Página precedente Indice Página siguiente


Méritos de los ecosistemas de los bosques húmedos tropicales y consecuencias ambientales de su remoción

Duncan Poore

DUNCAN POORE es ecólogo principal en la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y sus Recursos. Anteriormente fue Director de Nature Conservancy, en Gran Bretaña, y Profesor de Botánica en la Universidad de Malaya.

Con frecuencia se supone tácitamente que los efectos ambientales, consecuencias o repercusiones (todo lo cual significa esencialmente la misma cosa) deben, casi por definición, ser nocivos. Si se fumigan mosquitos con DDT, el daño causado a otros insectos, peces y pájaros silvestres se considera un efecto ambiental, pero no así el número menor de muertes humanas por malaria. Esto es distorsionar el sentido de las palabras de un modo injustificado; el precio a pagar debe ser equilibrado tan objetivamente como sea posible tomando en cuenta los beneficios a corto y a largo plazo.

Las consecuencias ambientales de cualquier acción pueden definirse como los cambios que se producen en el medio ambiente como consecuencia de esa acción; y medio ambiente puede definirse como todo lo que nos rodea. En este sentido usted es parte de mi medio ambiente y yo lo soy del suyo, lo cual lleva a considerables dificultades cuando se trata de evaluar costos y beneficios, y a ese tema volveré más adelante.

En teoría, debería ser posible medir todos estos cambios, pero en la práctica, por supuesto, esto no es posible, ni tampoco necesario. Lo que es importante es medir cambios que tienen interés humano significativo.

Es razonable suponer que el criterio a seguir al evaluar o juzgar cualquier acción es si, tomados como un todo, sus efectos beneficiosos son mayores que los nocivos. (La sociedad hace siempre estos juicios; el robo beneficia al ladrón y perjudica a quien pierde. Pero el daño causado por el robo a la trama de la sociedad lleva a leyes por las cuales el ladrón es castigado, aunque tenga razones muy justificadas para robar - como el hombre hambriento que sustrae alimentos, por ejemplo.) Un gobierno juicioso, por lo menos en teoría, decide adoptar ciertas políticas y cursos de acción porque considera que son para mayor beneficio del bienestar duradero de su pueblo.

EROSIÓN CAUSADA POR LA DEFORESTACIÓN EN YOMASA, COLOMBIA debajo del piso del monte

La dificultad con la que se tropieza al evaluar las consecuencias ambientales está en la estimación de los cambios que probablemente habrá, y en el equilibrio entre beneficios y costos.

Efectos que difieren en escala o clase

Equilibrar los beneficios y los costos es rara vez una tarea fácil. La dificultad se agudiza cuando están desigualmente distribuidos, ya sea en tiempo o en espacio. Por ejemplo, desmontar un área de bosque tropical de llanura puede traer beneficios inmediatos por un período relativamente corto de tiempo, a un número relativamente pequeño de personas. Sin embargo, puede también privar a futuras generaciones de una fuente genética irreemplazable - y el costo para ellos puede considerarse mucho más alto que el beneficio obtenido por el grupo más pequeño. Inversamente, no desmontar esa zona podría ser considerado costoso para la generación actual. La evaluación de costos a corto y largo plazo, y de beneficios, es a menudo no tanto una cuestión de economía como de política y de ética.

La cuestión de una escala es muy importante cuando se evalúan consecuencias ambientales. Los efectos de la modificación o transformación de un bosque pueden confinarse al área local donde el cambio tiene lugar, o ser mucho más amplios. Tales efectos pueden tener una significación local solamente, o también universal. Algunos ejemplos aclararán estas diferencias.

El efecto puede estar enteramente confinado al área en la cual se realiza la operación. Si se limpia 1 ha de bosque para la agricultura, esa parte particular de bosque, con todo lo que contiene, desaparece por completo y es reemplazada por un ecosistema totalmente diferente. El hacer desaparecer ese bosque también implica la pérdida de 2 cm de suelo superficial, de la materia orgánica y de la capacidad de intercambio de base, y es igualmente un efecto localizado.

Por otra parte, el cambio de uso puede afectar áreas externas, cuyos resultados son comunes: erosión del suelo en el área de tierra cuya utilización ha cambiado, dando como resultado la formación de bancos y la modificación de curso de los ríos aguas abajo: cambios en las características hidrológicas de un área, con alteración de la calidad del agua que ésta provee; la ruptura de los senderos migratorios de los elefantes salvajes, lo que produce un cambio de hábitos y su tránsito a través de tierras de cultivo; el asentamiento de gente de otras zonas, lo que trae nuevas enfermedades que se propagan entre los pueblos indígenas circundantes.

Los cambios pueden ser aún más extensos. Los citados más a menudo son los contaminantes, que son diseminados por el aire, el agua u organismos vivientes, y que tienen efectos lejos del punto donde el material se usó originalmente. El DDT que se deposita en las capas de nieve y hielo de la zona ártica y antártica es un ejemplo muy conocido. Pueden, en realidad, afectar a toda la biosfera. Se ha sugerido, por ejemplo, que la supresión de grandes áreas de bosque húmedo tropical podría tener efectos de largo alcance sobre las características de la atmósfera y, en consecuencia, del clima del mundo - por alteración del equilibrio de anhídrido carbónico, o por modificación de la circulación atmosférica.

Efecto universal

Pero hay otro tipo de efecto que bien puede ser llamado universal - la eliminación del último ejemplo de un tipo de bosque o la extinción de una especie o depósito genético. Tales pérdidas tienen una significación universal porque son irrevocables e irreversibles, e interesan en un sentido muy especial a toda la humanidad.

El normal enfoque de las cuestiones de planificación del uso de la tierra en regiones de bosques tropicales, como en otros lugares, esta dominado por consideraciones económicas, suavizado y cualificado por presiones sociales. Las razones han sido bien establecidas por Lee Peng Choong (1974). Este enfoque generalmente conduce a una simple jerarquía de usos: la tierra se asigna para aquello que, con mayor probabilidad, será más rediticio. Generalmente se considera que el mercado es la medida más deseable. En general, se considera que el proteccionismo es un freno o restricción al desarrollo, y la importancia que se le otorgue depende del valor que la sociedad dé a las características que hay que proteger, y, con frecuencia, estos valores no están fácilmente sujetos a las fuerzas de mercado. Es interesante examinar cómo las actitudes con respecto a esta cuestión han variado en lo que concierne a las características que son importantes.

Creciente interés

Sólo recientemente la gente se ha dado cuenta, y aprecia, muchos de los valores de áreas que son naturales o casi naturales. No es probablemente una coincidencia que esta creciente consciencia llegue en un momento cuando lo natural a nuestro alrededor ha sido reemplazado por lo artificial en una proporción sin precedente; y esta consciencia es probablemente más intensa donde menos queda. Nada estimula el interés y la preocupación tanto como la escasez. El sentido de valoración está allí, quizás, cuando hay abundancia, pero, está latente, desapercibido, inarticulado. Sólo se despierta con la amenaza de su pérdida.

En 1962, la FAO publicó un volumen sobre influencias forestales, gran parte del cual estaba dedicado a los efectos del bosque sobre el agua, el suelo y el micro y mesoclima. Sólo en el último capítulo sobre la «evaluación de la utilidad de las influencias forestales» se reconocen otros valores. Aquí las influencias se distinguen como: (a) «influencias directas aproximadamente correspondientes a efectos mecánicos», por ejemplo: influencia protectora del bosque contra caída de rocas o avalanchas; (b) «influencias indirectas, comprendiendo aquellas en que las influencias físico-químicas juegan el papel principal, aunque no el único. Estas son las influencias que, a través de la modificación del medio ambiente, permiten que el bosque afecte a la retención del suelo y al ciclo del agua»; y (c) «influencias psico-fisiológicas. Estas son las que directamente interesan al hombre, ya que le proveen un mejor medio ambiente, aire purificado, áreas de descanso y esparcimiento (cinturones verdes), turismo, deportes, etc.».

El hecho de que esta última reciba muy poca atención puede sorprender nos ahora, pero era natural en su momento. Porque éste fue un periodo en el cual la gente estaba particularmente alerta en cuanto a los peligros de la erosión del suelo, inundaciones y escasez de agua, y estaba comenzando a disponer de ocio y dinero para alejarse de su casa en busca de lugares de placer. Otros aspectos de la preocupación por el medio ambiente estaban limitados a un número relativamente pequeño de individuos.

TIGRE NADANDO, INDIA aforisma importante: conservar el hábitat adecuado

En contraste, un grupo FAO/CEPE, citado en Grayson (1974) propuso la siguiente clasificación:

- Influencia de los bosques sobre el clima, aire, agua y suelo.
- Conservación la herencia biológica representada por los ecosistemas forestales.
- Función de los bosques en el paisaje, y para recreación.

Este es un cambio significativo causado esencialmente por cambios en las actitudes públicas. Encierra también una importante lección - que los gustos y prioridades sí cambian, y que el cambio puede ser rápido. Por tanto, es importante, cuando se planifica el uso de la tierra, permitir que exista flexibilidad para afrontar las necesidades futuras de la sociedad, y puede no ser del todo fácil predecirlas.

Un enfoque alternativo que parece contemplar más flexibilidad, y las diversas necesidades de las sociedades es el usado en un cierto número de estudios de planeamiento británicos (Poore, 1974a). Parecía ser igualmente apropiado para el bosque húmedo tropical. Comienza por identificar las áreas principales de interés público; luego examina la tierra en relación con su importancia en cada una de ellas. Se comparan los diferentes valores entre sí. El resultado muestra dónde hay contrastes entre los varios aspectos de interés público, y éstos pueden entonces hacerse compatibles unos con otros. El éxito de la técnica depende del éxito con que los varios aspectos del interés público sean reconocidos o previstos, y la habilidad que se emplee en el reconocimiento y clasificación.. La resolución de los contrastes es entonces una cuestión de juicio político basado en una evaluación de prioridades socioeconómicas. Esta es la filosofía en que se basan las presentes consideraciones sobre las consecuencias de la eliminación bosques higrofíticos.

