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III. Los segundos 60 aÑos de la FAO: prioridades que cambian y nuevas oportunidades


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Aunque los objetivos generales con los que se estableció la FAO no se han modificado y mantienen su validez, el contexto en el que opera la Organización y, por consiguiente, las prioridades para su actuación evolucionan en forma constante, paralelamente a la necesidad de sacar partido de las nuevas oportunidades. Con la rápida evolución de la tecnología de las comunicaciones, en los años venideros seguirán aumentando las posibilidades de utilización de conocimientos y de promoción de su intercambio. Será necesario dedicar mayor atención a garantizar que las ventajas de la urbanización, la globalización y la rápida transformación de los sistemas alimentarios beneficien tanto a los consumidores como a los productores, y especialmente a los miembros más necesitados de la sociedad. La aparición de nuevas instituciones en esferas pertinentes al mandato de la FAO y el crecimiento de la capacidad de los países en desarrollo exigirán que la Organización modifique su planteamiento de forma significativa con objeto de satisfacer las distintas necesidades y peticiones de los Miembros. El renovado compromiso de efectuar inversiones en el sector rural abrirá nuevos caminos para la reducción de la pobreza y el crecimiento económico. No obstante, será necesario intensificar los esfuerzos a fin de hacer frente a formas conocidas y nuevas de desastres naturales y provocados por el hombre y potenciar la preparación para emergencias, con objeto de que las ventajas logradas no se pierdan, en los países vulnerables, a consecuencia de conflictos y eventos catastróficos capaces de borrar de un plumazo el fruto de años de trabajo de desarrollo.

Aprovechar los conocimientos en favor de la agricultura

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En el sector agrícola, como en la mayoría de las esferas de la actividad humana, los progresos son fruto de la inventiva así como de la difusión y aplicación de conocimientos sobre la manera de hacer mejor las cosas. La expresión más clara de este proceso es la difusión de especies agrícolas desde sus lugares de origen a otras partes del mundo donde en muchos casos se transformaron en alimentos básicos o en una fuente importante de ingresos de importación, un proceso que adquirió su mayor impulso en la época de las grandes exploraciones del siglo XV pero que prosigue aún en nuestros días.

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Los fundadores de la FAO eran conscientes de que una de las principales funciones de la Organización debía ser dar mayor impulso a los procesos de intercambio de conocimientos. Declararon que «había llegado el momento en que se necesitaba con urgencia una organización internacional que acelerara, en todo el mundo, el adelanto de los conocimientos científicos y su aplicación a las actividades humanas. La FAO desempeñaría esta función en la amplia e importante esfera de la alimentación y la agricultura». En la actualidad, una parte importante de la labor de la Organización sigue teniendo por objeto el intercambio de conocimientos y el aumento de la capacidad para utilizarlos. Sin embargo, muchos conocimientos que podrían ser de gran interés para la agricultura, la pesca y la silvicultura se mantienen localizados e involuntariamente inaccesibles.

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Las importantes novedades en el ámbito de las tecnologías de la información y las comunicaciones ofrecen oportunidades atractivas de acelerar considerablemente el intercambio de conocimientos, ampliar en medida muy importante su difusión y a menudo, en este proceso, enriquecer dichos conocimientos. La FAO debe sacar todo el provecho posible de estas oportunidades, dando máximo realce al potencial de estas tecnologías de configurar las actividades de la Organización. Si no desea quedarse atrás en un mundo cada vez más interrelacionado, la FAO necesita incrementar considerablemente sus esfuerzos por aprovechar las extraordinarias oportunidades que brindan las tecnologías de la información y las comunicaciones a una organización que actúa a escala mundial. Sin embargo, la Organización no debe asumir el mero papel de intermediario en la transmisión y el intercambio de conocimientos, sino que debe contribuir también a una comprensión más cabal de las prioridades por lo que respecta a la generación de tales conocimientos sobre todo en aquellos ámbitos que no ofrecen perspectivas de beneficios para el sector privado, puesto que es en ellos donde probablemente se registrarán las mayores carencias.

