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Conservación y protección del bosque tropical húmedo

J. Sayer

Jeffrey Sayer es Coordinador del Programa de Bosques Tropicales de la Unión Mundial para la Conservación (UICN); reside en Gland, Suiza.

En estos últimos años, en la prensa y en los medios oficiales se ha hecho resaltar la urgencia de conservar lo que queda de la selva tropical húmeda. En cambio, para los especialistas forestales, los naturalistas y los administradores de recursos naturales, esa preocupación no es nueva. En la reunión celebrada en 1948 en Brünnen (Suiza), en que se decidió crear la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (ahora llamada Unión Mundial para la Conservación, UICN), se determinó que las selvas tropicales húmedas merecían especial atención. Desde mucho antes era patente cierta preocupación. Por ejemplo, en 1850 la Asociación Británica para el Progreso de la Ciencia le encargó a un comité estudiar «los efectos probables, desde los puntos de vista económico y físico, de la destrucción de los bosques tropicales». Un informe del Comité menciona el valor económico de la teca exportada y, además, presta considerable atención al efecto perjudicial de la corta de árboles en pendientes muy inclinadas.

Al principio, la preocupación giraba en torno al valor ambiental de los bosques tropicales. Dado que la eliminación del bosque interrumpía las funciones hidrológicas y perturbaba los microclimas, el objetivo de los especialistas forestales y de los encargados de la ordenación debía ser garantizar la permanencia de cualquier forma de cubierta forestal. Sin embargo, se pensaba que cualquier tipo de bosque servía para proteger suelos y cuencas, y no se consideraba importante conservar el bosque en su estado natural.

A fines del siglo XIX y principios del siglo XX, cuando se promulgaba poco a poco en todo el trópico la legislación apropiada para la gestión de los recursos naturales y se creaban departamentos forestales, se hablaba ya de la necesidad de definir y proteger «un patrimonio forestal permanente». En esa época, los objetivos eran mantener la cubierta forestal en las zonas ambientalmente sensibles y asegurar la provisión de productos forestales. En muchos países tropicales se delimitaron «reservas forestales» en que se permitía la extracción de madera y de productos no madereros, a condición de que se conservara la cubierta forestal permanente.

Los botánicos y zoólogos que visitaron los trópicos en el siglo XIX reconocieron la riqueza biológica de los bosques higrofíticos, por lo menos en lo referente a las plantas y animales más conocidos. Carlos Darwin escribió: «Encanto... es una palabra muy poco expresiva para describir los sentimientos de un naturalista que por primera vez se interna en una selva brasileña». Alfred Russell Wallace, capturó 700 especies de mariposas y polillas en la zona oriental de la Amazonia, sin alejarse más de una hora de su casa. Esa cifra equivale a 1/30 de las especies conocidas en todo el mundo.

En los bosques tropicales húmedos se encuentra la mayor parte de la diversidad biológica del mundo

Sin embargo, era muy poco lo que se sabía de la distribución de esas especies en aquellos bosques y aún menos de su ecología o hábitat natural. Se ignoraba casi por completo la prodigiosa diversidad de los artrópodos menos visibles y de la fauna y flora del suelo. En la primera mitad del siglo XX, mientras que muchos países tropicales estaban delimitando parques nacionales o reservas equivalentes para proteger los paisajes más espectaculares y las especies más conocidas de grandes mamíferos o pájaros (tigres en Asia, herbívoros de los llanos de Africa, etc.), se pensaba muy poco en proteger los bosques húmedos y su fauna y flora.

Considerado a posteriori, es muy comprensible que fuera así. Hasta el decenio de 1950 existían vastas superficies de bosque tropical húmedo poco alteradas por el hombre. Se habían desmontado sólo los márgenes de las selvas higrofíticas de Madagascar y del sur y sudeste de Asia, en zonas en que los depósitos aluviales o volcánicos constituían un suelo muy rico, apropiado para la agricultura. Permanecían casi intactos los principales bloques forestales de la Amazonia, Africa central e islas del sudeste de Asia.

