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Sustitutos de la madera

La utilización del cartón mineral y otros procedimientos destinados a reducir e! consumo de los combustibles a base de madera

Gerald Foley y Ariane van Buren

GERALD FOLEY y ARIANE VAN BUREN trabajan en el International Institute for Environment and Development de Londres. Fueron contratados por la FAO para preparar un informe destinado al Cuadro de Expertos sobre Leña y Carbón Vegetal, para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre las fuentes nuevas y renovables, que se celebrará en Nairobi en agosto de 1981. Este artículo está basado en ese informe.

FAENAS DE APILAMIENTO DE LEÑA EN AFRICA OCCIDENTAL es preciso buscar sustitutos a la madera donde aún la hay

En las ciudades costeras de Africa, como Dakar, Nouakchott, o Dar-es-Salaam, y en las islas del Cabo Verde, el carbón vegetal, y a veces la leña, son el principal combustible doméstico. Cuando esto sucede, la madera escasea mucho en las zonas circundantes, y el consumo de combustibles a base de madera, que está concentrado en las grandes ciudades, tiene graves consecuencias para el medio circundante. Una menor demanda de estos combustibles ayudaría a proteger los demás recursos forestales y daría tiempo a que crecieran las nuevas plantaciones. Los productos procedentes de la refinación del petróleo, como el gas o el queroseno, se venden en los mercados mundiales a precios mayores que el petróleo bruto, pero, con la evolución de las condiciones del mercado, el carbón de fósiles podría resultar más barato que el petróleo bruto. Por consiguiente, si hubiera que sustituir el carbón vegetal o el combustible a base de madera por un producto energético importado, el carbón mineral podría ofrecer buenas perspectivas, ya que se aprovecharían los sistemas actuales de distribución del carbón vegetal, y su empleo no requeriría grandes cambios. No habría, pues, que hacer inversiones considerables. Sin embargo, los carbones minerales que sirven para cocinar deben seguir utilizándose.

Parte I - Explotación, agotamiento y reposición de los combustibles a base de madera

Es difícil hacer un cálculo del consumo total de los combustibles a base de madera en Senegal y Tanzania. No se tienen estadísticas seguras de la cantidad de leña que se utiliza en las zonas rurales, ni tampoco se conocen con seguridad las cantidades de carbón vegetal que se consumen en las grandes ciudades. La evaluación de las existencias de madera utilizables y la rapidez de la regeneración natural presentan también problemas. Esta última varía mucho según las diferentes zonas climatológicas, y la sequía del pasado decenio ha ejercido una influencia negativa. En la regeneración natural influye también el número de cabezas de ganado, así como la frecuencia del pastoreo, la competencia con la agricultura y otras modalidades de aprovechamiento de la tierra, y la ordenación general de la tierra y de los recursos forestales.

El análisis del problema de los combustibles a base de madera tiene que basarse forzosamente en datos imprecisos y, en grado considerable, en consideraciones subjetivas. Es, pues, sumamente difícil valorar con seguridad la influencia que puede ejercer la escasez de estos combustibles y el interés que pueden ofrecer para sus consumidores otras posibles alternativas. A pesar de ello, en el análisis siguiente se intenta abordar, con la mayor precisión posible, la cuestión de mejorar el rendimiento de los combustibles a base de madera o de sustituirlos con otros combustibles.

Distribución de la población. A mediados de 1980, la población del Senegal se calculaba en 5 700 000 personas, con un aumento del 2,6% anual. La tercera parte vive en las ciudades o en los pueblos grandes, y el 65% de esta población urbana, o sea el 20% de la población total, vive en una sola ciudad, Dakar, que tiene aproximadamente un millón de habitantes. Las ciudades que le siguen en importancia tienen una población equivalente a la décima parte de esta cifra, o menos. El aumento medio de toda la población urbana es del 3,3%, pero en Dakar es mucho más rápido: de cerca del 7% al año.

Tanzania, no obstante su analogía con el Senegal, tiene una extensión tres veces mayor, y su población está bastante menos concentrada en las ciudades. Tiene 18 600 000 habitantes; el aumento anual de la población es del 3,1%. Aunque sólo vive en las ciudades el 13% de la población total, el aumento medio actual, para todas las ciudades, se calcula en un 8,3%. En Dar-es-Salaam habita el 50% de la población urbana, y, con cerca de un millón de habitantes, puede compararse con Dakar. Es también diez veces mayor que cualquier otra ciudad del país.

Consumo de combustibles a base de madera. Un 80% de todo el combustible que se consume en el Senegal, y cerca del 90% del que se consume en Tanzania, procede de la madera o del carbón de madera. Las estimaciones del consumo por persona varían, según el combustible se utilice en las ciudades o en el campo, o según las zonas climatológicas, las existencias locales de madera o el método estadístico empleado. Se reconoce, no obstante, que el consumo rural per capita de combustible a base de madera es mayor que el urbano lo que se debe al más fácil acceso a los recursos. al mayor consumo para cocinar y calentar, y a la costumbre de encender fuegos para protegerse contra los animales. Según la estimación hecha por la FAO para Tanzanía, en 1970 el consumo doméstico rural per capita fue de 2,2 m³ al año, al que hay que añadir un consumo no doméstico atribuible principalmente a la industria del tabaco, de 0.2 m³. Las estimaciones correspondientes a mediados de 1980 son bastante menores, considerándose más aceptable un consumo per capita de 1,5 a 1,7 m³. Para los países del Sahel, el consumo anual es considerablemente inferior, variando, por lo general, entre 1,0 y 1,5 m³.

El carbón mineral no es un sustituto inmediato del carbón vegetal. Mejorar los hornos y los métodos de cocción, para que puedan utilizarse sin riesgo, requiere mucho tiempo. Con todas sus desventajas sigue siendo el único combustible que puede reemplazar en gran escala al carbón vegetal en el futuro.

Es difícil obtener cifras seguras sobre el consumo total de carbón vegetal, y conocer su efecto sobre los recursos madereros. Otras dificultades para hacer cálculos exactos se deben a que la densidad del carbón vegetal varía según la madera de que procede y a que los coeficientes de rendimiento de la transformación de la madera en carbón también varían mucho. Según los registros oficiales del carbón vegetal recibido en Dakar en 1978, el consumo anual es de 100 kg por persona y por año (cifra media aceptada), pero según otros cálculos, este consumo es de 125 kg. tomando como base un consumo anual de una tonelada por una familia compuesta de ocho personas. Para el consumo en Dar-es-Salaam, aunque no se tienen estadísticas, puede suponerse razonablemente que es de aproximadamente 100 kg por persona y por año. Si tales suposiciones son correctas, el consumo total de carbón vegetal sería, en cada una de estas ciudades, de unas 100 000 toneladas al año.

Para conocer los efectos de este consumo sobre los recursos madereros de ambos países hay que basarse forzosamente en hipótesis: suponiendo un rendimiento medio del 15% en peso para la transformación de la madera en carbón y una densidad media de 600 kg/m³, cada persona necesitaría, aproximadamente, 1,1 m³ de madera al año.

Partiendo de estas hipótesis, puede calcularse aproximadamente el consumo total de combustible a base de madera en ambos países. En Tanzanía es de cerca de 30 millones de m³ al año, suponiendo un consumo de 1,6 m³ per capita en las zonas rurales, y de 1.1 m³ en Dar-es-Salaam. En el Senegal, el total sería de unos 7 millones de m³ al año, suponiendo un consumo de 1,25 m³ para los habitantes de las zonas rurales, y de 1,1 m³ para los habitantes de Dakar.

El consumo de carbón vegetal en Dakar es aproximadamente el 15% de toda la madera que se consume en el Senegal. El consumo en Dar-es-Salaam, es de aproximadamente el 5% del consumo total. La característica más notable del consumo en ambos países es, sin embargo, su alto porcentaje, que no es reflejado por las estadísticas oficiales de las zonas rurales: por lo menos el 95% del total calculado para Tanzania y el 87% del calculado para el Senegal (donde, en 1978, la producción total fue de 932000 m³ de carbón vegetal y de 55 000 m³ de leña).

Abastecimiento de carbón vegetal. El carbón vegetal que se consume en Dar-es-Salaam procede de los montes de leña que bordean las carreteras que conducen a la ciudad. El transporte se hace por camiones; los recorridos máximos son de unos 100 km. La producción está casi totalmente a cargo de personas que operan por cuenta propia, en los montes de leña naturales, utilizando exclusivamente hornos de tierra de tamaño bastante pequeño, que rara vez exceden de unos pocos metros cúbicos. El abastecimiento de carbón vegetal de Dar-es-Salaam, es una importante fuente de ingresos para las zonas que rodean la ciudad, de las cuales procede el carbón, pero, en relación con la madera que se consume en todo el país, en la capital sólo se consume el 5%. En las principales carreteras que llevan a Dar-es-Salaam hay puntos de control, donde se comprueba si los conductores de los camiones tienen licencia para transportar el carbón vegetal a la ciudad; en caso negativo, el carbón es confiscado.

