Página precedente Indice Página siguiente


Aspectos económicos de los productos sustitutivos de la leña

Gerald Foley

Gerald Foley es un conocido escritor sobre temas forestales, ambientales y energéticos, que trabaja para el Earthscan y el Instituto Internacional para el Medio Ambiente y el Desarrollo. Ha escrito, en colaboración con otros autores, dos recientes obras sobre la leña: Stoves and trees y Fuelwood: the energy crisis that won't go away. Ambos libros fueron publicados por Earthscan en 1984.

Evaluación de los efectos que tiene sobre la demanda de leña para usos domésticos, su sustitución por combustibles convencionales

En los países en desarrollo podrían utilizarse combustibles convencionales como el queroseno y el gas embotellado (GLP) a fin de atender a la demanda para cocinar y para calefacción. Sin embargo, en este articulo, Gerald Foley afirma que, para saber hasta qué punto es factible o conveniente sustituir la leña por esos productos - y en qué países se requiere un detenido análisis económico y social. Hace cinco años, en un articulo similar «Sustitutos de la madera» Unasylva 32 [130]: 11-24, Foley y la coautora, Ariane van Buren, que escribían mientras se producía la segunda crisis mundial en los precios del petróleo, hacían gran hincapié en la posible sustitución de los combustibles a base de madera por el carbón. El presente articulo de Foley, escrito en momentos en que el precio del petróleo disminuyó drásticamente, ofrece nuevas perspectivas sobre la crisis de la leña todavía en curso, y se basa en un nuevo estudio encargado por el Departamento de Montes de la FAO, bajo la dirección de M.R. de Montalembert, Coordinador del Programa de Dendroenergía de ese Departamento.

· A medida que en todo el mundo en desarrollo se agotan los recursos de leña tradicionales, se hace más urgente la necesidad de encontrar la forma de atender a las futuras necesidades de combustible de la población. Esa preocupación se centra considerablemente en el efecto que tendrá sobre la futura demanda de leña la sustitución de ésta por combustibles convencionales. Tal sustitución determinará en gran parte el equilibrio que debe encontrarse entre la plantación y explotación de árboles para la producción de leña, y la inversión en el suministro y distribución de combustibles convencionales.

Las cuestiones que surgen al respecto son complejas. La sustitución de la leña por combustibles convencionales está favorecida tanto por la escasez de la primera como por la conveniencia, alto rendimiento y modernidad de los segundos. Dejar de utilizar la leña como combustible puede ser una decisión voluntaria o forzada, y quienes la toman pueden considerarla como una mejora de las condiciones de vida o como nueva y gravosa carga financiera.

El análisis de la interacción entre la futura demanda de leña y la de combustibles convencionales, requiere la investigación de una amplia gama de factores concomitantes. Hasta ahora, se ha progresado muy poco en ese sentido, y será necesario hacer mucho más antes de poder disponer de una base segura para adoptar una política adecuada en ese sector.

HOGAR RURAL EN SICHUAN conversión de madera en biogás (F. BOTTS/FAO)

Propiedades de los combustibles convencionales

Durante los últimos decenios ha aumentado de forma constante en los países en desarrollo el uso de combustibles convencionales. Si bien en el decenio de 1970 la subida de los precios del petróleo redujo esa tendencia, no llegó a detenerla por completo. La tasa media de crecimiento anual en el consumo de combustibles convencionales principalmente productos del petróleo - en los países de bajos ingresos durante el periodo de 1974-1981, fue del 3,7% (Banco Mundial, 1984).

El combustible convencional más empleado para usos domésticos es el queroseno (llamado también parafina o aceite de parafina). Se trata de un producto de la industria petrolera, obtenido por destilación o craqueo de refinado de las fracciones más pesadas del petróleo. En la escala de los productos refinados, está situado entre la gasolina y el gasóleo. Su poder calorífico es el triple del de la madera secada al aire (43 MJ/kg frente a 15 MJ/kg).