En Indonesia, el parque nacional de Gunung Leuser tiene una importante diversidad biológica y es fuente segura de apara para la agricultura, en la cuenca inferior

A partir de entonces, la situación cambió radicalmente. Los adelantos técnicos que se registraron en tiempos de la segunda guerra mundial permitieron generalizar el uso de vehículos pesados. De pronto, resultó factible abrir caminos de acceso a los más impenetrables rincones del bosque. Las omnipresentes sierras mecánicas de mano facilitaban increíblemente la corta y el desbroce en remotos sectores y el transporte de troncos de gran tamaño fue factible. En los distantes mercados industriales se intensificó la demanda de maderas tropicales estables, fuertes y estéticamente muy atractivas, como resultado del crecimiento industrial. Escaseaba la madera de bosques templados que, además, resultaba muy costosa, dado que la ordenación de los bosques del Norte exigía considerables inversiones de capital.

La propagación repentina de medicamentos modernos, la extensión de la atención médica e incluso cierta afluencia de alimentos a los países tropicales, dio lugar a que la población humana se duplicara entre 1950 y 1990. La mayor parte del aumento ocurrió precisamente en las zonas tropicales y subtropicales. Se incrementó mucho la demanda de recursos naturales, al mismo tiempo que se acumulaba una enorme masa de gente pobre en busca angustiosa de tierra en donde ganarse la vida. Las nuevas carreteras de acceso a los bosques atrajeron irresistiblemente a mucha de esa gente.

Los departamentos forestales y los organismos que tutelaban la conservación de la naturaleza no fueron capaces de regular el espectacular aumento de presión humana sobre la riqueza forestal tropical. La legislación promulgada en tiempos en que esa presión era muy inferior, resultó insuficiente, inadecuada e imposible de aplicar en estas nuevas condiciones. Los poderosos intereses de la industria maderera soslayaron o desconocieron los planes de ordenación forestal y no se pudo negar a toda esa masa de campesinos hambrientos el acceso a las tierras que quedaban desocupadas. Entre 1950 y 1990 los bosques húmedos tropicales de todo el mundo sufrieron una tremenda depauperación o fueron desmontados y fragmentados.

Los pequeños disturbios son una importante contribución a la diversidad biológica del bosque. Por ejemplo, los helechos, grandes como árboles, son una de las especies que prosperan en los claros del bosque y en sus márgenes

VALOR BIOLOGICO DEL BOSQUE HUMEDO

También entre 1950 y 1990 se intensificó el interés de los hombres de ciencia por los ecosistemas forestales tropicales. En los países tropicales se fundaron universidades e instituciones de investigación al mismo tiempo que la disminución del costo de los viajes aéreos hacía posible que investigadores del mundo industrializado estudiaran los trópicos sobre el terreno. La difusión de los resultados de sus investigaciones gracias a iniciativas como el Programa Biológico Internacional de la Unesco, en el decenio de 1960 y más tarde, el Programa sobre el Hombre y la Biosfera, extendían los conocimientos sobre la enorme abundancia de especies que habitan los bosques tropicales.

Los estudios de la fauna de insectos de las copas de los árboles de América Central que llevó a cabo Erwin (1988) dieron lugar a que los cálculos de la diversidad de especies fueran multiplicados en varios órdenes de magnitud. Se han descrito alrededor de 1,4 millones de especies de organismos, pero extrapolando datos con arreglo a la obra de Erwin y de otros, se cree que el número total de especies existentes en el mundo sea entre 20 y 80 millones (Stork, 1988). La gran mayoría de ellas habita en las copas de los bosques tropicales.

Las plantas y los vertebrados de los órdenes superiores existentes en los bosques tropicales ya están bastante bien catalogados, si bien con sorprendente frecuencia se describen especies nuevas. En el decenio de 1980 se describieron incluso varias especies de primates, y todas las colecciones de flora del trópico húmedo contienen una considerable proporción de especies todavía no descritas.

Paralelamente al conocimiento de esa prodigiosa diversidad de los bosques tropicales, se extendió la conciencia de la completa interdependencia de muchas especies. Terborgh, después de estudiar la Amazonia peruana, llamó «especies clave» a los árboles cuya eliminación selectiva provocaría, en virtud del efecto dominó, la extinción de muchas especies animales que dependen de aquellas para alimento y hábitat. Otros estudios han demostrado que hay especies animales que desempeñan un papel no menos vital para que se complete el ciclo biológico de plantas tropicales de considerable importancia económica. Suele citarse el caso de las euglosinas, (por ej. Goodland, 1988), abejas que son indispensables para la polinización de las plantas productoras de la nuez del Brasil.

