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PROLOGO

Con este estudio se completa por el momento una serie de tres trabajos analíticos realizados por la FAO sobre una experiencia mexicana en comunicación para el desarrollo rural. Cubren, entre los tres, un arco de tiempo de veinte años. Veinte años de un esfuerzo sostenido, complejo y cambiante, emprendido por el Gobierno de México para estimular la participación de los campesinos y otros actores del desarrollo mediante ejercicios locales, regionales y nacionales de comunicación. Ese esfuerzo fue asistido en su mayor parte por la unidad de la FAO ocupada de la innovación metodológica y técnica en materia de comunicación rural.

Junto a los beneficios concretos obtenidos de la actividad de comunicación, un buen número de lecciones han podido extraerse. Los estudios de caso dan cuenta de los más salientes de unos y otras. La propia elaboración de los trabajos analíticos fue, en su momento, sacudida por la fuerza de la experiencia. En efecto, el segundo estudio tiene, como pocos en su clase en el mundo, la curiosa característica de mostrarse como resultado de una coautoría, entre un consultor internacional altamente especializado y reconocido... y un campesino de El Olímpico, pequeña aldea rural localizada en el sur de Tamaulipas.

Era por entonces tan significativa la voluntad de participación y de diálogo en torno a los hechos del desarrollo local y regional, que pareció natural a los coautores compartir la descripción de una experiencia, su análisis detallado y la selección de las principales conclusiones y perspectivas.

Los últimos veinte años en la experiencia política, institucional, económica y social de México han sido notables. En su transcurso el país ha vivido momentos de auge y crecimiento, y sufrió crisis económicas y políticas consideradas entre las más severas de la historia moderna de la nación. Por el tamaño de su economía, pero especialmente por la fuerza de sus culturas, la historia mexicana de las últimas décadas ha sido motivo de interés y apasionado seguimiento en todo el mundo. Parte significativa de esa historia, no siempre sobresaliente ante la consideración pública, se desenvolvió en los territorios rurales, desde los ásperos desiertos del noroeste hasta las muy húmedas planicies costeras del sureste, pasando por gigantescas cañadas que fluyen desde la meseta central donde antiguamente se asentó México-Tenochtitlán hacia el Golfo de México.

Durante buena parte del siglo XIX y la primera mitad de este siglo que termina, el campo produjo suficiente alimento para una nación que crecía en número de habitantes y en niveles de industrialización. Produjo materias primas y hortalizas y frutales para la exportación, contribuyendo en gran medida a pagar la factura de importaciones de bienes de capital, tecnología y bienes intermedios durante décadas. Produjo riqueza suficiente como para permitir el desarrollo de bienes y servicios públicos, por ejemplo en materia de educación, y la formación de cuadros profesionales y técnicos de muy alto nivel. No obstante períodos de declinación recientes y la pérdida de autosuficiencia en algunos rubros agropecuarios clave, el campo mexicano sigue cumpliendo hoy su papel, aún cuando las dificultades sean circunstancialmente mayores y los viejos y nuevos problemas que enfrenta el mundo rural mexicano no hayan podido resolverse en plenitud.

A fines de los años setenta, alentado por un súbito crecimiento de los ingresos por exportación de energéticos, México intentó una nueva y ambiciosa etapa de desarrollo rural en sus planicies costeras húmedas y subhúmedas. Más de diez millones de hectáreas de alto y medio potencial agropecuario constituían un horizonte promisorio para la inversión en infraestructura, servicios públicos, desarrollo tecnológico y capacitación. El Gobierno planteó el Programa de Desarrollo Rural Integrado del Trópico Húmedo y sumó a su intento una genuina aspiración a la participación de los campesinos en el proceso de desarrollo. Buscó entonces establecer o renovar un diálogo con los productores rurales, sus familias, sus comunidades y sus organizaciones. Para ello consolidó en 1979 las bases de lo que años más tarde formaría el sistema de comunicación rural PRODERITH, que en este estudio de caso se considera como uno de los más vastos y perdurables ejercicios de su tipo en el mundo.

El Programa de Desarrollo era parte de una política pública explícita. El componente de comunicación rural se definió en el interior de esa política; creció conforme aumentaba su grado de aceptación y realización entre los campesinos, y pudo ser flexible instrumento ante situaciones cambiantes en el ejercicio de esa política pública. Como toda buena política pública, PRODERITH reconoció actores diversos para su formulación, ejecución y evaluación. Se encontraron así, en situaciones muchas veces difíciles, los representantes gubernamentales, los campesinos, los investigadores, los técnicos, los servicios bancarios, las empresas de construcción de infraestructura, las de comercio y transformación, en torno a una idea concreta de participación. Quizá sea esa una de las razones por las cuales la actividad de comunicación rural pudo desenvolverse fluidamente en términos de participación, proporcionando información y conocimientos técnicos; difundiendo prácticas y experiencias; apoyando el inicio de conversaciones múltiples y haciendo perdurables sus significados, en el espacio y en el tiempo.

