Página precedente Indice Página siguiente


5. ENFERMEDADES DEL CAPIBARA

5.1 Enfermedades

La mayor causa de muertes en las poblaciones de capibaras no son las enfermedades. Las principales causas de muerte las constituyen la predación, la edad y la desnutrición. Los autores que han escrito sobre esto concluyen que el capibara es un animal muy rústico (Cortes Saad, 1974; Ojasti, 1973; Fuerbringer, 1974; Mones y Martínez, 1983). Antes de emprender el estudio de las patologías de las cuales hay suficientes escritos como los de Mones (1981), Boero y Boehringer (1967) y numerosos otros autores que se citarán a continuación, se tiene que describir los parámetros normales de este animal en cuanto a componentes sanguíneos, anestesia y sus parámetros cardíacos.

Entre dichos estudios vale la pena mencionar el realizado por Colvée (1976) sobre los valores hemáticos con el fin de determinar la normalidad sanguínea de esta especie. Para ello utilizó muestras sanguíneas de 24 animales, (11 machos y 13 hembras) provenientes del Estado de Apure, Venezuela, y cuyos resultados se consignan en el cuadro 15.

Sin duda este excelente trabajo servirá de referencia y es muy importante en la coyuntura de su domesticación, pues allí se tendría la normalidad con la cual establecer comparaciones para estos valores sanguíneos.

Castillo et al. (1986) estudiando la mioglobina del capibara, encontraron que presenta un incremento en el número de la arginina, indicador de la afinidad por el oxigeno como sucede en otros mamíferos de habitat acuatico, lo que podría explicar su resistencia a la inmersión prolongada.

CUADRO 15
Promedios para valores sanguineos normales de hembras y machos capibara (Hydrochoerus hydrochaeris)

 MachosHembras
Hematies46700004800700
Leucocitos89098638
Hemoglobina12,7513,13
Hematocrito43,0946,92
Metamiclositos0,180,23
B. cayados1,451,46
B. segmentados12,1810,31
Eosinofilos21,8220,23
Linfocitos63,4566,23
Monocitos0,911,54
Indice de Schiling1 x 8,261 x 5,88
Proteina total7,907,85
Albúmina2,853,13
Alfa-globulina0,560,80
Beta-globulina(1)1,281,29
Beta-globulina(2)0,740,33
Gamma globulina2,482,30
Globulinas totales5,054,72
Relación Albúmina/globulina0,570,68
Nitrogeno uréico21,4518,17
Urea45,9138,87
Cloruros en sangre373,54359,36
Cloro en sangre226,38220,29
Cloro en plasma298,38301,37
Cloruros en plasma487,85497,14
Glucosa57,5561,71
Colesterol69,7373,00
Indice Sellek-Frade4,273,86

Vale la pena reseñar aquí los trabajos de Szabuniewicz et al. (1978), quienes estudiaron los mecanismos de sedación y control de esta especie utilizando 45 animales (23 hembras y 20 machos). Se obtuvieron los siguientes resultados: para los efectos de sedación del capibara el mejor agente es la Xylazina intramuscular en dosis de 0.75 a 1.25 mg/kg. Para anestesia, los mejores resultados se obtuvieron mediante una combinación de Xilazina y Ketamina en dosis de 0.25 a 0.5 mg/kg y de 7 a 10 mg/kg respectivamente. Ambos agentes se pueden mezclar o inyectar separadamente. El barbitúrico pentobarbital no debe usarse y de hacerlo sólo en casos muy específicos y con las precauciones adecuadas.

En Venezuela, Szabuniewicz et al. (1978) estudiaron los electrocardiogramas de 15 capibaras (8 hembras y 7 machos) a fin de establecer los parámetros de normalidad para una población de capibaras. Los 15 ejemplares originarios de la región de Apure fueron estudiados en la Facultad de Ciencias Veterinarias de Maracay. En estos capibaras se analizaron las frecuencias cardíacas en animales no anestesiados y en otros solamente sedados. Estos autores analizaron los complejos QRS en todas sus derivaciones, indicando una activación ventricular sinistrosa y ventrocaudal, clasificándolo como del tipo A, al igual que en el hombre. La electrocardiografia en el capibara, fué estudiada también por Hernández (1986) para determinar su variación con el crecimiento corporal.