El estudio de la genética de pequeñas poblaciones de organismos ha dado lugar a que también cambie la perspectiva de los problemas que se plantean para garantizar la conservación de las especies forestales tropicales. Muchas predicciones de la extinción de especies en los bosques tropicales se basaron en una fórmula deducida de observaciones hechas en islas, según la cual una reducción del 90 por ciento en tamaño del hábitat, será causa de que desaparezca un 50 por ciento de las especies. Hoy día, sin embargo, está claro que la distribución, tamaño, lugar e interconexión de las áreas forestales son factores importantísimos para determinar las posibilidades de que sobreviva una especie. Es evidente que la fragmentación de los bosques en pequeñas reservas aisladas puede ser causa de que disminuyan las poblaciones de especies muy dispersas, quedando a niveles en que su supervivencia no será viable a la larga. Por consiguiente, aunque algunas publicaciones hayan exagerado el número de especies que ya se están extinguiendo, se podría haber subestimado el número de las que han quedado reducidas a niveles que a la larga signifiquen una condena a la extinción. La mayoría de las plantas, aves y mamíferos de orden superior de los bosques tropicales existen en los parques y reservas nacionales, muchas de ellas en número tan escaso que podrían estar condenadas a una extinción provocada por deterioro genético o por los azares del clima o de acontecimientos debidos al hombre.

EL DESAFIO DE LA CONSERVACION FORESTAL

La mayor parte de los conservacionistas está de acuerdo en que la ordenación forestal, además de garantizar la provisión de madera y la protección de las cuencas, debe mantener un número lo más elevado posible de especies vegetales y animales (Poore y Sayer, 1987). Su opinión se basa en que muchas especies son, real o potencialmente, útiles para la humanidad. Algunas de las más inverosímiles han servido para preparar substancias medicinales o han demostrado ser indispensables para el mejoramiento genético de las plantas cultivadas, para la lucha contra las plagas o bien por su función ecológica. No cabe la menor duda de que muchas otras serán útiles para el hombre directa o indirectamente. También hay acuerdo en que incluso las especies que no parecen contribuir de ninguna manera al bienestar material de la humanidad, deben ser conservadas. Este reconocimiento fue incorporado en la Estrategia Mundial para la Conservación, como también lo reconoció la Asamblea General de las Naciones Unidas al adoptar la Carta Mundial de la Naturaleza y al suscribir el informe de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (WCED, 1987). Obedeciendo a la necesidad imperativa de conservar todas las especies, la FAO, el PNUMA y la UICN están actualmente colaborando en la preparación de un convenio internacional para la conservación de la diversidad biológica.

La manera más segura de garantizar la protección del número máximo de esas especies es asignar extensiones suficientes del bosque a los parques y reservas nacionales donde la interferencia del hombre sea mínima. En el decenio subsiguiente a 1960 ya había zonas protegidas de las sabanas, montañas y bajíos tropicales, pero sólo después de 1970 se dio preferencia a la protección de los hábitat de la selva tropical húmeda como consecuencia de la mejor comprensión del valor que tiene su diversidad biológica y del peligro que representa la deforestación.

En los decenios de 1970 y de 1980 se publicaron listas de las zonas protegidas (véase la Figura 1) y la última lista de las Naciones Unidas de zonas protegidas (UICN, 1990) incluye 669 emplazamientos de bioma de bosque tropical húmedo con una extensión total de 66 millones de hectáreas (véase el cuadro de pág. 42). Estas son zonas comprendidas en el interior de ese bioma, determinadas por Udvardy (1984), que entran en las categorías I-IV de la UICN de zonas protegidas, donde no se permite ningún modo significativo de aprovechamiento. No todas esas zonas protegidas están totalmente cubiertas de bosque, y es probable que sólo el cinco por ciento del bioma se encuentre bajo esa forma de protección total.

Los productos que se recogen para venderlos en el mercado acrecientan la utilidad del bosque para la gente del lagar

Una especie no queda protegida sólo por el hecho de estar oficialmente registrada. Mientras haya miseria en los trópicos, la gente de limitados recursos buscará en el bosque un suplemento para su alimentación y sus ingresos. La codicia humana es también culpable. Siempre habrá personas que traten de enriquecerse a expensas de la sociedad. Los valiosos macizos forestales de los parques nacionales están tan expuestos a ser expoliados por las elites urbanas que dominan la industria maderera y tienen influencia suficiente para cambiar la legislación, como por la masa de campesinos pobres.

