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La leña y el carbón en los países en desarrollo

J.E.M. Arnold y Jules Jongma

J.E.M. ARNOLD, Jefe de la Dependencia de Planes, del Departamento de Montes de la FAO, y JULES JONGMA, economista forestal holandés. Este artículo es una anticipación de una ponencia que se presentará ante el Octavo Congreso Forestal Mundial, en octubre de 1978, en Yakarta.

Un estudio económico

La leña y el carbón en los países en desarrollo

Para los pobres de los países en desarrollo, tanto urbanos como rurales, la madera suele ser la principal fuente de energía para cocer los alimentos y para calefacción. Se estima que en estos países el 86% de toda la madera consumida anualmente se emplea como combustible. Con el crecimiento de la población, este fenómeno está ejerciendo sobre los recursos madereros una presión inevitable que, con demasiada frecuencia, ha sido causa tanto de la destrucción del bosque como del empeoramiento de la situación de cientos de millones de personas cuya vida está condicionada por los productos forestales.

Los datos que hay sobre consumo de leña se basan en estimaciones principalmente, porque la mayor parte de la producción y del consumo de leña tienen lugar fuera de los canales comerciales, por lo que no se registran.

En base a las últimas informaciones recibidas y a algunas encuestas sobre consumo doméstico recientes, la producción y el consumo anual total de toda la madera empleada como combustible en los países en desarrollo se estima llegarán a 1200 millones de m³ (Cuadro 1), en comparación con unos 150 millones de m³ al año en los países desarrollados. Alrededor de la mitad de esta madera empleada como combustible se usa para cocinar, un tercio aproximadamente para calefacción, hervir agua, etc., y el resto para otros fines domésticos, elaboración de productos agropecuarios y la industria. El consumo tiene lugar principalmente en forma de leña, ya que el carbón representa una parte pequeña, aunque aparentemente importante, del total.

La madera empleada como combustible representa alrededor de dos tercios de toda la energía no humana ni animal empleada en Africa, alrededor de un tercio en Asia, un quinto en Latinoamérica y un 6% en el Cercano Oriente, frente a un tercio del 1% del uso de energía total del combustible a base de madera en los países desarrollados.

En las zonas rurales de la mayoría de los países en desarrollo, la dependencia de la madera y de otros combustibles no comerciales suele ser casi total. Fuera de la madera, los principales combustibles no comerciales son los excrementos de los animales y los residuos agrícolas. Recientemente se estimó que la energía proveniente de los excrementos de los animales empleados como combustible en la actualidad es igual, aproximadamente, a un 13% de la energía obtenido de la madera empleada como combustible, y que la proveniente de los residuos agrícolas es igual a un 16%, aproximadamente, de la energía producida con excrementos de animales (Earl, 1975). En total, en los países en desarrollo, la madera empleada como combustible representa, por lo tanto, alrededor del 85% de toda la energía no comercial, sin tomar en cuenta la energía humana y animal. Incluso en la India, donde hay un sector comercial bien desarrollado y escasez de madera en la mayoría de las zonas rurales, se estima que la madera empleada como combustible representaba en 1970/71 el 34% del consumo total de energía y todos los combustibles orgánicos no comerciales, incluidos los excrementos de los animales y los residuos agrícolas, el 56% de la energía total (Henderson, 1975) y el 93% de las necesidades de energía doméstica rural (Revelle, 1976).

Para formarse una impresión del papel de la madera empleada como combustible en las poblaciones rurales de los países en desarrollo, el Cuadro 2 reproduce los presupuestos de energía estimados, incluida la energía humana y animal, en varias aldeas prototipicas complejas de Asia, Africa y Latinoamérica (Makhijani y Poole, 1975). En cuatro de ellas, la energía derivada de la madera empleada como combustible equivale al consumo total de energía en el hogar y al 65-85% del consumo total de energía, incluidas las actividades agropecuarias y de transformación. Sólo en Bihar, en la India, donde la madera es sumamente escasa, y en el norte de México, donde los mayores ingresos permiten emplear combustibles comerciales, no predomina la madera en el consumo total de energía.

Los resultados de varias encuestas sobre consumo de madera que se han hecho en diversos países de Africa y del Asia sudoriental se resumen en el Cuadro 3. En estos países, casi toda la madera empleada como combustible se destina a fines domésticos y a elaboración agropecuaria local, y constituye el principal combustible de casi todas las viviendas rurales y de cerca del 90% de las urbanas. La composición del consumo de madera como combustible en los hogares suele ser muy diferente en la ciudad y en el campo. Aunque el consumo de combustible es generalmente mucho menor en las ciudades que en el campo, el consumo urbano de madera como combustible puede ser elevado en total, debido a la proporción relativamente grande de carbón que se emplea. El consumo urbano suele ser causa de una gran concentración de la demanda. El consumo de Bangkok en 1972, por ejemplo, ascendió a 3 millones de m³ de madera, según Backer y Openshaw, de la FAO.

