Página precedente Indice Página siguiente


Un dilema como el de Fausto

Dennis Richardson

DENNIS RICHARDSON, de J.G. Broome and Associates, consultores forestales, Taupo, Nueva Zelandia, fue profesor de ciencias forestales de la Universidad de Gales y, anteriormente, Director del Instituto de Investigación del Servicio Forestal de Nueva Zelandia.

Bosques enteros pueden ahora aprovecharse y destruirse con las máquinas astilladoras. ¿Se puede controlar una tecnología semejante? ¿Pueden coexistir las consideraciones económicas y las éticas?

El dilema que Mefistófeles planteó al Dr. Fausto se plantea a la mayoría de nosotros tarde o temprano cuando hay que elegir entre las posibles utilidades futuras y la ganancia inmediata. Como las utilidades futuras necesariamente son hipotéticas, siempre me ha parecido hipócritamente severo el modo en que la historia juzga a Fausto. Con todo, es posible que la historia juzgue de manera parecida a los forestales. El presente artículo tiene por objeto dar una señal de alarma a los que, preocupados por la corta total del bosque y la utilización de todo el árbol, corren el peligro (con más razón que el desdichado hedonista) de que las generaciones por venir lo juzguen de manera semejante.

En los últimos 20 años se ha observado un aumento espectacular de la demanda de productos de madera reconstituida (pasta y papel, tableros de fibras y de partículas) en todo el mundo desarrollado.

Estos aumentos en la demanda han sido causa de una evolución impresionante de la producción y transporte de astillas de madera, y de la gran variedad de materia prima que se emplea en las fábricas. En Japón, en 1950 no se empleaba madera de latifoliadas en la fabricación de pasta; en

1970, la proporción entre la madera de latifoliadas y la de coníferas es de 60:40; alrededor de 1960 el aumento describió una curva logística con un punto de inflexión. Ultimamente se están empleando como materia prima astillas en vez de troncos en una proporción que en 1971 fue de 75:25.

Esta evolución en Japón ha sido paralela a un macizo aumento de las importaciones de astillas provenientes, en un principio, de la costa oeste de América del Norte (de 200 000 t en 1965 a 4 millones de t en 1970), de Nueva Zelandia (más de 2 millones de t en 1973) y de Australia (1 400 000 t en 1971, más de 3 millones de t en 1973 y una proyección de 30 millones de t para 1988). Se ha comenzado a cortar madera para astillas de hevea, de manglares y de latifoliadas tropicales mezcladas para la exportación, en Brasil, Malasia, Tailandia, Indonesia, Filipinas y Papua Nueva Guinea. Hay otros países tropicales que proyectan hacer otro tanto.

El empleo de astillas de latifoliadas tropicales mezcladas para productos de madera reconstituida tiene particular importancia. Como se sabe tradicionalmente en los bosques de los países tropicales se cortaban árboles de muy pocas especies y en muchos casos la proporción era de menos de 1 tronco por 0,40 ha. Como la corta de madera abre el camino a zonas inaccesibles hasta la fecha, suelen quemarse los demás árboles para destinar el terreno a la agricultura.

Por lo tanto, la corta de madera de latifoliadas tropicales mixtas para la fabricación de productos de madera reconstituida se traduce en un enorme aumento de la utilización de la materia prima y abre mercados rediticios a especies no utilizadas antes. Los precios f.o.b. de las astillas de latifoliadas tropicales mixtas en Papua Nueva Guinea son superiores a 25 dólares EE.UU. por 1 090 kg de madera completamente seca, lo que equivale aproximadamente a 23 dólares por tonelada métrica.

No es sorprendente que, después de haber tenido que afrontar el problema de las especies subutilizadas durante tanto tiempo, los forestales contemplen con agrado y sin rodeos la posibilidad de hacer astillas con madera de una multitud de especies.

