Página precedente Indice Página siguiente


La biomasa en los países en desarrollo: Potencialidades y restricciones.

Gustavo Best, Coordinador de Energía, Unidad de Coordinación para el Ambiente y el Desarrollo Sostenible, Departamento de Desarrollo Sostenible, FAO, Roma

Introducción

Bioenergía, en este documento, se define como la energía obtenido producto de la conversión de los recursos de la biomasa. Estos recursos incluyen toda la materia derivada de las plantas, a excepción de aquellas que se han fosilizado. La biomasa cruda y procesada puede producir combustibles sólidos, líquidos y gaseosos, y puede ser convertida en calor o electricidad.

Este documento enfatiza la necesidad de promover la bioenergía como medio para lograr los objetivos del desarrollo sostenible mencionados en diferentes capítulos del Programa 21, que es el programa de acción adoptado en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD), celebrada en Río de Janeiro, Brasil, en junio de 1992.

Los programas nacionales bien concebidos y comprometidos políticamente, apoyados por políticas y programas a nivel internacional pueden demostrar los beneficios de la bioenergía en el corto, mediano y largo plazo, conduciendo a un nuevo estilo de desarrollo descentralizado que favorece a los agricultores y gente rural en general. A nivel local, pueden contribuir positivamente hacia la reducción de la pobreza e inseguridad alimentaria, rehabilitando terrenos abandonados y marginales, mejorando el ingreso de los agricultores y oportunidades de empleo, reduciendo la migración urbana y promoviendo la industrialización rural.

El objetivo de este documento es analizar los múltiples beneficios que surgen de la producción y uso de la bioenergía en los países en desarrollo, haciendo hincapié en las limitaciones e implicaciones políticas, económicas y ambientales. Enfatiza la necesidad de crear conciencia a nivel de la toma de decisiones hacia la bioenergía y de estimular una promoción pro-activa de esta fuente renovable de energía, teniendo en consideración la urgente necesidad de expandir el crecimiento y desarrollo sostenible en las área rurales de los países en desarrollo. Varios países industrializados y desarrollados han estado implementando programas de bioenergía por más de una década y sus experiencias son comentadas en este documento. El elemento crucial en el desarrollo de programas de bioenergía, especialmente en países en desarrollo, se centrará en las capacidades institucionales para diseñar políticas económicas y ambientales correctas y planificar, implementar y monitorear tales programas. El establecimiento de un equilibrio adecuado entre políticas y apoyo institucional será necesario para superar las principales restricciones.

La estrategia bioenergética

El conocimiento científico actual apunta a la posibilidad de un calentamiento global y cambios climáticos como resultado de un aumento de los gases del efecto invernadero producto de las actividades humanas. Dos de las causas más importantes de preocupación son la falta de vegetación y la quema de combustibles fósiles. Existe también una evidencia creciente de que la deforestación y las prácticas subsecuentes de uso de la tierra están causando una severa degradación del suelo a gran escala en los trópicos con efectos de largo alcance sobre el micro y macro-clima, en la biodiversidad y en la seguridad alimentaria.

De continuar el uso intensivo actual de combustibles fósiles, conllevará a triplicar el aumento de las emisiones de carbono durante los próximos cincuenta años. Si las tendencias actuales de deforestación persisten, por lo menos el 20% de las tierras forestadas existentes habrán sido despejadas hacia el año 2025; otros pronósticos predicen casi un 80%.

La contaminación local y más allá de fronteras por lluvia ácida, resultante de la quema de combustibles fósiles y el riesgo de fallas en plantas nucleares han llegado a ser asuntos altamente geopolíticos, que conducen a medidas de control y estándares ambientales internacionales más costosos y rigurosos. El efecto de desplazamiento de personas y de cambio de uso del suelo por grandes hidroeléctricas, las emisiones de gases de invernadero que surgen de los terrenos sumergidos y la proyectada reducción de capacidad, con el tiempo, debido a los procesos de erosión de suelos, son elementos cruciales que podrían obstaculizar la implementación de centrales hidroeléctricas en el futuro.

Estas son tendencias globales, transnacionales y nacionales que deben ser enfrentadas. A menos que se ejerzan acciones ahora y se alteren las políticas, el costo del desarrollo sostenible puede ser muy alto de afrontar, especialmente para los países en desarrollo. El costo de proteger y mejorar el ambiente es ya un rubro muy alto en muchos países. Algunos ejemplos incluyen el costo de recuperación de tierras, de control de erosión de suelos, de prevención de la desertificación, de reducción de emisiones del efecto invernadero y de protección forestal contra los efectos de la lluvia ácida.