Este enfoque se ha ampliado en un estudio hecho y publicado por el Comité científico de problemas del medio ambiente, del Consejo Internacional de Uniones Científicas. En el mismo se consideraron los principios y procedimientos que deberían usarse en la evaluación de la repercusión ambiental. La cadena de razonamiento que subyace a las recomendaciones es importante para nosotros, porque consideró que las consecuencias de todas las acciones deberían juzgarse por su repercusión sobre áreas de interés humano, y que las decisiones deberían hacerse en base a la mejor evaluación posible del balance de ventaja.

Si la argumentación, ha sido aceptada, hasta ahora, hay dos consecuencias que parten de la misma:

- Los cambios físicos y biológicos son importantes sólo si afectan a los intereses humanos de alguna manera.

- El patrón de acuerdo con el cual cualquier acción debe ser evaluado es su efecto duradero sobre el bienestar humano.

Evaluación de cambios por sus efectos

Esto lleva inmediatamente a dos de las grandes dificultades inherentes a la evaluación de cambios ambientales, una está relacionada con el tiempo y la otra con el espacio.

1. Muchos de los efectos adversos pueden tardar en hacerse evidentes. Una acción que proporciona ventajas inmediatas puede tener en si las semillas del deterioro futuro. Además, el valor que el hombre da a varias características del bosque puede cambiar con el tiempo. Una vez que las necesidades básicas de vida han sido cubiertas (alimentos, bebida y abrigo), las preferencias y prioridades cambian de una sociedad a otra, y, de vez en cuando, dentro de la misma sociedad.

2. El efecto de cualquier cambio del uso de la tierra, o en verdad cualquier acción, tal como la legislación, que pueda afectar al uso de la misma, puede tener efectos cercanos o lejanos a su punto de aplicación. En consecuencia, puede afectar a poca o a mucha gente. Y, lo que es más, aquellos a quienes beneficia pueden ser muy diferentes de los que puedan sufrir.

Es importante, entonces, evaluar cualquier cambio que pueda producirse por el efecto que pueda tener sobre diversos grupos humanos en diferentes períodos de tiempo. Las decisiones que se tomarán serán, por lo tanto, por su propia naturaleza, decisiones políticas y es importante asegurarse que todos los posibles elementos significativos estén al alcance de quienes toman las decisiones.

En general, debe suponerse que las intenciones de los encargados de llevar a cabo el desarrollo son buenas (aunque lamentablemente no siempre es así), y que tienen como meta mejorar la salud, la nutrición o el nivel de vida de la gente. Por consiguiente, este trabajo se concentrará necesariamente en prestar especial atención a las consecuencias adversas o no intencionales del desarrollo, teniendo presente que éstas deben sopesarse en contra de los beneficios esperados.

Las áreas cubiertas de bosque húmedo tropical tienen un cierto número de valores que se consideran importantes, algunos de los cuales, tales como muestras de ecosistemas no alterados son inherentes al bosque original, y disminuyen si se interfiere con el mismo de alguna manera. Otros valores, como el rendimiento de madera u otros productos forestales, por ejemplo, sólo pueden apreciarse si el bosque se cambia haciendo una tala. Todavía hay otros valores Latentes y únicamente se puede sacar ventaja de ellos si el bosque se desmonta; no se puede obtener ningún beneficio del potencial del suelo cubierto de bosque para cultivar caucho y aceites láuricos mientras éste exista.

Puede resultar útil en esta discusión distinguir dos tipos de cambio - modificación y transformación.

Modificación

Es el proceso mediante el cual la estructura original, la composición o dinámica del bosque es alterada por la intervención del hombre. En su forma más leve, puede ser nada más que la extracción de unos pocos árboles sanos, o productos del bosque (fruta, junco, goma, por ejemplo); en el otro extremo, puede incluir formas de agricultura nómada, lo que induce a una sucesión secundaria en el bosque. Estos procesos pueden llamarse «modificaciones», siempre que mantengan la continuidad con respecto al ecosistema forestal original, y que no haya pérdida permanente de potencial (por erosión del suelo, extinción de las especies, etc.), de manera que, por lo menos en teoría, existe la posibilidad que el bosque pueda volver - en un tiempo razonable - a algo parecido a su condición original. (Un retorno exacto puede ser casi imposible para algunas características, como distribución de especies y clases de edad dentro de las especies.)

Transformación

Es una clase completamente diferente de cambio por el cual el bosque original o modificado es totalmente suprimido y reemplazado por un ecosistema artificial, o por estructuras inanimadas.

Cuando el bosque sufre modificaciones o transformaciones a partir de su estado original, también cambian sus valores; algunos disminuyen o desaparecen, otros aumentan. Examinando estos cambios y evaluándololos, podemos comenzar con una simple enumeración de los que parecen ser importantes en este momento; mas deberíamos recordar siempre que pueden aparecer otros en el futuro, de los cuales ahora no tenemos idea. La lista que sigue comienza con los valores del bosque original, sin modificar, y se aproxima a aquellos del área forestal transformada. El orden no da necesariamente una medida indicadora de importancia. Al inspeccionar la lista, se verá que estos valores tienen diferentes características y que se superponen en cierto grado.

Las áreas forestales húmedas tropicales pueden tener importancia porque:

SÁHARA, FORMACIONES PETRIFICADAS DE ORIGEN VEGETAL ¿DE VIEJAS RAÍCES FORESTALES? una advertencia

1. Ciertas partes del bosque están habitadas por grupos indígenas, que también obtienen todos sus medios de subsistencia del mismo. En el bosque sin modificar, éstos son agrupaciones de cazadores que no intentan modificar o controlar su medio ambiente, sino que son parte de el. Otros lo modifican extensamente (por ejemplo, por cultivos nómadas), pero han conseguido en algunos casos un equilibrio estable dinámico con él (Watters, 1975).

2. Son el hábitat de especies y genotipos de plantas y animales, en las cuales éstos pueden perpetuarse y expresar su potencial evolutivo. Sirven como bancos naturales de genes y áreas donde pueden continuar la evolución.

3. Ciertas áreas representan muestras imperturbadas de la amplitud de variación en los ecosistemas del monte húmedo tropical.

4. El bosque que cubre un área de captación de aguas regula la cantidad y calidad del agua que de allí sale, e impide la erosión, manteniendo así la fertilidad potencial del área misma, y evitando el embaucamiento y otras consecuencias negativas corriente abajo. Los bosques situados a lo largo de ríos o corrientes de agua a menudo protegen las orillas de la erosión.

5. Pueden servir como áreas en las que se pueden realizar investigaciones científicas sobre procesos naturales, o donde se puede obtener gran cantidad de valiosa información científica como resultado de investigaciones previas.

6. Pueden asarse como patrones can respecto a los cuales los cambios en las áreas externas pueden medirse y evaluarse.

7. Pueden proporcionar estaciones de vigilancia para la medición de cambios regionales o globales en ciertas mediciones ambientales, por ejemplo, componentes atmosféricos y contaminantes.

8. Son áreas en las cuales los estudiantes y otros sectores del público pueden estudiar los procesos naturales, y darse cuenta de su importancia.

9. Pueden ser un importante centro para recreo y esparcimiento, especial mente en áreas de gran belleza natural y cerca de centros poblados.

10. Por su presencia física, actúan como influencia moderadora sobre el clima.

11. Pueden actuar como amortiguador contra epidemias de plagas y enfermedades, que afectan tanto al hombre como a sus plantas y animales domésticos.

12. El bosque contiene madera y otros productos forestales, vegetales y animales, que pueden cosecharse para proporcionar un continuo rendimiento, o pueden convertirse en capital para inversión si se decide suprimir el bosque para otros propósitos.

13. Los emplazamientos del bosque pueden tener valor para su transformación con otros fines agricultura, presas, minería, etc. La cobertura forestal mantiene el potencial e integridad de los mismos.

Es fácilmente apreciable que estos valores son de clases muy diferentes. Algunos son coherentes entre sí, otros no. Algunos representan bienes de capital que sólo pueden, apreciarse si se desmonta el bosque y se destruye cualquier otra función que pudiera tener. Algunos dan beneficios inmediatos; en otros, el beneficio se dará en el futuro (por ejemplo, los que facilitan la investigación y la educación).

Frente a estos antecedentes de concepto a continuación se examinan los posibles efectos de la eliminación de extensas zonas de bosque húmedo tropical.

Modificación del clima

El clima del mundo no es constante. Cambió en el pasado, está cambiando y continuará haciéndolo. Una parte significativa de esto no está causada por la acción del hombre, está más allá de su control y se entiende imperfectamente. Aunque el conocimiento de los procesos naturales de meteorología global aumentan rápidamente es imposible en el presente predecir, excepto de manera muy rudimentaria, los cambios en las pautas de las condiciones meteorológicas continentales o globales, que son de fundamental importancia para muchas actividades humanas. Esto reviste gran significación tanto para el desarrollo como para la conservación del bosque húmedo tropical. En este punto, es importante señalar que cualquier modificación climática inducida por el hombre puede anular o acentuar una tendencia natural subyacente. Por ejemplo, si el clima de la región se vuelve naturalmente más húmedo, pero un cambio en el uso de la tierra reduce la precipitación pluvial, puede aparentemente no haber cambio alguno. Pero si la tendencia en el clima de la región se invierte y se vuelve más seco, entonces los cambios naturales y los inducidos por el hombre se acentuarán mutuamente, y el clima se volverá rápidamente más árido. Es, en consecuencia, muy Importante Juzgar cualquier cambio posible producido por el hombre contra el trasfondo de cambios naturales probables.

