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El cambio climático y los bosques

Fue en el decenio de 1970 cuando se propuso por primera vez mitigar el cambio climático mundial por medio de la actividad forestal (Dyson, 1977). Sin embargo, no fue hasta finales del decenio de 1990 cuando en el curso de las negociaciones internacionales se consideró esta posibilidad a nivel mundial, se pidió que se definiera y cuantificara la función de los bosques y se propuso un mecanismo de colaboración internacional.

En 1992, se adoptó la Convención marco sobre el cambio climático (CMCC) ante la preocupación existente en todo el mundo respecto del calentamiento del planeta. La finalidad de la Convención es estabilizar la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera para reducir las perturbaciones antropógenas del sistema climático mundial. Los países industrializados y los países en transición Partes en la CMCC (que se enumeran en el Anexo I, Partes) se comprometieron a realizar inventarios nacionales de las emisiones de gases de efecto invernadero y de los sumideros de carbono y a tomar medidas para alcanzar objetivos voluntarios en la reducción de las emisiones. En la tercera reunión de la Conferencia de las Partes de la CMCC, que tuvo lugar en Kyoto (Japón) en diciembre de 1997, se adoptó un instrumento adicional jurídicamente vinculante, el denominado Protocolo de Kyoto. Treinta y nueve países desarrollados (la lista ligeramente modificada de los países del Anexo I, Partes) se comprometieron a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero entre 2008 y 2012 en un 5 por ciento al menos con respecto a los niveles de 1990. Las Partes pueden cumplir este compromiso reduciendo las fuentes de emisión o protegiendo o incrementando los sumideros de gases de efecto invernadero. El Protocolo prevé que se incluyan las variaciones derivadas de la actividad humana directamente relacionada con el cambio del uso de la tierra y las actividades forestales, limitadas a la forestación, reforestación y deforestación.

Además, el Protocolo de Kyoto establece un marco para la transferencia de créditos de emisión entre las Partes. Se introdujeron tres mecanismos flexibles que permiten a los países signatarios cumplir parcial o totalmente sus compromisos: proyectos ejecutados conjuntamente por países del Anexo I, Partes (ejecución conjunta), proyectos entre países del Anexo I y otros países no incluidos en él (mecanismo para un desarrollo limpio) y comercio de emisiones. Aunque el Protocolo de Kyoto no ha sido ratificado y no se ha decidido todavía14 si se incluirán los bosques como sumideros en el marco de los mecanismos flexibles, las posibles repercusiones del resultado de las negociaciones justifica un examen atento de la función de los bosques en el contexto del cambio climático.

EL CICLO MUNDIAL DEL CARBONO

El Grupo Internacional sobre el Cambio Climático (IPCC)15 estima que la temperatura media de la superficie de la Tierra ha aumentado en 0,3 a 0,6 °C durante los últimos 100 años (IPCC, 2000). Las predicciones indican que durante el próximo siglo el calentamiento mundial provocará variaciones importantes en el comportamiento del clima que pueden tener efectos negativos sobre los biomas regionales y mundiales. Se acepta de forma unánime que esa variación de la temperatura mundial tiene su origen principalmente en el aumento de la concentración atmosférica de los gases de efecto invernadero, principalmente dióxido de carbono (CO2), metano (CH4) y óxido nitroso (N2O). Al CO2, el más importante de esos gases de efecto invernadero, cabe achacarle alrededor del 65 por ciento del efecto invernadero. El aumento de las concentraciones de CO2 en la atmósfera desde los inicios de la revolución industrial ha sido fruto de la actividad humana, en particular la quema de combustibles fósiles, la fabricación de cemento y la deforestación.

Los ecosistemas terrestres inciden de forma notable en el ciclo mundial del carbono. Se estima en 125 000 millones de toneladas16 la cantidad de carbono que se intercambia anualmente entre la vegetación, los suelos y la atmósfera, cantidad que equivale a los dos quintos del intercambio total de carbono entre la tierra y la atmósfera (Figura 18).

FIGURA 18

Estimación del ciclo mundial del carbono1

1 Valores expresados en gigatoneladas (Gt) de carbono (1 Gt = 1 000 millones de toneladas).
Nota: Todavía no se conoce con certeza la magnitud de los flujos entre la atmósfera y los océanos y la biosfera terrestre, aspectos que se están investigando.

En los bosques se produce el 80 por ciento de dicho intercambio. Los bosques del mundo no sólo absorben carbono, sino que también lo liberan. La deforestación es una fuente importante de emisiones de carbono; los datos de que se dispone indican que en el decenio de 1980, la deforestación puede haber causado la cuarta parte de las emisiones antropógenas de CO2 (Houghton, 1999)17. Sin embargo, se ha afirmado que sería factible que en los próximos 50 años la biosfera terrestre conservara o absorbiera de 60 a 87 Gt de carbono en los bosques y de 23 a 44 Gt de carbono en los suelos agrícolas (Brown et al., 1996).

LA FUNCIÓN DE LOS BOSQUES EN LAS EXISTENCIAS MUNDIALES DE CARBONO

Volumen de carbono almacenado en los ecosistemas forestales

El carbono se acumula en los ecosistemas forestales mediante la absorción de CO2 atmosférico y su asimilación en la biomasa. El carbono se almacena tanto en la biomasa viva (la madera en pie, las ramas, el follaje y las raíces) como en la biomasa muerta (la hojarasca, los restos de madera, la materia orgánica del suelo y los productos forestales). Cualquier actividad que afecte al volumen de la biomasa en la vegetación y el suelo tiene capacidad para retener -o liberar- carbono de la atmósfera o hacia la atmósfera.

En conjunto, los bosques contienen más de la mitad del carbono presente en la vegetación terrestre y en el suelo, estimándose su cuantía en 1 200 Gt (Figura 19).

FIGURA 19

Volumen de carbono terrestre por ecosistemas

Fuentes: Dixon et al., 1994; Schlesinger et al., 1997.

Los bosques boreales son el ecosistema que acumula una mayor cantidad de carbono (el 26 por ciento del total del carbono terrestre), en tanto que los bosques tropicales y templados contienen el 20 por ciento y el 7 por ciento, respectivamente (Dixon et al., 1994). En comparación con la vegetación de otros ecosistemas terrestres, la vegetación forestal tiene una gran densidad de carbono (Figura 20).

