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Editorial - Ordenación de cuencas hidrográficas

El origen de la moderna ordenación de cuencas hidrográficas se remonta a dos empeños paralelos e independientes: la rehabilitación de los Alpes a partir del último cuarto del siglo XIX, y el movimiento conservacionista de los Estados Unidos iniciado en el decenio de 1930. Al primero se deben las técnicas usadas para la rehabilitación de tierras y la corrección de torrentes, el segundo se concentró en el manejo de la vegetación y en métodos para la conservación del suelo y del agua.

Ambas maneras tienen en común una importante característica: sus procedimientos fueron concebidos para aplicarlos en cuencas hidrográficas afectadas poco o nada por actividades humanas. Su fin era influir sobre fenómenos físicos naturales.

A partir de la segunda guerra mundial también muchos países en desarrollo han emprendido actividades de ordenación de cuencas hidrográficas, casi siempre como corolario de importantes obras de construcción destinadas a aprovechar mejor los recursos hidráulicos, reconociendo así la necesidad de proteger las nuevas estructuras y las correspondientes tierras de cultivo y asentamientos humanos. Inicialmente aplicaron las mismas técnicas y métodos usados en el mundo desarrollado.

No obstante, esos esfuerzos no dieron los resultados esperados, ya que no se tomó en cuenta una diferencia esencial en la situación de las cuencas hidrográficas de los países en desarrollo. En éstos, las cuencas (y sobre todo las menos distantes de algún considerable recurso natural) suelen estar densamente pobladas. La mayor parte de los habitantes de esas cuencas apenas logra sobrevivir, dada la escasez de los medios. Obligados a cultivar laderas muy pendientes y frágiles con métodos inadecuados, obtienen rendimientos insignificantes y además, destruyen el recurso básico sacrificando así toda posibilidad de producir permanentemente y acelerando los trastornos de las tierras y las aguas río abajo.

El patrimonio técnico heredado de Europa y de los Estados Unidos era un elemento indispensable, pero no bastaba para resolver los problemas que plantea la ordenación de cuencas hidrográficas en los países en desarrollo, donde el hombre es el elemento más importante del sistema. La clave está en que la población local siga aprovechando su tierra, su ganado y otros recursos naturales de forma que mejore la productividad, reduciendo al mínimo los efectos negativos sobre los recursos de tierras y aguas, tanto en la cuenca propiamente dicha como aguas abajo. Ningún esfuerzo logrará los resultados deseados a menos que cuente con la participación de la población local.

Para que produzcan los resultados apetecidos, las actividades de ordenación de cuencas hidrográficas han de incorporar «hidrología forestal», «conservación de suelos y aguas» y «planificación del uso de la tierra» en un marco lógico más amplio que tome en consideración no sólo los fenómenos físicos, sino también los factores económicos, sociales e institucionales. En este número, Unasylva examina varios aspectos de la ordenación de cuencas hidrográficas.

La clave para que la ordenación de cuencas hidrográficas tenga éxito es una debida planificación. Si bien ya se reconoce que es deseable - incluso esencial - tomar en cuenta las necesidades de la población local, así como conseguir su participación activa en la ordenación, ahora se empieza a pensar en hacerla participar en el proceso de concepción de dichas actividades. T. Michaelsen ha redactado algunas orientaciones sobre cómo lograr que la gente tome parte en la planificación de actividades de ordenación de cuencas hidrográficas.

P. van Ginneken, que fue asesor técnico principal de un proyecto que se llevó a cabo en Tailandia con ayuda de la FAO, describe las dificultades para lograr que la ordenación de cuencas deje de ser un empeño oficial destinado a ordenar tierras del Estado y se transforme en una situación en que la población asuma la actividad principal mientras que las entidades gubernamentales se replieguen a funciones de apoyo y asesoramiento.

La necesidad de lograr que los habitantes hagan el mejor uso posible de los recursos de las cabeceras no resta importancia a las técnicas materiales para contener el deterioro de las cuencas. K.M. Sthapit y L.C. Tennyson explican cómo se han adaptado en Nepal, en el marco de un proyecto de ordenación integral de cuencas, algunas técnicas de construcción y de plantación para contener los corrimientos de tierras y prevenir la erosión provocados al construir carreteras de montaña.

Una cuestión vital es cómo conseguir los recursos financieros y asegurar que los costos y los beneficios sean compartidos por las comunidades y las personas a cuyo cargo están las actividades de ordenación y los que se benefician de ellas. E. Hernández describe las disposiciones adoptadas en siete países de América Latina para proveer de fondos a las actividades de ordenación de cuencas. M. Menéndez refiere cómo se ha usado en Bolivia un fondo rotatorio para promover la participación de los pequeños campesinos en una actividad de ordenación de cuencas.

La experiencia de los países en desarrollo se está ahora aprovechando en Europa y Estados Unidos, donde ya se presta más atención a las necesidades y preocupaciones de los pobladores de las cuencas. En un número futuro de Unasylva, H. Hattinger, del Servicio Austríaco de Ordenación de Cuencas Hidrográficas, se ocupará de la evolución que tiene lugar en Europa en materia de aplicación y financiación de actividades de ordenación de cuencas hidrográficas.


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