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ANEXO 3: Tendencias que Afectan a los Intereses de los Países con Flotas Pesqueras de Gran Altura y Perspectivas para el Futuro


por
Paul Adam
Jefe de la División de Pesca
OCDE
París

Dos son las principales críticas que las comunidades pesqueras ribereñas han hecho a la pesca a la pesca de gran altura:

- Mantiene un nivel excesivo de explotación, que es perjudicial para las pesquerías costeras, menos móviles y que no disponen de otras oportunidades.

- No tiene en cuenta los derechos prioritarios de los pescadores ribereños.

A menudo estas críticas estaban justificadas, pero es justo añadir que también los pescadores ribereños han explotado excesivamente las poblaciones indígenas. Además, algunas poblaciones no podían ser explotadas satisfactoriamente por los pescadores locales, mientras países distantes poseían la capacidad de captura necesaria y contaban con mercados internos.

El nuevo régimen marítimo ha institucionalizado los derechos de los Estados ribereños, hasta el punto de que a veces se considera que convalida los derechos de propiedad de los pescadores locales; en todo caso, impone a los países con flotas de gran altura la necesidad de obtener el privilegio de pescar pagando derechos o haciendo otras varias concesiones.

Esta realidad es de sobra conocida y lleva a preguntarse que futuro tendrán las pesquerías de gran altura.

Si, por un lado, es evidente que la supervivencia de las empresas pesqueras de gran altura dependerá de que tengan acceso a zonas extranjeras de pesca, conviene recordar al mismo tiempo que no será suficiente obtener cupos y hacer capturas. A menudo se pasa por alto que para que una industria sea rentable necesita una estrecha vinculación con el mercado y se supone con demasiada facilidad que la industria nacional que ha heredado los recursos costeros podrá dar salida a sus excedentes de producción en el mercado internacional.

I. ANTES DEL NUEVO REGIMEN

El tipo de explotación de gran altura que más comentarios ha suscitado es el de las flotas de Europa Oriental, dispuestas a recorrer todos los océanos del mundo para capturar prácticamente cualquier especie de peces con objeto de conseguir un máximo de proteínas animales y completar así los insuficientes abastecimientos interiores de carne. Las consecuencias de esas actividades pueden haber sido muy perjudiciales para determinadas especies de peces pelágicos gregarios (arenque, capelán, caballa...) o para el eglefino que, aunque demersal, tiende también a veces a formar cardúmenes (por ejemplo, las grandes capturas de la URSS en el Banco Georges en 1965-66 y en el mar del Norte en 1976). Pero también para especies que no es fácil pescar en tales cantidades, este tipo de explotación representa una amenaza grave, aunque menos crítica.

Lo que hay que tener presente es que los métodos de producción de las economías de planificación centralizada, a pesar de lo que a menudo se ha dicho sobre su falta de rentabilidad, están orientados, de hecho, hacia el mercado. Su énfasis en el volumen de la captura se debe a que miden el rendimiento en proteínas más bien que en dólares, yenes o marcos, mientras las pesquerías de las economías de mercado libre han de garantizar su rentabilidad en términos monetarios.

Otros ejemplos mostrarán que los países industrializados dedicados a la pesca de gran altura, aunque usaran a menudo embarcaciones y técnicas similares, tenían objetivos y sistemas de organización muy diversos. Los puntos comunes radicaban en los sitemas empleados para conseguir esos objetivos: largos desplazamientos a los caladeros y de regreso, y explotación de las mismas poblaciones de peces. Pero, sobre todo, el despliegue de la flota estaba determinado por las condiciones del mercado, y lo mismo puede decirse de las decisiones sobre el tipo de elaboración que se realizaba a bordo de dichos barcos.

En el norte del Pacífico, Japón competía con la URSS en la captura de colín de Alaska, que luego se elaboraba a bordo. Pero mientras las capturas soviéticas se distribuían y descongelaban en puntos de venta al por menor distribuidos por todo el país, el publicó japonés prefería sobre todo las huevas, desdeñadas por muchos consumidores de ese tipo de gádido; el pescado, por otro lado, se utilizaba para la preparación de kamaboko, que una especie de "paté" de pescado, y solo cantidades relativamente pequeñas se exportaban en bloques congelados, principalmente a los Estados Unidos.

