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Máximo aprovechamiento de los bosques

Los autores manifiestan que es un error destruir la diversidad de los trópicos con técnicas de fomento propias de zonas templadas y que no se prestan a tales trópicos. En lugar de esto, debería aprovecharse al máximo la diversidad biológica y elevada productividad, rasgos intrínsecos de tierras tropicales y subtropicales. Se opina que el aprovechamiento agrícola e industrial de los trópicos, potencialmente en gran escala, estriba en particular en los bosques. Están a punto de ser trazados los métodos y la tecnología para aprovechar estos bosques, y, en algunos casos, ya existen.

Joseph A. Tosi Jr. y Robert F. Voertman

Joseph A. Tosi Jr. es Director Administrativo y ecólogo sobre aprovechamiento de tierras en el Centro de Ciencias Tropicales de San José, Costa Rica. Robert F. Voertman es profesor de economía en el Grinnel College, Iowa, Estados Unidos. L.R. Holdridge, cuyo Diagrama para la clasificación de las zonas biológicas o formaciones vegetales del mundo se reproduce, pertenece también al Centro de Ciencias Tropicales. El presente articulo se preparó para Unasylva a partir de otro que los autores publicaron originalmente en Economic Geography, N° 40(3), en 1964.

Todas las grandes civilizaciones que emergieron con posterioridad a las revoluciones del período neolítico han sido agrícolas y pastorales. Los sistemas de cereales y pastos, como base de la agricultura sedentaria, no sólo se adaptaban a ambientes templados y templado-fríos por razón de sus ciclos vegetativos breves e intensivos, sino que también ofrecían una dieta de alta calidad rica en proteínas. La tendencia histórica de los europeos a evitar la colonización en los trópicos bajos y húmedos y el fracaso paralelo de una eficaz evolución del sistema de cereales y pastos en tales lugares están ambos relacionados con los factores ambientales básicos. Los cereales y forrajes ricos en proteínas de las zonas templadas no suelen prosperar en la región tropical, y los cultígenos tropicales indígenas, o bien no se prestan a las exigencias dietéticas de los europeos, o no se adaptan a los régimenes de explotación con un uso intensivo de energía, que han estado asociados con la revolución tecnológica en la agricultura occidental.

Se ha formulado un juicio informado de que los rasgos ambientales básicos, que históricamente limitaron la productividad de la agricultura tropical, dificultan también gravemente las perspectivas de su futuro desarrollo 1. Pero la opinión de los autores es que este pesimismo refleja un concepto estrecho de los sistemas de elevada productividad vinculados a los cultivos, técnicas y organización de los sistemas de cereales y pastos. Esto es, los sistemas de aprovechamiento de tierras, los de elaboración de materias primas y, de hecho, mucho más en la vida económica, social y cultural de las economías de elevados ingresos que hoy se arroyan la función de influir y orientar a las economías de bajos ingresos que caen dentro de la categoría tropical, se han especializado por una estructura ambiental del todo diferente a aquélla de los trópicos.

1Por ejemplo, véase Pierre Gourou, The tropical world: its social and economic conditions and its future status, traducido por E.D. Laborde, Nueva York, Longmans Green, 1952; véase también Douglas H.K. Lee, Climate and economic development in the tropics, Nueva York, Harper, 1957, y John Phillips, The development of agriculture and forestry in the tropics, Londres, Longmans, 1961.

Existen razones fundamentales y bien conocidas para postular que pueden idearse sistemas de aprovechamiento de tierras de elevada productividad para las regiones tropicales húmedas y para instar a que esto se considere un tema de alta prioridad en la investigación y planificación del desarrollo económico. En primer lugar, los trópicos y los subtrópicos adyacentes abarcan más de una tercera parte de la superficie de tierras útiles de todo el planeta. Este tercio de la tierra es el núcleo del subdesarrollo, pese a la variedad y productividad de la vida natural en su forma organizada en sistemas ecológicos primarios. Además, dilatadas zonas de los ambientes potencialmente más productivos (los trópicos húmedos bajos de América y Africa) están, en términos relativos, escasamente pobladas.

Función del análisis ecológico

Sin embargo, la existencia de este potencial y la necesidad de sistemas de aprovechamiento de tierras de elevada productividad en las regiones tropicales deben combinarse con una modalidad de traducir el potencial en producción económica. Partiendo de la base de investigaciones ecológicas ya realizadas, resulta evidente que los «trópicos» están en realidad compuestos de un número muy elevado, y hasta hoy indeterminado, de ambientes naturales distintos, cada uno de ellos con un complejo significativamente diferente de condiciones climáticas, topográficas y edafológicas, como lo manifiestan las masas vegetativas primarias. Por ejemplo, en las tierras del Perú existen unos 70 bioclimas o zonas biológicas distintas, y cada una de estas zonas está además especializada en asociaciones locales distintas relacionadas con los suelos y con las variaciones topográficas del paisaje.

El sistema de análisis ecológico ideado por Leslie R. Holdridge ofrece una base uniforme en escala mundial para un análisis comparativo de los ambientes 2. En nuestra opinión, un programa de investigación y desarrollo orientado hacia el sistema de Holdridge podría ofrecer muchos criterios para la «invención» de sistemas de aprovechamiento de tierras de elevada productividad para los trópicos.