A pesar de ser mucho menor que el consumo doméstico, la madera empleada como combustible para actividades de transformación y servicios en los países en desarrollo suele representar una proporción muy grande, siendo del 2 al 15% del consumo total en los países de Africa y Asia donde se han realizado encuestas. A pesar de que algunos de estos consumos son dispersos, tales como el carbón empleado en la preparación comercial de alimentos y en el planchado, o la leña empleada en la fabricación de ladrillos y de cemento, otros dan origen a una gran concentración de la demanda en un solo lugar o en zonas pequeñas. Por ejemplo, se estima que para curar el tabaco se necesitaron 1,1 millón de m³ de leña en Tanzania en 1970 (Openshaw, 1971) y, junto con la preparación del caucho, casi 300 000 m³ en Tailandia el mismo año. La demanda para tales procesos de transformación está aumentando actualmente con mayor rapidez que la demanda doméstica.

CUADRO 1. - Consumo estimado de madera para energía, en 1971


Consumo de madera como combustible1

Energía de madera como combustible

Total

Per cápita

Equivalente en hulla2

Total de energía3

Millones de m³

Millones de t

Por ciento

Asia y Pacífico

Sudeste de Asia y Pacífico

278

0,91

92

62

Asia meridional

267

0,38

88

43

China y resto de Asia

148

0,18

49

9

Total

693


229

29

Cercano Oriente

13

0,15

4

6

Africa

Africa septentrional

55

0,50

18

41

Africa occidental

110

0,92

36

75

Africa oriental

117

1,14

39

75

Total

282


93

66

América Latina

Centroamérica4

33

0,36

11

9

América del Sur

199

1,03

66

29

Total

232


77

20

1 Leña más madera para carbón.
2 Se supone que 1 m³ de madera equivale a 0,33 t de hulla.
3 Del total de energía se excluyen los combustibles orgánicos no madereros y la energía del trabajo humano y animal.
4 Se incluye el Caribe.
Fuente: FAO, estimaciones de madera como combustible; Naciones Unidas, Anuario Estadístico, 1973.

La participación global de la leña y del carbón en el consumo total de madera como combustible sólo se puede, tratar de imaginar. La información cuantitativa sobre el consumo de carbón, fuera del que se utiliza en gran escala en la industria, se limita en la práctica a resultados de encuestas tan dispersas como las que se resumen en el Cuadro 3. Esto parece indicar que el carbón se usa mucho más de lo que comúnmente se cree. En Tailandia, por ejemplo, casi la mitad de toda la madera empleada como combustible se transforma en carbón; además, su consumo está aumentando con mucha más rapidez que el de la leña, por varias razones, como se verá.

Las necesidades de energía doméstica varían con el clima, el número de miembros de la familia y las costumbres culinarias. En general, se puede estimar que fluctúan entre alrededor de 1,25 millones de kilocalorías de insumo de energía per cápita al año (para cocinar alimentos en cocinas con llama directa en las tierras cálidas bajas del trópico) hasta más de 6 millones de kilocalorías (para cocinar y para calefacción en las zonas frías de las tierras altas). Esto equivale a una necesidad anual entre 0,5 m³ aproximadamente y bastante más de 2 m³ de leña seca al aire por persona.

En la mayoría de los países, el uso de la madera en zonas rurales es principalmente como combustible en forma de leña, en su mayor parte fuera de la economía monetaria. En Tanzania, por ejemplo, en 1967 se compraba menos del 5% de toda la madera rural empleada como combustible. Por eso, el factor que más determina el nivel efectivo del consumo de madera como combustible para satisfacer necesidades energéticas domésticas rurales es el de su disponibilidad física. Así, en la región boscosa de Terai se ha observado que los inmigrantes provenientes de los montes pobres en madera de Nepal consumen dos veces más leña que los que permanecen en ellos (Earl). En la región central de Tailandia, pobre en madera, el consumo doméstico de leña es inferior a la mitad del consumo del resto del país. En la zona del altiplano del norte de Tanzania, el consumo doméstico de madera como combustible en los pueblos de zonas boscosas es tres veces mayor que el de los que tienen poco o ningún bosque cercano.

