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4. APROVECHAMIENTO ÓPTIMO DE LOS RECURSOS MARINOS VIVOS

4.1 Objetivos de la ordenación pesquera

En líneas generales, la experiencia que se tiene con las pesquerías de las latitudes septentrionales y los sistemas de afloramiento ha demostrado que una explotación moderada (mortalidad por pesca) en relación con la mortalidad natural a la que la población del recurso pesquero está adaptada, no repercutirá normalmente en la capacidad de ese recurso para regenerarse de medio a largo plazo. Esto podría también valer incluso cuando la composición por especies y tamaños resulte ligeramente modificada como suele suceder en casos de explotación moderada o elevada respecto de la que se da en condiciones “virgenes”. Tal vez esto se deba a que dichos sistemas están poblados casi siempre de especies con unos hábitos alimentarios no especializados que pueden responder de forma bastante elástica a las variaciones de abundancia de uno u otro de varios tipos de presa principales. La modalidad reproductiva de estas especies suele basarse en un desove desparramado con una amplia dispersión de gran número de huevos en todo el área de la población, de la cual sólo una pequeñísima proporción necesita sobrevivir para asegurar la reposición de la población.

En cambio, muchas comunidades marinas tropicales son mucho “más viejas” en términos de evolución y están dominada por especies más especilazadas que se adaptan a algunos alimentos y a hábitat específicos determinados. En esas comunidades, en las que las condiciones extremas del medio ambiente son menos comunes que, pongamos por caso, en los ecosistemas polares, hay muchas más especies aunque menos abundantes. Son comunidades tal vez más susceptibles a graves tensiones ecológicas, sobre todo a una pesca excesiva. En el caso de estos recursos podría insistirse en la zonación y desarrollo y capturas de signo no de explotación.

La necesidad de que en el concepto de desarrollo sostenible sigan incorporándose opciones para las generaciones futuras ha constituido un objetivo de la ordenación pesquera durante décadas. ¿Hasta qué punto han sido satisfactorios los enfoques aplicados hasta la fecha? Algunos enfoques actuales explícitos en materia de ordenación de las pesquerías marinas son entre otros el rendimiento máximo sostenible (RMS) y el rendimiento máximo económico (RME), que se refieren, respectivamente, a los valores máximos en cuanto a rendimiento físico y valor económico neto y beneficios sociales que pueden obtenerse de un determinado recurso (Panayotou, 1988).

El concepto de RMS se emplea en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar como el principal punto de referencia para una explotación óptima; resulta evidente, sin embargo, que los criterios del “RMS de una sola especie” tiene varios inconvenientes por lo que se refiere al desarrollo sostenible. Éste exigirá otros puntos de referencia en función de criterios para todo el ecosistema, ya que una de las características clave de los ecosistemas marinos es la de sus relaciones internas (Apollonio, 1994) (véase Anexo I). La fuerte reducción de la abundancia de un recurso “objeto de pesca” como resultado de intensa explotación puede modificar las abundancias relativas de todas las especies de la comunidad íctica marina, ya que están vinculadas a las especies objetivo en cuestión, como competidoras para los alimentos, el espacio de reproducción, las condiciones del medio ambiente, etc. Este cambio de abundancia relativa no es necesariamente motivo de preocupación, mientras las especies en cuestión no desciendan por debajo del nivel en que la población corre peligro, y el sistema mantenga la flexibilidad de volver a su situación original una vez que se reduzca la explotación, dentro de un período de tiempo razonable. Desde esta perspectiva de especies múltiples, el concepto de RMS no deja margen para la interacción entre especies (equilibrios depredador/presa, por ejemplo) o para los efectos en todo el sistema como la reducción de la estabilidad del sistema (ecosistema población-pesca), y mientras sea aplicable a una simple pesquería de una sola especie, su aplicabilidad a una comunidad de peces o a una pesquería de especies múltiples, en general, es mucho menos evidente (Caddy y Mahon, 1995).

Sobre todo cuando una especie es objeto de explotación, su capacidad de reponerse mediante reproducción puede reducirse en presencia de especies competidoras(no siempre de valor comercial), que pueden en parte desplazar a las especies agotadas de su lugar (nicho ecológico) en la comunidad marina, y dar lugar a que la proporción de desove de cada especie sea distinta a la existente originlmente. Las especies objetivo pueden ser un importante elemento de alimentación para otras especies de suerte que la abundancia de otros miembros de la trama alimentaria quede afectada por su explotación intensiva. El grado en que este nuevo equilibrio de población puede mantenerse difiere de un sistema a otro así como el problema de la estabilidad, todo lo cual constituye una condición previa importante para decidirse entre la viabilidad de distintas estrategias de desarrollo sostenible para cada uno de los sistemas considerados.

En el orden práctico, las poblaciones no pescadas suelen estar dominadas por peces viejos y grandes con crecimiento lento (lo cual supone poca biomasa por tiempo unitario para un consumo dado de recursos alimenticios). Un grado mediano de pesca aumenta la producción de nueva biomasa eliminando a los peces viejos y abriendo así paso a los peces más jóvenes, para los cuales la tasa de aumento de la biomasa debido al crecimiento y a la reproducción supera las pérdida debidas a las causas naturales. Sin embargo, un aumento del esfuerzo de pesca (y por lo tanto de las inversiones en capacidad pesquera) rinde unos aumentos cada vez menores en la producción biológica, hasta que se alcanza un punto de producción máxima biológica (PMB; García y Csirke, 1983) para la población, cuando ésta efectúa su máxima contribución conjunta tanto a los depredadores naturales como a la pesquería. La producción total, que sirve de apoyo a depredadores y al hombre, baja al seguir aumentado el esfuerzo pesquero. Aún cuando los desembarques puedan aumentar luego ligeramente, lo será entonces a expensas de otros componentes del ecosistema. La pesca a un nivel de explotación de RMS pude determinar una refucción excesiva del tamaño medio, la edad media y el índice de captura de la población objeto de pesca, y reducirá el número de veces que un organismo adulto se reproduce en su ciclo vital, haciendo así a la población más susceptible a los efectos de los fluctuaciones mediomabientales en la reproducción.

