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Un mundo sin madera

BÖRJE STEENBERG

Los diversos estudios sobre las tendencias de la madera preparados por la FAO y otros organismos en los últimos 10 a 15 años convienen en que se producirá un gran aumento en el consumo de madera industrial a todos los efectos y en todas las regiones del mundo. A juzgar por estos estudios, no hay ninguna razón para pensar que la madera se esté agotando. Si ello es así, ¿por qué he elegido para esta disertación el título «Un mundo sin madera»?¹ Ciertamente parece un tema poco adecuado para el Director de la Dirección de Montes e Industrias Forestales de la FAO.

¹ Organizada para la Conferencia de Fomento Forestal celebrada en Wellington, en conmemoración del 50° aniversario del Servicio Forestal de Nueva Zelandia.

¿Pero es ello así?

Permítaseme primero recordar que los susodichos pronósticos no son en modo alguno predicciones sobre lo que ocurrirá. La evolución real del consumo dependerá, no sólo del ritmo de desarrollo económico y demográfico sino también de la oferta, de la disponibilidad de materiales sucedáneos y de la estructura relativa de los precios.

Existen otros muchos supuestos que sirven de base a las proyecciones de la demanda y conviene tenerlos siempre presentes, pero concentrémonos por el momento en los que acabo de mencionar. Si se examinan algo más detenidamente, deberemos admitir dos posibilidades para que los pronósticos fallen, a saber:

1. la madera puede no tener una posición suficientemente competitiva para que las perspectivas, tal como las hemos formulado, se realicen;

2. los bosques mundiales pueden no ser suficientes para atender la demanda creciente de madera.

En gran medida, el primero es un problema de precios; el segundo, de cantidad. Por supuesto, estos dos factores son interdependientes. Su influencia recíproca depende de la relación de la oferta y de la demanda, pero también de otras cosas. Por ejemplo, el aumento en el consumo de especies secundarias puede influir materialmente en el problema de la escasez; este último presenta, pues, aspectos tecnológicos. La concepción de nuevos métodos para aprovechar las especies menos conocidas puede modificar la situación tanto como el aumento de la producción de las especies ya bien conocidas. Otro de los casos que se presenta es que una población creciente conceda más valor a las funciones recreativas, o de otra índole, de un bosque que a sus funciones como productor de madera. En este caso, la oferta puede verse materialmente poco afectada, pero el costo adicional relacionado con las exigencias del aprovechamiento múltiple puede influir en la cantidad disponible en condiciones económicas.

Sin embargo, a los fines del presente estudio, me tomaré la libertad de simplificar la situación y considerar que ambos sectores son independientes. Podemos, pues, examinar el problema de las ventajas competitivas que presenta la madera como materia prima industrial desde el punto de vista tecnológico. El segundo factor, la disponibilidad, se convierte, pues, en un problema de escasez de la madera que puede ser utilizada técnica y económicamente.

Necesidad de madera

En la FAO nos preocupa mucho un problema que es tal vez el más grave con que se enfrenta a largo plazo el mundo de hoy en día: el desequilibrio cada vez mayor, en todos los aspectos, entre los países en desarrollo y los más avanzados. Tratándose de una organización internacional que tiene como finalidad ayudar a eliminar, o por lo menos a reducir, ese desequilibrio, tendremos naturalmente que concentrarnos en los países en desarrollo. Pero tratamos de considerar globalmente el sector de los montes y las industrias forestales. Los países económicamente más avanzados constituyen, por supuesto, un elemento muy importante tocante a la madera mundial. Evidentemente, en la situación actual, si el mundo puede llegar a prescindir de la madera debido al progreso tecnológico, ello ocurrirá primeramente en esos países. Asimismo, si es que llega a haber un mundo sin madera debido a la presión de la demanda de otros aprovechamientos que no sean la producción maderera, lo probable es también que ello se produzca primero en los países más avanzados.

