el maíz, los frijoles y la yuca, que representan el 70 por ciento de este sector (Kassente, 2002). Estas exportaciones no tradicionales constituyen cerca del 25 por ciento del total de las exportaciones, que también comprenden cereales, pescado y otros productos con un elevado valor agregado, como la vainilla y productos hortícolas. Casi todas las exportaciones agrícolas no tradicionales se producen en el sector pequeño campesino de las zonas rurales.

La contribución de las mujeres a la agricultura

La agricultura es la principal ocupación de las mujeres en Uganda. El 72 por ciento de todas las mujeres empleadas, y el 90 por ciento de las mujeres rurales, trabajan en el sector agrícola, en comparación con el 53 por ciento de los hombres rurales. Ellas son responsables del 90 por ciento de la producción total de alimentos en Uganda, y del 50 por ciento de la producción agrícola comercial (Elson y Evers, 1996). En Uganda, las mujeres no sólo desempeñan una función central en la producción de alimentos sino que también participan en la elaboración poscosecha, el almacenamiento y la conservación de los cultivos. El maíz, los cacahuetes y los frijoles se consumen y se venden de acuerdo con las necesidades de alimentos y de efectivo de los hogares.

En Uganda, a menudo se asignan a las mujeres pequeñas parcelas fragmentadas en tierras marginales para producir cultivos para consumo de la familia. Ellas participan en cierta medida en la producción de las exportaciones agrícolas no tradicionales. En 1992, el 48 por ciento de todas las campesinas producía algún tipo de exportación agrícola no tradicional, por ejemplo, judías verdes (Elson y Evers, 1996). Sin embargo, los hombres son los principales responsables de la comercialización de las exportaciones agrícolas no tradicionales (el 70 por ciento, o entre ambos el 15 por ciento) y las mujeres a menudo no obtienen beneficios de la venta de sus productos (FIDA, 2000). En los casos en que el hombre jefe de familia controla la producción agrícola, la labor adicional realizada sin remuneración también puede repercutir en la seguridad alimentaria del hogar (Kassente, 2002). Es más, el número de mujeres que participa en el programa de promoción de las exportaciones agrícolas no tradicionales sigue siendo bajo, así como las productoras que tienen acceso a los servicios de extensión agrícola. Esto puede deberse a limitaciones culturales o sociales y a la falta de información. Por todos estos motivos, se necesita un análisis más profundo para evaluar si las políticas orientadas a la exportación en el sector agrícola han efectivamente mejorado la situación de las mujeres.

La producción de caña de azúcar y nuevas ocupaciones no agrícolas en Fiji

El sector agrícola

En 2001 el sector agrícola contribuyó a cerca del 10 por ciento del total del PIB en Fiji. La agricultura de subsistencia representaba del 30 por ciento al 40 por ciento del PIB agrícola y empleaba a la mayoría de la población económicamente activa, seguida por la producción de azúcar, con cerca de 23 000 contratistas participantes en este sector. Otras exportaciones agrícolas del país son la copra y el cacao. La horticultura exporta cultivos como el jengibre, fruta tropical, raíces y hortalizas, que son la parte que más está creciendo del sector agrícola (FAO, 2003: 209).

Cultivos alimentarios tradicionales, como la caña de azúcar, el coco, la yuca (tapioca), el arroz, las batatas y las bananas, se producen en todo el país y representan una "fuerza oculta" de la economía. Fiji tiene un vigoroso sector productor de alimentos comerciales que abastecen los mercados internos. Pero la vulnerabilidad del país a las catástrofes naturales ha producido cierto grado de inestabilidad en la producción de alimentos y ha determinado que se hagan grandes importaciones de alimentos. En el hogar, debido a la pobreza urbana, el 25 por ciento de la población vive por debajo del umbral de pobreza, con muy poca seguridad alimentaria y falta de acceso a tierras o a otros recursos, situación que parece exacerbar la eliminación gradual de los acuerdos preferenciales de comercio.