Hay que señalar (García, Gulland y Miles, 1986; Sissenwine, 1978) que el RMS, al igual que para otros puntos de referencia sobre ordenación práctica, requiere que se compilen buenos datos sobre la pesca, pero el RMS también requiere ser superado, de suerte que las capturas globales comiencen a bajar antes de que pueda definirse bien. Esto lleva a que la pesquería llegue a una situación de sobreexplotación, que no resulta fácilmente reversible (p. ej., véase FAO, 1994a). El RMS como objetivo predominante de una ordenación pesquera también supera el nivel de explotación equivalente al rendimiento máximo económico, y a una serie de otros objetivos socialmente convenientes. Desde luego, difícilmente puede justificarse el costo adicional de la pesca necesaria para pasar de un RME a un RMS (FAO, op. cit.). El pretender definir el nivel de explotación pesquera en el que pueda, conseguirse el RME plantea sus problemas, sobre todo si entran en juego flotas en competencia, ya que el esfuerzo apropiado de pesca varía al variar los costos de la pesca y los precios del pescado.

Se ha visto que, para algunas pesquerías, el objetivo del RMS puede también dar lugar a derrumbes de población ya que, como sucede muchas veces, no se conoce con exactitud la situación actual de los recursos y pueden fácilmente producirse “excesos” en el esfuerzo. En líneas muy generales, la consecución de la producción máxima biológica (PMB) o sea, la biomasa de población en desove que maximiza el reclutamiento o el RME, implica todo ello menores tasas de explotación que el objetivo del RMS, que se corresponde con un grado superior de capitalización de la flota, que se justifica por la rápida reducción de los rendimientos adicionales por costo extraunitario cuando se pasa de los índices inferiores de pesca que implica el RME a los que implica el RMS.

La respuesta del ecosistema a una explotación moderada cuando el esfuerzo de pesca y la tasa de mortandad debida a la pesca se mantiene más o menos constante, puede ser, pese a las fluctuaciones naturales en la abundancia, más estable que con una captura constante pero con amplias variaciones en su tasa. Puede también mejorar la estabilidad cuando las extracciones de cada especie por pesca en una comunidad se ajustan a una proporción análoga a la de las muertes naturales a causa de la depredación que sufre cada especie. (Las grandes especies con una tasa natural baja de mortalidad pueden sostener unas tasas mucho menores de extracción que las pequeñas, y que otras especies con una alta mortalidad).

La experiencia ha demostrado (Conferencia Mundial de la FAO sobre Ordenación y Desarrollo Pesqueros, 1984) que las principales ventajas económicas que derivan de las capturas de recursos silvestres provienen de lograr que la capacidad de captura no supere la capacidad del recurso de mantenerla al propio tiempo que se reproduce. Al mismo tiempo, el reducir los costos y desechos durante las fases de captura, transformación y transporte, el asegurar la sustitución de los productos importados por los disponibles a nivel local, el elevar al máximo el valor de los productos transformados y el reducir los gastos innecesarios de capital en buques de pesca y otros excedentes de equipo ajustándolos al rendimiento económico potencial, son objetivos todos ellos que rinden grandes beneficios económicos a la larga. La experiencia ha demostrado también que ni las tasas óptimas de captura físicas (RMS) o económicas (RME) constituyen “metas” del desarrollo, y que en realidad el único punto “superestable” del sistema es cuando el gasto en capturas se equipara al rendimiento económico de la pesca; es decir, una situación de renta cero. Es evidente, por lo tanto, que una capacidad activa de investigación y seguimiento de los recursos y una capacidad asociada de control y vigilancia son elementos indispensables de una sana ordenación pesquera.

La fijación de objetivos para el desarrollo y la ordenación pesquera deben basarse sobre todo en una evaluación de los recursos pesqueros de que se disponga, en la capacidad de los sectores primario y secundario, en los mercados a los que hay que servir y en el marco socioeconómico en el que ha de lograrse ese desarrollo, sobre todo en la repercusión de cualquier nuevo avance para los pescadores tradicionales. A veces, los objetivos son múltiples y no siempre compatibles, y tal vez hayan de hacerse elecciones difíciles; por lo tanto, es importante que los objetivos sean explícitos y que se esclarezcan sus respectivas ventajas. Por otro lado, como las condiciones en las que se administran las pesquerías son dinámicas, los objetivos que resultan adecuados en una fase tal vez no lo sean tanto en una posterior; de ahí que haga falta una evaluación periódica de la validez de los objetivos. Las dificultades que supone el fijar el esfuerzo o la captura admisible total de pesca obedecen entre otras cosas a la variabilidad del recurso y al efecto de la presión pesquera que sobre él se ejerce, así como a la dificultad respectiva de controlar y/o hacer cumplir el esfuerzo o captura admisible total de pesca, especialmente si otras flotas pesqueras (extranjeras) están explotando el recurso de que se trata.

La ordenación pesquera debe concebirse y entenderse no como una limitación a la explotación racional (es decir, al desarrollo sostenible) sino como un instrumento esencial al respecto. Sm embargo, sólo es de esperar que se tenga éxito si, aparte de una definición atenta de los objetivos arriba mencionados, las autoridades que tienen como misión el tratar de conseguir esos objetivos (es decir, de administrar la pesquería) tienen unas líneas de responsabilidad y funciones bien definidas, y actúan en estrecha cooperación y comunicación con el sector pesquero.

4.2 Prácticas pesqueras destructivas y pesca excesiva

4.2.1 Efectos de los artes de pesca en el ecosistema

Las operaciones de arrastre y dragado pueden afectar al entorno marino al destruir, por ejemplo, organismos de los lechos marinos y de zosteras a causa de la perturbación mecánica y el entarquinamiento. Las técnicas ilegales de pesca como el empleo de dinamita o de productos químicos para capturar peces de arrecife también perjudican el hábitat (Alcalá et al., 1987; Maclean, 1988). Son problemas que han de afrontarse mediante leyes que se cumplan en el mar e ilustrando a los pescadores sobre las consecuencias negativas a más largo plazo que conlleva el empleo de métodos destructivos de pesca.