El patrón global actual de uso de la tierra y recursos energéticos debe ser cambiado para minimizar futuros costos ambientales. Esto requiere un compromiso político. La producción descentralizada y el uso de biomasas portadoras de energía puede jugar un papel significativo en la alteración tanto de los patrones de uso de la tierra como de la energía para el desarrollo, especialmente para el progreso rural y agrícola de los países en desarrollo. Promover ahora la inversión en sistemas bioenergéticos puede ayudar a evitar importantes inversiones futuras en la protección y mejoramiento de la atmósfera y del recurso tierra y agua mientras contribuye positivamente hacia la recuperación económica sostenida de la comunidad campesina.

Diseñar una estrategia de desarrollo para permitir la expansión del crecimiento económico y mejoramiento de la calidad de vida de la gente rural, sin afectar la sostenibilidad del ambiente, es probablemente el principal desafío que enfrentan las instituciones hoy en día. Hasta qué grado puede contribuir el desarrollo bioenergético en esta estrategia, dependerá mucho del compromiso de los gobiernos nacionales y las instituciones internacionales en apoyar un sólido programa energético que iniciaría las acciones adecuadas para equipar y manejar sosteniblemente el inmenso potencial energético de los recursos biomásicos. Las instituciones agrícolas deben jugar un papel principal en asumir este desafío y movilizar los debidos recursos financieros y humanos necesarios para promover los programas bioenergéticos.

Sin embargo, será necesario tener precaución con respecto a la ética de cultivar y convertir alimento en energía, remover residuos de cultivos que pueden afectar la fertilidad del suelo, y usar buena tierra de cultivo para plantaciones energéticas. A este efecto, la planificación a largo plazo será necesaria para no afectar el equilibrio de suministro de alimento a la población en el futuro.

Impacto potencial

La expansión de los sistemas energéticos de biomasa a una escala global tendría un papel influyente en el mejoramiento tanto socioeconómico como del status ambiental de países individuales y del mundo en su conjunto. La producción y comercialización sostenida de bioenergía abriría nuevas oportunidades para mejorar la calidad de vida de la gente rural. Deberán diseñarse políticas coherentes y establecerse una cooperación intersectorial de modo de acelerar el uso de sistemas energéticos de biomasa que ofrecen un aire, agua y atmósfera limpios para la sociedad.

Desarrollo agrícola y rural

Más del sesenta porciento de la población mundial vive en áreas rurales de los países en desarrollo y sus posibilidades dependen principalmente de las actividades agrícolas. Oportunidades de empleo inadecuadas, en combinación con ingresos muy bajos generados en formas tradicionales de agricultura, tienen una marcada influencia en la pobreza. Esta es una de las causas principales de la migración urbana. Este fenómeno ha adquirido una tasa alarmante en los países en desarrollo con consecuencias altamente negativas para un desarrollo sano tanto del sector rural como del urbano.

Los sistemas energéticos de biomasa son generadores importantes de empleo e ingresos. Como la producción de biomasa demanda de mano de obra, las oportunidades de desarrollo para incrementar el empleo podrían desempeñar un rol importante en el esfuerzo que se hace para impulsar el desarrollo rural.

El potencial de generación de empleo a partir de la producción, conversión y mercadeo de biomasa, es normalmente mucho más alto comparado con otros sistemas energéticos. Los servicios eléctricos y otros servicios energizados con biomasa tienen una demanda intensiva de trabajo en comparación con aquellos basados en combustibles fósiles, con pocas economías de escala en términos de tamaño y modularidad. Dados los incentivos apropiados a productores de pequeña escala para comercializar biomasa en crecimiento en conjunto con el sector privado, podría elevarse notablemente el nivel de autoempleo en las áreas rurales.

Otra faceta de desarrollo de los sistemas de biomasa es que requieren de una inversión mucho menor por unidad de trabajo creado en comparación a los proyectos industriales, industrias petroquímicas o plantas hidroeléctricas y además contribuyen a crear una infraestructura rural importante tal como redes de caminos. El enlace entre los cambios en el desarrollo de la infraestructura rural y crecimiento está bien establecido. Lo mismo podría aplicarse a la distribución y mercadeo de alimentos.

Los sistemas de biomasa para energía, descentralizados por naturaleza, pueden proveer una oportunidad única para una distribución más regional de la riqueza y, por lo tanto, de acrecentar la equidad del desarrollo entre las áreas rurales y urbanas. En la actualidad, la mayoría de los pobladores rurales de los países en desarrollo están privados de sus necesidades básicas de energía tales como electricidad y suministro de agua. La falta de energía es considerada también como la principal barrera para proveer medios básicos de cuidado de la salud. Los sistemas energéticos descentralizados son probablemente la única respuesta para los serios problemas energéticos que enfrenta más del 50% de la población mundial.