Compartir las ventajas de la urbanización y la globalización

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Si bien el rápido crecimiento de las ciudades se había pronosticado con bastante precisión, la velocidad con que se están transformando los sistemas mundiales de comercio alimentario ha tomado de sorpresa a la mayoría de los observadores. En el término de pocos años un número limitado de empresas transnacionales ha pasado a dominar el comercio internacional de productos básicos, registrándose al mismo tiempo un proceso análogo de concentración de poder en la industria de elaboración de alimentos y en el suministro de insumos agrícolas. Las cadenas de supermercados se han transformado, con rapidez incluso mayor, en los principales vendedores de alimentos al por menor para la población urbana de los países desarrollados y en desarrollo. Esta transformación crea nuevos tipos de relaciones entre productores, intermediarios y consumidores. En el marco de mercados competitivos, los nuevos sistemas deberían reducir los costos de transacción en la cadena alimentaria y, por consiguiente, aportar importantes beneficios tanto a los consumidores como a los productores, aunque a corto plazo será inevitable que ocasionen dificultades a aquellos países y poblaciones incapaces de adaptarse con suficiente rapidez a las nuevas oportunidades y a los ajustes de las condiciones comerciales. Por otra parte, dichos beneficios serán difíciles de conseguir si el libre comercio internacional se ve entorpecido por obstáculos arancelarios y no arancelarios, los cuales limitan el acceso al mercado de quienes están en condiciones de producir con una ventaja comparativa e incrementan artificialmente los precios al consumidor, o bien por medidas que penalizan la importación de artículos elaborados con respecto a la de materias primas.

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Los Miembros de la FAO requerirán en forma creciente la asistencia de la Organización para aumentar la capacidad a fin de estar en condiciones de participar de manera efectiva en un sistema de comercio internacional cada vez más complejo y en constante evolución, así como para aplicar las normas de calidad y protección del consumidor a las que cada vez más deben ajustarse los productos agrícolas y alimentarios que son objeto de comercio internacional. Los Miembros precisarán ayuda para formular políticas de desarrollo y de ajuste que garanticen que los procesos de transformación no tengan un efecto negativo en la población pobre, sino que la ayuden a superar sus condiciones crónicas o transitorias de hambre y malnutrición. Necesitarán hacer planes e inversiones para nuevas infraestructuras -caminos, puertos, sistemas de almacenamiento- que les permitan ser más competitivos en el mercado internacional. En el plano mundial, la formulación y puesta en práctica de instrumentos adicionales, por ejemplo códigos de conducta, puede adquirir una importancia incluso mayor como forma de combatir comportamientos que pueden ser contrarios al bien público y amenazan con obstaculizar el avance hacia la reducción de la pobreza y el hambre.

Aparición de nuevas instituciones y aumento de la capacidad en los países en desarrollo

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Desde que se fundó la FAO, han aparecido nuevas instituciones en esferas pertinentes al mandato de la Organización, que han acumulado experiencia y conocimientos especializados en muchos casos muy superiores a las capacidades de la propia Organización hoy en día. Algunas de ellas forman parte del sistema internacional, otras se han desarrollado en el seno de universidades, y se ha producido una rápida expansión de las inversiones en investigación y desarrollo dentro del sector privado. Como resultado de ello, existen diversos temas en relación con los cuales la FAO debe modificar su planteamiento, para pasar de la voluntad de liderarlos al establecimiento de vínculos sustanciales con dichos centros de excelencia, así como entre ellos, de conformidad con su papel de catalizador del desarrollo y su ventaja comparativa a ese respecto.

