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Los árboles fuera del bosque y los sistemas de producción


Foto 34. Ripisilva de funciones múltiples, Tanzania. (© Bellefontaine/Cirad)

Los árboles fuera del bosque se encuentran en numerosos sistemas de producción, en los que su régimen, función y futuro plantean cuestiones complejas. Para aclarar la diversidad de estos problemas, se han escogido tres ejemplos. El primero trata de los agrobosques de las zonas tropicales húmedas de Asia, cuyo régimen, forestal o agrícola, está todavía sin resolver. El segundo se refiere a las plantaciones de cafeto en las zonas tropicales de montaña de América central y México, que pretenden conciliar los imperativos económicos y las exigencias ecológicas. El último ejemplo es el de los sistemas lineales, cuya conservación y gestión no pueden inscribirse más que en una ordenación integrada del territorio

Los agrobosques: ¿estrategia agrícola con afinidades forestales?

Los bosques del mundo son recorridos, explotados y trabajados por los campesinos, y con frecuencia reconstruidos en función de sus necesidades, y esto desde hace mucho tiempo. Los ecosistemas afectados por estas actividades múltiples y repetidas están fuertemente modificados en cuanto a su composición, estructura y funciones, a veces hasta perder una gran parte de su cobertura arbórea. Ciertos sistemas, como los agrobosques indonesios, ofrecen una afinidad "forestal": son, no obstante, el resultado de un fuerte proceso de antropización del ecosistema que ha permitido a los campesinos tender hacia una apropiación individual y colectiva de las tierras y los recursos.

Prácticas campesinas

El archipiélago indonesio se presenta todavía como una de las últimas grandes reservas de bosques densos perennes del globo. Pero éstos ocultan una realidad muy compleja. Formaciones con diversos aspectos, composiciones y regímenes sumamente variados se incluyen en esta denominación de "bosque". Se encuentra allí en particular la mayoría de vegetaciones arborescentes, reconstruidas o simplemente utilizadas por los campesinos, que representan a veces varias decenas de millones de hectáreas. Se conoce bien, en la literatura científica internacional, la originalidad e importancia del huerto familiar (homegarden) javanés, citado muchas veces como modelo de una agrosilvicultura campesina compleja, que ha logrado la hazaña de restituir, en una superficie de apenas unas decenas de metros cuadrados, un sistema de múltiples pisos de biodiversidad elevada y cuya productividad es asombrosa (Soemarwotto, 1987; Christanty, 1990; Karyono, 1990). Estos huertos forman islotes arbóreos muy característicos en medio de los arrozales, y constituyen una de las reservas más importantes de árboles fuera del bosque de Java.

Se conocen menos los modelos más extensivos de agrobosques de las islas exteriores, establecidos en los perímetros de los grandes masas forestales, en tierras de mediocre fertilidad, a veces difícilmente distinguibles de estos bosques llamados "naturales", y que producen no obstante una parte esencial de los frutos, bambúes, rotenes, resinas, cauchos y especias comercializadas en el archipiélago (Michon, 1999). Una de las características principales de la agricultura campesina de las islas exteriores reside en la integración de los recursos leñosos en los sistemas de producción agrícola, no sólo para subsistencia, sino sobre todo, para el mercado. Esta integración se ha producido a lo largo de los últimos siglos, y actualmente se produce todavía gracias a la roza, es decir, después de una destrucción inicial de la cubierta forestal llamada "natural" de bosque "primario" o de vegetación "secundaria". Una gran parte de las tierras abiertas inicialmente para la producción de arroz de secano se dedica a cultivos perennes. Esta arboricultura campesina integra plantas de origen exótico, pero también, y sobre todo, especies locales y forestales, como el canelo, la mirística, el clavero, el rotén, los árboles de benjuí, los árboles de resina damar, numerosos frutales (durión, langsat, rambután, mango, nuez de illipa y otras nueces) y Ficus productores de caucho. Algunas de estas plantas son gestionadas de forma clásica en monocultivo: los bosques costeros, convertidos desde hace mucho tiempo en cocoteros aldeanos, pueden ser considerados como zonas deforestadas y los árboles que allí prosperan son indudablemente "árboles fuera del bosque". Ahora bien, la mayor parte de estos cultivos perennes en el medio campesino tienen un tratamiento complejo, que provoca discusiones sobre la naturaleza "forestal o "agrícola de los sistemas resultantes. El ejemplo del cultivo del damar, una dipterocarpácea de los bosques locales que produce resina, muestra claramente la originalidad de estas prácticas campesinas relacionadas con el árbol (Recuadro 35).

Agrosilviculturas campesinas: ¿huertos forestales o plantaciones-huertos?

El ejemplo del damar se encuentra, con ligeras variantes, en las evoluciones técnicas o en los modelos sociales e institucionales que las rigen, y en el desarrollo de otros cultivos arbóreos de origen forestal. Los campesinos bataks de las tierras altas del norte de Sumatra han establecido así, desde hace dos siglos, huertos-bosques de benjuí (Styrax sp.) para producir la resina del mismo nombre (Watanabe, 1990; Katz, 2000; García et al., 2000, Angelsen et al., 2000). Los rotenes (Calamus caesius, esencialmente) se cultivan en "barbechos vigilados", que poco a poco evolucionan a huertos forestales y pueden continuar en el sitio hasta cincuenta años (Fried, 2000). Otros ejemplos tienen en común un cambio más o menos antiguo de un sistema extractivo (el producto principal del huerto actual era recolectado en otros tiempos en el bosque) a un sistema de finalidad productiva. El ejemplo es muy conocido para las especias, como la nuez moscada y el clavo, para el benjuí (Katz, 2000) y la canela (Aumeeruddy, 1993). Después de 1910, el cultivo de hevea brasileña ha reemplazado muy rápidamente a la recogida de los cauchos silvestres, económicamente muy importantes durante toda la segunda mitad del siglo XIX para las poblaciones de roturadores de las tierras bajas de Sumatra y Borneo (Dove, 1994).

Este cambio ha estado acompañado casi siempre por un trastorno en el régimen y la función de las antiguas tierras forestales, y muchas veces también por importantes trastornos sociales. Las plantaciones-huertos que resultan de ello constituyen hoy el elemento principal de los sistemas de producción agrícola en cuyo seno se han establecido, ya sean sistemas con un componente de roza o sistemas definitivamente fijos. Todas tienen más aspecto de "bosque" que de plantación monoespecífica y regular. ¿Hay que asimilarlas por ello a los "bosques"? ¿Hay que inventariarlas en las categorías clásicas de "bosque primario" o de "vegetación secundaria degradada", típicas de los inventarios forestales? Si no es así, ¿tienen en el paisaje la misma función que una plantación industrial?.