Quizá sea esa vinculación con una política pública el elemento central para desentrañar los éxitos, aprender de los fracasos y comprender las varias etapas por las que atravesó el sistema de comunicación rural. Por ejemplo, cuando llegó el momento de transferir la capacidad de utilización y generación de los instrumentos y materiales del sistema a organizaciones campesinas, o a las comunidades, ello fue posible porque esas organizaciones y comunidades estaban recibiendo o ya habían recibido, desde el sector público, otras transferencias, relativas a la capacidad de plantear y gestionar sus planes de mejoramiento productivo o de servicios. La transferencia de capacidades era, al fin de cuentas, el resultado observable de la participación, planteada en todos los niveles críticos del proceso de desarrollo rural.

En PRODERITH el Estado comenzaba a retirarse de la escena y asumía un nuevo rol, subsidiario de la iniciativa y las posibilidades de realización de las pequeñas o medianas empresas de campesinos, conforme éstas avanzaban desde un inicio de formulación de necesidades hasta un momento posterior de mayor control de sus relaciones con el medio ambiente físico, social y económico en que existían. Cuando la actividad de comunicación pudo ser asumida y mantenida por las organizaciones o comunidades campesinas, invariablemente se registraron situaciones avanzadas de autogestión en otros ámbitos de la vida productiva y social.

Cuando, en otros casos, se trató inútilmente de transferir unidades locales de comunicación o centros de alcance mayor, pudo por lo general advertirse que la autogestión estaba alejada, de modo general, de las posibilidades del núcleo rural en cuestión. Incluso una misma unidad de comunicación transferida pasó de momentos de éxito a períodos de fracaso, y eventualmente desapareció como actividad interna a la organización o a la comunidad, en coincidencia con la presencia de factores externos que, en los órdenes económicos o ambientales, o políticos, escaparon a la posibilidad de control endógeno.

La experiencia del sistema de comunicación rural PRODERITH muestra que es posible articular un ejercicio de comunicación a una política pública de desarrollo, que utiliza instrumentos y tratamientos diferenciados según las características y situaciones de los grupos de productores rurales. Indica, asimismo, que así como resulta difícil mantener la calidad de los servicios públicos en un período de descentralización y transferencia de funciones hacia las organizaciones sociales o a la iniciativa empresarial, así también resulta complicado encontrar el tipo y calidad de servicios que el sector público debe continuar prestando en materia de comunicación para el desarrollo hacia las organizaciones y comunidades campesinas.

En este tercer estudio, la FAO examina, en el contexto de tiempos buenos y malos para los campesinos y los productores rurales mexicanos, las actividades de comunicación rural que, desde la original escena del trópico húmedo y subhúmedo, se ampliaron para servir a uno de los mayores desafíos encarados en el sector agrícola del país.

En efecto, con mucha fuerza a partir de 1989, el Gobierno se planteó transferir la administración y el mantenimiento de los servicios de riego a las organizaciones de productores usuarios de grandes y medianos sistemas de irrigación. Al cabo de cinco años, esas organizaciones habían recibido la transferencia de esa responsabilidad técnica y económica en una superficie total cercana a dos millones de hectáreas. Cuando el más alto responsable gubernamental dió cuenta de los resultados alcanzados, pudo subrayar que se trataba de "el más grande ejercicio de diálogo entre ciudadanos organizados y la institución gubernamental" que podía recordarse.

En una escala modesta pero significativa, los trabajos de comunicación rural sostuvieron la posibilidad de un diálogo de tan importante dimensión y trascendencia productiva, económica y social. Se trataba, por cierto, de un ambiente tecnológico y empresarial muy distinto de las áreas del trópico, predominantemente ocupadas por campesinos pobres. No obstante, las funciones de información y difusión de prácticas y experiencias, y de apoyo al establecimiento de diálogos cubiertas por las actividades de comunicación rural fueron similares.