Las mejores estimaciones del consumo de madera como combustible, resumidas en el Cuadro 1, indican que, en general, en las regiones donde los recursos madereros son todavía relativamente abundantes, éstos se encuentran bien distribuidos en relación con la población - Asia sudoriental, Africa al sur del Sáhara, América del Sur. Su consumo medio anual per cápita de madera como combustible suele ser de 1 m³ aproximadamente. En las regiones donde la madera es escasa, debido a una gran densidad de población, o a escasez de bosques naturales - China, Asia meridional, Cercano Oriente y Norte de Africa - el consumo baja a 0,5 m³ y ano menos. La información que aparece en el Cuadro 3, obtenido de encuestas sobre el consumo realizadas en varios países, ilustra algo la variación que encierran estos promedios.

EN EGIPTO SE COCINA CON CAÑAS - hay que usar el combustible que se pueda encontrar

Dado que la mayor parte del consumo queda fuera de la economía monetaria, no es sorprendente que, en los países en desarrollo, el consumo de leña de casi todas las categorías se revele relativamente insensible a los cambios de renta. Un análisis de los promedios nacionales per cápita en 1971 reveló una correlación ligeramente negativa entre el consumo de leña y el crecimiento de la renta en Asia, pero no se descubrió ninguna correlación, ni en Africa ni en América Latina. Los datos internos por países son semejantes. En Tailandia, por ejemplo, cuatro de las cinco categorías de contribuyentes tenían un consumo doméstico medio de madera como combustible aproximadamente igual; en cambio, el de la categoría de más altos ingresos era algo inferior. En Tanzania, tampoco había ninguna diferencia significativa entre el consumo medio per cápita de aquellas categorías de contribuyentes a las que pertenecía el 90% más pobre de la población rural; en cambio, en la de más altos ingresos, el consumo era un 10% más bajo.

En las zonas urbanas, la correlación entre el consumo de madera como combustible y la renta es algo más pronunciada. porque suele venderse o trocarse más. Es posible que la elasticidad de la demanda en función de la renta sea algo positiva, salvo en las clases de más altos ingresos.

En los mercados monetarios de combustibles, el precio es el factor supremo y la madera, a la larga, se hace menos competitiva, por su baja eficiencia y los altos costos de distribución. Por otra parte, para poder usar otros combustibles hay que comprar cocinas, lo que podrá tener importancia para las familias de escasos recursos en el futuro si los precios relativos de estos combustibles significan costos de operación más bajos. Así, el principal obstáculo para su sustitución por otros combustibles comerciales, incluso en ciudades grandes y pequeñas, es simplemente el hecho de ser la gente demasiado pobre para comprar el equipo necesario para poder usar estos combustibles.

Cuando se deja de usar leña, por lo general, se suele reemplazar por otro combustible derivado de la madera, el carbón, que tiene dos veces más valor calórico por unidad de peso y más eficiencia energética en su aplicación. El carbón, en muchos aspectos, es un combustible de alta calidad y, en relación con su eficiencia en el consumo doméstico en la práctica, puede resultar más barato que la leña. Muchos factores contribuyen a su favor: no produce humo; sus características de combustión; el sabor que da a los alimentos; la facilidad de almacenamiento; y la sencillez de las cocinas, que hacen posible comprar el combustible con un bajo desembolso monetario.

Como se pierde del 30 al 50% del valor calorífico de la madera durante su transformación en carbón, quizás sea más eficiente emplear leña, si es posible transportarla a poca distancia a bajo costo. Por la ventaja de ser más transportable (que tiende en parte a compensar su voluminosidad y susceptibilidad a ocasionar pérdidas en la carga y descarga debido a la pulverización), el carbón es más conveniente cuanto más largas son las distancias. El empleo de leña o carbón y los límites de abastecimiento económico de este último dependen de los costos de producción, de los de transporte y de los precios relativos del carbón y de los combustibles alternativos en el mercado. En un estudio hecho hace poco en Africa oriental, se observó que la leña es más conveniente hasta una distancia por carretera de 82 km. y el carbón a mayor distancia (Earl). En muchas zonas, el carbón se transporta a varios cientos de kilómetros de distancia, e incluso penetra en los canales del comercio internacional.

Como la mayor parte de la leña que se emplea se recoge para consumirla a medida que se necesita, y como la recolección y el transporte de la madera empleada como combustible en las zonas rurales se hace principalmente empleando fuerza humana y animal, el área de abastecimiento, por lo general, se limita a distancias a las que el consumidor puede ir a pie. En la India, en una encuesta reciente, se constató que los pueblos situados en los bosques, o cerca de ellos, satisfacen todas sus necesidades de combustibles (leña y otros materiales vegetales). En zonas que se encuentran a 10 km de los límites del bosque, alrededor del 70% del combustible empleado proviene de aquél. A más de 10 km. el consumo de leña del bosque disminuye constantemente, hasta llegar casi a cero a unos 15 km de distancia (Mathur, 1975). Este fenómeno se ha observado en muchas otras zonas.