Durante la ultima década ha habido cambios significativos en las pautas climáticas mundiales en comparación con los 20-30 años precedentes (Lamb, 1974). Las latitudes ecuatoriales se han vuelto más lluviosas, y las subtropicales más secas. Pero se ignora si es una fluctuación temporal o parte de una tendencia más duradera. Tal como están las cosas, esto exagerará las dificultades ambientales en aquellas regiones ecuatoriales donde la lluvia es cuantiosa, y en los márgenes exteriores de los bosques húmedos tropicales caducifolios, donde la sequía estacional puede ocasionar problemas.

NIDO DE GARZAS EN KENYA un delicado equilibrio

No causa sorpresa que existan todavía considerables dudas con respecto al efecto de los cambios en gran escala en el uso de la tierra sobre el clima de una región o de todo el globo. Algunos aspectos del tema han sido examinados por la Société malgache d'investissement et du crédit (SMIC, 1971 y Newell, 1971). Sin ninguna dada, se necesitan más investigaciones y hechos sobre este tema.

La supresión de bosques o cambios en el uso de la tierra afectan al equilibrio de radiación (y, en consecuencia, posiblemente a los regímenes de temperatura y precipitación pluvial), al cambiar el albedo, la aspereza de la superficie y el cociente de radiación entre el calentamiento sensible y latente de la atmósfera. El de más significación es el último. Hay marcadas diferencias entre la relación de Bowen (equilibrio entre el calor sensible y el latente) de regiones desérticas (y, presumiblemente, el suelo desnudo), por una parte, y los bosques higrofíticos tropicales, pantanos, arrozales y océanos, por otra. Cabe discutir entonces, si los cambios en el uso de la tierra en la región de los bosques higrofíticos tropicales pueden producir cambios acumulativos por medio de mecanismos de retroacción de tal magnitud que modifiquen estas características físicas de modo que resulten o irreversibles o difíciles de revertir.

En el informe de la SMIC se dice que la destrucción de la jungla en Brasil, Indonesia y Africa puede hacer aumentar el índice regional de Bowen en un orden de magnitud casi igual. El reemplazo de estas grandes fuentes de calor latente por grandes fuentes de calor sensible puede tener un efecto significativo sobre la generación y disipación de las ondas tropicales provenientes del este. Esta deforestación, además, como lo insinúa Newell (1971), puede influir en la dinámica de la circulación general, a través de una serie de interacciones no lineales. Por eso creemos que hay necesidad urgente de proyectar experimentos numéricos, para ensayar las sensibilidades de los modelos a los principales cambios debidos a la redistribución de los flujos de calor sensibles y latentes en el trópico.

Es muy importante enfocar los cambios en el uso de la tierra con gran cuidado

Conviene señalar aquí que la destrucción de una selva es un proceso casi irreversible. El suelo deja de retener la humedad y en la época de las lluvias son frecuentes los aluviones. Además, el suelo se seca rápidamente y en la atmósfera suelen formarse nubes de polvo que cambian cl equilibrio regional. Bryson, por ejemplo, alega que el desierto de Rajputana, en el oeste de la India, es obra del hombre. Observando que el contenido de vapor de agua integrado verticalmente es comparable con el de algunas regiones forestales tropicales, insinúa que la carga de polvo de la troposfera ha elevado la subsidencia atmosférica y así ha inhibido la precipitación. Los estudios arqueológicos del polen revelan que el desierto era relativamente fértil hace varios siglos y había un lago de agua dulce que sirvió de apoyo a una civilización temprana. Los estudios de Bryson nos recuerdan que las simulaciones numéricas de cambios efectuados por el hombre en el trópico deben abarcar los efectos que el polvo acarreado por el viento produce sobre el equilibrio de la radiación en la troposfera.

No obstante lo dicho, cabe preguntarse si se justifica extrapolar las observaciones de la zona de Rajputana a la mayor parte de las superficies cubiertas por bosques húmedos tropicales. Con el clima actual, probablemente esta zona se encontraría en el extremo más árido del bosque caducifolio seco tropical y sólo en el perenne en el caso que el bosque tuviera acceso a fuentes de agua subterránea. En las zonas de bosque tropical pluvial, los árboles altos suelen ser reemplazados por bosques secundarios, plantaciones agrícolas, agricultura de riego o pastizales, que tienen todos características físicas más semejantes al bosque autóctono que al ejemplo de Rajputana. La tendencia a la aridez autoengendrada, no obstante lo dicho, puede ser importante en las zonas de bosques pluviales tropicales, donde el suelo es muy pobre, en las zonas sujetas a sequías periódicas, donde los incendios pueden hacer aumentar la cantidad de polvo en la atmósfera y la erosión puede dejar grandes extensiones de terreno pelado y por doquier en la ecotonía entre el bosque húmedo tropical y los bosques de tipo más seco.

Por otra parte, con este grado de incertidumbre, como es claro, resulta muy importante abordar con mucha cautela los cambios de uso de la tierra en zonas tan sensibles y tratar en todas partes de reemplazar el bosque, si hay que reemplazarlo, por sistemas de uso de la tierra que reproduzcan, en la medida de lo posible, los rasgos físicos más significativos de la vegetación reemplazada.

También se planteó la cuestión con respecto al posible efecto de la supresión del bosque higrofítico tropical sobre el ciclo del carbono de la biosfera, y en particular sobre el contenido de anhídrido carbónico en la atmósfera. Se sabe ahora con certeza por observaciones hechas en Mauna Loa y otros lugares (SCEP, 1970; Woodwell y Pecan, 1973) que el anhídrido carbónico en la atmósfera ha ido aumentando desde 1958 al ritmo de 0,2% anual, o 0,7 ppm/año, y que el promedio es ahora de alrededor de , 5 ppm/año. Se atribuye el aumento al uso de combustibles fósiles.

La prueba relacionada con el ciclo del carbono fue revisada en el Simposio de Brookhaven (Woodwell y Pecan, 1973), y el resumen fue preparado bajo los auspicios del Instituto de Ecología. La siguiente versión está basada en el SCEP y en los resultados de este simposio.

Se sabe muy poco acerca de muchas de las principales variables para poder hacer predicciones seguras sobre los efectos de la acción del hombre. Hay un complejo equilibrio dinámico entre los cuatro comportamientos de la biosfera: la atmósfera, la tierra, las capas superficiales y profundas de los océanos y los sedimentos. Las cantidades estimadas de carbono en los componentes principales son las que figuran a continuación:

Cantidad en tm × 109 de carbono

ATMÓSFERA

670

TIERRA


Orgánico viviente

833

Orgánico sin vida

700

A para dulce

3 30

OCÉANO


Orgánico viviente

1,5

Orgánico sin vida

1 000

Inorgánico

40 000

SEDIMENTOS


Combustibles fósiles

1 0 000

Sedimentos de carbono inorgánico y carbono difuso

20 000 000

Estas cifras son, en el mejor de los casos, estimaciones, y están sujetas a muchas calificaciones; además, las proporciones de transferencia entre muchos de estos depósitos son en gran medida desconocidas. Parece probable, sin embargo, que la transferencia más activa (y la de interés más inmediato para el hombre) ocurre en los sistemas de tierras y entre aquéllos y la atmósfera, como resultado de las actuales proporciones de combustión de combustible fósil. Una estimación de 100 se fija por fotosíntesis total cada año, y aproximadamente se devuelve la misma cantidad, por la respiración y otras formas de oxidación.

La mayoría de la materia orgánica en la tierra está concentrada en los bosques, Whittaker y Likens (en Woodwell y Pecan, 1973) dan las siguientes estimaciones:

Bosque higrofítico tropical

340

Bosque estacional tropical

120

Bosque siempreverde templado

80

Bosque caducifolio templado

95

Bosque boreal

108

Que se comparan con:


Tierra cultivada

7

Carbono continental toral

827

Al asignar «tierras para agricultura actuales a otros tipos de ecosistemas y dar valores más altos de biomasa para condiciones de clímax a los bosques», sugieren que la biomasa mundial, antes de la influencia del hombre civilizado, era superior a 1 000 × 109 toneladas métricas de carbono.

Es evidentemente importante, al estimar los posibles efectos de la deforestación sobre el ciclo de carbono, distinguir, como hace el estudio del SCEP, entre carbono con un corto tiempo de permanencia (incluyendo hojas, desechos y animales de corta vida) y carbono con un largo tiempo de permanencia (madera, grandes raíces, humus del suelo superior). En la región del bosque húmedo tropical el humus del suelo superior probablemente tiene un corto período de permanencia. Con la supresión del bosque higrofítico tropical, se producirá una reducción de la biomasa, y el carbono con un período de permanencia relativamente largo será reemplazado por uno de vida más corta.

Es imposible evaluar el efecto total neto de esto, en base a la información actual, pero podría señalarse que, si la biomasa total de plantas del bosque higrofítico tropical (estimada por Whittaker y Liken en 340) se convirtiera en anhídrido carbónico durante los próximos 50 años y no fuera reemplazada por otro carbono almacenado, liberaría anhídrido carbónico a la atmósfera, durante esos 50 años, al doble de la velocidad actual para los combustibles fósiles, lo que podría ser el máximo efecto posible.

En conclusión, los datos sobre los varios aspectos del ciclo del carbono son tan inadecuados, que es imposible hacer predicciones en que se pueda confiar. Sería prudende, en tanto no se realicen modelos más exactos, evitar el agravar la situación ya existente, causada por la combustión de combustibles fósiles, y retener una biomasa alta en una proporción tan vasta como sea posible en la región del bosque higrofítico tropical, ya sea en el mismo bosque o en plantaciones de arboles.