2Leslie R. Holdridge, Life zone ecology, edición revisada, San José, Costa Rica, Centro de Ciencias Tropicales, 1967.

Es axiomático que toda forma de vida animal, incluida la raza humana, depende en último término de la radiación solar y de las plantas verdes para su existencia. Las plantas verdes son los únicos organismos capaces de utilizar directamente la radiación solar como energía para sintetizar los elementos terrestres en compuestos orgánicos complejos, esenciales para el metabolismo y crecimiento de los animales. La energía solar convertida en energía térmica, contenida útilmente en la atmósfera terrestre, es la fuente elemental de vida. En los ambientes terrestres, el bióxido de carbono, el nitrógeno, el agua y los demás componentes del proceso de fotosíntesis son también proporcionados predominantemente por la atmósfera terrestre. Por estas razones, el clima se ha venido considerando desde hace mucho tiempo un regulador primario y esencialmente independiente de los sistemas ecológicos terrestres. Esto es, todos los demás componentes principales que obran entre sí en los sistemas coherentemente organizados de organismos vivos y ambiente físico, denominados «ecosistemas» (los fenómenos del terreno, los complejos de suelos y las comunidades de plantas y animales) están básicamente subordinados al clima.

La hipótesis del trabajo original de Holdridge era que los organismos sésiles, como las plantas terrestres, habrían evolucionado selectivamente para competir y sobrevivir únicamente en sectores muy limitados del amplio espectro climático. Propugnó que los hábitos de crecimiento, formas de vida y fisionomía (estructura) de las distintas especies, agrupadas en comunidades vegetales naturales diferenciadas (siempre que éstas se observaran en un estado no perturbado o primario, esto es, a virgen»), reflejarían precisamente el clima predominante en una determinada localidad. Los parámetros y límites seleccionados para trazar un diagrama de esta teoría y los principios físicos y biológicos que constituyen sus premisas se relacionan con esta propuesta fundamental.

Un bosque tropical en Malasia un indeterminado número de ambientes naturales

En esencia, la teoría de Holdridge postula una división del clima terrestre en unidades ecológicamente equivalentes (aproximadamente 120). Cada unidad, que representa un sector del continuum climático, sustenta una serie distintiva de posibles comunidades vegetales, llamadas asociaciones, y se designa como zona biológica. Una zona biológica dada comprenderá una diversidad de asociaciones según los suelos, rasgos topográficos, avenamiento, vientos, nieblas y otros factores análogos. El modelo que relaciona las variables climáticas críticas con la zona biológica se representa en el diagrama. Las variables climáticas son: (a) biotemperatura anual media; (b) precipitación anual media; y (c) relación potencial de evapotranspiración.

Diagrama para la clasificacion de zonas de vida o formaciones vegetales del mundo (por: L.R. HOLDRIDGE)

Las tres variables climáticas están escaladas logarítmicamente y las unidades vegetativas así inscritas están escaladas aritméticamente. La elección de escalas y valores para el modelo, indicada por observaciones de campo preliminares, ha demostrado ser notablemente exacta cuando se medía con datos de campo posteriormente recogidos en una dilatada zona geográfica. Cuando se cuenta con los adecuados datos de estaciones meteorológicas, con gran densidad superficial, la delineación aproximada de las zonas biológicas puede conseguirse mediante su aplicación a diagramas y fórmulas ya publicados 3. Sin embargo, para la mayor parte de las zonas subdesarrolladas, el levantamiento cartográfico de las zonas biológicas debe hacerse en gran medida mediante la interpretación directa de la vegetación, debido a la escasez de registros meteorológicos precisos en un dilatado período de tiempo. Sin embargo, 25 años de estudios de campo correlacionados han permitido a los científicos que trabajan con el modelo idear medios relativamente precisos y operacionalmente eficientes para identificar con exactitud los parámetros de la vegetación 4. Hoy es posible no solamente identificar la mayor parte de las zonas biológicas y distinguir las divisorias entre ellas a partir de características observadas o medidas de formas de vida vegetal y fisionomía en asociaciones inalteradas, sino también basarse en la vegetación secundaria y en algunos cultígenos como indicadores de las zonas biológicas en las zonas rurales que estén más densamente pobladas.

3Holdridge, op. cit.
4Holdridge, L.R. et al., Forest environments in tropical life zones: a pilot study. Oxford, Pergamon Press, 1971.

Las interacciones más específicas entre suelos y variables topográficas y atmosféricas locales, por una parte, y asociaciones vegetales, por otra, demuestran también regularidades pronunciadas, habiéndose construido modelos relativos también a estas estructuras. El ensayo y aplicación práctica de las hipótesis de Holdridge y la metodología de campo se hallan hoy suficientemente adelantadas para constituir un firme fundamento para un sistema de estudios multidisciplinarios de los ambientes naturales y culturales comparativos.

Una ventaja adicional la constituye la disponibilidad de mapas y estudios publicados, fundados en la clasificación en zonas biológicas, para dilatadas regiones de los trópicos americanos. Tales mapas y estudios ofrecen una base firme para un trabajo adicional inmediato de análisis comparativo de los ambientes sobre una base geográfica e interdisciplinaria.