La industria del azúcar tiene una importancia fundamental en la economía del archipiélago ya que ocupa el 50 por ciento de la superficie cultivable y emplea al 13 por ciento de la fuerza de trabajo. Aporta el 9 por ciento del PIB y genera alrededor del 30 por ciento de las exportaciones del país. A fines del siglo XIX, la producción de caña de azúcar en Fiji se realizaba en plantaciones que eran propiedad de colonizadores europeos, es decir, la empresa australiana Colonial Sugar Refinery. Con el aumento del costo de la mano de obra se acabó el trabajo por contrato y las plantaciones de caña de azúcar se convirtieron en sistemas de pequeña propiedad, que seguían en manos de la Refinería Colonial. Sin embargo, para 1973 la empresa vendió sus instalaciones al gobierno de Fiji y se formó la Empresa de Caña de Azúcar de Fiji (ADB, 2000).

Función de la mujer en la producción de caña de azúcar

El trabajo remunerado de las mujeres ha sido esencial para el funcionamiento de las pequeñas propiedades cañeras y, por lo tanto, para la producción de la caña de azúcar en Fiji. Las mujeres de la familia contribuyen al proceso de cultivo y realizan labores que permiten a los hombres de la familia participar en la producción de caña de azúcar. Las mujeres se dedican a la agricultura de subsistencia, la cría de animales, las labores domésticas y a la producción de bienes pequeños y artesanías. Según Carswell (2003), en la familia nuclear el trabajo de la mujer a menudo se oculta tras las expectativas de las relaciones familiares y no se considera explotación.

En 1995 la parcela agrícola promedio era de 4,6 hectáreas, y alrededor de 3,65 hectáreas se dedicaban a la caña de azúcar. El resto de la parcela es atendido por las mujeres de la familia, que cultivan ahí alimentos básicos, como arroz y raíces, y una serie de hortalizas, fruta, hierbas y especias. La producción doméstica de alimentos en la explotación agrícola representa del 50 por ciento al 90 por ciento del consumo semanal de la familia y, por lo tanto, es vital para la supervivencia de la misma.

Se considera que las mujeres sólo participan en actividades periféricas en la explotación agrícola y no intervienen directamente en las actividades de producción de la caña de azúcar. Casi todas las mujeres de estas explotaciones han cosechado la caña cuando hay escasez de mano de obra, sobre todo cuando existen presiones para concluir la cosecha. También han participado en la siembra, la eliminación de maleza y la aplicación de fertilizantes, cuando falta de mano de obra. El apoyo indirecto de las mujeres es integral en el funcionamiento de las pequeñas unidades de producción, ellas realizan actividades de mantenimiento y a menudo de poscosecha, en apoyo al funcionamiento de la explotación agrícola.

Acceso preferencial para el azúcar

Fiji ha contado con acuerdos de comercio preferencial, sobre todo con la Unión Europea (los Protocolos sobre el azúcar, de los convenios de Lomé y Cotonou) para exportar su caña de azúcar. La eliminación gradual de este trato preferencial es probable que reduzca en sustancia los ingresos de los productores de caña y haga que dejen de ser viables las explotaciones cañeras promedio, con lo que aumentaría la pobreza (Carswell, 2003). Esto puede afectar negativamente a los pequeños productores en particular y ejercer más presiones sobre las mujeres de la familia para que produzcan alimentos para la misma. Es más, cuando en la familia no alcanzan los alimentos, como éstos se proporcionan primero que nadie a los hombres, a menudo las mujeres y los niños sufren las repercusiones de esta distribución. En consecuencia, la familia tendrá que buscar otros medios de empleo para generar ingresos para el hogar.

Las mujeres que trabajan en las explotaciones cañeras se dan cuenta de que necesitan diversificarse y producir otros cultivos comerciales, como la yagona,[14] o cultivar un huerto para vender sus productos en el mercado más próximo y poder alimentar a la familia. Algunas mujeres tienen que buscar empleo fuera de la explotación agrícola o incrementar la venta de las artesanías que elaboran. Sin embargo, son conscientes de las limitaciones de género que existen en el empleo no agrícola, ya que casi todas las oportunidades de empleo son para hombres, por ejemplo en la minería de oro y las actividades forestales. Además, como las mujeres participan activamente en la producción de alimentos para consumo de la familia, su participación en actividades remuneradas fuera del hogar les añade otra carga de trabajo a las mujeres que se quedan en la parcela agrícola, si los hombres emigran a otras partes en busca de empleo.