Por ello estudiamos detenidamente esos países más avanzados por lo que de ellos podemos aprender en beneficio de los países en desarrollo. A este respecto, Nueva Zelandia quizás sea uno de los ejemplos más importantes. En muchos aspectos constituye un modelo del tipo de economía hacia el que muchos de los países en desarrollo pueden, y tal vez deberían, tender. Nueva Zelandia es un país pequeño - no mayor que muchos de los países que han obtenido recientemente la independencia y cuya viabilidad se pone en duda a causa de sus dimensiones. Sin embargo, nadie negará que Nueva Zelandia ha demostrado ser viable. En segundo lugar, su economía es, sin duda alguna, dependiente en especial de la agricultura para obtener beneficios de exportación. Lo mismo les ocurre a la mayoría de los países en los que debemos necesariamente concentrar nuestros esfuerzos. Sin embargo, Nueva Zelandia ha creado una economía y una estructura social muy modernas pero, a pesar de su elevado nivel de vida, o tal vez a causa de él, se enfrenta con muchas dificultades.

Esto no es, por supuesto, sorprendente. Hay muchos ejemplos que demuestran que una estructura económica adecuada, o incluso óptima, para un cierto nivel de desarrollo económico, puede quedar rápidamente anticuada. La diversificación es una de las maneras de protegerse contra las circunstancias cambiantes. Los bosques artificiales de Nueva Zelandia y las industrias basadas en ellos se han convertido en un factor muy importante de los esfuerzos realizados por este país en este sentido.

Las dos posibilidades de que he tratado hasta ahora - pudiera decirse también de las que me he preocupado hasta ahora - plantean cuestiones que influyen directamente en el futuro de la economía maderera, y que pueden plantearse de varias formas. Permítaseme escoger una de ellas. ¿Qué es lo que puede llenar el vacío resultante de que el mundo se quede sin madera? Y no me refiero únicamente al desequilibrio determinado por la existencia de una cantidad insuficiente de madera, en el sentido material, sino también al que puede crear la extinción de una fuente de ingresos si no fuera posible producir económicamente la madera. Pero ¿es razonable esa preocupación a la luz de las proyecciones obtenidas de los estudios de tendencias? Todos ellos indican, en efecto, que la expansión de los usos actuales, junto con la aparición de nuevas aplicaciones para la madera, compensarán con creces la contracción de las utilizaciones actuales. La FAO confía que hay motivos de optimismo en cuanto al futuro de la madera, pero primero hay que examinar una o dos consideraciones.

Muchos estudios de tendencias dan por supuesto que los precios de la madera y de los productos de la misma en relación con sus posibles sucedáneos se mantendrán relativamente constantes. Esto entraña a su vez dos supuestos, a saber, que se mantendrá una oferta suficiente de productos forestales y que el ritmo de progreso tecnológico en lo relativo a los montes e industrias forestales mantendrá el mismo ritmo que el de las industrias competitivas. En realidad, el supuesto de que la relación de precios se mantendrá constante da por sentado que no cabe la posibilidad de un mundo sin madera.

Se trata ciertamente de una forma perfecta de eludir una complicación desde un punto de vista analítico. Pero el suponer que la dificultad principal no existe no la elimina realmente. Hay que crear las condiciones que permitan esperar con confianza que estos problemas han de surgir. ¿Por qué, entonces, la FAO es optimista?

En favor de la madera

La forma más adecuada de enfocar este problema consiste, a mi juicio, en formular otra pregunta. ¿Por qué se usa un material como la madera? ¿por qué se usa cualquier material determinado? La respuesta es, por supuesto, a causa de sus propiedades, que pueden ser mecánicas, como la resistencia, o puramente psicológicas, como la belleza. En la práctica, siempre intervienen diversas propiedades en lo que se podría llamar el índice de valor compuesto. Este índice habrá de compararse con el precio y con los precios de otros materiales sucedáneos que se pueden adquirir con el dinero disponible que, como sabemos muy bien, siempre resulta insuficiente.

Si no se dispone de suficiente material a precio adecuado, éste, en primer lugar, tenderá a aumentar y, finalmente, el hombre acabará por elegir otro material, o, de no existir, lo inventará, si las propiedades del producto son realmente tan importantes. Podemos ilustrar esto con un ejemplo de un material fabricado con madera - el papel de periódico. Este papel, fabricado principalmente con pasta mecánica de madera, tiene propiedades casi perfectas para el uso que se le da. Es un material de impresión muy bueno; suficientemente flexible y fuerte para la rotativa y lo bastante rígido para que mantenga su forma en las manos del lector. Es opaco y su hoja, muy ligera, puede utilizarse sin que se transparente. Mientras pueda fabricarse a precios relativos constantes con respecto a los de otros materiales y en cantidad suficiente para satisfacer la demanda, no habrá la necesidad ni el incentivo de buscar nuevos productos sucedáneos.