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La aparición de organizaciones regionales y subregionales de integración económica ofrece también nuevas oportunidades a la FAO para establecer asociaciones que permitan ampliar sus efectos. Esas organizaciones están asumiendo un mayor nivel de protagonismo político, están convirtiéndose en muchos casos en agentes importantes en el desarrollo agrícola, la seguridad alimentaria y la facilitación del comercio, y disfrutan de una ventaja comparativa a la hora de hacer frente a problemas transfronterizos, incluidos los relativos a la armonización de las políticas. La Organización debe prepararse, especialmente por medio de una mayor descentralización, a fin de ampliar su cooperación con estas organizaciones.

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Los cambios, señalados anteriormente, de las respectivas funciones del Estado, el sector privado y la sociedad civil exigen que la FAO amplíe y profundice sus vínculos más allá de sus asociados tradicionales en el sector público y colabore de modo más eficaz con las ONG, el sector privado, los parlamentarios, las cámaras de agricultura y comercio, las administraciones locales, las asociaciones profesionales y los líderes religiosos. Se han dado pasos en este sentido que se han plasmado en la creación, en asociación con el FIDA, el PMA y el Instituto Internacional de Recursos Fitogenéticos (IPGRI), así como con ONG internacionales, de la Alianza Internacional contra el Hambre (AICH) y en el apoyo de ésta a las alianzas nacionales contra el hambre tanto en países en desarrollo como en países desarrollados.

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Por último, se ha producido un impresionante crecimiento de los conocimientos técnicos y las capacidades institucionales en casi todos los países en desarrollo. Además de reducir la demanda de asistencia técnica a largo plazo por medio de grandes equipos de expertos de contratación internacional, ese crecimiento ha brindado interesantes oportunidades para ampliar los programas de Cooperación Sur-Sur y para facilitar un incremento de las actividades de capacitación entre países y de colaboración en materia de investigación. Asimismo ha alterado la combinación de conocimientos especializados que los países esperarían aprovechar cuando solicitan la asistencia de la FAO.

Renovar el compromiso de inversión en el sector rural

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Después de muchos años de reducción de las inversiones en el desarrollo agrícola y rural por parte de los gobiernos de los países en desarrollo, las instituciones financieras internacionales (IFI) y los donantes, se observa ahora una aparente inversión de tendencia. Por ejemplo, en julio de 2003 los Jefes de Estado de la Unión Africana se comprometieron en nombre de sus países, en la Declaración de Maputo sobre la Agricultura y la Seguridad Alimentaria en África, a asignar «al menos el 10 por ciento de los recursos presupuestarios nacionales» a la puesta en práctica del Programa General para el Desarrollo de la Agricultura en África, de la Nueva Alianza para el Desarrollo de África (NEPAD). En otras regiones, comprendidos los países del grupo ACP del Caribe y el Pacífico, así como los de Asia, América Latina y el Cercano Oriente, las organizaciones regionales también están creando programas para asegurar que las zonas rurales reciban un porcentaje mayor de los beneficios de las inversiones destinadas al desarrollo. A nivel internacional, tras el Consenso de Monterrey resultante de la Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo celebrada en marzo de 2002, en el comunicado de Gleneagles emitido al finalizar la reunión del Grupo de los Ocho de julio de 2005 se hizo constar el compromiso de muchos países en desarrollo, incluidos los 25 miembros de la Unión Europea (UE) así como el Japón y el Canadá, de duplicar su asistencia en el plazo de cinco años. Durante sus reuniones de septiembre de 2005, tanto el Fondo Monetario Internacional (FMI) como el Banco Mundial llegaron a un acuerdo para cancelar las deudas de 18 países en desarrollo y dejaron abierta la posibilidad de adoptar disposiciones análogas respecto de muchos más de los países más pobres.