Si se suprime un bosques éste y todas las especies que contiene podrán desaparecer del todo

En los trópicos, el almacenamiento de carbono en la turba, o en las capas de humus de superficie, es escaso y también depende de la cobertura arbórea.

Se está generalmente de acuerdo en la actualidad en que el efecto de los cambios en el uso de la tierra, en el área del bosque húmedo tropical, tendría efectos insignificantes sobre el contenido de oxígeno de la atmósfera.

La consecuencia más importante de la supresión del bosque húmedo tropical es tal vez tan obvia que rara vez se dice: si el bosque se suprime, esa clase de bosque y todas las especies que contiene desaparecerán totalmente.

En esta característica los bosques húmedos tropicales difieren de los de las regiones templadas o más áridas. Las argumentaciones y evidencias que favorecen este punto de vista están presentadas por Gómez-Pompa, Vázquez-Yanes y Guevara (1972) en su trabajo sobre El bosque higrofítico tropical: un recurso no renovable, y serían generalmente aceptados por la mayoría (por no decir todos) de los que tienen estrecha experiencia con la biología de estos bosques.

Las razones pueden expresarse simplemente Si se tala un bosque, la recuperación depende bien de la persistencia de las especies in situ como adultos, de la regeneración por semillas latentes o bien de la posibilidad de recolonización desde afuera. En las regiones áridas y templadas, muchas de las especies de árboles pueden continuar existiendo como ejemplares aislados, tienen medios eficaces de dispersión y las semillas pueden frecuentemente permanecer latentes durante largos períodos. Las condiciones, en consecuencia, favorecen tanto la persistencia como la recolonización, siempre y cuando subsistan pequeños refugios. El bosque también contiene menos especies de árboles (rara vez más de 5 a 10 en la Europa templada, por ejemplo), y se necesitan entonces áreas más pequeñas par retener muestras representativas. Las especies forestales de pájaros e insectos pueden también persistir en pequeños refugios, y cadenas de éstos, tales como los setos en el paisaje europeo, posibilitan la migración de un remanente forestal a otro. A pesar de la lamentable destrucción masiva de los bosques en algunas partes de las regiones templadas, el grado de extinción ha sido muy bajo.

Especies de árboles

La posición en los bosques húmedos tropicales es muy diferente. Excepto donde prevalecen factores limitantes especiales (por ejemplo, las áreas de arenas blancas empobrecidas, aun cuando éstas son más ricas que los bosques templados), el bosque es muy rico en especies de árboles. En la zona tropical de América y sudeste de Asia, 1 ha de bosque generalmente tiene más de 100 especies diferentes de árboles de más de 10 cm de diámetro, a menudo más de 150. En Malasia, Poore (1968) encontró 3X5 especies de árboles de más de 25 cm de diámetro en 50 ha. Muchas especies están representadas por muy pocos individuos. Los mecanismos de dispersión son generalmente ineficientes, de manera que las posibilidades de recolonización son escasas. Los árboles individuales, aislados, no persisten; el período de viabilidad de las semillas es corto y la regeneración con éxito sólo se da en condiciones forestales.

El efecto común de la supresión de un bosque sobre la flora es la desaparición total de las especies forestales, excepto para pocas especies «migratorias» (por ejemplo, de los géneros Mecaranga en Malasia, Musanga en Africa, Cecropia, Ochroma y Jacarandá en la zona tropical de América), lo que se produce muy aisladamente en espacios temporales en el bosque de clímax, y se extiende ampliamente en bosques secundarios. El efecto sobre la fauna parece ser similar. Harrison (1968) compara las 76 especies de mamíferos registrados en 150 millas2 (1 milla2 = 2,59 km2) de bosque de tierras bajas en Selangor, Malasia, durante un período de 10 años, con las 12-13 halladas en áreas de caucho y palma oleífera, convertidas en tales a partir de bosques. De éstas, dos fueron especies de ratas introducidas, y otras pueden haber dependido de la cercanía del bosque que aún quedaba. McClure (1968) descubrió, de modo semejante, que menos de un 5 % de las especies locales de pájaros podían adaptarse al cambio de las condiciones forestales a las no forestales. El grado en que se produce esta reducción probablemente depende de hasta qué extremo la especie esté ligada a un nicho en particular, y especializada en su hábitat. Las especies menos móviles, tales como muchos invertebrados, posiblemente desaparezcan completamente una vez destruido el hábitat forestal. Harrison también señala que las plagas de áreas cultivadas rara vez son verdaderas especies forestales, sino inmigrantes de hábitat diferentes; sin embargo, hay casos de graves, estragos, por ejemplo, por los elefantes cuyos hábitat han sido alterados por el desarrollo.

Efecto de la destrucción

El efecto de una vasta destrucción podría ser, en consecuencia, la total eliminación de varios tipos de bosque higrofítico tropical y las especies que alberga.

Whitmore (1975) dice: «Conservar el hábitat adecuado es el aforismo básico. Si se sigue este simple plan, la futura existencia de animales y plantas de los bosques higrofíticos está asegurada, y éstos continuarán contribuyendo a mantener y enriquecer la vida del hombre. El hábitat se preserva si muestras representativas y suficientes de bosque higrofítico tropical virgen se dedican a parques nacionales, inviolables a perpetuidad. Tales parques nacionales son las áreas forestales en las cuales se retendrán adecuadas poblaciones para mantener la total diversidad genética de las especies de animales y plantas, especialmente las que se dan a muy baja densidad, como el cálao, el tapir y el tigre, o tienen extensos territorios, como el ganado salvaje de la India y el elefante...».

«Una gran proporción de mamíferos y pájaros se dan sólo a bajas alturas, como ocurre con la mayoría de las plantas con gran potencial para el uso humano. Es esencial, en consecuencia, conservar bosques higrofíticos siempreverdes de tierras bajas (la clase más valiosa para rollizos), y otras formaciones de tierras bajas, y es totalmente inadecuado conservar sólo formaciones montanas.»

Si se examina este problema en escala mundial, hay muy pocos motivos de satisfacción. Se da alguna indicación en la Lista de Parques Nacionales y Areas Protegidas de las Naciones Unidas.

Areas de parques nacionales

Las áreas totales de parques nacionales y reservas equivalentes son:

Bosque higrofítico tropical

13 650 000 ha

Areas tropicales de ahora

1 500 000 ha

Bosque monzónico

608 000 ha

de las cuales cerca de 6 millones de ha están en Zaire, ninguna en el Amazonas de Brasil, y muy pocas en el bosque de tierras bajas, donde la necesidad es mayor. Esto hay que compararlo con un área mundial de bosque húmedo tropical que tiene indudablemente más de 10 millones de km2 (datos de Persson, 1974).

Sin embargo, hay que ver estas cifras con cautela. Por ejemplo, no está nunca claro en las descripciones qué extensión del área es bosque higrofítico y cuál está cubierta por otras formaciones.

Esta situación es aún menos alentadora si se observa la distribución de acuerdo con las provincias bióticas, que da algún indicio del límite hasta el cual estas áreas proporcionan protección para los tipos regionales característicos del bosque húmedo tropical con los animales y plantas de su región.

El análisis de la Lista de las Naciones Unidas muestra que de las 42 provincias bióticas que están totalmente o en parte (por ejemplo, montañas e islas) ocupadas por bosques húmedos tropicales, 5 contienen 3-5, 15 contienen 1-2 y 13 no tienen ninguna.

Está claro que se requiere una información más completa, si se han de preservar los recursos genéticos del bosque húmedo tropical in situ. Este es uno de los principales campos de acción de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y sus Recursos, para lo cual colabora con los nuevos esfuerzos de la Unesco con objeto de promover el establecimiento de reservas de la biosfera.

El tamaño y la distribución de las áreas protegidas

Se sabe muy poco acerca de la extensión de las áreas necesarias para permitir la supervivencia de especies de bosques higrofíticos. Whitmore (1975) cita el ejemplo de Taman Negara, en Malasia Occidental. «Se ha calculado que Taman Negara (4 340 km2) contiene el 60% de los mamíferos endémicos especializados locales de la región de la plataforma de Sunda, y de las 198 especies, 142 dependen del bosque para su existencia, y una gran proporción de ellas vive por debajo de los 330 m de altura; 172 de los 241 pájaros conocidos de bosque de tierras bajas y 52 de las 76 especies montañosas conocidas, que se crían en Malasia, han sido registradas dentro de este parque (Wells, 1971).

El bosque de tierras bajas más valioso, que cubre quizás un 30 % de Taman Negara, contiene madera, evaluado en 1971 en 1 millón de dólares malasios por milla2 (2,6 km2), aproximadamente. Las presiones que se ejercerán en el futuro para extraer esta madera serán poderosísimas, pero si Taman Negara ha de cumplir su función, tendrán que ser resistidas (Ho et al., 1971).»

Terborgh (1974) ha intentado estimar las tasas de extinción de las especies de pájaros basándose en analogías con faunas isleñas. Por otra parte, Whitmore (1975) ha razonado partiendo de las densidades conocidas y del número de individuos que se cree componen un adecuado depósito o banco de genes. «Los árboles frutales silvestres en Malasia se dan en el bosque higrofítico de tierras bajas a muy baja densidad. En un estudio de 676 ha, de Ulu Kelatan, pocas especies excedían de 24 árboles/100 ha y 11 de 18 tenían menos de 13 árboles/100 ha (Whitmore, 1971). Es evidente que si, como es probable, por cada especie se necesitan al menos 10000 árboles para proveer un adecuado depósito genético (Toda, en Richardson, 1970), enormes extensiones deben ser preservadas.»