FIGURA 20

Densidad de carbono existente encima del suelo en determinados tipos de vegetación

Fuente: IPCC, 2000.

El carbono almacenado en el suelo y en los residuos vegetales de los ecosistemas forestales constituye una parte importante de las reservas totales de carbono. A escala mundial, el carbono del suelo representa más de la mitad del carbono almacenado en los bosques. Cabe señalar, sin embargo, variaciones importantes entre distintos ecosistemas y tipos de bosque. Entre el 80 y el 90 por ciento del carbono existente en los ecosistemas boreales está almacenado en forma de materia orgánica del suelo, en tanto que en los bosques tropicales se encuentra distribuido en partes iguales entre la vegetación y el suelo (Cuadro 10). La causa principal de esta diferencia es la influencia de la temperatura en los índices relativos de producción y descomposición de la materia orgánica. En las latitudes altas (es decir, en los climas más fríos), la materia orgánica del suelo se acumula porque se produce con mayor rapidez de la que se puede descomponer. En cambio, en las latitudes bajas, las temperaturas más cálidas provocan la rápida descomposición de la materia orgánica del suelo y el reciclado subsiguiente de los nutrientes.

CUADRO 10

Densidad y existencias de carbono en la vegetación y los suelos en distintos ecosistemas

Ecosistema

País/región

Densidad de carbono en la vegetación (t/ha)

Densidad de carbono en el suelo (t/ha)

Carbono almacenado en la vegetación (Gt)

Carbono almacenado en el suelo (Gt)

Volumen total de carbono (Gt)

Boreal

Federación de Rusia

 83

281

74

249

323

 

Canadá

 28

484

12

211

223

 

Alaska

 39

212

 2

 11

 13

Templado

Estados Unidos

 62

>108

15

 26

 41

 

Europa

 32

 90

 9

 25

 34

 

China

114

136

17

> 16

 33

 

Australia

 45

 83

18

 33

51

Tropical

>Asia

132-174

139

41-54

 43

84-97

 

África

 99

120

 52

 63

115

 

América

130

120

119

110

229

Nota: 1 gigatonelada (Gt) = 1 000 millones de toneladas.
Fuente: Dixon et al., 1994.

Flujos del carbono de los ecosistemas forestales

Todos los biomas forestales han experimentado variaciones importantes en su distribución desde la última era glacial (18 000 años atrás), cuando el clima era más frío y más seco que en la actualidad. Los bosques boreales y de la zona templada septentrional quedaron constreñidos entre las capas de hielo y la tundra esteparia que avanzaban desde el norte y las tierras semidesérticas y la tundra esteparia que progresaban desde el sur, en tanto que con el avance de la sabana, las selvas tropicales quedaron reducidas a pequeños enclaves. El volumen de carbono almacenado en los biomas terrestres era de un 25 a un 50 por ciento menor que en la actualidad. La retención de carbono terrestre aumentó durante el período cálido y húmedo de comienzos del holoceno, hace unos 10 000 años y, posteriormente, disminuyó en unas 200 Gt, hasta el nivel actual (2 200 Gt de carbono), probablemente como consecuencia del enfriamiento y la mayor aridez del clima.

Hasta el siglo XIX, las actividades humanas apenas influían en el almacenamiento de carbono en la tierra a través de los incendios, la utilización de combustible y la deforestación, pero desde el inicio de la revolución industrial, estas actividades han tenido repercusiones importantes sobre el ciclo mundial del carbono. Entre 1850 y 1980, se emitieron a la atmósfera más de 100 Gt de carbono a través de los cambios del uso de la tierra, que supusieron alrededor de un tercio de las emisiones totales de carbono antropógeno de ese período (Houghton, 1996).

Hasta los últimos años del siglo XIX, la tala y degradación de los bosques se producía fundamentalmente en las regiones templadas. En el siglo XX, la superficie de los bosques templados se ha estabilizado y los bosques tropicales han pasado a ser la principal fuente de emisiones de CO2 de los ecosistemas terrestres (Houghton, 1996). En la actualidad, la cubierta forestal está experimentando un ligero aumento en los países desarrollados: entre 1980 y 1995 se produjo un incremento medio de 1,3 millones de ha por año (FAO, 1999d). En los últimos decenios, muchas regiones forestales de la zona templada (como Europa y la parte oriental de América del Norte) han pasado a ser sumideros de carbono debido al establecimiento de plantaciones, la reaparición de bosques en tierras de cultivo abandonadas y el aumento de las existencias en formación en los bosques. En cambio, los bosques tropicales se han convertido en una fuente importante de emisiones de carbono; se estima que durante el período comprendido entre 1980 y 1995 la tasa de deforestación tropical fue de 15,5 millones de ha anuales (FAO, 1999d).

Se calcula que en el decenio de 1980, las emisiones netas de carbono debidas al cambio de uso de la tierra fueron de 2 a 2,4 Gt por año (Figura 21), cifra equivalente al 23-27 por ciento de todas las emisiones antropógenas (Houghton, 1999; Fearnside, 2000). La mayor parte de las emisiones de carbono debidas al cambio de uso de la tierra tienen su origen en la deforestación tropical. La quema de biomasa también libera otros gases de efecto invernadero, como el metano y el óxido nitroso. La quema de biomasa forestal provoca el 10 por ciento de las emisiones de metano a escala mundial. También la degradación de los bosques supone una liberación de carbono. Se considera que durante los años ochenta la degradación de los bosques tropicales comportó una emisión neta de 0,6 Gt de carbono anuales (Houghton, 1996). En el Asia tropical, la pérdida de carbono producida por la degradación forestal alcanza casi el mismo volumen que la provocada por la deforestación.

FIGURA 21

Emisiones de carbono debidas al cambio de uso de la tierra

Fuente: Houghton, 1999.