Recuadro 35 .

Reconstrucción agroforestal. El ejemplo del damar

En el sur de Sumatra, los campesinos han practicado durante mucho tiempo la agricultura sobre quemados, produciendo arroz y café o pimienta, en alternancia con prolongados barbechos arbóreos. A esta roza, medio alimenticia medio comercial, se le asociaban prácticas de recogida de productos forestales para el consumo y la venta. Hasta principios del siglo XX, esta economía mixta, agrícola y forestal, sólo afectaba moderadamente a la cubierta forestal "natural". Sin embargo, el crecimiento de la presión humana sobre las tierras, que no se ha visto acompañado de una evolución de las técnicas de cultivo, ha provocado el deterioro de esta cubierta, lo que se ha traducido para los campesinos en la pérdida de los principales recursos, los cauchos silvestres y las resinas damar. Es entonces cuando han realizado innovaciones, poniendo en cultivo el damar (Shorea javanica) en las parcelas desmontadas para el arroz. Esta plantación modifica poco las primeras etapas del antiguo ciclo de la roza. La parcela desmontada es ocupada por el arroz de secano y después por los cafetos, entre cuyos pies los campesinos plantan sus jóvenes damars. Pero todo cambia al final de una decena de años, con la disminución de la producción de café. Mediante un itinerario técnico particular que asegura el éxito del desarrollo del damar minimizando el trabajo, los campesinos van a restituir unas estructuras que son cada vez menos "plantaciones" en el sentido clásico del término, y cada vez más "bosques" (Michon et al., 1995: Michon et al., 2000). Durante los años que siguen al abandono del cafetal se establece un barbecho arbóreo clásico, en el que siguen desarrollándose los jóvenes damars. Después, la joven plantación de damar se transforma poco a poco en un bosque secundario, que se hace más complejo con los años. El campesino interviene poco en esta dinámica natural. En la plantación adulta, el juego de las dispersiones naturales va a permitir la reinstalación de especies forestales. Hacia los 40-50 años, la plantación de damar, en plena producción, se parece mucho, por su composición, estructura y funcionamiento, al bosque al que ha sustituido: monte alto, sotobosque denso, fuerte biodiversidad y carácter permanente de las estructuras. Aun cuando el damar sigue predominando entre los árboles, el componente vegetal espontáneo puede llegar al 50 por ciento de la población. El proceso de establecimiento de los huertos de damar puede interpretarse como un verdadero proceso de silvicultura. Pero estos huertos campesinos de damar ¿deben ser por ello asimilados a un "bosque"? Es importante volver al punto de partida de las plantaciones. Hacia finales del siglo XIX, las sociedades campesinas vieron desmoronarse los sistemas económicos e institucionales que les habían permitido su reproducción social (Michon, 2000). En este contexto, la innovación que representa el establecimiento de huertos de damar refleja claramente la voluntad social de acabar con una antigua economía forestal en quiebra y un modelo de sociedad agroforestal muy jerarquizado. El damar permite la apropiación individual de parcelas con límites reconocidos por todos en las antiguas comunidades forestales, y constituye para el plantador la ocasión de establecer los cimientos de propiedad de su linaje, lo que le estaba prohibido hasta entonces si era hijo menor de familia. La parcela plantada con damar es "huerto", con todas las consecuencias sociales e institucionales que lleva consigo este término.

¿Cómo, hay que definirlas, por tanto? La cuestión es interesante por varias razones. La primera se refiere a la importancia de estos sistemas en el plano de la ocupación del espacio. Estas plantaciones-huertos, o estos huertos-bosques, distan mucho de ser anecdóticos. Examinando varios inventarios, se puede estimar que cubren más de una decena de millones de hectáreas en todo el archipiélago. Las pequeñas plantaciones campesinas de hevea (jungle rubber) cubren por sí solas entre 2,5 y 3 millones de hectáreas en las islas de Sumatra y Kalimantan ( Dove, 1993; Gouyon et al., 1993). En las provincias de Jambi, Riau y Kalimantan Oeste, representan sin duda la mayor parte de las superficies habitualmente catalogadas como "bosque secundario" o "bosque explotado". Los huertos de damar se extienden sobre 60.000 hectáreas, actualmente cartografiadas como "bosque primario intacto". Representan, entre otros, la casi totalidad del cinturón "forestal" de la zona periférica del parque nacional del oeste de la provincia. Los diversos huertos de frutales que rodean los pueblos de Sumatra cubrirían por sí solos unos 3 millones de hectáreas, también catalogados como "bosque", "primario" o "secundario". Ocupan con seguridad una superficie parecida en las provincias de Kalimantan. Su equivalente javanés, más civilizado, conocido bajo la denominación de homegarden, cubriría también entre 3 y 4 millones de hectáreas. Los huertos de benjuí cubren la mayor parte de las tierras del distrito del Norte de Sumatra. Estas cifras hay que compararlas con los 4,5 millones de hectáreas de grandes plantaciones de palmeras de aceite o con los 3 millones de hectáreas de plantaciones forestales industriales.

Bosques campesinos: una categoría aparte en el campo forestal

Podría abrirse el debate si se considera que el término "bosque", habitualmente entendido como un aspecto vegetal particular, corresponde con mucha frecuencia a cuatro entidades distintas y muchas veces no superponibles: un sistema biológico y ecológico (ecosistema, lugar de la biodiversidad); una suma de recursos económicos explotables (madera, recursos no leñosos); un recurso con valor social individual o colectivo (tierra-patrimonio, agua); y por último, una apuesta geopolítica (territorio, dominio bajo control o espacio a conquistar).

¿Cómo modifica la transformación agroforestal, realizada por los campesinos indonesios, los componentes de esta entidad de facetas múltiples que es el "bosque"? Sin duda trastorna completamente las estructuras y ciertas funciones del ecosistema y provoca una reducción de la biodiversidad. Sin embargo, numerosos estudios han demostrado las fuertes afinidades "forestales" de los sistemas resultantes. Para un biólogo no muy sagaz, un agrobosque es tanto un bosque como lo puede ser un antiguo barbecho no modificado. Es importante observar que esta afinidad forestal es una resultante de los desarrollos técnicos escogidos, y no un fin en sí mismo para los campesinos. Éstos no buscan la biodiversidad como un objetivo confirmado de producción.

