SPAIN - ESPAGNE - ESPAÑA

Excmo. Sr. Don José María Aznar, Presidente del Gobierno de España


Cuando nos acercamos a un cambio de milenio, momento prometedor y lleno de expectativas, hemos consensuado en esta vieja ciudad de raíces clásicas una Declaración y un Plan de Acción sobre Seguridad Alimentaria Mundial proyectados hacia el futuro. De allí mis sinceras felicitaciones a los negociadores, al Presidente y Vicepresidente de la Cumbre, y especialmente a la FAO y a su Director General, por el grado de acuerdo alcanzado que evita las difíciles discusiones siempre en el último minuto. Al Gobierno y al pueblo italiano gracias también por su cálida hospitalidad para el desarrollo de nuestro trabajo.

Se sitúa esta Cumbre en el ámbito de las recientes conferencias convocadas por las Naciones Unidas para lograr un desarrollo sostenible que incorpore al progreso material la protección de los derechos humanos, la participación activa de la mujer en las tareas productivas, el respeto al medio ambiente y la promoción de un sistema democrático, caracterizado por el imperio de la ley, la separación de poderes y el buen gobierno. Estos objetivos no son sólo una exposición de ideales políticos, sino un conjunto de factores que estimamos determinantes en la lucha práctica contra el hambre en el mundo. Es una Cumbre que implica un nuevo esfuerzo internacional, el primero a este nivel para la erradicación del hambre y de la pobreza. Nos hemos comprometido a conseguir la seguridad alimentaria para todos, porque el hambre y la desnutrición crónica constituyen ultrajes a la dignidad humana y porque no podemos dejar este trágico legado a las generaciones futuras.

Como decía el Rey de España ante la Declaración de Barcelona sobre los Derechos Alimentarios del Hombre; "si el derecho a la alimentación es un derecho humano, el deber de su cumplimiento nos afecta a todos, a naciones, a gobiernos, a entidades y a individuos. En definitiva a toda la humanidad". Por eso el problema sólo puede tratarse a partir de una ética de la solidaridad y de la generosidad tan lúcida en los propósitos como rigurosa en sus aplicaciones prácticas.

Hemos asistido los últimos 20 años a cambios espectaculares en las relaciones internacionales, en los avances tecnológicos y en la apertura mundial de la economía, cambios que han transformado nuestra visión del mundo y las posibilidades humanas. Han desaparecido los enfrentamientos a escala planetaria y el progreso científico ha permitido el aumento en la producción de alimentos paralela, incluso superior al crecimiento de la población mundial.

Pese a ello, no hemos alcanzado los objectivos deseados: hambre y desnutrición siguen presentes en amplias zonas y grupos sociales de la Tierra, ya sea debido a la escasez de alimentos, la pobreza, las catástrofes naturales y la excesiva desigualdad de la renta disponible.

En otros casos, son los conflictos locales o regionales los que perturban gravemente la paz, que es un requisito de la seguridad alimentaria. El alimento no puede ser una arma política. Las imágenes de Zaire y de los Grandes Lagos nos recuerdan de qué forma el odio, las migraciones forzadas y el deterioro violento del entorno transforman a un grupo humano que ya vivía de por sí precario en una población en peligro.

Pero esas mismas imágenes nos hacen también evocar el esfuerzo generoso de muchas personas que luchan por cambiar las situaciones de violencia e injusticia, como es el ejemplo de los cuatro religiosos españoles asesinados en el servicio a sus hermanos. Dejo aquí testimonio de mi profunda admiración por su sacrificio. Han sido precursores de un contingente humano y de una ayuda de emergencia que desplazamos, en coordinación con otros países, para contribuir al restablecimiento de la paz y al rescate de los afectados.

Por eso, todavía hay esperanza; se trata de una tarea global que requiere la colaboración de todos los países para dar auxilio e impulso a los menos desarrollados. Estos esfuerzos internacionales en la lucha contra el hambre deben ser coordinados por el sistema de las Naciones Unidas, y particularmente por la FAO, procurando un aumento de la disponibilidad de alimentos mediante el apoyo a la producción local y la introducción de reformas económicamente viables y socialmente aceptadas. El aprovechamiento de recursos resultantes deberá ser posibilitado y fortalecido con una política comercial apropiada en el marco de la Organización Mundial de Comercio.

En el ámbito nacional, todos los Estados tienen la responsabilidad de crear las condiciones que permitan una gestión y utilización adecuada de los recursos, y asimismo deben procurar la incorporación de toda la sociedad en esta tarea, contando con la aportación importantísima del sector privado. En este sentido los voluntarios, y en general muchos jóvenes de tantos países, están haciendo una labor fundamental.

En esa labor, que para ser auténtica debe ser cotidiana, España actúa de forma intensa, mediante la política de cooperación al desarrollo, las políticas sectoriales y la ayuda alimentaria. Colaboramos de forma decidida en la lucha contra el hambre, contra la pobreza. Constituye un principio rector de la labor de mi Gobierno, y por eso estamos aumentando significativamente la cantidad y la calidad de nuestros recursos, intentando que se orienten a los países y grupos más desfavorecidos.

España, con un desarrollo importante en el sector agrario, pesquero y alimentario, y con tecnologías específicas adaptadas a la utilización de recursos escasos, particularmente en la gestión de los recursos hídricos y en la lucha contra la desertificación, quiere extender los frutos que pueden dar sus conocimientos y cooperar en los procesos generales de desarrollo agrario y rural. Poseemos ecosistemas y agrosistemas muy diversificados, y nuestra experiencia puede servir de guía para otras realidades en evolución.

De Roma, que en tiempos alumbró una concepción de la ciudadanía, surge ahora un nuevo compromiso para lograr la desaparición del hambre. Por exigencia ética y económica, esta tarea debe convertirse en una prioridad de la comunidad internacional. Es una obligación insoslayable que contraemos ante el mundo.

De poco servirán otros éxitos y progresos sino conseguimos sencillamente que cada persona se alimente de manera digna y suficiente cada uno de los días de su vida.


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