Desde mi punto de vista, no puede haber una sola respuesta a esta cuestión. Si se desea proteger estas áreas a perpetuidad, el éxito de la empresa dependerá no sólo del tamaño, sino también de la amplitud de condiciones en el área protegida en relación con los cambios de clima que, razonablemente, es dado esperar. Cualquier estimación de este último sería altamente especulativa. En ausencia de una guía más exacta, parecería prudente:

1. Seleccionar áreas que sean extensas y que tengan una amplitud de condiciones tan vasta como sea posible - de suelos húmedos a secos, por ejemplo, y de bajas a grandes alturas.

2. Suplementar éstas con reservas más pequeñas (The Virgin Jungle Reserves, Wyatt-Smith, 1950) elegidos de manera tal que representen muestras de una amplitud de condiciones que incluyan tantas especies como sea posible.

3. Vigilar cambios en las mismas, de manera que el sistema pueda mejorarse constantemente.

Al llegar a este punto, convendría añadir otras dos características de los bosques húmedos tropicales, que se mencionan a menudo en la literatura en defensa de la retención de la tierra forestal. Estas son la «productividad biológica» del bosque y la relación entre diversidad y estabilidad.

Productividad biológica y relación entre diversidad y estabilidad

La medición del promedio de producción neta de materia seca en el bosque húmedo tropical es muy difícil, y los datos son muy escasos. Whittaker y Likens (Woodwell y Pecan, 1973) estimaron que la del bosque higrofítico tropical era de 900 g de carbono/m2/año (20 tm de materia seca/ha/año). Pero en un bosque de clímax, como el bosque higrofítico tropical se supone que la biomasa es constante y, en consecuencia, este promedio de producción está equilibrado por el mismo promedio de oxidación (a través de hervíboros, hongos, bacterias, etc.). Este promedio de producción está muy sobrepasado por algunos cultivos (por ejemplo, caña de azúcar), por la palma oleífera y el caucho en condiciones favorables (Wycherley, 1969), y por plantaciones de árboles tropicales (Dawkins, 1967). Esto no es sorprendente porque el bosque higrofítico tropical de clímax representa un estado lijo, con árboles de todas las edades, mientras que los otros están mayormente en la fase logarítmica de crecimiento.

Conceptos erróneos similares rodean la «diversidad» del bosque higrofítico tropical y la relación entre éste y su estabilidad. Algunas clases de bosque higrofítico tropical ciertamente tienen tanta diversidad como cualquier comunidad en el mundo (Poore, 1968). Esta diversidad les confiere estabilidad en relación con aquellas clases de cambios naturales del medio ambiente en el cual han evolucionado (cambios climáticos pequeños y graduales, procesos geomorfológicos, etc.), y parece que les proporciona mecanismos de protección contra plagas o enfermedades de proporciones epidémicas. Sin embargo, esta protección no evolucionó en respuesta a la destrucción por el hombre, y la diversidad del bosque, lejos de dar estabilidad ante estas nuevas amenazas, hace al bosque tropical excepcionalmente frágil y vulnerable (Gómez-Pompa, Vázquez-Yanes y Guevara, 1972).

Durante el período 1965-71, un total de 17,56 millones de galones (1 galón 4.5 litros) de herbicida fueron usados sobre bosques y cultivos en Viet Nam en mezclas que contenían 2,4-D, 2,4,5-T, pictoram y ácido cacodílico. Los bosques del interior y los manglares estuvieron sujetos a tratamientos de diversa intensidad.

Los efectos han sido examinados en publicaciones de la Academia Nacional de Ciencias, y el Resumen y Conclusiones están presentados en National Academy of Sciences (1974).

El efecto sobre bosques del interior dependió en gran parte del número e intensidad de la aplicación. Una sola aplicación apenas si defolió la cubierta de vuelo de los árboles, el resultado de más aplicaciones fue más serio. Se calcula que alrededor de una sexta parte de la madera se ha perdido y que el daño «fue indudablemente extenso y grave». La rehabilitación debería, sin embargo, ser posible después de un detallado inventario. No se encontró señal de laterización o perdida de fertilidad en los suelos.

Las consecuencias para el manglar fueron más serías. Se fumigó alrededor de un tercio del área total del mismo (260 000 de un total de 720 000 ha). En estas áreas no se encuentra recolonización ni regeneración, probablemente a causa del hábito vivíparo de la mayoría de las especies del manglar. La evidencia acerca del efecto sobre la población piscícola fue inconcluyente, y la supresión de manglares por fumigación pareció tener el mismo efecto sobre la incidencia de malaria como la supresión por corte.

Las poblaciones de bosques tropicales se definen aquí como aquellas poblaciones cuyo modo de vida parece estar adaptado al medio ambiente del bosque tropical. Generalmente, hay un componente generador de alimentos (caza, pesca, recolección) en su economía, y, cuando es exclusivo (como el caso de los cazadores-agricultores), o dominante (como el caso de los cazadores-jardineros), no es difícil apreciar que esto tiene que ser así. Pero también hay pueblos que son casi enteramente agricultores, y que, sin embargo, a causa de sus sistemas particulares de cultivo, coexisten con el bosque en vez de reemplazarlo

Consecuencias para las poblaciones indígenas forestales

Ninguno de estos pueblos es parecido. Varían desde las pequeñas bandas nómadas, pasando por varios grados de seminomadismo y semisedentarismo, hasta las grandes tribus asentadas. Esta enorme variedad cultural hace difícil generalizar acerca de «pueblos de bosques tropicales», pero, en este contexto, puede suponerse que nos referimos constantemente a aquellos habitantes del bosque que, por su movilidad (nomadismo), y/o por su falta de experiencia con culturas que poseen un sistema de valores enteramente diferente, están mal equipados para enfrentarse con las presiones del desarrollo.

El efecto más grave del desarrollo sobre los pueblos forestales de la selva es matarlos; no tienen, generalmente, resistencia a enfermedades tales como la gripe, el sarampión, la viruela y la tuberculosis. Estas enfermedades han diezmado poblaciones con mucha más frecuencia que los raros intentos de genocidio. Debería señalarse, sin embargo, que pocos pueblos han sido totalmente extinguidos a causa de ello, por lo menos genéticamente. Los restantes son o absorbidos por la cultura dominante, usualmente al nivel más bajo como campesinos mestizos, absorbidos por otro pueblo forestal al que acudieron en busca de ayuda, o bien se recuperan.

El resultado de un primer contacto es invariablemente una epidemia, que a menudo se repite después periódicamente durante un cierto tiempo. Las poblaciones que tradicionalmente se trasladan de un lado a otro dentro de su país en grupos pequeños, durante todo o parte del año, cuando se asientan (generalmente, en grupos más grandes), son especialmente propensas a la infección.

Su vulnerabilidad a las enfermedades importadas las hace depender de medicinas y ayuda médica externa, lo que no ocurría anteriormente. Paradójicamente, esto puede conducir a un aumento de las enfermedades incurables. Una vez que han estado totalmente expuestas a la medicina moderna, comienzan a perder fe en sus propias técnicas curativas, en particular porque éstas rara vez - tal vez nunca - son eficaces contra el sarampión, la viruela y otras enfermedades semejantes. Por desgracia, los males tradicionales, sobre todo las enfermedades psicosomáticas, persisten durante algún tiempo, después que se extinguieron sus prácticas médico-religiosas, que podían haberlas curado. La medicina occidental que las reemplazó (y no es sorprendente) está mal equipada para tratar un mal que es la expresión de una cultura muy diferente, y la enfermedad queda sin curar.

Este fenómeno es sintomático de la sería desmoralización de poscontacto que, a menudo, se da entre las poblaciones forestales; ésta tiene varias causas, además de la enorme impresión por enfermedades de las cuales no tenían experiencia previa y no pueden en modo alguno controlar. Una es el descubrimiento que aun los adultos más respetados y competentes del grupo no pueden continuar como tales. Las reglas de vida han cambiado misteriosamente, y ya no es suficiente ser un buen cazador, pescador o jardinero. Las poblaciones forestales de las cuales nos ocupamos no tienen experiencia con el dinero, y son fácilmente engañadas por pueblos más refinados que creerían contrario a sus intereses no hacer el mejor negocio posible de una situación como ésta.

La cultura dominante abiertamente demuestra a menudo su desprecio o lástima por las costumbres y maneras de la tribu forestal. Los visitantes miran con curiosidad su desnudez, son paternalistas, y se ríen de los ritos que no entienden. Estas reacciones refuerzan los sentimientos de pérdida de confianza a los cuales sucumben los pobladores forestales cuando se dan cuenta que sus instituciones más valiosas son inútiles frente a los cambios impuestos por la cultura dominante. No hay que menospreciar el efecto de esta desmoralización, porque verse privado de la fe en todo aquello que una persona valora puede ser tan devastador como verse privado de los medios de subsistencia.

Las acciones aparentemente benévolas de la cultura dominante pueden ser también desmoralizadoras, como cuando se crean reservas para la protección de poblaciones forestales y se asigna una autoridad para impedir contactos con los indeseables, proporcionar asistencia médica elemental, etc. En tales circunstancias, adultos de gran experiencia se ven tratados como niños, y, a la larga, ellos mismos llegan a convencerse que no son iguales a las presiones del mundo exterior.

Un cambio de cultivo no es nunca uniforme; pérdidas y ganancias no siempre se compensan

No hay soluciones fáciles para estos problemas. Cuando una actitud de laissez-faire los llevaría a su destrucción, es difícil no tratar como inferiores a gente que no habla el idioma nacional, no entiende la propiedad individual de la tierra o el valor del dinero, no tiene experiencia de una economía de trabajo, y carece de medios o experiencia para la representación política.

La introducción del dinero y tecnologías ajenas al sistema social de la tribu frecuentemente mina ese sistema sin proporcionar sustitutos. Donde el intercambio de mercaderías y trabajo se basa en relaciones familiares, la llegada de la economía de dinero debilita esas relaciones, a menudo profundamente, y el orden tribal da paso a un conjunto no estructurado de asociaciones impersonales no familiares.