La transformación agroforestal actúa fuertemente sobre los niveles naturales de existencias de los recursos disponibles para adaptarlas a las necesidades económicas del momento. También aquí, los estudios han demostrado que ciertos recursos típicamente "forestales" eran conservados o restituidos, y que la mayor parte de los recursos principales de los sistemas establecidos eran también considerados clásicamente por los forestales como "productos forestales no leñosos" (hasta una próxima reclasificación en agrícolas"15 ), pero para los campesinos estos productos eran productos de "huerto", denominación que tiene en cuenta el capital invertido en la producción: trabajo físico, reto social, medios diversos de producción.

La transformación agroforestal permite muchas veces cambiar el régimen jurídico del espacio y de los recursos que contiene, es decir, el lugar social de su control. A escala local, esta estructura agroforestal está pensada como un verdadero proceso de apropiación, que permite transformar un espacio al principio colectivo (el bosque de aldea) en tierra con régimen de apropiación más privado, bajo el control individual de un propietario o de un clan (Peluso, 1993). En las relaciones entre la colectividad local y la administración nacional, permite a los campesinos reivindicar mejor las tierras forestales frente al Estado soberano, y los derechos de propiedad, al menos consuetudinarios, sobre espacios tradicionalmente integrados en el territorio de la aldea, pero en litigio. La transformación agroforestal sirve siempre para redefinir la base de las relaciones entre las diversas categorías de agentes con respecto al acceso y al control de recursos y espacios vitales (Dove, 1995; Michon, 2000). Finalmente, esta apropiación reconocida del espacio, por el individuo que ha realizado la transformación, permite crear patrimonios de propiedad transmisibles a las generaciones futuras y constituye, por tanto, un acto fundador esencial de las familias, linajes o clanes (Mary, 1987; Michon, 2000).

La mayoría de las discusiones actuales sobre el "bosque" se centran en los aspectos estructurales, biológicos o ambientales y, en lo referente a los aspectos económicos, en su traducción contable. En todo caso, son sin duda los más fáciles de calcular. Definiciones, inventarios y evaluaciones económicas ocultan la verdadera discusión, que no es la de saber cuántos recursos forestales quedan actualmente en el mundo o cuál es su valor real o potencial. En efecto, las cuestiones que plantean estos ejemplos aldeanos de agrosilvicultura sobrepasan ampliamente las necesidades contables de inventario de los recursos leñosos a la escala de un país o región. Sobrepasan también los límites de un debate académico sobre la definición científica de un bosque. Nos remiten a la concepción misma de los diferentes sistemas de utilización de las tierras y los árboles, como un desafío de las relaciones económicas, sociales y políticas entre las diferentes categorías de agentes, ya sea entre Estados, forestales y colectividades locales, o incluso dentro de estas colectividades.


Foto 35. Producción de café bajo sombra, Costa Rica.(© Harmand/Cirad)

Las plantaciones de cafetales: ¿cómo conciliar las exigencias ecológicas y los imperativos económicos?

El cafeto Arábica (Coffea arabica) es una planta de sombra bien adaptada al clima de las montañas tropicales de América central y de México, donde se cultiva sobre todo en pequeñas explotaciones (Recuadro 36). Da sus mejores producciones, en cantidad y calidad, en las zonas húmedas cuyo período seco no pasa de cuatro meses (Álvarez et al., 1992), a una altitud superior a 1.200 metros, en suelos profundos generalmente volcánicos (IICA, 1995; Salinas, 1991). Pero muy frecuentemente, se planta en condiciones netamente menos favorables, en suelos pobres y en regiones de baja altitud, donde las precipitaciones son escasas o donde la estación seca y cálida es marcada (Galloway y Beer, 1997). En estas condiciones subóptimas para la producción de café, el cafeto está asociado a árboles de sombra, que mantienen un microclima favorable para su crecimiento y permiten diversificar la producción. Estos sistemas agroforestales complejos comprenden a veces tres estratos de vegetación (Tulet, 1992; Moguel y Toledo, 1999), en los que las plantas de cafeto están mezcladas con bananos, árboles frutales y especies forestales.

Aunque recientemente la introducción de nuevas variedades enanas, que aguantan a pleno sol y resisten la roya amarilla, ha modificado profundamente los sistemas de cultivo, llegando a veces a la eliminación total de los árboles de sombra, las plantaciones agroforestales se han mantenido en muchas regiones, donde los campesinos continúan cultivando especies leñosas y frutales en asociación con estas nuevas variedades. Estos sistemas resultan ser no sólo menos arriesgados, sino también ecológicamente más sostenibles (Vaast y Snoeck, 1999). Así, coexisten sistemas extremadamente diversificados, desde el monocultivo intensivo hasta el policultivo extensivo con árboles medicinales, frutales y leguminosas arborescentes, pasando por todos los intermedios.

Recuadro 36 .

Producción de café y superficie de las explotaciones

Los países de América latina y el Caribe atienden más de la mitad de la producción mundial de café, que fue de 6,5 millones de toneladas en 1999, produciendo Asia y África cada una entre 1,2 y 1,5 millones de toneladas. El primer productor es Brasil, seguido de Colombia, Vietnam, Indonesia, Costa de Marfil y México, con 300.000 toneladas en 1999 (FAOSTAT, 1999, citado en FAO, 2000c). América central es sobre todo famosa por la calidad de sus productos, que se benefician de una fuerte demanda en el mercado mundial, y contribuye con el 15 al 20 por ciento de la producción mundial. Guatemala, con 200.000 toneladas, es el mayor país productor de América central, delante de Honduras (164.000 toneladas), Costa Rica (147.000 toneladas), El Salvador (144.000 toneladas), Nicaragua (65.000 toneladas) y Panamá (10.400 toneladas). En estos países, el cafeto se cultiva la mayoría de las veces en pequeñas explotaciones de menos de 10 hectáreas (Cuadro 4; Rice y Ward, 1996). Las pequeñas explotaciones, con superficies inferiores a 2 ó 3 hectáreas, representan el 40 por ciento de las explotaciones de Costa Rica y el 71 por ciento de las de México (Tulet, 1993).

