Polan Lacki
Polan Lacki es Oficial Principal
de Educación y Extensión Agrícola de la Regional de la
FAO para América Latina y el Caribe.
Teléfono (56-2) 337-2205, Fax (562) 3372102. Correo electrónico:
[email protected]
El autor indica que en los países de América Latina y el Caribe está teniendo lugar un rápido agotamiento del modelo clásico de desarrollo rural basado en el paternalismo estatal y en las medidas proteccionistas. Ante tal circunstancia, sugiere que el camino más realista consiste en hacer una profunda «revolución» en los contenidos y métodos educativos de las escuelas fundamentales rurales, del primero al octavo año. Propone otorgar a los futuros agricultores una educación técnica y de valor acorde a las necesidades de vida y de trabajo imperantes en el campo. Sugiere proporcionar una educación pertinente y de calidad con el fin de que las propias familias rurales, debidamente formadas y organizadas, quieran, sepan y puedan corregir las principales ineficiencias tecnológicas y organizativas que ocurren en los distintos eslabones del negocio agrícola y con ello se vuelvan menos dependientes de las ayudas gubernamentales cada vez más escasas e inaccesibles.
«Hemos estado acostumbrados a pensar en el capital como el factor escaso en la producción y en su transferencia como el instrumento clave para el crecimiento. El conocimiento es ahora un importante factor de desarrollo, y esta situación tiende a intensificarse. En el próximo siglo la acumulación y la aplicación del conocimiento conducirán los procesos de desarrollo y crearán oportunidades sin precedentes para el crecimiento y la reducción de la pobreza. Sin embargo, existen riesgos significativos para incrementar la desigualdad entre y dentro de las naciones.»
James D Wolfensohn,
Presidente del Banco Mundial
hasta el 17 de marzo de 1997.
Rural schooling should produce "problem solvers"
The author of this article observes that the traditional model of rural development, based on state paternalism and protectionist measures, is rapidly declining in Latin America and the Caribbean. He therefore suggests that the most realistic policy would be to bring about a profound "revolution" in the curriculum and methodology of basic rural education, from first to eighth grades. Tomorrow's farmers should be given a technical and evaluative education that reflects the requirements of modern rural life and work, and relevant, quality education should be provided so that, with appropriate training and organization, rural families themselves will want to - and be able to - rectify the main technological, managerial and organizational inefficiencies that exist at the different stages of the agricultural process; thereby becoming decreasingly dependent on ever scarcer and more inaccessible government aid.
L'école rurale doit former des «résolveurs de problèmes»
L'auteur de cet article indique que l'on assiste, dans les pays d'Amérique latine et des Caraïbes, à l'épuisement rapide du modèle classique de développement rural fondé sur le paternalisme étatique et sur les mesures protectionnistes. Cela étant, la solution la plus réaliste est de provoquer une «révolution» en profondeur des contenus et méthodes didactiques des écoles de base rurales, de la première à la huitième année. Il est proposé de dispenser aux futurs agriculteurs une éducation technique valorisante, conforme aux conditions de vie et de travail dans les campagnes. L'éducation doit être à la fois pertinente et de qualité pour que les familles rurales, dûment formées et organisées, aient la volonté et la capacité de corriger les principales inefficacités technologiques, gestionnaires et administratives aux différents échelons de la filière agricole et qu'elles soient ainsi de moins en moins dépendantes de l'aide gouvernementale, toujours plus rare et moins accessible.
La cita del presidente del Banco Mundial, institución cuya principal función es justamente la de otorgar créditos para el desarrollo, evidencia y reconoce que el conocimiento es más importante que el capital. Mientras tanto, en el mundo rural latinoamericano se pierde tiempo y oportunidades, y se continúa a:
Sobrestimar las variables que los productores no pueden controlar es un planteamiento paralizante porque no contribuye a solucionar los problemas. Estas ayudas externas son tan improbables que ya no queda otra alternativa que proporcionar a las familias rurales las «herramientas del saber» y transmitirles con realismo y honestidad, que serán ellas quienes tendrán que solucionar sus propios problemas.
