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PARTE I
La biotecnología agrícola:
¿una respuesta a las necesidades de los pobres?

 

Sección A: Marco para el debate

1. ¿Puede la biotecnología satisfacer las necesidades de los pobres?

Introducción y panorama general

La biotecnología aplicada a la agricultura y la alimentación, especialmente la ingeniería genética, se ha convertido en el centro de una «retórica de guerra mundial» (Stone, 2002). Los partidarios de la ingeniería genética la aclaman como un instrumento fundamental para hacer frente a la inseguridad alimentaria y la malnutrición en los países en desarrollo y acusan a sus adversarios de «crímenes contra la humanidad» por demorar la aprobación reglamentaria de unas innovaciones que podrían salvar vidas humanas (Potrykus, 2003). Quienes se oponen a ella sostienen que la ingeniería genética provocará una catástrofe ambiental, agravará la pobreza y el hambre y dará lugar a que las empresas se adueñen de la agricultura tradicional y del suministro mundial de alimentos. Acusan a los partidarios de la biotecnología de «engañar al mundo» (Five Year Freeze, 2002). En esta edición de El estado mundial de la agricultura y la alimentación se examinan los datos científicos y económicos actualmente disponibles sobre la capacidad potencial de la biotecnología agrícola, y en particular de la ingeniería genética, para satisfacer las necesidades de las personas pobres

La agricultura del siglo XXI se enfrenta con problemas sin precedentes. En los 30 años próximos habrá que alimentar a otros 2 000 millones de personas con una base de recursos naturales cada vez más frágil. Más de 842 millones de personas, la mayoría de las cuales viven en zonas rurales de países pobres, sufren hambre crónica, y otros muchos millones padecen carencias de micronutrientes, forma insidiosa de malnutrición causada por la mala calidad de la alimentación habitual o por la falta de diversidad de ésta. La Revolución Verde nos enseñó que una innovación tecnológica -semillas de mayor rendimiento e insumos para hacerlas crecer- puede reportar enormes beneficios a las personas pobres al aumentar sus ingresos y reducir los precios de los alimentos. Este círculo virtuoso de aumento de la productividad, mayor eficiencia, mejora del nivel de vida y crecimiento económico sostenible ha permitido salir de la pobreza a millones de personas (Evenson y Gollin, 2003). Pero son muchos los que permanecen atrapados en la agricultura de subsistencia. ¿Puede llegar la Revolución Genética a quienes se han quedado rezagados?

Al mismo tiempo, una población mundial en vías de rápida urbanización exige a la agricultura una variedad mayor de atributos de calidad, no sólo en lo que respecta a los productos en sí, sino también a los métodos empleados para producirlos. El sector agrícola tendrá que responder a esa exigencia sin recurrir a la fórmula tradicional de aumentar los rendimientos, y tomando además en consideración la protección del patrimonio ecológico común, las preocupaciones de los consumidores por la inocuidad y calidad de los alimentos y la mejora de los medios de subsistencia rurales, tanto en el Norte como en el Sur. Tal vez esa retórica de guerra nos está impidiendo mantener un debate más razonable sobre los peligros y oportunidades que ofrece la biotecnología.

Existen indicios alentadores de que la biotecnología (Recuadro 1) puede ayudar a hacer frente a esos retos. La biotecnología permite superar las limitaciones de producción más problemáticas o difíciles de resolver con los métodos de mejoramiento tradicionales. Permite acelerar los programas convencionales de mejoramiento y ofrecer a los agricultores material de plantación libre de enfermedades. Permite crear cultivos resistentes a plagas y enfermedades, en sustitución de productos químicos que son perjudiciales para el medio ambiente y la salud humana, y ofrece instrumentos de diagnóstico y vacunas que ayudan a combatir enfermedades de los animales de efectos devastadores. Permite mejorar la calidad nutricional de alimentos básicos como el arroz y la yuca y crear nuevos productos con fines sanitarios e industriales.

Pero la biotecnología no es una panacea. No puede subsanar las deficiencias de la infraestructura, los mercados, la capacidad de mejoramiento, los sistemas de distribución de insumos y los servicios de extensión que obstaculizan todos los esfuerzos por promover el crecimiento agrícola en las zonas pobres y remotas. Puede que algunos de estos problemas sean más difíciles de resolver en el ámbito de la biotecnología que en el de otras tecnologías. Las tecnologías aplicadas a semillas, como la resistencia transgénica a insectos, pueden ser más fáciles de utilizar por pequeños agricultores con escasos recursos que tecnologías complicadas para cultivos que requieren otros insumos o complejas estrategias de gestión. Por otra parte, algunos conjuntos de biotecnologías, especialmente las que se utilizan en los sectores ganadero y pesquero, requieren ciertas condiciones institucionales y administrativas para poder funcionar correctamente, por lo que tal vez no sean eficaces para los pequeños productores con pocos recursos.