Entre 1988 y 1993 el sistema de comunicación rural alcanzó su máxima cobertura, y la mayor intensidad de su trabajo en condiciones muy diversificadas. Las tensiones de la modernización ocupaban buena parte de las preocupaciones y expectativas de los campesinos y productores agrícolas del país. Un largo período de transición había comenzado, originado en impulsos potentes hacia la transformación de la economía, la desregulación, la reducción de funciones del Estado y la apertura comercial. En coincidencia, se modificó el régimen de tenencia de la tierra y, en general, fueron modificados los marcos legales de importancia para la vida rural y la actividad agrícola.

Aunque no fueran años de "buenos tiempos" para unos campesinos y un mundo rural que sufrían los costos sociales de las transformaciones iniciadas, sí lo fueron para un sistema de comunicación rural que debió responder a nuevas exigencias. Se requería más y mejor información, más rápidamente proporcionada; un debate amplio se había abierto sobre los nuevos acontecimientos y sus significados. Todo ello puso a prueba la capacidad del sistema para hacer comunicación y hacerla socialmente útil. Las unidades y centros que habían sido transferidos a las organizaciones o a las comunidades se convirtieron en núcleos de demanda de información externa como nunca antes lo habían sido. Por lo general, desde Oriente de Yucatán hasta el Distrito de Riego de Mexicali, el sistema soportó la prueba.

Tras un comienzo exitoso, la crisis de finales de 1994 puso de relieve las enormes exigencias de todo orden que supone una transformación tan vasta en una sociedad tan compleja y dinámica como la mexicana.

En estos días de 1996 el esfuerzo está centrado en superar las consecuencias de la crisis, recuperar la capacidad de crecimiento y atender las situaciones de pobreza ancestral y de nuevas pobrezas en las áreas rurales. Los campesinos y los productores agrícolas dedican sus afanes a mantener, en lo posible, su ocupación fundamental, muchos de ellos superando los azotes de las carencias económicas, y en cambiar lo que sea necesario para que sus sistemas productivos resulten apropiados a las nuevas condiciones de la economía nacional.

La crisis ha afectado la capacidad del sector público y de las organizaciones de campesinos y productores agrícolas para mantener activo el sistema de comunicación rural. Los cambios en curso y las nuevas necesidades han inducido a la aparición de nuevas posibilidades de operación en comunicación rural. Entre ellas, las que corresponden a una mayor iniciativa de las organizaciones de producción y a las comunidades y de las empresas no gubernamentales que crecientemente ofrecen sus servicios a los productores.

Profesionales y técnicos que se formaron para el servicio de comunicación rural continúan trabajando, sea en el sector público, sea en nuevas y modestas empresas no gubernamentales de servicios. Una organización no gubernamental bien equipada y actuante en todo el país ha comenzado a incorporar las experiencias surgidas del sistema de comunicación rural para mejorar sus propios servicios de asistencia técnica y promoción del desarrollo productivo y social. Muchos técnicos formados en las comunidades campesinas, o en las organizaciones de productores, en ocasiones con medios mucho más rústicos, continúan actuando como tales en sus lugares de origen.

Puede decirse que en los "malos tiempos" que transcurren para el sistema de comunicación rural, la función de comunicación para el desarrollo no se cancela. Es parte ya de las formas de vida y de relación en cientos de comunidades rurales, para centenares de organizaciones campesinas y de productores en las áreas de riego. En estos tiempos cambia la forma de atenderlas. Para los hombres y mujeres del mundo rural, la práctica de comunicación constituye una base para el desenvolvimiento de políticas públicas de desarrollo rural que les permitan enfrentar las dificultades del presente y desplegar, tarde o temprano, su capacidad de autogestión.

Un funcionario de la FAO, visitó en 1988 las áreas de trabajo cubiertas por el sistema de comunicación rural PRODERITH. Participó en encuentros con mujeres mayas en Tizimín; en sesiones de información en Morelos; en los trabajos de la unidad de comunicación en la Costa de Chiapas. Al fin de su viaje descubrió uno de los secretos metodológicos más importantes, a su juicio, del ejercicio mexicano.

Y lo expresó del siguiente modo. "El principal desafío para un buen sistema de comunicación en el campo no reside, como generalmente puede creerse, en llenar de palabras un espacio social; consiste en establecer un silencio inicial, donde los actores presentes se reconocen como iguales, con los mismos derechos, las mismas posibilidades de generar los nuevos conocimientos que se requieren para mejorar la vida y las condiciones de trabajo."

Por enigmática que parezca, la observación es exacta en lo que corresponde al sistema de comunicación rural que este estudio analiza. Hacer comunicación en el campo implica crear o recrear las posibilidades de la gente para alcanzar, por sí misma y en sus propios términos, los conocimientos que necesita para cambiar todo lo necesario, sin perder su identidad, su sentido de la tierra, su historia particular.