Los montes de leña de los alrededores de Dakar ya no son suficientes para abastecer la capital en carbón vegetal; en la actualidad el carbón se obtiene de otras partes más alejadas del país. Se transporta principalmente por carretera, en grandes cargas con las cuales se recorren a veces distancias de hasta 600 km. Es producido por personas a las que se ha concedido la licencia necesaria, que suelen trabajar en cooperativas, con arreglo a diversos acuerdos comerciales y contractuales. Los hornos de tierra son generalmente grandes, y se necesitan de 10 a 15 trabajadores para las labores pesadas, con un consumo de madera que puede llegar a 100 m³. El acceso a las regiones boscosas, la cantidad de producción y el grado de explotación de determinadas zonas están sujetos a controles, ya que, además de sus efectos sobre la riqueza maderera del país, el abastecimiento de carbón vegetal puede tener otras consecuencias importantes. El sistema del transporte del carbón forma parte de la red comercial de todo el país. Los camiones que lo llevan a Dakar vuelven cargados a las regiones. El aprovisionamiento en carbón de Dakar, es, pues, un eslabón importante de la actividad económica del país.

Precios del carbón vegetal. El carbón vegetal suele venderse generalmente en sacos. Un saco de yute pesa unos 40 kg en Tanzania, según la especie de la madera carbonizada. En el Senegal, el contenido oficial de estos sacos es de 50 kg. pero en la práctica el contenido varía. Los mayoristas transportan los sacos en camiones que llegan a tener hasta 10 toneladas de capacidad: los minoristas lo venden en pequeñas cantidades, generalmente por volumen más que por peso, por ejemplo, por montones pequeños o por cubos. Los precios fijados en 1975 fueron: 855 F CFA para el saco de venta para el mayorista; 903 F CFA para el semimayorista, y 20 F CFA el kg para la venta al por menor. El precio oficial del carbón vegetal no ha variado en los últimos años, pero en los momentos de escasez, producidos como consecuencia de la estación, así como durante la estación lluviosa, ha llegado a duplicarse. Durante 1980, el precio ha aumentado a algo más de 1 000 F CFA el saco para el mayorista, 1 235 F CFA el saco para el semimayorista y 1 332 F CFA el saco para la venta al por menor, o sea 26,65 F CFA el kg. lo que representa un aumento de sólo el 33% durante todo el quinquenio (200 F CFA = 1 dólar EE.UU.).

El hecho de que las mujeres intervengan escasamente en las transacciones en metálico aumenta la resistencia a los cambios domésticos.

En Tanzania, el precio del carbón vegetal puede variar, según la zona, de 18 a 90 chelines de Tanzania (T Sh) por saco. Los precios no son fijos, y dependen de las fluctuaciones de la oferta y la demanda, de la población, y de las limitaciones de los recursos en las diferentes zonas, así como de los efectos de los cambios climatológicos debidos a las estaciones. Como precio medio para Dar-es-Salaam, puede tomarse el de 45 T Sh el saco, que se sitúa a la mitad entre los precios de venta para mayoristas y para semimayoristas en Senegal (8 T Sh = 1 dólar EE.UU.).

La leña. En las zonas rurales, la leña se recoge a mano, y no cuesta nada, por lo que rara vez se encuentra en el comercio. Es recogida y utilizada casi exclusivamente por las mujeres, y por ello, aun cuando escasea, no es tenida en cuenta en las decisiones económicas, que suelen ser tomadas por los hombres. En las zonas rurales, los únicos que la compran son los que perciben un sueldo, como los profesores, que no pueden incluirse en el modelo común de un nivel de vida de subsistencia. En los pueblos y en los suburbios se compra también alguna leña para cocinar en las casas. También se compra cierta cantidad, o se cultiva específicamente, para servir de combustible en muchos establecimientos industriales y comerciales rurales o semirrurales, como los restaurantes. las fábricas de construcción de ladrillos y las fábricas para la cura del tabaco. No se tienen cifras exactas sobre la cantidad de combustible a base de madera que se comercializa de esta forma, pero, en general, se cree que es pequeña. En el Senegal, la cifra total de venta de leña registrada en 1978 fue de 91 000 estéreos (unos 55 000 m³), de los cuales 34 000 (20 000 m³} estaban destinados a Dakar. Si el consumo rural es de 1,25 m³ por persona, la producción comercializada es de cerca del 1% del consumo total.

El hecho de que la leña pueda recogerse gratuitamente, y de que su uso sea apenas tenido en cuenta en la economía monetaria, tiene importantes consecuencias. Significa que puede considerarse que el sector rural de combustibles de madera tiene su propia «economía», dentro de la cual pueden efectuarse diversos tipos de transacciones absolutamente no monetarias, pero en una manera relativamente predecible.

Políticas de explotación y reposición de los combustibles a base de madera. El Departamento de Aguas y Montes del Senegal hace un inventario anual de los recursos madereros del país y de su explotación. Además del millón de hectáreas, aproximadamente, de bosques clasificados 190 000 ha se han organizado en lotes rotacionales de 20 años, dejados aparte específicamente para la producción de carbón vegetal y leña. Estos lotes se encuentran en los bosques situados a lo largo del ferrocarril a Malí, y eran anteriormente utilizados para abastecer de combustible a las locomotoras; sin embargo, actualmente no se utiliza casi ninguno porque hay abundancia de madera muerta, a causa de la sequía padecida en otros lugares.

Las previsiones que anuncian que el agotamiento de los combustibles a base de madera puede conducir a un desastre son contraproducentes. No tienen en cuenta la flexibilidad y la diversidad de las reacciones de la población. Tales pronósticos pueden suscitar, además, decisiones políticas y económicas no viables y que, en vez de galvanizar a los políticos, los paralicen.

Recientemente se ha fijado un tope a la producción de carbón vegetal y leña, así como al número de licencias que se distribuirán a los productores, y se han reforzado las medidas para restringir la producción ilegal. Se han impuesto, además, controles sobre la explotación de las zonas afligidas por la sequía, que sólo contienen actualmente árboles muertos o que están muriendo. Cerca del 80% de los productores de combustible a base de madera han sido trasladados y concentrados en lugares donde sólo hay madera muerta. Ordenando la explotación de estas zonas, se pretende reducir los peligros de incendio que ofrece la madera muerta, así como disminuir la presión sobre otras zonas y facilitar su regeneración natural. Fuera de estas zonas, se permite también la producción de carbón vegetal en los lotes forestales situados a lo largo del ferrocarril a Malí. En estos lotes se han conseguido rendimientos de 4,5 a 7,5 toneladas por hectárea cuando se utilizan todos los árboles, sin contar las especies protegidas y las que rinden un carbón vegetal de mala calidad.

El actual Plan de Desarrollo del Gobierno senegalés prevé la repoblación forestal, a razón de 7 500 ha al año para todos los usos. La tercera parte de esta cantidad, fijada como meta, se consigue cada año. En 1978, gracias a los programas destinados específicamente al abastecimiento de combustible a base de madera, se llegaron a obtener 212 ha de bosques en los alrededores de las ciudades y 302 ha de montes de leña en las aldeas, y se distribuyeron 864 318 plantones, mediante campañas populares de repoblación forestal, es decir, el equivalente de 500 ha, si se supone una densidad de plantación de 1700 plantones por hectárea.

Durante el período colonial, la finalidad de la política forestal de Tanzanía era principalmente la protección de los bosques que pudieran destinarse a la producción industrial. El uso de los bosques oficiales por parte de la población estaba casi totalmente prohibido. La hostilidad popular resultante hacia el servicio forestal duró algún tiempo después de la independencia (1961). Se observó una considerable variación en la actitud de la gente hacia los árboles y su conservación en diferentes partes del país. En las regiones Kigoma y Tabora, que sufrieron una grave infección de mosca tsetsé, se instruía con frecuencia a la población en la forma de cortar los árboles, para evitar que se alojara en ellos la mosca. En los últimos quince años se han hecho grandes esfuerzos para cambiar la mentalidad de la gente y fomentar la plantación y utilización de los árboles. Las primeras campañas populares de plantación de árboles se iniciaron a mediados de los años sesenta. Este año debe empezar una campaña más extensa, que hará hincapié en la educación, tanto popular como profesional. Salvo un pequeño número de zonas naturales forestales y de plantación, la tala de los árboles para obtener leña y carbón vegetal no está controlada. En el bosque Mbeya, donde se está organizando un sistema de tala rotacional autorizada de la madera según el tamaño del árbol, se observan todavía algunos abusos y talas ilegales.