Las tecnologías tribales, aunque bien adaptadas a la economía de la tribu, no pueden competir con los artículos manufacturados. El influjo de estos artículos elimina las tecnologías locales antes que la gente tenga tiempo de aprender cómo ganar lo suficiente para comprar las alternativas, y adaptarse a una economía de trabajo. A menudo, las tecnologías tribales aportan mucho más a la sociedad de lo que podría deducirse de sus funciones como artesanos. La casa larga de los Motilone de Colombia, por ejemplo, tiene tanta influencia como a su vez es influenciada por la estructura social Motilone. El reemplazar la forma de habitación tradicional por formas «modernas», llevó al derrumbamiento de la estructura social Motilone, tanto como la organización de los Bororo de Brasil fue minada cuando los misioneros les obligaron a construir sus casas en filas en vez de en circulo, como era lo tradicional.

Probablemente, la repercusión más destructiva del desarrollo sobre las poblaciones forestales es la pérdida de la tierra. Sin ella, no pueden mantenerse, y un pueblo autosuficiente deja de serlo. Con su tierra, la población forestal retiene tanto su dignidad al poder mantenerse a si misma como la opción de regresar a la economía original de la tierra (parcial o total) durante la larga y difícil experiencia de adaptación a una forma de vida totalmente diferente. Está demás decir que a cada población se le debe garantizar por ley la extensión total de sus tierras tradicionales, y que la propiedad debe ser conferida a la población como un todo. Si la tribu está restringida a un área demasiado pequeña para que pueda practicar su economía de subsistencia tradicional, no puede mantenerse. Tampoco puede si se la traslada a un área de igual extensión, pero ecológicamente distinta. Si la propiedad es conferida al individuo y no al grupo, será fácil para otros aprovecharse de la ignorancia de las poblaciones forestales en lo que respecta a la propiedad individual, para comprarles su tierra a precios irrisorios, dejándoles un dinero que sería insuficiente, aunque supieran cómo usarlo.

El cambio cultural no es nunca uniforme. Con demasiada frecuencia, los cambios que ocurren no están igualados por cambios compensatorios. Un producto de artesanía no se hace más, un modo de comportamiento se atrofia, pero las fuerzas que los desplazan no pueden llenar el vacío funcional que dejan tras de sí. De este modo, en todo el mundo las minorías indígenas han perdido mucho, si no todo, el bagaje positivo de sus culturas, sin ganar mucho, o nada, de lo que la cultura dominante tiene de positivo. Se sienten diferentes todavía, pero no se sienten seguros de sí mismos en su diferencia. El desarrollo trasplanta una población forestal al torrente principal de la sociedad nacional, sino a un limbo cultural, donde no es ni una cosa ni la otra.

Un profundo y detallado conocimiento de su medio ambiente, que es una fuerza particular de las poblaciones forestales, al estar registrado oralmente, es uno de los primeros y más positivos aspectos de su cultura que desaparece, especialmente con la pérdida de la tierra y el medio de vida. Este es un hecho especialmente desafortunado, porque este conocimiento uniría eficazmente las culturas forestales y nacionales dominantes, ya que es de gran utilidad para ambas. Debidamente ordenado, devolvería a las poblaciones forestales su orgullo y confianza en sí mismas, y contribuiría significativamente al desarrollo sustancial de tierras de bosques tropicales en beneficio de toda la nación.

Cierto número de otras consecuencias potencialmente dañosas de la supresión del bosque húmedo tropical se ha investigado muy poco y, en realidad, su investigación no sería fácil. Sin embargo, algunas serían importantes.

Disminución de la diversidad genética

Actualmente, esto se ha convertido en una frase hecha, fácilmente emitida y con igual facilidad olvidada. Sus consecuencias son probablemente profundas:

· Pérdida del plasma germinal de plantas alimenticias, valoradas globalmente (por ejemplo, banana, cacao) y localmente (por ejemplo rambután, mangostán).

· Pérdida del plasma germinal de plantas medicinales y otras plantas esencialmente no alimenticias (por ejemplo, Rauwolfia).

Más allá de un cierto punto, el cultivo de estas plantas se haría más difícil, y los programas genéticos serían progresivamente menos aptos para combatir las plagas y (especialmente) enfermedades. La experiencia sugiere que guardar plasma «artificialmente» en bancos de semillas no es en si un seguro para la variedad genética. Hasta que podamos garantizar, virtualmente de manera indefinida, la supervivencia del plasma germinal en medios controlados por el hombre, así como predecir las innumerables circunstancias por las cuales los genetistas puedan tener que producir nuevos híbridos, tanto los bancos estáticos como las reservas «naturales» en desarrollo serán probablemente esenciales.

· Una tercera y grave consecuencia de la reducción de la diversidad genética es la pérdida de productos aun sin desarrollar. Esta es un área engañosa de especulación, en la que uno podría oír la risa burlona del economista británico, Wilfred Beckerman, quien sugirió que nadie lamenta el fracaso de su abuelo porque no inventó la inapreciable sustancia «Beckermonium»(Beckerman, 1974). Hay una gran posibilidad, sin embargo, de que Beckermonium sea igual a prudencia.

La variedad de compuestos químicos hallados en la vegetación de los bosques higrofíticos tropicales no tiene igual en cualquier otro lugar, y, sin embargo, ha sido apenas investigada - un libro de fuentes de alimentos potenciales, bebidas, medicamentos, anticonceptivos, abortivos, gomas, resinas, esencias, colorantes, pesticidas específicos, etc., que apenas hemos hojeado. Si no sabemos exactamente cuál es el contenido de este libro de orígenes, no podemos decir, estrictamente, que perdemos nada si lo quemamos. De igual manera que no «echaríamos de menos»el trigo si hubiera sido exterminado antes de que el hombre lo hubiera domesticado. Sin embargo, sería imprudente circunscribir así las opciones económicas de naciones suficientemente afortunadas como para tener aún áreas de bosque higrofítico tropical. Vale también la pena recordar que las claves químicas que llevaron al desarrollo de gran cantidad de sintéticos - desde la aspirina al anticonceptivo oral - no fueron «inventados», sino descubiertos a partir de plantas.

Posibles efectos adversos sobre la producción de alimentos

Además de los efectos obviamente adversos de la pérdida de diversidad genética, es posible que la supresión del bosque higrofítico tropical pueda reducir la eficiencia de la agricultura local. La producción continuada de alimentos en áreas del bosque higrofítico tropical puede ser facilitada por - aunque no depende de - la presencia continuada de tramos de bosque como refugios, lugares de cría y terrenos de alimentación continuos de polinizadores, predadores y parásitos de plagas.

Se ha estudiado muy poco el tema del intercambio beneficioso de especies (el movimiento de polinizadores y de los predadores y parásitos de plagas) entre áreas de bosques higrofíticos tropicales y granjas, jardines y otra tierra cultivada. Algunos trabajos se han realizado en regiones templadas, donde las condiciones son claramente diferentes, pero con resultados tales que sugieren que valdría la pena una investigación concienzuda en los trópicos. Mientras tanto, el papel posiblemente benigno del bosque higrofítico tropical como reserva de especies, útil, pero no esencial, para la producción económica y segura de alimentos, no debería terminar con su supresión.

Otras consecuencias más especulativas

Algunas cepas de virus, normalmente confinadas a la cubierta de vuelo del bosque, pueden verse obligadas a emigrar a un nivel inferior, donde pueden afectar a grandes números de seres humanos, si se suprime un área demasiado grande de aquélla. Esto parece haber ocurrido en el caso de recientes brotes de dengue hemorrágico en Malasia.

Puede haber otras consecuencias de la supresión de los bosques higrofíticos tropicales que, por su naturaleza, son imposibles de evaluar y, en consecuencia, raramente se mencionan en estudios de esta clase. Pero, a pesar de su aparente amorfismo, no por ello son menos reales o importantes.

El progreso del hombre se debe en gran medida a su habilidad para aprender todo lo que puede de so medio ambiente, y usar este conocimiento para adaptarlo a sus propósitos. Los bosques higrofíticos tropicales están entre los medios ambientes menos conocidos del mundo y, sin embargo, son la clave para la comprensión de problemas fundamentales de evolución y ecología, incluyendo el uso eficiente de nutrientes y energía, y del desarrollo evolutivo de la interrelación de las especies. Es posible que, hasta cierto punto, el progreso continuo de la tecnología y la civilización, especialmente en los trópicos, dependa de que dejemos áreas de bosque higrofítico tropical para que sirvan como laboratorios vivos.

Este no es el lugar apropiado para un examen detallado de los efectos de la deforestación sobre suelos tropicales o sobre el régimen de aguas de las áreas tropicales de cuencas de captación. Se pueden encontrar informes generales y referencias, por ejemplo, en Pereira (1973) y Russell (1973).

RECOLECCIÓN DE SEMILLAS DE UN ÁRBOL PRECIADO, ESCUELA FORESTAL NACIONAL DE BRASIL, CURITIBA, PARANÁ subiendo hacia el poco conocido campo de la genética

Como para otros efectos de la supresión forestal, las simples generalizaciones no son posibles; lo que suceda dependerá del lugar donde se suprima el bosque, cómo se suprime y cómo se ordena después la tierra.

Russell (1973) ha resumido las características generales importantes de los suelos tropicales. Estas, muy simplificadas, son las siguientes:

1. Hay muy grandes diferencias entre suelos jóvenes, que pueden contener abundantes nutrientes, y suelos profundamente desgastados sobre tierras estables y viejas. Este es el resultado de la intensa exposición atmosférica.