No es deseo del autor ser pesimista en este matrimonio del forestal con el maderero, pero hay que moderar el entusiasmo, consciente de algunas consecuencias posiblemente funestas (incluso desastrosas) de la corta rasa desenfrenada de algunos bosques tropicales. La corta de madera para astillas en la zona templada y en las plantaciones de hevea plantean pocos problemas, porque el objetivo de los programas es reemplazar árboles de mala calidad por especies y variedades de alto rendimiento. De manera análoga, cuando en el trópico el objetivo perseguido cuando se limpia el terreno es sembrar plantas alimenticias y cuando el terreno se escoge en base a una apreciación ecológica objetiva, no hay razón para oponerse a la corta de madera para la fabricación de astillas. Diferente es el caso de los manglares y bosques higrofíticos que se encuentran en regiones donde no hay hambre de tierras. A pesar de todo, es precisamente en estas regiones donde ahora se pretende iniciar operaciones de producción de astillas.

No es difícil averiguar por qué se eligen los lugares más remotos: porque están despoblados, o con una población escasamente diseminada; hay pocos problemas de tenencia de la tierra o de derechos tradicionales de usufructo que disuadan a las autoridades encargadas de otorgar las concesiones, o que interfieran con las operaciones de los madereros; no hay irritantes ambientales ni exigencias desagradables de declaración del impacto. Por último, como es evidente la falta de mano de obra local, los concesionarios gozan de una relativa libertad para contratarlos en el extranjero. Aunque es claro que en estos lugares se tropieza con muchas dificultades, es evidente que las ventajas son mucho mayores, pero se salen de los límites del presente artículo.

Actualmente ¿qué peligros acarrea la corta de madera de cualquier especie para la fabricación de astillas? Un peligro principalmente ecológico, debido a que los forestales desconocemos la ecología del bosque tropical.

En los manglares se ha practicado la corta selectiva en pequeña escala durante generaciones - para obtener madera de construcción, leña, carbón, extractos de tanino, etc. La mayoría de las especies en tales condiciones se regeneran fácilmente, con un mínimo de atención por parte del forestal; cuando no sucede de esta manera, se pueden plantar.

La corta de madera para la producción de astillas, en cambio, no es selectiva, a pesar de que teóricamente se afirma que debe serlo, pero suele realizarse en tal escala que la superficie talada es superior a la capacidad biológica de regeneración natural de las especies. Están bien documentados los efectos de los defoliantes químicos en Viet Nam para demostrar el escaso potencial regenerativo de los manglares, y son pocos los forestales que cuentan con recursos financieros y mano de obra suficientes para repoblar las grandes superficies boscosas que se talan para la producción de astillas. Lo más grave es nuestro alarmante desconocimiento de los efectos de la corta de los manglares sobre la erosión de la costa, la movilidad de los bancos de arena, los movimientos de las mareas y las corrientes, la reproducción de los peces, etc., así como (aunque en menor escala) sobre la vida y el sustento de los habitantes que en parte dependen de los manglares. Podemos ordenar, y lo hacemos en la práctica, que se dejen franjas de vegetación en la costa y se limite la corta hasta cierto diámetro, pero ni siquiera en el caso de que se pudiera exigir efectivamente el cumplimiento de estas órdenes (lo que es imposible en algunos lugares), en el mejor de los casos no son más que paliativos ilusorios, ya que, a la luz de la experiencia, son del todo insuficientes, dados los actuales métodos de corta de madera para astillas.

Es urgente y manifiesta la necesidad de hacer investigaciones prácticas en el terreno sobre estos problemas y de observar de cerca los efectos de la corta. Hay que insistir en que los servicios forestales y todo organismo encargado de dar instrucciones en la materia hagan una investigación más amplia e inmediata. Entre la aprobación de resoluciones en confortables salas de conferencia y oficinas administrativas y su cumplimiento en los pantanos, que son el hábitat de los manglares, hay una distancia colosal.

El bosque higrofítico no es una cornucopia, en gran parte es de escasa fertilidad, y esta adaptado a la supervivencia en un sistema de nutrientes casi hermético, con reciclaje rápido

Es fácil pronunciarse a favor de la cautela en la corta tratándose de manglares, no así tratándose de bosque higrofítico, por su extensión, su número de especies y la fertilidad inagotable que parece revelar su vegetación exuberante. Pero estos rasgos son ilusorios.