La leña destinada al mercado recorre distancias mucho mayores, pero las zonas abastecedoras tienden a ser todavía muy limitadas. La madera es un combustible que tiene un rendimiento energético relativamente bajo en relación con otros combustibles. El rendimiento calórico de la leña en relación con su peso y, por ende, su valor, es tan escaso que raras veces puede absorber el costo de transporte, salvo a distancias muy pequeñas. En la región de la sabana, en Nigeria, por ejemplo, a pesar de que la leña se transporta por carretera hasta 100 km de distancia, el límite suele ser normalmente inferior a 50 km.

La consecuencia de este carácter local del abastecimiento de leña es una presión creciente sobre la vegetación boscosa y leñosa, cerca de centros poblados y de actividades de transformación que emplean madera como combustible. También tiende a elevarse el precio de otras clases de madera más accesibles, tales como los árboles de plantaciones, los residuos del madereo, los residuos de la transformación y la madera usada. Debido a esto, gran parte de la leña tiende a provenir de otras fuentes y no del árbol forestal en pie. En Tailandia, por ejemplo, se constató en 1972 que el 57% provenía de la corta de árboles fuera del bosque y de residuos madereros. En Sri Lanka, más de la mitad provenía de las plantaciones de caucho y de coco. En Túnez, en 1973, alrededor de cuatro quintas partes provenía de arbustos y plantaciones.

CUADRO 2. - Presupuestos energéticos de pueblos complejos prototípicos en diferentes regiones


Bihar, India

Hunan E., China

Altiplano de Tanzania

Norte de Nigeria

Norte de México

Andes bolivianos

Millones de kilocalorías/cápita/año1

Combustibles orgánicos







Madera como combustible

0,25

} 5,00

5,50

3,75

} 3,57

8,33

Otros2

0,75

-

-

-

Energía comercial

0,04

0,87

-

0,03

9,19

-

Energía humana

0,75

0,75

0,75

0,71

0,89

0,83

Trabajo animal

1,88

1,25

-

0,18

1,78

2,50

Total

3,67

7,87

6,25

4,67

15,43

11,66

a) para uso doméstico

1,00

5,00

5,50

3,75

4,25

8,32

b) para agricultura

1,82

2,07

0,57

0,72

10,25

1,68

c) otros3

0,85

0,80

0,18

0,18

0,90

1,65

1 Todos los datos se refieren a energía bruta (insumo).
2 Excrementos de animales y residuos agrícolas.
3 Transporte, elaboración de productos agrícolas, etc.

Fuente: Adaptado de Makhijani y Poole, Energy and Agriculture in the Third World, Ballinger, Cambridge, Estados Unidos.

CUADRO 3. - Composición del consumo de madera como combustible en determinados países


Año

Consumo medio per cápita/año

Como carbón

Para consumo doméstico

Para consumo urbano (parte del total del consumo doméstico)

Por ciento

Gambia

1973

1,61

26

85

25

India

1970

0,38

-

-

-

Kenya

1960

1,00

6

98

-

Líbano

1959-63

0,17

37

98

20

Sudán

1962

1,66

42

98

15

Tanzania

1960-61

1,14

-

97

3

1968-69

2,29

3

93

4

Tailandia

1970

1,36

46

91

12

Uganda

1959

1,53

-

92

-

Fuente: Informes sobre estudios hechos, con ayuda de la FAO, en Kenya, Líbano, Sudán, Tailandia, Tanzania y Uganda, informe inédito sobre el estudio hecho por la AOD en Gambia National Commission on Agriculture, India (véanse Referencias).

UN PROYECTO PARA CARBÓN EN TÚNEZ - para obtener más calorías de la madera que escasea

Por lo tanto, puede ser un error considerar el consumo de madera como combustible exclusivamente como una pérdida de madera del bosque, ya que así se pueden sacar conclusiones erróneas al planificar el abastecimiento de combustibles madereros en el futuro. A la larga, presiones tan grandes pueden ser causa no sólo de la destrucción del bosque sino también de la desaparición total de toda la vegetación arbórea y arbustiva. En la llanura del Ganges, que tiene una alta densidad de población, por ejemplo, la superficie boscosa se ha reducido al 0,35% en Bengala occidental y a un 2% aproximadamente en Uttar Pradesh.