La pesca intensiva modifica la abundancia, la estructura por edades, la composición de las especies y las posibilidades de reproducción de las poblaciones ícticas. La explotación moderada elimina ejemplares viejos y de lento crecimiento y reduce la abundancia de los grandes depredadores, aumentando, por lo tanto, la productividad, y por ende el rendimiento sostenible, de las poblaciones remanentes. La explotación intensa puede determinar la “extincion comercial” de clases maduras más viejas y de especies grandes y de lento crecimiento en general. Aunque son poquísimos los casos demostrados de extinción real de especies sólo por la pesca, la pesca intensiva reduce la diversidad genética de las especies que son objeto de ella.

El hecho de que los artes y métodos de pesca tengan como meta general un tamaño comerciable del pescado, en algunas pesquerías no ha impedido la captura y el descarte de grandes cantidades de especies y tamaños que, con ulteriores avances, podrían comercializarse como fuente valiosa de proteína. En estos últimos años, la preocupación general por el llamado “problema de las capturas incidentales” se ha volcado especialmente en la captura intencional o incidental o en el atrapamiento de los mamíferos, aves y tortugas marinas a causa del empleo de redes de pesca o su captura incidental o la pérdida o descarte de redes de pesca: la llamada pesca “fantasma” (Breen, 1989). Hay que aspirar a reducir esas capturas incidentales al mínimo, mejorando el diseño de los aparejos y las prácticas de pesca. Los materiales sintéticos para las redes no se rompen; además, este tipo de redes puede seguir atrayendo y atrapando a peces que se acerquen para alimentarse de los que han quedado capturados en ellas. En efecto, el nivel de los descartes mundiales (Alverton et al., 1994), que se estima en 27 millones de toneladas, constituye una proporción importante de la captura marina global.

Sin embargo, la pesca con redes de arrastre, deriva y cerco, aún cuando se realice con artes mejorados y de forma responsable, capturará inevitablemente pequeños números de especies no pretendidas. Algunos tipos de artes de pesca no pueden sustituirse fácilmente ni siempre pueden modificarse convenientemente para ajustarse a criterios excesivamente rigurosos. La aplicación de unas normas excesivamente restrictivas puede, por lo tanto, dar lugar a que desaparezcan muchas modalidades de pesca comercial, tanto en gran escala como artesanal. Si en realidad pueden reducirse notablemente los problemas mediante una reducción del esfuerzo de pesca o de las áreas/temporadas de pesca, en la aplicación de esas medidas de conservación han de tenerse en cuenta las dificultades que así se crean a las poblaciones ribereñas humanas en general y a las comunidades pesqueras en particular, especialmente en los países en desarrollo.

4.2.2 Ampliación de la flota y sobrecapitalización

En estas últimas décadas se ha registrado una gran expansión geográfica del radio de acción de las flotas pesqueras, que incluso antes de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar faenaban en todos los mares del mundo (FAO, 1992e). En el mismo período, los países ribereños en desarrollo han visto como sus recursos marinos silvestres eran explotados primeramente por flotas extranjeras de gran radio de acción y, últimamente, por flotas nacionales, a veces mediante empresas conjuntas entre Estados ribereños y países pesqueros situados a gran distancia. Independientemente de la estrategia de explotación que se aplique, elemento indispensable del régimen pesquero nacional es un sistema de vigilancia de los recursos. La experiencia ha demostrado que la explotación intensa no sólo fomenta el predominio de un empleo menos ineficaz de equipo especializado para capturar y elaborar el pescado. Equipo que muchas veces han de comprarlo los países en desarrollo empleando divisas fuertes. De ahí que el desarrollo no controlado perjudique los ingresos netos por exportación y las reservas de divisas, al propio tiempo que aumenta la inestabilidad de los recursos marinos. Puede mantenerse una base sana de los recursos controlando rígidamente el desarrollo de la flota. Cabe señalar que unos costos elevados de funcionamiento (de combustible, etc.), puede suponer teóricamente un freno para unas inversiones en exceso. En cambio, las subvenciones de combustible para las actividades pesqueras marinas suelen tener efectos negativos contrarios en la base de recursos y reducir las opciones que hay para un desarrollo sostenible.

4.3 Recuperación de las poblaciones tras una sobreexplotación

La capacidad que tiene un recurso marino de recuperar su abundancia anterior cuando cesa su explotación durante un período de medio a largo plazo es algo generalmente admitido. Por ejemplo, tras las dos guerras mundiales, en que cesó la pesca en el Mar del Norte, se demostró justificada en gran parte esta hipótesis (Beverton y Holt, 1957). Ha habido también una gran recuperación últimamente de la anchoa del Perú, tras su colapso debido a una pesca intensa y a los cambios medioambientales de los años ochenta. La influencia ambiental parece jugar un papel predominante en los recursos dentro de las zonas de corrientes ascendentes o afloramientos en que las fluctuaciones de las poblaciones son naturalmente elevadas. Hay que tener presente que, para muchos peces pelágicos pequeños, sobre todo las sardinas y las anchoas, los efectos de estos cambios periódicos sobre las características favorables del medio ambiente persisten incluso cuando varía la abundancia absoluta de por sí, como puede suceder con una pesca intensiva. De ahí que la capacidad de recuperación de una población tras una explotación excesiva tal vez no pueda explicarse simplemente por la reducción de la presión pesquera, sino que pueden requerirse también unas condiciones medioambientales favorables.