Los Grandes Bancos, frente a la costa oriental del Canadá, eran un punto de encuentro de muchas flotas de gran altura. Los franceses, españoles y portugueses han explotado esas aguas desde hace siglos en busca de bacalao, que luego se salaba a bordo. Francia paso a emplear arrastreros congeladores con éxito solo limitado, pero consiguió mejores resultados combinando ambos procesos: el mercado de pescado salado, a pesar de cuanto se decía sobre su obsolescencia, seguía siendo importante, pero la salazón a bordo exige una tripulación relativamente grande, en un momento en que las capturas por unidad de esfuerzo iban en disminución. Las capturas francesas se redujeron gradualmente hasta el punto de que antes de 1977 el país se había convertido en importador neto de pescado salado, pero los peces más selectos se utilizaban para salazón, porque los beneficios eran mayores.

España, y más aún Portugal, mantuvieron por más tiempo su sector de salazón de pescado, debido a la fuerte demanda internacional de ese producto y a la abundancia de mano de obra dispuesta a aceptar condiciones que no habrían sido aceptadas en otros países industrializados, está aúltima observación vale sobre todo para Portugal, donde los dorys, abandonados por todas las demás flotas europeas después de la Segunda Guerra Mundial, siguieron activos hasta los años setenta, debido a su mayor productividad en un momento en que las poblaciones de bacalao estaban dispersas, y quizás sobreexplotadas, y no era tan fácil pescarlas con los métodos tradicionales de arrastre de fondo.

A la inversa, España desarrolló al mismo tiempo una flota grande y moderna de arrastreros congeladores para pescar merluza en el sur del Atlántico, que luego se congelaba entera y se transportaba hasta España, donde había surgido gradualmente un mercado, debido en parte a la escasez de merluza europea, más apreciada.

Las pesquerías alemanas en el este del Atlántico se desarrollaron cuando el comercio de pescado salado estaba comenzando a declinar. Surgió así un sistema complejo de explotación, con tres objetivos alternativos: arenque o gallineta, para los cuales Alemania representaba el mayor mercado de Europa, o bacalao, que en su mayor parte se exportaba, incluso hacia los Estados Unidos. Es interesante observar que las tripulaciones estaban compuestas, en forma importante, por trabajadores inmigrados: las largas ausencias y las duras condiciones de trabajo no eran aceptables para la mayoría de los alemanes.

El Reino Unido, a pesar de algunos intentos esporádicos, no ha realizado recientemente faenas de pesca de importancia comercial en las aguas del noroeste del Atlántico, sino que se concentro más bien en las aguas septentrionales y árticas del nordeste del Atlántico (Islandia, Mar de Barents, Spitzbergen e Isla Osos). Dos pueden ser las razones de ello. En primer lugar, la industria británica concentro sus esfuerzos en las descargas de pescado entero, que, congelado a bordo y descongelado en tierra, respondía a las necesidades de un mercado en el que los puestos de "pescado y patatas fritas" absorbían la mayor parte de las ventas. En segundo lugar, las tripulaciones eran británicas y no estaban dispuestas a trabajar a bordo por largos períodos, con breves intervalos de descanso entre viajes sucesivos. Un arrastrero congelador del Reino Unido, a pesar de una permanencia en el mar de solo un mes, necesitaba aproximadamente la mitad de tripulantes que los arrastreros alemanes, que permanecían en el mar durante más de dos meses. Considerados los costos, resultaba más eficaz emplear un trabajador en tierra que a bordo.

Como último ejemplo, vale la pena observar que varias flotas de gran altura se dedicaban a la pesca del atún en aguas tropicales. Sus faenas eran análogas, tanto por la elevada tecnología que utilizaban como por el predominio de unos pocos mercados, que importaban el grueso de los excedentes de la producción nacional: aparte del Japón, donde la estructura del consumo está más diversificada, la mayoría de la producción se destinaba a conservas.