Santiago Funes
Representante Adjunto para la Oficina Regional de la FAO para America Latina y el Caribe
Representante FAO en Chile
Jefe del proyecto UTF / MEX / 027

PREFACIO Y AGRADECIMIENTOS

Este es el tercer estudio de caso auspiciado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), sobre comunicación para el desarrollo rural en México. El primero, titulado "Un sistema de comunicación rural para el desarrollo del trópico húmedo mexicano", fue publicado en 1987. El segundo, "Transferencia de un sistema de comunicación a las organizaciones campesinas", apareció en 1990.

Este tercer estudio de caso tiene una perspectiva histórica. No solo presenta y analiza los desarrollos ocurridos desde 1990, sino que, al mismo tiempo, incluye los conceptos y las actividades de comunicación más importantes que fueron descritos en los dos primeros estudios. Por lo tanto, en éste se presenta una historia completa que cobija 17 años.

La Parte I de este estudio describe esos 17 años de trabajo de comunicación efectuado en el trópico húmedo para ayudar a los pequeños productores a convertirse en los protagonistas de su propio desarrollo, y para proporcionarles los conocimientos y las habilidades que necesitaban para mejorar su situación. Los medios utilizados fueron principalmente vídeo, materiales impresos y altoparlantes. El sistema creó unidades regionales y locales de comunicación, mediante las cuales se impulsó la participación de los campesinos.

La Parte I también describe cómo, desde comienzos de 1990, el Sistema de Comunicación Rural se utilizó para ayudar a la enorme tarea del gobierno de transferir a los usuarios el manejo de los sistemas de riego, que cubrían más de 3 millones de hectáreas.

La Parte II comprende otra iniciativa de comunicación rural, que consiste en proporcionar a los agricultores información de mercados y de otros tipos, a través de un sistema computarizado. Esta iniciativa estaba dirigida a agricultores generalmente con operaciones a mayor escala que la de aquellos del trópico húmedo.

Tanto sus necesidades de información como la tecnología utilizada para llegar a ellos era muy diferente. Sin embargo, la filosofía esencial de suministrar información a los agricultores como base para la toma de sus decisiones era la misma y fue desarrollada por el mismo Sistema de Comunicación Rural.

El autor del primer estudio de caso de 1987 fue Colin Fraser, Director de Comunicación Social, Extensión y Capacitación de la compañía consultora Agrisystems (Overseas) Ltd., del Reino Unido. El también escribió el segundo, en 1990, pero con la estrecha colaboración de un agricultor campesino mexicano, José Nieves Martínez, habitante del trópico húmedo.

Para este tercer estudio, Colin Fraser trabajó con Sonia Restrepo Estrada como coautora, quien también es especialista en comunicación para el desarrollo, vinculada a Agrisystems. Se consideró que una visión fresca podría aportar nuevos enfoques de análisis.

Para este estudio fueron entrevistadas muchas personas, a quienes los autores desean expresar sus agradecimientos por su tiempo y por la riqueza de la información que aportaron. Otras personas trabajaron estrechamente con los autores por largos períodos, y les brindaron un apoyo considerable.

A ellos también les quieren expresar su sincero agradecimiento. Especialmente quieren mencionar a: Marta Abundis, Aída Albert, Dionisio Amado Bobadilla, Manuel Calvelo, Emilio Cantón, Omar Fonseca, Santiago Funes, Jorge Martínez, Luis Masías, José Luis Meléndez, Roberto Menéndez, Juan Carlos Miller, Angeles Navarro, Lorena Navarro, Sergio Sanjines, y Angélica Santos.

Varias de las personas mencionadas acompañaron a los autores durante sus viajes al campo en México y tuvieron que soportar muchas horas de preguntas y discusiones.

Finalmente, los autores desean expresar un especial y reconocido agradecimiento a los muchos campesinos que dedicaron horas a sesiones de discusión con ellos. Sin sus aportes, este estudio habría sido inútil.

La lista de los documentos consultados aparece en la Bibliografía.