En cambio, en el caso de algunas comunidades biológicas tropicales complejas, una pesca intensa puede modificar radicalmente la composición de las especies, y no es tan cierto que, al menos a corto plazo, sea probable la reversibilidad de las comunidades que han sufrido la degradación. Por ejemplo, la eliminación de los peces que viven en los arrecifes coralinos o en la escorrentía de las aguas residuales de las playas puede dar lugar a su recubrimiento con algas y a la muerte de los corales vivos que aportan el sustrato necesario a los peces de los arrecifes. Puede que no se produzcan inmediatamente inversiones en esta tendencia a corto plazo cuando se eliminen los efectos perjudiciales.

4.4 Pesca responsable

4.4.1 Consideraciones generales

La observación general más fiable dentro de la teoría de la pesca parece ser la de que, con un acceso ilimitado a los recursos y a los caladeros, se da una situación de “auge y caída”, con períodos de explotación excesiva, producidos por unas inversiones sin control alguno en las flotas, y luego un fuerte agotamiento, que acaba haciendo que los buques se desplacen a otras pesquerías o se retiren, para luego producirse una recuperación de la población (como es de esperar) que dé paso a otro ciclo de inversiones. En la Figura 10 aparecen algunas de las características de esta secuencia de acontecimientos. Desde luego, la posibilidad de este fenómeno “cíclico” tiene graves repercusiones para el recurso, la industria pesquera y las comunidades que de él dependen. Tal vez afortunadamente para muchos recursos vivos, la tasa de captura “crítica” que se correspondía hasta ahora con un rendimiento económico “crítica”, especialmente en un período de aumento de los costos de combustible, ha sido a menudo lo bastante baja para permitir una recuperación de la población. Hay dos factores contrastantes que ponen en peligro actualmente la posibilidad de lograr una utilización óptima de los recursos: el aumento de las poblaciones ribereñas, con sus necesidades y su repercusión en el medio ambiente costero; y las nuevas mejoras tecnológicas, el abaratamiento de los combustibles, de los buques y de su equipamiento. Unas redes mayores y más eficaces, unos buques más marineros, con equipo para ubicarse mejor y localizar el pescado, permite que se alcance este punto crítico económico en que la pesca deja de ser rentable a niveles progresivamente inferiores de abundancia de recursos. Estos efectos, en gran parte no documentados, ponen en peligro las posibilidades de renovación de muchos recursos y acentúa la necesidad de un riguroso control de la ordenación, un seguimiento de los cambios tecnológicos y la asignación concreta de derechos de acceso.

Para una estrategia de capturas óptimas que pueda aplicarse a los recursos “silvestres” se requiere un reajuste constante basado en el seguimiento y la investigación en una variedad de campos, estrategia que sólo es posible, sostenible y ecológicamente razonable, a un nivel de capturas que rinde mucho menos del máximo que el recurso puede dar durante la primera década de pesca incontrolada. Los conocimientos que poseemos sobre la composición por edades de las flotas pesqueras (p. ej., véase Caddy, 1993b) permite pensar que unas inversiones constantes en la capacidad de las flotas de año en año pueden ser menos características que “los impulsos” de nueva capacidad de flota que se suma a una pesquería a breve plazo, lo que complica considerablemente la ordenación y contribuye a una situación de falta de equilibrio.

Otro aspecto práctico del desarrollo sostenible es la aplicación de artes y métodos de pesca más selectivos. Los pescadores no gustan de capturas incidentales de pescado no comerciable o de tamaño muy pequeño o de especies no deseadas (aves, mamíferos), pero los artes y métodos de pesca raras veces son plenamente selectivos, por lo que los pescadores tiran al mar lo que no pueden vender. Por ejemplo, las capturas incidentales de la pesca de arrastre del camarón superan por sí solas probablemente los cinco millones de toneladas anuales (Alverson, et al., 1994).

Los avances técnicos en los artes y métodos de pesca dan lugar con mucha frecuencia a un derrumbe de los sistemas tradicionales de ordenación a los que no han sustituido satisfactoriamente los sistemas modernos. Para la consecución de un desarrollo sostenible es de vital necesidad asignar el espacio y los recursos marinos apropiados, con una participación comunitaria directa en la toma de decisiones.

La Conferencia Internacional sobre Pesca Responsable (Cancún, México, mayo de 1992; FAO, 1992c) aprobó la Declaración de Cancún. Esta Conferencia, entre otras cosas, pidió a la FAO que preparara un Código Internacional de Conducta para la Pesca Responsable, teniendo en cuenta para ello dicha Declaración. Los elementos principales de este Código fueron debatidos en la Consulta técnica de la FAO sobre la pesca en alta mar y se presentan en el documento FAO, 1993c; probablemente abarcarán los siguientes puntos: operaciones pesqueras (p. ej., despliegue de buques y artes de pesca, reglamentos para la navegación, marcado de buques y artes, transbordo de capturas, certificación y adiestramiento de la tripulación, patrulla y protección de la pesca, abanderamiento); ordenación pesquera; comercio de pescado y productos pesqueros (insistiendo en la importancia de armonizar las medidas ecológicas con el incremento al máximo del comercio); investigación pesquera (véase sección 6 infra); fomento acuícola (con especial atención a la relación entre el cultivo y el medio ambiente natural y sus recursos silvestres); y la inclusión de las pesquerías costeras en los planes de ordenación integrada de las zonas costeras (en el Anexo V aparecen algunos fragmentos del texto de la Declaración de Cancún).

Importa señalar que la cuestión y la necesidad del referido Código de Conducta se plantearon por primera vez en el 19° período de sesiones del Comité de Pesca de la FAO (Roma, abril de 1991), y la Consulta técnica de la FAO sobre la pesca en alta mar (Roma, septiembre de 1992) hizo suya la propuesta de elaboración de dicho Código; ya están apareciendo algunos esquemas preliminares al respecto (FAO, 1995a).

