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Sir Henry Beresford-Peirse - La evolución de la silvicultura: tendencias conceptuales más recientes

Cuando se completaron los primeros Estudios de Tendencias Madereras llevados a cabo por la FAO, éstos indicaron que la demanda mundial de madera estaba aumentando y que continuaría a aumentar muy por encima de la producción durante los 20 a 40 años siguientes. Estas proyecciones se hicieron a pesar de la existencia de vastas zonas forestales sin explotar en muchas regiones del mundo. Esta «paradoja» originó nuevas ideas, un ejemplo de las cuales viene dado en la siguiente selección de fragmentos de un articulo publicado en Unasylva en 1962 (vol. 16, n° 4), y escrito por Sir Henry Beresford-Peirse, a la sazón Subdirector del Departamento de Montes y Productos Forestales de la FAO y más tarde Director General de la Comisión Forestal de Gran Bretaña.

· Los técnicos forestales se mostraban generalmente propicios a considerar casi todas las clases de bosques, de los tropicales de escaso rendimiento a los europeos de coníferas perfectamente ordenados y de elevada producción, como zonas cuya función esencial era la producción de maderas. Hoy día se muestran quizá ya menos reacios a admitir el concepto del aprovechamiento múltiple y aceptan que los bosques puedan, por ejemplo, ser aprovechados para el turismo o aun para la conservación de la fauna silvestre. Incluso allí donde la función del bosque es principalmente protectora, los técnicos forestales prefieren extraer la mayor cantidad posible de madera, mientras la función protectora no sufra merma.

Al tratar del papel protector, la primera cuestión que surge es que las plantaciones y los montes artificiales, aunque tengan por función principal la producción de madera, pueden también desempeñar un papel protector como abrigos vivos, en la conservación de suelos y aguas, especialmente en las cuencas colectoras, y además ejercer otras funciones secundarias. Sin embargo, son precisamente los montes naturales que no están destinados a la producción de madera los que sirven principalmente de protección, etc., y ahora puede dejárseles que desempeñen su función en paz, sin que se entrometa el objetivo favorito de todos los técnicos forestales, o sea producir madera. No tendrá ya importancia la forma que adquieran los árboles en tales montes; lo mismo da que crezcan inclinados o torcidos, altos y derechos, apretados o dispersos; que las masas estén formadas de muchas o de pocas especies. Lo esencial es que cumplan la función de mantener una cubierta vegetal adecuada para la protección del suelo y la regulación del régimen hidrológico. Ya no se discutirá más sobre si conviene que crezcan montes o pastos u otra vegetación cualquiera; todas las combinaciones serán aceptables si se logra el objetivo principal. Existen también grandes superficies donde los montes naturales han sido destruidos y hay necesidad de una cubierta vegetal protectora. En este caso, se imponen idénticas consideraciones y la elección de especies no debe verse influida por la idea fija de producir madera. El papel protector de toda cubierta vegetal es algo sumamente difícil de evaluar, aunque no cabe duda de que este valor existe, y a veces es muy grande, como, por ejemplo, cuando la vegetación protege contra el entarquinamiento y las inundaciones a costosos embalses y obras de riego.

LA SUBASTA DE GANADO EN ARGENTINA ¿parte del «USO múltiple»?