Incluso si quedara jurídicamente asegurada la conservación de esas 669 áreas, lo que se sabe de ecología y biogeografía permite decir que no bastaría para impedir la extinción de un elevado número de especies animales y vegetales. Por consiguiente, urge delimitar más parques y reservas cuya protección sea total; como se deduce de la Figura 2, se siguen creando en la actualidad, pero a ritmo más lento que antes. Las tendencias presagian que difícilmente se alcanzará una meta tan modesta como sería tener bien protegido el 10 por ciento de los bosques tropicales existentes en 1990. Esto se debe a que las necesidades de tierra aumentan y que disminuyen las posibilidades de proteger algunas zonas. Por consiguiente, la comunidad conservacionista debe dar preferencia a la tarea de localizar los lugares que merecen ser ordenados y protegidos por su especial significado para la diversidad biológica.

Ni siquiera protegiendo grandes extensiones de selva tropical húmeda queda garantizada la máxima biodiversidad. La evolución natural prosigue en las zonas inalteradas de modo que la mayoría de las especies subsistirán, pero otras serán reemplazadas de manera natural por nuevas especies. Esto equivale a decir que es indispensable ordenar deliberadamente a las especies más deseables de modo que quede asegurada su conservación.

Muchas especies forestales resisten notablemente bien a alteraciones periódicas de su hábitat (Johns, 1985). Efectivamente, la fragmentación que experimentaron los bosques con los cambios de clima y su diversificación por efecto de fuertes temporales e incluso por causa de la agricultura migratoria, han contribuido a la extraordinaria diversidad de los bosques actuales. Muchas especies son apropiadas para regenerar las zonas alteradas por fuertes perturbaciones; serían menos abundantes si cesara la interferencia humana. Un ejemplo lo constituyen las cuatro especies bobinas silvestres del sudeste de Asia (Wharton, 1968). Otro es la aparición natural de vigorosas especies arbóreas después de una tala rasa, que acaban por constituir un denso bosque distinto del original.

Por consiguiente, el desafío para la comunidad conservacionista no consiste sólo en asegurar la protección de crecientes extensiones de bosque tropical húmedo, sino también en el aprovechamiento de zonas exteriores a las áreas protegidas de modo que complementen el valor de los parques y reservas desde el punto de vista de la conservación, proporcionando

Cobertura ecológica de áreas protegidas en los bosque tropicales húmedos

Región

Número de zonas

Superficie total (ha)

Afrotropical

62

9 448 837

Indomalaca

386

18 314 029

Australiana

72

8 150 053

Neotropical

149

30 130 486

Total

669

66 043 405

Nota: Las figuras se refieren a 610 espacios de bosques tropicales húmedos y sistemas insulares mixtos hasta 1985. En el penado de 1985-89 se designaron nuevos lugares, y en los diez últimos años se han designado otros ochenta espacios protegidos (con un total de 80 000 ha, consistentes sobre todo en ecosistemas de manglares) en las islas de Andaman y Nicobar. Sin embargo, están disminuyendo tanto el número como la superficie de los nuevos espacios protegidos.

Figura 1. Aumento de la cobertura mundial de zonas protegidas en las reglones de bosques tropicales

Figura 2. Aumento de la cobertura mundial de zonas protegidas en los regiones de bosques tropicales, por perlados de cinco años beneficios socioeconómicos de manera sostenida.

CONSERVACION DE LA DIVERSIDAD BIOLOGICA EN BOSQUES ORDENADOS

Reconociendo que la demanda de tierra y de materias primas dará lugar a la alteración de la mayoría de los bosques que queden fuera de las zonas protegidas y a su dedicación permanente a otras formas de aprovechamiento, es necesario examinar las diferentes posibilidades de explotación que tienen dichos bosques y la tierra en que crecen, para determinar cuál de ellas puede contribuir mejor a la conservación de la diversidad biológica. A primera vista parecería que diversos sistemas forestales compuestos de especies locales, en una mezcla análoga a la del bosque natural de ese lugar, sería lo que probablemente mantendría el número máximo de especies vegetales y animales.