Esto no es sino un ejemplo de la utilización de la madera. Si examinamos la gama entera de sus posibles usos, encontramos en todos los casos que las propiedades que hacen que los productos madereros sean preferibles para ciertas aplicaciones son siempre la tenacidad combinada con la rigidez y el poco peso específico. En resumidas cuentas, éstas son las ventajas de la madera maciza, de la madera contrachapada, del cartón y del papel. Son éstas las razones principales por las que se emplea la madera y por las que se seguirá haciéndolo si los precios siguen siendo justos.

El que los precios de los productos de madera se mantengan constantes en relación con los de otros productos es un problema de tecnología; tecnología de las industrias forestales, del transporte y de la ordenación de montes. Lo que nos preguntamos es si la ciencia y la tecnología bastan para que el ritmo de progreso en el sector de los montes y las industrias forestales sea suficiente para mantener constantes los precios relativos.

Se afirma con frecuencia que la investigación y el desarrollo de los montes e industrias forestales están muy retrasados respecto a otras industrias competitivas más vigorosas y otras esferas similares como la ciencia agrícola. Si tomamos como índice el número de patentes, es indudable que en la esfera de las industrias forestales hay desde luego muy pocas, si se las compara con las dimensiones de la industria, y que el número es aún muy inferior si se le compara con el de otras esferas tecnológicas. Incluso desde el punto de vista científico, el número de investigadores es muy pequeño si se compara con las dimensiones de la industria. No cabe la menor duda de que, en el campo forestal, las investigaciones realizadas en los centros superiores de investigación, medidas por el número de documentos científicos producidos, es muy inferior al correspondiente a otros campos científicos.

En vista de lo anterior, parece probado que las investigaciones y el desarrollo fundamentales para el sector de los montes e industrias forestales son insuficientes. Pero ¿cuál es la gravedad de esta situación?

Todos sabemos los enormes progresos científicos y técnicos conseguidos en la esfera de los plásticos y la competencia que hacen éstos a los productos forestales, por ejemplo, en lo que se refiere al empaquetado. Además, el precio de los plásticos disminuye rápidamente.

También se está produciendo una verdadera explosión de la industria siderúrgica en el mundo. En los próximos cinco años, se producirá aproximadamente tanto acero como el producido en toda la historia de la humanidad. La utilización del acero inoxidable se ha visto dificultada por la falta de níquel. Con la expansión de la producción de níquel como consecuencia de nuevos descubrimientos efectuados en Australia y otros países, se podría preguntar con razón lo que ocurrirá con las estructuras de madera.

Así pues, no hay razón para estar satisfechos, pero sigo teniendo fe, porque la tecnología no ha sido nunca un factor limitativo en el desarrollo de la sociedad. La tecnología puede suministrar todo lo necesario e incluso aún más.

Si los productos básicos necesarios para la vida no pudieran producirse a precios más o menos constantes en términos monetarios reales, no habría lugar para todas las nuevas cosas que han surgido a la vida. Los precios reales de productos fundamentales como el cemento, la electricidad, el petróleo, la tonelada de peso muerto de un barco, han disminuido a escala mundial, como han disminuido los precios de otros numerosos productos. Eso es lo que ha hecho posible que otros productos, como la televisión, se abran camino en nuestras vidas.

Si nos ocupamos ahora de la investigación medida por el número de patentes, el número de hombres de ciencia dedicados a ella o la producción de documentos científicos, nos encontramos que tampoco es extraordinario en el caso del cemento, la electricidad, la ingeniería naval, etc., pero debe haber habido progresos en la tecnología para que esas industrias hayan podido seguir produciendo a precios constantes.

Estimo que hay por lo menos dos aspectos de todo esto que pueden aplicarse al sector forestal y de las industrias forestales. El primero es el siguiente: lo importante en las industrias que han alcanzado madurez es que no se preocupan acerca de las patentes. Las patentes son útiles cuando se trata de demarcar un derecho en el terreno económico. Pero, cuando se producen artículos para un mercado ya existente y en expansión, se puede trabajar junto con otras compañías, porque todas tienen un interés común en mantener el mercado en crecimiento. Lo que se desea es estar dentro del mercado, y no fuera de él. El producto patentado es una especialidad que puede o no encontrar su lugar al sol. Mientras no lo ocupe, no está incluido en el mercado.