2. La descomposición de material animal y vegetal muerto y su incorporación por la vegetación es muy rápida, de manera que una proporción alta de nutrientes en cualquier momento están en el cultivo vivo. La actividad biológica esta limitada a una capa superficial no profunda.

3. La capacidad de retención de agua y la capacidad de intercambio de bases son generalmente bajas.

En consecuencia, muchos lugares en los bosques higrofíticos tropicales parecen ser más fértiles de lo que son en realidad. El cambio de uso debería, por consiguiente, basarse en el conocimiento de las características de los diferentes suelos, y sobre un adecuado estudio edafológico. Muchos suelos, por ejemplo los podsoles tropicales (Brunig, 1969), turberas ácidas y todos los suelos en pendientes empinadas deben mantenerse bajo una cubierta de árboles perennes que los protegen de la insolación directa y de los efectos dañosos de las gotas de lluvia.

Hay ahora mucho conocimiento disponible sobre el desarrollo de la agricultura productiva y constante en esta zona. El éxito depende de: una evaluación cuidadosa de la capacidad de la tierra; elección de cosechas; métodos de desbroce; control de la erosión y cultivo. En consecuencia, requiere una constante aplicación de técnica y una continua inversión en fertilizantes y en control de plagas. Dadas todas estas condiciones, es posible obtener un alto nivel de producción sostenida en ciertas áreas con claros beneficios para la nutrición y la economía. Cuando no se cumplen todas estas condiciones, sin embargo, el potencial que se ha mantenido intacto bajo la cubierta forestal puede disiparse rápidamente, con las muy conocidas consecuencias: erosión, embancamiento de los ríos, inundaciones y colonización con vegetación secundaria inútil, o, en el mejor de los casos, la continuación de la agricultura en un suelo que ha perdido su fertilidad por lavado y destrucción de la estructura del suelo.

No se dispone de datos suficientes para estimar qué proporción de tierra en el bosque higrofítico tropical es apropiada para la conversión en agricultura intensiva, pero una alta proporción probablemente tendrá limitaciones impuestas por el declive, suelo inadecuado o excesivas lluvias. Los sedimentos terciarios y cuaternarios de la cuenca del Amazonas probablemente sean ampliamente inadecuados. Por contraste, un área de casi 100 000 ha en la parte oriental de la península de Malaya dio las siguientes cifras (FENCO, 1972): Inadecuada para la agricultura o la silvicultura con la tecnología actual: 28,5%, del cual más de un quinto (4,6% del total) se recomienda para áreas de parque y conservación. Un 10,9% adicional tiene un futuro potencial de talado (turbera pantanosa y turbera de tierra), pero carece de potencial para la agricultura. Aunque el 60,4%, es apropiado para la agricultura, sólo el 28,2% es tierra de Clase I y II libre de limitaciones de uso.

Debe recordarse que estas proporciones son relativamente altas, y que el sudeste de Asia es un caso un poco especial comparado con el de Asia o América. Por ejemplo, se han dado proporciones tan bajas como la del 1% para Amazonia. Hablando en términos generales, las perspectivas de aumentar sustancialmente la producción agrícola (incluyendo la producción de gramíneas) son mayores si se mejoran los métodos de producción existentes en áreas ya abiertas que si se desbroza tierra nueva.

Se sabe poco acerca de los efectos a largo plazo de cosechas o el promedio de producción sobre suelos tropicales lixiviados, pero es necesario un considerable insumo de fertilizantes para mantener esto en el caucho y la palma oleífera, y es probable también que resulte necesario para otros cultivos arbóreos (Wycherley, 1969), a menos que puedan usarse sistemas combinados de cosechas que se apoyen en una circulación interna de nutrientes.

La conversión de bosques húmedos en pastizales abiertos para el pastoreo de ganado rumiante debe afrontarse con cautela. Estos pastizales han resultado productivos particularmente cuando han sido desarrollados en suelos fértiles, pero más a menudo han fracasado, produciendo la degradación de las áreas y una baja productividad del ganado. Extensas zonas de Amazonia han sido desmontadas y dedicadas a pastizales para producción ganadera. Con frecuencia, el suelo se vuelve compacto rápidamente, y en pocos años se produce una grave invasión de maleza. En algunas partes, una deforestación tan extensa ha aumentado el riesgo de inundaciones.

Agua y protección de cuencas

Este tema ha sido profundamente examinado por Pereira (1973). Las consecuencias desastrosas del mal uso de la tierra en áreas de cuencas de captación tropicales están bien documentadas, dando como resultado altos índices de inundación y sequías, erosión, que lleva a la elevación del nivel de la tierra en llanuras aluvionales, y la inundación consiguiente, etc. La limpieza de suelo sin prestar la debida atención a las medidas de conservación produce muy graves resultados, pero se ha de prestar la debida atención a operaciones silviculturales, al emplazamiento de caminos de extracción y a la ordenación de cosechas de árboles de plantación. Detalles de los efectos figuran en Reynolds y Wood (1976).

El mantenimiento de la cubierta de vuelo arbórea original de los bosques húmedos tropicales es probablemente la manera más barata y eficaz de proteger las zonas de cuencas de captación. Freise (1934) ha demostrado que los suelos forestales tienen un volumen de poro mayor y mayor capacidad de retención de agua que los suelos deforestados. Así, en un lugar de Brasil se comprobó que el volumen del poro disminuía desde un 51% en el suelo virgen a un 12% en suelo degradado, elevándose después de un año de protección por reforestación a un 35 % Pereira (1973) da un ejemplo desde Kenya de declives de 4 grados, a una altura de 2 200 m, y bajo una precipitación pluvial de 1 500-2 500 mm, que estaba sujeta a 90 mm de precipitación pluvial (75 mm en 1 hora) cayendo sobre un suelo completamente mojado después de 10 días de lluvia. El máximo flujo de corriente medido de 540 ha en una cuenca de captación forestal era de 0,6 m3/seg/km2, contrastando con un flujo de 27 m3 segi/km2 de 240 ha de tierra recientemente deforestada y preparada como plantación de té, prestando gran atención a la conservación del suelo y del agua.

Dentro de 10 años, sin embargo, esta plantación de té había alcanzado las mismas características hidrológicas que el bosque en, por ejemplo, uso total de agua y control de descarga. Vale la pena citar las conclusiones completas de Pereira:

«De esta manera se ha demostrado que ha sido posible realizar las etapas criticas en el desarrollo de la tierra desde el bosque protector a la cubierta de vuelo de una plantación arbórea, sin deterioro permanente en los recursos hídricos ni en cantidad ni en comportamiento. Un alto aporte de capital y la técnica profesional necesarios para lograr este grado de control hidrológico, casi igual al que ejerce el bosque, contrastan marcadamente con la invasión desordenada de cuencas forestadas de captación por parte de los cultivadores nativos, lo cual ha destruido la mayor parte de los bosques del Africa oriental más allá de los limites de las reservas forestales. Es importante que la hidrología de este cambio de ordenación de la tierra sea correctamente interpretada. Las vertientes montañosas, que son las fuentes de importantes ríos, necesitan cuidadosa protección.

El bosque natural, preservado contra el fuego, el talado anual y el pastoreo, proporciona excelente protección. Plantaciones de té planeadas y desarrolladas con conservación total del suelo a nivel de ingeniería profesional, han demostrado hasta ahora, y durante un período de 10 años, ser un sustituto hidrológicamente eficaz.»

Consecuencias adversas

Hemos visto hasta ahora la clase de cambios adversos que pueden producirse por la supresión del bosque y la transformación a otros usos, si esto está mal planeado o ejecutado. Por un momento consideremos la visión más negra del futuro e imaginemos cuáles podrían ser las peores consecuencias.

Dentro de un siglo podríamos ver entre 10-15 millones de km2 de la superficie de la tierra reducidos a un erial improductivo. La buena agricultura podría persistir en aquellas áreas afortunadas que poseyeran suelos volcánicos estables completamente resistentes al mal uso; aun cuando éstos hubieran sido abandonados, podrían ser recuperados para uso productivo. Pero el panorama del resto sería muy diferente; suelos yermos, improductivos, profundamente erosionados serían la regla general, cubiertos de maleza, pradera, con clímax de incendio y la agricultura de mínima subsistencia. La posibilidad de que esto se recupere como bosque por sucesión natural se habrá perdido para siempre, porque los árboles forestales no existirían más. En cambio, cualquier cambio en la vegetación tomaría la forma de colonización por malezas y pastos generalmente inútiles, resistentes al fuego y ubicuos. El capital natural total en fertilidad del suelo, en variedad de organismos, en capacidad de recuperación, se habría perdido. Para emplear una frase aplicada por primera vez en el Cercano Oriente, la tierra estaría «en un estado estable de completa erosión».

Los medios para obtener capital para restablecimiento habrán desaparecido también: el bosque original, que se había usado tan pródiga e insensatamente en el siglo pasado. Podría haber minerales, pero también serían un valor de capital descendente.

Al igual que los arboles y los animales, las poblaciones que una vez habitaron estas regiones habrían desaparecido junto con su conocimiento, sus técnicas y su cultura. En el mejor de los casos, serían completamente absorbidas por una economía urbana; en el peor, habrían sucumbido, en gran parte, a enfermedades importadas o vivirían una desdichada existencia en suelos marginales o suburbios.

Aproximadamente una décima parte de todas las especies de plantas y animales de la tierra se habrían extinguido, o estarían en extremo peligro de extinción. Unas pocas persistirían, las que se hubieran adaptado a condiciones extremas, en áreas demasiado inaccesibles o desagradables para ser alcanzadas por el hombre. Muchas de ellas habrán desaparecido para siempre antes de que su utilidad para el hombre, o el placer que pudieran darle, se experimentara o comprendiera.