En primer lugar, la extensión aparentemente ilimitada del bosque higrofítico queda contrarrestada con creces por la velocidad de su desaparición. La vegetación virtualmente ininterrumpida que cubría los valles del trópico húmedo y se mantuvo más o menos intacta durante más de 60 millones de años, se ha fragmentado y ha disminuido en los últimos 200 años en una proporción mucho mayor que en las zonas templadas de América, Europa y Asia. Debido a la corta para hacer plantaciones y para la agricultura trashumante, el avance de la destrucción en los últimos 20 años ha sido tal que, si continúa, los bosques higrofíticos del mundo (y gran parte de su flora y fauna) desaparecerán en los próximos 50 años, quedando sólo mezquinos vestigios.

De modo semejante, el número de especies que hay en el bosque higrofítico es sólo una fracción del que había antes; como las vías de comunicación lo han fragmentado, el bosque higrofítico ya no puede jugar su papel tradicional de galería y de organismo de emisión de diversidad genética y evolutiva. Algunos biólogos, que son verdaderos hombres de ciencia y no «ecólogos» obsesos, llegan a afirmar que con la destrucción del bosque higrofítico el hombre ha provocado una desviación permanente en el curso de la evolución.

Por último, es de suma importancia subrayar el hecho de que la pretendida exuberancia de la vegetación forestal higrofítica es un mito, derivado sin duda de las grandes dimensiones de los árboles, de la estructura de varios pisos del bosque y de que es aparentemente impenetrable mirada desde los ríos, caminos y pistas de aterrizaje. Pero en su interior suele ser rala, e incluso en los claros su crecimiento es sumamente lento. El bosque higrofítico no es una cornucopia exuberante; en realidad, en gran parte su fertilidad escasa está adaptada a la supervivencia en un sistema de nutrientes casi hermético, con reciclaje rápido.

En estado imperturbado, las pérdidas que sufre el sistema no se compensan gracias a la descomposición de la roca madre (que suele encontrarse muy por debajo del nivel de las raíces de estos árboles, ya que son característicamente superficiales), sino a los aportes que hace la lluvia. (Es claro que esta regla tiene excepciones, tales como las zonas enriquecidas con aportes aluvionales y cenizas volcánicas, pero hay también grandes extensiones podsólicas cubiertas de bosques, como las Kerengas de Kalimantan, que taladas no producen ni siquiera una sola cosecha de arroz. Hay también lateritas, que se endurecen con el sol, en las que no crece nada, y abundantes terrenos inclinados que, privados de la vegetación, se erosionan hasta quedar estériles.)

No carece de significación el hecho de que las especies que dan mejores resultados en la región del bosque higrofítico sean aquellas que le quitan al suelo pequeñas cantidades de nutrientes con los cultivos (por ejemplo, cancho, cacao, palma de aceite, etc.).

Un índice bruto de la fertilidad del bosque higrofítico en algunos lugares donde se practica la agricultura trashumante es el número de cosechas anuales que se pueden obtener antes de tener que trasladarse a otro sitio. En la mayoría de los bosques higrofíticos se considera que 3-4 cosechas anuales es un número excepcionalmente elevado, pero en ciertos lugares con poca densidad de población, donde se corta madera para astillas, la norma suele ser una sola cosecha. (En realidad, es posible que haya una relación casual entra la falta de fertilidad del suelo y la baja densidad de población. Los agricultores trashumantes no tienen tan poca inteligencia como nos imaginamos a veces. Hay por lo menos una tribu en Irían Jaya [Irían occidental], por ejemplo, que hace una clasificación muy complicada de los suelos empleando especies arbóreas indicadoras - logro inigualado hasta la fecha por nuestros botánicos agrícolas y forestales, a pesar de su formación científica. No sin razón se puede formular la hipótesis de que el hecho de que nadie reclame derechos de usufructo de determinados terrenos se debe a su falta de fertilidad.) En todo caso, la corta de madera para astillas en el bosque higrofítico es causa de preocupación, porque, al igual que tratándose de manglares, los forestales lamentablemente desconocen sus efectos; la credibilidad de nuestra pretendida pericia ecológica ya se ha explotado tanto que tendremos que tener sumo cuidado de no continuar haciéndolo.