En la producción y conversión de biomasa se generan varios subproductos de bajo costo que pueden ser utilizados con éxito para impulsar las economías rurales. Estos incluyen forraje de los árboles y praderas, ramas y varillas para usar como leña y desechos de la conversión para sustituir fertilizantes químicos y usarlos como alimento para animales. La utilización cuidadosamente planificada de estos subproductos de bajo costo puede llegar a ser el centro del crecimiento sostenido del sector agrícola. Estos conceptos se explican con algunos ejemplos: diez por ciento de forraje de follaje agradable puede ser extraído de plantaciones anualmente sin afectar el rendimiento; las oportunidades para extraer cantidades significativas de ramas, varillas y follaje seco de las operaciones en las plantaciones podría ser una solución en muchas áreas que actualmente sufren un déficit de leña; el rendimiento por especie de estos productos madereros, sin tallo, podría estar en el rango del 25 al 80%; las melazas locales ricas en energía, los subproductos del proceso de la caña de azúcar tienen un potencial inmenso para elevar la productividad animal: los afluentes de los sistemas de biogás pueden ser usados como fuentes de alimento en acuicultura y como fertilizantes.

Los intentos por modernizar el sector agro-alimentario tradicional de los países en desarrollo se centrarán en gran parte en la disponibilidad de portadores de energía de alta calidad. Los sistemas de cultivo de bajos insumos, en vez de aquellos intensivos, pero sostenibles, son una de las razones más importantes detrás de los bajos y erráticos rendimientos de los cultivos en los países en desarrollo. Una combinación moderada de energía y servicios relacionados con la energía puede dar origen a una transformación rural significativa en términos de reducir la presión sobre la tierra para la producción de alimentos y aumentar la provisión neta de alimentos a través de un tratamiento mejorado de postcosecha de productos básicos alimenticios, y de su distribución y mercadeo.

La experiencia tanto en países industrializados como en algunos en desarrollo con políticas sanas de suministro de energía guiada hacia las necesidades energéticas de la agricultura, han producido resultados que verifican los efectos del uso de energía en el aumento de los rendimientos, ingresos y seguridad alimentaria. La importante contribución de suministros energéticos rurales adecuados en varios países en desarrollo ha fortalecido sus esfuerzos por lograr la autosuficiencia alimentaria, y requiere reconocimiento. Son imperativos, intentos por replicar experiencias similares en otros países que sufren de déficit alimentario.

En la mayoría de los países en desarrollo, el aporte de energía por hectárea está muy por debajo del promedio mundial. Permanece como un elemento crítico que debe ser considerado seriamente en la planificación del desarrollo agrícola para afrontar las necesidades nutricionales futuras de una población rural y urbana en crecimiento. Establecer como meta que la potencia suministrada a una granja alcance a 0,5 kW por hectárea en la próxima década puede aumentar rápidamente tanto el rendimiento como la intensidad de cultivos y, por lo tanto, reducir la desnutrición y el hambre en grandes áreas. En este aspecto, la bioenergía puede proveer el incentivo necesario para que esto ocurra. Los efectos indirectos sobre el empleo serían substanciales ya que la demanda de trabajo de una agricultura más intensiva sería mayor que la de los sistemas tradicionales de cultivo.

La pobreza rural, baja calidad de vida y la degradación de recursos rurales están ligadas al subdesarrollo y a la falta de portadores modernos de energía. Un nuevo estilo de desarrollo rural puede resultar si los formuladores de política dan prioridad en los procesos de planificación general energética a las necesidades críticas de energía para la agricultura y para producción de alimentos. Esta demanda es normalmente moderada en comparación con otros sectores y rara vez excede el 5% del consumo nacional de energía. Sin embargo, en muchos países en desarrollo no se han diseñado aún políticas de desarrollo agrícola y rural para enfocar esta crítica demanda.

La producción de bioenergía es ampliamente descentralizada, y siendo de base rural, ofrece nuevas fronteras para facilitar el proceso de satisfacer la falta de energía rural. Otras fuentes de energía pueden desempeñar un papel complementario. El impacto potencial de producción y utilización de bioenergía, sin embargo, es considerablemente más que simplemente proveer una fuente de energía puede ser motor mismo del desarrollo. Los formuladores de políticas deberían dar mayor prioridad al importante papel que tendrá en el futuro la agricultura tanto como productor como consumidor de energía.

Protección del recurso tierra

La intervención humana en las tierras forestales para actividades agrícolas e industriales ha dado como resultado una deforestación y degradación del suelo a gran escala. Estimaciones recientes presentan al sobrepastoreo, deforestación y agricultura, principalmente la agricultura migratoria, como causas principales de la degradación mundial del suelo. Los datos sobre las pérdidas económicas debidas a la degradación del suelo son escasos, aunque generalmente se reconoce bien que este proceso origina una disminución de los rendimientos, y por lo tanto, de los ingresos y seguridad alimentaria de los agricultores.