En conjunto, el estudio de las actividades de la pesca de gran altura antes de 1977 pone de relieve la importancia de la competencia de las distintas flotas en los caladeros (por ejemplo, Japón y la URSS en el mar de Bering; Japón, la URSS y España en el sudeste del Atlántico; la URSS, Polonia, España, Portugal, Francia y Alemania en el noroeste del Atlántico, etc.). Debido a esa competencia, la producción se mantenía al máximo, lo que quiere decir que a menudo era notablemente superir al rendimiento máximo sostenible. Pero esa dura competencia no se basaba en condiciones económicas iguales o equilibradas. Si, en muchos casos, los medios y métodos de producción eran análogos, los mercados y la relación costos/beneficios eran muy diversos. Ello explica por qué nuevos tipos de sistemas de producción/mercado, que eran posibles en un país, podían desalojar a otros sistemas de producción/mercado de países que tenían que afrontar condiciones económicas y de mercado diferentes. Desde ese punto de vista, el movimiento hacia el nuevo derecho del mar se vio acelerado por la necesidad de evitar las consecuencias dañinas de un exceso de competencia.

II . LOS PRIMEROS AÑOS DEL NUEVO REGIMEN

La primera consecuencia del nuevo régimen pesquero, que muchos Estados empezaron a aplicar en 1977, fue conceder a los Estados ribereños el derecho de reservar los recursos vivos de sus zonas a sus propios nacionales, es decir: el derecho de excluir a las flotas extranjeras, que eran casi siempre de gran altura. Desde este punto de vista, el nuevo régimen pesquero se llevo a la práctica rápidamente y, a veces, con consecuencias brutales. Mientras la CEE tardo más de siete años en llegar a un acuerdo sobre la distribución interna de los recursos comunes del mar del Norte, la exclusión de las flotas soviéticas de este mar y la correspondiente exclusión de las flotas de la CEE del mar de Barents fue cuestión de pocos meses.

La rapidez del proceso de resignación hizo aumentar las esperanzas de los pescadores nacionales e, independientemente de que las flotas hayan aumentado o no, el control y la organización de los pescadores nacionales representa aún, a seis años de distancia, un problema considerable de administración. Entre tanto, las actividades extranjeras se vieron sometidas rápidamente, si no inmediatamente, a un control y a una supervisión drásticos.

La situación general, en todo el mundo, es que el acceso de las flotas extranjeras:

(a) solo se concederá para aquella parte de los recursos que los pescadores nacionales no puedan explotar;

(b) será condicional: los países menos desarrollados podrán hallar en los derechos de concesión de licencias una fuente de ingresos o en la constitución de empresas conjuntas una oportunidad de solicitar asistencia para el desarrollo de sus pesquerías nacionales; los países industrializados, por su parte, buscan una compensación de los costos de control y administración de sus zonas o concesiones comerciales para sus exportaciones.

En otras palabras, los países que contaban con flotas importantes de gran altura se encuentran hoy día con:

(a) un aumento importante de los costos, debido en parte al nuevo régimen marítimo (derechos, etc.,) y en parte a los efectos de la situación económica (costos del combustible, etc.,);

(b) una disminución importante de las oportunidades de pesca.

Su situación en los últimos años era tan difícil que no se pensaba, obviamente, en hacer nuevas inversiones y ni siguiera se podía asegurar el despliegue de la flota existente en los caladeros considerados tradicionales. Estando así las cosas, una explotación rentable ya no era posible y los armadores solo podían esperar reducir al mínimo sus pérdidas mediante soluciones más insatisfactorias que satisfactorias.

Prácticamente resulta imposible dar un panorama completo de las numerosas situaciones existentes. Muchos acuerdos de pesca o de constitución de empresas conjuntas, incluso cuando se conciertan tras varias intervenciones y condicionamientos del sector publico, se consideran negocios privados y, por lo tanto, no es posible acceder a los documentos correspondientes. Cuando se facilita información (en revistas especializadas), raras veces es completa y no presenta un cuadro detallado. Además, las condiciones varían rápidamente y buena parte de la información disponible queda ya anticuada poco después de haber sido dada a conocer.