Algunas relaciones entre zonas biológicas y regímenes históricos de colonización en Centroamérica

Los regímenes de colonización y aprovechamiento de tierras en aquellas partes de los trópicos americanos cartografiadas de acuerdo con el sistema de Holdridge revelan que los agricultores «asentados», ya se trate de indios o de europeos, han sido ecólogos notablemente prácticos. Dadas sus preferencias alimentarias y sus tecnologías, generalmente han seleccionado lugares buenos, si no siempre óptimos, para determinadas actividades agrícolas. Los regímenes históricos de asentamiento, que pueden inferirse de pruebas arqueológicas, así como del emplazamiento en nuestros días de las concentraciones de población y de las ciudades, guardan una estrecha correspondencia con la relación potencial de evapotranspiración, según queda revelado por sus emplazamientos en zonas biológicas.

Según fue concebida por Holdridge, la relación de evapotranspiración potencial en términos agrícolas prácticos se refiere al mantenimiento de la fertilidad en la capa superficial del suelo, por una parte, y a la humedad aprovechable para el crecimiento de las plantas, por otra. En una situación climática en que queda añadida agua al suelo (en forma de precipitación) al mismo ritmo medio en que queda evaporada y transpirada (por las plantas) y devuelta así a la atmósfera, el movimiento descendente de las aguas a través del suelo queda compensado por el movimiento ascendente. Esto significa que los elementos nutrientes solubles del suelo no quedan eliminados por lixiviación, hallándose, sin embargo, presente en el suelo una cierta provisión de agua. La situación climática queda representada por la línea correspondiente a las unidades de la relación de evapotranspiración potencial (véase diagrama) como una situación media e hipotética. Esta línea unitaria (1,00) separa las zonas biológicas áridas, o subhúmedas, de las mesofíticas, o húmedas. De esta forma, estas zonas biológicas adyacentes a esta línea unitaria tienden a combinar una adecuada humedad con problemas mínimos de lixiviación. El problema de mantener la fertilidad (bajo cultivo) disminuye a medida que uno se desplaza a zonas a la izquierda de la línea unitaria, pero la falta de humedad es una limitación creciente para la producción agrícola. A la derecha de la línea unitaria, el problema de mantenimiento de la fertilidad se intensifica rápidamente a medida que aumenta la humedad (lluvias). El hecho de que las concentraciones de gentes, y de la agricultura, en las zonas biológicas inmediatamente adyacentes a la línea unitaria sean muy elevadas respecto de las zonas biológicas más a la derecha o a la izquierda parece ser atribuible en gran parte a esta relación fertilidad humedad.

El hecho de que la «historia» haya localizado los centros económicos en las tierras altas y tierras áridas tropicales de América Latina y haya perpetuado allí un sistema de aprovechamiento de tierras propio de una región cuasi-templada, con sus hábitos alimentarios asociados, plantea diversos problemas interesantes relacionados con nuestra tesis principal. ¿ En qué medida ha sido efectiva la adaptación en estos medios ambientes? Existen modalidades claras de especialización de cultivos que parecen reflejar las variaciones significativas en las condiciones climáticas, edafológicas y topográficas en las zonas densamente colonizadas, pero ¿cuál es el grado de eficiencia de estas especializaciones? Resulta razonablemente claro que, si bien muchos de estos ambientes son semejantes a los templados, ciertamente no existen tierras como las dedicadas al maíz en la zona occidental media de los Estados Unidos ni tierras como las dedicadas en Europa a la explotación de ganado lechero. Por consiguiente, ¿qué grado de los resultados de la revolución agrícola en la zona templada puede hacerse que influya en estas zonas?

Es del todo probable que resulte posible alguna ampliación de la elevada productividad del sistema de la región templada en determinadas regiones tropicales y subtropicales, especialmente en aquéllas relativamente áridas o relativamente frías, o tanto áridas como frías, siempre que se proceda a adecuadas investigaciones para trazar las convenientes técnicas de manejo de suelos y variedades de cultivos 5. Pero los trabajos experimentales y de investigación aplicada, necesarios para ampliar la productividad del sistema de cereales y pastos en estas regiones, pueden economizarse en gran medida si se delimitan con todo cuidado y de antemano zonas biológicas específicas y asociaciones aptas para los distintos aspectos de este sistema. En modo análogo, la distribución de la resultante tecnología agraria perfeccionada podrá economizarse grandemente mediante la correcta delimitación y levantamiento cartográfico de las zonas biológicas a las que son aplicables las variedades de plantas y las técnicas. Por último, para facilitar la difusión y aceptación de la nueva tecnología, los sistemas y socioculturales ambientalmente relacionados habrán de ser estudiados en su orientación a las características y distribuciones de las zonas biológicas.

5 La Fundación Rockefeller, que tiene en marcha proyectos de gran envergadura de investigación aplicada en las tierras altas de México y Colombia, ha demostrado la posibilidad de conseguir mayores rendimientos de cereales, leche y carne en formaciones identificadas, según la clasificación de Holdridge, como áridas y bosque mesofítico en das zonas de temperatura montana tropical, montana baja y premontana. Véase: Rockefeller Foundation, Program in the agricultural sciences: annual report, 1961-1962, Nueva York, Rockefeller Foundation Office of Publications, especialmente págs. 34-35 y 113.

