La labor de conservación de semillas nativas está debilitándose y en peligro de perderse por la incidencia del mercado en que se prefieren pocas y seleccionadas variedades, asimismo por el abandono del campo y hasta por los factores climáticos.
Ante estos hechos se perfilan diferentes estrategias:
Uno de los medios que permite no sólo el registro de la biodiversidad, sino el estimulo a la labor de conservación de la mujer y potencialmente a la selección de nuevas variedades, es la organización de las ferias de semillas, eventos en los cuales se incentiva el mantenimiento de las «variedades campesinas». Sin embargo, en estas ferias, y por diversas causas culturales, el hombre puede tomar la representación de la familia y obviar la intervención femenina. Por esta razón se debe insistir en la participación activa y directa de las mujeres. Igualmente, en el jurado calificador debería estar integrado una, o varias mujeres conservacionistas.
Otra alternativa apropiada puede ser la de organizar talleres de mujeres para intercambiar sus experiencias sobre los recursos fitogenéticos y de esta manera propender a una capacitación que valore los conceptos sobre selección, preparación de semilla y uso según sus características, de los cultivos andinos. El saber de la mujer en el campo de las tecnologías, su conocimiento ancestral no debe ser marginado por la ciencia formal.
El desarrollo de la capacidad creativa, destrezas y habilidades de las mujeres se puede lograr a través de la metodología del concurso dentro de la lógica andina de competencia, llamada atipanakuy (CIDRA CEDAP, 1996). Esto puede incluir festivales gastronómicos donde la biodiversidad se refleje en la variedad de preparaciones culinarias locales.
La propuesta de una ONG consiste en apoyar la organización de mujeres en base a un cultivo nativo, por ejemplo selección y producción de maíz morado con criterio conservacionista (TADEPA, 1996).
En cuanto a avances se puede mencionar que el Programa Nacional (Peroano) de Manejo de Cuencas y Conservación de Suelos (PRONAMACHCS), a través de la Unidad de la Mujer Rural fomenta el intercambio de experiencias entre mujeres rurales, involucrando la preparación y selección de semillas de los cultivos andinos, con la perspectiva del uso racional de los recursos naturales. En los últimos años se ha logrado incrementar la participación de la mujer del campo, tanto en las capacitaciones técnicas, como en las directivas de las organizaciones conservacionistas (de suelos) y en la toma de decisiones.
La Red de Cooperación Técnica de Instituciones y/o organismos de Apoyo a la Mujer Rural, auspiciado por FAO y el Ministerio de Agricultura del Perú funciona como un instrumento para convocar a las Instituciones Gubernamentales, no Gubernamentales y Organismos Internacionales, buscando rescatar y revalorar a la mujer rural como agente social y productivo.
De esta manera, existen alternativas y el marco institucional que permitiría intensificar cada vez más acciones puntuales y que deben responder a los lineamientos trazados en la afamada «Agenda 21 de la Declaración de Río sobre el ambiente y el desarrollo». Parece importante destacar la opinión expresada en ese documento de que «los grupos deben tener la posibilidad de sacar provecho de las ventajas económicas y comerciales que emanan de la utilización de sus métodos y conocimientos tradicionales» y que «haya una distribución justa y equitativa de los beneficios resultantes». Esto implica evidentemente un enfoque diferente y un concepto tal vez más próximo a «mejor oferta», «patente» o «mercado libre».
La intención es ante todo promover una agricultura ecológica, con métodos sostenibles, que contribuya a la preservación de la biodiversidad y que valorice en este caso, los conocimientos de la mujer campesina en la selección y conservación de semillas, a la vez que se reconozca el aporte ancestral de su comunidad y se le dé a la mujer la posibilidad de participar en la gestión y administración ventajosa de estos recursos.