También está muy extendido el uso del gas embotellado, o gas licuado de petróleo (GLP). El gas es butano o propano, o una mezcla de ambos. Estos gases suelen encontrarse en los yacimientos de gas natural o de petróleo, y se obtienen también como subproductos del refinado del petróleo, especialmente en el proceso de craqueo. Ambos tienen propiedades similares como combustibles domésticos. Se licuan a presión y temperatura ambientes y, por ocupar mucho menos volumen en su estado liquido, se distribuyen siempre a presión en envases metálicos de gran resistencia. Generalmente se venden a peso; el tamaño habitual de la bombona de GLP para usos familiares es de 20 kilos, aunque también se utilizan recipientes de hasta sólo 0,5 kilos, especialmente para el alumbrado. El poder calorífico del GLP es ligeramente superior al del queroseno.

Actualmente, en la mayor parte de los países en desarrollo más pobres la falta de sistemas adecuados de transporte y distribución impide por completo que los consumidores rurales pasen a utilizar combustibles convencionales en gran escala.

En varios países como la India, la República de Corea y China, se utiliza el carbón en escala considerable. Su costo de extracción y de distribución hacen que sea un combustible doméstico muy caro, a menos que se utilice ya en gran escala para la producción de energía eléctrica u otros fines industriales. Por consiguiente, es muy probable que, al menos a plazo medio, sólo influya en el consumo doméstico de leña en un número relativamente reducido de países.

El mundo en desarrollo posee vastos recursos de energía hidroeléctrica que podrían transformar en el futuro las modalidades de consumo de energía en muchos países. Sin embargo, es muy probable que la transición del uso de la leña al consumo generalizado de energía eléctrica sea larga y lenta.

Actualmente, el uso doméstico más común es el alumbrado. En el mundo en desarrollo es relativamente raro el uso de la electricidad para cocinar y, por lo general, se limita a los sectores más ricos de la sociedad. En los casos en que se ha adoptado la electricidad para cocinar, se desplaza con ella el gas o el queroseno en lugar de la leña por lo que, en un futuro relativamente cercano, su repercusión directa en la demanda de leña será relativamente escasa.

Repercusión sobre los recursos y la balanza de pagos

En lo que respecta a la disponibilidad de recursos, resulta sorprendente la escasa repercusión que, en los países en desarrollo, tendría sobre esos recursos la sustitución de la leña por combustibles convencionales en el consumo doméstico. El hecho se puede ilustrar calculando el efecto que tendría el que la totalidad de los 2 000 millones de consumidores de leña que según las estimaciones existen en el mundo pasaran a utilizar 50 kilos de queroseno por persona al año. La hipótesis es bastante generosa pues corresponde a algo más del doble del consumo anual de la energía que una familia del Reino Unido utiliza para cocinar (Leach et al., 1979)

El consumo total de petróleo que resultaría de este cambio seria aproximadamente de 100 millones de toneladas anuales, lo cual corresponde más o menos al 3,5% del consumo mundial de petróleo en 1983 (BP, 1984). Es evidente que, en lo que se refiere a la disponibilidad mundial de petróleo, el aumento del uso de queroseno para cocinar no repercute apreciablemente en los recursos.

También a nivel nacional, en muchos países tendría relativamente pocas consecuencias el que un número considerable de consumidores domésticos pasara a utilizar combustibles convencionales en vez de leña. La razón es que las cantidades de combustible convencional que se necesitan para cocinar son pequeñas. El mayor consumo del petróleo corresponde al transporte, que absorbe con frecuencia más de 50% del total, y a la industria. Ambos sectores representan por lo general del 75 al 80% del consumo total de petróleo y las empresas comerciales e industriales el 10 o el 15%.

Los cálculos realizados tomando como base las cifras de 1980, indican, por ejemplo, que si en Nicaragua, Sri Lanka y Kenya todos los actuales consumidores de leña pasaran a utilizar combustibles a base de queroseno para cocinar, el costo total de las importaciones de bienes en esos países aumentaría en menos del 10%. Sin embargo, en otros países, especialmente los de niveles de ingresos más bajos, resultan inconcebibles cambios de tal magnitud. Por consiguiente, antes de poder emitir un juicio sobre la viabilidad de un cambio en gran escala en el uso de combustibles, en favor de los convencionales, habría que realizar un cálculo detallado para cada país.