Las zonas biológicas tropicales húmedas como hábitat humano histórico

Existe una creciente «conspiración de urgencias», de presión demográfica y de razones políticas para llevar la agricultura a las zonas biológicas tropicales más húmedas. La resistencia histórica a colonizar estas zonas ha llegado a su fin. Para bien o para mal, las zonas forestales muy húmedas sor/las nuevas fronteras de los trópicos. Pero ¿pueden ofrecer expansión de un hábitat útil - las provisiones de recursos naturales nuevos - que permita a las economías de la región conseguir elevados niveles de ingresos por persona en un plano sustentable y a largo plazo? Dados los sistemas de aprovechamiento de tierras existentes, estas empresas «precursoras» en los bosques tropicales están destinadas a producir una mayor pobreza rural y la destrucción de valiosos recursos para el futuro.

Hasta el presente, el hombre ha ideado tres modalidades primarias de utilización de las zonas forestales tropicales húmedas. Quizá la más antigua y universal es el nomadismo, o la agricultura de «desbroce y quema». Este sistema, en el que un breve período de cultivo de tierras abiertas se alterna con un largo período de barbecho forestal, funciona utilizando la regeneración natural de los bosques como un mecanismo renovador de la fertilidad y de combate contra las malezas. Es un satisfactorio sistema de subsistencia para una población relativamente dispersa en aquellas zonas biológicas caracterizadas por una estación seca al menos de un mes al año.

Forestal ecuatoriano efectuando un inventario; con vistas a la regeneración natural

El sistema de cultivo del arroz en tierras húmedas o anegadas, practicado en el Asia sudoriental, permite que subsistan poblaciones de agricultores mucho más densas en las zonas biológicas húmedas. Este sistema resuelve los problemas de fertilidad y lucha contra las malezas impidiendo el movimiento vertical del agua en el suelo y mediante inundaciones periódicas. Esta forma de agricultura ha empleado tradicionalmente un enorme trabajo manual, y los ingresos por persona no han aumentado mucho por encima de un nivel de subsistencia.

La tercera modalidad es el sistema de plantación basado en el cultivo de especies perennes para el mercado internacional. Los cultivos perennes principales de la zona forestal tropical de tierras bajas son: bananas, caña de azúcar, cacao, palma de aceite, cocotero y caucho. Otras invasiones históricas de los bosques húmedos (la corta selectiva de especies maderables de alto valor, la obtención de carbón de madera y la extracción de productos comerciales especiales) son invasiones inestables.

La dificultad esencial con todas estas modalidades de explotación es que la gente sigue siendo pobre. Las modalidades que se sirven de un empleo intensivo de tierras y de mano de obra adaptadas a la ecología de estas regiones son esencialmente adaptaciones de una labranza de subsistencia. El sistema de plantación confiere a la economía una función de exportador de materias primas, dejando escaso margen para un desarrollo económico y social integrado. Los intentos en curso de ampliar el sistema de cereales y pastos hasta estas zonas son tan contrarios a las estructuras ecológicas de las diferentes zonas biológicas que entran en juego que están destinados a crear poco más de una ampliación de la pobreza rural, mientras que destruyen gran parte del potencial de recursos reales de suelos y biotas originales.

Zonas biológicas tropicales húmedas como recursos potenciales

La revolución económica del siglo XIX, concentrada en las regiones templadas, se hizo a la medida de los recursos de ese medio ambiente. El argumento que aquí se presenta es que los trópicos no poseen una diversidad análoga de recursos y, si bien es posible una cierta ampliación de la alta productividad del sistema de la región templada en las zonas de tierras altas más frías y áridas tropicales y subtropicales, los sistemas de explotación de recursos a europeos» no pueden repetirse en las zonas biológicas tropicales más cálidas y húmedas. Lo que se pretende es que la estructura ambiental de los trópicos se relacione con la estructura potencial de recursos, estructura que es suficientemente distintiva para constituir la clave del desarrollo económico de la región. Además, opinamos que las formas socioeconómicas necesarias para fomentar estos ambientes quizá no sean simples copias de las formas hoy comunes en las partes más desarrolladas del mundo, pero de hecho pueden ser del todo distintivas por derecho propio.

Una consideración básica de nuestro argumento es el reconocimiento del hecho de que los ecosistemas forestales tropicales son mucho más complejos y los biotipos forestales tropicales más especializados que en la región templada. Cuando se comparan las comunidades naturales de plantas, las de los trópicos más húmedos sobresalen por ser mucho más ricas en cultígenos potenciales y, sobre una base de igual tiempo y superficie, más productivas de materia seca vegetal. Para cada zona biológica tropical y asociación especifica, ha evolucionado a lo largo de los siglos un complejo único de formas de vida muy especializado biológicamente (especies de plantas y animales) y cada uno distintamente adaptado para crecer y reproducirse dentro de un determinado estrato de hábitat o «habitáculo» del sistema intrincadamente organizado y altamente competitivo. Si bien muchas especies determinadas se hallan presentes en más de un tipo de comunidad, o en más de una fase de sucesión en la regeneración natural que sigue a las perturbaciones, sus lugares se hallan invariablemente limitados y definidos por la intensa dinámica de la competición y por sus propias adaptaciones especializadas para la supervivencia. En términos generales, existe una multitud de especies individuales, pero localmente, en condiciones naturales y, especialmente, en condiciones «vírgenes», estas especies contienen un número de individuos relativamente bajo.