Transformación de la agricultura y sus consecuencias en el empleo de las mujeres en China

El sector agrícola

La agricultura en el PIB de China ha disminuido del 33,3 por ciento en 1982 al 14,5 por ciento en 2002. En este país las mujeres representan más del 50 por ciento de la fuerza de trabajo agrícola, forestal, pecuaria y pesquera (PNUD, 2003). China ha experimentado una "feminización de la agricultura", ya que los hombres han emigrado a las zonas urbanas. Dado que los ingresos de las mujeres proceden principalmente de una producción agrícola poco productiva, los salarios de los hombres migrantes mantienen a las familias en las zonas rurales.

La mayoría de los trabajadores dedicados a la siembra y a la cría de animales son mujeres - 51,6 por ciento y 75,2 por ciento, respectivamente -, y su porcentaje sigue aumentando (PNUD, 2003). Aunque las mujeres han sustituido a los hombres como fuerza predominante en la producción agrícola, la gestión y la toma de decisiones siguen bajo dominio masculino. Además, a las mujeres no les está permitido solicitar préstamos sin autorización de sus esposos, lo que revela la discriminación de la política de crédito agrícola de hoy.

Efecto del ingreso a la OMC en las mujeres del sector agrícola

China es uno de los países con menor superficie agrícola per cápita del mundo, por lo tanto, a la larga, al país le conviene más promover la producción pecuaria intensiva, como la avicultura, en vez de producir cultivos con utilización intensiva de la tierra, como la soya, el maíz y el algodón, en los que trabajan sobre todo las mujeres. El ingreso de China a la OMC puede repercutir en el trabajo de las mujeres. El número de ellas que trabaja en los sistemas de uso intensivo de la tierra podría disminuir, especialmente en la producción de soya, maíz y algodón. Por otra parte, se prevé que el ingreso a la OMC cree nuevas oportunidades de trabajo para las mujeres en el sector avícola a la larga. Sin embargo, en la práctica, las nuevas oportunidades comerciales de la producción avícola dependerán mucho de las normas técnicas y sanitarias de los países desarrollados (UNDP, 2003).

Las mujeres que pierdan sus empleos en el sector de utilización intensiva de la tierra podrían contar con dos opciones: pasar a la producción agrícola que utiliza gran densidad de mano de obra o pasar al empleo no agrícola (UNDP, 2003). Es importante señalar que aunque las mujeres pasen de la agricultura de utilización intensiva de la tierra a la producción pecuaria, seguirá correspondiéndoles producir cultivos con utilización intensiva de la tierra para consumo del hogar y no quedarán necesariamente exentas de sus deberes de proveedoras de alimentos. Por lo tanto, en realidad podría intensificarse la doble carga de la producción y el trabajo doméstico. No está claro si las mujeres podrán fortalecer su posición en la economía en conjunto participando en empleos lucrativos. Para determinarlo sería necesario hacer un análisis más profundo que contemple también factores como el nivel de los salarios y de las condiciones de trabajo que se ofrecen a las mujeres en el empleo no agrícola.


[9] Trade Reforms and Food Security Project: Ghana, FAO, 2003.
[10] http://www.cia.gov/cia/publications/factbook/
[11] Trade Reforms and Food Security Project: Ghana, FAO, 2003.
[12] El cacao representaba el 96 por ciento de las exportaciones de Ghana en 1986. En 2001, esa cifra fue de 75 por ciento.
[13] Ver el sitio web de OXFAM: http://www.oxfam.org/eng/story_Windward_bananas.htm
[14] Variedad de planta de pimiento utilizada para elaborar bebidas.

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