El abastecimiento de carbón vegetal de Dar-es-Salaam apenas tiene carácter oficial. Está organizado con arreglo a un sistema de concesión de licencias individuales, pero que no incluye la fijación de topes para la producción. El proyecto forestal Ruvu, a 60 km de la ciudad, es considerado como una posible fuente futura de abastecimiento de combustibles a base de madera para las ciudades, y así ha sido considerado durante un plan anterior de desmonte de tierras, a fin de poder obtener madera para pasta. Sin embargo, las dos terceras partes de las 7000 ha plantadas se perdieron con la sequía de 1973/74. Desde entonces, los esfuerzos se han concentrado en la selección y sustitución con especies resistentes a la sequía, esfuerzos que han sido dificultados por la escasez de divisas, de las que depende la ejecución del proyecto. Los planes para 1980/81 prevén la plantación de 200 ha de eucaliptos para obtener combustible, y de 200 ha de coníferas para madera de construcción, pero esto depende también de la disponibilidad de divisas.

Agotamiento de los combustibles a base de madera: evaluación. Los planes actuales de plantación de árboles son insuficientes, tanto en Senegal como en Tanzania, para satisfacer el consumo de combustibles a base de madera. La renovación de las existencias depende, hoy día, casi completamente de la regeneración natural de los montes de leña, que sólo en proporción limitada están sujetos a ordenación forestal. Donde ha habido sequías graves, como en la región del Fleuve del Senegal, la regeneración natural es actualmente casi nula. Un cálculo generalizado de la productividad forestal natural en toda la región del Sahel da cifras tan bajas como 0,2 m³/ha por año. Para las mejores zonas del Senegal, que se encuentra en mejor situación que los demás países de la región, la cifra de 4 m³/ha por año es la más alta de todas. En Tanzanía, no se considera que el bosque miombo pueda producir más de 2 m³/ha por año.

Madera, carbón vegetal, carbón mineral y turba

La propiedades físicas de los diversos tipos de madera, carbón vegetal, carbón mineral y turba son muy diferentes, y las unidades, coeficientes de conversión y convenciones para la medición y descripción de sus propiedades físicas también varían mucho.

En este informe se han supuesto, para mayor comodidad, los valores medios que se indican a continuación, aunque en realidad, las variaciones alrededor de esos valores medios son grandes, por lo que su selección es relativamente arbitraria. En determinados casos prácticos debe darse preferencia a los valores efectivos obtenidos con las observaciones y mediciones directas.

Madera

1 estéreo = 1 m³ de madera apilada = 0,6 m³ del sólido equivalente
Densidad (aire seco) = 600 kg/m³
Potencia calorífica (aire seco) = 3500 kcal/kg
Potencia calorífica (en el horno seco) = 4 500 kcal/kg

Carbón vegetal

Densidad = 400 kg/m³; empaquetado suelto: 250 kg/m³
Potencia calorífica = 7000 kcal/kg

Carbón mineral

Los métodos de análisis del carbón varían, por lo que los valores medios que se dan a continuación se basan en un análisis aproximado, es decir, el del carbón tal como se ha recibido, y sin tener en cuenta su contenido de cenizas ni su humedad (como se hace en el análisis final). El análisis aproximado del carbón mineral puede compararse, en términos generales, al análisis de la madera al aire seco.

Densidad:

antracita = 1600 kg/m³
carbones bituminosos = 1200-1 500 kg/m³

Los lignitos tienen densidades muy variables, que van disminuyendo desde las de la serie inferior de carbones minerales bituminosos a la de una sustancia fibrosa, friable y de blandura análoga a la de la turba, con una humedad que puede llegar al 50%.

Potencia calorífica:

antracita = 8500 kcal/kg
carbones bituminosos = 5 000-7 500 kcal/kg
lignitos (aire seco) = 2500-3500 kcal/kg

El «carbón estándar», que se toma como referencia para la potencia calorífica al obtener las «toneladas de equivalente de carbón mineral ., tiene una potencia calorífica de 7 000 kcal/kg.

Turba

Cuando se extrae, la turba tiene una del 95% aproximadamente; cuando está al aire seco, es del 25% aproximadamente.

Densidad (al aire seco) = 400-600 kg/m³

Potencia calorífica (al aire seco) = 2500 kcal/kg

Hidrocarburos combustibles

1 tonelada de petróleo bruto humedad = 7,3 barriles
1 tonelada de petróleo bruto = 1,5 toneladas de equivalente de carbón

Potencias caloríficas

Butano = 11700 kcal/kg
Queroseno = 11100 kcal/kg

En la FAO se trabaja para saber cuáles serán las consecuencias, a largo plazo, de las actuales tendencias en el uso de los combustibles a base de madera en Africa, Asia y América Latina. Las estimaciones se hacen por países, que se clasifican, cuando se considera necesario, por zonas ecológicas y climatológicas, y para los cálculos se toma como base el consumo por habitante y las densidades de población, que se comparan después con las tasas de regeneración natural, y se proyectan al año 2000. Según las evaluaciones, el Senegal está actualmente sujeto a un proceso de claro agotamiento de los recursos naturales de combustible a base de madera, lo que significa que, en el futuro, el aumento del consumo descansará forzosamente en unos recursos que disminuyen y, por consiguiente, la tasa de agotamiento será cada vez mayor. En Tanzanía, los cálculos indican un claro agotamiento en algunas regiones, aunque el país, en conjunto, está todavía en una fase de equilibrio. No obstante, el agotamiento se producirá antes del año 2000, a causa del aumento de la población.

Aunque estas cifras ilustran los balances nacionales y regionales del consumo y la reposición de los combustibles a base de madera, no ponen de manifiesto los particulares problemas de la despoblación forestal en las zonas que circundan los pueblos y ciudades: en esas zonas, al carbón vegetal destinado al consumo urbano hay que añadir la leña que se consume en las zonas rurales, y que contribuye considerablemente al agotamiento. El problema, pues, no es sólo de una insuficiencia de recursos sino también de una falta de coordinación entre su distribución y la concentración de la población, y es exacerbado por las insuficiencias de la infraestructura del transporte, que impiden el acceso a las zonas donde se obtiene la madera. Se vislumbra, pues, claramente, el problema del futuro abastecimiento de combustible a base de madera, provocado por el agotamiento localizado de los recursos naturales, tanto en Tanzania como en Senegal. Se trata de un problema en el que están estrechamente vinculadas las cuestiones del abastecimiento urbano y del abastecimiento rural.

Parte II - El potencial en carbón mineral

En principio, no hay ningún obstáculo insuperable para la utilización del carbón mineral con fines domésticos, como lo pone claramente de manifiesto la historia de los países industrializados. Al disminuir la madera disponible, se empezó a utilizar el carbón mineral para casi todos los usos culinarios, y para calentar, y ha continuado utilizándose en casi todos los países de Europa hasta después de la segunda guerra mundial, en que ha sido casi totalmente sustituido como combustible doméstico por el gas, la electricidad y el petróleo.

En China, el carbón mineral es muy utilizado actualmente como combustible doméstico en las ciudades, donde suele mezclarse el carbón en polvo con agua y un aglomerante de arcilla, para hacer ladrillos que se dejan secar en las aceras o en los patios de las aglomeraciones urbanas. Este carbón en polvo es, en general, un subproducto de las grandes industrias, y procede de los locales de almacenamiento o de los depósitos de distribución del carbón, o también de los depósitos de carbón de los ferrocarriles.

Los recursos y su utilización. El carbón mineral es un combustible muy abundante. Las reservas mundiales se calculan en aproximadamente 12 billones de toneladas, cerca de 25 veces más que las reservas de petróleo. Además, el carbón está mucho más extensamente distribuido que el petróleo. La mayor parte de las existencias mundiales se encuentra en la URSS, los Estados Unidos y China, pero otros países exportadores, como Polonia, Australia, Sudáfrica y el Canadá, disponen de reservas suficientes para centenares de años. Hasta la fecha, las exploraciones han revelado importantes yacimientos de carbón mineral en cerca de cuarenta países.

En el World coal study report (Wilson, 1980) se prevé que el consumo mundial de carbón se triplicará en los próximos 20 años, y que pasará del nivel actual de cerca de 2 500 millones de toneladas de equivalente de carbón (mtec) a 7 500 mtec. De 500 a 700 millones de estas toneladas podrían ser objeto del comercio internacional (en estas estadísticas, dada la gran variación de la calidad térmica del carbón, el tonelaje efectivo se convierte en tonelaje en equivalente de carbón, tomando como base su potencia calorífica: una tonelada tipo de equivalente de carbón tiene una potencia calorífica de 7 000 kcal/kg). En los Cuadros 1 y 2 del mencionado estudio se dan las proyecciones para el año 2000 de las importaciones y de los exportadores potenciales de carbón. El comercio del carbón mineral para la metalurgia podría llegar a aumentar a 250300 mtec. Se expresan a veces temores de que, en tales circunstancias, se llegue a la formación de un cártel de productores de carbón análogo a la OPEP. Aunque esta posibilidad no puede descartarse por completo, es muy poco probable que tal organización llegara a ser tan poderosa como la OPEP, o a poder actuar tan coordinadamente.

