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Las compañías transnacionales en el sector forestal de los países en desarrollo

Amoldo Contreras

A. Contreras es Oficial superior de planificación forestal en el Servicio de Políticas y Planificación, Departamento de Montes de la FAO, Roma.

· Las actividades de las compañías transnacionales en varios sectores de la actividad económica de los países en desarrollo han despertado un interés cada vez mayor. Sin embargo, muy pocas veces se han analizado sus actividades en el sector forestal, aun cuando existe la impresión generalizada de que esas compañías participan intensamente en la extracción y en la elaboración industrial de la madera.

Lógicamente, gran parte de la información disponible sobre sus costos y beneficios es sobre todo de carácter anecdótico, y muchas veces se basa en estudios de casos aislados o parciales. Por lo general, las opiniones obedecen a actitudes emocionales y a prejuicios políticos. Además, en la mayoría de los estudios no se distingue entre corporaciones de propiedad nacional o extranjera y, por consiguiente, no se presenta un criterio firme para la formulación de políticas coherentes en los países donde se realizan las actividades.

En el presente articulo se intenta dar respuesta a algunos de los interrogantes fundamentales relacionados con las actividades de las compañías forestales transnacionales: ¿cuál es el alcance de la participación de las transnacionales en este sector?, ¿en qué sentido influyen sus actividades en el desarrollo?, ¿qué puede hacerse para encauzar esa poderosísima fuerza económica a fin de que responda mejor a los objetivos de los países en desarrollo?

Hay una cuestión central que se plantea a lo largo del presente artículo: ¿es posible aprovechar el poder económico de las compañías transnacionales activas en el sector forestal para agilizar el proceso de transformación económica de los muchos países en desarrollo que reciben importantes inversiones transnacionales? Una de las conclusiones de este artículo es que esa posibilidad existe, pero no se realizará espontáneamente. Hace falta una planificación atenta y una aplicación coherente de las políticas gubernamentales para que salgan beneficiados tanto los países donde se realizan las actividades como las compañías transnacionales. En el pasado, por lo general, esas compañías han recibido una parte desproporcionada de los beneficios.

La primera parte del artículo contiene una presentación y un análisis de los datos referentes a las transnacionales forestales de las regiones de Africa, Asia y el Pacífico, y América Latina. Es la primera vez que se presenta junta una información tan amplia sobre este tema, y muchos de los resultados son bastante sorprendentes. En la segunda parte, se examina la influencia de las transnacionales forestales en los países en desarrollo en lo que se refiere a la industrialización, los efectos multiplicadores, las divisas y otras consecuencias socioeconómicas.

Los datos empíricos recogidos en este articulo se refieren a varios países de Africa, Asia y América Latina. Esos datos no son exhaustivos y, por consiguiente, es posible que las conclusiones no siempre tengan validez general. No obstante, en muchos casos los datos disponibles son reveladores y elocuentes.

FABRICA FRANCESA DE CONTRACHAPADOS EN EL GABON predominio de las compañías transnacionales en Africa

Primera parte: Magnitud y naturaleza de las inversiones

1. AFRICA

En Africa, las actividades extranjeras en el sector forestal se remontan a los tiempos coloniales, pero su participación sólo alcanzó dimensiones considerables después de la segunda guerra mundial. En torno a 1880, las empresas inglesas iniciaron, con la explotación de la caoba en la región de Assinie (Côte d'Ivoire), lo que constituyó probablemente la primera actividad extranjera en el continente. Desde entonces, han seguido su ejemplo empresas de otros muchos países, entre ellos Dinamarca, Estados Unidos, Francia, India, Japón y la República Federal de Alemania; hoy, a pesar de numerosos intentos de nacionalizar las empresas extranjeras, el sector está dominado en forma abrumadora por las transnacionales. Las inversiones extranjeras se han orientado sobre todo a la exportación de frondosas tropicales africanas a los mercados europeos.

Gillis, Mescher y Peprah (1984) han preparado recientemente, por encargo de la FAO, un análisis de la situación en Africa. El estudio abarca los siguientes países: Camerún, Congo, Côte d'Ivoire, Gabón, Ghana, Kenya, Liberia, Nigeria, República Centroafricana, Rwanda y Zaire. Este grupo de 11 países produce la mitad de la madera industrial, madera aserrada y tableros a base de madera de Africa. Además, exporta el 95 por ciento aproximadamente de toda la madera industrial de Africa y en torno al 80 por ciento de la madera aserrada. Es, por lo tanto, muy representativo de toda la región.

El estudio revela que, exceptuando algunas actividades en Nigeria y Ghana, la intervención de las compañías transnacionales en Africa no fue muy grande hasta los decenios de 1950 y 1960. La actividad más importante tuvo lugar en Côte d'Ivoire, donde el Gobierno promovió la explotación forestal y creó una infraestructura adecuada, construyendo carreteras y los puertos de Abidjan en 1951, y San Pedro en 1971. Tras un periodo de ritmo intenso, las actividades experimentaron un retroceso debido, entre otras cosas, a que subieron los impuestos y casi se agotaron los recursos forestales. En otros países africanos de habla francesa, la situación no era tan favorable como en Côte d'Ivoire, En particular, la infraestructura de los transportes era, y sigue siendo, muy deficiente.

Entre las antiguas colonias británicas, es probablemente Nigeria donde la inversión extranjera acumulada es mayor y los recursos forestales están más explotados. Las transnacionales han intervenido también en Liberia desde 1940. Asimismo, la explotación forestal comenzó en Ghana con pequeñas exportaciones de caoba en 1940. En el Africa oriental, Kenya era uno de los países con mayores recursos forestales, pero éstos no fueron suficientes para atraer a las corporaciones transnacionales tanto como en los países del Africa occidental.

Entre las compañías extranjeras con inversiones en Africa las más importantes son alemanas y francesas, aunque hay también muchas de otros países. Las alemanas han invertido en todos los países madereros de la región, pero se han concentrado especialmente en Camerún, Congo y Côte d'Ivoire, Las francesas actúan en Camerún, Congo, Côte d'Ivoire, Gabón, la República Centroafricana, y Zaire. En algunos casos, la participación extranjera ha sido muy intensa. Por ejemplo, en los primeros años del decenio de 1980, las compañías francesas controlaban un 80 por ciento de todos los productos madereros exportados por Côte d'Ivoire, (Gillis, Mescher y Peprah, 1984).