Cuadro 4. Sistemas de explotación y tamaño de las explotaciones, en el norte de América Latina

País

Sistemas*
(%)

Superficie total en café (x 1 000 ha)

Cafetales entre cultivos perennes (%)

Total de las Explotaciones

Pequeñas explotaciones (%)

 

trad.

interm.

técn.

 

 

 

 

México

10

73

17

669

43

275 000

98

Costa Rica

10

50

40

98

39

55 000

85

El Salvador

92

n.d.

8

165

100

35 000

79

Guatemala

45

35

20

260

50

34 000

78

Honduras

15

50

35

205

69

38 000

98

Nicaragua

56

15

29

90

43

15 000

85

Panamá

n.d.

n.d.

n.d.

25

16

31 000

94

Fuente: Rice y Ward (1996) y Estadísticas de la FAO (2000).
* en tanto por ciento de la superficie total cubierta de cafetales.
trad: tradicionales.
interm: intermedios (policultivo tradicional y comercial).
técn: tecnificados (sistema bajo sombra especializado y monocultivo sin sombra).

Diversas clases de sistemas de cafetales

En función de su diversidad, su complejidad y la intensidad de su gestión, los sistemas de cafetales se pueden clasificar en cinco categorías (Figura 4; Cuadro 4):


Figura 4. Representación de las cinco grandes clases de sistemas de cafetales en América Central y en México (adaptado de Moguel y Toledo, 1999).

Los sistemas de cultivo tradicionales predominan en El Salvador, donde, por otra parte, los cafetales representan la totalidad de las superficies con presencia de especies forestales. Los sistemas a base de policultivo son los más frecuentes en Guatemala, Honduras y Nicaragua. Los sistemas intensivos más modernos se practican en el 40 por ciento de las explotaciones de Costa Rica, aproximadamente el 20 por ciento de las de Guatemala, y alrededor del 30 por ciento de las de Honduras y Nicaragua. Las diferencias entre países son importantes, pudiendo mencionarse a este respecto que sólo el 10 por ciento de los cafetales están bajo sombra forestal en Costa Rica, frente al 90 por ciento en El Salvador. En general, los sistemas tradicionales y el policultivo predominan en las pequeñas explotaciones, mientras que en las grandes superficies de cafetales son más bien gestionadas de modo intensivo.

Numerosas especies leñosas son utilizadas como árboles de sombra permanente. Desde México (Soto-Pinto, 2000) hasta Nicaragua (Galloway y Beer, 1997), las especies más utilizadas son las del género Inga spp. Estas leguminosas fijadoras de nitrógeno tienen un crecimiento rápido y una gran capacidad de regeneración después de la poda: conservan sus hojas en la estación seca y producen leña y madera de uso doméstico. En las zonas de baja altitud, en Honduras y Nicaragua, se planta frecuentemente Gliricidia sepium, aunque tiene el inconveniente de perder sus hojas en la estación seca cálida. En Costa Rica, la leguminosa Erythrina poeppigiana es la especie de sombra más corriente por su capacidad de soportar escamondas frecuentes y fuertes. La instalación de cortavientos en los cafetales es igualmente una práctica que se ha desarrollado en muchos países, siendo numerosas las especies utilizadas: Cupressus, Eucalyptus, Croton, Cordia, entre otras (Galloway y Beer, 1997).

Múltiples ventajas ecológicas de los sistemas agroforestales de los cafetales

Desde el punto de vista ecológico, los sistemas agroforestales en cafetales presentan numerosas ventajas. En ciertos países como El Salvador, la zona cafetera constituye el principal espacio boscoso artificial. La rugosidad del paisaje, creada por el estrato arbóreo, hace al ecosistema más resistente a situaciones climáticas excepcionales, como los huracanes. Esta cubierta arbórea desempeña un papel esencial en la conservación de los suelos agrícolas, en particular en áreas inclinadas. El aporte de ramas cortadas (Recuadro 37) limita la escorrentía y enriquece continuamente el suelo en materia orgánica. Por otra parte, en un sistema con sombra, las necesidades nutritivas del cafetal son menores que a pleno sol, mientras que aumentan el reciclaje y la capacidad de retención de elementos minerales. Estos factores permiten disminuir el aporte de abonos y reducen su pérdida por lixiviación y escorrentía.

El aporte de materia orgánica al suelo y la regulación del microclima proporcionan también unas condiciones favorables para el desarrollo de una cierta biodiversidad de la fauna. Así, en Costa Rica se aprecia una fuerte diversidad de artrópodos bajo sombra (Perfecto et al., 1997), y se ha demostrado que los cacaotales y cafetales gestionados tradicionalmente albergan al menos 180 especies de aves, bastante más que las otras tierras agrícolas (Rice y Ward, 1996). El estrato arbóreo proporciona el hábitat indispensable para ciertas especies, y los sistemas agroforestales de los cafetales forman parte de un corredor biológico esencial para la conservación de la biodiversidad de la fauna. Las plantaciones mixtas (el árbol del cacao o el cafeto con bananos y agrios) y los cafetales bajo sombra reagruparían así a las tres cuartas partes de la riqueza específica de un hábitat forestal.

Estos sistemas agroforestales con base en los cafetales desempeñan el papel de sumideros de carbono bajo el punto de vista de la reducción de las emisiones de gas con efecto invernadero. Alvarado et al. (1999) dan para los sistemas agroforestales de los cafetales de Guatemala unas existencias medias de carbono, fijado en la biomasa y la cubierta muerta de los suelos forestales, del orden de 30 toneladas por hectárea.

Productividad diversificada de los sistemas agroforestales de los cafetales

Desde el punto de vista económico, los sistemas agroforestales de los cafetales presentan igualmente numerosos beneficios, asegurando los árboles un mejor equilibrio de la renta de los cultivadores de café. Así, las explotaciones que tienen una producción diversificada soportan mejor que las otras las bajadas de las cotizaciones del café (Bart 1992): en efecto, los productores tienden entonces a gestionar sus cafetales de forma menos intensiva, restringiendo sus compras de medios de producción y su recurso a la mano de obra, y a favorecer otras producciones, frutales o de huerta.