A su precio actual de entrega de cerca de 38 dólares EE.UU. por barril, o 277 dólares por tonelada, el petróleo cuesta casi el cuádruple del carbón mineral, después de aplicar al precio de este último el factor de corrección de la potencia térmica. En el Cuadro 3 se dan algunos precios indicativos del carbón mineral puesto en los puertos de los países del noroeste de Europa, aplicados por los actuales países exportadores. Estos precios varían entre 31 y 49 dólares por tonelada. con un precio medio aproximado de 40 dólares por tonelada. Tomando estos precios como base, los precios de importación al Senegal por el puerto de Dakar, que dispone de un equipo moderno y suficiente, no serían mayores que el de las importaciones a los citados países del resto de Europa. Teniendo en cuenta la inflación desde que se calcularon las cifras del World coal study report, puede admitirse un precio base indicativo de 60 dólares por tonelada, aunque este precio dependería, en la práctica, de la calidad del carbón, del volumen del buque, del lugar de procedencia y de las condiciones de contratación.

Tanzania tiene sus propios recursos de carbón: hay importantes yacimientos en la parte meridional del país, aunque actualmente sólo está funcionando una pequeña mina, en Ilima, en el suroeste del país, cerca del pueblo de Mbeya. Hay planes, no obstante, para construir una nueva mina, con una producción de 300 000 toneladas al año, en la región carbonífera de Songwe-Kiwira, situada cerca de la actual mina de (lima, y se espera que pueda explotarse a mediados del actual decenio. La mina de Ilima produce cerca de 7 000 toneladas al año, el precio actual es de 250 T Sh por tonelada. La línea ferroviaria de Tazara conecta Mbeya con Dar-es-Salaam, y puede servir para el transporte del carbón desde la mina actual, y después desde la mina de Songwe-Kiwira. Los gastos de transporte se calculan entre 150 y 250 T Sh por tonelada, con un precio al por mayor de entrega en Dar-es-Salaam, de 400 a 500 T Sh por tonelada.

Importación y distribución del carbón mineral. Aunque el carbón mineral es un producto relativamente sucio, su manejo y su almacenamiento no plantean problemas particularmente difíciles, ni requieren instalaciones especiales. En el pasado, el comercio de este producto era, naturalmente, muy intenso: en 1913 se exportaron 149 000 toneladas de hulla británica al Africa occidental y ecuatorial francesa, y en 1946, 68000 toneladas. El puerto de Dakar es grande y esta bien equipado. En 1978, la cantidad total de mercancías que pasó por este puerto [are de 6,7 millones de toneladas y, ese mismo año, se exportaron 1,75 millones de toneladas de fosfato. Las autoridades portuarias han declarado que las instalaciones actuales permiten recibir fácilmente hasta 100 000 toneladas de carbón mineral al año y, al cabo de unos cuantos años, los servicios podrían mejorarse y admitir cantidades mucho mayores sin necesidad de grandes inversiones. La distribución desde el puerto a los comerciantes al por mayor y al por menor tampoco plantea, en principio, ningún problema, y dependería, en cuanto a sus detalles, de las cantidades de carbón, la duración y coste del almacenamiento, y del margen de ganancia requerido por los mayoristas o minoristas. Puede suponerse, como una primera aproximación, que para cantidades inferiores a 5 kg habría que añadir un 200% al precio de entrega en el muelle en concepto de gastos portuarios y de otro tipo, hasta su entrega al vendedor al por menor. El precio al por menor sería, pues, el triple del precio de entrega en Dakar.

En Tanzanía, habría que transportar por ferrocarril el carbón desde Mbeya a Dar-es-Salaam y después distribuirlo a los mayoristas y minoristas. Tampoco en este caso se presentarían, en principio, problemas: el precio final dependería de factores análogos a los que acaban de mencionarse.

En ausencia de datos que puedan servir de base a un cálculo más preciso, puede suponerse que, para pequeñas cantidades, los gastos de distribución y los márgenes de ganancias harían que su precio fuera el doble del precio de entrega facturado en el terminal ferroviario de Dar-es-Salaam.

PREPARANDO SACOS DE CARBÓN EN GHANA en la ciudad, una familia africana de 8 personas consume una tonelada por año

El carbón mineral y la turba. El carbón mineral no es un combustible homogéneo, ya que puede variar desde la antracita negra dura a los lignitos blandos pardos, pasando por los carbones oscuros bituminosos y sub-bituminosos. Estos últimos son los carbones minerales más utilizados corrientemente para los usos domésticos e industriales. Aunque al carbón para usos industriales y, en particular, metalúrgicos, pueden aplicarse diversas clasificaciones, para el destinado a uso doméstico no existe un extenso sistema de clasificación.

Una de las características más importantes que debe tener el carbón para usos domésticos es su proporción de componentes volátiles, que es máxima en los lignitos y mínima en la antracita. Los componentes volátiles de un carbón son los alquitranes y otros hidrocarburos complejos. Estos hacen que el carbón arda más fácilmente, pero producen al mismo tiempo humo y llama. Los carbones más corrientes son los bituminosos y los sub-bituminosos, cuyo contenido en componentes volátiles varía desde cerca del 10% al 30-40%. Su potencia calorífica varía de 5 000 a 7000 kcal/kg. Algunos carbones bituminosos contienen un 5%, o más, de azufre, que hace su uso desagradable y peligroso para la salud. El contenido de cenizas del propio carbón no suele ser mayor de 5-10%, pero al extraerse de la mina puede estar mezclado con grandes cantidades de rocas o material inerte que hay que extraer, mediante la operación de limpieza o enriquecimiento, en cantidad suficiente para que el carbón esté en condiciones para su uso final. El carbón que se utiliza en las centrales eléctricas, por ejemplo, no tiene que ser tan limpio como el destinado a los usos domésticos.

El carbón de la mina de Ilima es un carbón bituminoso de calidad media, con un 24% de componentes volátiles, un 10% de cenizas y un 0,6% de azufre. Su potencia calorífica es de 7 000 kcal/kg aproximadamente. El carbón de la cuenca minera de Songwe-Kiwira tiene características análogas, pero su potencia calorífica es algo menor, de 5 500 a 6500 kcal/kg. Los lignitos no suelen servir, en general, para los usos domésticos, salvo en casos especiales; su potencia calorífica es baja, de 2 500 a 3 500 kcal/kg.

La turba es la primera fase de transformación de la materia orgánica en carbón. Aunque puede utilizarse en las casas y en las centrales eléctricas, como se hace en Irlanda, su extracción, tratamiento y utilización presentan muchos problemas. Se encuentra, por lo general, en yacimientos terrestres 0 marinos poco profundos; es, en general, poco densa, y puede llegar a contener hasta un 95% de agua. Su calidad varía mucho, desde ser una sustancia friable casi como el musgo, hasta tener propiedades parecidas a las del lignito; de hecho, la turba, con el tiempo, y en las condiciones geológicas adecuadas, se transforma en lignito.

En el norte y centro del Senegal se han encontrado yacimientos importantes de turba, si bien en cantidades y calidades no determinadas. Aunque pudiera revelarse como un nuevo y bienvenido complemento de los recursos combustibles para las industrias del país, no puede confiarse en la turba como medio de aliviar la demanda de combustible a base de madera.

Carbón vegetal. Este carbón, a pesar de que puede obtenerse de maderas de muchos árboles, y de diferentes métodos de manufactura, es, en contraste con el carbón mineral, un combustible relativamente homogéneo y seguro. Contiene, por lo general, cerca del 80% de carbono y un 20% de componentes volátiles, y su contenido de cenizas es insignificante. Su densidad es de 400 kg/m³, es decir, de un tercio a un cuarto de la del carbón; su potencia calorífica es de unos 7000 kcal/kg, aproximadamente la misma que la de un carbón bituminoso de buena calidad. Una vez colocado en el horno, el carbón vegetal arde sin interrupción y sin humo, siempre que disponga de la cantidad suficiente de oxígeno. Como combustible, es considerablemente más reactivo que el carbón mineral y arde ininterrumpidamente, aun en pequeñas cantidades. Esta reactividad se debe, en gran parte, a que su estructura es mucho más porosa que la del carbón mineral, lo que permite un fácil acceso del oxígeno a la combustión.

El carbón mineral y el carbón vegetal como combustibles de cocina. Tanto en Tanzania como en el Senegal, el carbón vegetal se quema casi siempre en el hornillo tradicional de hierro, que en Tanzania se llama jiko y en el Senegal, hornillo malgache. Son aparatos sencillos hechos con láminas delgadas de chatarra de acero. El carbón vegetal se enciende con astillas, papel, o cualquier otra materia que arda bien, frecuentemente al aire libre, para aprovechar el viento, que aviva la combustión. Una vez encendido el carbón, se coloca la olla de cocinar directamente sobre él, aunque a veces las ollas tienen patas, y se mantienen a distancia del carbón. El carbón vegetal, por la facilidad con que sigue ardiendo una vez encendido, puede utilizarse en pequeñas cantidades.

