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Vigilancia de los bosques

El Proyecto de Evaluación de los Recursos Forestales Tropicales FAO/PNUMA ha elaborado un método para efectuar mediciones y comparaciones objetivas de los bosques tropicales. Por fin es posible determinar las dimensiones y el estado de los ecosistemas tropicales.

Hans Jurg Steinlin

H.J. STEINLIN es profesor de Ciencia Forestal Internacional y Uso de la Tierra, y Director del Instituto de Uso de la Tierra de la Universidad Albert Ludwigs, Friburgo, República Federal de Alemania. De 1973 a 1976 fue Director de Recursos Forestales del Departamento de Montes de la FAO.

Casi la tercera parte de la superficie del globo tiene clima y ambiente idóneos para los bosques. Otra tercera parte - principalmente estepas, semidesiertos y desiertos - es demasiado árida para los bosques densos y para la mayoría de los tipos de bosques ralos; la tercera parte restante es demasiado fría para la vegetación arbórea. Es significativo el hecho de que la tercera parte en la cual puede haber bosques es también la zona con condiciones más favorables para la vida humana, desde sus primeros tiempos la humanidad - y en consecuencia el desarrollo económico y social - ha acusado una tendencia a concentrarse en las regiones boscosas de la tierra. Por siglos el hombre ha cortado los bosques, que cubrían grandes extensiones, para destinar el terreno a otros usos, lo que ha provocado grandísimos cambios en la vegetación del globo. Este proceso de transformación continúa aún, pero se ha desplazado desde las zonas templadas de Asia, Europa y América del Norte a las tropicales y subtropicales, que es donde actualmente la población aumenta con más rapidez. En los países industrializados de las zonas templadas, el total de la superficie boscosa se mantiene más o menos constante e incluso está aumentando. Aunque los bosques de estos países siguen desapareciendo, las pérdidas se compensan con la reforestación o la penetración de los bosques naturales en las zonas agrícolas marginales o en las rurales con poca densidad de población.

Los bosques del trópico son un caso aparte. En primer lugar son muy diferentes entre sí. En las regiones donde la lluvia cae uniformemente durante todo el año, hay exuberantes bosques pluviales densos que producen mucha biomasa. En los lugares donde llueve menos, y en los sujetos a largas sequías, los bosques pluviales densos ceden el paso a los bosques densos de especies deciduas. En las zonas donde llueve poco o hay largas sequías o una y otra cosa, la vegetación es de bosques ralos, sabanas con árboles, formaciones de arbustos y matorrales, y semidesiertos en los cuales la vegetación leñosa es marginal. Desde el punto de vista ecológico, las diferentes formas de bosque tropical son importantes, y su desaparición - incluso en una sola región - puede acarrear consecuencias graves.

Hay varias causas de la disminución de la superficie boscosa en los países tropicales, que cambian de región a región, aunque la principal es el rápido aumento de la población que provoca una mayor demanda de terrenos arables y de pastizales para producir alimentos. Además se necesita tierra para producir carne, cancho, aceite vegetal y café de exportación para obtener las divisas que son tan necesarias y constituyen otra de las exigencias de los países cuya población aumenta. A veces los terrenos boscosos se destinan a otros fines, en función de un desarrollo racional planificado. Otras veces el proceso es espontáneo y escapa al control de las autoridades, sobre todo las diversas formas de la agricultura migratoria. En algunas zonas la corta de madera comercial es un factor que facilita el cambio de destino, porque abre los bosques a una agricultura que no ha sido planificada.

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En los países en desarrollo la de manda de tierra no se debe sólo a las necesidades de alimentos y productos de exportación, sino a la construcción de campamentos y plantas industriales para extraer minerales y construir embalses. Todo esto contribuye a que los terrenos boscosos se destinen a otros fines en forma permanente.

Desde comienzos de los años setenta esta notable disminución de los bosques tropicales y sobre todo la destrucción de los pluviales ha causado mucha preocupación en todo el mundo. Las estimaciones de la destrucción de los bosques difieren mucho, lo mismo que las opiniones acerca de lo que hay que hacer. Cabe señalar que no todos los estudios definen de la misma manera los términos «destinar «otros fines» o «destruir». Algunos definen «destinar a otros fines» como eliminar completamente el bosque para usar la tierra de otras formas; otros definen esta expresión como una modificación total de los ecosistemas, o una mera degradación, y no como una destrucción del bosque natural. En este caso algunos estudiosos prefieren considerar los terrenos «degradados» como todavía boscosos, y otros en cambio como «destinados a otros fines».