Las plantaciones bajo sombra pueden también proporcionar grandes cantidades de leña: 8,5 m3 por hectárea y año a partir de 635 árboles por hectárea para Mimosa scabrella, de 1.250 árboles por hectárea para Inga densiflora y de 330 árboles por hectárea para Gliricidia sepium (Beer et al., 1998). Las necesidades de leña de las familias justifican la presencia y el mantenimiento de estas especies leñosas en los cafetales. Ciertos árboles de sombra, como Cordia alliodora y Cedrela odorata suministran madera de construcción. Beer et al. (1998) estiman que en los países de América Central la producción comercial media de madera de Cordia alliodora varía de 4 a 15 m3 por hectárea y año. Un rodal de cien Cedrela odorata por hectárea, asociada al cafeto, produce en Turrialba, Costa Rica, un volumen comercial de 4 m3 por hectárea y año (Ford, 1979), lo que genera cada año un beneficio equivalente al 10-15 por ciento del valor de la cosecha de café. A la edad de aprovechamiento comercial, o sea entre 15 y 20 años, los árboles producen una renta que supone dos o tres cosechas anuales de café.

Si bien en la mayoría de los países está permitido cortar los árboles en los cafetales y utilizar la madera con fines domésticos, es preciso poseer un permiso para transportar y comercializar los árboles. Este permiso es difícil de conseguir, lo que disuade a los cultivadores a instalar especies de madera de construcción en sus cafetales. Sin embargo, en ciertos países la legislación ha evolucionado. En Costa Rica, por ejemplo, la nueva ley forestal de 1996 autoriza la explotación y comercialización de la madera y de los productos de los árboles procedentes de plantaciones forestales, en las que se incluyen los sistemas agroforestales. Esta legislación y la concesión de subvenciones a la reforestación han animado a muchos agricultores a sustituir la sombra tradicional de leguminosas por especies de madera de construcción con valor comercial, para diversificar sus fuentes de ingresos (Tavares et al., 1999) o constituir un ahorro.

Recuadro 37 .

Los árboles de sombra y la producción de café

Los árboles crean un microclima propicio para el crecimiento y la producción del cafeto. La sombra atenúa las variaciones de temperatura y limita el calentamiento del follaje de los cafetales y de las capas superficiales del suelo, lo que les hace menos expuestos al estrés hídrico en período seco. Permite también, al limitar la producción de los cafetales, disminuir la alternancia entre grandes y pequeñas producciones y la mortalidad precoz de las hojas ocasionada a pleno sol por cargas demasiado fuertes de fruto del cafetal. Así, la sombra juega un importante papel en la sostenibilidad del cafetal. Al fijar el nitrógeno y reciclar los elementos minerales a través de sus ramas cortadas, las especies leguminosas podadas varias veces al año mejoran la nutrición del cafetal. Según el trabajo de Vaast y Snoeck (1999), la cantidad de materia seca producida en forma de cubierta muerta o de ramas cortadas por Inga spp. o por Erythrina spp. varía de 2 a 14 toneladas por hectárea y año, lo que corresponde a una restitución al suelo de 60 a 350 kg. de nitrógeno por hectárea y año. La fijación simbiótica del nitrógeno por la leguminosa estaría comprendida entre 30 y 60 kg. por hectárea y año. En Guatemala y Costa Rica, estudios recientes (Guyot et al., 1996, Muschler, 1998) han demostrado que la presencia de árboles de sombra prolongaba el período de maduración y garantizaba una mejor calidad del café, tanto desde el punto de vista de su composición bioquímica (cafeína, materias grasas, ácido clorogénico) como de sus propiedades físicas (tamaño y densidad de los granos) y organolépticas (calidad de la bebida).

Así, los sistemas agroforestales de los cafetales de América Central y de México tienen a la vez funciones productivas y ecológicas. Mejor adaptados a las limitaciones ambientales que el monocultivo, garantizan por la diversidad de sus productos, la viabilidad económica de las explotaciones familiares y aseguran su permanencia.

Los sistemas arbóreos lineales: elementos estratégicos en la ordenación integrada del territorio

El espacio rural o urbano está, con frecuencia, organizado y estructurado por componentes leñosos regulares. Estas alineaciones responden a diversas necesidades: delimitación de la propiedad, protección contra los elementos naturales y las incursiones del ganado, preservación de la intimidad de los huertos privados, estética del paisaje, aislamiento y sombra. Ya sea en la ciudad o en el campo, estos árboles son indispensables para el paisaje y el bienestar de los habitantes.

Aunque en el medio urbano la evolución de la mentalidad garantiza su futuro, en el medio rural ocurre todo lo contrario. Estas formaciones y sus recursos están, en efecto, raramente censados en los inventarios forestales nacionales, y los cambios rápidos que se dan en la agricultura y el medio ambiente hacen temer su desaparición a corto plazo. Para preservarlas, se hace necesario considerarlas como un componente de pleno derecho de la ordenación integrada del territorio.

Diferentes tipos de sistemas lineales

Los árboles de los sistemas lineales se presentan según dispositivos de estructura, función y origen diversos, que pueden resumirse en cuatro grandes tipos.

El seto es un conjunto lineal de árboles y/o arbustos, libres o podados, de altura variable, que sirve de cierre o abrigo (IDF, 1995). En Europa, hace dos siglos, la parcelación de las grandes llanuras estuvo acompañada de la instalación de setos para formar un paisaje rural (Schmutz et al., 1996), compuesto de campos irregulares, limitados por setos, fosos y taludes con árboles, y que comprendían a veces árboles dispersos. Este paisaje tiende a desaparecer en Francia y los setos son nivelados (INRA, 1976). En África, en cambio, los setos jalonan en muchos lugares el paisaje, especialmente para garantizar la seguridad de las explotaciones (Ouattara y Louppe, 1998). En Guinea, en Fouta Djalon, los setos rodean siempre los cultivos de huerta. En el norte de Camerún y en Chad, los habitantes instalaron en otro tiempo fortificaciones vegetales para defenderse contra los invasores (Seignobos, 1980). El país Bamileké, en Camerún, es famoso por sus setos vivos alrededor de campos y senderos, y por sus setos muertos utilizados alrededor de las viviendas. En la zona saheliana, los setos de euforbias son ampliamente utilizados para luchar contra la erosión eólica. Si el seto está compuesto de altos troncos suficientemente densos para asegurar una porosidad óptima, por ejemplo los setos compuestos (Tourret, 1997), se puede asimilar a un cortavientos. En las ciudades, la creación de zonas residenciales ha favorecido la plantación de setos urbanos, la mayoría de las veces privados.