Los miembros dominantes de la comunidad vegetal (los árboles mayores, palmas, enredaderas leñosas, gramíneas leñosas y, de hecho, muchas de las plantas herbáceas) son gigantes entre sus semejantes, no sólo en tamaño, sino también en su capacidad de sintetizar los hidrocarburos en su proceso de crecimiento. Todos son perennes. Si no lo impiden carencias estacionales de calor, luz solar o precipitación, su crecimiento procede a un elevado ritmo continuo a lo largo de los años. Estas mismas condiciones físicas, favorables para el crecimiento de las plantas, conducen también al rápido agotamiento de los nutrientes del suelo y a la reducción por oxidación de los residuos orgánicos. Sin embargo, la productividad de hidrocarburos de la biomasa completa y natural es tan elevada que se mantienen niveles satisfactorios de humus y fertilidad en el suelo gracias a incrementos continuos e intensos de tales residuos y al cielo de la renovación minerales-nutrientes asociado con el mismo. En las regiones tropicales, comparadas con las templadas, la comunidad forestal es probablemente un componente indispensable del sistema de productividad natural. La experiencia ha mostrado que su sustitución, como se hace en la agricultura, por otras comunidades de vegetación volumétricamente inferiores, o por especies de plantas menos adaptadas, conduce a una perturbación del equilibrio ecológico básico y, en consecuencia, a una brusca disminución de la fertilidad del suelo y de la productividad de las plantas. No seria erróneo afirmar que hasta que se sepa más acerca de los suelos tropicales húmedos y de su potencial de ordenación «artificial» sólo puede conseguirse una elevada actividad mediante un mantenimiento calculado o una imitación cultural de la estructura original de la comunidad y mediante el empleo de especies de animales y plantas naturalmente adaptadas.

Una solución para el fomento de zonas biológicas tropicales húmedas como hábitat de elevada productividad: la agricultura

Así, pues, los problemas realmente críticos que deben vencerse si se pretende convertir estas zonas biológicas en sistemas de explotación de recursos de elevada productividad, parecen ser el logro de un aprovechamiento económico eficiente de las diversas especies de plantas perennes masivas y de crecimiento rápido y de los tipos de vegetación para producir los cuales estos ambientes son por si mismos eficientes. En la actualidad, únicamente una pequeña proporción de estas plantas se utilizan como alimentos o fibras cultivados y las que se producen comercialmente ascienden escasamente a una docena. Pero entre las especies silvestres, desde las plantas suculentas herbáceas hasta las palmas y especies arbóreas frondosas productoras de frutas y nueces, quizá existan centenares que puedan ser adaptadas para el cultivo. Sin embargo, hasta el presente se ha contado con poco o ningún apoyo oficial o con una investigación interesada por la búsqueda de tales especies, a la vez que los trabajos de mejoramiento de plantas se han limitado a cultivos exportables aceptados desde hace mucho tiempo. A su vez, debido a que el aprovechamiento económico eficiente supone una aceptación del producto por parte del consumidor y de los mercados, los nuevos cultígenos potenciales para alimentos y fibras exigirán un análisis nutricional y una investigación de tecnología alimentaria dirigidos hacia la preparación, elaboración, preservación y mercadeo. Sin embargo, una vez conocido el carácter del contexto especial de estos problemas, las técnicas ya existentes de investigación y desarrollo de la «región templada» podrán adaptarse fácilmente para solucionar tales problemas.

Zootecnia

En estas mismas zonas biológicas, la ganadería se halla en un estado primitivo y caótico. Si bien se han obtenido animales de carne climáticamente tolerantes a partir de razas asiáticas y africanas, la persistencia de una tradición «pastoral» de la región templada entre los agricultores y técnicos por igual ha inhibido efectivamente la obtención de medios operacionalmente eficientes de conseguir forrajes ricos en proteínas para estos animales. Por supuesto, en estos ambientes ningún pastizal de hierbas bajas artificialmente establecido puede empezar a compararse con los bosques secundarios naturales en cuanto a productividad de hidrocarburos, y el apacentamiento ha demostrado ser un método extremadamente ineficiente de convertir incluso las mejores gramíneas tropicales para pastos en carne, leche y cueros. En las condiciones constantemente húmedas, las gramíneas tanto sembradas como naturales se vuelven escasas o leñosas y no apetecibles, con sofocación por otras plantas, pisoteo, disminución de la fertilidad del suelo y compacción; es costoso mantener los pastizales libres de malezas y de arbustos y árboles invasores, ya que la quema estacional es prácticamente imposible en casi todos los años; los fertilizantes comerciales, con frecuencia a un precio prohibitivo, pueden quedar malgastados por lixiviación y recombinación química en los suelos ácidos. Por razones análogas, ni la explotación lechera ni la producción de carne en pequeña escala han conseguido un éxito comercial significativo. Las razas domésticas populares de vacas lecheras, cerdos, ovejas y aves de corral están especializadas para climas templados o semejantes. Cuando se introducen en las comarcas tropicales más cálidas y húmedas, quedan atacadas por parásitos y enfermedades insólitos y, al parecer, son incapaces de amoldarse a la clase y calidad de las plantas forrajeras nativas.