Para enfocar el estudio propio de patologías se debe analizar primero al capibara en su habitat y posteriormente en condiciones de cautiverio.

En condiciones naturales de amplios espacios, abundante agua y pastos, pocas son las enfermedades que se presentan. Sin embargo, la más importante es el “mal de caderas” o derrengadera, producto de la infestación con Trypanosoma venezuelense. Esta enfermedad es común en el caballo y fue precisamente a comienzos de siglo que se presentó una mortandad de caballos en los llanos apureños y el capibara fue considerado como reservorio para esta enfermedad, Rangel (1905).

Consideradas como epidemias paralelas de ambas especies fueron muy estudiadas a lo largo del continente, atribuyéndose muchas veces la causa del inicio de la epidemia al animal silvestre, por lo cual se le persiguió y mató.

Sin embargo Arcay et al. (1980) demostraron que una cepa del Trypanosoma venezuelense aislada del capibara era mucho menos virulenta que las cepas provenientes del caballo. Esto confirma la noción empírica de los habitantes del llano, quienes piensan que la presencia de los capibaras atenúa la virulencia de la derrengadera del caballo.

En Colombia, Morales (1978) condujo una investigación en la población de capibaras en los Llanos Orientales cerca de donde se encontraron dos caballos y tres perros infectados clínicamente con Trypanosoma evansi. De 33 capibaras encontrados, 8 fueron portadores del Trypanosoma. Contrario a la mayoría de las opiniones, los resultados indicaron un estado de portador en el capibara. El diagnóstico del flagelado se basó en su morfología, comportamiento en ratas blancas y su infectividad y patogenicidad en las diferentes especies de animales domésticos. Sin embargo, cuadros agudos de trypanosomiasis en capibaras se han detectado en Argentina (Gutierrez, 1958); en Brasil (Pinto, 1933; Strong et al. 1926); y en Paraguay (Elmasian y Mignone, 1904). Hay que dilucidar aún lo referente a T. evansi, T. equinum y T. venezuelense. Según Toro (comunicación personal, 1993) éstas son sinonimias de un sólo trypanosoma, como en principio lo sospechó Rangel (1905) que era un trypanosoma de Evans. Es correcto, por lo tanto, denominarlo Trypanosoma evansi.

La brucelosis en el capibara ha sido estudiada por Bello et al. (1974), después de los trabajos preliminares de Plata (1972) y Godoy (1973). Se reporta una cierta incidencia de esta enfermedad, detectada mediante el diagnóstico de seroaglutinaciones en placa. Esta enfermedad vino a América con las especies introducidas por los españoles en la conquista hace 500 años. Bello y su equipo del Centro de Investigaciones Veterinarias de Maracay, Venezuela, estudiaron el problema muy a fondo y además de tomar muestras de sangre, tomaron muestras de órganos: bazo, hígado, pulmón y ganglios. Procedieron al análisis mediante: seroaglutización en tubos, pruebas de fijación de complemento, “Card-test”, mercaptoetanol, es decir las pruebas complementarias para el diagnóstico de la brucelosis del Centro Panamericano de Zoonosis. De 272 muestras, sólo 95 presentaron seroaglutinación, de las cuales 8 con títulos por encima de 1:250, y de éstas sólo 7 fueron positivas al mercaptoetanol y 6 al “Card-Test”. Todas resultaron anticomplementarias a la fijación de complemento. Sólo en una muestra de tejidos se aisló una cepa de Brucella abortus.

Los estudios sobre leptospirosis se realizaron en el mismo Centro de Investigación, por Jelambi (1976). Se analizaron 178 muestras de suero de capibaras sacrificados en el hato El Frío (Estado de Apure), obteniéndose 111 positivos (63.3 %) a los diferentes serotipos de leptospiras, pero con predominio de L. canicola, L. ballum, L. hardjo, L. hendomadis y L.wolffi. Prosiguieron sus pesquisas en tejidos de riñón (14 muestras) y tipificaron 9 cepas dentro del serogrupo L. canicola. Examinaron, además, cortes histológicos del tejido renal, no lográndose determinar alteraciones significativas. Los animales estudiados no mostraron signos de enfermedad cuando se realizó el muestreo ni antes de sacrificarlos.