El carbón mineral presenta considerables dificultades si se intenta hacerlo arder de la misma forma que el carbón vegetal. Aunque tiene aproximadamente la misma potencia calorífica, es mucho menos reactivo, y por consiguiente, es mucho más difícil encenderlo que el carbón vegetal. La composición de la antracita y de los demás carbones minerales que no producen humo es muy parecida a la del carbón vegetal, pero son menos reactivos, y por consiguiente, incluso más difíciles de encender que los carbones bituminosos; lo mismo puede decirse del coque. Otro resultado de la menor reactividad del carbón mineral es que, para que se mantenga ardiendo, debe utilizarse una cantidad relativamente mayor que la que se utiliza de carbón vegetal, ya que, contrariamente a este último, no se mantiene ardiendo en pequeñas cantidades.

El hecho de que el carbón mineral sea tres o cuatro veces más denso que el vegetal, a pesar de que su potencia calorífica sea aproximadamente la misma, tiene también consecuencias importantes: significa que, a igualdad de volumen, el carbón mineral producirá el triple de calor que el vegetal. La tendencia natural a utilizar la misma cantidad de carbón mineral que de carbón vegetal, unida a la necesidad de mantener una cantidad mínima de carbón mineral para que no se apague el fuego, hace que la cantidad de calor que se produce con el carbón mineral sea considerablemente mayor que la que produce su equivalente aparente de carbón vegetal, lo que puede causar sobrecalentamiento y problemas de combustión al cocinar. Los componentes volátiles del carbón mineral lo hacen arder con una llama que da humo, lo cual puede ser desagradable e incluso peligroso para la salud, en el caso de una exposición prolongada. Estos efectos aumentan cuando el carbón mineral contiene una importante cantidad de azufre. En general, el carbón mineral no debe quemarse en interiores que no tengan chimenea.

El carbón mineral en polvo es casi imposible de utilizar, por la dificultad de asegurar un aprovisionamiento suficiente de oxígeno para su combustión. Esta dificultad puede vencerse mezclándolo con un aglomerante arcilloso, en cantidades suficientes para poder comprimirlo hasta formar briquetas, que se utilizan en la misma forma que los pedazos de carbón. Por su contenido en arcilla, estas briquetas son más difíciles de encender, y de mantenerlas ardiendo, que el propio carbón. Sin embargo, en China, con un horno adecuado, se obtienen buenos resultados. La combustión del carbón puede ser peligrosa si no se utiliza el utensilio adecuado. Pueden darse casos en que haya oxigeno en cantidad suficiente para mantener la combustión, pero insuficiente para que la combustión sea completa, y entonces puede producirse monóxido de carbono. Estos inconvenientes del carbón mineral en comparación con el vegetal son una razón poderosa contra su utilización, pero a su favor existe el hecho de que puede utilizarse satisfactoriamente como combustible doméstico. El problema surge cuando se intenta que sustituya directamente al carbón vegetal en los actuales utensilios, como si tuviera las mismas propiedades.

La utilización del carbón mineral como sustituto del carbón vegetal requiere estudio. En los países industriales, los utensilios para quemar el carbón mineral están hechos principalmente a base de hierro fundido. Lo que hace falta en el Senegal y en Tanzania es un hornillo ligero, equivalente al horno malgache, o al jiko, pero adaptado a la combustión del carbón mineral; en la práctica, tal hornillo se conseguiría transformando, mediante experimentos, los hornillos actuales, para que puedan quemar carbón mineral.

Se necesitaría probablemente una zona de combustión más compacta, una rejilla metálica que deje pasar las cenizas, y una retícula, también metálica, para colocar sobre ella la olla de cocina. En principio, este tipo de horno para carbón mineral podría fabricarse por un coste no muy superior al de los hornillos que se utilizan actualmente para el carbón vegetal. Para una futura utilización del carbón mineral en vez del vegetal, será absolutamente indispensable idear y experimentar este tipo de hornos. Tanto en Senegal como en Tanzania debe hacerse lo necesario para construir hornos donde pueda arder el carbón mineral, y asegurarse de que se han comprendido y resuelto los problemas que plantea la adaptación de los hábitos culinarios al uso del carbón mineral.

Cuadro 1. Importaciones mundiales de carbón mineral, por país y región

País o región

1977

2000

mtec

Alemania, Rep. Federal de

3,0

20,0-

40,0

Dinamarca

4,8

9,4-

20,9

Finlandia

4,1

7,7-

12,4

Francia

14,0

26,0-

100,0

Italia

2,0

16,5-

45,5

Países Bajos

1,5

19,9-

43,2

Reino Unido

1,0

-

15,0

Suecia

0,3

14,3-

23,1

Otros países de Europa occidental

7,0

32,0-

42,0

Países europeos de la OCDE

37,0

146,0-

333,0

Canadá

6,0

8,0-

4,0

Japón

2,0

53,0-

121,0

Total OCDE 1

45,0

210,0-

460,0

Asia oriental y otros países de Asia

-

60,0-

179,0

Africa y América Latina

1,0

6,0-

10,0

Países con economías de planificación centralizada

17,0

30,0-

30,0

Total mundial 1

60,0

300,0-

680,0

1 Totales redondeados.
Fuente: Wilson, Carroll L., 1980.

Cuadro 2. Potencial aproximado de exportación de carbón mineral de los principales países exportadores

País o región

1977

Previsiones actuales para el año 2000

mtec/año

Alemania, Rep. Federal de

14

23-25

Australia

38

160

Canadá

12

27-47

China, Rep. Popular de

3

30

Estados Unidos

49

125-200

India e Indonesia

1

5

Polonia

39

50

Sudáfrica, República de

12

55-75

URSS

25

50

América Latina, Africa, otros países

7

25-50

Total mundial

200

550-700

Fuente: Wilson, Carroll L., 1980.

Utilización doméstica del carbón mineral. Ni en Dakar ni en Dar-es-Salaam, se utiliza actualmente el carbón mineral en los hogares. El uso del carbón vegetal está muy arraigado en el modo de vida de ambas ciudades, y se considera también muy importante el aroma que impregna a ciertos platos que constituyen la base de la alimentación local. El carbón mineral exigiría cambios en los métodos de cocinar y en los equipos de cocina, que impondrían gastos tanto económicos como sociales, y en tales condiciones seria necesaria una considerable diferencia de precio en favor del carbón mineral para que la gente lo adoptara, aun parcialmente. No se sabe en qué tendría que consistir exactamente tal diferencia, pero es evidente que la resistencia a cambiar los hábitos culinarios es considerable. En Dakar, a comienzos de los años setenta, hubo que tirar todo el carbón que se había importado treinta o cuarenta años antes para la generación de energía eléctrica, porque no se encontraba a nadie que lo aceptara, a pesar de que se ofreció gratuitamente, a quien lo quisiera. En Tanzania, en 1978, se estudió la posibilidad de comercializar el carbón de madera de pino que se obtenía como material de desecho de una serrería: este carbón era menos denso que el que se utilizaba habitualmente para los usos domésticos y ardía con más rapidez, pero despertó poco interés entre los consumidores, a pesar de venderse a la mitad de precio que el carbón vegetal normal. En Tanzania, basándose en los supuestos hechos sobre los precios, el carbón mineral podría obtenerse a cerca de 1 T Sh/kg puesto en Dar-es-Salaam, que es casi el mismo precio que el del carbón vegetal. En Dakar, el carbón mineral importado a 60 dólares la tonelada podría llegar al consumidor a un precio aproximado de 180 dólares por tonelada o 3 600 F CFA (30 F CFA/ kg). Los precios del carbón vegetal varian entre 20 y 40 F CFA/kg. Las únicas condiciones para que el carbón vegetal se sustituya voluntariamente por el carbón mineral seria que los precios del primero aumentaran a un ritmo que indicara realmente una escasez considerablemente más grave que la actual o que la que probablemente se padecerá en el próximo quinquenio. Un tal aumento de los precios, al reflejar una disminución real en las disponibilidades de carbón vegetal obligaría a la población a recurrir a otras alternativas, y el carbón vegetal empezaría a quedar fuera del alcance de los sectores más pobres. En resumen, no es probable que los intentos de introducción del carbón mineral en Dakar y Dar-es-Salaam para usos domésticos impidan. en esta fase, a una población creciente (cuya renta probablemente irá en aumento) el uso del carbón vegetal. Si. a pesar de ello, escaseara este último, el carbón mineral podría servir para cubrir una Darte. por lo menos, de las necesidades culinarias básicas. Por consiguiente, la necesidad de asegurar la disponibilidad de carbón mineral para el caso en que se produzca tal eventualidad es otra de las razones importantes para estudiar su empleo en gran escala.