Las preocupaciones que suscitan los cultivos transgénicos en relación con la inocuidad y la reglamentación constituyen un importante obstáculo para los países en desarrollo, porque muchos de ellos carecen del marco reglamentario y la capacidad técnica necesarios para evaluar esos cultivos y responder a las reclamaciones contrapuestas que les acompañan. Aunque la comunidad científica internacional ha determinado que los alimentos obtenidos de cultivos transgénicos que se encuentran actualmente en el mercado pueden ser consumidos sin riesgo, también reconoce que algunas de las nuevas transformaciones en las que intervienen múltiples transgenes pueden requerir procedimientos suplementarios de análisis de riesgos para determinar su inocuidad. No hay consenso entre los científicos en cuanto a los peligros que entrañan los cultivos transgénicos para el medio ambiente, pero sí hay un acuerdo general en que al evaluar estos productos se deben comparar dichos peligros con los que se derivan de la agricultura convencional. También hay un amplio consenso en que los cultivos transgénicos deben ser evaluados caso por caso, como se hace con los productos farmacéuticos, teniendo en cuenta el cultivo, la característica y el sistema agroecológico en cuestión. Puesto que sólo se han evaluado los efectos ecológicos de unos pocos cultivos transgénicos en regiones tropicales, es necesario realizar más investigaciones sobre esta cuestión.

Se están realizando actividades de investigación y desarrollo públicas y privadas en relación con más de 40 cultivos transgénicos en todo el mundo y se están estudiando docenas de innovaciones, pero es evidente que se están dejando de lado los problemas de las personas pobres. A excepción de unas pocas iniciativas aisladas, no hay programas importantes, ya sean del sector público o privado, que aborden los problemas fundamentales de las personas pobres o que se centren en los cultivos y animales de los que éstas dependen. Es necesario un esfuerzo internacional concertado para que se tengan en cuenta las necesidades tecnológicas de las personas pobres y se eliminen los obstáculos a su acceso a las tecnologías.

RECUADRO 1
Alcance del presente informe

La biotecnología agrícola abarca una variedad de instrumentos de investigación que emplean los científicos para comprender y manipular la estructura genética de los organismos con miras a su utilización en la agricultura, la ganadería, la silvicultura o la pesca. El concepto de biotecnología es mucho más amplio que el de ingeniería genética; comprende también la genómica y la bioinformática, la selección con ayuda de marcadores, la micropropagación, el cultivo de tejidos, la clonación, la inseminación artificial, el trasplante de embriones y otras tecnologías. Sin embargo, la ingeniería genética, especialmente la aplicada a los cultivos, es el sector de la biotecnología que afecta más directamente a la agricultura en los países en desarrollo y que suscita mayores problemas normativos y preocupaciones en la opinión pública. Es también un sector en que se está empezando a disponer de un conjunto de datos económicos sobre las consecuencias de la biotecnología para las personas pobres. Por esa razón, aunque en este informe se mencionan brevemente todos los instrumentos y aplicaciones de la biotecnología agrícola, se presta más atención, especialmente en el Capítulo 2, a los cultivos transgénicos y a su repercusión en la población pobre de los países pobres. Será tanto o más difícil que otras aplicaciones de la biotecnología en sectores como la ganadería, la pesca o la silvicultura resuelvan muchos de los problemas para conseguir que las personas pobres se beneficien de los cultivos transgénicos. Para más información acerca del programa de trabajo de la FAO en la esfera de la biotecnología agrícola, véase su sitio Web sobre este tema en la siguiente dirección: http://www.fao.org/biotech/index.asp?lang=es

Principales enseñanzas del presente informe

La biotecnología -incluida la ingeniería genética- puede beneficiar a los sectores pobres de la población con dos condiciones: que se realicen las innovaciones adecuadas y que los agricultores pobres de los países pobres tengan acceso a ellas de manera rentable. Hasta la fecha esas condiciones sólo se han cumplido en unos pocos países en desarrollo.

La biotecnología debería formar parte de un programa integrado y amplio de investigación y desarrollo agrícolas que dé prioridad a los problemas de las personas pobres. La biotecnología puede complementar, pero no sustituir, la investigación en esferas como la fitogenética, el manejo integrado de plagas y nutrientes, la zoogenética, los piensos y los sistemas de lucha contra enfermedades de los animales.