La mejor utilización de la tierra se hará, por consiguiente, mediante sistemas en que se extraigan del bosque natural los productos no madereros, y mediante sistemas madereros que consientan la extracción de un número reducido de troncos de gran valor sin alterar demasiado el resto de la vegetación.

Muchos de los obstáculos que retrasan la adopción de normas de ordenación que aseguren la producción a perpetuidad y eviten la pérdida de valores biológicos son políticos y económicos, más bien que técnicos. Gran parte de la biodiversidad se mantiene también en los bosques tropicales muy explotados; el uso de técnicas apropiadas en la extracción podría aumentar el valor de los bosques maderables desde el punto de vista de la conservación (UICN, en prensa). Lo ideal para el siglo XXI sería un patrimonio forestal totalmente protegido de 100 millones de ha, resguardado por otros 200 a 300 millones de ha de bosque ordenado para producir a perpetuidad. Uno de los problemas que más desconcierta a los conservacionistas es cómo conciliar los requisitos de la conservación con las necesidades de la gente que habita en los bosques circundantes a las zonas protegidas. Si para formular los programas de conservación se dialoga con los pobladores del bosque, es a menudo posible persuadirlos y lograr que acepten la protección. Al efecto se están ahora buscando formas ecológicamente aceptables de ordenar ese «amortiguador» forestal, de modo que en él puedan coexistir la fauna silvestre y el hombre en un ambiente casi natural en que se explote el bosque con precaución. El valor de esas zonas de resguardo aumentará considerablemente si se distribuyen con acierto, de modo que rodeen las zonas protegidas dejando pasillos entre ellas.

CONCLUSIONES

Las exigencias siempre en aumento que gravan sobre los bosques tropicales y un mejor conocimiento de la ecología y del valor de las especies tropicales, han conducido a que en los últimos tres decenios se creara una red de parques y reservas nacionales en las que se encuentra alrededor del cinco por ciento de los bosques higrofíticos tropicales. Es evidente que no basta para la conservación de las especies; por eso es preciso ampliar dicha red protectora de modo que incluya todos los tipos de bosque en suficiente número, así como la gama completa de diversidad biológica. Los países industrializados deben mostrarse dispuestos a ayudar a los más pobres a sufragar el costo de dichos programas de ampliación. La propuesta Convención sobre Diversidad Biológica y el propuesto instrumento jurídico para la conservación y ordenación, proporcionarían el mecanismo adecuado para compartir equitativamente el costo de ampliar la red de zonas protegidas en los bosques tropicales.

No obstante, no bastarán las zonas protegidas para conservar el máximo posible de especies forestales tropicales. Será indispensable idear la manera de explotar sabiamente grandes extensiones de tierra tropical. Parte de ellas será ordenada para que produzca madera, y la otra parte de modo que proporcione productos no madereros. El porvenir de muchas especies forestales depende del éxito de la ordenación sostenible.

Bibliografía

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Erwin, T.L. 1988. The tropical forest canopy: the heart of biotic diversity. En E.O. Wilson, ed. Biodiversity. Wáshington, D.C. National Academy Press.

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Johns, A.D. 1985. Selective logging and wildlife conservation in tropical ruin forest: problems and recommendations. Conservation Biology, 31: 355-75.

Poore, D. y Sayer, J. 1987. The management of tropical moist forest lands: ecological guidelines. UICN, Gland, Suiza.

Sayer, J y Wegge, P. (en prensa). The role of production forests in conserving biological diversity. UICN, Gland, Suiza y OIMT, Yokohama, Japón.

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Terborgh, J. 1986. Keystone plant resources in the tropical forest. En M.E. Soulé, ed. Conservation biology: the science of scarcity and diversity. Sunderland, Massachusetts, EE.UU., Sinaure Associates.

Udvardy, M.D. 1984. A biogeographical classification system for terrestrial environments. En J.A. McNeely y K.R. Miller, eds. National parks, conservation and development: the role of protected areas in sustaining society. Wáshington, D.C., UICN/Smithsonian Institution Press.

UICN. 1980. World conservation strategy: living resource conservation for sustainable development. UICN/PNUMA/WWF, Gland, Suiza.

Wharton, C.H. 1968. Man, fire and wild cattle in South East Asia. Acta anual de la Tall Timbers Fire Ecology Conference, 8: 107-67.


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