La repercusión de la demanda de combustibles madereros se hace sentir sobre todo en torno a los centros de población y de transformación, donde dicha demanda se concentra. El consumo de 3 millones de m³ de madera para combustible en Bangkok, por ejemplo, se hace sentir en gran parte de Tailandia. Incluso en el Sahel, región poco poblada, las zonas que rodean centros pequeños y medianos de población están en gran parte deforestadas y, alrededor de un centro pesquero del Sahel, donde el secado de 40 000 tm de pescado al año requiere 130000 t de madera, la deforestación llega hasta 100 km de distancia. Además, la superficie afectada aumenta con rapidez pavorosa. Se informa que en una gran ciudad del Sahel hasta hace poco nadie transportaba leña a más de 50 km de distancia, pero ahora comúnmente se transporta hasta 100 km de distancia.

No es la menor de las consecuencias de la demanda urbana el atribuir un valor monetario a la leña, de manera que ésta se hace inaccesible a la población rural que depende de la recolección de subsistencia. En un estudio reciente hecho en Java central se constató que esto sucede, sobre todo, en las zonas más pobres, precisamente porque tienen muy pocas fuentes alternativas de ingresos pecuniarios (Wiersum, 1976).

Tiene otras varias consecuencias el elevado consumo de leña. Cuando ésta llega a ser escasa o cara, como los dos sustitutos más frecuentes son los excrementos de los animales y los residuos agrícolas, se podría disminuir el potencial productivo del suelo. El quemar excrementos necesarios para la agricultura equivale a quemar alimentos para cocinarlos. Se estima que quemar 1 t de excremento de vaca puede significar una pérdida del orden de los 50 kg de cereal para consumo humano. A pesar de que las estimaciones difieren mucho, el consumo total de excremento de vaca como combustible en algunas partes de Asia, Cercano Oriente y Africa, es quizá del orden de los 400 millones de t de peso en húmedo.

Cuando la población aumenta, puede iniciarse un proceso acumulativo o acelerado al quemar nutrientes necesarios para la producción agrícola. Si no se compensa con la aplicación de fertilizantes, el empleo de excrementos de animales como combustible hará disminuir los rendimientos por ha y esto, probablemente, hará aumentar la presión para incorporar nuevas tierras a la agricultura. Cuando esto sólo pueda lograrse a costa de la superficie boscosa, pueden empeorar las perspectivas energéticas domésticas futuras, e incluso puede llegar a ser necesario destinar más excrementos para satisfacer las necesidades energéticas.

A medida que la leña escasea, se hace cada vez más onerosa la obtención de combustible para el hogar, cometido que recae sobre todo en la mujer rural. La leña que se podía recoger cerca de la mayoría de las casas hace algunos años ahora hay que ir a buscarla y acarrearla desde puntos que quedan a medio día de camino. Por tal motivo, se va necesitando cada vez más mano de obra rural para abastecerse de leña. Incluso en condiciones de desempleo rural generalizado, la recolección de leña puede convertirse en una limitación significativa de otras actividades en aquellas estaciones del año en que aumenta la demanda de mano de obra agropecuaria.

La escasez de combustible orgánico recolectable grava en forma desproporcionada sobre los más pobres. Si hay que comprarlos con los actuales precios, los combustibles absorben hasta el 25% en las zonas más pobres de la Sierra Andina y de la zona del Sahel. Para el pobre, es muy limitada la posibilidad de utilizar combustibles comerciales a medida que los orgánicos van desapareciendo. La consecuencia más importante de la escasez creciente de leña para millones de personas es la desaparición progresiva del combustible necesario para cocer los alimentos y asegurar el mínimo indispensable de calefacción.

Hay que abordar con cierta cautela el problema de cómo responder a esta gran dependencia de la madera como combustible en los países en desarrollo. El hecho de que la madera sea el combustible principal en la actualidad no significa que necesariamente seguirá siendo el más conveniente. En los 5 a 10 años que se necesitan para obtener leña de dimensiones apropiadas en una plantación, quizá fuera más rentable en ciertas áreas usar keroseno o algún otro combustible comercial. De este modo, se podrían emplear en esta dirección los recursos destinados a la plantación. De manera semejante, las laderas erosionables que quedan denudadas cuando se corta la vegetación leñosa, quizá sería mejor reforestarlas con especies arbóreas más rentables, y no de leña. Quizá sería más conveniente evitar quemar los excrementos de los animales y los residuos agrícolas e instalar plantas de biogás para transformar la materia orgánica en metano, forma de energía utilizable, y, al mismo tiempo, obtener fertilizantes orgánicos como subproducto.

Urgencia

No obstante, en el futuro previsible, la madera y otros materiales orgánicos disponibles localmente seguirán satisfaciendo la mayor parte de las necesidades energéticas de las poblaciones rurales de los países en desarrollo. A los niveles de pobreza, que con toda probabilidad seguirán prevaleciendo, la gente más pobre no podrá permitirse el lujo de usar ningún otro combustible. Para satisfacer la creciente demanda de combustibles madereros, y limitar los efectos negativos del recurso a los bosques con tal fin, es necesario hacer un esfuerzo más urgente y más vasto a fin de satisfacer activamente las necesidades energéticas domésticas, en particular en zonas donde ya hay escasez de combustibles orgánicos o ésta es inminente, como el Sahel, las llanuras del Ganges, partes de Java, los Andes y, quizás, algunas regiones de China.