Cuadro 1.
Comparición entre los distintos combustibles utilizados para cocinar

Combustible

Valor calorífico neto
(MJ/kg)

Necesidades relativas en unidades de energía (expresa das como índice)

Necesidades relativas de combustible, en peso (expresa das como índice)

GLP

45

1,0

1,0

Queroseno

43

1,0

1,0

Carbón vegetal

30

2,0

3,0

Madera secada al aire

15

4,0

12,0

Sin embargo, el hecho de que sea teóricamente posible una sustitución general de la leña por el queroseno, no quiere decir que sea factible o conveniente para todos y cada uno de los países. Actualmente, en la mayor parte de los países en desarrollo más pobres la falta de sistemas adecuados de transporte y distribución, impide por completo que los consumidores rurales pasen a utilizar combustibles convencionales en gran escala. Sin embargo, es también evidente que en algunos países, un número considerable de consumidores actuales de leña podría pasar a utilizar combustibles convencionales -por ejemplo, los que viven en las zonas urbanas- sin ocasionar por ello una distorsión apreciable en sus respectivas balanzas comerciales. Es éste un aspecto vinculado a la política del sector, que a menudo se ha descuidado en los análisis realizados en los últimos años sobre el problema de la leña.

Rendimientos y costos comparativos de la energía

Cabria esperar que el costo relativo de los distintos combustibles utilizados para cocinar influyera en la elección entre uno u otro por parte de los consumidores. Para determinar si ello es cierto habría que examinar no sólo los precios del mercado de combustibles, sino también el rendimiento energético de cada uno en condiciones de uso normal.

Si bien se ha realizado un considerable número de pruebas sobre la eficacia de los hornillos y fuegos de carbón y de leña, se sabe muy poco sobre el rendimiento comparativo de los combustibles convencionales y de la leña. Una de las pocas series de pruebas completas se realizó en la India en 1959 (National Council of Applied Economic Research, 1959). En esas pruebas, se cocinaba utilizando leña, carbón vegetal, queroseno y GLP. Se media la cantidad total de calor absorbido por los alimentos y el recipiente, así como el calor perdido por radiación. La cantidad así obtenido se consideraba el «porcentaje de calor utilizado».

Los resultados demostraron que la leña quemada en hornillos de ladrillo daba un porcentaje de calor aprovechado del 14%; el carbón vegetal utilizado en hornillos tradicionales de metal daba un 27,4%; los hornillos de queroseno de mecha un 41,6%, y los de queroseno a presión y GLP el 55% aproximadamente del calor producido. Si bien estas cifras pueden considerarse sólo como muy aproximadas, indican una escala de rendimientos que se ve ampliamente confirmada en la literatura disponible sobre hornillos domésticos. Como hipótesis de trabajo, puede establecerse por lo tanto que, para cocinar en fuego de leña abierto, se necesita dos veces más energía que para cocinar con carbón, que a su vez exige dos veces más energía que cuando se guisa con queroseno o GLP.

En el Cuadro 1 se convierten esas hipótesis en las cantidades necesarias de los diferentes combustibles para realizar una determinada operación culinaria. En la segunda columna se muestra el efecto de las diferencias de rendimiento en su utilización; la cantidad de dendroenergía necesaria para cualquier operación es cuatro veces mayor que la que se consume en forma de queroseno o GLP, y dos veces mayor que la del carbón vegetal. En la tercera columna estas cifras se convierten en los pesos relativos de combustibles necesarios, teniendo en cuenta el poder calorífico relativo de cada uno. Las cifras demuestran que, para una operación culinaria determinada, se debe comprar un peso de leña cuatro veces superior al de carbón y 12 veces al de queroseno o GLP. Si la elección de un determinado combustible por parte del consumidor, estuviera determinada por el costo real de la operación de cocinar, los precios relativos del mercado, por unidad de peso, de los distintos combustibles deberían ser en líneas generales paralelos a esas cifras.

En el Cuadro 2 se hace una compilación de precios comparativos de la leña y los combustibles convencionales expresados en forma de índice, para varios países.

Cuadro 2
Precios relativos de los distintos combustibles

Situación (fecha)


Precios relativos en peso

Leña

Carbón vegetal

Queroseno

GLP

Bamako, Malí (1979)

1-1,7

5,3-6,0

-

-

Bangalore, India (1979-80)

1

2,2

5,5

7,8

Nueva Delhi, India (1982)

1

-

3,6

(subvencionado)




7,6

(sin subvencionar)

Indonesia (1981)

1

18,4

5,2

21,9

Niamey, Níger (1983)

1

2,5

8,7

-

Nigeria (1983)

1-3,8

4,9

2,7-5,0

7,6

Senegal (1982)

1

2,5

8,7

1,5-3,1

Uganda (1982)

1

3,2

14,7

20,6

República Arabe del Yemen (1983)

1-2

1,6

1,0

1,0

En cada caso, se toma el precio de la leña como precio de referencia y, en algunos países, se da una gama de precios de los cuales se toma el más bajo como referencia. En las restantes columnas figura el precio de otros combustibles, en comparación con el precio más bajo de la leña.

