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El camino por recorrer

Movilización de compromisos y medidas para combatir el hambre

LOS DATOS Y ANÁLISIS presentados en esta edición de El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo dibujan en general un cuadro sombrío. El número de personas subnutridas del mundo en desarrollo ha disminuido en menos de 20 millones desde el período de 1990-1992 utilizado como referencia en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación (CMA). Peor aún, en los últimos cuatro años para los que se dispone de datos, el número de personas crónicamente hambrientas ha aumentado de hecho a una tasa de casi 5 millones anuales.

Sólo un puñado de países ha conseguido reducir el hambre constantemente en los años transcurridos desde el período de referencia de la CMA. Analizar los elementos de su éxito arroja alguna luz sobre las medidas que pueden adoptar otros países para estimular el progreso.

Como cabía esperar, los países que han logrado reducir el hambre han tenido un crecimiento económico más rápido que aquellos en donde el progreso se ha estancado o el hambre ha aumentado. De forma significativa, en ellos se ha registrado también un crecimiento agrícola más rápido (véase el gráfico). Se caracterizan asimismo por un crecimiento más lento de la población, tasas más bajas de infección por VIH y muchas menos emergencias alimentarias.

En otros artículos del presente informe se dan detalles sobre las conexiones entre muchos de esos factores y la seguridad alimentaria. En todos los casos se ofrecen pruebas convincentes de que la relación causal se da en ambos sentidos. El análisis revela, por ejemplo, que el VIH/SIDA se ha convertido en causa principal del hambre y que el hambre acelera tanto la difusión como los efectos letales de esa enfermedad. De igual modo, reducir el hambre es tanto consecuencia como condición previa esencial para un desarrollo económico más rápido.

Con excesiva frecuencia, la erradicación del hambre se ha considerado como un subproducto, más que como una causa importante de crecimiento económico. Una consecuencia ha sido la tendencia a confiar en los procesos normales de desarrollo económico, el funcionamiento del mercado y el estímulo del comercio liberalizado, para lograr la eliminación del hambre.

Sin embargo, un hambre extendida perjudica el crecimiento económico no sólo de los individuos y familias sino también de los países. Como indica la vinculación entre un crecimiento agrícola más rápido y el éxito en la reducción del hambre, para que el desarrollo y el comercio conduzcan a reducciones sostenibles del hambre deben ir acompañados de políticas e inversiones que den a las personas hambrientas acceso a los alimentos y promuevan el crecimiento en las zonas rurales donde viven las tres cuartas partes de la población hambrienta mundial.

El Programa contra el Hambre describe una campaña con un doble componente

El Programa contra el Hambre presentado por la FAO en el momento de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación: cinco años después, hace un doble planteamiento. Preconiza medidas para aumentar la productividad y los medios de vida de los pequeños agricultores y los trabajadores sin tierras, y al mismo tiempo propone una acción inmediata para dar a las personas hambrientas acceso a los alimentos que necesitan.

El Programa contra el Hambre establece prioridades y presupuestos para la acción en cinco áreas:

En el documento de la FAO se propone también cómo se podría financiar la inversión adicional pública estimada de 19 000 millones de dólares EE.UU. anuales para aumentar el crecimiento y la productividad agrícolas. Los costos se dividirían por igual entre los gobiernos de los países donde existe el problema del hambre y los donantes internacionales. Ello supondría una duplicación de la financiación en condiciones concesionarias de la agricultura para los países desarrollados, y un incremento medio de aproximadamente el 20 por ciento en los gastos totales en agricultura, para los países en desarrollo.

En definitiva, el éxito de los programas contra el hambre dependerá de la obtención de apoyo y compromiso tanto a nivel nacional como internacional. Con ese fin, la FAO ha hecho suyas las propuestas de crear una Alianza internacional contra el hambre que agruparía a los gobiernos nacionales, la comunidad internacional, organizaciones de la sociedad civil, el sector privado y los particulares interesados, para movilizar la voluntad política, los conocimientos técnicos y los recursos financieros necesarios a fin de poder reducir el número de personas hambrientas a menos a la mitad para el año 2015.

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