Además de estas áreas críticas, hay muchas otras donde la madera podría ser racionalmente preferible a otras fuentes de energía disponibles. El hecho de encontrarse la madera muy difundida y de ser un recurso renovable la hace idónea para abastecer mercados distantes y dispersos. Puede usarse y plantarse con muy poco desembolso de capital, sin ningún desembolso de divisas y con métodos fáciles de aprender. Puede servir para utilizar terrenos inapropiados para la agricultura y poner la materia orgánica a disposición de la producción de alimentos.

Opciones

En el contexto de la satisfacción de la demanda de energía con combustibles madereros, se presentan varias opciones. La primera es obtener un mayor rendimiento de la leña. Con las formas tradicionales de uso de la madera para cocinar y para calefacción, en general, no se obtiene un alto rendimiento energético. Las necesidades de energía para cocinar con llama directa y combustión lenta se estima que son alrededor de cinco veces mayores que para cocinar con una cocina de keroseno (Makhijani y Poole, 1975). En un estudio hecho en Indonesia se constató que en los tipos corrientes de cocina de leña se desperdicia el 94% del valor calorífico de la madera. Con mejoras simples en la preparación de la madera y en el diseño de las cocinas y las ollas, se logró bajar en 70% el consumo de leña para cocinar (Singer, 1961). El desembolso para adquirir cocinas y ollas es una limitación evidente en el logro de estas mejoras; pero estos gastos son pequeños y probablemente menores de los necesarios para emplear cualquier otro combustible.

El carácter renovable del bosque ofrece también potencial para una producción sostenida de madera como combustible, siempre que se introduzcan métodos de corta y de manejo apropiados, antes de que la destrucción sea irreversible. Aunque suele implicar un grado de control difícil de organizar y administrar, no siempre es así necesariamente. Esfuerzos de esta índole a menudo han fracasado, debido a un enfoque esencialmente negativo de ordenación y control de la aorta de madera para postes y de leña, que se basa en una legislación prohibicionista. Se necesitan métodos más positivos e imaginativos. En una zona del centro de la India, por ejemplo, se puso fin a la corta destructiva de los bosques y se acrecentó la producción sostenida de leña, arbitrando un sistema de control que la población local podía aplicar dentro del marco de usos y costumbres tribales establecidos.

Otro medio importante para obtener un mayor rendimiento de los combustibles madereros consiste en la transformación de la madera en carbón. Como el carbón se puede transportar económicamente a mayor distancia, la producción de combustible maderero en forma de carbón puede abarcar una superficie mucho más vasta que la de madera para quemar, en forma de leña.

Aunque las propiedades del carbón varían con la madera empleada como materia prima y, para ciertos fines especiales, hay que usar maderas particulares para hacerlo, virtualmente todas las maderas se pueden transformar en carbón. Por tanto, la producción de carbón se puede basar en grandes volúmenes de madera de especies no comerciales que, de lo contrario, se destruirían al limpiar el terreno para destinarlo a la agricultura, migratoria o sedentaria, en el trópico, o quedarían inutilizadas en el bosque después del madereo. En estudios recientes sobre los volúmenes de que se podría disponer para la fabricación de carbón, se estima que éstos son de 100-200 m³/ha en el bosque alto tropical de Surinam; de 75 m³/ha en la zona de Terai, Nepal; de 50 m³/ha en la Costa de Marfil, y de 88 m³/ha en la región del «cerrado», Brasil. En parte, esta madera podría usarse también para la fabricación de pasta o para postes, pero, con frecuencia, es probable que convenga comercializarla como leña.

Con la transición constante a la aorta rasa seguida de plantación en los bosques del trópico, la fabricación de carbón utilizando el componente no comercial del volumen en pie está comenzando a considerarse como un medio importante de ordenación de bosques. En Uganda, por ejemplo, los buenos resultados que ha dado la fabricación de carbón con residuos de madereo, en 10 años, hicieron aumentar la producción de 200 a 63 700 t (Earl, 1975). Pero la explotación no controlada del bosque para producir carbón puede ser tan destructiva como la corta no controlada de leña.