Existen cada vez más pruebas de que las variaciones en la concentración de gases atmosféricos debidas a la actividad humana están afectando al ciclo del carbono en los bosques. La concentración de CO2 en la atmósfera ha aumentado a escala mundial de 280 ppm antes de la revolución industrial a 370 ppm en 2000, y también ha aumentado sustancialmente el índice de fijación de nitrógeno en los bosques situados en las proximidades de las regiones industriales. Probablemente, ambos efectos se traducirán en un aumento del crecimiento y productividad vegetal. En los últimos años, las parcelas permanentes de muestreo existentes en los bosques climáx de América del Norte y del Sur han experimentado un aumento significativo de la biomasa forestal. Otros datos que indican una mayor absorción de carbono en las regiones forestales son los que proceden de las mediciones micrometeorológicas de los flujos de CO2 por encima de los bosques y de las evaluaciones de la distribución del CO2 atmosférico a escala continental. Algunos estudios indican que, debido a los efectos combinados de la reforestación, la regeneración de bosques degradados y el incremento del crecimiento de los bosques existentes, cada año se absorben de 1 a 3 Gt de carbono, que compensan las emisiones mundiales derivadas de la deforestación (Mahli, Baldocchi y Jarvis, 1999).

EL CAMBIO CLIMÁTICO Y LOS BOSQUES18

Si, como se predice, la temperatura de la super-ficie terrestre aumenta a lo largo del siglo XXI, todos los ecosistemas experimentarán el período de cambio climático más acelerado desde el final de la última glaciación. Ese cambio afectará a la distribución y composición de los bosques, lo que hará necesario adoptar estrategias de ordenación para hacer frente a una rápida modificación de las zonas climáticas y de los límites de los ecosistemas.

En el Recuadro 16 se describen los cambios que previsiblemente registrarán los principales tipos de bosque según los distintos escenarios de cambio climático indicados en los modelos del IPCC relativos al cambio climático mundial en el siglo XXI. Todos los modelos coinciden en sus predicciones sobre el calentamiento mundial, pero el grado de coincidencia es menor por lo que respecta a las variaciones en las precipitaciones. En todos esos modelos se parte del supuesto de que no se producirán «sorpresas» de consideración19. Según las predicciones realizadas por el IPCC, hacia finales del siglo XXI se habrán producido los siguientes cambios:

Para determinar los efectos sobre los bosques se necesita disponer de predicciones climáticas regionales. Existe un alto grado de confianza en la mayor parte de las predicciones regionales relativas a las temperaturas. El mayor aumento de la temperatura se producirá en las latitudes altas de las regiones septentrionales y será menor en las proximidades de los trópicos y en las zonas sometidas a una fuerte influencia oceánica. Aunque las precipitaciones aumentarán a escala mundial, las predicciones regionales son menos fiables. En conjunto, los principales cambios climáticos que influirán en el desarrollo de los bosques serán los aumentos de temperatura en las latitudes altas y las variaciones de las precipitaciones en las latitudes bajas. En todas las regiones que experimenten un incremento de la temperatura y en las que las lluvias permanezcan invariables o se reduzcan disminuirá notablemente la humedad del suelo, lo cual dificultará el crecimiento de las plantas y aumentará la probabilidad de que se produzcan incendios. Éstos podrán provocar pérdidas importantes de cubierta forestal.

RECUADRO 16

Efectos del cambio climático en los diferentes tipos de bosque

Los bosques boreales registrarán un incremento mayor de la tempera-tura. El calentamiento será mayor durante el invierno (4 oC por encima de los niveles del decenio de 1970 a mediados del siglo XXI) y algo menor durante el verano (de 2,5o a 3 oC más que en el decenio de 1970). La disminución de la humedad del suelo durante el verano intensificará la sequía y la frecuencia y magnitud de los incendios. Se prevé que las zonas climáticas se desplazarán hacia el norte a un ritmo de hasta 5 km al año. Los bosques boreales se extenderán hacia el norte, pero se reducirán y serán sustituidos en sus límites meridionales. Los cambios en la frecuencia, intensidad y magnitud de los incendios a causa del aumento del calor serán un factor determinante en la dinámica de los cambios en el límite meridional de los bosques boreales. Los modelos utilizados para predecir los cambios en la distribución de la vegetación a largo plazo indican que el resultado puede ser una reducción (de hasta el 36 por ciento) o una expansión (de hasta el 16 por ciento) de la superficie de bosques boreales, aunque parece más probable que se reduzca su extensión.

Los bosques templados resultarán afectados en las latitudes más ele-vadas por el aumento de la temperatura (2,6 oC más que en el decenio de 1970 a mediados del siglo XXI) y en las latitudes más bajas por la modificación del régimen de precipitaciones. Es posible que en algunas zonas de latitud baja (como el Mediterráneo y el sudoeste de los Estados Unidos) la sequía produzca una reducción importante de la cubierta forestal, en tanto que las temperaturas más elevadas tal vez impulsarán el crecimiento en las latitudes más altas. Las zonas climáticas se desplazarán hacia los polos a un ritmo de hasta 5 km por año. El área potencial disponible para la extensión de los bosques templados aumentará probablemente entre un 7 y un 58 por ciento. La importante fragmentación que sufren muchos bosques templados limitará la dispersión de algunas especies arbóreas (y tendrá repercusiones en la fauna silvestre de los bosques). Ello podría traducirse en una importante pérdida de especies a nivel local.

Se prevé que en los bosques tropicales, la temperatura habrá aumen-tado 2 oC en relación con los niveles del decenio de 1970 a mediados del siglo XXI); el aumento será mayor en las zonas continentales interiores. Sin embargo, la modificación del régimen de precipitaciones será mayor que la de la temperatura, aunque las predicciones de los modelos en relación con el régimen de lluvias regional presentan variaciones importantes. En los lugares en que se reduzcan las precipitaciones y las temperaturas sean más elevadas, la disminución de la humedad del suelo será la amenaza más grave para los bosques tropicales. Estos efectos pueden aumentar la vulnerabilidad a los incendios o provocar un declive importante o cambios en los tipos de vegetación en las zonas marginales. La variabilidad interanual debida a fenómenos climáticos de gran envergadura (como los causados por El Niño) puede intensificar las precipitaciones extremas. En función de los futuros escenarios climáticos, la superficie de bosque tropical podría reducirse hasta un 30 por ciento o ampliarse en un 38 por ciento. En la mayor parte de las regiones tropicales, los efectos de las actividades humanas, como la deforestación o los incendios, tendrán más importancia, sin embargo, que el cambio climático en la determinación de la cubierta forestal. La reducción de la superficie de bosques tropicales, particularmente de bosques tropicales húmedos, supondría probablemente la pérdida de numerosas especies.