El binomio gobiernos debilitados-economía globalizada impuso al sector agropecuario dos grandes desafíos:
Tendrán éxito los agricultores que estén capacitados y organizados con propósitos empresariales que les permitan: incrementar los rendimientos por unidad de tierra y de animal, eliminar sobredimensionamientos y ociosidades, reducir costos de producción, mejorar la calidad e incorporar valor a sus cosechas y acortar los eslabones de intermediación, tanto en la adquisición de insumos como en la comercialización de sus excedentes. Con estos propósitos los agricultores tendrán que:
En América Latina necesitamos desmitificar la importancia de las soluciones paternalismo-dependientes y reemplazarlas por soluciones educativo-emancipadoras, las que permitirán conciliar escasez de recursos con eficiencia empresarial. Algunos ejemplos hipotéticos ilustran la factibilidad y eficacia de un modelo más endógeno y emancipador:
Estos pocos ejemplos indican que los agricultores podrían adoptar las siguientes medidas que son de bajo costo, pero de extraordinaria eficacia:
A través de esta reconversión, las familias rurales disminuirían
dependencias innecesarias y además reducirían la acción
expropiatoria de los otros eslabones del «agribusiness», la
que ocurre antes de la siembra y después de la cosecha. Esta excesiva
expropiación, sumada a los bajísimos rendimientos físicos
por unidad de tierra y de animal, causan mayor daño económico
a los agricultores que la falta de créditos y de subsidios. Ambas distorsiones
son tan dañinas para la economía de las familias rurales que ya
no pueden seguir siendo subestimadas ni mucho menos ignoradas. Mientras no estimulemos
la organización empresarial de los agricultores y no contribuyamos a
que ellos generen las competencias necesarias (conocimientos, aptitudes, habilidades,
valores, actitudes, etc.) para que ellos mismos eliminen las causas de falta
de rentabilidad, será muy difícil contrarrestar sus consecuencias;
por mejores que sean las políticas crediticias, tributarias,
arancelarias o cambiarias.
Los documentos de la FAO que se mencionan al final de este artículo indican
que la inmensa mayoría de los productores podrían realizar una
agricultura más eficiente, aún sin tener acceso al crédito;
y podrían competir sin necesidad de subsidios o de medidas proteccionistas.
Asimismo, se demuestra que la solución de los problemas, que afectan
con mayor frecuencia a la mayoría de los agricultores, requieren especialmente
de insumos intelectuales y no tanto de insumos materiales. Dichos documentos
indican que para poner en práctica estas innovaciones emancipadoras de
dependencias y vulnerabilidades, se requieren mucho más conocimientos
útiles que créditos abundantes, mucho más de eficiencia
productivo/empresarial que subsidios, mucho más agricultores competentes
que eximios formuladores de políticas.
Si estas soluciones endógenas son factibles y eficaces, si los factores
clásicos de desarrollo agrícola son en gran parte prescindibles,
si a través de la gradualidad tecnológica y de la diversificación
productiva los recursos necesarios para financiar la modernización de
la agricultura pueden ser generados en las propias fincas ¿por qué
los agricultores no las adoptan? Por la sencilla razón de que no se les
ha enseñado a formular ni a aplicar en forma correcta soluciones acordes
a los recursos que realmente poseen, ni a utilizar estos últimos
en la plenitud de sus potencialidades. No se les enseñó en sus
hogares porque sus padres no les podían transmitir algo que a ellos nunca
le enseñaron, ni siquiera en la escuela.
Para la mayoría de las familias rurales el paso por la escuela básica
rural (del primero a octavo o noveno año) es la única oportunidad
de adquirir los conocimientos que les permitirán eliminar las principales
causas internas del subdesarrollo rural. Sin embargo, estas escuelas no están
cumpliendo con esta importantísima función, emancipadora de dependencias
y de vulnerabilidades; porque sus contenidos y métodos son disfuncionales
e inadecuados a las necesidades productivas y familiares del mundo rural. En
dichas escuelas, se aburre a los niños exigiéndoles que memoricen
temas de escasa y dudosa relevancia y no se les enseña en forma creativa,
participativa y práctica lo que necesitan aprender para poder llegar
a ser más independientes, más emprendedores, más autogestionarios
y más autodependientes. De estas escuelas siguen egresando generaciones
de futuros agricultores, agricultoras, padres y madres de familia, con muy baja
autoestima, sin los conocimientos, sin las actitudes y sin los valores que necesitan
para ser agricultores más eficientes, mejores educadores de sus hijos
y solidarios protagonistas de sus comunidades.
Las escuelas básicas rurales deberían formar ciudadanos dotados
de más confianza personal y autosuficiencia técnica, de modo que
puedan ser eficientes correctores de sus ineficiencias y activos solucionadores
de sus propios problemas. Estas escuelas deberían otorgarles una formación
de valores que les inculque mejores hábitos (amor al trabajo bien ejecutado,
iniciativa y disciplina, perseverancia y deseo de superación, cooperación
y solidaridad, honestidad y cumplimiento de sus deberes y responsabilidades,
espíritu de prevención y previdencia, etc.). La educación
básica rural debería tener un carácter más instrumental
en el sentido de proporcionar a los niños contenidos útiles que
puedan aplicar en la corrección de sus propios errores y puedan también
solucionar los problemas de sus hogares, fincas y comunidades.