La desaparición de 4 millones de hectáreas de bosque ralo al año, sumada a la paulatina degradación de los bosques ralos restantes a causa de la corta de leña y de los excesos del pastoreo, puede ser más grave que la disminución de los bosques pluviales tropicales.

La disminución de los bosques tropicales - húmedos o secos - debe considerarse tomando en cuenta sus consecuencias ecológicas, económicas y humanas. La degradación o desaparición de estos ecosistemas produce efectos ecológicos evidentes en el ambiente inmediato, pero también puede causar perjuicios en zonas distantes, por ejemplo las llanuras o valles agrícolas que reciben el agua de las montañas boscosas. Estos terrenos pueden sufrir inundaciones o sequías a causa de la destrucción de los bosques. Los perjuicios genéticos y las pérdidas de plantas, animales e insectos también pueden ser graves y a veces permanentes. En el peor de los casos la destrucción de los bosques puede provocar erosiones suficientemente graves como para producir la desertificación. Sus consecuencias económicas y humanas son la pérdida del potencial de producción maderera y papelera y la consiguiente necesidad de recurrir a las importaciones. Además, la desaparición de los bosques en muchos países en desarrollo puede impedir satisfacer la más urgente de las necesidades, la de leña para cocinar y calentarse.

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, celebrada en Estocolmo en 1972, recomendó la vigilancia continua de la superficie boscosa en todo el mundo, y propuso que este cometido se encomendara a la FAO y a la Unesco, y que se utilizaran los inventarios forestales y las imágenes de sensores remotos disponibles. Como consecuencia directa de la Conferencia de Estocolmo, se fundó en Nairobi el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). A mediados de los años setenta la FAO y el PNUMA habían organizado proyectos mixtos para la vigilancia de la superficie boscosa tropical del mundo. Habla que usar principalmente sensores remotos, imágenes de satélites y aerofotografías. Se convino en examinar la superficie de la zona tropical del hemisferio sur en toda su extensión. Las dificultades financieras y las dudas acerca de la factibilidad técnica y organizativa de una operación de tal envergadura impidieron ejecutar inmediatamente un proyecto en gran escala, pero se realizó uno experimental que abarcaba tres países de Africa: Benin, Camerún y Togo.

Este proyecto fue todo un éxito. Primero, demostró que es posible vigilar la vegetación forestal utilizando una técnica mixta de imágenes de satélites, aerofotografías y observaciones en el terreno. Segundo, produjo datos muy interesantes sobre los bosques de los tres países y sobre el alcance y las causas de su destrucción. Fue una labor muy práctica, y sus resultados debieran convencer a los escépticos de que los métodos empleados se pueden aplicar a la vigilancia continua en gran escala de las superficies boscosas tropicales.

El PNUMA y la FAO constataron que para que la vigilancia continua en gran escala de la vegetación forestal tropical llegue a convertirse en realidad, hay que cumplir dos cometidos simultáneos.

Uno consiste en ayudar a algunos países en desarrollo a adquirir la capacidad de vigilar su propia vegetación forestal a la brevedad posible. El proyecto de Togo, Benin y Camerún perseguía este objetivo. Esta capacidad de realizar inventarios y ejercer la vigilancia tendrán que adquirirla muchos otros estados de Africa, Asia y América Latina, para que todos los países forestales del mundo tropical alcancen por fin un nivel mínimo de pericia en la materia.

Es claro que se requieren varios años; mientras tanto tiene que avanzar el segundo cometido, que consiste en evaluar los recursos forestales tropicales del globo, recopilando y organizando el gran acervo de información ya disponible sobre las dimensiones y el estado de dichos ecosistemas. Esta información dispersa y heterogénea no permite hacer comparaciones; hay que concentrarla en un lugar y reducirla a un común denominador, para lograr una visión de conjunto del estado actual de los recursos forestales tropicales en un plazo relativamente corto.

A fines de 1978, en virtud del Sistema Mundial de Vigilancia del Medio Ambiente (SIMUVIMA), se inició con tal fin un proyecto del cual la FAO realizó la labor conceptual y operativa.

La destrucción de los bosques tropicales provoca carestías, inundaciones, erosión y pérdidas de plantas y animales, incluso a distancia. Sólo una pequeña parte de las pérdidas anuales de bosques tropicales se compensa con nuevas plantaciones.