Utilización en gran escala del carbón mineral. Para utilizarlo. por ejemplo. en las fábricas de cemento y centrales de energía eléctrica. y para i aplicaciones industriales en gran escala, el carbón mineral puede perfectamente competir con el petróleo aun teniendo en cuenta el coste de la transformación de las fábricas. Puede obtenerse a la tercera 0 cuarta parte I del precio del petróleo. y los países industrializados se están ya dedican; do a utilizarlo para tales usos y a; asegurarse contratos de larga duración con los países productores. A países como Senegal y Tanzania les permitiría aliviar algo la carga que; para sus balanzas de papos representan las importaciones de petróleo, sustituyéndolo con carbón mineral, i al menos para algunos de sus principales usos. Tendría también el efecto de reducir los gastos internos de producción de elementos tan esenciales como la electricidad y el cemento, y contribuir así a impedir el ulterior empeoramiento de la situación competitiva de estos países en el comercio internacional.

La inexistencia de un verdadero mercado del carbón mineral es, como se ha visto, uno de los principales obstáculos para cualquier tipo de utilización en pequeña escala o para los usos domésticos, dificultades que no surgirían si existiera tal mercado, con uno o más usuarios importantes. El empleo del carbón podría extenderse gradualmente a las pequeñas industrias como panaderías, forjas, fábricas de construcción de ladrillos, instalaciones para la cura del tabaco, así como para calentar el agua y los usos culinarios. Si se dispusiera de carbón mineral, podría preverse, de manera realista, la reglamentación legal del empleo de la madera y el carbón vegetal en tales aplicaciones, llegando incluso a prohibirlo cuando pudiera utilizarse en su lugar el carbón mineral.

La disponibilidad de carbón mineral, en grandes cantidades, serviría también de base para que empezara a extenderse su empleo doméstico, cuando aumentaran los precios del carbón vegetal. Para ello podrían seguirse al menos dos procedimientos: vender el carbón en polvo, que es, esencialmente, un producto de desecho, a precios muy bajos, o entregarlo gratuitamente, lo que permitiría a las personas que ganan poco hacer briquetas y utilizarlas, al menos en parte, como combustible. Otro procedimiento seria seleccionar el carbón mineral destinado a los usos domésticos, lavándolo y mejorando su calidad inicial de carbón industrial. Este carbón así seleccionado para usos domésticos podría empezar a interesar cuando aumentaran los precios del carbón vegetal.

Parte III - Posibilidades de economizar los combustibles a base de madera: otros sucedáneos

Mejoramiento de los hornos de madera en las zonas rurales. En las zonas rurales, la madera se utiliza principalmente en las hogueras tradicionales de tres piedras. Aunque se trata de un procedimiento sumamente ineficiente, se adapta bien a las necesidades de la población rural, ya que permite el uso de combustibles de tipos y tamaños muy diferentes, y no requiere tampoco que se corten los trozos largos de madera - lo que es importante cuando se dispone de pocos y malos instrumentos -, ya que basta con empujarlos poco a poco hacia el fuego, o retirarlos cuando ha acabado la cocción. En vez de la madera, o como complemento, pueden utilizarse astillas, estiércol o desechos agrícolas. Este tipo de horno es, por consiguiente, eficaz, familiar y conveniente. Desde el punto de vista de la persona que lo utiliza, es un método de cocción muy satisfactorio, aunque en un momento determinado su rendimiento termodinámica puede revelarse relativamente insuficiente en cuanto al calor que la combustión de la madera comunica a la olla de cocción.

En el Senegal, el trabajo más importante de mejoramiento de los hornos se ha concentrado en la construcción de un horno de arena y arcilla, ban ak souf. Está basado en el horno Lorena, que se fabrica en Centroamérica, y cuya construcción está siendo adaptada para su uso en el Senegal por el Centre d'études et de recherches sur les énergies renouvelables (CERER), con la financiación de la USAID. Este horno se hace a mano, con arena y arcilla del país, y por consiguiente, sólo requiere mano de obra, pero no inversiones de capital. La combustión, en este horno, está aislada en el interior de la estructura sólida, como en los utensilios de cocina de inserción parcial, y así se consigue, al parecer, una economía en el consumo de madera de hasta el 50%. Quedan por resolver algunos problemas técnicos, como su duración, especialmente cuando el horno se construye al aire libre y queda expuesto a la lluvia. El Secrétariat d'Etat à la promotion humaine ha iniciado una campaña para popularizarlos, a la que contribuyen 17 organizaciones. Aunque el programa está recibiendo un apoyo considerable, y está también siendo objeto de una gran publicidad, es todavía demasiado pronto para conocer sus resultados.

El paso del hornillo de tres piedras al hornillo ban ak souf no requiere ninguna inversión en dinero. La mano de obra necesaria para su construcción suele ser masculina. La utilización de este hornillo exige cambiar los hábitos culinarios. Mientras se disponga fácilmente de leña no es probable que la gente desee tal cambio, y seguramente estos hornillos mejorados de madera sólo se difundirán mucho en las zonas donde ya escasee el combustible a base de madera y la propia población rural lo considere caro.

Las mismas observaciones pueden hacerse a cualesquiera otras innovaciones destinadas a reducir el excesivo consumo de leña de la población rural. El hecho de quedar la leña fuera del circuito monetario significa que, auque se haga más escasa, no se tenderá en general a sustituirla con otros utensilios que requieran invertir capitales. La gente economizará en la compra de leña, o caminará más para obtenerla, 0 la sustituirá con otros productos que no cuestan dinero, como el estiércol o los residuos agrícolas. Pero aunque disponga de dinero y tenga gran necesidad de otros combustibles, 0 de hornillos mejores, los comprará sólo cuando no tenga otros gastos considerados más importantes. La frecuente exclusión de las mujeres de las transacciones monetarias aumenta la resistencia a invertir dinero en cambios domésticos.

Con esto no se pretende contrarrestar la promoción, en las zonas rurales, de mejores hornillos, ya que puede preverse fácilmente la importante función que desempeñarán en el futuro, cuando se disponga de menos madera como ya sucede en otros países, y si no se estudian ahora y se dan a conocer a la población, no podrán utilizarse cuando se tenga necesidad de ellos.

Utilización de la energía en la zona rural. Para la utilización de la energía en la zona rural se están fomentando numerosas tecnologías, entre ellas la electrificación rural mediante ampliación de la red central; la energía hidráulica en pequeña escala; la energía eólica para trabajos mecánicos o la producción de electricidad; la energía solar para calentar el agua, cocinar y producir electricidad; el uso del biogás, también para cocinar o para los motores de combustión interna, y la gasificación mediante combustión parcial de sustancias orgánicas a fin de obtener combustible para los motores diesel. Se observará que, salvo el biogás y los aparatos basados en la energía solar, ninguna de estas tecnologías suministra energía para usos culinarios. La promoción de estas tecnologías, aunque podría dar como resultado un mayor suministro de energía en las zonas rurales pobres, no contribuye a reducir el consumo excesivo de combustible a base de madera. No obstante, en Tanzania se está trabajando para obtener la gasificación mediante combustión parcial, utilizando como combustible los zuros del maíz.

RECOLECTORES DE LEÑA EN MALÍ un viaje a través de paisajes desolados

Los aparatos de cocina basados en la energía solar no han dado buen resultado en ningún país, y no parece probable que en las zonas rurales del Senegal y Tanzania su adopción tenga mayor éxito. Aunque pueden servir para determinadas aplicaciones en zonas aisladas, como en los dispensarios rurales, su posible contribución a disminuir el consumo excesivo de los recursos de madera es, al menos en el momento actual, insignificante.

Por otra parte, en la provincia china de Sichuan, la utilización del biogás ha tenido un éxito considerable, y se han instalado 8 millones de unidades. Fuera de esa provincia, su uso, incluso en China, es mucho menos frecuente. En los demás países, el biogás se ha utilizado también, hasta ahora, muy limitadamente, y sólo de la India se tienen noticias de una adopción considerable de esa tecnología. Aunque en Tanzania y Senegal se han hecho experimentos que han dado algunos resultados prometedores, la tecnología se encuentra en una fase muy preliminar en ambos países. La difusión del uso del biogás como alternativa a la leña no será una realidad más que en un futuro lejano.