Medición del consumo de madera como combustible

La escasez de información cuantitativa acerca del consumo de leña y carbón en los países en desarrollo se debe principalmente a la dificultad de medirlo porque la leña la cortan y recogen en el lugar los miembros de la familia que la usan, y el ciclo del consumo en gran parte no se registra. Es muy poco lo que aparece en las estadísticas de producción. Es muy poco lo que pasa por los canales comerciales o circula por los sistemas de transporte donde se llevan estadísticas. Por tanto, la única manera de medir esta actividad consiste en hacerlo en el lugar donde se consume la leña. En efecto, toda la información resumida en el Cuadro 3 se obtuvo mediante encuestas del consumo de uno u otro tipo. Estas encuestas sólo se pueden hacer con un muestreo superficial, porque el consumo es muy disperso y fraccionado. Suele ser difícil diseñar encuestas de muestras exactas cuando, como en este caso, es muy poco lo que se sabe acerca de las características pertinentes de la población tomada como muestra.

Otras dificultades de medición se deben a las características físicas de la leña: es difícil medir el volumen en pilas de trozos de madera pequeños e irregulares y la relación entre el volumen y el peso, que es más fácil de determinar, suele variar mucho, según las especies, contenido de humedad, etc., así como con las estaciones del año. Para hacer una determinación exacta, se necesitaría hacer mediciones continuas y repetidas durante un período de 12 meses. Por tal motivo, no se puede esperar que sean exactas las estimaciones del Cuadro 3 y las extrapolaciones derivadas de dichas estimaciones. Por ejemplo, hay una gran diferencia entre las dos estimaciones de Tanzania.

También se puede hacer carbón con madera de plantación, pero su bajo coeficiente de conversión tiende a hacer no rediticia la operación cuando hay que tomar en cuenta el costo de producción de la madera en pie. En cambio, las plantaciones pueden ser competitivas cuando la producción se concentra cerca del mercado para lograr una disminución compensatoria de los costos de transporte.

Una característica del carbón es la facilidad con que se fabrica. La mayor parte del carbón producido en el mundo se hace en hornos. Los hornos de tierra más sencillos son en efecto muy simples, requieren muy poca inversión y ninguna especialización.

Se puede obtener un coeficiente de conversión mucho más alto produciendo carbón en retortas. Las retortas permiten, además, captar los gases y los subproductos destilables, pero los costos de capital de las retortas son relativamente altos y se requieren otras inversiones considerables en instalaciones generadoras, refinadoras y de almacenamiento para aprovechar los subproductos. Como los mejores resultados se obtienen operando en gran escala, se usan las retortas generalmente en operaciones industriales. Ultimamente se ha prestado mucha atención a la elaboración de sistemas tales como el de las retortas portátiles, que permiten sumar las ventajas de los hornos a las de las retortas.

Los recursos combustibles madereros también se pueden crear, o recrear, plantando árboles idóneos al efecto. Como los insumos son principalmente tierras, mano de obra y tiempo, las plantaciones de especies de leña pueden permitir a la población rural producir combustible a un costo pecuniario aceptablemente bajo. Por tal motivo, la plantación de especies de leña puede ser la solución más viable para poblaciones que son demasiado pobres para permitirse el lujo de desembolsar el dinero necesario para adquirir cualquiera de los demás combustibles - excepto los orgánicos - o para aquellas que viven en áreas demasiado distantes para permitir el acceso económico a los combustibles comerciales.

Los buenos resultados de algunos planes de autoayuda al hacer plantaciones de especies de leña, por ejemplo, en China, India y la República de Corea, parecen ser atribuibles en gran parte a haber logrado interesar a la población. Los problemas que esto plantea no son sólo el lograr que la gente destine terrenos y proporcione mano de obra al objeto, sino también que acepten el concepto de que la madera ha dejado de ser un «bien gratuito», que puede recolectarse en el bosque a voluntad.

Otro factor notable en los planes de plantación de especies de leña que han dado mejores resultados es la disponibilidad de suficiente apoyo técnico en lo que se refiere tanto a material de plantación como a asesoramiento y ayuda de expertos. En la República de Corea, por ejemplo, donde 11 000 pueblos están realizando nuevas plantaciones de especies de leña, o ampliándolas, en 1976/77, con mano de obra aportada por los habitantes, el gobierno, a través de un departamento de extensión del servicio forestal que se creó al efecto, dotado de buen personal, proporciona la pericia técnica necesaria para seleccionar terrenos idóneos, para hacer la plantación, para organizar la producción y la distribución de las plantitas y para prestar asesoramiento técnico en las labores de plantación y de cultivo. Los costos de este asesoramiento, así como el de las plantitas, los fertilizantes y demás materiales, se cubren totalmente con subsidios del Estado.