En Africa las compañías transnacionales suelen actuar en más de un país. Se ha observado también que las principales potencias coloniales del pasado suelen concentrar sus actividades en su antiguas colonias. Los casos de empresas mixtas o de inversiones de cartera son poco frecuentes, y no siempre han dado buenos resultados. Por ejemplo, en Guinea-Bissau se creó en 1983 una empresa mixta destinada a la producción de tableros, Folhados e Contraplacados de Bissau (FOLBI), con financiación nacional en su mayoría y con participación sueca, tanto pública como privada (60 por ciento SOCOTRAM, 20 por ciento SWEDFUND y 20 por ciento BOHAMON y JOANSON, respectivamente), pero los resultados hasta ahora han sido poco satisfactorios (FAO, 1986). En otros casos, las corporaciones transnacionales se han resistido a ceder el control, incluso parcial, de sus actividades.

Otro aspecto importante es que, si se exceptúan dos compañías de Côte d'Ivoire - Forestière equatoriale de Abidjan, que tiene participación prioritaria en dos empresas del Camerún, y Entreprise forestière de bois africains centrafrique, que tiene intereses en la República Centroafricana - no hay prácticamente ninguna empresa africana con inversiones en otro país del continente.

Además, la mayoría de las transnacionales que operan en Africa son relativamente pequeñas en comparación con las mayores empresas de este sector, como Weyerhaeuser y Georgia Pacific. Ninguna de las transnacionales activas en Africa figura entre las 500 mayores empresas de los Estados Unidos ni entre las 500 principales empresas de otros países.

No se puede determinar con precisión ni la importancia de las actividades de las compañías transnacionales en Africa ni la proporción entre su magnitud y la de las empresas nacionales. Gillis, Mescher y Peprah (1984) han estimado el valor de la capacidad de producción de propiedad extranjera en comparación con la capacidad total existente en varios países. Como se específica en el Cuadro 1, las estimaciones correspondientes a los nueve países estudiados revelan que la capacidad de producción de propiedad extranjera (valorada a precios de 1980 y partiendo de las hipótesis indicadas al pie del cuadro) representa probablemente un valor de unos 2900 millones de dólares EE.UU., mientras que el total de las inversiones nacionales en el sector forestal es de unos 1500 millones de dólares EE.UU. Estas estimaciones dan una idea de la importancia de las transnacionales en esta región. Revelan además el predominio de las compañías de propiedad extranjera.

Como puede apreciarse en el Cuadro 2, se invierten unos 900 millones de dólares EE.UU. en actividades de corta y saca. La inversión extranjera en todas las industrias de elaboración de la madera equivale a unos 2000 millones de dólares EE.UU., sobre todo en empresas de aserrado y producción de tableros a base de madera. A pesar del estado incipiente de la industria de la pasta y el papel en Africa, unos 470 millones de dólares EE.UU. de las inversiones externas corresponden a esa industria, localizada sobre todo en Kenya y Nigeria.

Cuadro 1. Inversión acumulada en el sector forestal de algunos países africanos
(en millones de dólares EE.UU.)


Extranjera

Nacional

Total

% extranjera

Côte d'Ivoire

558,80

145,00

703,80

79

Camerún

365,41

335,71

701,12

52

Congo

157,20

28,60

185,80

85

República Centroafricana

92,21

12,79

105,00

88

Zaire

95,03

54,44

149,97

64

Liberia

12,87

22,03

146,90

85

Nigeria

932,16

621,44

1553,60

60

Gabón

364,46

94,07

458,53

79

Ghana

175,45

207,15

382,60

46

Total

2865,59

1521,23

4387,32

65

Estas estimaciones presuponen que el calendario de todas las inversiones es el mismo en todos los países. No hay estudios recientes sobre el momento en que se han realizado las inversiones en el sector forestal africano que permitan corregir las cifras según los datos reales.

Los costos de inversión por unidad de capacidad varían de un país a otro. La mayoría de estas cifras se han obtenido en Côte d'Ivoire, del Ministerio de Economía, Hacienda y Planificación; luego se han cotejado con distintos informes de misiones del Banco Mundial. Se supone que son las siguientes:

· los costos de inversión para la corta y saca van desde 71 dólares EE.UU./m³ en Côte d'Ivoire, a 142 dólares EE.UU./m³ en el Gabón;

· los costos de inversión para el desarrollo van desde 190 dólares EE.UU./m³ de capacidad de producción en Côte d'Ivoire, a 380 dólares EE.UU./m³ en el Gabón;

· los costos de inversión para la producción de chapa van desde 620 dólares EE.UU./m³ de capacidad de producción en Ghana a 1050 dólares EE.UU./m³ en el Congo.

Cuadro 2. Inversión acumulada en las diversas actividades del sector forestal de algunos países africanos

(en millones de dólares EE.UU.)



Extranjera

Nacional

Total

Valor

%

Valor

%

Valor

%

Corta y saca

930,06

33

404,06

27

1334,12

30

Aserrado

738,47

26

428,50

28

1166,97

27

Tableros a base de madera

726,65

25

243,08

16

969,73

22

Pasta y papel

467,20

16

442,80

29

910,00

21

Total

2862,38

100

1518,44

100

4380,82

100

Cuadro 3. Estimación de las inversiones forestales directas en el sector forestal el los principales piases productores de madera de Asia y el Pacífico

(en millones de dólares EE.UU.)

Indonesia

380

Filipinas

303

Malasia

360

Papua Nueva Guinea

115

Total

1158

Fuente: Gillis (1981).

2. ASIA Y EL PACIFICO

Lo mismo que en Africa, en la región de Asia y el Pacifico este sector está dominado por las compañías transnacionales. En los dos o tres decenios últimos su papel ha aumentado constantemente debido a la importancia cada vez mayor de esa región como abastecedora mundial de madera tropical en rollos. Sin embargo, como se indica más adelante, en los últimos años se ha invertido esa tendencia.

No se conoce con precisión la magnitud del total de las inversiones externas en esta región. Gillis (1981) estima que en Indonesia, Malasia, Papua Nueva Guinea y Filipinas la participación exterior alcanzó en 1977 un total aproximado de 1160 millones de dólares EE.UU. a precios de 1980 (véase el Cuadro 3). Sin embargo, se trata probablemente de una estimación demasiado baja.