El sector público -países en desarrollo y desarrollados, donantes y centros internacionales de investigación- debería destinar más recursos a la investigación agrícola, incluida la biotecnología. La investigación del sector público es necesaria para abordar los bienes públicos de los que el sector privado haría caso omiso y estimular la competencia en los mercados de tecnología.

Los gobiernos deberían crear incentivos, instituciones y condiciones propicias para la investigación, el desarrollo y el empleo de la biotecnología agrícola en los sectores público y privado. Se deberían fomentar las asociaciones entre ambos sectores y otras estrategias innovadoras para movilizar la investigación sobre tecnologías y el acceso de las personas pobres a éstas.

Se deberían reforzar y racionalizar los procedimientos reglamentarios para garantizar la protección del medio ambiente y de la salud pública, así como la transparencia, previsibilidad y fundamento científico del proceso. Para fortalecer la confianza de consumidores y productores, es imprescindible que haya una reglamentación idónea: una reglamentación que duplica u obstruye el trabajo resulta costosa y ha de ser evitada.

La creación de capacidad en materia de investigación agrícola y cuestiones reglamentarias relacionadas con la biotecnología debería ser prioritaria para la comunidad internacional. La FAO ha propuesto un importante programa destinado a proporcionar a los países en desarrollo los conocimientos y aptitudes necesarios para que puedan tomar sus propias decisiones con respecto a la utilización de la biotecnología.

Resumen del informe

El Capítulo 2 analiza los límites de la biotecnología agrícola y la sitúa en el contexto más amplio de los objetivos de producción, conservación y ordenación que persiguen los investigadores. La mayor parte de las polémicas suscitadas por la biotecnología se centran en los cultivos transgénicos, pero esas innovaciones sólo representan una minúscula fracción de las posibilidades técnicas que ofrece la biotecnología aplicada a la agricultura, la ganadería, la silvicultura y la pesca. La ingeniería genética amplía de manera más precisa instrumentos de mejoramiento utilizados durante decenios a la vez que se desvía radicalmente de los métodos convencionales. Lo que le confiere a la ingeniería genética su enorme potencial y hace que sea tan controvertida es su capacidad para transferir genes superando las barreras entre especies.

El Capítulo 3 recuerda cómo contribuyó la investigación pública a escala nacional e internacional a la creación de las tecnologías que produjeron la Revolución Verde. Por el contrario, la mayoría de las investigaciones sobre cultivos transgénicos están siendo realizadas por empresas transnacionales privadas. Esto tiene importantes consecuencias para el tipo de investigaciones que se están realizando y los productos que se están obteniendo. Las tendencias de la investigación y los datos sobre comercialización confirman que se están dejando de lado los cultivos y las características de interés para las personas pobres. En 2003, seis países (la Argentina, el Brasil, el Canadá, China, los Estados Unidos y Sudáfrica), cuatro cultivos (el maíz, la soja, la nabina/colza y el algodón) y dos características (la resistencia a insectos y la tolerancia a herbicidas) representaban el 99 por ciento de la superficie mundial plantada de cultivos transgénicos. Esos mismos cultivos y características son el centro de la mayoría de las investigaciones sobre cultivos transgénicos que se están realizando en los sectores público y privado de los países desarrollados y en desarrollo. Una de las principales limitaciones con que se enfrentan los países en desarrollo para adoptar y adaptar las innovaciones biotecnológicas realizadas en otras partes es su falta de capacidad nacional en materia de investigación agrícola.

En el Capítulo 4 se examinan los datos actualmente disponibles sobre los efectos socioeconómicos de la adopción de cultivos transgénicos, especialmente en los países en desarrollo. A excepción de los obtenidos en China, todos los cultivos transgénicos comercializados hasta ahora han sido creados y distribuidos por empresas privadas. Ahora bien, algunos de esos cultivos, especialmente el algodón resistente a insectos, están reportando considerables ganancias económicas a los pequeños agricultores, así como importantes beneficios sociales y ambientales, gracias al cambio en la utilización de productos químicos. Los datos de que se dispone parecen indicar que los pequeños agricultores tienen las mismas probabilidades de beneficiarse de la adopción del algodón transgénico que los grandes productores. También apuntan a que, pese a los temores de que las empresas controlen el sector, los agricultores y consumidores están recibiendo de momento una parte de los beneficios económicos de los cultivos transgénicos mayor que la obtenida por las empresas que los han creado y comercializado. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que estos datos únicamente se refieren a dos o tres años y a un número relativamente pequeño de agricultores de unos pocos países. Puede que estas ganancias a corto plazo no se mantengan cuando un número mayor de agricultores adopten las tecnologías. El tiempo y unos estudios más cuidadosamente concebidos dirán qué beneficios producen los cultivos transgénicos y cómo se distribuyen esos beneficios.