El proyecto fue dirigido por J.P. Lanly, quien por muchos años estuvo a cargo del vasto programa de levantamientos forestales de la FAO, y canto con la colaboración de un equipo internacional de expertos. Los resultarlos comenzaron a publicarse a los 32 meses de una labor intensa equivalente a siete años-hombre en tiempo de consultores. Apareció en tres informes técnicos: América tropical, Africa tropical y Asia tropical. En cada uno se dan a conocer las condiciones de los diferentes países de la región, los datos sobre las fuentes utilizadas y un resumen regional. Cada volumen reúne y trata los resultados regionales en relación con los problemas ecológicos más generales.

Estas publicaciones enriquecen mucho los conocimientos sobre los bosques tropicales. No se limitan a los pluviales, ya que las investigaciones tratan en detalle todos los tipos de bosques y vegetación de 76 países. Además, cuando los datos disponibles eran insuficientes, se adquirieron e interpretaron imágenes del satélite Landsat. El material se elaboró en estrecha cooperación con los servicios forestales nacionales, a los que se les pidió hacer observaciones sobre los resultados de sus países.

Una de las premisas fundamentales era preparar una clasificación uniforme y sencilla de los bosques y tipos de vegetación, porque no existía una que gozara de aceptación en todo el mundo. Habla varias propuestas, principalmente de los geobotánicos, pero no eran idóneas para un inventario que debe abarcar datos económicos e informaciones sobre bosques creados por el hombre o bien sujetos a su influencia. El proyecto, como puede observarse en los informes, considera con razón que el sistema de clasificación es importante: el que se empleó era idóneo y relativamente fácil de aplicar.

En el proyecto se dividió la vegetación leñosa natural en cuatro categorías: formaciones arbóreas densas, formaciones arbóreas ralas, formaciones densas y ralas en barbecho y formaciones arbustivas. En las formaciones densas las copas de los árboles, las plantas más bajas y el sotobosque impiden que la luz llegue al terreno, de modo que la hierba no puede cubrirlo permanentemente. En cambio las formaciones ralas se caracterizan por un terreno continuamente cubierto de pasto. En barbecho aparece la vegetación secundaria, después de cortar la original (del bosque, en este caso) para dedicar la tierra principalmente a la agricultura migratoria, es una especie de mosaico compuesto de árboles y arbustos de diversas edades y formas.

Las formaciones arbóreas densas cubren alrededor de 1200 millones de hectáreas, 96,6% de bosques de frondosas, 2,9% de coníferas y 0,5% de bambú. Más de la mitad (57%) se encuentra en América tropical, 25 % en Asia tropical y 18 % en Africa. El 72 % de los bosques de coníferas se encuentra en América tropical, el 25% en Asia y sólo el 3% en Africa. En el estudio se subdividen los bosques densos en «productivos» e «improductivos». Bosques productivos son los madereros que pueden utilizarse con fines industriales gracias a la configuración del terreno, al estado de los rodales y a su condición jurídica. Se componen de unos 860 millones de hectáreas de frondosas, y representan el 74 % de todas las frondosas y el 72% de todas las formaciones arbóreas densas. Bosques improductivos son aquellos cuya madera no se puede cortar por razones jurídicas (por ejemplo, parques nacionales, reservas de la biosfera) o porque los accidentes del terreno o el estado de los rodales lo impiden. Los bosques de frondosas improductivos cubren 300 millones de hectáreas, el 13 % (39 millones de hectáreas) no puede cortarse por razones jurídicas y el 87 % a causa de los accidentes del terreno y el estado de los rodales. La distribución geográfica de los bosques productivos e improductivos es semejante a la de los bosques densos considerados en su conjunto.

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Sólo 38 millones de hectáreas, poco más del 4% de todos los bosques tropicales de frondosas densos productivos, están sometidos actualmente a planes de manejo regulares, y 29 millones de hectáreas de estos bosques (alrededor del 80%) se encuentran en India. Un 18% se explota sin ningún plan de manejo y el 78% restante se encuentra todavía en estado natural. Las diferencias regionales son muy marcadas. En Asia el 49% de los bosques de frondosas productivos se ha cortado por lo menos una vez; en cambio en Africa sólo el 27 % y en América tropical el 10%. Las formaciones arbóreas densas se encuentran principalmente en regiones húmedas y semihúmedas; las ralas son características de zonas más áridas. Cubren 734 millones de hectáreas, en comparación con los 1200 millones de hectáreas de bosques densos. Los bosques ralos se encuentran principalmente en Africa, donde cubren 486 millones de hectáreas, o sea el 66% del total, a continuación viene América tropical con 217 millones de hectáreas (30%) y Asia con 31 millones (4%).