Foto 36. Paisaje rural en las Ardenas belgas en Francorchamps. (© Bellefontaine/Cirad)

El cortavientos es una alineación estrecha de árboles en los campos, que forman una malla en la parcelación agrícola (IDF, 1981). La pantalla protectora es una banda boscosa, con frecuencia natural y un poco más ancha, que se encuentra en zonas de cultivo más extensivo. Para lograr una porosidad uniforme, cuyo óptimo estaría aproximadamente en el 25 por ciento, el cortavientos debe estar constituido por una sola línea de árboles con copas uniformes y contiguas, con un subpiso de especies de matorral, que permanecen con hojas durante el período de fuertes vientos (Cornelis et al, 2000). Para ser eficaces, estos cortavientos deben estar espaciados aproximadamente 15 veces la altura media de los árboles adultos (FAO, 1986). Los cortavientos se encuentran esencialmente en paisajes con fuerte influencia humana, con agricultura intensiva (Recuadro 38). A menudo están asociados, en las zonas áridas, a las ordenaciones hidroagrícolas de los grandes ríos. Son abundantes alrededor de los huertos de frutales y se hacen cada vez más frecuentes alrededor de las parcelas de hortalizas próximas a las grandes ciudades (Louppe, 1991; Lamers et al., 1994). Siguen siendo raros en los cultivos agrícolas de secano, pero comienzan a desarrollarse en las zonas con fuerte densidad humana, especialmente para indicar la propiedad de la tierra, papel igualmente atribuido a los setos vivos. En agricultura extensiva son poco frecuentes, salvo en ciertas zonas ganaderas.

La alineación de árboles a lo largo de las carreteras, canales y líneas de ferrocarril, aparecida a mediados del sigo XIX en los países industrializados, está ligada a una política activa de urbanización y ordenación del territorio. En el medio rural, estos árboles de alineación de carreteras son actualmente viejos y su renovación apenas está garantizada por razones de seguridad. Desde hace poco, las ordenaciones rurales prevén extender los caminos vecinales sin destruir los setos más notables (Soltner, 1995). En el medio urbano, en cambio, estos árboles tienen un papel considerable, y ningún proyecto de construcción deja de tener en cuenta la ordenación de los espacios verdes.

Recuadro 38 .

Los cortavientos y el aumento de los rendimientos agrícolas

En agricultura, los cortavientos permiten aumentar los rendimientos de forma a veces espectacular: ganancias entre el 80 y el 200 por ciento se han obtenido en las regiones áridas y semiáridas de África. En Túnez, por ejemplo, los rendimientos de la patata se han multiplicado por 2, y los del tomate por 1,7; en Egipto, la producción de Trifolium se ha más que duplicado (FAO, 1986). En la región de Valence, Francia, un cortavientos de 20 m. de altura, situado transversalmente al mistral, produce una ganancia media de 10 quintales por hectárea en los 200 m. protegidos de una parcela de maíz de regadío (Schmutz, 1997). En fruticultura, los cortavientos garantizan una mejor polinización por los insectos, favorecen el cuajado de los frutos y reducen los golpes entre los frutos, lo que preserva su calidad. En Níger, en el valle de Maggia, en 10 hectáreas entre dos cortavientos de neems (Azadirachta indica), de cuatro años de edad, el rendimiento del mijo ha aumentado en un 29 por ciento (11 a 56 por ciento según la distancia al cortavientos) y en un 23 por ciento deduciendo el espacio perdido bajo los árboles, y su desarrollo vegetativo ha mejorado, con una ganancia en altura de 0,5 a 0,7 m. (Madougou et al., 1987).

La ripisilva, franja estrecha e incluso discontinua de árboles, es una formación resultante de bosques aluviales inundados excepcionalmente, de bosques de galería o de manglares que han sido desmontados, drenados y puestos en cultivo. Situada en las proximidades del agua, está regularmente inundada. Su composición florística y su extensión dependen de los desbordamientos y de los desagües superficiales y freáticos. Protege las orillas de la erosión, gracias a las múltiples especies adaptadas a estos medios especiales y a la potencia de sus sistemas radiculares. La ripisilva es muchas veces objeto de discusiones contradictorias entre agricultores, pescadores y cazadores.

Funciones de los sistemas lineales

Las ventajas que proporcionan los árboles fuera del bosque en sistemas lineales se derivan de sus papeles ecológicos y paisajísticos (lucha contra la erosión eólica y pluvial, regulación de las crecidas de los ríos, depuración de las aguas, lucha contra la contaminación del aire, enriquecimiento del paisaje), y también de sus funciones socioeconómicas (enmallado intersticial en las aglomeraciones urbanas, delimitación de las propiedades privadas, valorización del patrimonio, producción de madera o forraje, creación de empleo en la zona rural o urbana).

Dispuestos perpendicularmente a la máxima pendiente, las alineaciones de árboles y arbustos en los campos reducen la escorrentía y la erosión hídrica (Pérez et al., 1997). Favorecen la infiltración del agua de lluvia mejorando la porosidad del suelo y desempeñan así, en cierta medida, un papel regulador de las crecidas de los ríos. En el caso de los cordones o franjas boscosas ribereñas, lo más apreciable es la rugosidad con relación a los desagües en período de crecidas: las alineaciones son capaces de frenar la corriente y disminuir metro a metro la energía del curso de agua, limitando así los efectos devastadores de las crecidas (Ruffinioni, 1997). Para que cumplan mejor este papel de freno vegetal, estas alineaciones deben estar constituidas por especies autóctonas de enraizamiento profundo (y no por especies exóticas que tienen el peligro de descalzarse, caer después al río y formar barreras bajo los puentes) y desprovistas de árboles socavados16 . Son convenientes sobre todo en riberas de pendiente suave y regular (Lachat et al., 1994).

Por su función de tampón, las ripisilvas que separan los medios acuáticos de los terrenos agrícolas reducen la contaminación y son por tanto financieramente interesantes a corto plazo (Recuadro 39). En el sur de Suecia, por ejemplo, el precio de la tierra varía de 18.000 a 30.000 F por hectárea, y el coste de su descontaminación se estima en 150 F por kilo de nutrientes (fosfatos y nitratos combinados), o sea 8.200 a 13.000 F por hectárea y año (Petersen et al., 1992). La instalación de una franja boscosa de 10 m. de anchura en las márgenes del río sería una operación rentable al cabo de tres años, habida cuenta de la capacidad de autodepuración de la vegetación (Stroffek et al., 1999).