Los bosques nubosos tropicales de montaña experimentarán un aumento de la temperatura de entre 1o y 2 oC a mediados del siglo XXI, pero se cierne sobre ellos la grave amenaza de que se produzcan cambios en la parte superior de la base nubosa, de la que dependen para obtener agua durante la estación seca. Probablemente, la altura de la base nubosa aumentará hasta 2 m por año, lo cual afectará a las especies de la zona. En los lugares en los que las montañas están aisladas y no tienen la altitud suficiente para adaptarse a los cambios en la altura de las nubes, el cambio climático podrá comportar la extinción local, si no total, de algunas especies de vegetación de montaña (muchas de las cuales son endémicas). En el bosque nuboso de Monteverde, en Costa Rica, por ejemplo, esos cambios ya se están produciendo. Los bosques nubosos pueden ser los primeros en ilustrar los efectos del cambio climático sobre los ecosistemas forestales mundiales.

Se considera que los manglares se adaptarán al aumento de la tempe-ratura, pero pueden resultar amenazados por la elevación del nivel del mar. Este riesgo será particularmente intenso en las costas en las que la acumulación de sedimentos es escasa, como ocurre en las islas pequeñas, y en las zonas en las que la actividad humana impide la dispersión de las especies forestales hacia las zonas interiores.

Fuente: CMVC, en prensa.

Es posible que las masas forestales actuales se mantengan durante algún tiempo en unas condiciones climáticas distintas, pero la respuesta a largo plazo al cambio climático dependerá de la capacidad de las especies para adaptarse a las nuevas condiciones o modificar su distribución geográfica. Ello dependerá, a su vez, de la variación intra e interespecífica de sus respuestas fisiológicas a los cambios de temperatura, la concentración de CO2, la humedad del suelo y, en algunas zonas, el aumento de la fijación del nitrógeno. Dependerá también de los tipos de suelo y de las relaciones ecológicas entre las especies que afectan a la polinización, la dispersión y los daños causados por los ataques de herbívoros o de plagas y agentes patógenos. También tendrán importancia otros factores como la naturaleza del paisaje y la intensidad de las actividades humanas. Por ejemplo, la fragmentación de los hábitats influirá en la posibilidad de que las especies modifiquen su distribución geográfica en respuesta a los cambios sufridos por los ecosistemas. En un clima cálido, las zonas montañosas pueden ser refugios especialmente importantes, porque para muchas especies será más fácil modificar su distribución hacia lugares de mayor altitud con un clima más fresco que hacia latitudes más altas, recorriendo grandes distancias. Los cambios en la distribución de especies podrán dar lugar a nuevas agrupaciones de especies o a la pérdida de algunas de ellas.

La modificación de la cubierta forestal podría influir, a su vez, en el clima al modificar la temperatura de la superficie e incidir en la concentración de CO2 en la atmósfera. Los bosques tienen un albedo menor (es decir, reflejan menos luz) que otros ecosistemas y sus extensos sistemas radiculares permiten a los árboles acceder al agua del suelo más fácilmente que otros tipos de vegetación. En consecuencia, absorben una mayor cantidad de energía solar, lo que puede conllevar un calentamiento y una mayor pérdida de agua por evaporación, con el consiguiente enfriamiento. En las zonas tropicales, los procesos de evaporación alcanzan una gran intensidad y el efecto que producen los bosques es el enfriamiento y humidificación de la atmósfera, en tanto que en latitudes más altas el efecto albedo es más importante y produce un fenómeno de calentamiento.

ESTRATEGIAS EN RELACIÓN CON EL CARBONO

Tres son las estrategias que pueden adoptarse en relación con el carbono presente en los bosques (Cuadro 11). La primera consiste en aumentar la tasa de acumulación de carbono mediante la creación o ampliación de sumideros de carbono (absorción del carbono). La segunda radica en impedir o reducir la emisión del carbono existente en los sumideros actuales (conservación del carbono). La tercera estrategia supone reducir la demanda de combustibles fósiles aumentando la utilización de madera, ya sea en productos de madera duraderos (es decir, la sustitución de materiales como el acero y el cemento con un alto consumo de energía) o como combustibles (sustitución del carbono). Estas estrategias pueden ser complementarias. Existen ya varias iniciativas encaminadas a la absorción y conservación del carbono, como las actividades realizadas conjuntamente20 que se desarrollan en el marco de la CMCC y los proyectos sobre el carbono relacionados con el cambio del uso de la tierra y la silvicultura.

CUADRO 11

Sinopsis de las estrategias relativas al carbono terrestre y posibles usos de la tierra y actividades forestales

Estrategia relativa al carbono

Tipo de uso de la tierra y de actividad forestal

 

Absorción del carbono

  • Forestación, reforestación y restauración de tierras degradadas
  • Técnicas silvícolas mejoradas para aumentar la tasa de crecimiento
  • Actividades agroforestales en tierras agrícolas

Conservación del carbono

  • Conservación de la biomasa y el carbón del suelo en los bosques existentes
  • Prácticas de aprovechamiento mejoradas (p.ej., explotación de impacto reducido)
  • Mayor eficiencia en la elaboración de la madera
  • Protección frente a los incendios y utilización más eficaz de la quema controlada en los bosques y en los sistemas agrícolas

Sustitución del carbono

  • Mayor índice de conversión de biomasa forestal en productos de madera duraderos para su utilización en lugar de materiales que exigen un alto consumo de energía
  • Mayor utilización de biocombustibles (p.ej., introducción de plantaciones de bioenergía)
  • Mayor utilización de los restos de la actividad de explotación para producir biocombustibles (p.ej., el serrín)

Fuente: Bass et al., 2000.