Los 76 países que abarca el Proyecto de Evaluación de los Recursos Forestales Tropicales

América tropical (23 países): Belize, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Guayana Francesa, Guyana, Haití, Honduras, Jamaica, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Suriname, Trinidad y Tabago, Venezuela.

Africa tropical (37 países): Alto Volta, Angola, Benin, Botswana, Burundi, Camerún, Congo, Costa de Marfil, Chad, Etiopía, Gabón, Gambia, Ghana, Guinea, Guinea-Bissau, Guinea Ecuatorial, Kenya, Liberia, Madagascar, Malawi, Malí, Mozambique, Namibia, Níger, Nigeria, República Centroafricana, Rwanda, Senegal, Sierra Leona, Somalia, Sudán, Tanzania, Togo, Uganda, Zaire, Zambia, Zimbabwe.

Asia tropical (16 países): Bangladesh, Bhután, Birmania, Brunei, India, Indonesia, Kampuchea Democrática, Lao, Malasia, Nepal, Pakistán, Papua Nueva Guinea, Filipinas, Sri Lanka, Tailandia, Viet Nam.

Las formaciones llamadas «arbustivas» ocupan el lugar de las arbóreas ralas cuando el clima se hace más riguroso o cuando la presión del pastoreo sobrepasa los límites normales de éstas. Cubren 624 millones de hectáreas, sólo 15% menos que las formaciones arbóreas ralas. También en este caso Africa, con sus 443 millones de hectáreas, o sea el 71% de la superficie total, encabeza la lista; la siguen América tropical con 146 millones de hectáreas (23 %) y Asia con 36 millones de hectáreas (6%).

Suelen encontrarse formaciones arbóreas ralas y densas en los terrenos en barbecho. Actualmente cubren unos 410 millones de hectáreas, de las cuales 239 millones reemplazan antiguas formaciones densas y 170 millones, formaciones ralas. En Asia cubren sólo 73 millones de hectáreas, o sea el 17% del total; en América tropical 170 millones (42%) y en Africa 166 millones (41%). En comparación con el total de la superficie boscosa, la parte en barbecho es muy extensa, representa el 20 % de la superficie actualmente cubierta de formaciones arbóreas densas y el 23% de la cubierta de formaciones ralas. En muchas zo nas aumentan rápidamente los terrenos e n barbecho, en desmedro del bosque virgen.

Considerando la tasa de disminución de los bosques tropicales durante los últimos cinco años y el alcance de los diversos planes nacionales de desarrollo, se estima que entre 1981 y 1985 desaparecerán anualmente unos 7.5 millones de hectáreas de bosques densos y 3,8 de bosques ralos, disminución anual que equivale al 0,62% de los densos y al 0,52% de los ralos y arroja una tasa global de deforestación anual de 0,6%. La tasa de disminución es aproximadamente igual en las tres regiones, pero el peligro es mayor para los bosques de coníferas que para los otros; en América tropical desaparece cada año el 1,25 % de los bosques de coníferas aún existentes. Además, hay que considerar la utilización industrial de la madera en el trópico, aunque no pretende destruir los bosques, puede alterarlos y afectarlos mucho en la práctica.

Anualmente se corta madera de un total de 4,4 millones de hectáreas de bosques densos vírgenes, en su mayor parte bosques de frondosas. La intensidad de la corta en la zona tropical varía mucho: 8 metros cúbicos por hectárea en América, 13 en Africa y 31 en Asia. Los bosques densos de dipterocarpáceas de Asia tienen un régimen de corta de 40 a 100 metros cúbicos por hectárea, debido a su alto valor comercial.