Después de la segunda guerra mundial, las compañías transnacionales comenzaron a adquirir una gran importancia en el sector mediante el procedimiento tradicional de las concesiones en condiciones bastante ventajosas. La inversión se concentró en las actividades de corta y saca. Sin embargo, en el decenio de 1970, los países comenzaron a imponer condiciones de acceso más rigurosas. Se aprobaron nuevas disposiciones fiscales y se impuso la obligación de elaborar la madera. Al final del decenio, los principales países productores (Indonesia, Malasia y Filipinas) habían abandonado por completo los acuerdos de concesión que beneficiaban únicamente al capital extranjero. La importancia de las empresas estatales aumentó, sobre todo en Indonesia, Sabah (Malasia) y Tailandia (y, en menor medida, en Papua Nueva Guinea).

En el caso de Filipinas, las compañías estadounidenses recibieron en principio importantes concesiones madereras, pero al expirar el Acuerdo Laurel Langley - que concedía a esas compañías los mismos privilegios que a las filipinas, tuvieron que renunciar a dichas concesiones. Algunas transnacionales, como Georgia Pacific y Boise Cascade, prolongaron su presencia en las Filipinas como socios minoritarios, mientras que otras, como Weyerhaeuser, abandonaron el país por completo. A partir de 1974, se abrió paso en este sector un grupo más diferenciado de inversores extranjeros; todos menos uno lo hicieron como socios minoritarios de compañías filipinas. Ya en 1980 había 12 empresas mixtas con personal directivo exclusivamente nacional (Gillis, 1981).

En Malasia, la participación de las transnacionales en gran escala comenzó también en los años de la posguerra, en la forma tradicional de concesiones que autorizaban a las compañías extranjeras a explotar los bosques durante períodos de hasta 21 años. En 1966 esa política cambió de forma radical con la creación de la Fundación Sabah y, posteriormente, la entrega a la Fundación de unos 8500 km² de tierras forestales de primera calidad por un periodo de 100 años. Entre los objetivos de la Fundación figuraba la absorción gradual de todas las concesiones a largo plazo vigentes concedidas con anterioridad a empresas extranjeras. La Fundación ha participado también en varias empresas mixtas con compañías transnacionales de la India, Japón, Kuwait, Filipinas y los Estados Unidos, y con compañías malasias. Se prevé que las compañías transnacionales seguirán actuando, pero sobre todo como participantes en empresas mixtas.

En Indonesia, la participación en gran escala de las transnacionales se remonta a 1968, año en que la Ley de Inversiones Extranjeras reconoció las primeras concesiones. En un primer momento, se hicieron concesiones muy importantes en el Kalimantán oriental y meridional. Sin embargo, ya en 1985, la política de inversiones extranjeras habla cambiado mucho y sólo podían hacerse concesiones a ciudadanos indonesios. Las compañías transnacionales con concesiones anteriores recibieron autorización para prolongar sus actividades, pero sólo como accionistas minoritarios de empresas mixtas. Algunas de ellas, por ejemplo Weyerhaeuser y Soriano, abandonaron sus actividades forestales en Indonesia. En 1978 había en el sector forestal 77 compañías extranjeras; 66 de ellas participaban en empresas mixtas. La inversión nacional supera ahora con mucho a la de las compañías transnacionales (Gillis, 1981).

Aunque Papua Nueva Guinea tiene más de 15 millones de hectáreas de bosques, hasta 1979 la producción no había pasado nunca de 1000000 de m³/año y las compañías transnacionales no habían demostrado mucho interés por ese país. Varias razones explicaban esta actitud, entre ellas el hecho de que la diversidad de especies era en él mayor que en los grandes bosques de Dipterocarpus de Indonesia, Malasia y Filipinas, y de que estas especies no eran muy conocidas en los mercados mundiales. Otros factores eran la inaccesibilidad de muchas zonas forestales y la modalidad tradicional de propiedad de esas tierras; en Papua Nueva Guinea las tierras forestales estaban en manos de grupos tribales, mientras que en los tres principales países productores de la región eran casi totalmente de propiedad del sector público. Sin embargo, cuando estos países adoptaron políticas más restrictivas en la explotación de sus bosques y comenzaron a reducir las exportaciones madereras, las compañías transnacionales comenzaron a interesarse por Papua Nueva Guinea. En 1979 habla 14 empresas que realizaban «importantes actividades madereras», y ocho de ellas estaban en manos de compañías extranjeras. Predominan los inversores japoneses y australianos. Las transnacionales japonesas controlan el 50 por ciento de los derechos madereros y las australianas el 32 por ciento. El Japón importa la mayoría (68 por ciento) de los productos forestales de Papua Nueva Guinea. Es posible que en el futuro se intensifiquen las actividades de las transnacionales a medida que se vayan reduciendo las posibilidades ofrecidas por otros países.

MADERA EN POLLO PARA LA EXPORTACION EN FILIPINAS recientemente ha aumentado la elaboración nacional

La participación de las compañías transnacionales en otros países de la región no es muy importante. En Tailandia, sus actividades se remontan a 1874, año en que se firmaron los primeros contratos de explotación de los bosques de teca del norte del país, pero poco después de la segunda guerra mundial se adoptaron medidas restrictivas, para contener el agotamiento de los recursos nacionales. En 1960 no quedaba ninguna compañía con concesiones madereras.

En las Islas Salomón, la empresa británica Unilever viene actuando desde antiguo; en 1904 comenzó con plantaciones de palma de aceite y luego se dedicó a la corta y tratamiento de la madera. Sin embargo, la producción total de las islas es pequeña en comparación con la de los principales productores de la región. En Samoa Occidental existen dos empresas extranjeras, una japonesa y otra australiana, pero también en este caso la producción total es pequeña. En Fiji, la British Petroleum y varias empresas australianas actúan en el sector forestal pero el total de las inversiones extranjeras no ha sido muy grande.

Las compañías transnacionales que han actuado en el sector forestal de la región en los últimos 10 años aproximadamente han sido muy diversas. La mayoría eran empresas de países desarrollados, pero habla también algunas de países en desarrollo. Predominaban las de los Estados Unidos, entre las que había grandes firmas como Weyerhaeuser, Georgia Pacific, Boise Cascade e International Paper, que figuraban entre las 200 mayores empresas de los Estados Unidos, y otras de importancia secundaria, como Insular Lamber Sales y Pacific Wood Products. Entre las transnacionales europeas había también grandes compañías, como Unilever y McMillan Jardine. Entre las japonesas figuran Mitsui, Toya Menka/Eidai, Sumitono y Mutsumi Trading Co. También han actuado en Asia y el Pacífico transnacionales de otros países en desarrollo. Por ejemplo, la Korea Development Corporation y la empresa Soriano and Co., de Filipinas, recibieron en 1970 una importante concesión en Indonesia. La empresa malasia North-Borneo Timber Bhd actúa también en las Filipinas.