Actualmente, alrededor de 2.000 millones de hectáreas de tierra están degradadas en diferentes formas y grados debido a las políticas de uso no sostenido de la tierra. Cerca de 300 millones de hectáreas están bajo estas condiciones severas de modo que el daño puede ser considerado irreversible. Si se deja sin revisar, la mayor parte de la tierra degradada restante probablemente pueda llegar a condiciones similares. La tierra continua degradándose a altas tasas según estándares históricos. La erosión de suelos, solamente, está afectando alrededor de 7 millones de hectáreas anualmente.

El uso actual de la tierra y las políticas agrícolas, por lo tanto, necesitan ser drásticamente revisadas, especialmente en los países en desarrollo. Los programas de conservación de la tierra en países industrializados están dando oportunidades alternativas para proteger tierras marginales y recuperar aquellas que están degradadas. Al mismo tiempo, el aumento constante de la productividad de los cultivos ha reducido los requerimientos de tierra. Por otro lado, si los pronósticos del Panel Intergubernamental de Cambios Climáticos se hace realidad, entonces 350 millones de hectáreas adicionales de tierras forestales o 20% de las tierras forestales existentes en los países en desarrollo serán integradas como tierras de cultivo hacia el año 2025. Esto parece ser una cifra conservadora para deforestación. Algunas estimaciones y predicciones recientes proveen un cuadro más dramático, indicando que los bosques serán agotados a una velocidad mucho más rápida.

Estas tendencias son incompatibles con el desarrollo sostenible mundial. Esto justifica la urgente necesidad de desarrollar estrategias locales específicas para revertir las crecientes tendencias. Es notable que cerca de la mitad de las tierras degradadas son tierras de secano, siendo la erosión por agua la causa dominante. Hay también una indicación general de que la distribución de la degradación severa inducida por el ser humano ocurre en los márgenes más húmedos de las tierras de secano.

La planificación integrada del uso de la tierra, que combina la producción y uso de bioenergía en estas zonas estratégicas, podría ayudar no sólo a reducir la presión sobre las tierras forestales sino también en minimizar los efectos de las lluvias y escorrentía en la erosión del suelo. Tal patrón de desarrollo de la tierra provee un marco para iniciar programas de manejo forestal sólidos con el compromiso de las poblaciones locales.

Además, un porcentaje significativo de las vastas áreas de praderas/tierras ganaderas sobrepobladas y tierras forestales despobladas que se están degradando podrían ser reforestadas y por lo tanto, recuperadas. Estas ventajas pueden proveer beneficios muy grandes en términos de la futura capacidad de uso de estas tierras como también en términos socioeconómicos y ambientales en el mediano y largo plazo.

Los incentivos correctos de cultivo y comercialización de fuentes de bioenergía podrían movilizar una participación a alto nivel tanto del sector privado como de la población local. Una de las principales barreras a ser enfrentadas son los actuales sistemas de tenencia de la tierra. Las plantaciones energéticas de corta rotación, excluyendo los cultivos anuales, son a largo plazo y por ende, es de gran importancia la tenencia de la tierra. Es también importante para motivar a los agricultores a participar en proyectos de plantaciones energéticas y de proteger los recursos de tierra, incorporando los elementos básicos de sostenibilidad. El tamaño del área de tierra que sería comprometida en plantaciones energéticas variaría con el tipo y tamaño de los medios de conversión de energía a ser creados, con el grado de mecanización a ser introducido y con legislación sobre la protección del ambiente y de la conservación de la biodiversidad por medio de reservas naturales. Marcos institucionales, legales y organizacionales necesitarán ser creados y reforzados para apoyar este proceso de reforma de la tierra.

El desarrollo de una estrategia sólida para la plantación comprometida de cultivos de biomasa energética puede ser considerado también como una nueva estrategia para programas de conservación de suelos y nutrientes. El suelo tropical es generalmente pobre en nutrientes vegetales y es altamente conducente a la pérdida de materia orgánica del suelo y erosión ante la ausencia de una cobertura de buenos cultivos. Por ejemplo, la deficiencia de fosfatos en los suelos tropicales es un fenómeno bien conocido mientras que la pérdida de suelo agrícola excede los límites tolerables una vez que los bosques son talados y reemplazados por agricultura tradicional que hace caso omiso de medidas simples de conservación. Los efectos son cada vez más pronunciados debido a la presión de la población sobre la tierra y la búsqueda de nuevas tierras en ecosistemas de colinas y montañas. Los efectos colaterales a nivel de país son normalmente mucho más costosos, pero, a menudo, permanecen invisibles a nivel de planificación macro-económica. La inundación de tierras cultivables y la sedimentación de las represas hidroeléctricas y de riego debido a la deforestación en áreas de tierras altas tiene severas implicancias de costo. El efecto de la erosión del suelo en la productividad de los cultivos indica pérdidas económicas substanciales en muchos países en desarrollo donde tales estudios se han llevado a cabo. El Banco Mundial evalúa estas pérdidas en 0,5 a 1,5% del PGB anualmente para algunos países.