Absorción del carbono

El potencial de absorción de carbono mediante actividades de forestación/reforestación depende de la especie, el lugar y el sistema de ordenación y, por consiguiente, es muy variable. Los índices normales de absorción, expresados en toneladas de carbono (tC) por hectárea y año, son de 0,8 a 2,4 tC en los bosques boreales, de 0,7 a 7,5 tC en las zonas templadas y de 3,2 a 10 tC en los trópicos (Brown et al., 1996). El potencial de absorción de las actividades agroforestales es todavía más variable, y depende de la densidad de plantación y de los objetivos de producción del sistema.

Partiendo de una disponibilidad de tierra de 345 millones de ha para las actividades agroforestales y de forestación/reforestación a escala mundial, Brown et al. (1996) estiman que a lo largo de los próximos 50 años se podrían absorber unas 38 Gt de carbono (30,6 Gt gracias a las actividades de forestación/reforestación y 7 Gt mediante la intensificación de las prácticas agroforestales) (Figura 22). Los estudios realizados en las regiones tropicales indican que sería posible absorber un volumen adicional de carbono, que se cifra en 11,5 a 28,7 Gt de carbono mediante la regeneración de unos 217 millones de ha de tierras degradadas.

FIGURA 22

Contribución potencial de las actividades agroforestales y de forestación/reforestación a la absorción de carbono a escala mundial, 1995-2050

Fuente: Datos tomados de Brown et al., 1996.

Sin embargo, es posible que la disponibilidad de tierra para las actividades forestales sea mucho más reducida si se toman plenamente en consideración los factores sociales y económicos. Tal vez únicamente un tercio de la tierra ecológicamente adecuada podrá destinarse a actividades de forestación/reforestación (Houghton, Unruh y Lefebvre, 1991). En esta hipótesis, las actividades agroforestales y de forestación/reforestación absorberían alrededor de 0,25 Gt por año, cifra a la que se añadirían 0,13 Gt anuales gracias a la restauración de tierras degradadas.

Las actividades silvícolas que aumentan la productividad de los ecosistemas forestales, como los aclareos realizados en el momento adecuado, pueden incrementar en cierta medida el almacenamiento de carbono en los bosques. Sin embargo, los efectos de los distintos sistemas silvícolas en la absorción total de carbono son mucho menores que las actividades de forestación y reforestación (Dixon et al., 1993).

Conservación del carbono

Si bien el medio más eficaz para reducir las concentraciones atmosféricas de CO2 es la reducción de emisiones a partir de la combustión de productos fósiles, en relación con el uso de la tierra y la silvicultura, la conservación de los niveles actuales de carbono de los bosques ofrece desde el punto de vista técnico las mayores posibilidades para una atenuación rápida del cambio climático.

Teniendo en cuenta que la mayoría de las emisiones de carbono debidas a la deforestación se producen en un plazo de unos pocos años después de que se han talado los bosques, la reducción de la tasa de deforestación tendrá un efecto más inmediato sobre los niveles globales de CO2 atmosférico que las actividades de forestación/reforestación, que pueden suponer la eliminación de la atmósfera de un volumen similar de carbono, pero en un período mucho más prolongado.

El potencial de conservación del carbono a través del mantenimiento de la cubierta forestal depende del escenario de referencia para la deforestación sin que se tome medida alguna. En principio, si se frenara por completo el fenómeno de la deforestación se podrían conservar de 1,2 a 2,2 Gt de carbono anuales (Dixon et al., 1993). Sin embargo, si bien es cierto que los ingresos relacionados con el carbono podrían suponer una mejora económica de las tierras forestales, los proyectos que se ejecuten deberán afrontar también las causas subyacentes de la deforestación y los problemas de la utilización insostenible para asegurar la conservación del carbono. Brown et al. (1996) estiman que si se redujera la deforestación en las regiones tropicales se podrían mantener de 10 a 20 Gt de carbono hasta 2050 (de 0,2 a 0,4 Gt anuales).

La conservación del carbono almacenado en los bosques se puede conseguir adoptando mejores prácticas de ordenación. La que podría dar mejores resultados es la explotación de impacto reducido en los trópicos. Las prácticas de explotación convencionales pueden causar graves daños a la masa residual, llegando a dañar hasta el 50 por ciento de los árboles remanentes (Kurpick, Kurpick y Huth, 1997). La aplicación de técnicas de explotación de impacto reducido puede reducir en un 50 por ciento los daños causados a la masa residual (Sist et al., 1998) y, por consiguiente, reducir el nivel de las emisiones de carbono asociadas con la explotación. Nabuurs y Mohren (1993) calculan que la adopción de ese tipo de técnicas en las selvas tropicales puede redundar en la conservación de 73 a 97 tC por hectárea. Dado que cada año se talan 15 millones de hectáreas de bosque tropical (Singh, 1993), en su mayor parte de manera insostenible (Poore et al., 1989), existe un potencial considerable para aumentar el carbono almacenado. El volumen de carbono adicional que se conservaría mediante la adopción de técnicas de explotación de impacto reducido se basa en la hipótesis de que la explotación convencional continuaría si no se produjera una intervención y existe interés en cuantificar los cambios en el carbono almacenado relacionados con la modificación de las prácticas de aprovechamiento (IPCC, 2000, Capítulo 4).

Los incendios provocan la liberación de grandes cantidades de carbono de los bosques cada año. Las condiciones meteorológicas derivadas del cambio climático, como la intensificación del fenómeno El Niño, aumentan el riesgo de incendios. Las prácticas de control de los incendios pueden favorecer la conservación de las existencias de carbono en los bosques. Sin embargo, para que esas prácticas sean eficaces, las medidas de prevención y lucha contra los incendios deben ir acompañadas de cambios en la política de uso de la tierra y de medidas dirigidas a afrontar las necesidades de la población rural. También podrían plantearse problemas al determinar los valores de referencia en los proyectos de prevención de incendios, que dependerán de las interacciones entre los factores humanos y estocásticos, como el tiempo.