En un mercado de este tipo, el progreso tecnológico se logra gracias a una estrecha cooperación de todas las compañías del ramo. Es un método de desarrollo muy económico. Apenas hay duplicación de esfuerzos y, sin embargo, se consigue el máximo intercambio de información. Esta economía se encuentra no sólo en las industrias forestales, sino también en el sector dasonómico. ¿Dónde pueden encontrarse órganos como las Comisiones Forestales Regionales de la FAO O la Conferencia Forestal de la Commonwealth para el intercambio de información y de opiniones, o para la coordinación de las políticas nacionales al más alto nivel? La Unión Internacional de Organizaciones de Investigación Forestal hace lo mismo en el campo de la investigación con la máxima eficacia y el mínimo secreto.

La segunda cuestión es la siguiente: las industrias que han alcanzado madurez podrán aprovechar los progresos registrados en muchas esferas diferentes, desde los nuevos materiales y adelantos científicos hasta los instrumentos y el cálculo electrónico. Es posible, por lo tanto, que las industrias forestales mantengan el ritmo del progreso tecnológico general eligiendo y adoptando los resultados de muchas otras esferas. Ello es cierto tanto en lo que se refiere a las antiguas industrias forestales, como a las nuevas; tan cierto en lo que se refiere a las operaciones en el bosque, como las de corta y plantación, como en lo que respecta a la investigación. Eso quiere decir que la investigación puede concentrarse no en nuevas invenciones, sino en la forma de aumentar la eficacia operativa, incluidos la escala y métodos de producción.

Una industria ya madura obtiene, pues, beneficios ciertos y concretos del progreso tecnológico de otras industrias. El principal problema consiste en garantizar que no se convierta en una industria senil.

Si se pueden seguir estas directrices y estos métodos de trabajo, se podría en el futuro mantener el nivel de los progresos en los sectores más atractivos; aquellos en que la investigación y el progreso son menos costosos. Pero, para lograr que el mundo entero aplique estos métodos de trabajo, serán precisos muchos esfuerzos. La inauguración de los nuevos edificios del Instituto de Investigaciones Forestales de Rotorua, y la propuesta de que se cree una asociación de investigaciones en industrias forestales, demuestra que, por lo menos Nueva Zelandia, comprende cuáles son sus responsabilidades.

Producción de madera

Tenemos ya cierta base para creer en el futuro de la madera. La adaptabilidad de la madera como materia prima, unida a la inventiva del hombre, dan, en mi opinión, sólidos cimientos al futuro de la producción.

Los usos de la madera han cambiado y seguirán cambiando. Hace sólo 100 años que se descubrió cómo hacer papel con madera. La producción de rayón con pasta de madera ha comenzado en gran escala solamente en el decenio 1930-40. El hombre que inventó el celofán lleva todavía una vida activa. El Dr. Asplund, padre de la mayor parte de la producción mundial de tableros de fibra, trabaja todavía con su microscopio. Hace 10 años, pocos habían ni siquiera oído hablar de los tableros de partículas que se producen ahora en cantidades superiores a los de la fibra prensada. Estoy seguro de que todavía asistiremos a muchos otros descubrimientos.

Combinando estos diferentes empleos de la madera, se pueden obtener economías apenas imaginables para los materiales que tengan una sola aplicación. La madera es una materia prima para industrias mixtas. Mediante la plena utilización de la madera, se podrían obtener productos muy diferentes y con mercados muy variados, sobre los que podría basarse una economía maderera estable. El problema consiste una vez más en la cooperación - cooperación entre los especialistas en cada uno de los usos de la madera, cooperación con los economistas y, sobre todo, con la ordenación forestal.

¿Por qué, sobre todo, con la ordenación forestal? La razón es la siguiente. Incluso si las industrias forestales se desarrollaran al mismo ritmo que las demás industrias, sus precios podrían excluirlas del mercado si la materia prima se encareciera demasiado.

El precio de la madera como materia prima está determinado fundamentalmente por el costo de las operaciones de corta y transporte y por el costo de la ordenación forestal. Parte de este problema es tecnológico y, al hablar de tecnología, no me refiero únicamente a la maquinaria utilizada, sino al criterio económico con que se utilice. Si se quiere que la silvicultura no determine unos precios que excluyan a la madera del mercado, estoy convencido de que es necesario dar una orientación más positiva a la base económica de la silvicultura en relación con la industria y con la comunidad. Es cierto que en la forestería de hoy día se habla mucho de economía y se discute mucho más de la influencia de los factores económicos. Pero esto debe entrañar mucho más que un mero juego de términos económicos y técnicos.