Así, pues, resulta claro que se necesita una nueva solución imaginativa para estos problemas si se quieren incluir empresas ganaderas de alta productividad en los planes de desarrollo para estas zonas biológicas. Utilizando las técnicas ya establecidas, podrían buscarse y obtenerse tanto nuevos alimentos para el ganado como nuevas razas y clases de animales. Lo que se necesita para empezar es únicamente un cambio de perspectiva y una apreciación del potencial y limitaciones reales inherentes a estos ambientes. Se podría sugerir, por ejemplo, que se evaluaran otros procedimientos distintos del apacentamiento como medio de proporcionar alimentación satisfactoria al ganado, o que los árboles y arbustos leguminosos indígenas se estudiaran como posibles fuentes de forrajes de mayor valor energético, ya sea para la administración directa o después de su conversión en hidratos de carbono y proteínas más simples por hidrólisis química y fermentación biológica.

En modo análogo, es posible que la fauna silvestre de estas zonas biológicas sea una fuente potencial de nuevas especies de animales domésticos más adaptables. Los métodos modernos de selección y cría parecen ser aplicables a una rápida obtención, a partir de poblaciones silvestres, de razas comercialmente valiosas resistentes a las enfermedades y bien adaptadas a las plantas forrajeras tropicales existentes. Al menos en esta cuestión el tiempo apremia, ya que la extensa modificación de los hábitat, más la matanza incontrolada de la fauna silvestre hoy en curso, están reduciendo radicalmente la cantidad y variedad de formas genéticamente deseables.

La industria basada en los montes

Quizá las máximas posibilidades de conseguir una «expansión revolucionaria del hábitat útil» se encuentra en el enorme potencial no aprovechado del propio bosque tropical húmedo. Estos bosques son literalmente «fábricas» de hidrocarburos, y las innumerables corrientes y cursos de agua que arrastran los enormes excedentes pluviales de estas zonas biológicas figuran entre las mayores fuentes conocidas y no aprovechadas de energía hidroeléctrica. Observado integralmente, el medio ambiente forestal tropical ofrece simultáneamente materias primas para una diversidad de industrias, energía eléctrica, suministro de agua industrial, e incluso sistemas de «carreteras» ya hechos.

Hace sólo uno o dos decenios, estos bosques se consideraban económicamente inaccesibles, excepto para usos locales inmediatos, productos comerciales especiales y producción de algunas maderas de ebanistería extremadamente valiosas y tan escasas en las masas forestales que solamente podían extraerse mediante métodos manuales primitivos, rindiendo poco a las economías locales. Sin embargo, después de esa época, el consumo y la demanda mundiales de materiales leñosos en bruto han aumentado señaladamente y prometen seguir haciéndolo, a la vez que las perspectivas para un desarrollo industrial integrado y sostenido de las heterogéneas masas forestales son notablemente más prometedoras. El equipo de extracción de nuevo diseño y los procesos manufactureros perfeccionados permiten hoy la explotación económica de casi todas las especies arbóreas tropicales, hasta la fecha consideradas sin valor.

Productividad de hidrocarburos

De hecho, el medio ambiente forestal tropical húmedo es una fábrica de hidrocarburos de enorme productividad, pero, a diferencia de los yacimientos de carbón o de petróleo, no es compacto, a la vez que química y físicamente es más heterogéneo. Su potencial solamente se conoce ahora por contarse con un acervo de ciencia y tecnología capaz de diferenciar y utilizar su complejidad. Entre sus potenciales figuran materias primas para la producción industrial de madera de construcción y de tableros de madera aglomerada, papel y tableros de fibra, una amplia variedad de compuestos de hidrocarburos convertibles en energía y como insumos químicos para la obtención de plásticos, fibras sintéticas y medicinas, así como una variedad de alimentos proteínicos. Sin duda, el fomento industrial en gran escala de estos bosques es una posibilidad bien definida para el futuro, con la actividad industrial centrada en las propias zonas forestales o próxima a éstas.