El que no haya necesidad de recurrir a estos bosques protectores para la producción de madera (salvo incidentalmente) no significa que no tengan una función productora. Estos bosques y matorrales, así como los pastizales colindantes o con ellos entremezclados, pueden ser desarrollados plenamente para dedicarlos al pastoreo del ganado doméstico y hasta de los animales silvestres, en cuyo caso cabe expresar su rendimiento en términos de forrajes o de carne, cueros y demás productos pecuarios. El pastoreo habrá de estar, como es lógico, cuidadosamente regulado, pero no con el objetivo de proteger a los árboles de los daños que sufren por el ramoneo y el restregamiento de los animales, sino exclusivamente con vistas a garantizar que quede enteramente a salvo el papel protector de la vegetación. Estos bosques protectores y pastizales pueden también combinarse con praderas intensamente ordenadas, las cuales se dedican esencialmente a la producción ganadera y de forrajes. Desaprueban este empleo de los montes para el pastoreo muchos técnicos forestales acostumbrados a considerar a los animales, ya sean silvestres o domésticos, como enemigos del monte; pero este criterio tendrá que variar, incluso hasta el punto de considerar favorablemente la entrada de cabras, naturalmente bajo el debido control, en ciertas zonas boscosas y de matorrales, si se quiere obtener el máximo provecho de montes y maquís que no se piense utilizar para la producción maderera, así como de los pastizales y praderas que con ellos estén en relación.

El «aprovechamiento múltiple» de los bosques fue fácilmente aceptado por el quinto Congreso Forestal Mundial, quizás sin detenerse demasiado a pensar en lo que realmente significaba. Estos bosques protectores y pastizales, además de producir carne, etc., y de dar cobijo a la fauna silvestre, pueden servir en creciente escala de zonas de recreo, y su explotación con este propósito serviría para aliviar la presión ejercida sobre zonas forestales esencialmente productoras. El aprovechamiento con fines de recreo inevitablemente entraña un mayor peligro de incendios, pero esto es algo que hay que decidirse a afrontar y, si la población de un país exige zonas de recreo, tiene que estar dispuesta a pagar lo que sea necesario para la protección contra el fuego y otras defensas.

El concepto del «aprovechamiento múltiple>, de los bosques fue fácilmente aceptado por el quinto Congreso Forestal Mundial, quizás sin detenerse demasiado a pensar en lo que realmente significaba. Efectivamente, existe el peligro de que el concepto sea interpretado como «<un poco de todo en cada monte". Quizás la interpretación más acertada sea la que permita emplear la denominación «función múltiple». Por un lado tendríamos montes dedicados esencialmente a la producción de madera, principalmente las masas artificiales creadas por el hombre o muy influidas por el tratamiento silvícola tendente a acelerar un rendimiento máximo, tanto en cantidad como en calidad, sin perder de vista consideraciones de tipo económico-social. Por el contrario, tendríamos bosques cuya función esencial seria protectora, pero que al mismo tiempo suministrarían productos pecuarios y forrajes. Tales bosques, así como los pastizales, podrían servir también de zonas de recreo, turismo y conservación de la fauna silvestre. Una planificación que atienda a una dualidad de funciones no entraña necesariamente la inclusión de todas las zonas forestales de un país en una u otra categoría por un plazo razonablemente determinado, sino que vastas zonas de bosque quedarán completamente olvidadas. Una de las más grandes está formada por la gran mayoría de los bosques del Amazonas que pueden quedar imperturbados y servir de hábitat a animales y tribus primitivas, como viene ocurriendo desde hace siglos. Como ésta, existen, aunque más pequeñas, otras zonas muy parecidas en otras partes del mundo.

Si se acepta esta perspectiva de las dos funciones distintas del bosque habrá que proceder a una reorientación de muchos de los conceptos y métodos aplicables a los distintos aspectos de la dasonomía de que se ocupan los técnicos forestales. En la formulación de políticas y en el planeamiento del aprovechamiento de la tierra que de ellas se derive, habrá necesidad de una relación mucho más estrecha con las políticas agrícolas ya que la frontera entre el sector forestal y el sector agrícola desaparecerá en muchos casos por completo. Como es natural, habrá, y conviene que así sea, vastas superficies dedicadas a la producción de madera en las que la agricultura no tendrá más que una pequeña parte, si es que tiene alguna, pero se dedicará una superficie cada vez mayor al cultivo de árboles y a parcelas boscosas que alternen en las rotaciones agrícolas allí donde la producción de alimentos y la de madera formen parte de una empresa coordinada de agricultura intensiva, en el más amplio sentido en que la FAO interpreta la palabra agricultura. Y habrá también vastas superficies donde montes, pastizales y praderas, además de a una función protectora, se dediquen a la producción pecuaria y de forrajes, al recreo y a la conservación de la fauna silvestre. De esta manera, resulta virtualmente imposible formular una política forestal para un determinado país independientemente de la política agrícola. De esto se desprende que habrá que estudiar con cuidado las leyes vigentes o las nuevas para ver si la distinción que hay que hacer desaparecer no queda al contrario perpetuada por la legislación.

