Página precedente Indice Página siguiente


Editorial. La sostenibilidad

La noción de que el crecimiento económico y la conservación del medio ambiente pueden y deben ser compatibles quedó plasmada en la frase «desarrollo sostenible», introducida en 1980 durante el debate de la Estrategia Mundial para la Conservación. Fue ampliamente difundida en 1987 por Nuestro futuro común informe de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo llamada «Comisión Brundtland». Según ese informe, el desarrollo sostenible es el que «satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades».

Otras entidades y personas han definido el desarrollo sostenible, cada una a su manera. Algunas de estas definiciones tienen, como la de la Comisión Brundtland, alcance mundial. Otras se limitan a lo que significa el desarrollo sostenible en algún sector de la ordenación y uso de los recursos naturales: energía, agricultura, montes, etc. Un estudio preparado para el Departamento del Medio Ambiente de los EE.UU. por John Prezzey, economista inglés, cita unas dos docenas de definiciones sin, por ello, agotar el tema.

La atención dedicada al concepto es ya de por si alentadora, por implicar confianza en la posibilidad de atender a las necesidades actuales y futuras del desarrollo de los pobladores de la tierra, a la vez que a la calidad del medio ambiente. En definitiva, la meta es la subsistencia sostenible de todos los pueblos en todos los tiempos. No obstante, muchas de las definiciones de desarrollo sostenible de ciertos subsectores, como «desarrollo pesquero sostenible», «desarrollo forestal sostenible», etc., dan la impresión de que el objetivo final es «mantener» el recurso en vez de mejorar sosteniblemente el nivel de vida de la humanidad, que es la meta. La distinción es importante porque el desarrollo económico exige consumir energía y materia prima creando a su vez residuos que el planeta tiene que absorber. No hay «crecimiento verde» posible, por lo menos a nivel universal. El desarrollo sostenible implica necesariamente cambios y toda una serie de compromisos.

R. Repetto, del Instituto Mundial de los Recursos, expresa esta idea con notable acierto: «El desarrollo sostenible no exige conservar las existencias actuales de recursos naturales ni ninguna combinación particular de elementos humanos, físicos o naturales. Al progresar el desarrollo cambian los ingredientes.»

Este concepto es particularmente válido en el sector forestal. Como dice J.P. Lanly, Director de Recursos Forestales de la FAO, en un documento presentado recientemente a la Organización Internacional de las Maderas Tropicales, «hay que aceptar desde el principio la idea de que el aprovechamiento de un ecosistema forestal dado implica algún cambio de su estructura y composición, y de que sostenibilidad no quiere decir reproducción idéntica del ecosistema en su estado original. Lo mismo se aplica a la conservación de la diversidad genética de un bosque...». Lanly afirma que es preciso idear y aplicar las actividades forestales necesarias para mantener el nivel de conservación proyectado al fijar los objetivos de la ordenación.

En vista de la inminencia de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD), que se reunirá en junio en Río de Janeiro, este número de Unasylva examina varios aspectos de las actividades forestales desde el punto de vista de la sostenibilidad. J. S. Maini, Subsecretario Adjunto para el Medio Ambiente del Canadá, establece el marco filosófico del desarrollo forestal sostenible y aboga enérgicamente por una participación más directa de los especialistas forestales en el diálogo internacional sobre conservación y aprovechamiento de los recursos naturales. D. P. Dykstra y R. Heinrich examinan el estado de adelanto de los métodos de extracción que promueven a la vez la sostenibilidad de la producción maderera y afines, y los servicios en los bosques tropicales. R. H. Kemp toma en consideración el desafío de conservar los recursos genéticos en la ordenación de los bosques tropicales y llega a la conclusión de que una de las claves será una mayor diversificación de los métodos de ordenación. Los artículos escritos por M. Kiernan et al. y J. Ocaña-Vidal examinan más de una docena de experimentos de ordenación forestal sostenible en siete países de América Latina. S.T. Mok presenta un análisis de los métodos usados en la actualidad en Malasia y de las posibilidades de la futura ordenación sostenible de los recursos forestales en dicho país. D.D. Gow estudia la relación existente entre miseria y empobrecimiento del ambiente y hace resaltar la importancia de considerar las repercusiones sociales de las iniciativas de desarrollo forestal. P.J. Mahler, Asesor Especial del Director General de la FAO y Subdirector General para el Medio Ambiente y el Desarrollo Sostenible de la Organización, analiza los temas forestales teniendo como referentes la CNUMAD y la atención mundial concentrada en la necesidad de armonizar el medio ambiente y el desarrollo sostenible a través de enfoques intersectoriales e interdisciplinarios.


Página precedente Inicìo de página Página siguiente