El capibara, según Piccini et al. (1971), también puede contraer la rabia. Esta antropozoonosis es transmitida por la mordedura de murciélagos hematófagos portradores del virus, mismos que son abundantes en la zona donde pastan los capibaras. La transmisión se efectúa generalmente en la noche, cuando estos muerden a los capibaras.

5.2 Parásitos internos

El estudio de la fauna helmintológica de este gran roedor silvestre es de importancia, por constituir este animal una fuente de alimentos para el hombre y porque su posible domesticación permitiría mediante la explotación racional suplir parte de las necesidades de proteínas de los pueblos de América Tropical. Así justifica Mayaudon (1979) su dilatada labor en el estudio de los parásitos del capibara en los cuales obtuvo los resultados que a continuación se resumen:

Tremátodos: • Hippocrepis hippocrepis (Dies, 1850; Travassos, 1922).

Taxorchis schistocotyle (Fischoeder, 1901)

Céstodos:     • Monoecocestus decresceus (Diesing, 1876; Travassos, 1932).

Nemátodos: • Viannella hydrochoeri (Travassos, 1914)

Protozoophaga obesa (Diesing, 1951)

Dirofilaria acutiuscula (Molin, 1856)

Capillaria hydrochoeri (Travassos, 1916)

El trabajo taxonómico realizado por Mayaudon (1979) dá por sentado que estos helmintos en su mayoría son típicos de este roedor y suministra todas las evidencias que permitieron su identificación como tales.

5.3 Parasitos externos

La Sarna

La sarna sarcóptica afecta a muchos animales, tanto domésticos como silvestres. El capibara no escapa a la gran cantidad de mamíferos parasitados por el ácaro Sarcoptes scabiei y presentan también una extensa dermatosis parasitaria producida por S. scabiei var. hydrochoeri. Fue en Francia donde se inició el estudio de este ácaro en capibaras, mediante la recolección de varios especímenes recolectados en un capibara del Zoológico de Auvers y en ácaros de la colección del Museo de Ciencias Naturales de París. Riviera (1983) reporta su presencia en los capibaras mantenidos en el bioterio de la Facultad de Ciencias Veterinarias, de la Universidad Central de Venezuela, Maracay, Venezuela, al igual que en los rebaños del Instituto de Producción Animal de la Facultad de Agronomía. A tal punto, que Sosa Burgos (1981) considera a esta parasitosis como la limitante más importante para la cría en cautiverio de esta especie, pues su incidencia es muy elevada y causa grandes estragos en la población tanto juvenil como adulta. Campo Assen et al. (1981), en sus estudios sobre patologías dermoepidérmicas provocadas por ácaros, realizaron el estudio histopatológico de la piel de 14 capibaras y mostraron que la piel de estos animales estaba parasitada con artrópodos del orden Acarina, familias Sarcoptidae e Ixodidae. Los productos de desecho de estos parásitos produjeron en la piel una dermatitis muy severa, caracterizada en su etapa aguda por eritrema y edema, luego por una hiperqueratosis acentuada. También confirmaron la presencia de abundantes ácaros en la capa córnea de la piel y el cuerpo, en la mucosa de Malpigio, marcada acantosis con aspecto pseudotumoral, hemorragia epitelial y abcesos eosinofílicos, despegamientos dermo-epidérmicos y trastornos de la pigmentación.

Además del proceso patológico que pudiese generar la presencia de los ácaros en la piel del capibara, se debe resaltar (Campo Assen et al., 1981) el hecho de que esta parasitosis hace inservible la piel de este animal, el cual es muchas veces explotado con fines comerciales exclusivamente por su calidad de piel. Este es el caso de Argentina, donde la piel de capibara es muy apreciada y en el mercado mundial compite ventajosamente con el pecarí.