Los principios básicos no cambian

Es interesante volver a analizar los principios de política forestal aprobados por la Conferencia de la FAO en 1951 a la luz del concepto actual más moderno de dasonomía. Al parecer, ninguno de los cambios de concepto o de método, revolucionarios en muchos aspectos, exige variar en lo más mínimo tales principios, resultado de mucho estudio, previsión y debate.

Quizás uno de los problemas más difíciles que se plantean es el de trazar un dispositivo administrativo adecuado. Podría aducirse que la estrecha coordinación de la agricultura con los montes indicaría la conveniencia de ponerlos en manos de un solo servicio. Esto, sin embargo, no parece una solución ni necesaria ni conveniente, ya que, dados los conocimientos muy especiales que requiere la administración de los árboles y bosques para que desempeñen cualquiera de las funciones en cuestión, es indispensable que siga a cargo de un servicio forestal especializado. Asimismo, puesto que la explotación de los montes es esencialmente una industria o un negocio, tiene que ser administrada como tal para reportar beneficios y, por tanto, los servicios administrativos encargados de los montes han de ser distintos de los dedicados a la agricultura, ya que la labor de estos últimos se limita principalmente a la extensión agrícola y a la aplicación de las leyes. Hay casos en que la limitación del uso de la tierra tiene importancia capital, como ocurre en las cuencas de captación, especialmente en terrenos montañosos y escarpados, y por este motivo hay que encomiar la decisión del Gobierno italiano de poner bajo una sola autoridad los montes y toda la economía de las regiones montañosas.

Habrá necesidad de una relación mucho más estrecha con las políticas agrícolas, ya que la frontera entre el sector forestal y el sector agrícola desaparecerá en muchos casos por completo.

Esta función o combinación de los sectores forestal y agrícola, especialmente en las zonas con función protectora, ha de simplificar mucho los problemas sociales que con tanta frecuencia constituyen una barrera insuperable para una ordenación adecuada. Cuando es necesario establecer o mantener la adecuada cubierta vegetal en una cuenca colectara, lo corriente es prohibir en absoluto la entrada de los animales de pastoreo. Ello origina una grave alteración en la manera de vivir de las gentes que allí habitan. Si ahora el concepto es que tales bosques y tierras vecinas pueden someterse a una ordenación que les permita soportar un número razonable de animales domésticos y silvestres, el cambio no será tan grave y será más sencillo obtener el máximo beneficio mediante el empleo coordinado del pastizal y del bosque protector que con un aprovechamiento y una ordenación independientes.