Figura 10

Figura 10. Fases de un ciclo “pesquero” idealizado para un recurso de acceso libre, en el supuesto de unos períodos sucesivos de inversiones en capacidad de captura, esfuerzo de pesca y desembarques, biomasa y reclutamiento consiguiente y tamaño medio de los desembarques (tomado de: Caddy, 1984)

La reglamentación de las especificaciones de los artes de pesca y el cumplimiento del tamaño mínimo permisible de ejemplares de peces en las capturas de las especies-objetivo, pretenden obligar a los pescadores a modificar el tamaño de malla y a utilizar artes de pesca para controlar las tallas capturadas, pero son muy pocos los reglamentos, si es que los hay, que se refieran expresamente a la selectividad de los artes de pesca para las distintas especies. Es urgente seguir investigando unos artes de pesca más selectivos por lo que respecta a las especies así como a las tallas, y un mejor conocimiento de las áreas y épocas apropiadas en las que se reduzcan al mínimo las capturas incidentales no deseables.

Algunos Estados han establecido ya leyes para controlar los métodos de pesca y para hacer obligatorios en algunos tipos de aparejos de pesca artificios de escape o fuga. Lo cual ha dado lugar muchas veces a conflictos entre pescadores, autoridades y el público, pero es importante y necesita de mayor apoyo el desarrollo ulterior de dispositivos de escape para los peces pequeños, y la utilización de componentes biodegradables en los artes para así evitar “la pesca fantasma” por redes o trampas perdidas. Para evitar el abandono ilícito de redes averiadas, se están desarrollando métodos para el marcado de los filamentos, lo que permitiría llegar a la procedencia de la red.

Los recursos pesqueros contribuyen a la seguridad alimentaria nacional al pretender los Estados ribereños obtener una producción de suministros suficientes, de calidad adecuada, para asegurar una vida sana a sus poblaciones. El pescado en la alimentación de personas que viven en muchos países en desarrollo suele tener una importancia decisiva para su nutrición, y las poblaciones ribereñas pueden obtener del pescado gran parte de su ingesta de proteínas animales (FAO, 1991a, 1995c, 1995d). Así ocurre especialmente en Asia, donde más de mil millones de personas dependen fundamentalmente del pescado para sus proteínas animales. El consumo mundial de productos pesqueros es muy variable, y las cifras medias son relativamente poco significativas, pero como la oferta es comparativamente constante y los precios aumentan por lo general en los países industrializados, cabe prever un aumento de la corriente de pescado desde los países en desarrollo a los países desarrollados en el futuro (FAO, 1993b). Esto tendrá graves consecuencias pues se piensa que el consumo de pescado aporta beneficios a la salud como suplemento a una alimentación baja en proteínas, permitiendo concretamente el desarrollo normal de niños que dependen por lo demás de una alimentación a base de carbohidratos. Muchos países en desarrollo importan grandes cantidades de pescado elaborado empleando divisas fuertes, y si se aplicara una política de sustitución de las importaciones a base de productos pesqueros locales de que se disponga dentro de la ZEE nacional, junto con una mayor valoración de los recursos pesqueros nacionales y la dedicación de un mayor esfuerzo a su ordenación, se tendrán efectos positivos sobre su economía, independientemente de que el pescado se emplee para alimentación o para su exportación.

Se ha previsto que el déficit de producción de pescado para el año 2000 será por lo menos de unos 20 millones de toneladas, sin tener en cuenta aquí la posibilidad del colapso de muchas pesquerías que actualmente aportan gran parte de la producción mundial y que son actualmente explotadas de lleno o incluso excesivamente (FAO, 1993g, 1995c). Las consecuencias de un colapso en la producción pesquera consistirían en un probable aumento de los precios reales de los productos del mar pero, lo que es todavía mucho más importante, tendrá repercusiones enormes para las vidas de millones de los habitantes pobres; esto limita considerablemente las opciones que se ofrecen a la ordenación de los recursos acuátios. Este déficit a que nos hemos referido no tiene en cuenta la transformación actual de aproximadamente una cuarta parte de la producción marina mundial (especialmente la de pequeños peces pelágicos) en harina para piensos; una cantidad análoga al déficit previsto en “el pescado para consumo humano”. Esta transformación del pescado en harina refleja la demanda consolidada de pescado para pienso y las dificultades de manipulación y comercialización de grandes volúmenes de muchas especies pelágicas pequeñas para consumo humano. No obstante, el empleo extensivo de proteínas animales para alimentación del ganado constituyen una pérdida considerable de proteína asililable para la alimentación human; el ulterior desarrollo y transformación de pesqueños peces pelágicos para alimentación humana aliviaría la suerte de los más pobres y aumentaría por lo general el rendimiento económico que su pesca a los pescadores.

Por lo que respecta a los efectos de la demanda comercial en el desarrollo sostenible y la conservación de los recursos, la existencia de demanda de un recurso, la información sobre su disponibilidad y la falta de limitaciones sobre su comercialización e intercambio, son todos ellos factores positivos que estimulan el desarrollo sostenible en los sectores industrial y arícola. Ahora bien, en la explotación de recursos naturales renovables, a falta de un sistema de ordenación las presiones que se ejercen para entrar en las pesquerías dan lugar a un exceso de esfuerzo de pesca. Por consiguiente, si no está establecido un marco de ordenación de los recursos, todos estos factores, que por lo demás son positivos, podrían favorecer sin pretenderlo el colapso de una población. la transición del empleo tradicional de los sistemas naturales a un aprovechamiento industrial sin control alguno constituye un período peligroso para los Estados ribereños que utilizan recursos “silvestres”, como también se ha podido observar en el sector forestal y en el de productos madereros.

Los sistemas políticos centralizados y las economiás orientadas al mercado puedn dar lugar, ambos, a una explotación excesiva de los recursos de los sistemas naturales, pero por motivos basante diferentes. la eficacia de un sistema de mercado libre deriva del hecho de que reduce al mínimo los conocimientos necesarios para la toma de decisiones económicas eficaces, por razón de que cada eslabón de la cadena de individuos que va de la produción al consumo debe quedar en libertad para seguir su propio interés. Sin embargo, esto diluye la responsabilidad en lo tocante a los efectos colaterales de la explotación de los recursos en general y por los efectos sobre el medio ambiente que pueden darse en el extremo de la producción (p. ej., pesca excesiva) o en el de consumo (p. ej., contaminación). En cambio, los sistemas centralizados eliminan la responsabilidad individual y local por las decisiones tomadas y debilitan el control local y la preocupación por el medio ambiente. Diríase, por lo tanto, que la necesidad de un control general de las condiciones o normas en las que se verifica la explotación de los recursos marinos es algo independiente del marco político concreto que se aplique.