La única solución genuina a estos problemas es aliviar la presión sobre la tierra y enmarcar reglamentos que conformarían la conservación del suelo y nutrientes en áreas de tierras degradadas, mientras se provee al mismo tiempo beneficios tangibles a los usuarios de la tierra. A este respecto, plantaciones energéticas guiadas ecológicamente y dirigidas a la conservación pueden llegar a ser la estrategia más apropiada a ser adoptada por los gobiernos nacionales para proteger el recurso tierra. En muchos ecosistemas degradados y frágiles, la fertilidad del suelo permanecerá como una barrera importante a ser manejada efectivamente. El desarrollo de un sistema de manejo integrado de nutrientes para plantaciones energéticas en diferentes condiciones de suelo y clima es, por lo tanto, deseable desde el punto de vista económico y ambiental.

Mejoramiento de la biodiversidad y calidad del agua

El impacto de las plantaciones energéticas en la diversidad biológica dependerá mucho en cómo y dónde se produce la biomasa y en los reglamentos ambientales prevalecientes y su implementación efectiva.

La rehabilitación de la tierra degradada con cultivos de corta rotación es un proceso a largo plazo y debería mejorar, en vez de deteriorar la biodiversidad, suponiendo que el estado previo de la tierra habría hospedado mucho menos organismos vivientes sobre y bajo el nivel del suelo. La diversidad ecológica por medio de un régimen de plantaciones mixtas evita también los posibles efectos nocivos de monocultivos sobre la diversidad genética. El riesgo de fracaso es minimizado.

En plantaciones energéticas extensas, el establecimiento de reservas permanentes de áreas naturales, conectadas donde sea posible a bosques naturales, dará origen a un mejoramiento de la diversidad biológica. La implementación de tales sistemas puede requerir que los productores de biomasa operen bajo el máximo rendimiento por unidad de área. A este efecto, alguna forma de incentivos o regulaciones pueden ser necesarias. Estas medidas están también relacionadas con las obligaciones ligadas a la Convención Internacional sobre la Diversidad Biológica.

Plantaciones energéticas en tierras apartadas en países industrializados puede requerir mucho menos fertilizantes que los sistemas actuales y mejorar con el tiempo la calidad del suelo. Las estrategias de plantaciones mixtas con plantas fijadoras de nitrógeno han comprobado que los insumos de fertilizantes pueden ser insignificantes. El requerimiento de fertilizantes del sorgo es mucho menor que el de maíz. Necesita también mucho menos agua para cultivarlo. Los cultivos maderables sacan sólo el 20% de los nutrientes del suelo en comparación con el trigo. Miscanthus, un cultivo energético herbáceo estrechamente relacionado con la caña de azúcar, puede producir un alto rendimiento de materia seca por hectárea de tierra agrícola marginal bajo un régimen bajo de fertilizantes. La alcachofa Jerusalem es, otro cultivo energético promisorio para tierras apartadas.

La polución agrícola por nitrato ha despertado varias inquietudes con respecto a su efecto nocivo sobre la salud humana, sobre el valor ecológico de cuerpos de agua y en la reducción de la diversidad ecológica de praderas. Los controles de uso de la tierra son los medios que ofrecen una mejor relación beneficio/costo para reducir la polución, especialmente si los cultivos agrícolas son sustituidos por cultivos energéticos, para proveer beneficios similares a los agricultores. La planificación de siembra de biomasa en sitios estratégicos puede actuar como un filtro potencial de nitrógeno y podría ser más aceptable para los agricultores que las políticas regulatorias de nitrato no diferenciadas especialmente.

Los estándares de desempeño y criterio ecológico, para proteger y realzar la biodiversidad en el proceso de recuperación de tierras con plantaciones energéticas, existen en los países desarrollados y en aquellos en vías de desarrollo. Estos necesitan ser pulidos y adaptados a las condiciones locales. Sin embargo, la importancia global de preservar la base del recurso ecológico demanda una estrategia más amplia, relacionada con políticas, reglamentos y una combinación de incentivos y desincentivos para proteger los bosques existentes. En este aspecto, los países isleños requieren especial atención en virtud de estar dotados con un amplio rango de especies vegetales y animales pero sujetas a extinción por presión de la población y prácticas de uso de la tierra no sostenibles. Una combinación apropiada de políticas y programas que crearía condiciones para preservarlas es absolutamente esencial con respecto a los beneficios globales que se originarían. La oferta y demanda de energía rural serán temas fundamentales.

