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Principales elementos de los programas nacionales de horticultura escolar

1. Objetivos claros: los objetivos de un programa de horticultura escolar deben estar bien definidos, ser realistas y adaptarse específicamente a la situación de que se trate. Los objetivos pueden variar según el tipo de escuela (primaria, primer o segundo ciclo de secundaria, profesional, etc.). El tipo de huerto que finalmente se cree dependerá también de los objetivos. Los objetivos deben debatirse pormenorizadamente con todas las partes interesadas para asegurarse de que existe un acuerdo general. En particular, debe estar claro el equilibrio que existe entre el aprendizaje y la producción. Las expectativas de los padres y de los alumnos deben tomarse en consideración al definir los objetivos.

2. Disposiciones institucionales adecuadas: las disposiciones institucionales son un elemento muy importante que determina el éxito y la sostenibilidad de un programa de horticultura escolar. Los principales protagonistas, incluidos los ministerios de educación, agricultura y medio ambiente, así como los alumnos, las asociaciones de padres y docentes y otras instituciones, como las ONG y las organizaciones de la sociedad civil (OSC), cuando proceda, deben participar en la planificación y ejecución de los programas y en su seguimiento y evaluación. En el plano nacional, los programas de horticultura escolar ayudan a abordar temas tales como la revisión de los planes de estudios, la formación de maestros e instructores, y asuntos jurídicos como el acceso a la tierra y la asignación de fondos. En el plano local, los programas de horticultura escolar, si bien se basan en el marco general previsto en el plano nacional, han de tener debidamente en cuenta las necesidades de la comunidad y las condiciones ecológicas, por medio de procesos participativos, antes de la ejecución.

3. Capacitación y preparación de material didáctico: la formación de maestros y voluntarios de la comunidad en la planificación, gestión y uso de los huertos escolares, y la preparación de directrices prácticas y material didáctico son elementos esenciales de todo programa eficaz. Las instituciones que impartirán esta «formación de instructores» deben definirse y decidirse desde el principio del programa. La participación de padres y miembros de la comunidad en general es fundamental para la creación y gestión eficaces de los huertos escolares, y debe promoverse. Han de determinarse y fomentarse mecanismos que permitan hermanar los huertos escolares con los agricultores locales que cuenten con experiencia en materia de horticultura, así como con grupos de mujeres, de jóvenes o comunitarios. Deberá investigarse y promoverse en la mayor medida posible la posibilidad de hermanar en última instancia los huertos escolares con las escuelas de campo de agricultores de la comunidad dedicadas a la horticultura, o con escuelas de países industrializados.

4. Adaptación del plan de estudios de modo que asigne suficiente tiempo a las actividades de horticultura escolar y otras conexas, y las integre debidamente: los huertos escolares pueden ser parte de las actividades del plan de estudios ordinario o bien de las actividades extraacadémicas. No obstante, las opciones pueden variar según el país de que se trate, y reflejarán las prioridades y opciones nacionales en relación con el plan de estudios. Las materias básicas, como la lectura, la escritura, las matemáticas, las ciencias y el arte pueden beneficiarse de la existencia de un huerto escolar, lo cual hace el aprendizaje más interesante para los niños. Las actividades didácticas directamente relacionadas con la producción de cultivos (o pequeños animales, piscicultura, etc.), así como la nutrición, pueden integrarse según proceda a los estudios generales de ciencias y naturaleza.

5. Fomento de tierras y aguas y explotación de los huertos escolares: debe calcularse el apoyo presupuestario necesario para sufragar los costos del fomento de tierras, como los que suponen el cercado, el drenaje y los pequeños sistemas de riego. Los aspectos jurídicos que entrañan tales inversiones deben determinarse con claridad (los derechos de propiedad y de usuario, las obligaciones de mantenimiento, etc.). Han de definirse y calcularse los elementos que intervienen en la explotación y mantenimiento de los huertos escolares. En el proyecto debe preverse un proceso claro que permita gradualmente que el programa de horticultura escolar se vuelva sostenible tanto desde el punto de vista material como financiero. Ello puede tomar uno o dos años, dependiendo de la situación, y puede requerir apoyo oficial durante ese período. No obstante, debe definirse una «estrategia de retirada» respecto del apoyo oficial.

6. Disposiciones presupuestarias: un programa nacional de horticultura escolar, que en términos ideales complemente un programa de alimentación escolar en curso, acarreará los siguientes costos, como mínimo:

Costos básicos del programa:

Insumos físicos para cada huerto escolar:

7. Seguimiento y evaluación: todas las partes interesadas que participan en la planificación y realización de los huertos escolares deben intervenir en el proceso de seguimiento y evaluación. Esto se aplica a los planos nacional, regional y local, y abarca la participación de la comunidad, y especialmente de los padres (p. ej., por conducto de las asociaciones de padres y docentes). El asesoramiento técnico en materia de creación y gestión de huertos puede provenir de servicios de extensión agrícola locales, ONG y organizaciones de la sociedad civil, como organizaciones de agricultores, así como de escuelas de campo de agricultores cercanas, a las que asistan quizás algunos padres de alumnos. Un programa de horticultura escolar que apoye la seguridad alimentaria familiar dentro del marco del Programa Especial de la FAO para la Seguridad Alimentaria, idealmente vinculado a escuelas de campo de agricultores cercanas, puede beneficiarse rápidamente del sistema de seguimiento y evaluación que ya se esté aplicando para el PESA.


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