Como puede apreciarse, el precio del carbón vegetal es invariablemente mayor que el de la leña. Existe también una cierta tendencia a que las cifras sean de 2 a 3 veces más altas, tal como cabria esperar teniendo en cuenta el Cuadro 1. Pero también en este caso las excepciones son muy frecuentes.

En cuanto al precio del queroseno, su gama de variación en relación con el de la leña es aún mayor que en el caso del carbón vegetal. Por lo general, el precio del GLP es más alto que el del queroseno, pero tampoco en las cifras que expresan su relación con el precio de la madera, pueden apreciarse unas pautas constantes.

Tal vez el rasgo más sorprendente de esas cifras es que, comparado con el de la leña, el costo del queroseno rara vez refleja sus ventajas en cuanto a rendimiento energético. Aun cuando las cifras de rendimientos relativos que se dan en el Cuadro 1 sean sólo aproximadas, parece evidente que muchas personas pagan bastante más por cocinar con leña que si utilizaran queroseno.

Existen numerosas razones para explicar ese hecho. Por ejemplo, en muchas zonas no siempre se vende regularmente el queroseno y, por lo tanto, los consumidores pueden verse obligados a utilizar leña. En algunos lugares, se considera importante el uso de leña o carbón vegetal debido al sabor que dan a algunas comidas tradicionales, y los consumidores pueden estar dispuestos por ello a aceptar la diferencia de precio. En otros casos, resulta imposible colocar los posados peroles de estofado sobre los endebles aparatos donde por lo general se quema el queroseno.

El costo de los hornillos puede también ser una circunstancia disuasoria para utilizar combustibles convencionales. En Guatemala se ha descubierto que las familias muy pobres compran a menudo la leña diariamente en cantidades muy pequeñas y no disponen de los 12 dólares EE.UU. que se necesitan para comprar el hornillo de queroseno a presión (Bogach, 1981).

En la práctica, sin embargo, se conoce poco cuál es el factor determinante que induce a las familias a elegir entre los distintos combustibles para cocinar. En todo caso y a pesar de su aparente lógica, no está en absoluto clara la hipótesis de que el costo del combustible utilizado para cocinar sea un elemento determinante en su elección; para muchas personas, existen otros factores indiscutiblemente más importantes. Es éste un aspecto sobre el que debe investigarse más antes de llegar a cualquier conclusión definitiva.

Análisis económico del comportamiento del consumidor

Siempre que se intenta aplicar los métodos económicos de análisis para averiguar cuál es el factor determinante en la elección de combustible, es imprescindible distinguir entre el consumo comercial y el no comercial de leña. En este último caso, los consumidores obtienen la leña que necesitan sin pagar dinero efectivo por ella, y se limitan a recogerla en las cercanías del lugar donde viven. Por el contrario, el consumidor comercial paga la leña que utiliza.

En los países en desarrollo más pobres, el consumo no comercial de leña representa hasta el 90% del total de la leña utilizada. La mayoría de ésta es recogida por las familias para su propio uso y no pasa a través de los canales del mercado, lo que significa que, a efectos prácticos, esas actividades quedan fuera del ámbito del análisis económico convencional. Puede ser muy erróneo aplicar a los consumidores no comerciales un análisis basado en el consumo comercial de leña.

La leña y los combustibles convencionales en México

En un estudio detallado realizado en México en 1982 sobre dos aldeas de características distintas, se descubrió que existía escasez no solamente de leña para usos domésticos sino también de GLP, que es el principal combustible usado como sustitutivo de la leña. La escasez se debía sobre todo a la insuficiencia de disposiciones para atender a las necesidades sociales de productos forestales, por una parte, y a la falta de sistemas de distribución de GLP adecuados en las zonas rurales por la otra. Seguidamente, el estudio sobre las aldeas se encuadró en el contexto de la situación en cuanto a combustibles para usos domésticos en el centro y sur de México.