No siempre las inversiones extranjeras en la región han sido directas. Por ejemplo, capitales de Arabia Saudita y de Kuwait han realizado inversiones de cartera en actividades madereras de Malasia.

En los últimos años los distintos países han impuesto condiciones cada vez más rigurosas al acceso de las transnacionales a los recursos forestales nacionales. Sin embargo, estas dificultades no han puesto fin a la participación extranjera en el sector. Varias compañías tienen instalaciones de elaboración, a pesar de no contar con concesiones propias. Por ejemplo, algunas empresas alemanas y estadounidenses no muy importantes realizan actividades en Indonesia gracias a los suministros de madera que reciben de sus socios indonesios. En 1980 algunas gran des compañías transnacionales operaban en Filipinas a pesar de no tener concesiones madereras.

3. AMERICA LATINA

En América Latina el clima en que se han realizado las inversiones ha sufrido constantes cambios en los dos o tres últimos decenios. Lo mismo ha ocurrido con la participación de las compañías transnacionales en el sector forestal. Las actividades de las transnacionales en este continente son radicalmente distintas de las que realizan en Africa o en Asia y el Pacífico. En América Latina las inversiones extranjeras se centran casi exclusivamente en las industrias de la pasta y el papel, y la producción se orienta hacia los mercados locales más que hacia la exportación. Por ejemplo, la proporción de las inversiones extranjeras en la industria de la pasta y el papel es del 16 por ciento en Africa, mientras que en América Latina llega al 93 por ciento. Además, las actividades de corta y saca en gran escala son mucho menos frecuentes en América Latina que en Asia o en Africa.

En el pasado, las inversiones extranjeras se han realizado en muchos países en condiciones de gran inestabilidad. En la mayoría de ellos las políticas adoptadas en los decenios de 1950 y 1960 eran por lo general favorables a las actividades de las transnacionales. Además, la estrategia de la industrialización basada en la sustitución de importaciones, prevalente entonces, contribuía a consolidar la situación de las corporaciones transnacionales en las industrias forestales de más densidad de capital y tecnología más compleja. Frente a las políticas muy proteccionistas, las transnacionales lucharon por seguir presentes en los mercados rentables o potencialmente rentables de América Latina.

Así, pues, en 1970 la participación externa en la industria papelera había llegado aproximadamente al 26 por ciento en Argentina y al 79 por ciento en Colombia. Los inversores extranjeros controlaban una tercera parte de la industria en México y dos terceras partes en Perú (Jenkins, 1984). Gregersen y Contreras (1975) estiman que en 1974 las filiales de las empresas estadounidenses (naturalmente, había también inversiones de otros países) controlaban aproximadamente el 50 por ciento del mercado de los productos papeleros de la región.

Sin embargo, en los primeros años del decenio de 1970 la actitud de tolerancia hacia las compañías transnacionales se ponía cada vez más en tela de juicio. Las criticas contra esas compañías hacían hincapié en los beneficios monopolísticos excesivos, en la distribución supuestamente injusta de los beneficios entre los inversores extranjeros y el país anfitrión y, en general, en la aparición de una «nueva dependencia» de los países con respecto a las compañías transnacionales.

Reaccionando rápidamente a estos cambios de actitud, los países del Pacto Andino aprobaron en 1970 la Decisión 24, sobre «Régimen común de tratamiento a los capitales extranjeros, y sobre marcas, patentes, licencias y regalías», que restringía la propiedad extranjera y fijaba a las empresas extranjeras unos plazos para que se deshicieran de capital hasta que un mínimo fijado pasara a propietarios nacionales. La Decisión 24 limitaba también el acceso de las corporaciones extranjeras al crédito nacional, fijaba máximos a la repatriación de beneficios y regulaba la transferencia de tecnología. Además, la Organización de los Estados Americanos aprobó en 1978 un código de inversiones extranjeras que en esencia era la repetición de la doctrina Calvo formulada ya en el siglo XIX, según la cual las empresas extranjeras deben estar sometidas a la jurisdicción exclusiva del país en el que actúan. La necesidad de regular las actividades de las compañías transnacionales se examinó también en el Diálogo de Tlatelolco celebrado en México, D.F., en 1974, poco después de hacerse público el papel de esas empresas en el derrocamiento del Gobierno de Allende en Chile.

Pero, a pesar de las limitaciones, en América Latina continuó aumentando la participación de las transnacionales en ese sector. En Brasil, por ejemplo, el total de las inversiones exteriores directas en ese sector creció a un ritmo desenfrenado, pasando de 15 millones de dólares EE.UU. en 1960 a 64 millones en 1970 y a 860 millones en 1980. Las empresas con participación extranjera representan ahora un tercio aproximadamente de la capacidad nominal de producción de pasta y más del 40 por ciento de la producción real. (Antes de los cambios de propiedad de Jari y Riocell, dos grandes empresas que ahora han pasado a manos brasileñas, esas proporciones eran, probablemente, superiores al 50 por ciento.) Por otra parte, las empresas con participación extranjera representan aproximadamente una quinta parte de la capacidad de producción de papel y casi una cuarta parte de la producción real. La industria de tableros de fibra está dominada por el capital nacional, pero un tercio de la capacidad de producción de tableros de partículas y casi el 40 por ciento de las ventas y del personal de esta industria están controlados por empresas con participación externa. Las empresas con capital extranjero representan probablemente del 10 al 15 por ciento de la capacidad total de producción de contrachapados y chapa, y una proporción mayor de las exportaciones.

En América Latina las inversiones extranjeras se centran casi exclusivamente en la industria de la pasta y el papel, y la producción se orienta más hacia los mercados locales que hacia la exportación.

FABRICACION DE BOLSAS DE PAPEL EN GUATEMALA en América Latina numerosas empresas estadounidenses

Las estimaciones relativas al conjunto de la región indican que en 1977 la capacidad de producción controlada por capital extranjero ascendía a unos 1800 millones de dólares EE.UU. (a precios de 1980).