Alternativas al uso del carbón vegetal en las ciudades. El gas butano en botellas, el queroseno y la electricidad pueden ser utilizados para cocinar en vez del carbón vegetal. Son considerablemente más caros, y ninguno de ellos se utiliza en gran escala en Tanzania o en el Senegal. El Gobierno de este último país lanzó, en los años setenta, una vigorosa campaña para fomentar el uso del butano como medio de reducir el consumo de carbón vegetal. Las primeras medidas de esta campaña se tomaron en 1972, con la preparación de una estrategia publicitaria y la promoción del uso del butano. Se concedieron subsidios o reducciones en los impuestos para la compra de estufas, de botellas recargables y del propio butano. La campaña de promoción más importante se inició en 1974 con la creación de la Commission nationale de butanisation. En esta campaña se cifraron grandes esperanzas que, sin embargo, estaban hasta cierto punto basadas en un malentendido, ya que en algunos escritos de decía que el butano tiene una potencia calorífica diez veces mayor que la del carbón vegetal. En realidad, la potencia calorífica del butano es de 11700 kcal/kg, es decir, 1,5 veces más que la del carbón vegetal, de forma que con 10000 toneladas de butano se reemplazarían únicamente 15 000 toneladas de carbón vegetal. Con respecto al calor que proporciona, el butano resulta casi tres veces más caro que el carbón vegetal. La campaña de utilización del butano ha dado escasos resultados, y las encuestas han revelado que el butano se ha empleado principalmente para hacer el té y para recalentar los alimentos ya cocinados. No ha conseguido sustituir al carbón vegetal en cantidades apreciables como combustible para cocinar las principales comidas caseras, y más que reducir su uso, la campaña no ha conseguido sino difundirlo entre el sector de la población que puede permitirse comprar hornillos y botellas recargables. El queroseno tiene aproximadamente la misma potencia calorífica que el butano, cuesta casi lo mismo y es algo más fácil de manejar, ya que no necesita recipientes a presión, pero es un derivado del petróleo y está sujeto a las mismas limitaciones en cuanto a existencias y coste en divisas, como el butano, continuará utilizándose para el alumbrado y, en cierta medida, para cocinar, pero nadie considera prudente ni realista presentarlo, en el Senegal o en Tanzania, como un sustituto en gran escala del carbón vegetal.

En el Senegal, la electricidad se produce casi enteramente con el petróleo. y utilizarla para cocinar, además del gran despilfarro de energía que representaría - si se tiene en cuenta que el 75% se pierde en la central eléctrica - aumentaría la dependencia del país de las importaciones de petróleo. En Tanzania, una importante proporción de la electricidad es de origen hidráulico, y hay todavía mucha energía no aprovechada, lo que podría justificar, a la larga. el uso de la electricidad para cocinar, pero a medio o corto plazo requeriría probablemente un mayor consumo de petróleo que es necesario para producirla, lo que no es aconsejable. El precio actual de la electricidad, 0,4 T Sh/kWh, es casi el triple del carbón vegetal, 1,0 T Sh/kg. lo que hace muy poco probable que aumenten sus usos domésticos. Dado el coste de los utensilios eléctricos para cocinar, el uso de la electricidad no es accesible a la mayoría de la población.

Perfeccionamiento de los hornillos que funcionan con carbón vegetal. Los hornillos tradicionales que funcionan con carbón vegetal, el jiko en Tanzania y el hornillo malgache en el Senegal, con todos sus defectos técnicos, son baratos y se está habituado a su uso. Los materiales y conocimientos necesarios para su fabricación se obtienen también fácilmente en el país. Se han hecho numerosos experimentos con hornillos de mejor rendimiento. pero no parece que hasta ahora se hayan difundido mucho en Tanzania o en el Senegal. Como sucede con los hornillos mejorados, el hecho de que se acepten como una respuesta a la escasez, y no como medida preventiva, no significa que no deban ser objeto de estudio. La amaneza de una grave escasez de carbón vegetal en el futuro es tan real, que mejorar su funcionamiento, en particular para las personas que ganan poco, sigue siendo una tarea urgente e importante.

Métodos para mejorar la producción de carbón vegetal. Es bien sabido que el carbón vegetal tiene un escaso rendimiento aparente: el que se quema en un horno pequeño de tierra rinde el 10%, aproximadamente, en peso de la madera original; en un horno más grande y de mayor rendimiento, como los que suelen utilizarse en el Senegal, podría llegar a rendir el 20%. Sin embargo, como tiene una potencia calorífica aproximadamente el doble de la madera, su rendimiento térmico varia entre el 20 y el 40%, es decir, casi el doble de su rendimiento en peso, exactamente el mismo rendimiento térmico que la electricidad generada. Además, la madera no puede sustituir al carbón vegetal para todos los usos, a causa de su volumen, y también porque arde con más irregularidad y haciendo humo. La eliminación de los componentes volátiles de la madera no es precisamente un gasto de energía sino un eslabón esencial del proceso de transformación de un combustible de calidad relativamente mala, como la madera, en otro que pueda satisfacer las exigencias de la demanda del uso doméstico urbano.

Se puede, no obstante, mejorar el rendimiento de la fabricación de carbón vegetal. La recuperación máxima teórica del carbón vegetal, en peso, es de alrededor del 40%, pero en la práctica no es probable que exceda del 30%. Los hornos metálicos tienen, indudablemente, mayor rendimiento que los hornos de tierra, porque permiten regular mejor el aflujo de aire y, por consiguiente, el proceso de carbonización, y también una mayor recuperación de carbón vegetal producido. Si se utilizan como es debido, pueden reducir la sobrecombustión y la infracombustión que tiende a producirse en las diferentes partes de un horno de tierra, y pueden también adaptarse para la recuperación de algunos de los alquitranes y gases combustibles que se producen durante la fabricación del carbón vegetal, que en ciertos casos podrían servir como materias primas químicas importantes o como combustibles gaseosos análogas a los que se producen en la gasificación por un proceso de combustión parcial.

Los hornos metálicos no son, sin embargo, los que mejor se ajustan a los métodos tradicionales de fabricación del carbón vegetal en Tanzanía y el Senegal: en particular, requieren considerables cantidades de dinero. Los hornos probados en el Senegal al comienzo de los años setenta costaban, al parecer, 1000 dólares EE.UU. y no es, pues, probable que encuentren mayor aceptación en el momento actual, a pesar del mayor rendimiento que puedan ofrecer. Mayor rendimiento puede también obtenerse aumentando el tamaño de los pequeños hornos de tierra, con lo cual se reduciría la proporción de carbón que se pierde en la tierra que rodea el horno y se aumentaría la posibilidad de controlar su combustión.

En el Senegal se han hecho adaptaciones del horno tradicional de tierra, basadas en experimentos efectuados en el Departamento de Aguas y Bosques y en el proyecto de la FAO, en Casamance. Algunos de estos experimentos consisten en elevar ligeramente la base de los troncos de madera, para dejar que circule mejor el aire y el gas; en apilar la madera de manera diferente, y en construir una chimenea con barriles vacíos de petróleo. Con el horno Casamance, la velocidad de producción es mucho mayor, se regula más la carbonización y se obtiene un rendimiento de hasta el 40% (por desecación al horno). Uno de los peligros que presentan los métodos mejorados de producción de carbón vegetal es que podrían conducir a resultados opuestos a los que se persiguen: no 1980, se tiene una garantía de que la utilización de un horno que permita producir con mayor rapidez y que dé mayores rendimientos dé como resultado una producción de carbón vegetal que pueda mantenerse constante, de manera que se necesite menos madera. Lo más probable es que, a menos que el mercado esté controlado o saturado, aumente la cantidad de carbón vegetal producida. El resultado de un ciclo más rápido de producción podría ser también que aumentara tanto la cantidad total de carbón vegetal producido como la cantidad de madera utilizada para fabricarlo, y, por esta razón, el empleo de hornos tiene que ir unido a medidas que permitan controlar eficazmente tanto el corte de la madera como la cantidad de carbón vegetal que llega al mercado. En Tanzania, esto tendría como consecuencia una concentración y oficialización de la producción de carbón vegetal, ya sea alrededor de los centros de producción de las aldeas o en las plantaciones forestales. En el Senegal, requeriría una intensificación de los métodos de control actuales y mayores restricciones en las zonas de terrenos forestales dejadas a los quemadores de carbón vegetal.

Cuadro 3. Precios y costos indicativos del carbón mineral (1979)

Estrategia futura

Podría llegarse a la conclusión, basándose en la proyección de las tendencias actuales del agotamiento del combustible de madera, de que conducen rápidamente a un desastre total: sin embargo. tal proyección podría ser contraproducente, ya que no tiene en cuenta la flexibilidad y la multiplicidad de respuestas de la población y, lo que es más importante, requiere medidas de remedio en gran escala que sobrepasan largamente las posibilidades políticas y económicas. Al proponer respuestas imposibles a lo que podría aparecer como proyecciones exageradas de las futuras necesidades, tales análisis podrían dar como resultado la paralización, en vez de la galvanización de las políticas.

Una política, para ser eficaz, dependerá de que puedan conjugarse las medidas que permitan obtener resultados prácticos con las necesidades y prioridades que realmente se plantean. Esto no significa que deba ignorarse la gravedad del futuro del abastecimiento de combustible a base de madera, sino que deben tomarse sólo aquellas medidas que ofrezcan mayores probabilidades de ser productivas y eficaces.

Una de las principales conclusiones de este estudio es que una política que se concentre en la sustitución de combustibles y en el mejoramiento técnico de los hornos y de la fabricación del carbón vegetal no es probable que consiga impedir el constante agotamiento de los recursos de combustibles derivados de la madera. Tales medidas interesarían poco a consumidores de zonas rurales, mientras puedan seguir obteniendo gratuitamente la leña. En las ciudades, los aumentos relativamente pequeños de los precios del carbón vegetal en Dakar, el hecho de que la población muestre poco interés por las calidades inferiores de este carbón y de que se tire el carbón en polvo, indica claramente que todavía no se siente una verdadera escasez de carbón vegetal, cualquiera que sea su posible futuro. Mientras no se sienta la escasez y la carestía de este carbón, no se conseguirán grandes resultados en intentar cambiar la manera de utilizarlo.