En trabajos realizados en Mercedes, Corrientes, en el norte argentino, por Zurbringen et al. (1984), donde este animal representa una especie de alto interés comercial debido al aprovechamiento de su cuero en talabartería, se encontró la presencia de varios casos de sarna en condiciones naturales. Cuando por la sequía se concentran los animales en los pocos arroyos con agua, la incidencia de sarna aumenta e incluso, estos autores encontraron 50 carpinchos muertos y otros moribundos con las características lesiones en la piel, presentando abundantes Sarpoctes scabiei. Los mismos autores probaron infestar con éstos a un rebaño de ovinos, sin resultados positivos.

Esto corrobora lo encontrado por Rivera (1983) en condiciones de confinamiento, donde un alto pocentaje (64 %) de los animales fueron afectados, a pesar de las medidas de control adoptadas. Considerando que el desmejoramiento progresivo de los animales conducía a anorexia, enflaquecimiento, caquexia y muerte, además de los daños irreparables en la piel. Riviera (1983) recomienda investigar las posibles causas predisponentes, que favorecen la aparición de este cuadro parasitario en los capibaras en condiciones de confinamiento.

Profilaxia: Se recomienda espolvorear con sarnicidas los animales en cutiverio dos veces al año. Evitar la infestación del plantel haciendo exámenes periódicos de todos los animales y separando a los enfermos del resto del rebaño.

Tratamiento: Según Piccini et al. (1971), la utilización varios insecticidas siguiendo las indicaciones de los laboratorios y teniendo mucho cuidado con las dosis, así como mantener observación individual constante, permite la eventual curación del rebaño.

Sin duda, la sarna es el principal factor patológico que afecta el alto potencial productivo de este animal, tanto en la cría en condiciones naturales como en cautiverio.

Campo Assen (1977) también estudió el problema de las microfilarias en la piel del capibara, Onchocerca sp que posiblemente es Cruorifilaria tuberocauda conseguida por Eberherd et al. (1976) en capibaras. Además de la piel, Planas Giron y Campo Assen (1978) la ubican en el pulmón y los riñones del capibara. Esto condujo a Campo Assen (1979), del Instituto de Dermatología de Caracas, Venezuela, a estudiar la degeneración del colágeno de la piel del capibara dada la alta gravedad de los ataques de estos parásitos. En el estudio con 14 capibaras se observaron severas lesiones en 3 de ellos, con el colágeno degenerado y roto. Estas alteraciones de la piel del capibara son similares a los procesos degenerativos de la piel, como en el caso de la Elastosis perforans serpiginosa y de la degeneración senil.

Todavía quedaría un gran conjunto de parásitos, además de los nombrados, que pueden causar algunas patologías como: ciliados (Cycloposthium), Sporozoos (Eimerias), otros Trematodos (Taxorcluis schistocatyle) citados por Mones (1981) y Mones y Martínez (1982).

Otros ectoparásitos no nombrados aquí, como garrapatas; entre los cuales Amblyomma cajennense y A. cooperi parecen ser las más comunes, según Mones y Ojasti (1986). Estos últimos también reportan que otros grupos pueden estar presentes, como Pentastomida y Schizomycetes (hongos de la piel), etc.

5.4 Predadores naturales

Dentro de los depredadores enumerados por Ojasti (1973) se encuentran los caricaris (Polyborus plancus), los zamuros (Coragyps atratus) y las babas (Caiman sclerops y Caiman crocodilus). Sobre capibaras jóvenes dichos predadores causan una mortalidad muy elevada. En los sistemas acuáticos de las sabanas inundables las serpientes tragavenados (Boa constrictor) y las culebras de agua constituyen tambien predadores de importancia.

Cortes Saad (1972) cita una lista de predadores del capibara en estado silvestre, como el tigre (Felis onca), el caimán (Crocodylus acutus, Crocodylus intermedius y Melanosuchus niger) y la Anaconda (Eunectes murinus), que realizan en especial la captura de individuos jóvenes. Otro predador de importancia es el perro alzado o salvaje, que como los anteriores predadores ataca principalmente a los juveniles.


Página precedente Inicěo de página Página siguiente