Unos 20 millones de personas utilizan leña en México. Se descubrió que existía una transición, entre la total dependencia de la leña de las familias que producen maíz en una agricultura de subsistencia, las que practican una economía mixta y utilizan tanto la leña como el GLP y, por último, los empleados asalariados que dependen totalmente del gas por ser demasiado alto el costo de oportunidad para obtener leña. El capitulo más importante del consumo doméstico de leña es la preparación de tortillas de maíz (que no es satisfactoria si se hace en los hornillos de gas disponibles habitualmente). En los hogares donde no se cultiva maíz se compran las tortillas ya hechas y con ello se consume menos leña que en los de los agricultores de subsistencia. Sin embargo, los más afectados por la falta de combustible son los campesinos sin tierras que se ganan la vida vendiendo leña y madera y que sólo pueden permitirse quemar ramas y residuos de los cultivos en sus propios hogares. El sector más pobre de la población no puede permitirse el desembolso de capital necesario para comprar un hornillo de gas (de los modelos disponibles en el mercado), o las bombonas de acero de GLP, ni tampoco disponen de dinero en efectivo para cambiar regularmente las bombonas de gas.

En los hogares donde se utilizaba sólo leña, se cocinaba en fuego abierto y se consumían por término medio 16 kg de leña (cantidad normalizada para madera de pino tropical secada al aire) por habitante y por semana (unos 5,3 kg de equivalente de petróleo) de los cuales 12 se utilizaban para cocinar y 4 para calentar agua, y más del 76% de esos hogares se lamentaban de tener que quemar madera verde debido a la escasez de leña. Cuando no se utilizan hornillos con un consumo eficiente de leña, la cantidad óptima se aproximaría a la tonelada anual por habitante. Los usuarios que utilizaban sólo gas consumían 1,4 kg de GLP (un kilo para cocinar y 0.4 para calentar agua). Dadas las condiciones del mercado interior, el precio de la leña resultaba cinco voces mayor que el del GLP, aparte de que este gas es por lo menos tres voces más eficiente - en términos de producción energética - que la leña, aun cuando se utilicen hornillos económicos de leña. En total. el 80% de toda la población tenía hornillos de gas. a pesar de lo cual se utilizaban también por término medio 8 kg de leña a la semana por habitante. Resultaba muy evidente la necesidad de otra fuente de energía, pues no sólo es difícil el acceso a ambos combustibles, sino que el derecho a obtener cualquiera de ellos es complejo y varia con los factores económicos exteriores y con las presiones sociales y políticas interiores' incluido el sistema de tenencia de la tierra.

La mayoria de los que utilizaban solamente leña la consideraban como un «producto gratuito», a pesar de que el recoger leña suficiente para el consumo de una familia de siete miembros. que es el tamaño medio, requería 15 horas-hombre por semana. Sin embargo desde el punto de vista de la estrategia nacional para el desarrollo. deberían tenerse en cuenta esos dos días-hombre por semana. sobre todo porque ese «despilfarro» de recursos humanos para recoger leña lleva también aparejado despilfarro de los recursos del medio ambiente: bosques. suelo y agua, lo cual contribuye a reducir la productividad del país. Las mujeres pagaban un alto costo de oportunidad utilizando leña en lugar de gas: cuatro horas de trabajo al día de una de cada dos mujeres, es decir, 8 horas de trabajo frente a las 3.5 horas de las mujeres que utilizaban GLP.

Se observó que la escasez de combustible estaba teniendo un efecto pernicioso sobre la dieta, no solo porque se cocinaban menos alimentos tradicionales. como los frijoles secos (que era la principal fuente de proteínas). al no haber leña suficiente para mantener el fuego encendido durante el tiempo necesario. sino también porque con el cambio en el horario de los niños que iban a la escuela y de los adultos que trabajaban fuera de la aldea, había que calentar los alimentos mas veces al día a horas diferentes que cuando se tomaban las dos comidas tradicionales de los campesinos.

Los ministerios competentes de México comienzan apenas a interesarse por la función y el costo de la leña Actualmente no existe una situación de crisis en el suministro de leña pero. si no se aborda ahora la situación con respecto a los combustibles de uso domestico en las zonas rurales. especialmente facilitando otros tipos de combustibles y hornillos adecuados, la escasez actual podría causar graves problemas sociales y ambientales dentro de 10 o 15 anos. con la consiguiente repercusión en la economía nacional.