No se puede confiar sólo en las fuerzas del mercado para lograr estos objetivos. Será necesaria la intervención gubernamental. El paquete adecuado de incentivos, reglamentos de uso de la tierra, legislación ambiental y programas educacionales deberá ser creado. Los programas nacionales deberían realzar las capacidades de investigación para iniciar programas de cultivos energéticos para enfocar ecosistemas específicos actualmente en estado de degradación.

Reducción de la polución del aire, lluvia ácida y emisiones de gas del efecto invernadero

El dióxido de carbono por sí solo es responsable del 50% de los gases del efecto invernadero que contribuye a las predicciones de calentamiento global. Los escenarios sin intervención de políticas para reducir las emisiones de dióxido de carbono en el futuro, especialmente para reducir el uso de petróleo y carbón en el sector de energía, indican un aumento en el calentamiento global y la lluvia ácida.

Las tasas futuras de emisiones de dióxido de carbono estarán gobernadas por políticas y las economías de las estrategias de reducción. El estímulo para aplicar medidas de conservación energética y para promover el uso de combustibles fósiles menos contaminantes y las energías renovables pueden en conjunto originar una reducción substancial en las emisiones de dióxido de carbono y, por lo tanto, ayudar a evitar los cambios climáticos globales pronosticados.

Desde el punto de vista de la biomasa, las plantaciones forestales permanentes pueden actuar como un sumidero temporal de carbono pero la implementación de un programa mundial masivo de reforestación para estabilizar las emisiones es difícil de prever. Las tasas anuales actuales de plantaciones forestales no exceden el millón de hectáreas por año en países tropicales. Esto representa un quinceavo de la tasa actual de deforestación. Como la deforestación es un emisor importante de dióxido de carbono, liberando actualmente 3 Gt anualmente a la atmósfera, combinando estrategias y haciéndolas trabajar efectivamente para detener la deforestación parece ser una solución más práctica y que ofrece una mejor relación beneficio/costo que las plantaciones forestales para absorber el carbono atmosférico.

La biomasa de rápido crecimiento y altamente productiva, con un balance energético favorable, puede tener efecto neto cero sobre las emisiones de dióxido de carbono y es mucho más efectiva en términos de compensación de carbono que los bosques ya establecidos. Cultivar esa biomasa en forma sostenida y usarla en conjunto con residuos agrícolas como medio para el desarrollo lleva a un efecto más duradero para aminorar los gases del efecto invernadero y de contaminación transfrontera. Su conversión eficiente evitará asimismo las emisiones de dióxido de carbono resultantes de la quema de combustibles fósiles y es económicamente atractiva en muchas circunstancias.

Los efectos del aumento en el uso de combustibles fósiles, en particular el carbón, en la formación de lluvia ácida y daño a ecosistemas terrestres han sido ampliamente documentados. Las implicaciones de costos para el cuidado de bosques, lagos, sitios de interés científico y tierras agrícolas dañadas es considerable. Al mismo tiempo, remover el azufre de plantas generadoras es muy costoso. Un enfoque apropiado en relación al costo/beneficio y que es ambientalmente benigno es el uso combinado de biomasa y combustibles fósiles, especialmente carbón, ya que la biomasa contiene cerca de diez veces menos azufre y nitrógeno que los combustiles fósiles. Hay grandes expectativas puestas en estos sistemas de co-encendido, especialmente donde se quema carbón en grandes cantidades para producir energía, o donde la biomasa es un producto básico estacional, tal como el bagazo en ingenios azucareros.

La bioenergía podría hacer una contribución importante a la estructura de suministro de energía de las ciudades en crecimiento, donde, como resultado de una sobre dependencia en combustibles fósiles, la contaminación del aire ha llegado a ser un problema ambiental y de salud muy serio. La Comisión de Salud y Ambiente de la OMS indica que las directrices de calidad del aire están excedidas en un gran número de países en desarrollo. Esta tendencia seguirá muy pronto en un mayor número de países en desarrollo que están actualmente sufriendo un rápido desarrollo industrial y urbano. Las consideraciones de salud ambiental a corto y largo plazo deberían por lo tanto tomar en cuenta el papel de la bioenergía en la planificación y desarrollo energético. La mala calidad del aire es también un área de gran preocupación en las áreas rurales. Casi 2 billones de personas, particularmente mujeres y niños, están expuestos a niveles de contaminación del aire que exceden las normas propuestas de salud. El cambio de combustible hacia sistemas energéticos de biomasa es un modo económico efectivo para mitigar este problema.