En el Capítulo 5 se analizan las preocupaciones y datos científicos relativos a los cultivos transgénicos y se resumen los puntos en que la comunidad científica internacional ha llegado a un acuerdo. Los científicos han determinado que los productos transgénicos que se encuentran actualmente en el mercado pueden consumirse sin riesgo, aunque recomiendan su seguimiento constante y coinciden en que productos más recientes y complejos podrían requerir procedimientos suplementarios para determinar su inocuidad. Los posibles efectos de los cultivos transgénicos sobre el medio ambiente suscitan mayores divergencias entre los científicos. Por lo general, éstos están de acuerdo en los tipos de peligros existentes, pero discrepan en cuanto a su probabilidad y gravedad. Hasta la fecha, no se ha observado sobre el terreno ninguno de los principales peligros para el medio ambiente potencialmente relacionados con los cultivos transgénicos. Los científicos coinciden en que cada cultivo transgénico debe ser evaluado por separado, teniendo en cuenta el producto, la característica y el sistema agroecológico en que se distribuirá. También coinciden en que la reglamentación debe tener un fundamento científico, si bien el buen juicio y el diálogo son elementos fundamentales en cualquier marco reglamentario basado en principios científicos. La armonización internacional, por ejemplo a través de la Comisión del Codex Alimentarius (CAC) o de la Convención Internacional de Protección Fitosanitaria (CIPF), puede atenuar las tensiones internacionales en esta esfera. Los países en desarrollo deben reforzar su capacidad nacional para reglamentar esos cultivos y cumplir sus obligaciones nacionales e internacionales.

En el Capítulo 6 se estudian las posiciones de la opinión pública mundial sobre el empleo de la biotecnología en la agricultura y la alimentación. Aunque se llegue a un acuerdo sobre cuestiones científicas o reglamentarias, la ingeniería genética aplicada a la agricultura y la alimentación no podrá obtener resultados satisfactorios si el público no está convencido de su inocuidad y utilidad. Las opiniones sobre estos temas varían mucho entre países y dentro de ellos, pero un cuidadoso examen de datos de encuestas comparables a nivel internacional revela que en todos los países el público tiene opiniones matizadas acerca de la biotecnología y que establece diferencias entre tecnologías y aplicaciones en función de cómo percibe su utilidad y aceptabilidad. Son muy pocas las personas que adoptan una posición doctrinaria en favor o en contra de todo tipo de biotecnologías. Algunos han propuesto el etiquetado como medio para salvar las diferencias de opinión acerca de la aceptabilidad de los alimentos transgénicos, ofreciendo a cada consumidor la posibilidad de elegir. Otros sostienen que el etiquetado sólo es apropiado en caso de que el producto -y no sólo el proceso utilizado para producirlo- difiera del obtenido por medios convencionales. Los miembros de la CAC están examinando la importancia del etiquetado para los alimentos transgénicos.

En el Capítulo 7 se analiza el tipo de investigación sobre biotecnología agrícola que es necesario para atender las necesidades de las personas pobres, y en particular de los agricultores pobres de los países pobres. Se trata de la investigación sobre los cultivos de los que obtienen la mayor parte de sus alimentos y medios de subsistencia: arroz y trigo, por supuesto, pero también una variedad de cultivos carentes de interés comercial, como el sorgo, el mijo perla, el guandú, el garbanzo y el maní, que son dejados de lado en gran medida en los programas de investigación sobre productos convencionales o biotecnológicos. La resistencia a condiciones desfavorables de producción, como sequía, salinidad, plagas y enfermedades, así como la mejora del contenido nutricional, son características que revisten especial interés para las personas pobres. En este capítulo se estudian también diversas opciones institucionales e incentivos que podrían promover la investigación pública y privada sobre los problemas que afectan a los pobres.

El Capítulo 8 trata de la necesidad de fortalecer la capacidad de los países en desarrollo y los países con economías en transición. Todos los países deben tener una capacidad amplia y dinámica, a nivel técnico, institucional y de gestión, para poder aplicar de manera satisfactoria y sostenible la biotecnología en el ámbito de la agricultura y la alimentación. Se examinan varias iniciativas internacionales en materia de creación de capacidad, y se llega a la conclusión de que es necesario hacer un esfuerzo mucho mayor si se quiere que todos los países estén en condiciones de tomar sus propias decisiones sobre esas tecnologías en beneficio de sus respectivas poblaciones.

En el Capítulo 9 se sacan las conclusiones básicas del informe y se recomiendan medidas para garantizar que la biotecnología contribuya a satisfacer las necesidades de los sectores pobres de la población.


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