Parece importante que en el futuro las limitaciones al acceso y a la extracción no estén dictadas exclusivamente por el valor comercial y la demanda, especialmente por parte del mercado mundial, que cada vez es menos probable que vaya a quedar saturado en lo que respecta a muchos productos pesqueros. El efecto negativo que una demanda elevada puede tener en la situacion de los recursos interesa especialmente a los países en desarrollo, donde existen escasos controles sobre acceso y extraciones. En este caso, la poprtunidad de proporcionar un “valor añadido” mediante la elaboración, el control de la calidad y una comercializacion compleja, deben servir para reducir la exprtación incontrolada de productos primarios, que reflejan sólo una fracción de su eventual valor al por menor en los mercados de los países desarrollados. Desde luego, los ingresos de divisas constituyen una gran prioridad para los países en desarrollo, pero en un sano cáculo debe incluirse la consideración de la seguridad alimentaria y el costo de sustitución de los recursos nacionales de proteína. Tenemos un ejemplo en la tendencia a unas capturas de gran intensidad de pescado inservible o “morralla” para alimentación de camarones en áreas que antes proporcionaban un pescado muy diverso y de alto valor unitario para los mercados locales a base de una pesquería artesanal de baja intensidad y diversificada.

La demanda comercial se ha visto también reforzada notablemente por el considerable crecimiento de muchas poblaciones humanas, por su tendencia a desplazarse desde zonas rurales y agrícolas a grandes cicudades (cada vez mayores) y, concretamente, a las zonas ribereñas. Son movimientos que siguen estando en gran parte incontrolados y que ejercen una gran tensión sobre los recursos marinos (y muchas veces sobre otros), que se siguen todavía considerando en gran parte como bienes comunes con acceso libre y gratuito, todo lo cual resulta agravado a menudo por unas presiones humanas sin control alguno sobre los entornos acuáticos en general.

4.4.2 El enfoque precautorio

1.EL ENFOQUE PRECAUTORIO PARA LA PESCA Y LA CARGA DE LA PRUEBA
11.Dentro del marco trazado en el Artículo 15 de la Declaración de Río de la CNUMAD, el enfoque precautorio para la pesca reconoce que los sistemas pesqueros son lentamente reversibles, poco controlables, no bien comprendidos y supeditados a la variación de los valores humanos.
12.El enfoque precautorio lleva consigo la aplicación de una previsión prudente. Habida cuenta de las incertezas que existen en los sistemas pesqueros y de la necesidad de actuar con una información incompleta, requiere en particular:
  a. la consideración de las necesidades de generaciones futuras y el evitar cambios que no son virtualmente reversibles;
b. la identificación previa de resultados no deseables y de medidas que los eviten o los corrijan inmediatamente;
  c. que se inicen sin dilación las medidas correctivas necesarias y que éstas consigan inmediatamente su objeto en un período de tiempo que no supere las dos o tres décadas;
  d. que, cuando sea incierto el efecto probable del uso de recursos, se dé prioridad a la conservación de la capacidad productiva del recurso;
  e. que la capacidad de aprovechamiento y elaboración se corresponda con los niveles sostenibles estimados de recursos, y que se restrinjan ulteriormente los aumentos de capacidad cuando sea muy incierta la productividad de los recursos;
  f. todas las actividades pesqueras deben tener una autorización previa de la administración y estar sujetas a un examen periódico;
  g. el establecimiento de un marco jurídico institucional para la ordenación pesquera, dentro del cual se instituyan planes de ordenación para la puesta en práctica de los puntos ulteriores, y
h. una distribución apropiada de la carga de la prueba ateniéndose a las exigencias arriba indicadas.
13.Los conceptos clave en los debates hasta ahora habidos sobre el enfoque precautorio han sido la carga de la prueba y el tipo de ésta (es decir, la responsabilidad de aportar las pruebas pertinentes y fijar los criterios que han de emplearse para juzgarlas). Muchas veces, se ha considerado que el enfoque precautorio exige una inversión de la carga de la prueba, como si las acciones humanas se presumieran perjudiciales a menos que se pruebe lo contrario. Por lo que respecta a estos conceptos, se reconoce que:
  a. todas las actividades pesqueras repercuten en el medio ambiente y no conviene presumir que los efectos sean insignificantes mientras no se pruebe lo contrario;
  b. aunque el enfoque precautorio para la pesca tal vez requiera el cese de las actividades pesqueras que encierran virtualmente efectos perjudiciales graves, no quiere decir que no pueda practicarse la pesca hasta que no se hayan evaluado todos los efectos posibles y se haya asegurado que son insignificantes;
  c. el enfoque precautorio para la pesca exige que todas las actividades pesqueras se sometan a previo examen y autorización; que se establezca un plan de ordenación en el que se especifiquen claramente los objetivos de ésta y en qué forma han de evaluarse los efectos de la pesca, vigilarse y corregirse; y que se apliquen dterminadas medidas de ordenación provisionales a todas las actividades pesqueras hasta tanto se establezca un plan de ordenación, y
  d. la clase de prueba que ha de utilizarse en las decisiones relativas a la autorización de actividades pesqueras guarde correlación con el riesgo potencial que corre el recurso, al propio tiempo que se tienen en cuenta también los beneficios previstos de esas actividades. 
(tomado de FAO, 1995g)

El Principio 15 de la Declaración de Ríno de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (Río de Janeiro, 1992) declara que “Con el fin de proteger el medio ambiente, los Estados deberán aplicar ampliamente el criterio de precaución conforme a sus capacidades. Cuando haya peligro de daño grave o irreversible, la falta de certeza científica absoluta no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces en función de los costos para impedir la degradación del medio ambiente

En casos de gran incerteza sobre áreas o especies en situación crítica sobre todo, y para evitar cambios irreversibles en potencia, se ha propugnado el enfoque precautorio para condicionar el desarrollo a la demostración científica de su inocuidad. Este principio se está ahora extendiendo a la ordenación de los ecosistemas costeros (p. ej., véase García, 1994a, b; FAO, 1995g).