Después de este periodo de limitaciones, hay indicios de un nuevo cambio de tendencia en América Latina. Chile, por ejemplo, después de abandonar el Grupo Andino, ha buscado activamente la participación de compañías transnacionales y no hace mucho promulgó un nuevo estatuto para las inversiones extranjeras (Decreto Ley 600) que garantiza mayor estabilidad a las inversiones transnacionales. En febrero de 1982 Cuba cambió radicalmente su política tradicional en virtud del Decreto Ley 50, que abrió las puertas a las inversiones transnacionales en el país. En Brasil, país tradicionalmente favorable a las compañías transnacionales, se está examinando la posibilidad de aplicar el «modelo asiático», es decir, la transformación del país, al igual que Hong Kong, la República de Corea y Singapur, en un «centro de trabajo» para el mundo industrializado. Al mismo tiempo, los países miembros del Pacto Andino expresan cada vez más dudas sobre las normas de la Decisión 24. Las actuales dificultades de muchos países para obtener divisas reforzarán probablemente esa tendencia.

En América Latina los dos grupos transnacionales más importantes están radicados en los Estados Unidos y en el Japón. En 1983 había en esa región unos 100 proyectos con participación extranjera, el 75 por ciento de los cuales era estadounidense. Aproximadamente la mitad de esas empresas se encontraban en Brasil y México. Las grandes compañías de este sector, como Kimberly-Clark, Container Corporation of America, Georgia Pacific e International Paper, realizan, o han realizado en algún momento, actividades en la región. Entre las empresas extranjeras con sede social en otros países figuran Marubeni, McMillan Bloedel y Billerud Uddenholm AB.

Un aspecto digno de mención es que la mayoría de esas compañías no utilizan directamente los recursos forestales del país anfitrión, sino que prefieren importar gran parte de las materias primas que necesitan. Con excepción de algunos casos en Brasil, son evidentes las pocas inversiones exteriores en actividades de explotación forestal y ordenación de recursos. Según un estudio sobre las transnacionales estadounidenses en América Latina, habla 29 compañías de esa nacionalidad que no utilizaban en absoluto los recursos forestales del país anfitrión (Bethel, 1981). De Camino (1982) señala que ninguna transnacional invierte en la explotación de recursos forestales en Venezuela, aunque en el pasado ha habido algunos intentos fallidos. Esta circunstancia confirma la impresión de que la mayoría de las compañías transnacionales se han instalado en la región no para aprovechar la disponibilidad de recursos forestales sino para tener acceso a mercados nacionales rentables, muchas veces protegidos.

Segunda parte: Impacto de las transnacionales en los países en desarrollo

Los países en desarrollo esperan de las inversiones transnacionales varios beneficios, aparte del aumento inmediato de los recursos financieros y de las divisas. Las compañías transnacionales pueden ofrecer un «paquete» de recursos y servicios que no es fácil encontrar en otra parte. Entre los elementos importantes de este paquete figura el capital, pero también el acceso a los conocimientos tecnológicos y a la capacidad de gestión, a las redes de comercialización internacional de la producción y a los insumos necesarios. Además de los insumos materiales que generan las compañías transnacionales, hay otras ventajas, como el aumento de los puestos de trabajo, de las divisas y de los ingresos del sector público. En el Cuadro 4 se señalan las principales ventajas posibles.

Por otra parte, cada uno de los posibles beneficios tiene como contrapartida un posible costo. Por ejemplo, puede ocurrir que los conocimientos tecnológicos transferidos no sean los adecuados, es decir, que no se adapten a la evolución dinámica de los recursos con que cuenta el país anfitrión. Las divisas pueden tener también repercusiones negativas si en el país queda sólo una pequeña parte en forma de beneficios no atribuidos. La tecnología más avanzada, los contactos comerciales y la capacidad de gestión de las compañías transnacionales pueden dificultar la formación de un empresariado nacional.

Ingresos

Muchas veces se pretende atraer las inversiones de las compañías transnacionales con el objetivo principal de generar una nueva fuente de ingresos para el país anfitrión. Sin embargo, han sido frecuentes los problemas suscita dos a este respecto. De hecho, uno de los argumentos más utilizados en contra de las transnacionales es el relativo a la parte de los ingresos, o del excedente económico que recibe el país anfitrión. Se afirma con frecuencia que esta parte no siempre ha sido «justa». Ese tipo de discusiones suele basarse en la hipótesis de que el inversor extranjero no debe obtener de su inversión unos beneficios superiores a los «normales», es decir, no debe recibir una renta económica. Se considera como normal una rentabilidad del 15 al 20 por ciento, una vez descontados los impuestos. A este respecto, todos los debates sobre la función de las corporaciones transnacionales en los países en desarrollo tienen como base el problema de la determinación de los precios de transferencia, dada la capacidad que las transnacionales tienen de manipular su sistema de precios internos y así reducir los impuestos sobre los beneficios de las sociedades y otros gravámenes.

Hay indicaciones de que los países anfitriones no han recibido una parte justa en el sentido antes señalado - de los ingresos generadas por las actividades de las transnacionales. Por ejemplo, un estudio realizado hace algún tiempo en Ghana indica que, en los primeros años del decenio de 1970, en el caso de las especies más valiosas la renta económica llegaba hasta el 80 por ciento del valor de los rollos, pero el Gobierno recibía menos del 40 por ciento de la renta generada. De la misma manera, se ha calculado que en 1973-1974 las empresas forestales del Kalimantán oriental - la mayoría de ellas de propiedad extranjera - lograron hacerse con tres cuartas partes de las rentas reales generadas por la exportación de madera aserrada. En las actividades de exportación de madera en rollo, el Gobierno sólo recibió el 50 por ciento de la renta. En 1980 el Gobierno de Filipinas recibió aproximadamente el 10 por ciento de la renta potencial de la producción forestal (Gillis, 1981; Repetto, 1985).

Cuadro 4. Beneficios potenciales para los países huéspedes, derivados de las inversiones en el sector forestal

Tipo de beneficio

Naturaleza del beneficio

I. Tangibles y mensurables (en principio)

1) Ingresos de empleos



Directos

Aumento directo de los ingresos, derivado del mayor índice de empleos en los proyectos forestales


Indirectos (vinculados)

Aumento del empleo en empresas vinculadas con los proyectos del sector forestal (proveedores, etc.)