Educación y capacitación

En las actividades de la FAO en pro de los países en desarrollo, la enseñanza y la capacitación gozan justamente de gran prioridad. Pero ¿estamos seguros de que los consejos que se dan son los que convienen efectivamente para estos países? Los cambios de concepto y de métodos deben reflejarse enteramente en los programas de estudios de los nuevos institutos docentes y de capacitación que se creen. Aunque resulta difícil y quizás sea innecesario cambiar rápida o fundamentalmente las enseñanzas que se imparten en las universidades de los países de antigua tradición forestal, resultaría desastroso trasplantar, sin antes «desempolvarlas» un poco, estas teorías bien sancionadas por la práctica y sumamente valiosas para los países de reciente desarrollo. No sólo deben incorporarse en los programas de enseñanza y capacitación las opiniones y experiencias más recientes, sino que conviene adaptarlas a las circunstancias, especialmente las de tipo social, que prevalezcan en los países nuevos. Todavía durante muchos años el objetivo debe ser, aunque esto pueda parecer una herejía, el que las enseñanzas sean más bien prácticas y sencillas que profundamente científicas y teóricas. Esta afirmación no significa que hay que dejar que el nivel de la enseñanza se deteriore, sino más bien que, aunque elevado, dicho nivel debe ser el más adecuado para los países de reciente desarrollo. Estos países pueden aprovechar los muchos años de estudio y de experiencia de los países de antigua tradición forestal, pero quizás no sea indispensable que atraviesen el mismo proceso de capacitación y enseñanza que, por ejemplo, Europa y América del Norte, que es donde los actuales criterios se han formado en el transcurso de los años y para donde son adecuados.

A la investigación incumbe un gran papel. La descripción inevitablemente somera de las funciones múltiples de la dasonomía puede inducir a pensar que en nuestra opinión ya se conocen todas las técnicas y métodos de crear y ordenar masas artificiales, de recoger el producto de los árboles y de combinar los bosques protectores con el pastoreo. Lejos de ello; existe un amplio campo tanto para nuevas investigaciones como para seguir insistiendo en los antiguos campos de investigación en los que es indispensable profundizar. Uno de los objetivos principales de todo cultivo arbóreo, cualquiera que sea su finalidad, ha de ser asegurarse de que la fertilidad de la estación no ha de sufrir, y si es posible, que mejorará; pero es muy poco lo que sabemos sobre la forma más satisfactoria y económica de conseguirlo. ¿Tiene razón el agricultor que condena el empleo de los cultivos arbóreos alegando que consumen excesiva agua o reducen la fertilidad del terreno? ¿O es el técnico forestal el que tiene razón al afirmar que, en muchos casos, un cultivo arbóreo puede reportar más beneficios que un cultivo agrícola normal y al mismo tiempo conservar o mejorar la calidad del sitio? ¿En qué grado puede tolerarse el pastoreo en bosques de diferentes clases sin merma para la cubierta vegetal y la regeneración adecuada de los pastos, hierbas y árboles? Para dilucidar estas y otras muchas cuestiones hacen falta muchas investiga clones y ensayos. Principalmente en cuanto al tratamiento que conviene dar a los bosques tropicales para conseguir de la manera más sencilla y barata posible mejorar su productividad sin por ello perturbar el precario equilibrio de la fertilidad de sus suelos. Resulta difícil determinar cuáles son las cuestiones más importantes que hay que abordar y para ello no hay que recurrir a las líneas de investigación ya acreditadas sino pensar en los problemas sin resolver que plantean las dos principales funciones que se haya decidido que desempeñen los bosques en los países en desarrollo.

En el campo de la tecnología de la madera, uno de los problemas que continuamente se plantean en muchas partes del mundo es el de cómo aprovechar debidamente las innumerables especies diferentes que particularmente en los trópicos crecen en las masas naturales. Si aceptamos la opinión de que las masas artificiales han de ser, cada vez más, principal fuente de la madera necesaria, el problema de la utilización de muchas especies diferentes, más bien disminuirá que aumentará. La estructura sumamente compleja de una masa natural no se reproducirá después de la corta inicial. En cambio se elegirá la composición de masas más adecuada para obtener la máxima producción maderera dentro de la clase de mayor demanda o más apropiada para la industria, y los bosques darán un producto relativamente uniforme. De esta manera, los problemas, desde el punto de vista industrial, serán considerablemente menores. Hoy día se obtienen por selección genética variedades de cultivo para distintas condiciones ambientales y distintos usos finales que permiten, en combinación con técnicas perfeccionadas, conseguir rendimientos cada vez mayores, conservando una notable uniformidad. Lo mismo ocurrirá con relación a las especies forestales, sobre todo a las empleadas para producción de pasta y papel, pero si se intenta simplificar e incrementar la producción de materias primas para las industrias, no habrá que olvidar que uno de los productos del bosque que se necesita con más urgencia, es la madera para combustible, construcción de viviendas, y usos generales en las aldeas.