La perspectiva política es, pues, de un empeoramiento a la larga de las existencias y de una ineficacia de las soluciones técnicas inmediatas. Por consiguiente, las medidas de carácter político tienen que perseguir el doble objetivo de frenar la progresión hacia una mayor escasez de energía y asegurar la disponibilidad de combustibles y métodos eficaces de utilización antes de que desaparezca el modelo actual de disponer de recursos gratuitos en las zonas rurales y de carbón vegetal barato en las ciudades.

Abastecimiento energético a las zonas rurales. Los sustitutos de la madera y las materias que pueden obtenerse gratuitamente, como el estiércol y los residuos agrícolas, son las únicas fuentes de combustible que pueden preverse, de manera realista, para la mayor parte de las zonas rurales durante los próximos treinta o cuarenta años. Tanto el estiércol como los residuos vegetales son, en general, combustibles de peor calidad que la madera; además, su uso como tales impide que el suelo sea fertilizado por los nutrientes que contienen. Mientras se puedan satisfacer las necesidades mínimas futuras de combustibles con estas fuentes, el descansar exclusivamente en ellas seria gravemente perjudicial para la productividad agrícola y las condiciones de vida en las zonas rurales. Cualquier visión aceptable del futuro tiene, pues, que incluir un aprovisionamiento en gran escala de madera en las zonas rurales.

No es realista esperar que los servicios forestales del Estado puedan asumir la responsabilidad del abastecimiento total futuro de madera en las zonas rurales. La obtención de cotos forestales, de ser posible, tendría que proceder de las iniciativas locales. Las campañas de plantación de árboles en las aldeas no han tenido un gran éxito, salvo algunas excepciones, y aunque ello se ha atribuido, en ciertos casos, a que parte de la población rural no ha reconocido la necesidad de asegurar su abastecimiento energético futuro, no es probable que ésta sea la única razón de su negativa a plantar árboles, y a cuidarlos. Antes de poder fomentar eficazmente tales plantaciones, es esencial comprender las principales necesidades de la población rural, desde su propio punto de vista; sólo así se podrá persuadir a la gente de prevenir su propio futuro energético.

Las zonas que los propios aldeanos reconocen como escasas en combustible, actualmente o en el futuro, tienen que identificarse como zonas prioritarias de acción. En ellas podrían hacerse estudios para saber cómo asumiría la población las responsabilidades, o cómo delegaría las funciones para obtener su propio abastecimiento de leña en el futuro. Tal disposición a dedicarse a una actividad de carácter local constituiría un punto de partida para la concesión de ayuda y de asesoramiento sobre la selección de las especies, sobre la plantación y el ciudado de árboles. El abastecimiento de los plantones adecuados estaría a cargo de los servicios forestales y las demostraciones podrían iniciarse en las escuelas y dispensarios del país. Las conclusiones, tanto positivas como negativas, de tales esfuerzos son esenciales para un progreso futuro. Las experiencias se describirían detalladamente y los informes se darían profusamente a conocer. La FAO podría desempeñar una útil función encargando la preparación de informes detallados a nivel de aldea y dando a conocer sus resultados.

En las zonas en que se estime que los campesinos no podrán autoabastecerse en madera, habrá que considerar la necesidad de plantar árboles. Sin embargo, será ésta una medida de urgencia. Los bosques deberán quedar en lugares desde los cuales la madera pueda ser transportada por medios mecánicos hasta los puntos de consumo. La dimensión de estos bosques deberá calcularse de acuerdo a los requisitos mínimos en materia de leña. De esta forma, las plantaciones estarán dentro de los limites de la mano de obra y de las capacidades financieras de los servicios forestales.

Suministro de energía a las ciudades. Si continúan las mismas tendencias en el desarrollo urbano, el consumo de carbón vegetal en Dakar y Dar-es-Salaam se duplicará en los próximos diez o quince años, y llegará a las 200 000 toneladas, cifra que es todavía una proporción relativamente pequeña del combustible a base de madera que se consume en Tanzania, pero que en Senegal podría representar el 30% del consumo total. El establecimiento de plantaciones cerca de las aldeas tendría también un efecto colateral beneficioso, ya que serviría como fuente de abastecimiento de carbón vegetal para las ciudades, y tendría, además, la ventaja de añadir un valor en dinero a los árboles, estimulando las economías en el uso de la madera y proporcionando más ingresos a las aldeas. Centrando la producción de carbón vegetal en los lotes controlados por las aldeas, se crearían las condiciones adecuadas para la utilización en gran escala de hornos más eficaces. Aumentarían también las probabilidades de que fueran los propios habitantes de las aldeas los que se encargaran principalmente de reponer los recursos madereros. Acuerdos oficiales entre las aldeas y las autoridades de las ciudades o los mayoristas de carbón vegetal para el aprovisionamiento de cantidades garantizadas, contra precios también garantizados, serían un nuevo argumento en favor del control de la fabricación del carbón vegetal por las aldeas.

En el Senegal ya existe un sistema de regulación y reglamentación de la producción de carbón vegetal en las tierras controladas por el servicio forestal, lo que ya constituye gran parte de la planificación requerida por este tipo de iniciativas. La tarea principal es integrarla con el aprovisionamiento de madera a las aldeas de las zonas rurales y asegurar que sean los que utilizan la madera, y no los servicios forestales, los que se encarguen de su reposición.

En Tanzania, la estructura administrativa rural tiende a concentrar la producción de carbón vegetal en determinadas aldeas. Los responsables de las actividades que se desarrollan en las aldeas siguen siendo los consejos municipales, que son responsables ante los habitantes de las aldeas y el gobierno central o regional. Se encuentran, pues, en posición de formalizar acuerdos con las autoridades de las ciudades para los abastecimientos y pagos, y para integrar la plantación de árboles y la producción de carbón vegetal con las otras actividades de las aldeas.

Los centros de fabricación de carbón vegetal en las aldeas y las parcelas madereras asociadas podrían ser el principal punto de recepción de la asistencia técnica especial y del asesoramiento de los servicios forestales, y posiblemente de los organismos extranjeros de ayuda. Si se pudiera asignar de esta forma una considerable proporción de la producción de carbón vegetal destinado al uso urbano a las aldeas, la futura labor de los servicios forestales, tanto en el Senegal como en Tanzania, seria menos gravosa, ya que no recaería sobre ellos la tarea de proporcionar grandes plantaciones para abastecer de carbón vegetal a las ciudades, y su función seria, en cambio, la de crear las reservas estratégicas de bosques necesarias para poder abastecerse en los momentos de escasez, a fin de suplir el carbón vegetal que llega a los mercados y de ayudar a controlar su precio.

El carbón mineral como alternativa para los casos de emergencia. La política forestal es difícil y lenta de cumplir, cuando tiene que aplicarse en gran escala; e incluso si se cumple, se necesitarán de siete a diez años antes de que los árboles hayan alcanzado el tamaño necesario para su recolección. Además, ni siquiera las plantaciones pueden evitar los efectos de un clima que, en el pasado decenio, ha sido perjudicial tanto para el Senegal como para Tanzania. Por estos motivos deben hacerse los preparativos necesarios para que si las políticas forestales no producen resultados, pueda disponerse de otro combustible, al menos para las ciudades. El carbón mineral dista mucho de ser un sustitutivo inmediato del carbón vegetal. Hay que dedicar mucho tiempo a perfeccionar los hornillos y los métodos de cocinar, para que puedan utilizarse con seguridad en Dakar y Dar-es-Salaam, y esta tarea debe llevarse a cabo, se adopte o no el carbón mineral en gran escala como combustible industrial. Con todas sus desventajas, el carbón mineral sigue siendo el único con probabilidades de sustituir al carbón vegetal en gran escala, cuando surja la necesidad.

Importaciones de carbón vegetal. Algunos países de Africa occidental, como Guinea-Bissau y la Costa de Marfil, tienen grandes zonas forestales capaces de suministrar madera y carbón vegetal en cantidades muy superiores a sus necesidades. Por consiguiente, una buena alternativa al carbón vegetal de producción interna o a las importaciones de carbón mineral serían las importaciones de carbón vegetal desde esos países al Senegal, siempre que fueran económicamente competitivas, que el suministro estuviera razonablemente asegurado y que no resultaran demasiado gravosas para la balanza de pagos del país. Pero debe recordarse que, aunque los combustibles importados para uso interno podrían retardar el aumento de la producción interna de carbón vegetal, no impedirían, en realidad, el agotamiento de los recursos de madera que se obtienen gratuitamente ni tampoco suprimirían, ni modificarían considerablemente, la labor de asegurar el suministro de madera a las zonas rurales.

Referencia

WILSON, CARROLL L. 1980 Coal-bridge to the future. World coal study report. Ballinger, Cambridge, Mass.


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