UN HELECHO TROPICAL JOVEN entre los más viejos supervivientes

Los suelos erosionados habrán perdido la mayor parte de su capacidad para absorber y retener agua, de manera que las partes más bajas de las áreas de las cuencas de captación estarían sujetas a una sucesión de inundaciones y sequías, y el agua tendría un contenido tan alto de sedimentos que sería completamente inadecuada, sin un costoso tratamiento, para uso doméstico o industrial. Los estanques de agua dulce se llenarían rápidamente de sedimentos y muchos embalses, que podrían usarse para suministrar energía, o regular el caudal de agua para riego u otros usos, quedarían inutilizados. La mayor parte de la tierra se vería afectada por sequías a causa de rápidas escorrentías y descenso de las capas freáticas, aun cuando no hubiera ningún cambio climático inducido por la pérdida catastrófica de la cubierta vegetal. Pero, probablemente, antes que todo esto llegue a pasar habría un hambre generalizada, enfermedades epidémicas y desórdenes civiles.

Esto es una fantasía quizás, pero así debe haber parecido la advertencia de Platón de hace dos mil años - advertencia que no fue escuchada, con consecuencias que son bien evidentes hoy. Este episodio (Criteas, alrededor del 400 A.C.) merece citarse nuevamente porque su mensaje es tan pertinente:

«Hay montañas en Atica que ahora albergan sólo abejas, pero que no hace mucho tiempo estaban recubiertas con árboles hermosos, que producían madera en cantidad apropiada para techar los edificios más grandes; los techos tallados de esta madera están aún en uso. Había también muchos árboles altos cultivados, mientras que el campo producía pasto abundante para el ganado. La provisión anual de lluvia entonces no se había perdido, como ahora, por habérsele permitido fluir sobre una superficie denudada hacia el mar. Era recibida por el campo en toda su abundancia, almacenada en una impermeable tierra arcillosa, y así pudo descargar el drenaje de las colinas en los huecos, en forma de fuentes o ríos con un volumen abundante y extensa distribución. Los templos que subsisten hasta el presente en las fuentes de agua extinguidas son evidencia de que mi hipótesis es correcta.»

Este proceso de denudación y empobrecimiento ha continuado hasta nuestros días casi sin interrupción, aun que más lentamente porque hay menos que perder. Es ahora tan total que es casi imposible convencer a las gentes que allí viven que en otra apoca fue distinto. Sin embargo, como muchas de las especies de plantas tienen semillas de larga vida y dispersión eficiente, las extinciones han sido relativamente pocas. Las piedras fundamentales que podrían ser el basamento de la recuperación están allí. En los trópicos, especialmente en el área de bosque higrofítico, sería diferente.

Lamentablemente, es demasiado fácil encontrar en algún lugar de la región del bosque higrofítico tropical ejemplos de cada uno de los procesos que he descrito anteriormente. Se han otorgado concesiones masivas de madera en las Filipinas, Indonesia y Sabah antes de que se conozca la última distribución de la tierra. América Latina abunda en ejemplos de asentamientos de tierra sin un estudio previo de su capacidad, a menudo en suelos donde la agricultura intensiva no tiene probabilidades de éxito. En casi todas la regiones hay talas anuales antes de que se tenga acceso al conocimiento silvicultural sobre el que podría basarse la ordenación de un rendimiento continuo. Las últimas áreas restantes de tipos únicos de bosque se están desmontando o talando sin que se aprecien sus otros valores. Las poblaciones indígenas están siendo desplazadas para dar paso a otro uso de la tierra. Aun en los países en los que el desarrollo se realiza de acuerdo con una cuidadosa evaluación de la capacidad de la tierra, existe una inadecuada provisión para salvaguardar las áreas naturales y los recursos genéticos. En todas partes el desarrollo avanza sin hacer uso de la experiencia del pasado.

Pero nada de esto debe necesariamente suceder. Hay otro cuadro posible. Areas adecuadas y cuidadosamente seleccionadas para la protección de la fauna, la flora, y los ecosistemas; otras áreas de tierra natural, especialmente quizás aquellas de alto valor panorámico, reservadas para recreo y diversión; los terrenos de recolección de agua y las orillas de los ríos bajo la cubierta forestal natural; tierras no aptas para la agricultura ordenadas, siempre que sea coherente con otros objetivos de conservación, para que den un rendimiento sostenido de madera u otros productos forestales; plantaciones intensamente ordenadas de árboles en lugares aptos; y, considerando las necesidades de protección todos los suelos de alto potencial de fertilidad y pocas limitaciones bajo los procesos agrícolas intensivos.

En gran parte del área del bosque húmedo tropical, esta elección es ano posible. Una gran proporción de la superficie de la tierra está aún cubierta por bosques y el clima es favorable para el crecimiento de las plantas. Mas en algunas áreas la presión demográfica hace necesario recurrir al lento proceso de restablecimiento de la tierra.

Lo que es probable que ocurra

El verdadero curso de los hechos hay que juzgarlo probablemente en un término medio. Lamentablemente, es improbable que los gobiernos emprendan y apoyen el alto nivel de una planificación a largo plazo, que sería necesaria para llevar a la práctica el segundo utópico cuadro; y aunque lo hicieran, los errores serían inevitables. Una dificultad más está relacionada con la necesidad de sistemas intensos de energía y fertilizantes. La realización del tipo de paisaje bosquejado más arriba depende de la zonalización de la tierra. Algunas partes están protegidas de las modificaciones por medio de la intensificación del uso en otras. Esta intensificación puede produrcise ya sea por inversión en maquinaria, fertilizantes y plaguicidas (para simplificar en parte), o bien por una intensa implicación humana en sistemas más autocontenidos. Ambos son medios posibles para obtener el mismo objetivo y son coherentes con la clase de zonalización propuesta. Conducirán, sin embargo, a muy distintas clases de vida para la gente afectada. La elección dependerá indudablemente de las preferencias políticas y de la tendencia futura en los costos de energía, el costo y la disponibilidad de fertilizantes importados y la demanda futura de la clase de materias primas que pueden ser producidas en la región del bosque húmedo tropical. En lo que hay que insistir aquí es que una buena zonalización y ordenación de la tierra dejarán esta elección abierta; una mula planificación y ordenación la cerrarán inexorablemente.

¿Cuál es, entonces, la conclusión? Es simple y de ninguna manera nueva. Si se desea obtener el mayor beneficio de los bosques húmedos tropicales, y evitar consecuencias indeseables, tres cosas son necesarias: una buena planificación para la distribución y uso de la tierra; altos niveles en la conversión de un USO a otro; una buena ordenación. Esto requiere una vigorosa acción gubernamental, sobre todo, así como una mayor comprensión pública. Aunque de vez en cuando he insistido en la falta de información, el mundo dispone ya del conocimiento y la experiencia necesarios para cumplimentar la gran mayoría de las medidas que asegurarían un desarrollo fluido y satisfactorio de la región de los bosques húmedos tropicales. Las principales barreras están en las actitudes y las instituciones. El no valorar la importancia realmente vital de elegir el curso correcto; la tendencia a sacrificar beneficios a largo plazo por ganancias inmediatas, sin importar cuán adversas pueden ser las consecuencias; la falta de voluntad política para actuar; la falta de contacto entre los que necesitan consejo y los que pueden darlo; la escasez de personal capacitado para realizar operaciones a los niveles requeridos; y una resistencia a obtener información en los campos donde la falta de la misma es la principal barrera para la acción. Finalmente existe una falta de apreciación pública de la importancia de los resultados, y lo que puede parecer ser un innecesario sacrificio inmediato es para obtener un gran beneficio duradero.

El uso inteligente de bosques húmedos tropicales en el futuro requiere una revolución en las actitudes. Deberíamos tratar al mundo como trataríamos a nuestro jardín o a una obra de arte valiosa. Debería ser tan impensable destruir un área única forestal como desmantelar el Taj Mahal para usarlo como metal para carreteras, o quemar lienzos de Rafael para mantenerse al calor por una hora. En la práctica, esto quiere decir que la responsabilidad de demostrar que están en lo cierto corresponde a aquellos que quieren suprimir los bosques y no a los que desean conservarías. Los primeros deberían ser obligados a demostrar que los cambios que proponen son realmente para el beneficio duradero de la comunidad.

· Finalmente, una súplica en favor de una mayor acción. Nada de lo que he dicho es nuevo. Ciertamente, hay lagunas en el conocimiento; éstas se identifican en los informes de Estado de Conocimiento que la Unesco está preparando como base del Proyecto 1 del programa El Hombre y la Biosfera. Pero es necesario reiterar que gran cantidad del conocimiento, las técnicas y la experiencia necesarios para conservar los recursos de los bosques húmedos tropicales se poseen y que la conservación de esos recursos no interfiere con el desarrollo inteligente de la región.

NIÑOS DEL SUDÁN CON BANDERAS EN ALABANZA DE LOS ÁRBOLES están interesados

Lo que se necesita es la voluntad política para aplicar este conocimiento y acción en cada uno de los países que contienen estos bosques, para conservarlos en el proceso de desarrollo. Las líneas generales para esto están expuestas brevemente y con claridad en las Directrices de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y sus Recursos para el desarrollo de las regiones de bosques tropicales. Una buena política con respecto al uso de la tierra y una planificación adecuada basada en consideraciones ecológicas a largo plazo son esenciales. Los cambios en el uso de la tierra deben tender, en la medida de lo posible, a mantener abiertas las opciones de las naciones; y, por supuesto, cada uso debería emplear el más alto nivel de ordenación, basado en la investigación continua.

· Acertada distribución para varios usos.
· Altos niveles para cambiar de un uso a otro.
· Altos niveles de ordenación.

Estas son reglas fundamentales y sencillas.


Página precedente Inicìo de página Página siguiente