2) Ingresos de capitales



Directos

Aumento directo de los dividendos, rentas y otros ingresos de capital para los accionistas de los proyectos forestales


Indirectos (vinculados)

Aumentos indirectos de las ganancias para las empresas vinculadas con los proyectos forestales

3) Divisas

Ganancias netas en divisas

4) Ingresos fiscales (tasas)



Tasas nacionales

Expansión de la recaudación de tasas y regalías del gobierno nacional


Tasas subnacionales

Expansión de la recaudación de tasas, regalías y otros impuestos del gobierno subnacional

5) Beneficios de desarrollo regional

Desarrollo de regiones remotas o aisladas de los países huéspedes, con recursos madereros

II. Intangibles o difíciles de medir

6) Industrialización basada en el recurso

Aumento de las perspectivas de crecimiento industrial en los países huéspedes

7) Transferencia de tecnología

Mayor acceso a los conocimientos, tecnologías y capacidades

8) De gestión

Aumento de la capacidad empresarial

9) Mercados

Aumento de la capacidad para competir, y acceso a los mercados

Industrialización

Se ha alegado también que algunos países se han visto despojados de parte de sus ingresos potenciales debido a que las compañías transnacionales se resisten a elaborar madera en el país anfitrión y suelen actuar en él como enclaves técnicos y económicos, mantienen pocas relaciones con el resto de la economía, y por consiguiente, sus efectos multiplicadores son escasos. En cuanto al primer punto, como se ha indicado en las páginas anteriores, en Africa las compañías han logrado resistir a las presiones ejercidas por los países anfitriones para que intensificaran la elaboración en esos países. Su principal objetivo ha sido la exportación de madera en rollo a sus propios centros de elaboración y a los mercados de Europa, y no aumentar el valor añadido mediante la instalación de industrias en Africa.

Así ha ocurrido, por ejemplo, en Côte d'Ivoire. En 1965, el Gobierno aprobó una ley forestal destinada a fomentar la elaboración nacional, con la esperanza de aumentar el valor añadido y los ingresos para el país. El propósito de la ley era ofrecer incentivos a las empresas que crearan instalaciones de elaboración de la madera en el país, pero sus resultados reales fueron insignificantes; las compañías extranjeras siguieron exportando trozas. En consecuencia, se promulgaron nuevas leyes que trataban de controlar las exportaciones de maderas preciosas y hacían depender las nuevas concesiones del grado de elaboración en el propio país. Tampoco las nuevas leyes dieron resultados efectivos, entre otras cosas por las numerosas posibilidades de evasión que ofrecían. La industrialización avanzó algo, pero la mayoría de las compañías sólo consideraban las inversiones industriales como un mal necesario - una parte del precio que debían pagar por la exportación de madera en rollo - y su actitud ante la política de industrialización nunca fue muy entusiasta. Incluso en la actualidad, la mayoría de las instalaciones tienen equipo técnicamente anticuado; en algunos casos, es el desechado por las fábricas europeas después de la segunda guerra mundial. En 1980, Côte d'Ivoire seguía exportando en rollo dos tercios de su producción.

CAOBA DE CÔTE D'IVOIRE CON DESTINO A EUROPA agotamiento continuo de los bosques

En 1973 Liberia trató de promover la elaboración nacional estipulando en los contratos de concesión que las actividades de elaboración de la madera debían incrementarse en un 20 por ciento anual, con lo que la elaboración nacional llegaría al 100% en 1977. Sin embargo, en 1980, el 64 por ciento de su producción maderera seguía exportándose en rollo.

Otros países han conseguido mejores resultados en sus intentos de promover la elaboración nacional de la madera. Por ejemplo, en 1980 el Camerún tenía 65 instalaciones industriales de propiedad extranjera y siete empresas conjuntas con una inversión total acumulada de 111 millones de dólares EE.UU., la mayoría en serrerías. Ese mismo año, el Camerún habla pasado a ser el tercer productor y el segundo exportador de madera aserrada de frondosas de Africa y había reducido la proporción de madera en rollo exportada al 46 por ciento, frente al 68 por ciento de 1970. Asimismo, en 1980 Indonesia promulgó el así llamado «decreto de los tres ministros» cuyo objetivo era reducir progresivamente las exportaciones de madera en rollo; gracias a ello, hoy existen allí 98 fábricas de contrachapados, con una capacidad de producción aproximada de 5,3 millones de m³/año. Como ya se ha dicho antes, los países de América Latina han conseguido aumentar el ritmo de la industrialización en el sector forestal, sobre todo en actividades de tecnología avanzada, combinando incentivos y políticas restrictivas. En Nigeria, el auge de la construcción entre 1970 y los primeros años del decenio de 1980 sirvió, al parecer, como incentivo natural para una gran expansión de la elaboración nacional.

La experiencia indica que, con excepciones como la de Nigeria, ni la industrialización ni las ventajas económicas consiguientes se producen de forma espontánea y que, por lo tanto, los gobiernos anfitriones deben promoverlas deliberadamente con sus políticas. Pero es también claro que los países en desarrollo no deben considerar la industrialización como un objetivo per se pues, si se lleva a cabo en forma ineficaz, su costo puede ser muy superior a los beneficios conseguidos. Esto es probablemente lo que ha ocurrido en Indonesia, donde la expansión incontrolada de la industria de los tableros se pagó con una situación de exceso de capacidad. A comienzos de 1985 el problema se agudizó hasta el punto de que el Gobierno declaró una moratoria en la concesión de nuevos permisos para la instalación de fábricas de contrachapados.

Por otra parte, la prohibición de exportar madera en rollo como medio de promover la industrialización ha supuesto muchas veces un gran incentivo al contrabando de madera y a la falsificación de las cifras de exportación. Esto es lo que ha ocurrido en Filipinas, como señala Repetto (1985). Según los datos del Gobierno filipino, en 1985 el país exportó a Japón 0,5 millones de m³ en rollo; sin embargo, según los datos japoneses, el Japón importó de Filipinas 1,1 millones de m³.

En otros casos la elaboración industrial ineficiente ha provocado considerables pérdidas económicas para el país (Repetto, 1985). Según los datos disponibles sobre un conocido proyecto transnacional llevado a cabo en Papua Nueva Guinea (De'Ath, 1980), es posible que los costos de la industrialización hayan sido mayores que sus ventajas, entre otras cosas porque el país ha sido incapaz de controlar algunas «fugas» en el sistema (Fraser, 1981).

Por el contrario, otros países han renunciado a la idea de promover la industrialización a cualquier precio, se han inclinado por otras soluciones que parecen las más eficaces desde el punto de vista económico, prescindiendo de que incluyan o no la industrialización. Por ejemplo, Chile, que en el decenio de 1970 tenía necesidad apremiante de divisas, invirtió su política anterior y autorizó la exportación de madera en rollo, dando así un gran incentivo a la expansión de la actividad económica en el sector. En este caso, era lógico pensar que una política industrial basada en el mantenimiento de las anteriores prohibiciones a la exportación de madera daría necesariamente lugar a un exceso de oferta en el país; las medidas restrictivas tendrían también otros costos, al limitar las exportaciones y divisas obtenidas. Por eso, como en cualquier otra decisión económica, en las políticas de industrialización es preciso examinar cuidadosamente las posibles ventajas y desventajas para el país.