Aunque, a falta de datos suficientes para fijar niveles de explotación, es conveniente un enfoque precautorio, éste debiera ser, en lo posible, de tal género que fomente la acumulación de datos en los que pueda basarse un criterio de ordenación más fundamentado. La simple existencia de vínculos conocidos entre diferentes especies de la cadena alimentaria no puede ser, por ejemplo, una causa “apropiada y suficiente” para prohibir una explotación controlada que, cuando va acompañada de actividades de pesca a escala experimental y de acopio de datos a bordo bien planificados, podría proporcionar indicaciones mucho más concretas sobre los efectos tanto reales como potenciales. A juzgar por la experencia hasta ahora acumulada, los efectos de la pesca en la cadena alimentaria pueden ser muy diferentes de los previstos. Las soluciones precautorias más prácticas que hasta ahora se brindan parecen ser las de establecer una baja tasa de explotación sobre la base de puntos de referencia por debajo del nivel del RMS (p. ej., véase Caddy y Mahon, 1995), o fijar criterios para cantidades y áreas de capturas de una pesca experiemntal, durante la cual pudieran los observadores a bordo de los buques pesqueros recoger de forma intensiva datos sobre los efectos de los distintos métodos de pesca, y acopiar la información del caso.

4.4.3 Nuevas opciones para un aprovechamiento sostenible

Para los recursos marinos en su conjunto, la experiencia de estas últimas décadas sugiere que el número de recursos importantes todavía no explotados para los que son posibles pesquerías totalmente nuevas tal vez sea bastante limitado. Los calamares y los peces mesopelágicos (García y Majkowski, 1990) son los recursos principales para los que todavía tal vez haya posibilidades. Para los peces mesopelágicos, los rendimientos potenciales pudieran ser elevados, pero el rendimiento neto sobre las inversiones, dados los valores unitarios actualmente bajos, los elevados costos del combustible y el alto grado de technología pesquera requerido, tal vez no sea tan grande como dan a etender algunas proyecciones.

El potencial primordial de los peces mesopelágicos consiste en remplazar a grandes proporciones de pequeños peces pelágicos, como sardinas, espadín y anchoas, en la producción de harina de pescado, dejando libre virtualmente así a dicho pescado pelágico pequeño para su empleo directo como alimento humano. Esta posibilidad depende de que se encuentren soluciones technológicas y comerciales, lo cual es urgente, dado que la demanda de productos marinos está superando progresivamente a la oferta y está situando a las proteínas de pescado fuera del alcance de los pobres. En ese caso hay que tener en cuenta el posible efecto sobre otras especies de la cadena alimentaria marítima. Las principales oportunidades que siguen abiertas al desarrollo sostenible de la mayoría de los recursos marinos pueden estar en la reducción de los desechos (p. ej., de las capturas incídentales de peces de escama en las pesquerías del camarón en los trópicos) y en hacer posible la recuperación de recursos muy pescados para llegar a unos niveles más productivos, como está tratando ahora de hacer la nueva administración de Namibia en su zona económica exclusiva; consisten también en reforzar la calidad de los productos ícticos agregando “valor” a algunos productos pesqueros antes de su comercialización y exportación.

Otros recursos, que antes se tenían por poco explotados, comprenden el krill del Antártico, que ahora por lo visto es una especie de más lento crecimiento y de más larga vida de lo que se creía antes. Su ulterior explotación depende de que se llegue a un efecto sostenible de su pesca en otros recursos marinos vivos del Antártico que dependen de esta especie para su alimentación, aunque esto dé lugar a alguna reducción de sus niveles de población a largo plazo. Aquí, como para los recursos del alta mar, hace falta una evaluación de los riesgos en que se ponderen los posibles efectos contrarios frente a los beneficios tangibles, y la adopción de decisiones respecto de la distribución equitativa de esos beneficios. En el Atlántico norte se han planteado consideraciones análogas sobre la conveniencia de una explotación intensa de pequeños peces forraje, como los lanzones y el capelán, que constituyen un elemento indispensable para especies más valiosas como el bacalao, y para especies objeto de conservación, como algunas aves marinas (CIEM, 1994b). En ese caso hay que estudiar los requisitos explícitos de peces depredadores o de poblaciones sostenibles de mamíferos y aves marinas que se alimentan de esos recursos.

Hoy por hoy las opciones más viables para aumentar la captura mundial de peces pueden resumirse en los siete epígrafes siguientes:

  1. Nuevos recursos “silvestres:” Los grandes recursos marinos no aprovechados son muy limitados de número, y su explotación actual puede estar impedida por elementos técnicos o económicos; comprenden principalmente peces mesopelágicos, pequeños crustáceos y cefalópodos. Puede afrontarse su explotación conociendo qué conexiones tienen con otros organismos de importancia social/biológica; puede requerirse una tecnología nueva adecuada, lo que plantea problemas de transformación, comercialización y distribución equitativa.

  2. Reducción de los desechos: Se pierden grandes proporciones de capturas incidentales comestibles en las operaciones pesqueras, bien porque se rechazan en el mar (p. ej., véase Crean y Symes, 1994; Alverson et al., 1994), en los almacenes o durante su transformación y transporte. Este problema se presta con las máximas posibilidades a la aplicación inmediata de una tecnología apropiada en todos los sectores. Otro aspecto de la reducción de desechos de importancia económica se refiere a la utilización de buques de pesca que economicen combustible (p. ej., véase Buxton y Robertson, 1989).

