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Capítulo 4. Conclusiones


Los beneficios de la AC varían desde el apoyo a la producción agrícola básica para satisfacer las necesidades de seguridad alimentaria de una forma sostenible, al apoyo, de una forma global, de la biodiversidad terrestre y del suelo, finalizando por la fijación de carbono. La revisión del pensamiento actual sobre estos beneficios sugiere que la expansión de la AC dentro de las diferentes zonas agroecológicas es muy adecuada desde un punto de vista social.

Sin embargo, la rentabilidad financiera de la AC es incierta. Aunque parece haber una pequeña ventaja comparativa en los costos sobre las prácticas convencionales, en términos generales, es probable que los resultados fluctúen ampliamente de un lugar a otro, con multitud de estudios que muestran que la AC es incluso menos rentable. Existen también diferencias en el análisis de experiencias en países desarrollados frente a los países en desarrollo, con ejemplos en zonas montañosas tropicales en el último grupo que demuestran las diferentes ventajas de la AC debido a su enfoque más completo y a sus mejores condiciones agro-climáticas. En contraste, los resultados de las experiencias en áreas templadas se deben tomar con cierta cautela ya que el enfoque de la AC promovido es menos intensivo y cualquier ventaja en el coste será probablemente insuficiente para generar los niveles de adopción y difusión justificados desde una perspectiva social. En parte, esta situación se da porque los agricultores no pueden disfrutar de los muchos beneficios nacionales y globales de la AC.

Considerando esta divergencia entre los intereses sociales y privados, las intervenciones que promueven las técnicas agrícolas más sostenibles se justifican en un contexto social y en el ámbito tanto nacional como internacional. Sin embargo, la AC no es la única técnica de conservación de suelos y aguas que puede generar los beneficios citados anteriormente. Por tanto, es necesario situar la AC dentro de una gama más amplia de alternativas a las prácticas agrícolas convencionales. De modo alentador, la AC es representativa de un grupo de prácticas agronómicas de mejora, que son generalmente más rentables que las tecnologías de conservación de agua y suelos con las que compiten, habitualmente más estructurales o puramente fitotécnicas en naturaleza.

Si los enfoques del tipo de la AC son preferibles a otras alternativas, en ese caso la ayuda económica podría parecer una respuesta política apropiada a fomentar. Sin embargo, es poco probable que este ejercicio llene el vacío existente entre los niveles de adopción socialmente deseables y el comportamiento del agricultor actual. Existen otros factores que afectan también a la adopción. Por ejemplo, muchos de estos factores de influencia son estadísticamente significativos en modelos que intentan explicar el comportamiento actual de la adopción (en oposición a las discusiones generales con falta de apoyo empírico). Estos otros factores son el resultado de diferentes objetivos de manejo agrícola, y barreras o limitaciones fundamentales que inhiben una respuesta a señales de beneficio. En algunos casos, es la dimensión colectiva más que la privada, la que es crítica para el éxito de la adopción. Parece haber una correlación entre los niveles más altos de capital social y el éxito en estas situaciones. Por tanto, la promoción de la AC debe comenzar con la identificación de todos los factores que impiden la adopción y no simplemente una falta de beneficios financieros netos.

La política ha sido también un factor determinante importante para explicar la pasada adopción o la no adopción. Las posturas políticas han sido, en ocasiones, débiles y poco efectivas en la promoción de la AC. Buena parte del éxito de la difusión de la tecnología ha sido debido al apoyo procedente de las corporaciones privadas, la formación y gestión de los grupos de agricultores y otros senderos no gubernamentales. Además, ha habido políticas contradictorias que han operado con frecuencia con objetivos contrapuestos, incentivando y desincentivando la AC al mismo tiempo. A pesar de estas deficiencias, existen ejemplos de medidas políticas con éxito, que incluyen programas de escisión «verdes» en Europa y programas de cuidado de la tierra de cultivo, como el programa Landcare en Australia.

El análisis anterior contiene implicaciones para los políticos. Por otra parte, la asunción de que la AC se extenderá por sí misma en una forma deseable no es apropiada. Por otra parte, tampoco sería realista una política uniforme que satisfaga las necesidades de diferentes áreas, aunque consista en intervenciones directas o incentivos más indirectos que sean resultado de la investigación y el desarrollo, o de una mezcla de ambos. El diseño de políticas con éxito para promover la AC se debería iniciar con un completo entendimiento de las condiciones de la explotación. Dicho entendimiento necesita incluir objetivos de manejo, actitudes ante el riesgo y voluntad para realizar compensaciones entre el cuidado de la tierra y los beneficios. El siguiente paso es el diseño cuidadoso de programas que tengan en cuenta las áreas de localización y una gama de herramientas políticas. La flexibilidad es seguramente un elemento clave en el diseño de una política para promover la AC.

Un área donde podrían ser útiles políticas más uniformes es en el desarrollo del capital social y en la promoción de las condiciones precursoras para una acción colectiva. Por ejemplo, los beneficios del capital social de los enfoques del grupo de extensión están probablemente poco reconocidos. Dada la demostrada importancia que tienen los grupos de agricultores y la diseminación de la información en el éxito de la difusión de la AC, los esfuerzos para fortalecer las condiciones que permiten fomentar estas actividades pueden generar grandes dividendos.

En la concepción de políticas apropiadas relacionadas con la AC y, más en general, con la agricultura sostenible, hay una necesidad de mejora del análisis político y la información en la toma de decisiones. El desarrollo de indicadores de desarrollo que pueden mostrar más claramente los beneficios de la AC sobre sus alternativas es un paso. Las mejoras similares son alcanzables en un ámbito de análisis económico. Por ejemplo, la incorporación del agotamiento del capital natural en estudios de prácticas agrícolas convencionales puede ayudar a evidenciar las limitaciones de estas técnicas. Finalmente, un enfoque de sistemas integrados de explotación podría constituir la base más apropiada para el análisis financiero de la AC, ya que dicho enfoque recoge la gama completa de respuestas que los agricultores realizan cuando eligen adoptar una nueva técnica como la AC. Además, se pueden incorporar las diferentes opciones disponibles para los agricultores al realizar dicha elección, algo que no es posible en una comparación simplista entre laboreo convencional y AC.


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