Margaret Evans

Tomado del Commonwealth Forestry Institute Occasional Paper N° 23 (1984), Firewood versus alternatives: domestic fuel in Mexico.

Otro problema importante que se plantea al analizar el comportamiento del consumidor es la falta de datos suficientes. Por lo general, es escasa la información disponible sobre consumo doméstico de combustibles en los países en desarrollo y, aun en los casos en que existe esa información, pueden surgir problemas importantes cuando se trata de interpretarla. Por ejemplo, puede haber importantes discrepancias cuando se comparan las cifras basadas en niveles familiares de consumo y las basadas en el consumo por habitante (Leach, 1985).

Dadas esas limitaciones, no es extraño que sea relativamente escasa la labor analítica realizada hasta ahora sobre los aspectos económicos de los combustibles utilizados para usos domésticos y de la sustitución de uno por otro. Existen muy pocos estudios que tengan validez fuera del contexto concreto en el que se realizan, salvo de una forma muy aproximada y provisional.

EXTENSIONISTA MEXICANA EN ACCION explicando el uso de una nueva cocina

Los datos disponibles sobre una cuestión tan crucial como la de si la diferencia de precios influye en la decisión del consumidor de sustituir la leña por los combustibles convencionales, son particularmente escasos. Consisten en relaciones anecdóticas de las personas que han pasado a utilizar combustibles convencionales debido al aumento en los precios de la leña. Existen también relaciones similares de la sustitución a la inversa, es decir, la vuelta al uso de la leña debido al aumento en el precio de los combustibles convencionales. Pero no existe mucha información sobre la amplitud de esos cambios.

Las pruebas existentes sugieren, de hecho, que los cambios relativos en los precios de la leña y de los combustibles convencionales tienen escaso efecto en el comportamiento del consumidor. En un estudio realizado en Indonesia, quedaba claro que, si bien el consumo de queroseno respondía a los cambios de precio de ese producto, resultaba poco afectado por las variaciones en el precio de la leña. Del mismo modo, el consumo de leña variaba en función de su propio precio pero apenas cambiaba cuando variaba el precio del queroseno (Newberry, 1984). Con ello quedaría indicado que, al menos a corto plazo, las modalidades de consumo de combustible para uso doméstico muestran resistencia al cambio.

No obstante, dada la falta de información fiable, estas conclusiones deben tener un carácter muy provisional. En un informe del Departamento de Energía del Banco Mundial, se describen gráficamente las dificultades con que tropiezan los que tratan de determinar qué factores influyen en el comportamiento del consumidor en ese sector:

Cocinar con carbón vegetal consume dos veces más energía que hacerlo con queroseno o GLP.

En un estudio realizado en Indonesia quedaba claro que, si bien el consumo de queroseno respondía a los cambios de precio de ese producto, resultaba poco afectado por las variaciones en el precio de la leña.

Para las fuentes de combustibles no comerciales, no hay por definición datos sobre precios, y la información obtenido sobre cantidades se basa sólo en una combinación de encuestas y conjeturas. Incluso para los combustibles comerciales, los datos sobre las ventas al por menor suelen ser difíciles de obtener o inexistentes, con excepción de los correspondientes a la electricidad, y tal vez no son fácilmente comparables entre las distintas regiones del país. El consumo de energía en general, o de un determinado combustible con respecto a los demás, puede estar determinado más por la disponibilidad que por las diferencias de precio. Por todas estas razones, el análisis del consumo de energía de los hogares/familias en los países menos desarrollados, no puede someterse a modelos econométricos o a otras técnicas complejas (Banco Mundial, 1981).

Estratificación del consumo de combustibles según los ingresos

En la mayoría de los estudios sobre modalidades de consumo de combustible para usos domésticos realizados en los países en desarrollo, tiende a manifestarse una constante: la elección del combustible parece estar muy determinada por el nivel de ingresos del consumidor. En los niveles de ingresos altos, se utilizan de manera casi generalizada los combustibles convencionales para atender a una gran parte de las necesidades domésticas, mientras que entre los pobres tiende a prevalecer el uso de la leña. Esta estratificación del uso de combustibles en relación con los ingresos es en general similar en la mayoría de los países