Sustitución del carbono

En la actualidad, los biocombustibles suponen el 14 por ciento del suministro mundial de energía primaria. En los países en desarrollo, representan un tercio del suministro total de energía. Si se sustituyera el biocombustible que se utiliza actualmente por energía derivada de combustibles fósiles, se liberarían a la atmósfera 1,1 Gt de carbono por año adicionales (IPCC, 2000, capítulo 5). A diferencia de lo que ocurre en el caso de la quema de combustibles sólidos, el uso de biocombustibles producidos de forma sostenible no comporta una emisión neta de CO2 a la atmósfera, puesto que el CO2 liberado en la quema de biocombustibles es absorbido por la biomasa en regeneración. La sustitución de combustibles sólidos por biocombustibles sostenibles supondrá, en consecuencia, una reducción de la emisión de CO2 directamente proporcional al volumen de combustibles fósiles sustituidos. Las predicciones sobre la función de los biocombustibles en el futuro para atender las necesidades de energía oscilan entre 59-145 x 1018J en 2025 y 94-280 x 1018J en 2050 (Bass et al., 2000). La utilización de este tipo de combustible dependerá en gran medida del desarrollo de tecnologías que permitan utilizarlos de forma eficiente, por ejemplo, la gasificación de productos de madera.

El establecimiento de nuevas plantaciones de biocombustible también tendrá un efecto positivo de retención de carbono a largo plazo si sustituyen un uso de la tierra con una tasa menor de retención. Aunque la densidad media de carbono a largo plazo de un bosque explotado para la obtención de biocombustibles (particularmente para un sistema de monte bajo de turno corto) será menor que la de un bosque sin explotar o una plantación de turno largo, lo cierto es que almacena más carbono que la mayor parte de las tierras destinadas a usos no forestales. A la inversa, si se sustituyen los bosques naturales por monte bajo de turno corto para la producción de biocombustibles, se perderá el efecto beneficioso de la sustitución de los combustibles sólidos debido a las emisiones resultantes de la transformación del bosque.

La sustitución de materiales que producen la emisión de un gran volumen de dióxido de carbono (durante la elaboración, caso del cemento, o por el elevado consumo de energía, como el acero) por productos de madera podría comportar también una importante reducción neta de la emisión de CO2.

Cambio del uso de la tierra y actividades forestales basadas en proyectos

Se contabilizan en la actualidad 16 proyectos internacionales de ejecución conjunta aprobados en relación con el cambio del uso de la tierra y la silvicultura (CMCC, 2000). En el Cuadro 12 se presenta información resumida de un conjunto representativo de proyectos de estas características en curso de ejecución, que abarcan alrededor de 3,5 millones de hectáreas (CMCC, 2000, capítulo 5). El 83 por ciento de esa superficie se utiliza con miras a la conservación del carbono en los bosques existentes, ya sea mediante su protección (impidiendo por completo su explotación) o mediante su ordenación (producción sostenida). La conservación de carbono a largo plazo en el marco de estos proyectos varía de 40 a 108 tC por hectárea en el caso de los bosques sujetos a ordenación y de 4 a 252 tC por hectárea cuando se trata de bosques protegidos. La absorción total estimada inducida por estos proyectos es de 5,7 millones de tC en los bosques sujetos a ordenación y de 40 a 108 millones de tC en los bosques protegidos. Además, 180 000 ha se dedican a actividades de forestación/reforestación y compensarán21, según las estimaciones, 21,7 millones de tC durante el tiempo de ejecución del proyecto. Dos proyectos, que abarcan una extensión de 200 000 ha, se centran en actividades agroforestales y se calcula que compen-sarán 10,8 millones de tC adicionales.

CUADRO 12

Comparación de determinados proyectos relativos al cambio de uso de la tierra

Tipo de proyecto

Número de proyectos

Superficie (millones de ha)

Carbono almacenado (millones de tC)

Carbono almacenado (tC/ha)

Costos ($EE.UU./tC)

Absorción

         

Forestación/

8

0,18

21,7

26-328

1-28

reforestación

         

Actividades agroforestales

2

0,20

10,8

56-165

0,2-10

Conservación

         

Protección

7

2,90

40-108

4-252

0,1-15

Ordenación

4

0,33

5,7

0,2-85

0,3-8

Fuente: IPCC, 2000, capítulo 5.

En los proyectos que figuran en el Cuadro 12, el costo por tonelada de carbono oscila entre 0,1 y 15 dólares EE.UU. por tC. Sin embargo, es preciso señalar que los métodos utilizados para calcular el costo de la absorción de carbono varían notablemente entre los distintos proyectos y tal vez será necesario revisar al alza las estimaciones a largo plazo. La utilización del potencial de absorción de carbono dependerá de los costos comparativos de la reducción de emisiones en el sector de la energía; algunos estudios indican que, posiblemente, el comercio de carbono del sector forestal no alcanza la cifra de 1 Gt.

Además del asunto de cómo calcular los costos de captura de carbono, un tema importante es la metodología para contabilizar el carbono. El Recuadro 17 discute la contabilidad del carbono en el ámbito nacional y de proyectos.

RECUADRO 17

Contabilidad de la retención de carbono debida a las actividades forestales

La contabilidad de las emisiones de gases de efecto invernadero atribuibles a las naciones, empresas y procesos industriales se ha convertido en un componente importante de los acuerdos internacionales y de las políticas nacionales adoptados para afrontar el cambio climático. La contabilidad del carbono almacenado gracias a las actividades forestales es un aspecto que despierta gran interés por el potencial de esas actividades de contribuir a los objetivos nacionales de reducción de emisiones negociados en el marco de la CMCC, así como por el posible valor de los proyectos forestales para compensar emisiones de empresas o de determinadas actividades empresariales.

CONTABILIDAD NACIONAL DEL CARBONO

Las emisiones o la absorción de carbono por los bosques se contabilizan anualmente a nivel nacional y se expresan en toneladas de CO2 liberado o retenido. Los progresos realizados en el cumplimiento de los objetivos establecidos en el Protocolo de Kyoto se miden por las emisiones o la absorción en relación con 1990. En virtud del artículo 3.3 del Protocolo, sólo la absorción de carbono derivada de las actividades de forestación y reforestación, así como las destinadas a evitar la deforestación se podrán contabilizar respecto de los objetivos nacionales de reducción de las emisiones. Se están debatiendo todavía las definiciones exactas de los términos forestación, reforestación y deforestación.