Por ello, si en la Parte I ha sido posible presentar una serie de resúmenes sobre la situación de las diferentes flotas de gran altura, en la Parte II no será posible presentar más que una serie de ejemplos, sin ninguna posibilidad de hacer una evaluación total.

(a) La primera reacción ha sido desplegar las flotas siempre que existían aun oportunidades: se han enviado grandes arrastreros congeladores a bancos distantes de camarones; barcos preparados para el norte del Atlántico se han enviado al Antártico en busca de nuevas especies desconocidas hasta entonces a los pescadores y a los consumidores; se ha vuelto a gastar mucha tinta en hablar de los millones de toneladas de krill, como si fuera posible explotarlo en forma comercial normal antes de finales de ano, y lo mismo se ha hecho con la bacaladilla y muchas especies de merluza. Pero el número de recursos subexplotados presentes en los océanos se ha reducido rápidamente y las esperanzas de superar las dificultades técnicas o de comercialización que planteaban los nuevos productos han tardado siempre en hacerse realidad mucho más tiempo de lo esperado.

La realidad ha mostrado que las mejores posibilidades de despliegue de las flotas están dentro de los marcos reguladores creados por los diferentes Estados ribereños que disponen en sus zonas de recursos que no pueden explotar rápida o fácilmente.

(b) Buques Factorías o Arrastreros Congeladores Utilizados como Fábricas Flotantes: Se trata en general de actividades conjuntas experimentales a breve plazo, con objeto de que el Estado ribereño pueda verificar la viabilidad de ese sistema en áreas remotas y comprar barcos análogos si los resultados son favorables. Una situación diversa se produce cuando los buques factoría extranjeros se utilizan como estaciones "de descarga" para las embarcaciones locales, que así pueden hacer sus exportaciones directamente "por el costado". Y el procedimiento se ha simplificado más aún, evitando trasbordos, a menudo imposibles en alta mar, y pasando las colas de bacalao directamente de las embarcaciones que lo han capturado al buque factoría extranjero. Otra situación, intermedia, es la que se produce cuando la factoría instalada a bordo se pone a disposición del Estado ribereño o de importadores extranjeros. Para el reparto de las capturas así elaboradas se han utilizado distintos sistemas, dado que las flotas de gran altura proceden de ordinario de países que tienen un importante mercado interior que abastecer.

(c) Derechos de Pesca y Empresas Conjuntas: el caso en que un Estado ribereño concede derechos de pesca no recíprocos a embarcaciones extranjeras es tan raro que puede pasarse por alto.

La creación de empresas conjuntas, por otro lado, es cosa común, pero es imposible dar una visión global de todos los tipos que se encuentran. Aparte del caso especial mencionado en el párrafo (b) anterior, vale la pena indicar los siguientes:

- Cambio del pabellón de barcos grandes, que pasan a ser operados directamente desde el Estado ribereño; ello puede conllevar además inversiones en tierra, en cuyo caso las capturas serán elaboradas por el Estado ribereño para enviarlas luego a mercados tradicionales, que con toda probabilidad se hallaran en el territorio del otro Estado que participa en la empresa conjunta. Existe toda una serie de opciones, pero este tipo de acuerdo tienden a limitarse a países industrializados muy distantes y Estados ribereños menos desarrollados.

- Acceso a los caladeros del Estado ribereño a cambio de concesiones de mercado; las partes son, en la mayoría de los casos, países industrializados.

- Acuerdos para determinar la viabilidad de la pesca, que hoy día son menos comunes a medida que se conoce mejor el volumen de los recursos nacionales.

(d) Por último el acuerdo puede basarse en un intercambio de cupos entre Estados ribereños vecinos, independientemente de que el intercambio se refiera o no a poblaciones que atraviesen sus fronteras marítimas. La razón de ser de tal intercambio radica en la divergencia de los objetivos nacionales.

La vasta gama de situaciones existentes y la necesidad de hallar recursos para tantos barcos de gran altura hace dificilísimo formular una evaluación económica. El único hecho claro es más bien negativo: solo para la pesca de atún hay pedidos de nuevos barcos de gran altura y la reciente evolución de los mercados de atún (finales de 1982-principios de 1983) no favorece la presentación de nuevos pedidos, dado que no se conoce si los barcos encargados pero aún no botados resultarán viables.