A los 11,3 millones de hectáreas de bosque tropical que se pierden anualmente a causa de la deforestación provocada sobre todo por el crecimiento de la población y la agricultura de autoconsumo, hay que agregar otros 4,4 millones de hectáreas de bosque denso afectados por nuevas operaciones madereras, por un total de 15,7 millones de hectáreas anuales. Los bosques abatidos para dejar lugar a la agricultura representan un 0,6% al año, que sumado al 0,2 % anual destinado al madereo, arroja una tasa anual de reducción y alteración de los bosques tropicales de 0,8 %. Aunque esta estimación es inferior a otras, no deja de ser impresionante. Además, los nuevos caminos madereros abren bosques densos hasta ahora intactos a una agricultura de autoconsumo no planificada ni controlada. Las causas de la destrucción de los bosques varían de región a región y de país a país. Sólo una pequeña parte de las pérdidas forestales se registra en el ámbito de los proyectos planificados.

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En Africa la agricultura migratoria causa alrededor del 70% de la destrucción de los bosques. Sus peores efectos se observan en los nueve países del oeste, donde tiene lugar más de la mitad de toda la deforestación de Africa. En algunos lugares ya no es posible la agricultura: tan sólo en el oeste del continente desaparece anualmente el 4% de los bosques densos y no menos del 6% de la superficie total de los bosques productivos.

En el centro de Africa las condiciones son muy distintas. Las 350 000 hectáreas de bosque denso que desaparecen anualmente en el Congo y el Camerún sólo representan el 0,2% de la superficie total. Pero en el este de Africa y Madagascar la destrucción anual asciende al 1% de la superficie total cubierta de bosques densos y al 1,65% de los productivos.

En Asia las principales zonas de destrucción de los bosques están en el sudeste insular y continental, y las tasas anuales son respectivamente 1 y 1,1% de la superficie total cubierta de bosques densos productivos. También en este caso la causa principal es la agricultura migratoria, a la que sigue de cerca la corta de madera para la industria. La superficie boscosa se mantiene relativamente estable en India, Pakistán, gran parte de Birmania y Kampuchea Democrática, así como en Papua Nueva Guinea. La deforestación planificada por el gobierno es más importante en Asia que en las otras dos regiones, sobre todo en Malasia peninsular, Sumatra y Kalimantan (Indonesia) y en Sri Lanka, donde los planes de los próximos años abarcan proyectos de colonización en gran escala.

Sólo una pequeña parte de las pérdidas anuales de bosques tropicales se compensa con nuevas plantaciones, que en los informes del proyecto abarcan la forestación de terrenos antes no boscosos y la deforestación de los antes boscosos, con especies nuevas y esencialmente diferentes. Para el periodo 1981-85 se estima que en los países tropicales se plantarán anualmente sólo 1,1 millones de hectáreas: 29% de coníferas, 5,5% de frondosas de crecimiento rápido y 16% de otras frondosas.

El mérito del estudio FAO/PNUMA es sin duda dar datos y análisis imparciales; esto se observa sobre todo en la estimación de las tasas previstas de disminución de los bosques tropicales en el mundo. La confirmación de los pronósticos del estudio sólo podrá darla otra evaluación futura. Esto significa que no se trata de realizar un solo estudio, sino de ejercer vigilancia permanente sobre la superficie boscosa tropical, institucionalizándola de algún modo. Los informes del Proyecto de Evaluación revelan que la vigilancia tempestiva y continua es de suma importancia y urgencia en algunas zonas tropicales donde los perjuicios ecológicos son considerablemente graves o están agravándose.

Como los recursos forestales no se encuentran sólo en el trópico, una segunda etapa consistiría en abarcar las demás superficies boscosas del mundo. De esta forma se obtendría un cuadro completo de la situación mundial. Para los bosques de las zonas templadas y frías seria posible seguir los mismos lineamientos del estudio so bre los bosques tropicales; es probable que se presenten menos dificultades, porque hay más material, en su mayor parte también más exacto.

El sexto periodo de sesiones del Comité de Montes de la FAO, reunido en mayo de 1982 y al que asistieron muchos jefes de servicios forestales de los países boscosos más importantes del mundo, apoyó decididamente el proyecto y la vigilancia continua. En su informe final el Comité recomendó específicamente ampliar el proyecto para abarcar más zonas áridas fuera del trópico y «tomar en cuenta otras componentes de los ecosistemas forestales, como por ejemplo la fauna y los suelos».

Cómo obtener los informes del Proyecto de Evaluación de los Recursos Forestales Tropicales

Los informes del Proyecto de Evaluación de los Recursos Forestales Tropicales pueden adquirirse en las agencias de venta de la FAO que figuran en la página 36, o directamente en la Sección de Distribución y Ventas de la FAO, Via delle Terme di Caracalla, 00100 Roma, Italia. El precio está sujeto a cambios.