Así, pues, en la forestalía más que en la agricultura podría alcanzarse, al parecer, algo próximo al pleno potencial de productividad de hidrocarburos de estos ambientes. En condiciones inalteradas o vírgenes, la productividad económica del bosque es por supuesto estática, contrarrestando la muerte y la descomposición naturales los incrementos corrientes de crecimiento en un momento dado. Sin embargo, estos enormes volúmenes de madera en pie constituyen un capital apreciable y fácil de aprovechar para la iniciación de operaciones técnicamente dirigidas, de las cuales las especies arbóreas más aptas industrialmente podrán seleccionarse para su explotación dirigida. Pero los estudios más recientes indican que, dada una explotación racional en una base continuada, el índice de crecimiento volumétrico de estos bosques será varias veces mayor que el de las regiones templadas y templadas frías del mundo, donde se concentran hoy las industrias forestales más modernas y eficientes. Se han registrado índices de crecimiento especialmente elevados para los bosques «secundarios», que se desarrollan espontáneamente en tierras abandonadas por la agricultura o después de la explotación de masas vírgenes. Para muchas de las especies forestales secundarias más valiosas, los incrementos anuales medios en diámetro de hasta 2,5 cm o más en los genotipos selectos indican que habría una rotación económica para trozas de aserrío de sólo 25 a 50 años, incluso con simples prácticas de ordenación. Se han evidenciado ciclos de explotación mucho más breves para los rollizos de menor diámetro necesarios para la industria de la pasta y el papel, tableros de partículas e industrias químicas de la madera. Y esta misma investigación demuestra que las masas forestales secundarias sometidas a ordenación, incluso en condiciones tropicales húmedas, son decididamente más simples en cuanto a composición de especies que las masas vírgenes en los mismos lugares.

en una plantación de bananos - ¿son convenientes los monocultivos para la población?

La investigación de la silvicultura tropical ha conseguido notables adelantos en los últimos años y gran parte de sus resultados indica una analogía significativa entre los aspectos técnicos de la silvicultura y de la agricultura. Por ejemplo, si se quiere alcanzar mediante ordenación la regeneración y el rápido crecimiento sostenido de las especies tropicales maderables, se estima esencial seguir de cerca a la naturaleza en el mantenimiento de la estructura original del suelo forestal y del ciclo de nutrientes. El refinamiento de la masa de vegetación primaria original para favorecer mezclas más simples de las mejores especies indígenas se prefiere a las plantaciones puras de maderas de ebanistería de alto valor en zonas sometidas a cortas a matarrasa. Asimismo, debido a que tanto los cultivos agrícolas como los forestales exigen las mismas condiciones del suelo y la protección contra la competición por parte de plantas trepadoras y malezas, para lo cual el mejor procedimiento es la sombra regulada de los árboles, existe una posibilidad definida de combinación de estos cultivos en un mismo terreno. Las masas de árboles maderables valiosos o para la fabricación de pasta pueden rejuvenecer, mediante cultivos en rotación, suelos que se hayan vuelto improductivos mediante breves períodos de labranza abierta; se sabe que algunas gramíneas pratenses tropicales medran en asociación simbiótica con árboles útiles también para la producción de frutos o forrajes, y muchas de estas especies madereras pueden utilizarse para ofrecer una cubierta a las especies de cultivos perennes. Tomadas en su conjunto, las pruebas que comienzan a acumularse sugieren que, en las zonas biológicas tropicales húmedas y perhúmedas, la agricultura y la ganadería podrían integrarse con una producción forestal sostenida en beneficio mutuo.

Integración de la industria y la agricultura

La evidencia ecológica se dirige a un sistema de aprovechamiento de tierras en que la estructura de la vegetación natural se mantiene o se imita en cada estación, con los gradientes ambientales que ejercen una influencia dominante sobre la estructura de las superficies de utilización de tierras. Puede conseguirse una productividad máxima asociando un número limitado de cultígenos seleccionados y bien adaptados, plantas forrajeras y árboles maderables, cada uno de ellos con hábitos de crecimiento, necesidades microambientales y ciclos de cultivo bien caracterizados en un trozo dado de terreno, o alternativamente en pequeñas plantaciones por separado en sistemas ordenados de rotación. Una unidad operacional eficiente que incluyese incluso un margen modesto de clases bien caracterizadas locales de la estación podría incluir 10 ó 20, o incluso más, especies de plantas, además de un posible número de animales domesticados, con una cubierta dominante de árboles forestales maderables que ofrezcan protección para plantas menores alimenticias, fibrotextiles, árboles para obtención de forrajes y productos comerciales especiales, arbustos, enredaderas y plantas herbáceas.

Evidentemente, los cuidados de campo y la manipulación y elaboración de los productos en tales planes de aprovechamiento de tierras para productos múltiples exigirán el desarrollo integrado de una considerable diversidad de procesos industriales. De hecho, supondrán la creación de un microcósmico complejo industrial especializado para el potencial del medio ambiente. Ninguno de los sistemas existentes de explotación de los ambientes forestales tropicales húmedos y perhúmedos se basa, sin embargo, en un concepto de estos ambientes como regiones industriales, ni parecen contener el germen de tal criterio. A primera vista, el sistema de plantación parece ofrecer posibilidades. En las plantaciones efectivamente se cultivan plantas indígenas de estas zonas biológicas, generalmente mejor adaptadas al ambiente que los cereales o pastos. Además, las plantaciones son, en cierto sentido, «fábricas» orientadas a la producción de «productos». Una empresa de plantación, por lo común, sustenta una organización técnica y de gestión y, con no poca frecuencia, también un programa de investigaciones y experiencias que tiende a fomentar la productividad de los recursos utilizados. Sin embargo, como modelo de un sistema de explotación de recursos armonizado con las expectativas nacionales, sociales y económicas la plantación tropical presenta inconvenientes de gran envergadura.