Es posible hacer una observación sobre el aspecto comercial del problema, pero antes de hacerla, vale la pena recordar que, en un momento en que las capturas mundiales destinadas a consumo humano eran del orden de 45 millones de toneladas, unos 12 millones de toneladas de pescado, la mayoría de ellas destinadas a consumo humano, procedían de "aguas extranjeras".

Los precios de los productos que constituyen la parte principal de las descargas de los buques de gran altura - es decir, filetes congelados de peces demersales - se han mantenido estancados durante los dos o tres últimos años, lo que de hecho significa que han disminuido, si se tiene en cuenta la inflación. En cambio, es bien sabido que los costos - y el combustible es uno de los más importantes - han aumentado a un ritmo más rápido que la inflación. Si se recuerda que algunas de las flotas gran altura de países europeos se hallaban ya cerca del límite de rentabilidad, o por debajo de el, a principios de los años setenta, sin tener que soportar esas nuevas cargas, es dudoso que sus operaciones resulten aun rentables hoy día. El problema es quizás meramente académico, dada la falta de nuevas inversiones.

III. ACTIVIDADES FUTURAS DE GRAN ALTURA

En un modelo económico sencillo, las operaciones de gran altura resultan ser más costosas que las operaciones costeras: el espacio reservado a bordo para la elaboración es notablemente más costoso que las instalaciones de elaboración en tierra; también los costos de mano de obra son mayores y los gastos para desplazarse a los caladeros y regresar de ellos son considerables. Pero hay que decir que este razonamiento sobre costos/beneficios era igualmente válido antes del nuevo régimen, sin que ello impidiera el desarrollo de las pesquerías de gran altura.

La justificación económica de la pesca de gran altura era la creación de una relación favorable entre la producción y el mercado, que beneficiaba a las pesquerías de gran altura en relación con las costeras o a algunas pesquerías de gran altura respecto de otras.

El nuevo régimen marítimo hizo desaparecer esa justificación económica, a causa de la protección concedida por el Estado ribereño a sus pescadores costeros, protección que puede tomar dos formas distintas:

- Negativa, imponiendo derechos u otras condiciones especiales a las flotas extranjeras, que limitan sus posibilidades y aumentan sus costos.

- Positiva: mediante varios tipos de ayuda directa o indirecta concedida por el Estado ribereño a sus propios pescadores, que a veces distorsionan la competencia en los mercados. Aunque esa distorsión afecte solo al comercio internacional, repercute en todos los países pesqueros, dada la importancia del comercio internacional de pescado.

Debido a esas formas de protección, que varían de un país a otro pero tienden siempre a aumentar, la antigua justificación económica de las pesquerías de gran altura - es decir, la relación entre la producción y el mercado - podría volver a tener valor.

Antes de examinar el problema desde el punto de vista internacional, es interesante observar que el problema puede también plantearse en el contexto nacional.

(a) Flotas "Nacionales" de Gran Altura

En un país como la URSS, dadas sus dimensiones y la estructura de su flota, es evidente que todo cambio en el despliegue de las flotas entrañara actividades de gran altura. Pero hay también otros casos, como los derivados de la herencia colonial. Francia, que afirma disponer de la tercera flota pesquera del mundo, ha hecho ensayos enviando grandes arrastreros congeladores a las Islas Kerguelen, pero los costos adicionales determinados por la distancia y por la comercialización de especies desconocidas han hecho que esas faenas, al menos hasta ahora, no sean rentables. Utilizando el mismo tipo de ventajas jurisdiccionales, se previo un despliegue parcial de la flota atunera francesa en las aguas situadas alrededor de Nueva Caledonia, pero no se llego a hacerlo porque la flota atunera pudo encontrar aun caladeros rentables frente a las costas del Africa occidental y los arrastreros congeladores se pusieron en desarme.