Tal como se mencionó anteriormente, varios factores clásicos
des desarrollo agrícola, además de inaccesibles y prescindibles,
son perpetuadores de dependencias porque es necesario otorgarlos en forma recurrente
y permanente. En sentido contrario, el conocimiento ya está disponible
y es emancipador de dependencias; basta con difundirlo una sola vez para que
pueda ser utilizado, por todos los agricultores hasta su obsolescencia. A los
debilitados y endeudados gobiernos que no pueden -y no deben- perpetuar
dependencias, porque ellos mismos no tienen condiciones de mantenerlas
en el tiempo, sólo les queda la siguiente alternativa coherente: emancipar
a los agricultores de las referidas dependencias. No se debe confundir emancipar
con abandonar.
Sin embargo, la eficiencia productivo-empresarial que conducirá a la
emancipación de los agricultores, sólo será posible si
es precedida por una excelente educación. Mientras no otorguemos a las
familias rurales una formación/capacitación mucho más funcional,
más relevante, más objetiva y más práctica, se seguirán
desperdiciando esfuerzos y derrochando enormes cantidades de recursos; que dicho
sea de paso, es como se ha venido haciendo en los últimos 50 años.
Afortunadamente, en la actualidad estamos empezando a darnos cuenta de que la
falta de recursos económicos no siempre es la principal causa de la pobreza
rural y que su aporte no necesariamente es la solución más conveniente.
Tenemos cada vez más evidencias de que la principal causa del subdesarrollo
rural es el conjunto de ineficiencias tecnológicas, gerenciales y organizativas,
que están siendo practicadas en todos los eslabones del negocio agrícola;
y que la principal causa de estos errores es la falta de conocimientos adecuados.
Son estas ineficiencias las que originan las tres vertientes que conducen a
la falta de rentabilidad en la agricultura y de allí al subdesarrollo,
primero rural y luego urbano: costos unitarios de producción innecesariamente
altos, mala calidad del producto y precios de venta innecesariamente bajos.
Al contrario de lo que suele afirmarse, estas ineficiencias generalmente son
provocadas por errores primarios, para cuya corrección se requieren conocimientos
elementales y no tanto de políticas generosas ni de créditos abundantes.
Para confirmarlo basta con analizar sin eufemismos los bajísimos índices
y rendimientos promedio de la agricultura y de la ganadería latinoamericana,
los errores primarios que se cometen en la aplicación de las tecnologías
y en el uso de los recursos disponibles y, finalmente, las gravísimas
distorsiones en la forma como los productores rurales adquieren los insumos
y como comercializan sus excedentes.
Es evidente que estas ineficiencias se cometen por culpa de los agricultores.
Ellas son provocadas por la profunda disfuncionalidad de la educación
formal rural en los tres niveles y por el lamentable debilitamiento de la extensión
agrícola. Es por este motivo, que la profunda transformación de
las escuelas básicas rurales es un requisito que deberá ser potenciado
o sinergizado con idénticas adecuaciones en las facultades de ciencias
agrarias, en las escuelas agrotécnicas y en los servicios de extensión
rural, públicos y privados. Todas estas instituciones deberán
pasar por una reforma (transformación) de los contenidos educativos y
de los métodos pedagógicos, que prioricen el «enseñar
a solucionar los problemas solucionándolos»; es decir por una ingeniería
de calidad educativa. Sin embargo, educación de calidad no necesariamente
significa construir más edificios, adquirir más computadoras,
instalar más laboratorios sofisticados u ofrecer más cursos en
el exterior. Lo que sí se necesita es tener el coraje de «poner
el dedo en la llaga», reconocerlo sin eufemismos y enfrentar con determinación
el problema de fondo, es decir, el profundo desencuentro entre el qué
y cómo se enseña en las escuelas y el qué y cómo
las familias rurales realmente necesitan aprender. Este divorcio es inaceptable
y es por esta razón adicional que los líderes más lúcidos
del agro latinoamericano están exigiendo una revolución educativa
de realismo, de objetividad y de pragmatismo, que permita formar una
nueva generación de mujeres y hombres rurales que quieran, sepan y puedan
protagonizar la revolución productiva de la eficiencia y de la emancipación.
1. Lo que PIDEN los agricultores y lo que PUEDEN los gobiernos: ¿mendigar dependencia o proporcionar emancipación?
2. La formación de profesionales para profesionalizar a los agricultores........y para el difícil desafío de «producir más y mejor con menos recursos».
3. La modernización de la agricultura: los pequeños también pueden.
4. Rentabilidad en la agricultura: ¿con más subsidios o con más profesionalismo?
5. Buscando soluciones para la crisis del agro: ¿en la ventanilla del banco o en el pupitre de la escuela?
6. Desarrollo agropecuario: de la dependencia al protagonismo del agricultor.
Los tres primeros documentos se pueden solicitar directamente
al autor del presente artículo.
Los tres últimos artículos ese encuentran en la sección
publicaciones de la página Web de la oficina Regional de la FAO para
América Latina y el Caribe: http://www.ric.fao.org.