El otorgar subsidios a las plantaciones rurales de especies de leña y prestar estos servicios técnicos es un reconocimiento, implícito o explícito, de que sus beneficios probablemente no se limitan al valor de la leña producida. Hasta la fecha, se ha investigado muy poco acerca de los costos y beneficios socioeconómicos de las plantaciones de especies de leña, pero los pocos resultados provisionales que se conocen parecen indicar que los beneficios ambientales y el aumento de la productividad agropecuaria, obtenidos gracias a la mayor protección ambiental, pueden ser grandes y contribuir a hacer muy positiva la relación costos-beneficios. Un rasgo que estos resultados ponen de relieve es la sensibilidad de la competitividad de las plantaciones de especies de leña al valor de la mano de obra. Por tanto, la elección entre plantar especies de leña y buscar otras soluciones energéticas puede cambiar con relativa rapidez a través del tiempo.

La economía de la producción de madera para combustible es más clara cuando se trata de plantaciones hechas para producir leña para la venta. Generalmente hablando, la viabilidad comercial de la producción de leña es altamente sensible a la distancia del mercado, a la productividad del terreno y al costo de la leña que producen los bosques existentes. Un estudio reciente en el norte de Nigeria, por ejemplo, revela que la distancia limite para las plantaciones de especies de leña de Neem, en terrenos de calidad I, puede ser tres voces mayor que en terrenos de calidad III y que, en terrenos de calidad IV, la producción comercial de leña no sería posible en ningún lugar. También se constató que, considerando iguales los demás costos, si se pudiera comprar la leña en los bosques existentes a la mitad del precio en pie de la leña de plantación, la primera costaría lo mismo que la segunda a una distancia dos veces mayor y, si se pudiera obtener gratis, tres veces mayor (Ferguson, 1973).

La producción de leña exige una atenta selección de especies y la elaboración de técnicas de forestación adaptadas a las condiciones del lugar. Como las ramas, grandes y pequeñas, y virtualmente todas las partes del árbol, salvo las hojas, almacenan carbón y por ende energía, el criterio primario para la elección de especies como fuente de energía es su producción de materia seca por hectárea al año. Las mejores especies de leña pueden ser muy diferentes de las especies mejores para producir madera aserrada o postes. Además, para elevar al máximo la producción de materia seca, suele requerirse un método totalmente diferente, en cuanto a densidad, espaciamiento y rotación. En parcelas forestales agrícolas, los árboles tienen que ser de especies fáciles de plantar y manejar. En muchas situaciones, otro criterio importante es probablemente el de la obtención simultánea de otros productos, además de la leña (postes para construcción, forraje, aceites, frutos, etc.), o conseguir otros beneficios además de la madera (sombra, abrigo, etc.).

La madera para combustible se ha considerado, con razón, como «la otra crisis de la energía», crisis que « probablemente será más larga y difícil de superar» que la de la energía relacionada con el aumento de los precios del petróleo (Eckholm, 1975). Aproximadamente un tercio de la población mundial depende de la madera para la obtención de energía para cocinar y calefacción. Como, para la gran mayoría del mundo en desarrollo, las fuentes comerciales de energía no constituyen una alternativa viable, el problema de mantener un abastecimiento suficiente de madera u otros combustibles no comerciales para satisfacer sus necesidades mínimas indispensables reviste una importancia, por lo menos, tan grande como la del problema de la repercusión de los precios del petróleo, que se plantea en aquella parte del mundo que puede usar, y usa, energía comercial.

El suministro de más madera para combustible puede ser sólo una de las soluciones del problema planteado por la satisfacción de las necesidades continuas de energía de aquellos que ahora dependen de la madera al efecto. No obstante, es claro que cientos de millones de personas seguirán siendo tan pobres que no les quedará más remedio que obtener energía para su casa a partir de la madera u otros combustibles orgánicos. El potencial de acrecentar la producción de combustibles madereros es en realidad grande. Se puede obtener un rendimiento mucho mayor de la madera; los actuales bosques que producen leña pueden ordenarse de manera mucho más productiva; la base de abastecimiento se puede ampliar, transformando primero la madera en carbón; se pueden hacer más plantaciones de especies de leña y ésta se puede obtener junto con otros productos agrícolas.

Se cuenta con los conocimientos técnicos necesarios, pero es mucho lo que hay que hacer para adaptarlos a situaciones particulares, y la principal laguna de información es de índole institucional y económica. Queda mucho por averiguar acerca de cuánta madera se emplea como combustible en diferentes situaciones. ¿Qué sucede exactamente cuando comienza a escasear la madera empleada como combustible? ¿Cuál de las soluciones alternativas de los respectivos problemas ambientales, económicos y sociales sería más eficaz y eficiente en una situación dada? ¿Cómo se puede alentar a las personas afectadas por algo de lo que precede a buscar esta solución y qué ayuda necesitan para ponerla en práctica?

Referencias

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