Otros ejemplos, aunque no tan extremos, son, de todas maneras, claros. Parece que el desarrollo de las pesquerías de Alaska resulta más fácil con buques que tengan su base en Seattle, que con buques con base en Alaska. Se podría pensar en un tipo mixto de operaciones, con embarcaciones que tuvieran su base provisionalmente en puertos de Alaska para la temporada de pesca y volvieran luego hacia el sur para las reparaciones. Pero hay también proyectos de utilizar barcos-factoría que se encargarían de la primera elaboración, evitando así la descarga en Alaska. Si dichos proyectos tienen éxito (el colín de Alaska ha de elaborarse poco después de la captura), representarían un caso evidente de pesquerías nacionales de gran altura.

Más en general, existen a menudo, dentro de una pesquería nacional, intereses conflictivos entre las embarcaciones costeras y barcos mayores que solo están equipados para eviscerar el pescado y conservarlo a bordo en cajas con hielo, pero pueden permanecer en el mar por una semana o mas. El tiempo que transcurren en el mar y las distancias que recorren hacen que, en el caso de esas operaciones, no se pueda hablar de faenas de gran altura, sino solo de media altura. Pero los pescadores costeros pueden ser más reacios a esas faenas de media altura, porque su competencia puede ser más directa. Así sucede en particular en las aguas del Atlántico frente a Canadá y en el mar del Norte. De todo ello resulta que los límites espaciales entre las pesquerías de gran altura y otros tipos de pesquerías no pueden establecerse arbitrariamente.

(b) Pesquerías Internacionales de Gran Altura

Es sumamente probable que las operaciones de gran altura dentro de las ZEE nacionales prosigan en forma análoga a lo que sucedía antes del nuevo régimen marítimo, y por las mismas razones. Las condiciones económicas y tecnológicas, y la demanda de productos pesqueros, son tan diferentes que los Estados ribereños no pueden esperar gozar de ventajas comparativas en todo lo que se refiere a sus recursos nacionales. Es probable, por tanto, que los recursos disponibles en cantidades relativamente grandes serán objeto de negociaciones entre Estados ribereños y países "hambrientos" con flotas de gran altura, aunque este tipo de operación será menos común que en el régimen de libre acceso.

Dicho esto, sigue siendo difícil hacer un pronostico, porque la evolución de la producción y el consumo de pescado está íntimamente relacionada con el desarrollo económico general. Baste observar que los Estados ribereños tendrán los medios necesarios para explotar "sus" recursos pesqueros y dispondrán de mercados para absorber su producción en épocas de crecimiento económico, mientras ambas cosas les resultará mucho más difíciles cuando su economía este estancada.

(c) ¿Cuál Será el Futuro?

Si no es posible conocer el futuro, sí se puede imaginarlo, y el hecho de que con demasiada frecuencia se supongan futuros utópicos es una razón más para proponer un futuro algo más lógico y beneficioso que la situación actual, especialmente cuando los últimos acontecimientos parecen preanunciarlo.

El juicio previo - o hipótesis - en que se basa está sección es que las operaciones pasadas y presentes de las flotas de gran altura solo pueden tener un futuro limitado, en la medida en que se basan en grandes capturas en un extremo y salidas comerciales de alimentos producidos en masa en el otro, es decir, en un tipo de actividad que no puede seguir desarrollándose, por dos razones: los recursos del mar son limitados y el precio que esos mercados concretos pueden ofrecer se ve limitado por el de otros artículos alimenticios, cuya producción masiva resulta notablemente más fácil.

La única solución que puede ayudar a superar las dos limitaciones mencionadas es volver a crear una relación directa y más favorable entre la producción y el mercado.

Examinemos el ejemplo del mar de Bering, y veamos las posibles soluciones alternativas para explotar los principales recursos de las zonas accesibles a la pesca de gran altura, en cuanto distinta de la pesca costera, que abastecería a fábricas situadas en tierra.

(1) Flotas costeras, que podrían proceder de puertos relativamente cercanos (Seattle) y abastecer a buques factoría extranjeros.

(2) Flotas costeras (como las anteriores) que abastezcan a arrastreros factoría nacionales.

(3) Asignación de cupos a flotas extranjeras.