De igual manera, las industrias forestales y sus tecnólogos deben adquirir una comprensión más profunda del material que manejan. Se trata de un material biológico y, si se quiere obtener de él el mayor provecho, es necesario un conocimiento más profundo de los procesos biológicos que intervienen en el cultivo de la madera.

Siento gran admiración por la forma extraordinaria en que cooperan los forestales, por un lado, y los técnicos de las industrias forestales, por el otro. Quisiera que el mismo espíritu imperara también en las relaciones entre los dos grupos. De hecho, estoy convencido de que es absolutamente necesario que trabajen unidos compartiendo francamente objetivos, políticas, recursos, limitaciones y problemas. Desde que fue creada, la FAO ha considerado el sector de los montes y las industrias forestales como un todo inseparable.

Debería extenderme más sobre esta última posibilidad de que los precios expulsen a la madera del mercado. Supongamos que llega un momento en que no se disponga de madera suficiente. Los precios entonces aumentarían y el hombre se vería obligado a buscar una solución al problema. Nos referimos ahora únicamente al factor escasez.

Sin duda alguna, hay todavía muchas tierras forestales en el mundo; pero toda evaluación de los recursos forestales por superficies suscita numerosos reparos. En especial, en algunos de los países en desarrollo, la agricultura seguirá por algún tiempo mermando la superficie de bosques, y los insectos, las enfermedades y el fuego contribuirán a esta reducción. El efecto de todos estos factores es menor probablemente en los países más avanzados, pero actúan allí otros factores que, a largo plazo, pueden ser incluso más importantes. El transporte, las comunicaciones y las viviendas ocupan cada vez más espacio. Las comunidades más ricas se van persuadiendo poco a poco de que deben atribuir mayor valor al mantenimiento de vastas extensiones de bosque intacto que a predeterminados productos forestales.

Algo más de la mitad de la superficie forestal del mundo está constituida actualmente por las selvas tropicales, pero una proporción mucho mayor de la demanda prevista se refiere a productos de los bosques de la zona templada. La posibilidad de que los bosques de la zona templada no puedan hacer frente a la creciente demanda, puede, desde un punto de vista mundial, ser considerada como una circunstancia favorable, ya que permitirá ampliar los mercados para los productos de bosques de los países en desarrollo. Pero con ello nos enfrentamos nuevamente con los dos supuestos: que la ventaja competitiva de la madera siga siendo tal, que los productos de las selvas tropicales sean el mejor sustituto para los productos forestales de la zona templada, y que los bosques tropicales que queden todavía sean capaces de cubrir el vacío.

Por supuesto, una de las respuestas a este problema consiste en la afirmación de que el bosque no es simplemente un recurso renovable, sino susceptible de multiplicación. Si se prevé un aumento de la demanda con suficiente antelación, podemos crear un bosque de las dimensiones adecuadas del tipo idóneo y en la mejor ubicación para hacer frente a esa demanda. Pero, aunque supiéramos cuáles eran esta ubicación y tipo de bosque adecuados y el momento más oportuno de crearlos, me pregunto a veces si sabríamos utilizar del modo más adecuado nuestros conocimientos. Por desgracia, hay en el mundo muchos ejemplos de programas de plantación industrial en que los lugares se han elegido basándose en el criterio del incremento volumétrico y la estación óptima para el establecimiento del bosque, más que en el costo mínimo de la madera entregada.

Frente al futuro

Mi idea es, y creo que a estas alturas la he desarrollado ya suficientemente, que no podemos dar por sentado que las condiciones o los supuestos se cumplan automáticamente. Debemos esforzarnos para que así sea.

Hasta ahora, pocos países se han visto obligados a enfrentarse con los problemas forestales de modo tan urgente como lo hace en estos momentos Nueva Zelandia. Obligada por las circunstancias a desarrollar su silvicultura y sus industrias forestales como una de las bases más importantes de su futuro económico, Nueva Zelandia debe solucionar los problemas que se le plantean. Todo lo que se haga por resolver los problemas de Nueva Zelandia sería una contribución precursora a la resolución de problemas que han de adquirir en el futuro una gran importancia para la forestería mundial.


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