Varias fuentes de metano, un poderoso gas de invernadero, han sido identificadas y su balance general está bastante bien establecido. El flujo neto a la atmósfera puede reducir significativamente si algunas de fuentes claves de metano son explotadas para energía. Los desechos municipales sólidos y de animales son perfiles importantes de recursos de biomasa para el futuro cercano. Otros beneficios importantes asociados con un mayor uso de estos desechos urbanos y rurales incluyen menores tasas de emisiones de moléculas orgánicas complejas que conllevan riesgos a la salud y una reducción de la filtración de productos químicos altamente contaminates y peligrosos al agua subterránea.

Los conceptos y nociones de bioenergía como un medio técnico y efectivos en relación a los costos para reducir la contaminación del aire, formación de lluvia ácida y emisiones de gases debe aún ser captada por los formuladores de políticas e instituciones financieras. Es necesario crear conciencia al más alto nivel de gobierno. Significa también movilizar a la población local y organizaciones no gubernamentales para reaccionar positivamente hacia la bioenergía de modo de fomentar un acercamiento participativo en el diseño, implementación y monitoreo de proyectos.

Detener la deforestación y promover el desarrollo de la bioenergía permite múltiples beneficios para la población local, mientras que contribuyen positivamente hacia un desarrollo sostenible. Estos beneficios, junto con los inmensos beneficios globales de menores emisiones de los gases del efecto invernadero, deberían reflejarse en el diseño de políticas nacionales e internacionales que aspiran a mitigar el calentamiento global y el cambio climático.

Fuentes energéticas de biomasa y barreras

El suministro de alimentación energética de biomasa puede venir de plantaciones específicas de gran y pequeña escala y de residuos agrícolas existentes. La disponibilidad de tierra influye en el grado al cual tales plantaciones pueden ser establecidas y en el tamaño del mercado de los servicios de conversión. Las mayores reservas de tierra disponibles para este propósito incluyen las vastas áreas de tierras degradadas que están actualmente sin uso y abandonadas en países en desarrollo, mientras que en los países industrializados la promoción de plantaciones energéticas podría venir de la nueva política agrícola, resultado del superávit de producción, por la cual los agricultores están obligados a dejar de producir, derogándose grandes montos a subsidios sociales. Si se armonizan las políticas agrícolas y de energía rural en los países en desarrollo de modo que la energía derivada de la biomasa presta servicios a las necesidades energéticas agrícolas y rurales, la productividad de la tierra y laboral debería elevarse, reduciendo la presión adicional sobre las tierras en el futuro. Esto tendría el efecto beneficioso de reducir la degradación de la tierra y conflictos en términos del uso de la tierra.

Oportunidades económicas y barreras institucionales

Los beneficios socioeconómicos que emergen del desarrollo bioenergético, junto con la importante contribución que las plantaciones energéticas hacen para reducir el calentamiento global pronosticado y en mejorar el ambiente a nivel local, nacional y global, implican una acción urgente a ser implementada a todos los niveles para que la implementación de políticas y programas energéticos y agrícolas sean exitosas.

El asegurar sistemas económicos de biomasa para energía será una responsabilidad importante para los formuladores de políticas, servicios de energía e instituciones financieras. El desarrollo del sector energético ha recibido históricamente atención prioritaria por las instituciones financieras y países donantes. Puede esperarse que esta tendencia continue y que incluya cada vez más inversiones en bioenergía, particularmente si el análisis económico y financiero incluye beneficios sociales, ambientales y de sostenibilidad.

Si el desarrollo sostenible debe ser promovido efectivamente con miras a reducir las desigualdades sociales, y mejorar la distribución de ingresos y el ambiente, entonces es fundamental que el concepto de sostenibilidad se transforme en herramientas políticas y económicas, especialmente en el proceso de evaluar la viabilidad de proyectos energéticos.

La degradación ambiental en áreas rurales de países en desarrollo está íntimamente ligada a la seguridad energética y alimentaria. Muy asociado con esto, está el costo de recuperación de tierras para agricultura en países con déficit de tierras, el costo de control de la erosión del suelo, el costo de proteger vías de agua, lagunas y reservas contra la sedimentación y el costo de prevenir la desertificación. En los países industrializados, las políticas agrícolas que favorecen sistemas de agricultura altamente dependientes de grandes cantidades de insumos químicos ha permitido un gran crecimiento de la productividad, pero a un alto costo ambiental.

Basado en estas perspectivas, el acercamiento analítico para identificar oportunidades económicas de bioenergía debería considerar los costos del ciclo completo de vida de sistemas alternativos de energía. Deberían aplicarse estándares y regulaciones para facilitar el proceso de internalizar costos ambientales y otros costos externos. Bajo esta perspectiva, debería idearse un marco multi-criterio para analizar y clasificar proyectos energéticos. En particular, el efecto estimulante que tiene la producción de biomasa su uso y mercadeo en el desarrollo descentralizado rural y agrícola debería ser considerado adecuadamente. Su efecto sobre la pobreza y alivio del hambre y el mejoramiento general de la baja calidad de vida persistente en las áreas rurales de los países en desarrollo, son temas que deben considerarse.