Por supuesto, se alegará que los contratos de corta de madera para astillas invariablemente contienen una cláusula de reforestación (no se ponen en duda las buenas intenciones que inspiran dichas cláusulas, pero como todos saben desde los tiempos de Samuel Johnson, «el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones»). Aunque se haga una plantación, suelen emplearse para repoblación especies de crecimiento rápido, exóticas por lo general. ¿Qué confianza podemos tener, me pregunto en la capacidad del terreno para mantener altas tasas de crecimiento después de una primera rotación breve? Si el terreno tiene capacidad, se producirá una situación semejante a la de las zonas no tropicales, donde se ha reemplazado un recurso improductivo por uno más útil y, por lo tanto, según el autor, no se puede alegar que no conviene hacerlo. Pero con el conocimiento que tenemos actualmente de la fragilidad del ecosistema forestal higrofítico y con nuestra falta de conocimiento de la distribución de la fertilidad en las concesiones madereras para astillas, con toda seguridad el proceder con suma cautela es una política más cuerda que la alternativa de Fausto.

Lo que más preocupa es la escala de operación de las empresas astillaras. El problema es análogo al de los superpetroleros (y al de las nuevas dimensiones que ha adquirido el problema de los derrames de petróleo) o al de la tecnología de la fisión nuclear, y no se puede resolver con nuestra nueva panacea, el análisis de costos y beneficios, por muy complicado que sea. Como el dilema que se planteó a Fausto, nuestro problema es esencialmente ético, no económico. ¿Se justifica elaborar una tecnología que puede resultar peligrosa e incontrolable?

¿Estamos en lo cierto al elaborar una tecnología que puede resultar peligrosa e incontrolable?

Al instar a la cautela en la corta para astillas de madera de especies múltiples en el trópico no basta limitarse a señalar los posibles peligros. Hay que tomar resoluciones positivas, aunque sean controvertibles. Aquí se proponen cuatro a todo servicio u organismo forestal que se ocupe de esta forma de corta:

1. Que se tomen medidas inmediatas en los países y por parte de los organismos internacionales interesados para detectar los efectos oceanográficos, fluviales y biológicos de la corta de madera para astillas actualmente en los manglares y que, mientras tanto, no se opongan a la corta en gran escala en los manglares.

2. Que los países ya empeñados, o que proyectan empeñarse, en la corta de madera de todas las especies para astillas en el bosque higrofítico tropical, antes de otorgar concesiones, procedan a una evaluación exhaustiva del terreno, y que las concesiones se limiten a extensiones donde se pueda garantizar, en la medida de lo humanamente posible, el mantenimiento de una vegetación productiva.

3. Que, al otorgar concesiones de corta de madera para astillas, se protejan plenamente los legítimos intereses de las personas cuya vida o cuyo sustento dependen del mantenimiento de la vegetación.

4. Que los forestales de los países tropicales se esfuercen por limitar las concesiones de corta de madera para astillas a las operaciones de madereo que ya estén efectuándose, en terrenos que sospechen se destinarán después, accidental o deliberadamente, a usos no forestales.

Si se logra aplicar con buenos resultados la última de estas recomendaciones en todo el mundo y utilizar plenamente los desechos de las actuales operaciones de madereo, las otras tres serán innecesarias, porque habrá suficientes astillas de madera (sumadas a las de las zonas templadas, las de las plantaciones de caucho que hay que reemplazar, etc.) para satisfacer la demanda mundial actual y la prevista en el futuro. Así se utilizarán plenamente todas las que se ha dado en llamar especies secundarias y que nos preocupan tanto. Es un hecho alentador que el crecimiento anual de las actuales plantaciones forestales (según los datos presentados a la Consulta Mundial sobre Bosques Artificiales, cuya exactitud se considera dudosa) representa casi el 40% del consumo mundial anual de madera. Por lo tanto, no hay peligro inminente de escasez de madera, pero sí hay un peligro real de escasez mundial de bosques naturales.

Volviendo brevemente a la introducción, a pesar del futuro hipotético rechazado por Fausto, su aflicción (retratada por pactas, dramaturgos y compositores) en el día de la rendición de cuentas era bastante real. Es claro, por tanto, que el dilema que se plantea a los forestales no es tan difícil de resolver.


Página precedente Inicìo de página Página siguiente