CONTABILIDAD DEL CARBONO ALMACENADO EN EL MARCO DE PROYECTOS

Adicionalidad y valores de referencia

En tanto que las emisiones y absorción de carbono a nivel nacional se miden en términos absolutos dentro de las fronteras nacionales, el efecto de los proyectos forestales se determina en relación con un «escenario sin proyecto» o «valor de referencia» hipotéticos. El valor de referencia de un proyecto se puede establecer por procedimientos distintos, como extrapolando las tendencias anteriores relativas al cambio de uso de la tierra, los efectos previstos de las prácticas forestales en vigor, o elaborando un modelo de las presiones sociales y económicas que sufren los recursos forestales. Todavía no se han acordado métodos normalizados. Cuando se determinan los resultados de un proyecto en relación con un valor de referencia, se pueden llevar a cabo pruebas de «adicionalidad» para determinar si la retención de carbono debe atribuirse al proyecto o se ha producido por factores accidentales, como los cambios en las políticas o en las condiciones socioeconómicas que no guardan relación con el proyecto.

Límites de los proyectos y «fugas»

El establecimiento de límites tendrá efectos importantes sobre las reducciones de emisiones atribuidas a las actividades del proyecto. Si un proyecto prevé la protección de una zona determinada de bosque pero comporta la transferencia de la tala forestal a otra zona, existe la posibilidad de que se produzca una «fuga» de los beneficios del proyecto. Análogamente, cuando un proyecto de forestación ocasiona la reducción de los precios de la madera y la reducción de las inversiones en las plantaciones comerciales o el aumento del desmonte de tierras forestales para cubrir las necesidades de alimentos básicos, se reducirá la retención neta. También es necesario establecer límites en los proyectos para incluir todos los flujos o existencias de carbono que puedan resultar afectados de forma significativa por las actividades del proyecto; ello puede incluir el carbono almacenado en los productos madereros extraídos.

Marco temporal de los proyectos y obtención de créditos

El largo período de tiempo requerido para el crecimiento de los bosques, particularmente en las regiones templadas y boreales, y la posibilidad de que se vuelva a emitir el carbono fijado mediante las actividades forestales son elementos básicos de los proyectos relativos al cambio de uso de la tierra y la silvicultura. Se ha propuesto una serie de sistemas alternativos de obtención de créditos por la retención de carbono o las emisiones evitadas mediante las actividades forestales:

  • Atribución de créditos ex ante o inicial por el carbono que se retendrá en el futuro, lo que permitiría a quienes formularon el proyecto obtener créditos por la absorción y almacenamiento de carbono en el futuro. Este procedimiento facilitaría la elaboración del proyecto pero exigiría otros mecanismos que garantizaran el cumplimiento y el mantenimiento a largo plazo del carbono almacenado.
  • Atribución de créditos escalonada, procedimiento según el cual se obtendrían créditos por la retención de carbono de forma escalonada, de manera que los encargados de formular el proyecto tendrían que demostrar la fijación de carbono antes de que se les atribuyeran créditos.
  • Atribución de créditos ex post, o diferida, según la cual los créditos de retención sólo se concederían cuando el carbono hubiera permanecido almacenado durante un plazo determinado, por ejemplo, de 40 ó 50 años. Este sistema de acreditación garantizaría la eficacia de los proyectos de retención del carbono, pero ofrecería pocos incentivos para su ejecución.

En el Recuadro 18 figuran algunos ejemplos de actividades realizadas en proyectos relativos al cambio del uso de la tierra.

RECUADRO 18

Ejemplos de proyectos conjuntos en curso de ejecución

ÁREA DE CONSERVACIÓN Y ORDENACIÓN DE RÍO BRAVO, BELICE

El proyecto de Río Bravo se centra en la protección de 14 000 ha de tierras forestales «en peligro» y en la elaboración de un programa de ordenación sostenible en otras 46 000 ha de bosque. El proyecto lo dirige una ONG de Belice, el Programa para Belice, y se financia en parte mediante compensaciones de carbono vendidas a un grupo de compañías eléctricas de los Estados Unidos. En total, se estima que se conservarán 2,5 millones de tC durante los 40 años de duración del proyecto, con un potencial medio de 36 tC por ha y un costo de 3 dólares EE.UU. por tC. El valor de referencia en relación con el cual se calculan los beneficios del carbono es que, sin el proyecto, la zona forestal en peligro resultaría deforestada en un plazo de cinco años. Anteriormente, la tierra era de propiedad privada y probablemente se habría vendido a agricultores de las proximidades que habían expresado su interés en ampliar sus explotaciones.

EXPLOTACIÓN DE IMPACTO REDUCIDO EN SABAH, MALASIA

En este proyecto, que comprende la concesión forestal Innoprise Corporation Sdn. Bhd. y New England Power de los Estados Unidos, se adoptaron técnicas de explotación de impacto reducido en un bosque de dipterocarpáceas de Malasia, de 1 400 ha, durante un período de dos años. Con estas técnicas, los daños causados a la vegetación forestal fueron un 50 por ciento menores que los que ocasionaban los métodos tradicionales, y ello permitió conservar unas 40 tC por ha con un costo de alrededor de 8 dólares EE.UU. por tC. Al calcular los beneficios conseguidos en forma de absorción de carbono se parte del hecho de que de no haberse producido la intervención del proyecto se habrían seguido aplicando métodos convencionales de explotación. El carbono conservado es adicional únicamente durante el tiempo en que hubieran continuado las prácticas de explotación convencionales.