La misión de la FAO

Por último, la creciente importancia de las masas artificiales pone una vez más de relieve el papel tan importante que incumbe a la economía forestal. Como en el caso de la genética, la aplicación de la teoría económica en dasonomía es relativamente reciente e incluso todavía, el escaso número de economistas capacitados en este campo es uno de los obstáculos principales para una planificación efectiva del desarrollo de los montes y de las industrias forestales. Y sin embargo, son precisamente consideraciones de tipo económico, como el tratar de producir la madera en la forma más barata posible y la necesidad de acoplar el desarrollo de los montes y de las industrias forestales a la estructura general del desarrollo de un país, las que deben pesar al decidir el tipo de plantación forestal, arbolado de las explotaciones agrícolas, y cultivos arbóreos. Pero si bien la economía y rendimiento de producción, tanto en cantidad como en calidad, son tan esenciales como en cualquier negocio, no conviene perder nunca de vista el aspecto social de los montes. Muchas veces habrá que desatender a las consideraciones económicas para no perturbar gravemente la forma de vida de hombres y mujeres, familias y tribus, cuyo patrimonio se encuentra en los montes y tierras con ellos vinculados; por el contrario, únicamente aprovechando plenamente los conocimientos y aptitudes, las características, las creencias, e incluso los prejuicios de las poblaciones locales se logrará mejorar efectivamente el rendimiento general de la tierra, incluso aunque sea por procedimientos lentos y costosos desde el punto de vista puramente económico.

En la obra So bold an aim se describe la misión para la cual fue creada la FAO como la «recolección y difusión de datos utilizando medios diversos: reuniones internacionales, publicaciones, visitas» y «la adquisición de conocimientos y prácticas, principalmente los que obtienen los países menos desarrollados de los más adelantados». Esta fue la base del primitivo Programa Ordinario de la FAO, hoy día muy ampliado y extendido con todos los programas de actividades sobre el terreno. Por muy amplios e importantes que lleguen a ser tales programas de campo - y la necesidad que de ellos hay es casi ilimitada - el Programa Ordinario debe siempre seguir siendo la base que les sirva de cimiento y apoyo. Pero por lo menos en lo que atañe a los montes y a los productos forestales, y si aceptamos la existencia de esta evolución de concepto y métodos, hay que admitir que la FAO tiene además una responsabilidad nueva más fundamental todavía y hay que actuar en consecuencia. No sólo debe la FAO recoger y divulgar información y conocimientos técnicos, sino que debe desempeñar un papel que ninguna otra organización o institución está en condiciones de cumplir tan eficazmente, y que es dar forma y orientación a los conceptos y métodos aplicados en los países de viejo abolengo para adaptarlos a las circunstancias muy diferentes que prevalecen en los países nuevos, de forma que sirvan para satisfacer las aspiraciones de las gentes de estos países nuevos ofreciendo tales conceptos y métodos en la forma más adecuada para que saquen de ellos el máximo provecho. El concepto de dos grandes funciones del bosque, combinación por un lado con el cultivo intensivo y por otro, el pastoreo extensivo, teniendo siempre plenamente en cuenta al pueblo, que es al fin y al cabo el motivo principal de todos estos estudios y planes, enseñanzas e investigaciones, no infringe lo más mínimo los principios de la ecología, en el sentido más amplio del término - «el estudio de las relaciones recíprocas que existen entre los seres vivos: plantas, animales y hombres, y el ambiente en que viven» - principios que son fundamentalmente los que deben regir la labor de la FAO.


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