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El papel de la agricultura, la silvicultura y la pesca con miras a contribuir al desarrollo sostenible ha sido subestimado durante demasiado tiempo. La promoción de mayores inversiones en estos sectores ha sido un elemento fundamental de la labor de promoción de la FAO a lo largo del último decenio, en Quebec en 1995 con ocasión del 50° aniversario de la Organización, en Monterrey en 2002, en Maputo en 2003 y en el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas en 2005. Habida cuenta de los indicios de que la tendencia a la baja de los recursos se ha detenido finalmente, la FAO deberá dotarse de medios más adecuados para ayudar a sus Miembros a movilizar estas inversiones y recursos de cooperación técnica adicionales y a hacer buen uso de los mismos, centrando sus esfuerzos incluso de manera más concreta en la provisión de ayuda a los Estados Miembros que son países en desarrollo para formular estrategias y políticas con miras a afrontar sus problemas más acuciantes, esto es, la pobreza y la inseguridad alimentaria, y a movilizar recursos internos y externos para aplicar programas en una escala apropiada.

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La Organización debe poder dedicarse más plenamente a ayudar a los países a formular estrategias de reducción de la pobreza que tengan plenamente en cuenta la contribución esencial que el sector agrícola y las mejoras de la seguridad alimentaria aportan a la reducción de la pobreza y al crecimiento económico, a adoptar las reformas normativas conexas y a preparar sus programas nacionales de seguridad alimentaria en el contexto más amplio de los programas orientados a la realización de los ODM. Esta actividad debe ir acompañada de una modificación de las relaciones de la FAO con los donantes multilaterales y bilaterales que desplace la atención principal hacia la creación de asociaciones con el objetivo común de recaudar recursos adicionales para la agricultura y la seguridad alimentaria de los Estados Miembros, en lugar de solicitar recursos extrapresupuestarios principalmente para los propios programas de la FAO.

Reducir los efectos de las catástrofes y mejorar la preparación para situaciones de emergencia

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Las emergencias que afectan a la agricultura y la disponibilidad de alimentos parecen destinadas a volverse más frecuentes y de mayores proporciones en este siglo. Esto obedece en parte a la degradación de los ecosistemas provocada por el hombre, como en el caso de la destrucción de los manglares costeros para permitir el cultivo intensivo de camarones o la creación de bienes inmuebles, que deja a las comunidades ribereñas más desprotegidas contra las tormentas, o la degradación de los pastizales a causa del sobrepastoreo, que abre el camino a la desertificación. Muchos observadores del cambio climático pronostican condiciones meteorológicas aún más extremas y modificaciones del clima a largo plazo que requerirán ajustes importantes de los sistemas agrícolas en muchas regiones del mundo. Además, los procesos de globalización, y en particular el rápido incremento del número de personas que viajan por grandes distancias y del desplazamiento de bienes a través de las fronteras y los océanos, están acelerando la difusión de plagas y enfermedades de los animales y las plantas así como de especies invasivas, sean éstas malas hierbas o medusas, capaces de multiplicarse con gran rapidez en ausencia de sus enemigos naturales. Las repercusiones de las crisis en los seres humanos también son mayores en personas cuya capacidad de recuperación es reducida a causa de la pobreza o la inseguridad alimentaria; por este motivo, las inversiones destinadas a abordar las causas esenciales de la vulnerabilidad permiten reducir la magnitud de las emergencias -y los enormes costos que comporta responder a ellas- cuando los posibles desastres se producen.

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Se seguirá pidiendo a la FAO que responda a tales emergencias. Su mayor ventaja comparativa consiste en una mejor capacidad de predicción, detección temprana y, cuando es posible, prevención, especialmente cuando se trata de hacer frente a amenazas de dimensiones transfronterizas o mundiales que requieren soluciones internacionales. Cada vez más, los Estados Miembros reconocen que realizar una acción preventiva oportuna resulta considerablemente más barato, y menos perturbador desde el punto de vista social, que esperar a que problemas como la escasez de alimentos, la fiebre aftosa, la langosta del desierto o la peste aviar se acrecienten hasta alcanzar una magnitud que resulta amenazadora para la vida, requiriendo entonces intervenciones enormemente costosas y provocando ingentes pérdidas económicas. No obstante, este reconocimiento aún debe traducirse en la financiación de medidas preventivas en la escala necesaria.


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