Las alineaciones tienen igualmente un papel en la protección de la fauna. Las ripisilvas albergan una gran riqueza biológica, sirven como lugar de desove de peces y crustáceos y, gracias a su sombra que limita el desarrollo de la flora acuática, reducen los problemas de eutrofización. Las alineaciones de árboles albergan una rica fauna subterránea: en Costa de Marfil, por ejemplo, la población de lombrices y termitas es considerablemente más elevada bajo un cortavientos, constituido por una simple línea de Acacia mangium de 6 años de edad, que bajo un barbecho herbáceo de Pueraria, y sobre todo bajo un cultivo de cacahuete (Ouattara, citado por Louppe et al., 1996). Asimismo, el paisaje rural constituye un medio indispensable para la supervivencia de numerosas especies animales: insectos, roedores, aves. Las redes ininterrumpidas de setos, cortavientos y ripisilvas, sobre todo compuestas de varias líneas de árboles, sirven de corredor de desplazamiento a la fauna entre los bosques y los puntos de agua. Finalmente, las alineaciones de árboles están muchas veces enriquecidas por especies leñosas espontáneas, transportadas por zoocoria, que vienen a incrementar la biodiversidad de estos ecosistemas.

Las alineaciones de árboles tienen, con frecuencia, por función proteger las infraestructuras contra el viento, la lluvia, el frío y el sol. Éste es frecuentemente el caso de las instalaciones ganaderas: las alineaciones dispuestas alrededor de las naves permiten regular la temperatura, y las situadas alrededor de los prados limitan el viento, lo que incrementa los intercambios energéticos de los animales y tiene una acción indirecta sobre los recursos alimentarios disponibles (FAO, 1986).

Pero las alineaciones cumplen también funciones productivas: ciertos setos, instalados para controlar los desplazamientos de los animales, pueden ser además forrajeros. En Indonesia, Gliricidia sepium plantado con los tallos muy próximos, forma un cercado vivo cuyos productos de poda son forrajeros. En Vanuatu, los postes vivos del cercado de burao (Hibiscus tiliaceus) se podan cada año y las hojas se dejan para los bovinos. Cuando los ganaderos tienen medios financieros, las plantaciones de árboles forrajeros al borde de los campos (Kleinn y Morales, 2000) sirven igualmente de bancos forrajeros durante los períodos más difíciles, según un sistema de alimentación relativamente intensivo del ganado con forraje en verde, muy corriente en el sudeste asiático y ciertas regiones de África Oriental. Por último, los sistemas lineales de árboles contribuyen a la producción de leña, madera de construcción y madera de trituración (Recuadro 40).

El futuro de los sistemas arbóreos lineales: hacia una gestión integrada a largo plazo

Si bien en la ciudad las asociaciones de ciudadanos han impuesto un seguimiento de los árboles que les asegura una cierta permanencia, en el campo, la gestión de los árboles fuera del bosque depende la mayoría de las veces de una gestión personal del agricultor o del ganadero. El derecho de acceso al recurso está relacionado aquí con el derecho de propiedad, aunque en ciertos países son necesarias autorizaciones administrativas para explotar y comercializar las especies valiosas. Para garantizar la permanencia de los sistemas arbóreos lineales, es indispensable estudiar su gestión a largo plazo con el conjunto de los agentes afectados en el marco de una ordenación integrada del territorio.

Recuadro 39 .

Depuración de las aguas por las ripisilvas

Las ripisilvas, setos y cortavientos juegan un papel nada despreciable en la depuración de las aguas por lixiviación de los fosfatos, nitratos y pesticidas de los suelos, a condición de que estén situadas transversalmente a las pendientes, aunque sean muy suaves. Así, una joven ripisilva puede extraer como media 0,38 g. de nitrógeno por día y metro cuadrado, o sea 38 veces más que una pradera pastada (Ruffinoni, citado por Balent, 1996). En un tramo del Garona de 120 km., se estima que la rehabilitación de una ripisilva arbórea de 50 m. de anchura permitiría reducir en 5,6 toneladas diarias, durante el período vegetativo, la aportación de nitrógeno de las capas aluviales al río.

De los 2 millones de kilómetros17 de seto probablemente existentes en Francia en el apogeo del paisaje rural, cerca del 65 por ciento, o sea 1,3 millones de kilómetros, han sido destruidos a lo largo del siglo XX, después de la concentración de las tierras agrícolas. En Inglaterra y Escocia, el sistema lineal ha disminuido un 25 por ciento entre 1946 y 1974, y en Irlanda el 14 por ciento entre 1937 y 1982 (Pointereau y Bazile, 1995). La regresión puede ser rápida y perjudicial. Para remediar esta situación, ciertos países han desarrollado unos sistemas de seguimiento y protección, teniendo en cuenta los deseos de los diferentes agentes (Recuadro 41). Pero la elección de un modelo de gestión depende ante todo del contexto social, muy especialmente cuando se trata de la gestión de un bien colectivo, cuya responsabilidad no es siempre bien percibida por los cultivadores agrícolas (Jégat, 1994). Los setos constituyen un triunfo para la colectividad (Touret, 1999).


Foto 37. Función de tampón de una ripisilva del valle del Alagnon en Auvergne, Francia. (© Bellefontaine/Cirad)

Recuadro 40 .