Efectos multiplicadores

Los efectos multiplicadores sobre los ingresos y el empleo se basan en las conexiones verticales ascendentes y descendentes. Esos efectos suelen ser de pequeña magnitud en las empresas con una gran tendencia a importar los insumos y a exportar el producto obtenido; en efecto, tales empresas constituyen enclaves en el país anfitrión. Tomando como base ese criterio, es probable que las transnacionales que actúan en Africa tengan muy pocos efectos multiplicadores sobre los ingresos y el empleo. Por otra parte, la información disponible señala que, ya en 1966, las importaciones efectuadas en América Latina por compañías estadounidenses de la industria del papel y productos afines - que, como grupo, es la principal fuerza transnacional de la región - representaron menos del 10 por ciento de los costos totales de producción. En 1974, el 80 por ciento de la producción total de esas empresas se vendió en el país de producción, y el empleo de personal extranjero representó únicamente el 0,5 por ciento del empleo total. La tendencia de las compañías transnacionales que actúan en América Latina a recurrir a contratistas locales para abastecerse de madera, permite también pensar que su efecto multiplicador sobre el empleo puede ser importante, ya que esos contratistas utilizan sobre todo tecnologías que requieren gran cantidad de mano de obra, a diferencia de las transnacionales que emplean métodos de gran densidad de capital.

Así pues, es probable que las repercusiones entre los distintos sectores sean mayores en América Latina que en Africa. La región de Asia y el Pacifico se encuentra probablemente en una posición intermedia. En Indonesia, por ejemplo, el empleo pasó en este sector de sólo 2000 en 1967 a 87000 en 1978, y la proporción de extranjeros, aunque seguía siendo notablemente superior a la de los países de América Latina, descendió en el mismo periodo desde un tercio hasta la vigésima parte (Gillis, 1981).

Divisas

El efecto neto de las actividades transnacionales en lo que se refiere a las divisas depende del valor bruto de las exportaciones generadas, del valor de las importaciones sustituidas y de las importaciones inducidas, de la repatriación del capital y de los beneficios, del interés de los préstamos externos, de los sueldos y salarios pagados al personal extranjero y de otros pagos externos. Este efecto neto puede ser inferior al potencial si se producen «fugas», como la fijación de precios de transferencia y la falsificación de los datos sobre las ventas. Naturalmente, no es fácil obtener información sobre esos puntos.

Algunos otros datos parciales permiten pensar que en Asia y el Pacífico los beneficios no distribuidos fueron probablemente muy bajos en los primeros años del decenio de 1970. En el caso de Indonesia las estimaciones indican que representaron sólo el 25 por ciento de los ingresos brutos, pero en 1979 esa proporción habla aumentado ya hasta el 50 por ciento, por la mayor rigidez de las estructuras tributarias, sobre todo en materia de impuestos a la exportación (Gillis, 1981).

En el caso de América Latina, los estudios indican que los ingresos netos de divisas de las compañías estadounidenses dominantes pueden elevarse hasta el 82 por ciento del valor total de las ventas (Gregersen y Contreras, 1975). En Africa, aunque es probable que las transnacionales contribuyan de modo importante a generar ingresos de exportación, ya que dominan ese mercado, son muy frecuentes las quejas de los países anfitriones por las prácticas comerciales desleales y las «fugas», más frecuentes que en otras regiones.

Otras repercusiones socioeconómicas

Por su mayor acceso a la investigación tecnológica, las transnacionales pueden crear nuevas tecnologías, adecuadas a las condiciones existentes en los países anfitriones, o transferir la tecnología existente. En América Latina varias empresas estadounidenses con actividades en el sur del Brasil han participado en la creación y explotación de plantaciones y han intentado asociarse con varios institutos brasileños de investigación. Esos contactos han resultado productivos. Algunas compañías privadas locales, como Aracruz Florestal, han puesto en marcha también importantes programas de investigación por su propia cuenta.

En otros casos, como en el proyecto Jari en el Brasil, la creación de plantaciones ha provocado una serie de efectos imprevistos y perjudiciales que afectan a amplias zonas. Por consiguiente, el impacto de las corporaciones transnacionales no siempre puede considerarse positivo.

Sin embargo, con pocas excepciones como las señaladas, las transnacionales no han participado casi nunca en ninguna forma de ordenación de los recursos. Casi todos los intentos importantes de ordenación de los recursos forestales del Tercer Mundo han estado a cargo de empresas nacionales, no transnacionales.

Existen algunos ejemplos de investigaciones originales y de innovación en el sector de la elaboración industrial, pero son escasos. Quizás la experiencia más conocida sea la de la Compañía Papelera Honshu, del Japón. Poco antes de 1968, inspirándose en los resultados de las investigaciones australianas (CSIRO), esta empresa consiguió producir por primera vez materiales de embalaje ondulados con partículas de frondosas. Una empresa filial, Japan and New Guinea Timbers (JANT), comenzó a exportar partículas de maderas tropicales de Papua Nueva Guinea a las instalaciones de la sociedad central en 1974. A finales de 1983 la empresa habla talado unas 37000 ha de bosques tropicales en la provincia de Madang, pero todavía no está clara la viabilidad económica de la tala de bosques tropicales para la producción de partículas; además, debe tenerse en cuenta la posible degradación ecológica y las consecuencias negativas para la población local (De'Ath, 1980; Gane, 1985).

De hecho, parece que en el caso del proyecto JANT el medio ambiente ha sufrido graves daños. Además, es probable que otros proyectos en gran escala tengan efectos similares. Por ejemplo, las operaciones forestales han provocado una intensa erosión en Indonesia, Malasia y Filipinas. En 1980 se practicaban actividades de explotación forestal en un total de 54 millones de hectáreas en las islas del Asia sudoriental y Papua Nueva Guinea y por consiguiente el efecto total será, sin duda, considerable.

Los países anfitriones han buscado también inversores extranjeros para promover el desarrollo de zonas poco pobladas o económicamente atrasadas. Esa era una de las consideraciones que inspiraron el proyecto Jari en Brasil y el proyecto JANT en Papua Nueva Guinea. En Africa, incluso algunos países relativamente pequeños, como el Gabón, han concedido gran importancia al desarrollo de las zonas poco pobladas. Hace algunos años Chile trató de incitar a las compañías transnacionales a que invirtieran en la provincia de Chillé, relativamente atrasada desde el punto de vista económico. Podrían citarse otros ejemplos semejantes.