· Estudio FAO: Montes 30, Los recursos forestales tropicales, informe resumido de todo el proyecto, ediciones en español, francés e inglés, 106 páginas, 4,70 dólares EE.UU.

· Informe Técnico FAO 1, Los Recursos Forestales de la América Tropical, en español solamente, con resúmenes por países en español, francés o inglés, según el país, 343 páginas, 14 dólares.

· Informe Técnico FAO 2, Forest Resources of Tropical Africa, Part I: Regional Synthesis, en francés y en inglés, 108 páginas, 4,60 dólares; Part II: Country Briefs, resúmenes en español, francés o inglés, según el país, 586 páginas, 23,60 dólares.

· Informe Técnico FAO 3, Forest Resources of Tropical Asia, en inglés, salvo los resúmenes de los países de Indochina en francés, 475 páginas, 19,40 dólares.

Como es lógico, el presente artículo no puede tratar de todos los asuntos y conclusiones contenidos en los valiosos informes del proyecto, pero sí afirmar que éstos constituyen una importante fuente para todos los que se ocupan de los recursos forestales o de la ecología o la conservación de la naturaleza. Los informes del proyecto revelan que los bosques pluviales no son los únicos bosques tropicales en peligro ni son tampoco los que sufren las amenazas más graves entre los diversos ecosistemas del trópico. La desaparición de cuatro millones de hectáreas de bosque ralo cada año, sumada a una degradación lenta de los restantes, a causa sobre todo de la corta continua de leña y los excesos del pastoreo, constituyen quizá peligros :mayores. Por último, el fuego causa perjuicios a grandes extensiones boscosas. Los incendios plantean un problema crítico en las formaciones ralas de las zonas que tienen una densidad de población relativamente grande.

Los informes del Proyecto de Evaluación son de sumo valor y contienen un acervo de datos importantes. Las bibliografías del informe de cada país son muy útiles al lector que desee estudiar a fondo los problemas de un país en particular. Por desgracia sólo el resumen de los cuatro volúmenes se ha publicado en español, francés e inglés, con el título engañosamente sencillo de «Los recursos forestales tropicales», Estudio FAO: Montes 30. Debieran publicarse también los demás volúmenes en estos tres idiomas por lo menos. Es claro que no todas las cifras son igualmente fidedignas y que algunos datos pueden contener errores. Los autores mismos lo señalan repetidas voces indicando las limitaciones del modo de obtener un determinado tipo de información.

La importancia evidente del Proyecto de Evaluación de los Recursos Forestales Tropicales FAO/PNUMA consiste en que da los datos fundamentales que faltaban para proceder a la vigilancia continua que, si se ejerce, adquirirá importancia histórica no sólo para el desarrollo de la ciencia forestal aplicada sino para el desempeño de las funciones ambientales por parte de los gobiernos. La vigilancia continua de los ecosistemas forestales tropicales del mundo representaría un gran paso hacia el manejo de los recursos naturales, evitando despilfarrarlos. Y esto sería realmente importante.

LA MEDALLA FORESTAL DE LA FAO

Bosques para el Desarrollo es el lema de esta magnifica medalla de la FAO. En oro, plata o bronce, es ideal como recuerdo personal o como fino y valioso regalo. En una cara se ilustra la importancia de la madera para el hombre, que la usa como leña y para procurarse cobijo; en la otra, la posibilidad de renovar los bosques mediante una ordenación racional, con la imagen de un nuevo árbol que crece del tocón de otro árbol viejo. El tema de esta medalla subraya la necesidad urgente de incrementar la producción de leña, según lo recomendado en el estudio de la FAO Agricultura: Horizonte 2000. La medalla forestal forma parte del Programa de Monedas y Medallas de la FAO que en 1984, año en que se celebrará el Noveno Congreso Forestal Mundial en México, se centrará en temas forestales. Los lectores de Unasylva podrán obtener un descuento del 10%, utilizando el formulario de pedidos.

Envíe este recorte a: Programa de Monedas y Medallas de la FAO (B-111) Via delle Terme di Caracalla - 00100 Roma

Medalla forestal de la FAO

Cantidad

Precio $EE.UU.

Precio $EE.UU.

oro (18 quilates) 26 mm (9/10 pulgadas)


280

252

plata de ley (925) 50 mm (2 pulgadas)


65

59

bronce 50 mm (2 pulgadas)


20

18

nombre




dirección




firma




feche





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