Productividad leñosa y alimentaria asociada a las plantaciones en alineación

La leña procedente de los setos es, en gran parte, de autoconsumo (Pointereau, citado por Balent, 1996). Así, en Normandía (Francia), es corriente recoger 3 toneladas de materia seca por kilómetro y año. El orden de magnitud es el mismo en Loire-Atlantique, con 25 a 30 estéreos por año, es decir, un crecimiento anual medio de 0,5 a 0,7 estéreos por 100 m. para un turno de 15 años (Jégat, 1994). La producción de leña de los setos permite obtener como media 1,5 TEP por año y kilómetro de seto, o sea 8 estéreos de "madera gruesa" y 6 m3 de madera troceada, o el 70 y 30 por ciento de la energía producida. Esta fuente de energía es importante (Pointereau y Bazile,1995). Las fases adultas del bosque aluvial de las llanuras renanas de Alemania, con 17 a 18 toneladas de materia seca por hectárea y año, presentan la mayor productividad primaria neta de Europa (Stroffek et al., 1999). En zonas tropicales secas, las ordenaciones hidroagrícolas han abierto nuevas perspectivas utilizando el árbol para valorizar las aguas de drenaje o de percolación: se han implantado cortavientos, bosquetes y pantallas protectoras en zonas demasiado difíciles para ser aprovechadas por la agricultura. En Senegal, en los perímetros del valle del río, la producción de una línea de Eucalyptus camaldulensis varía de 12 a 22 m3 por kilómetro y año en 3,5 años, y alcanza 11,5 m3 por kilómetro y año en 6 años, a pesar de un 50 por ciento de mortalidad (Harmand, 1988). En las regiones subtropicales, setos de dos hileras instalados para proteger el algodón en regadío, producen 30 m3 por kilómetro y año, para la primera hilera de Eucalyptus cortada a los 15 años, y 15 m3 por kilómetro y año para la segunda hilera paralela de Casuarina cortada a los 20 años (FAO, 1986). En Níger, en el valle de Maggia, sin riego pero con una capa freática poco profunda, el desmoche progresivo de un cortavientos a 2,5 metros del suelo cada cuatro años proporciona como ingresos a los campesinos: 1 km. de neem, o sea 225 árboles explotables, puede suministrar 110 m3 de madera que satisfacen las necesidades de 220 personas durante un año (Madougou et al., 1987).

Un amplio trabajo institucional se abre a los gestores preocupados por el futuro de los sistemas arbóreos lineales: inventariar los dispositivos, los usos tradicionales y las experiencias locales recientes y señalar su alcance práctico, sus puntos positivos y sus insuficiencias; para algunos países, presentar propuestas de ley o modificaciones legislativas o reglamentarias para oficializar las soluciones más adecuadas, y experimentar las nuevas ideas. El establecimiento de una verdadera política de gestión ambiental de los paisajes rurales y urbanos se ha convertido en una necesidad en el siglo XXI. La consideración del régimen de propiedad de los árboles fuera del bosque dispuestos en alineaciones, la formación de los agentes económicos que gestionan un bien común al conjunto de los habitantes de un territorio, y las ayudas (facilidades financieras y fiscales, subvenciones adecuadas en el marco de una acción concertada y sostenimiento de un mercado de la madera y otros productos) evitarán que estos sistemas sean marginados (Recuadro 42).

Recuadro 41 .

Las bolsas de árboles en Francia

La concentración de las tierras agrícolas, muchas veces impuesta a los cultivadores, lleva consigo generalmente la desaparición de setos y paisajes rurales. Para mantener este capital leñoso, el Instituto del Desarrollo Forestal (IDF, 1995) ha establecido en Francia una bolsa de intercambio de árboles, paralela al intercambio de parcelas. El principio es garantizar que los propietarios encuentren después del intercambio un capital de propiedad y leñoso equivalente, en plena propiedad, usufructo o nuda propiedad. Para el propietario, en efecto, es grande la tentación de cortar el material en pie antes de la concentración. Los procedimientos de estímulo se basan en la adhesión de los propietarios y el respeto de las normas. Cada árbol aislado o alineado es contabilizado y se le atribuye un valor. Para la madera de construcción, se tienen en cuenta la especie y el volumen de madera aprovechable. Para la leña, el valor de referencia es el de un estéreo de roble en pie con fácil acceso (IDF, 1995; Pivot et al., 1995). Algunos propietarios reciben un valor de madera superior al que han abandonado, previéndose entonces ciertas modalidades de compensación. En el caso contrario, reciben una compensación en dinero o en especie en forma de leña.


Foto 38. Olivar protegido por un cortavientos de ciprés en Volubilis, Marruecos. (© Bellefontaine/Cirad)

Recuadro 42 .

Los cortavientos en el valle de Maggia, en Níger

Las pendientes de la cuenca hidrográfica del valle de Maggia, que comenzaron a ser deforestadas hacia 1930, han sido progresivamente desecadas por los vientos fuertes y persistentes durante la estación seca. Para proteger las tierras del valle y el medio ambiente de la cuenca, se plantaron en 1975 los primeros cortavientos, principalmente en forma de dos hileras de neems: que constituían un bien colectivo en los campos privados. En 1987, se habían plantado más de 420 km. de cortavientos, con más del 72 por ciento de la plantación realizada en 3 años (Madougou et al., 1987). Para los agricultores, los cortavientos han constituido más bien una incomodidad. Entonces se ha planteado el problema de saber a quién correspondían los productos (postes, madera de uso doméstico, leña, forraje, frutos con propiedades insecticidas), a quién pertenecían los árboles y cómo se debían explotar para asegurar su supervivencia a pesar del pastoreo de libre acceso durante la estación seca. Al principio, los agricultores habían dejado que el servicio forestal estableciera una jurisdicción especial. Los ribereños estaban persuadidos de que los árboles plantados pertenecían a la Administración y que no obtendrían de ellos más que una mejora del rendimiento de sus cultivos bajo el viento. Los neems, cuya plantación había sido realizada conjuntamente por los propietarios de los terrenos y por obreros remunerados, eran considerados por algunos como propiedad privada durante la estación de los cultivos, y como propiedad común de libre acceso el resto del año. Pero en la actualidad, son muchos los que piensan que los cortavientos están condenados a desaparecer si no se garantiza durante todo el año una protección eficaz de los productos. La guardería podría autofinanciarse mediante la venta de productos, y los pastores trashumantes podrían estar asociados a esta protección.


15 En las estadísticas indonesias, entre los productos principales de los agrobosques, el damar, los rotenes y la canela son todavía "productos forestales no leñosos", mientras que la nuez moscada, el clavo y el benjuí son productos de origen agrícola. Se discute la situación de la hevea: actualmente se considera como un producto de plantación, pero se trata de reclasificarla en los productos forestales. Esta reclasificación pondría administrativamente los millones de hectáreas de plantaciones campesinas bajo la tutela del Ministerio de Bosques.

16 Bajo la presión de las crecidas, la parte superior del enraizamiento de los árboles se desnuda por la erosión, pero el árbol sigue vigorosamente sujeto en la orilla.

17 Se ha acordado asimilar 1 km. de seto (con una influencia en el suelo de 10 m. de anchura) a una hectárea de bosque (INRA, 1976). Para Schmutz et al. (1996), la superficie de las plantaciones lineales se obtiene multiplicando su longitud por 5 m. para los setos constituidos por especies arbustivas, y por 10 m. para los setos de árboles con fuste alto.

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