ABREVIATURAS

AGROSTAT Base de datos de estatisticas agricolas de la FAO (llamada ahora FAOSTAT)
ASERCA Apoyos y Servicios a la Comercialización Agropecuaria
CADRI Centro de Apoyo al Desarrollo Rural Integrado
CNA Comisión Nacional del Agua
FAO Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación
FLACSO Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
PIB Producto Interno Bruto
IMTA Instituto Mexicano de Tecnología del Agua
PLD Plan Local de Desarrollo
PROCAMPO Programa de subsidio creado para ayudar a los agricultores a adaptarse al Tratado de Libre Comercio
PROCEDE Programa de Certificación de Derechos Ejidales y Titulación de Solares Urbanos
PRODERITH Programa de Desarrollo Rural Integrado del Trópico Humedo
SAGDR Secretaría de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural
SARH Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos
SNIM Servicio Nacional de Información de Mercados
TLC Tratado de Libre Comercio de America del Norte
UCRT Unidad de Comunicación Regional de Tamuín
UITC Unidad de Información Técnica y Comunicación
UCT Unidade de Cooperación Tecnica
ULC Unidad Local de Comunicación
UTF Unilateral Trust Fund (Fondo Fiduciario Unilateral)

 

RESUMEN

Durante muchas décadas, la prioridad del desarrollo agrícola de México fue expandir el riego en sus tierras áridas. Sin embargo, hacia mediados de los años sesenta, los costos de desarrollar áreas adicionales con sistemas de riego, y la necesidad nacional de incrementar la producción de alimentos, centraron la atención en las zonas del trópico húmedo cercanas a la costa.

La principal iniciativa de desarrollo llamada Plan La Chontalpa, en el Estado de Tabasco, comenzó a mediados de los años sesenta. Se construyeron sistemas de drenaje y otras obras de infraestructura en una amplia área, con gran éxito. Igualmente, se suministró crédito, asistencia técnica y otros insumos a los campesinos. Sin embargo, el proyecto fracasó a nivel humano. Los campesinos nunca se identificaron con él, tampoco le dieron un uso adecuado a la infraestructura, ni le dieron mantenimiento. Esto se atribuyó a "una falta de mecanismos efectivos de participación de los beneficiarios".

A pesar de este contratiempo, el Gobierno no podía permitir que las tierras del trópico húmedo, que constituyen el 23 por ciento del área total de México, permanecieran fuera del desarrollo socioeconómico del país. Los desafíos eran enormes:

Para evitar otra experiencia como la de La Chontalpa, el Gobierno decidió que las futuras actividades de desarrollo del trópico húmedo deberían ser planeadas y ejecutadas con la activa participación de los habitantes locales. Para ello, sería necesario realizar procesos de comunicación con ellos en todas las etapas. La comunicación podría contribuir a la identificación de los problemas físicos, técnicos y socioeconómicos, y también a asegurar que las propuestas de solución fueran adecuadas a la situación y acordadas con las comunidades.

En consecuencia, se decidió realizar investigaciones con los campesinos antes de comenzar cualquier programa de desarrollo. En 1977 se comenzó a usar un equipo de vídeo prestado para grabar a los campesinos y presentarles luego esas grabaciones. El objetivo era ayudarles a analizar su propia situación y también ayudar a los investigadores a entender más claramente cómo los campesinos veían su propia realidad.

El uso del vídeo durante la etapa de investigación se convirtió en un excelente estímulo para el proceso de comunicación y pareció abrir el camino para conseguir lo que los investigadores esperaban: que los campesinos se convirtieran en los protagonistas de su propio desarrollo. Este fue el preludio de uno de los sistemas de comunicación rural más exitoso jamás desarrollado.

Como resultado del trabajo de investigación y planeación, realizado principalmente en el campo, en 1978 se inició el proyecto conocido como Programa de Desarrollo Rural Integrado del Trópico Húmedo (PRODERITH). Este programa tuvo dos fases: la primera desde 1978 hasta 1984 y la segunda desde 1986 hasta 1995. Ambas fases contaron con préstamos del Banco Mundial, y ambas recibieron asistencia técnica de la FAO en comunicación para el desarrollo.

Los objetivos de PRODERITH I fueron:

Se trabajó intensamente en tres áreas de proyecto, con 3.500 familias campesinas en 54 000 hectáreas. El objetivo era cuadruplicar los ingresos familiares tomando como base el nivel de 1977. Se trabajó también en 500 000 hectáreas de zonas de expansión, con el propósito de incrementar los ingresos de las familias en un 50 por ciento.

Uno de los propósitos de PRODERITH I era lograr la participación de todos los involucrados en el proyecto: los campesinos, su propio personal y el de las instituciones participantes. Adicionalmente, dado su enfoque de desarrollo integral, fue también necesario promover una coordinación efectiva entre todas las instituciones que tomaban parte activa en el Programa.

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