PROYECTO DE ACTIVIDADES FORESTALES COMUNITARIAS DE SCOLEL TE, MÉXICO

Este proyecto fue elaborado por la Universidad de Edimburgo y el Centro de Gestión del Carbono de Edimburgo, en el Reino Unido, junto con El Colegio de la Frontera Sur, en México, con fondos del Departamento de Desarrollo Internacional del Reino Unido. Su finalidad es elaborar modelos de planificación y sistemas administrativos que permitan a los pequeños agricultores acceder a los mercados del carbono. En el marco del proyecto, los pequeños productores y comunidades locales identifican actividades de reforestación, agroforestales y de restauración forestal que además de reportarles beneficios económicos tienen como finalidad la absorción o conservación de carbono. Las actividades propuestas se introducen en un sistema de planificación y evaluación y las compensaciones se venden a través de un fondo fiduciario administrado por una ONG local, Ambio. Son alrededor de 300 los campesinos que participan en el proyecto, cada uno de ellos con una extensión de bosque de alrededor de 1 ha. El potencial medio de absorción es de 26 tC por ha con un costo de 12 dólares EE.UU. por tC. El sistema aplica un criterio sencillo de adicionalidad: se considera que la absorción de carbono es adicional cuando uno de los objetivos de la actividad de forestación prevista es la retención de carbono. El valor de referencia utilizado es la media de carbono almacenado en el anterior uso de la tierra.

PROYECTO DE SUMIDERO DE CARBONO EN MATO GROSSO, BRASIL

La finalidad del proyecto es absorber carbono en una plantación de especies autóctonas establecida en una tierra degradada. La plantación tiene una extensión cercana a las 5 000 ha y está situada en una propiedad privada de 15 000 ha. Aunque el sumidero de carbono se circunscribe a la plantación, también se están adoptando medidas para conservar el bosque natural, pese a que no se contabiliza en relación con el balance del carbono. La financiación del proyecto corre por cuenta del fabricante francés de automóviles Peugeot, en el marco de su política de preservación del medio ambiente. Lo administra ONF Brazil, órgano subsidiario del Office National des Forêts de Francia, y el Instituto Pro Natura, una ONG brasileña. El proyecto tiene una duración de 40 años. La contribución de Peugeot asciende a 10 millones de dólares EE.UU. El objetivo es retener el máximo volumen posible de carbono y, al mismo tiempo, utilizar especies locales y mantener o aumentar la diversidad biológica en la zona. El escenario de referencia es la continuación del uso de la tierra anterior.

ORDENACIÓN DE LA RESERVA FORESTAL MALLECO EN CHILE

El proyecto adquiere el derecho de ejecutar el plan de ordenación en 16 625 ha de bosque natural de propiedad estatal. Las leyes chilenas prohíben la transformación de este tipo de bosque en plantaciones de especies exóticas. La finalidad del proyecto es promover la ordenación sostenible del bosque para demostrar su viabilidad económica y su capacidad de absorción de carbono. El proyecto está administrado por la Corporación Nacional Forestal de Chile (CONAF) y el Office National des Forêts de Francia y está patrocinado por el Fondo Francés para el Medio Ambiente. El proyecto comporta el ajuste de los métodos de medición del flujo del carbono para este tipo de ecosistema. El cálculo de los beneficios obtenidos en forma de absorción de carbono se realizará tomando como punto de referencia el «escenario sin realización del proyecto».

CONCLUSIONES Y CUESTIONES PARA EL FUTURO

Los bosques son un componente importante del ciclo mundial del carbono. Influyen en el cambio climático y se ven influidos por él, y su utilización o destrucción influirán poderosamente en el fenómeno del calentamiento mundial durante el siglo XXI.

Los ecosistemas forestales almacenan más de la mitad del carbono terrestre y realizan aproximadamente el 80 por ciento del intercambio de carbono que tiene lugar entre los ecosistemas terrestres y la atmósfera. Aunque los ecosistemas forestales absorben entre 1 y 3 Gt de carbono anuales a través de la regeneración de los bosques degradados, la reforestación y la fertilización por CO2 y nitrógeno, liberan aproximadamente la misma cantidad de carbono (2 Gt) al año como consecuencia de la deforestación. Se calcula que en el decenio de 1980, la deforestación fue responsable de una cuarta parte de todas las emisiones antropógenas de CO2. Si se materializan los cambios climáticos que se han pronosticado, los efectos sobre los bosques pueden ser de gran alcance y muy duraderos. Los ecosistemas forestales podrían pervivir durante cierto tiempo en las nuevas condiciones climáticas, pero la evolución a largo plazo dependerá de la capacidad de las especies para adaptarse a las nuevas condiciones o modificar su distribución geográfica.

La ordenación de los bosques puede contribuir a reducir las emisiones de CO2 y a apoyar las medidas que se adopten para controlarlas (Figura 23). La conservación del carbono almacenado en los bosques puede ser un instrumento más eficaz que la retención de carbono. Sin embargo, las medidas forestales no serán suficientes por sí solas para frenar el incremento de la concentración de CO2 en la atmósfera. Pueden tan sólo complementar las iniciativas que se adopten para reducir las emisiones de CO2 procedentes de la quema de combustibles sólidos.

FIGURA 23

Estimaciones de las fuentes de carbono y potencial de absorción de diferentes opciones de uso de la tierra

El Protocolo de Kyoto puede ejercer una profunda influencia sobre el sector forestal, pero sus efectos específicos dependerán de que se acepten las actividades forestales como medidas destinadas a mitigar el cambio climático y de las normas que se apliquen a los posibles proyectos. Las opiniones relativas a la función de la actividad forestal en el «Mecanismo para un desarrollo limpio» del Protocolo están divididas. Quienes se oponen a que se incluyan las actividades forestales en el mecanismo afirman que ofrecer incentivos a la retención de carbono favorecerá, probablemente, una inversión incontrolada en actividades forestales a escala industrial, lo que tendrá consecuencias negativas desde el punto de vista social y de la biodiversidad. Algunos observadores temen que la posibilidad de recurrir a las actividades forestales como un medio poco costoso de cumplir los objetivos de reducción de las emisiones detraerá inversiones de las iniciativas destinadas a reducir las emisiones en la fuente. También suscitan preocupación la sostenibilidad y mensurabilidad de los efectos de los proyectos forestales. En cambio, quienes apoyan esa opción consideran que la inversión en actividades de conservación bien fundadas, así como en iniciativas agroforestales y de ordenación forestal sostenible puede reportar beneficios sociales, económicos y en materia de biodiversidad y sostienen que la atribución de un mayor valor económico (o como sumideros de carbono) a los bosques puede impulsar la ordenación forestal sostenible.


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