En todos estos casos, se han obtenido resultados muy diversos. De'Ath (1980) critica severamente el impacto regional del proyecto JANT en Papua Nueva Guinea. Varios autores han señalado también las consequencias negativas en el plano regional del proyecto Jari en Brasil.

Gillis y De'Ath llaman también la atención sobre los posibles costos socioeconómicos de las actividades que representan una rápida sucesión de prosperidad y depresión. Así ha ocurrido en el Kalimantán oriental. En 1968, antes de que comenzaran las operaciones forestales en gran escala, la población era aproximadamente de medio millón de habitantes. En 1981 habla aumentado a más de un millón, lo que suponía una tasa de crecimiento anual de más del doble de la media nacional. Esta población en rápido crecimiento empezó a hacer frente a una situación muy distinta en el momento en que comenzó a reducirse la masa de recursos y no pudo mantenerse el ritmo de corta, hasta entonces muy elevado. Algo semejante ocurrió en Côte d'Ivoire donde en siete años el Gobierno asignó a concesionarios más de las dos terceras partes de los bosques productivos (Repetto, 1985).

Una concentración muy intensa de la actividad económica en una única zona puede provocar también efectos indeseables en cuanto a la asignación de recursos económicos a escala nacional. Por ejemplo, en el Kalimantán oriental, el gobierno regional recauda dos tercios de todas las regalías, mientras que en Sabah el gobierno provincial las percibe íntegramente, lo que origina un desequilibrio en la asignación de recursos desde el punto de vista nacional. El problema puede ser grave. Se estima que en Sabah cada ciudadano recibió en 1979 unos 450 dólares EE.UU., cifra muy superior al gasto público en otras regiones del país. En el caso del Kalimantán oriental, los gastos del gobierno regional alcanzaron cifras más de seis veces superiores a la media provincial de toda Indonesia.

Conclusiones

Las compañías transnacionales han ejercido una influencia decisiva en el desarrollo del sector forestal en las tres regiones examinadas. Es probable que en el futuro sigan cumpliendo un papel importante, sobre todo en los países donde se ha asignado una prioridad máxima al crecimiento económico rápido y a la industrialización, y donde se necesita una tecnología muy avanzada y mayores inversiones de capital. En la mayoría de los países existen pocas posibilidades de establecer compañías nacionales fuertes, con acceso a conocimientos técnicos de vanguardia, con contactos comerciales eficaces y con el personal de dirección necesario. La adquisición de tecnología mediante acuerdos de gestión y la contratación de expertos de otros países es sólo una solución parcial, que puede aplicarse en muy pocos casos. Sin embargo, es también probable que en el futuro aumente la importancia relativa de las transnacionales de los países en desarrollo (Khan, 1985).

Si se prevé que las compañías transnacionales van a seguir desempeñando un papel importante en los países en desarrollo, es evidente que éstos deberían elaborar políticas capaces de aprovechar las ventajas de esas compañías y de reducir los costos que entrañan. Para ello, será necesario prestar especial atención a la política en varios sectores.

En algunos países, ha faltado una orientación clara y firme en las políticas de los gobiernos, sobre todo cuando éstos han demostrado un gran interés por atraer las inversiones extranjeras casi a cualquier precio. Por ejemplo, cuando se han otorgado concesiones, las obligaciones contractuales sobre la explotación de los recursos o bien no han existido o se han formulado con ambigüedad, y casi nunca se han aplicado ni controlado. De hecho, las políticas oficiales en relación con las actividades de las transnacionales han fomentado muchas veces, sin pretenderlo, una perspectiva a corto plazo y el agotamiento de los recursos.

La debilidad de las políticas es consecuencia de la debilidad de las instituciones en los países en desarrollo. Las políticas desacertadas y las instituciones débiles llevan inexorablemente a una explotación inadecuada de los recursos. Como es comprensible, las compañías, tanto extranjeras como nacionales, se olvidan algunas veces de las políticas de desarrollo y ordenación de los recursos del país anfitrión, si su observancia no representa para ellas un beneficio económico o si el gobierno no logra imponer medidas obligatorias. Cuando no hay políticas restrictivas, las compañías tienden a dar prioridad a los propios intereses más que a los beneficios sociales. En los países con políticas e instituciones públicas especialmente débiles es probable que consigan ese objetivo.

Los países no deben vacilar en imponer reglamentos estrictos, siempre que éstos sean coherentes y estables. Parece que, dentro de ciertos limites, no es necesariamente la severidad de las políticas lo que impide que los inversores extranjeros desempeñen un papel más constructivo en el desarrollo económico del país anfitrión, sino los cambios imprevistos e incoherentes de esas políticas y reglamentos. La incertidumbre hace imposible o difícil la planificación de actividades a largo plazo. Además, fomenta la propensión de los inversores a enriquecerse en poco tiempo y a dejar de lado las prácticas de gestión esenciales para mantener a largo plazo la capacidad productiva de los recursos. Parece, pues, evidente que los países deben estudiar procedimientos para aumentar la estabilidad de las inversiones, lo que no debe interpretarse como una recomendación para adoptar políticas inflexibles, sino más bien para fijar claramente las «reglas del juego». lo que supone también determinar por adelantado y con precisión las condiciones del cambio.

CENTRO DE ELABORACION DE MADERA EN LA REPUBLICA CENTROAFRICANA necesidad de industrias nacionales

Ahora bien, es imposible una actividad significativa y coherente de proyectación de la política en el sector y de vigilancia y control sin un mínimo de información y de capacidad analítica. Una ilustración de la falta de un sistema adecuado de información sobre las actividades de las compañías transnacionales es el hecho de que, a pesar del papel dominante que éstas han desempeñado en los países en desarrollo, hay muy poca información sobre su influencia y su potencial. Para fomentar al máximo los efectos positivos de las actividades transnacionales y reducir al mínimo los negativos, los países deben disponer de personal con las calificaciones necesarias para evaluar los costos y beneficios, examinar otras posibilidades de actuación y, finalmente, negociar en condiciones aceptables para ambas partes.

Sólo mediante la combinación de varios factores - mayor conocimiento de las posibilidades de inversión, políticas oficiales aceptables que orienten las inversiones de las transnacionales, y mayor capacidad para emprender actividades de desarrollo y seguir sus progresos - podrán los países en desarrollo aprovechar al máximo las posibilidades que ofrecen las compañías transnacionales activas en el sector forestal.

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