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Editorial

Las poblaciones que dependen de los bosques

En última instancia, todos los seres humanos dependen de los bosques. Sin los productos y servicios que proporcionan árboles y bosques, no existiría la vida en la tierra tal como se la conoce. Para la mayor parte de la población mundial, la relación de dependencia con los árboles y bosques es algo lejano o nebuloso. Las personas viven cada vez más en las ciudades, por lo que pueden llegar a olvidar el vínculo que existe entre el ambiente natural y los bienes y servicios derivados de los recursos renovables.

Sin embargo, un porcentaje importante de la población mundial tiene una relación directa con los bosques y los árboles. En todas las regiones del mundo hay comunidades que viven en zonas boscosas o cerca de ellas y dependen de los bosques para obtener su sustento. En el presente número de Unasylva se examinan algunas de las cuestiones relacionadas con la población que vive en los bosques y depende de ellos, y en particular su participación en la ordenación forestal sostenible.

La expresión «habitantes de los bosques» hace pensar en pueblos indígenas que viven física y culturalmente aislados en lo más profundo de los bosques. Esta imagen se complementa a menudo con la del «buen salvaje» que vive en perfecta armonía con el medio ambiente pero en condiciones primitivas, como un niño que no puede cuidar de sí mismo. Por supuesto, esta imagen no corresponde a la realidad. Gracias a sus relaciones con la tierra, las poblaciones indígenas suelen tener un amplio conocimiento de muchos aspectos de la ordenación de los recursos naturales. Estos usuarios de los productos forestales han establecido sus propias reglas, adaptadas a las condiciones locales y aceptadas por todos, sobre el aprovechamiento de los bosques. Se ha demostrado que el apoyo a estos grupos, legitimando su función como buenos administradores de los bosques, es una estrategia eficaz para conseguir una ordenación forestal sostenible.

En los tres primeros artículos del presente número de Unasylva se examinan diferentes poblaciones indígenas que viven en los bosques. En el primero, una adaptación de los estudios de R. Bailey, S. Bahuchet, B. Hewlett y M. Dyson, se describe la vida de los pigmeos del Africa central. Merece destacarse la relación mutuamente beneficiosa que han establecido desde hace tiempo con los agricultores vecinos, en claro contraste con la idea de unas poblaciones indígenas que viven aisladas en los bosques. En el segundo artículo, de J. Dubois, se estudian los usos que hacen los indígenas y otras poblaciones ribereñas del Amazonas de los productos forestales madereros y no madereros. El tercer artículo, de L.-A. Baer, se centra en los saami, que viven en los bosques del círculo ártico y se dedican al pastoreo de renos. Se estudian los efectos de la silvicultura industrial y los cambios en el uso de la tierra sobre el estilo de vida de los saami.

Cuando se trabaja con poblaciones que viven en los bosques y dependen de ellos, es necesario tratar de comprender sus opiniones sobre la naturaleza que les rodea. M. Sow y J. Anderson presentan los resultados de un estudio realizado en Malí acerca de los conceptos y la clasificación tradicional de las tierras boscosas de las poblaciones locales con el fin de fomentar su participación en la ordenación prevista de la reserva forestal de los montes Mandingues, cerca de Bamako.

En el artículo de K. Andersson y H. Ortiz-Chour se ofrecen dos ejemplos de América Latina que ilustran cómo el Programa bosques, árboles y población de la FAO está estudiando nuevas posibilidades de colaborar con las comunidades que viven en los bosques. El primero se refiere a una experiencia de cooperación técnica con un grupo indígena que vive en las orillas del río Chapare, en Bolivia, mientras que el segundo concierne al proceso de consultas con grupos indígenas de América Central que culminó en el Cuarto Congreso Forestal Centroamericano de 1995.

En los dos artículos siguientes se examinan dos casos en los que se está promoviendo la participación de grupos indígenas con miras a mejorar sus condiciones de vida y al mismo tiempo asegurar la sostenibilidad de los recursos renovables. M. Colchester analiza algunas cuestiones fundamentales relacionadas con las poblaciones indígenas y la ordenación de zonas protegidas, señalando la necesidad de integrar a la población local en todas las fases del proceso, en lugar de considerarla exclusivamente como una fuente de mano de obra a bajo costo. K. Moran describe los intentos realizados para que comunidades que viven en los bosques y que poseen un amplio conocimiento de las plantas medicinales participen más equitativamente en los beneficios derivados de la elaboración de medicinas comerciales a partir de fuentes naturales.

Un análisis de las poblaciones que viven en las zonas boscosas y dependen de ellas sería parcial si sólo incluyera a las comunidades indígenas, por lo que los dos artículos finales del presente número amplían esta perspectiva. R. Morandini describe la Magnifica Comunità di Fiemme, comunidad forestal de los Alpes italianos que lleva administrando desde hace casi 1 000 años el patrimonio forestal como un recurso de propiedad común. Por último, R. Robson estudia la influencia de la política forestal del gobierno del Canadá sobre la evolución de las comunidades industriales que dependen de los bosques desde 1880 hasta la actualidad.


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