La inclusión de efectos externos directos e indirectos en el avalúo económico y financiero requerirá generar datos. Por ejemplo, los factores de ajuste de precios son también necesarios para corregir precios de sombra de algunas externalidades usadas para evaluar la tierra y pronosticar las tasas de cambio. Es, por lo tanto, el rol de los planificadores energéticos y economistas desarrollar metodologías que podrían facilitar la cuantificación de externalidades y reflejarlas en los procesos del más alto nivel en la toma decisiones en proyectos y programas energéticos. Crear conciencia en los formuladores políticas sobre estos impactos y sus costos asociados y recompensas puede llevar a un compromiso político más amplio de la bioenergía en términos de evitar futuros costos socioeconómicos resultantes de políticas que favorecen el escenario normal.

Un ambiente sólido económico y político será por lo tanto importante para apoyar una diseminación a gran escala de tecnologías energéticas de biomasa. Los subsidios estatales en suministros eléctricos y de combustible requieren revisión para reflejar los precios de mercado. La nueva legislación debería permitir a los productores independientes de energía competir con sectores centralizados y en el caso de suministro de la red nacional, los precios sean basados en el costo de producción de energía sin pasar por intermedio de una empresa de servicio. El acceso abierto a redes de transmisión y distribución puede necesitar ser instituido por ley. Esto significaría eliminar monopolios en el sector energético. Impuestos sobre energía de combustibles contaminantes e incentivos fiscales para mejoras son medidas que están siendo utilizadas para promover la conservación energética y para lanzar nuevas iniciativas de biomasa.

El desarrollo económico de bioenergía debe considerar también asuntos tales como confiabilidad, facilidad de operación y mantención y buenos estándares de seguridad ocupacional y de salud. A nivel de producción de biomasa en tierras degradadas y actualmente sin uso, los agricultores podrían ser motivados a participar activamente si se puede asegurar un mercado garantizado del producto, solucionados los problemas relacionados con la seguridad de tenencia de la tierra, y se establezcan medidas de apoyo para promocionar plantaciones energéticas sostenibles a largo plazo.

Los sistemas energéticos de biomasa son ya una empresa rentable en una gran variedad de circunstancias. Su diseminación amplia proveería una multitud de beneficios sociales cuyos métodos de evaluación económica aún no se implementan adecuadamente. Unas reglas del juego justas son por lo tanto esenciales para colocar a los sistemas energéticos de biomasa en su contexto apropiado. Las políticas nacionales e internacionales deberían ser conducentes y coherentes para que esto suceda. Extremadamente importante será la necesidad de impulsar la cooperación intersectorial en el desarrollo energético, especialmente en relación a la bioenergía, que normalmente requiere esquemas institucionales descentralizados. La creación de capacidad institucional y programas de capacitación serán la clave para el éxito futuro. Permitiría desarrollar especialistas locales para planificar, implementar y monitorear proyectos con la participación de la comunidad agrícola.

Las oportunidades económicas de combustibles de biomasa podrían aumentar considerablemente más allá del marco estricto del que gozan actualmente. Será necesario establecer políticas y programas efectivos y coherentes a nivel nacional e internacional. En este aspecto, las instituciones internacionales tienen un importante papel que jugar en el futuro, especialmente para crear el marco para el desarrollo apropiado de los sistemas locales energéticos de biomasa descentralizados y que operan eficientemente para proveer servicios energéticos a las áreas rurales a la vez que promueven el desarrollo agrícola sostenible.

Las instituciones agrícolas tienen la especial tarea de comenzar a planificar la agricultura para una producción combinada de alimentos y de portadores energéticos modernos de biomasa, de una manera ambientalmente saludable, económicamente viable y socialmente aceptable. Esto es un reto exigente para el futuro ya que varios temas claves de preocupación tales como el calentamiento global, los cambios climáticos, el desarrollo agrícola y rural sostenible y la deforestación están todos interrelacionados en la matriz del desarrollo. La capacidad de las instituciones agrícolas debería ser reforzada para que pasen a ser un socio más efectivo en el desarrollo energético. Tradicionalmente, este papel ha sido extremadamente marginal. La participación efectiva de la agricultura local y organizaciones comunitarias es clave para el éxito de la bioenergía. Estas poblaciones necesitan beneficiarse totalmente de la producción, comercialización y uso de la energía de biomasa, sin esta condición, todas las iniciativas seguramente llevarán al fracaso.


Página precedente Inicìo de página Página siguiente