No es difícil entender por qué sucede así. La suciedad, el humo y los inconvenientes generales de la leña han hecho que prácticamente en todos los sitios donde se ha elevado bastante el nivel de vida, haya disminuido, o desaparecido por completo, el uso de la leña para cocinar. Comparados con los fuegos de leña, los hornillos de combustibles convencionales son limpios y de uso sencillo y, en general, el utilizarlos se considera indicio de modernidad y de una posición social más elevada:

Comentando la situación de la India, un observador ha dicho: los sectores más opulentos de la sociedad prefieren siempre a la madera los combustibles más limpios y más convenientes. Los pobres saben que hay una jerarquía en los combustibles de cocinas y para ellos el paso de la leña al carbón vegetal, al queroseno, a la electricidad o gas constituyen etapas en la mejora de la calidad de sus vidas (FAO, 1983b).

Este hecho está confirmado por las observaciones realizadas en otros países En Malawi, por ejemplo, el 75% de las familias urbanas de bajos ingresos utilizan la leña, proporción que pasa a ser del 25% en las familias de ingresos medios y a 8% en las familias de ingresos altos. Estos porcentajes se invierten casi totalmente en el caso de la electricidad: la utiliza el 80% de las familias de altos ingresos, el 26% de las de ingresos medios y el 2% de las de bajos ingresos (Servicio de Estudios sobre la Energía, 1 984).

A continuación se describe la situación de la población pobre emigrada a la ciudad en Kenya. Dicha descripción podría repetirse para muchas zonas del mundo en desarrollo:

... la afluencia masiva de poblaciones procedentes de zonas rurales de bajos ingresos significa que muchos hogares urbanos tendrán inicialmente una situación económica relativamente débil. En segundo lugar, esa población tenderá a utilizar el mismo tipo de energía que estaba acostumbrada a utilizar anteriormente... De hecho, la energía consumida por las familias urbanas de ingresos más bajos procede casi totalmente de combustibles basados en la madera, en su mayor parte en forma de carbón vegetal... Al mismo tiempo, las familias urbanas que llegan a una integración más completa en la economía comercial, experimentan acusados cambios cualitativos en sus modalidades de consumo energético... y las familias urbanas con ingresos comprendidos entre los niveles bajo y medio, utilizan queroseno para el alumbrado y, en menor cantidad para calentarse (O'Keefe et al., 1984).

En las zonas rurales, es frecuente encontrar una estratificación similar en el uso de la energía, según los ingresos. En los niveles más bajos de ingresos, los combustibles más utilizados son la leña no comercial y otros tipos de biomasa. A medida que se eleva el nivel de ingresos, aumenta también el uso del queroseno para el alumbrado y, en los niveles más altos de la escala de ingresos, se tiende a utilizar en mayor cantidad el gas en bombonas y la electricidad (cuando la hay).

Necesidad de un análisis separado

Este breve estudio ha puesto claramente de manifiesto la dificultad de realizar una valoración cuantitativa de la posible repercusión que puede tener en la demanda de leña su sustitución por combustibles convencionales. En realidad falta casi totalmente una información detallada y utilizable sobre lo que está sucediendo en la práctica y sobre los factores que influyen en la elección de combustible. No es exagerado afirmar que las principales decisiones en cuanto a la política de subvenciones a los combustibles convencionales o a la ejecución de programas para la plantación de árboles destinados a la producción de leña, se está realizando con una ignorancia casi total de los parámetros más importantes que determinan qué combustible elige la población.

Al mismo tiempo, cada vez se hace más urgente la necesidad de actuar. El estudio de las modalidades actuales de consumo de leña revela que ya en muchas zonas se están utilizando en exceso los recursos arbóreos (FAO, 1983a). No obstante, sin saber prácticamente nada sobre los factores que influyen en la elección de combustible, es imposible decir en estos momentos hasta qué punto se debe tratar de mantener los suministros de madera en lugar de fomentar un cambio al uso de combustibles convencionales.

Por consiguiente, se necesita realizar urgentemente una extensa y detallada labor analítica sobre este tema, trabajo que, no obstante, deberá basarse en las condiciones locales reales y en el reconocimiento de que el consumo de leña varia de un país a otro. La «demanda» total en un periodo de tiempo determinado es el resultado de las decisiones de un mosaico de grupos de consumidores con características muy concretas y que reaccionan de forma diferente ante los cambios en los precios y la escasez provocada por el agotamiento de los combustibles tradicionales.