Traduciendo esas posibilidades en capturas hechas por los distintos países, es preciso adoptar otra clasificación:

(1) Los puntos (1) y (2) anteriores habrían de combinarse, para abastecer el mercado estadounidense de bloques de pescado congelado.

(2) El punto (3) habría de desglosarse, para suministrar huevas de colín de Alaska y Kamaboko al mercado japonés...

(3) ...y suministrar al mercado soviético pescado congelado (que se trate de colín de Alaska u otra especie no es lo importante) que luego se descongelará en los mostradores de las pescaderías.

Cada uno de los principales países que intervienen tienen en cuenta los intereses de su industria pesquera; el acuerdo o decisión a que en último término se llegue será un compromiso, más o menos favorable, entre las diferentes partes que intervengan en la negociación. En otras palabras la vinculación entre la producción y los mercados es cosa que depende de cada uno de los países. No existe una estrategia global para decidir qué combinación de estos diferentes sistemas de producción/mercado permitirá conseguir los beneficios óptimos.

Para el desarrollo futuro de la pesca en esa zona habrá que considerar más atentamente, por ejemplo, la importancia relativa de los mercados japoneses de huevas de colín de Alaska, pero no es posible hacer una evaluación de los resultados sin estudiar paralelamente el mercado de bloques de pescado congelado en los Estados Unidos, cosa que llevaría a tocar el problema del bacalao del Atlántico, etc. En el sector pesquero, son pocos los problemas que pueden considerarse aisladamente, y las repercusiones de carácter mundial son cosa usual. Pero ello plantea problemas que van más allá de la mera cuestión de las pesquerías de gran altura.

El principal factor que motivó el establecimiento del nuevo régimen marítimo fue que sería necesario para asegurar la protección de la herencia común de la humanidad. Sí la aplicación de tan noble principio se traduce en el desarme de barcos que están aun en buenas condiciones, aunque se trate de una perdida que haya de sostener solo un país, no puede considerarse como una buena administración de los recursos mundiales. Además - y se trata de un aspecto económicamente más importante -si el valor de la herencia común se evalúa, por lo que se refiere a los recursos vivos del mar, en la fase de descarga, sin tener en cuenta la cadena de elaboración y mercadeo, se excluye la mayor parte del valor añadido generado por las industrias pesqueras en su conjunto.

La responsabilidad de vigilar y administrar los recursos pesqueros dentro de la zona de 200 mi ha sido institucionalizada por la mayoría de los Estados ribereños del mundo, si no por todos. Se reconoce también que los recursos pesqueros trascienden de las fronteras de los Estados y que, por tanto, para conseguir un aprovechamiento óptimo, la investigación científica y las normas administrativas no pueden correr por cuenta de los Estados ribereños aisladamente. La cooperación internacional, bien mediante contactos bilaterales o con procedimientos multilaterales, es indispensable. Aunque los progresos hechos en esa dirección no son espectaculares, las burocracias correspondientes se están moviendo gradualmente.

También los problemas de mercadeo son internacionales, pero no pueden tratarse de la misma manera. La cooperación en materia de mercados está en manos, por su naturaleza misma, de la iniciativa de cada país individualmente y del dinamismo de las industrias pesqueras.

Los mercados internacionales de pescado para alimentación producido en masa no permiten actualmente a los productores obtener una remuneración suficiente. Y no es probable que ninguna medida que afecte al comercio o a la producción pueda mejorar la situación mientras las tendencias de los precios se vean condicionadas por las de otros productos alimenticios que no tienen que sostener los mismos tipos de costos y cuya cantidad no se ve limitada, como la de pescado, por la situación de los recursos. La solución de este difícil problema solo puede hallarse a través de una mayor diversificación, con una mejor adaptación de la producción a los distintos mercados. Es muy probable que para conseguir ese objetivo, la pesca de gran altura, que ha actuado como pionera en la revolución de la producción de pescado, tenga de nuevo una función que desempeñar. Pero surge el problema de si los sistemas actuales de administración pueden sostener un enfoque global que no puede ser meramente resultado de una organización burocrática si no que ha de tener origen en mejores contactos entre todos los profesionales interesados.


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