Monocultivos

En primer lugar, la plantación está orientada a la producción de materias primas para su exportación a las economías de elevados ingresos; ofrece una base escasa o nula para la ampliación de la cadena de producción en la economía tropical mediante la elaboración local del producto exportable, o facilitando insumos para industrias de orientación nacional.

En segundo lugar, su característica es la práctica del monocultivo y, por lo común, uno o varios de estos cultivos ocupan superficies muy extensas. Además, los monocultivos son monótonos: carecen de interés y quitan iniciativa en el plano social, cultural y económico, especialmente cuando las gentes se hallan aisladas en ciudades que son sedes de compañías comerciales. Vivir en un mundo basado en el banano o en la caña de azúcar probablemente es perjudicial para el desarrollo de la personalidad. Puede ser como la existencia en una ciudad textil o carbonera, pero de ordinario se halla incluso más aislada de la gran diversidad de la vida humana. Por último, debido a que el sistema de plantación tropical ha sido generalmente un monocultivo orientado a los mercados extranjeros, se ha mantenido extraño a la corriente principal de vida socioeconómica en los propios países tropicales, sin contribuir a ella ni depender de ella en modo sensible. Y, debido a este apartamiento, tiende a entrar en conflicto con la sociedad local, considerando así sus propias operaciones como arriesgadas y preservando su aislamiento.

Pero quizá el aspecto más interesante del sistema de plantación, tal como ha evolucionado durante el siglo pasado, es que ha imitado al esquema universal de las economías modernas, de elevados ingresos.

Sin embargo, la propia esencia del ambiente tropical es la diversidad, especialmente en las zonas húmedas biológicas forestales. Así, pues, el precepto de la plantación está en oposición directa con las tendencias del bosque tropical húmedo (simplificación y monoculturalismo opuestos a una increíble variedad y complejidad). Además, la concepción del potencial de recursos de estos ambientes debe estar primordialmente orientada a los mercados locales (tropicales) más que a la exportación de materias primas. Y, al presente, el «capital y mano de obra» nacionales de las economías tropicales, ni están familiarizados con los procedimientos, ni son capaces de proceder a las cuantiosas inversiones exigidas para fomentar experimentalmente el potencial. Dicho de otra forma la concepción de la oportunidad queda bloqueada por una falta casi completa de conocimientos y experiencias relativos a estos ambientes como regiones industriales potenciales.

Una conjetura (y, a falta de la investigación exploratoria sugerida en nuestra tesis, no puede ser sino una conjetura) es que, al parecer, la mejor forma de desarrollar estas zonas biológicas sería mediante una estructura de «autoridades» regionales autónomas con facultades para investigar, planificar y administrar su desarrollo integral sobre una base a largo plazo. Inicialmente, será necesario planificar y construir bienes de capital social, como centrales de energía eléctrica, redes de comunicaciones y servicios públicos, ya que estas zonas biológicas carecen virtualmente al presente de estos elementos. Asimismo, el trazado de un sistema de explotación de recursos de elevada productividad exigirá tanto investigaciones como experimentos en direcciones muy nuevas, si se quiere que funcionen con toda efectividad las prácticas estables y duraderas de aprovechamiento de tierras, los sistemas de colonización y uso de la tierra y los mecanismos de elaboración de productos.

Por supuesto, en la estructura de la autoridad regional de desarrollo existiría una amplia latitud para formas más específicas de empresas, tanto públicas como privadas, grandes y pequeñas, concebidas para abarcar las operaciones de cultivo y las de manufactura. Y, una vez que el esquema hubiera sido articulado experimentalmente, probablemente podrían emerger variaciones estructurales derivadas de la imitación. Si bien no es inevitable que todas estas zonas tuvieran que fomentarse con capital público (internacional), parece probable que al menos los primeros modelos habrían de ser financiados y dotados, en parte, de personal de procedencia internacional. Sin embargo, el grado de interdependencia de las partes de este proceso podría demostrar ser más modesto de lo que nos parece al presente.

Potencial de desarrollo

Las comarcas ocupadas por las zonas biológicas forestales tropicales húmedas y perhúmedas son, en realidad, muy dilatadas. En aquellos países ya cartografiados con arreglo a la clasificación de Holdridge, representan casi la mitad de la superficie total de tierras y constituyen ciertamente una proporción aún mayor en algunos de los que no han sido todavía cartografiados. Es probable que representen un potencial de desarrollo mucho mayor que las zonas de los países al presente ocupadas. Si las laderas superiores de intensa precipitación de las cadenas montañosas más altas, donde el potencial de energía hidroeléctrica es máximo, se añaden a la superficie total, los recursos son incluso mayores. Y, como hemos tratado de demostrar, existe una considerable urgencia en cuanto a investigación y decisión respecto de todas estas zonas, ya que el efecto combinado de la presión demográfica, conveniencias políticas a corto plazo y otros factores relacionados están creando rápidamente actitudes y modalidades de penetración que serán difíciles de invertir. Los hombres con los machetes van a la cabeza de los constructores de carreteras, tratando, según la honrada tradición del pionero, de construirse un hogar en el bosque. Creemos con toda probabilidad que, sin proponérselo, están destruyendo su futuro.


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