  3. Eliminación del despilfarro de recursos financieros: Aquí se oferce tal vez la mayor posibilidad de todas, dado que el rendimiento pesquero (material y económico) baja por encima de un nivel muy limitado de inversiones. Con sistemas de regulación del esfuerzo mediante licencias limitadas de buques podría en teoría resolverse este problema, pero para ello se requiere una intervención costosa de los gobiernos en el seguimiento, investigación, control y vigilancia. Con unos sistemas de asignación de derechos de pesca a las comunidades y/o al sector privado será posible conseguir una eficacia económica (p. ej., véase Gimbel, 1994), y permitiría poner remedio jurídico por las infracciones de los derechos de los usuarios a causa de una pesca excesiva o por la contaminación. Cabría señalar que lo ideal sería que algunos recursos financieros que queden libres al no hacer inversiones excesivas en el sector de las capturas, se dedicasen al mejoramiento de las poblaciones, rehabilitación del hábitat y a métodos tecnológicamente perfeccionados de seguimiento, control y vigilancia.

  4. Fomento del desarrollo comunitario que puede dar lugar a una diversidad de productos: Un reparto más equitativo de los beneficios derivados de la explotación de los recursos marinos en el marco de un acceso limitado contribuirá al bienestar de las comunidades ribereñas y favorecerá la diversificación de productos y el aprovechamiento de los recursos. El ejemplo de las pesquerías ribereñas japonesas de base comunitaria demuestra que se trata de un objetivo viable y conveniente, que pondrá el acento en los buques de pesca artesana dotados de una buena tecnología (Nagasaki y Chikuni, 1989).

    El desarrollo de recursos de base comunitaria, con unos derechos individuales que reverterían a la postre en la comunidad y que se reasignarían en proporción a los rendimientos potenciales, fomenta una combinación adecuada del empleo de recursos marinos y de actividades de base terrestre como la piscicultura en pequeña escala, la pesca deportiva y el ecoturismo.

  5. Rehabilitación de ecosistemas degradados y de recursos agotados: Su restablecimiento hasta conseguir su potencial económico pleno será costoso, pero dará grandes rendimientos económicos. Será indispensable en el caso, por ejemplo, de mares semicerrados, lagunas, estuarios, arrecifes y manglares, y requerirá que otros sectores de la economía también intervengan, y que se controle todo tipo de descarga proveniente de las CCM continentales en las aguas costeras.

  6. Acuicultura marina: El potencial de este sector en las aguas marinas costeras y de mares locales cerrados ya no se contempla tanto como una panacea en estos últimos tiempos; la degradación de esas aguas y sus efectos en unos niveles elevados de población se han dejado sentir desfavorablemente. Su importancia en relación con la seguridad alimentaria aumentando los rendimientos ícticos no es ilimitada, dado que la mayoriá de los peces marinos de escama que actualmente se crían son depredadores y transforman las harinas de pescado y otras harinas ricas en proteínas para los peces cultivados. Esto no vale para los moluscos que se alimentan de plancton y de detritos como los mejillones, o para los algas marinas (Doty et al., 1987), cuyo cultivo ofrece grandes posibilidades si pudieran hallarse mercados para esos productos.

  7. Empleos no explotadores: El creciente interés despertado por el medio ambiente marino y sus recursos vivos puede dar lugar a beneficios económicos por ecoturismo, parques marinos y actividades acuáticas. Esto hará que tengan gran demanda los entornos no contaminados y localmente primitivos, como los contenidos por ejemplo en reservas de la biosfera (p. ej., véase Batisse, 1990).

    Cabe sugerir también aquí algunas posibilidades futuristas que están comenzando a surgir de investigaciones tecnológicas y científicas actuales. Muchas no están comprobadas y requerirán una rigurosa experimentación de fiabilidad, con especial atención al análisis de costos—beneficios económicos antes de su aplicació n en gran escala.

  8. Mejora de la productividad: La “siembra” de zonas mar adentro con nutrientes como el hierro que limitan actualmente la productividad marítima fomentará el crecimiento de fitoplancton y la productividad biológica. Análogamente una moderada fertilización de las costas puede aumentar los rendimientos. En esos casos, tras una atenta evaluación, estos mecanismos pudieran traducirse en un rendimiento aprovechable y pudieran ayudar a fijar el carbono de la atmósfera, contribuyendo así a la reducción del efecto invernadero.

    Las fajas marinas que se forman en alta mar a causa, por ejemplo, de los sistemas de Conversión de la energía térmica de los mares (OTEC) (GESAMP, 1984a, b; Avery, 1994) podrían estimular la productividad marítima cerca del punto de evacuación, además de aumentar los suministros energéticos. La evacuación de determinados desechos biodegradables lejos de las plataformas continentales podría tener efectos similares y reducir posiblemente la eutroficación costera.

  9. Acuicultura de altura: Se está desarrollando ahora la tecnología para la práctica de la acuicultura en alta mar. La limitación principal es aquí también la de la alimentación. Algunos experimentos que se están realizando para el aprovechamiento de la formación de algas en estructuras suspendidas en aguas marinas han sugerido que en esas estructuras podrían criarse organismos herbívoros comerciales (p. ej. cangrejos).

  10. Biotecnología: La biotecnología y la explotación creciente de la diversidad biológica y los recursos genéticos son aplicaciones que están apenas comenzando pero que encierran la posibilidad de dar una gran contribución económica.

  11. Grandes arrecifes artificiales: Se ha experimentado, con diversos grados de éxito, la posibilidad de aumentar el rendimiento de especies valiosas de arrecife aumentando el relieve superficial (la rugosidad) de áreas de la plataforma continental (CGPM, 1990). Queda por ver si económicamente es viable ampliar esas estructuras sobre grandes áreas de la plataforma y el grado en que incrementa la producción. Esta aplicación sólo seráa económicamente interesante si se conceden derechos específicos de uso.


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