Por consiguiente, en las zonas rurales, la respuesta a la escasez de leña dependerá en gran parte del sistema de tenencia de la tierra. Los que tienen explotaciones propias se encontrarán en una situación menos apurada ya que pueden plantar especies de árboles de crecimiento rápido para abastecerse de la leña que necesitan, u obtener el combustible de los setos vivos, la poda de árboles frutales y de sombra, y otras fuentes de biomasa combustible procedente de sus fincas. Por el contrario, los que no tengan explotaciones propias, se verán obligados a encontrar otras fuentes de energía, ya se trate de otros tipos de combustibles procedentes de la biomasa o de combustibles convencionales.

También los niveles de ingresos son de importancia crucial. Es muy poco probable que los que tienen bajos ingresos recurran al mercado de combustibles convencionales, por muy aguda que sea la escasez de leña. En cambio, los campesinos con un nivel alto de ingresos, pueden muy bien pasar a consumir GLP o queroseno aunque abunde la leña. También debe tenerse en cuenta la accesibilidad de los combustibles convencionales. En muchos lugares del mundo en desarrollo, el suministro de combustibles convencionales y de los servicios adecuados para utilizarlos en las zonas rurales lejanas es, en el mejor de los casos, esporádico y muy a menudo inexistente. Aun cuando estén dispuestos a dejar de utilizar la leña, muchos consumidores rurales no pueden hacerlo.

En el sector urbano, la mayor parte de los habitantes de ingresos altos utilizan ya combustibles convencionales. Por consiguiente, la sustitución de la leña por combustibles convencionales depende de la decisión de los grupos de medios y bajos ingresos, que deben elegir entre comprar combustibles convencionales o comprar leña y reducir las tareas de preparación de los alimentos si los precios de la leña comienzan a elevarse a consecuencia de la escasez. La sustitución de los platos tradicionales por pan u otros alimentos ya preparados en el medio urbano es un fenómeno que, aunque escasamente documentado, tiene una clara influencia sobre la demanda de leña.

Por supuesto, no existe una razón única que explique cómo influye sobre la demanda de leña su sustitución por combustibles convencionales. El futuro equilibrio entre los combustibles a base de madera y los convencionales dependerá de un gran número de decisiones de grupos de consumidores muy diferentes entre si. Solamente determinando los grupos de consumidores decisivos en cada sector, e intentando pacientemente determinar los principales factores que influyen en sus decisiones al elegir combustibles para el hogar, así como sus reacciones ante los cambios de precio y de disponibilidad de la leña, podrá establecerse un cuadro general coherente.

Referencias

1981
BANCO MUNDIAL. Energy pricing in developing countries, por A. de Julius. Wáshington, D.C., Departamento de Energía, Banco Mundial.

1984
BANCO MUNDIAL. World Development Report. Wáshington, D.C.

1981
BOGACH, S. A fuelwood policy for Guatemala. Informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Ottawa, Van Meurs and Associates y William P. Matthews Associates.

1984
BRITISH PETROLEUM (BP). BP statistical review of world energy. Londres, British Petroleum Co.

1983a
FAO. Disponibilidad de leña en los países en desarrollo, por M.R. de Montalembert y J. Clement. Roma.

1983b
FAO. La leña y el campo: sus relaciones, por A.K.N. Reddy. En Encuestas sobre combustibles leñosos. Roma.

1979
LEACH G. et al. A low energy strategy for the United Kingdom.

1985
LEACH. G. A handbook on domestic energy consumption in developing countries. Londres, Instituto Internacional para el Medio y el Desarrollo. (Borrador)

1959
NATIONAL COUNCIL OF APPLIED ECONOMIC RESEARCH (India). Efficiency of utilization of domestic fuels. Bombay, Asia Publishing House.

1984
NEWBERRY, D.M.G. Equity, efficiency and the pricing of petroleum products in Asia. Cambridge, Reino Unido, Churchill College. (Borrador)

1984
O'KEEFE, P., RASKIN, P. y BERNOW, S. Energy and development in Kenya: opportunities and constraints. Estocolmo, Instituto Beijer.

1984
SERVICIO DE ESTUDIOS SOBRE LA ENERGÍA. Malawi urban energy survey. Lilongwe, Ministerio de Recursos Forestales y Naturales.


Página precedente Inicìo de página Página siguiente