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Crítica bibliográfica

BREAKING NEW GROUND. Por Gifford Pinchot. 550 pp. Harcourt, Brace and Company, Nueva York. 5 dólares.

Crítica de Raphael Zon

Esta es la historia de un período épico y muy agitado en la lucha por el desenvolvimiento de una política forestal nacional en los Estados Uní. dos. Aunque presentada dentro del panorama americano contra un fondo de condiciones económicas y políticas norteamericanas, esta lucha llene grandes implicaciones mundiales. Es el patrón por el que muchos países ricos en recursos naturales tienen que pasar invariablemente, tarde o temprano, en su desenvolvimiento, desde luego, con modificaciones políticas y económicas peculiares a ellos, al crear una política racional en el manejo de sus bosques y otros recursos naturales.

El alcance y significado internacional del libro se acrecienta en particular por el hecho de que no es solamente la historia de la forma como la silvicultura práctica se introdujo en los Estados Unidos, sino también del modo en que esta lucha dió nacimiento a un movimiento mundial de conservación de todos los recursos naturales.

Ya desde 1909 Pinchot había vislumbrado la necesidad de una organización internacional como la FAO. Tal se desprende de su Aide-Memoire preparado por el y enviado a los principales. gobiernos para sondearlos informalmente sobre el interés que pudiesen tener en enviar delegados a una conferencia mundial sobre conservación.

El Aide-Memoire termina significativamente con la declaración de que leyendo las lecciones del pasado acertadamente, tal conferencia debería mirar más allá del presente hacia el futuro. Pinchot consideró siempre que una conferencia internacional sobre conservación era meramente una acción precursora o un primer paso para el establecimiento de una organización internacional permanente. Como las respuestas a este Aide-Memoire fueran favorables ,se enviaron invitaciones a 48 naciones para celebrar una reunión en el Palacio de la Paz de La Haya en septiembre de 1909. Treinta de las 48 naciones, incluyendo la Gran Bretaña, Francia, Alemania y Canadá, ya hablan aceptado, cuando un cambio de administración en marzo de 1909 aplazó el plan indefinidamente. Más tarde Pinchot hizo dos intentos por revivirlo, pero no tuvo éxito. Sin embargo, no dejó de seguir agitando esta idea. En un discurso pronunciado ante el Octavo Congreso Científico Americano, celebrado en mayo de 1940 en Wáshington, afirmó que la cooperación internacional para determinar, conservar y utilizar sabiamente los recursos naturales para beneficio mutuo de todas las naciones, bien podría desterrar uno de los más peligrosos obstáculos para una paz mundial justa y permanente. En 1944 expuso el plan ante el Presidente Franklin D. Roosevelt, quien captó las implicación" completas de la idea y se pronunció por una acción rápida. Su muerte en hora tan critica dejó en manos del Presidente Truman la realización del plan. Pocos días antes de la muerte de Pinchot, el Presidente Truman enviaba ante el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas el plan que daba forma a la idea de una conferencia mundial sobre conservación. En marzo de 1947 las Naciones Unidas aprobaron el plan y se autorizó celebrar en ¡unjo de 1949, una conferencia científica de las Naciones Unidas sobre Conservación y Utilización de Recursos. Mientras se hacían los esfuerzas para reunir una Conferencia Mundial sobre Recursos Naturales, se vino a fundar la FAO (en octubre de 1945). La creación de esta organización fué una respuesta a la petición de Pinchot, una satisfacción de sus esperanzas.

Pero volvamos al tema principal del libro. La historia empieza en 1889, cuando Gifford Pinchot, acabado de graduar en la Universidad de Yale, decidió hacer de la silvicultura su profesión, partiendo para Europa a adquirir la instrucción científica que en aquel entonces no podía ser obtenido en los Estados Unidos. Su se" lección recavó en la Escuela Nacional Francesa de Silvicultura, probablemente porque su abuelo había sido francés, un soldado de Napoleón.

Cuando Pinchot regresó a los Estados Unidos a fines de 1890, encontró al país obsesionado por una fiebre de expansión agrícola e industrial. Nuevos ferrocarriles abrían nuevos territorios; los colonos empujaban más y más la civilización dentro de las agrestes regiones. Se necesitaba madera y en grandes cantidades; sin ella los Estados Unidos nunca habían alcanzado el alto grado de bienestar, adelanto y poder de que ahora gozan. Pero mano a mano con esta expansión se estaba llevando a cabo también la más rápida e irracional destrucción forestal nunca vista. El Gobierno Federal distribuía los terrenos públicos a los Estados y empresas de ferrocarril, en la forma de concesiones, con toda la rapidez posible.

El saqueo de las maderas del gobierno era casi una ocupación normal y corriente. Los incendios forestales se registraban sin que nadie se preocupara de ello. Eran considerados como actos de Dios, más allá del control humano. Doce millones de acres de madera incendiados cada año no cansaban la menor impresión en la conciencia pública. La devastación forestal era considerada como normal y la regeneración de los bosques como cosa de ilusos. El rendimiento permanente era un concepto desconocido. No había escuelas forestales ni silvicultores adiestrados y ni un solo acre de los terrenos forestales del Gobierno, de los Estados o de propiedad privada, se hallaba bajo una administración forestal sistemática. Tal era la situación en los Estados Unidos a fines del siglo pasado.

En julio de 1898, Pinchot fué nombrado el primer Forestal Federal. Sus oficinas consistían de dos pequeños cuartos en el último piso de un viejo edificio, hace mucho tiempo demolido. Todo su personal lo formaban 11 personas, contándose él. De éstas solamente dos hablan recibido algún entrenamiento forestal en el extranjero. El presupuesto anual era de 28,500 dólar" y por nido equipo contaban con una cinta para medir, un par de calibradores y un taladro de gradación. En el curso de una década se registró un cambio casi revolucionario en la política gubernamental sobre tierras y en la actitud pública hacia los bosques y los demás recursos naturales.

Por 10 años se libró la más tenaz batalla contra la codicia de los intereses privados, la corrupción burocrática y la indiferencia pública, con el objeto de demostrar que una silvicultura acertada puede producir madera sin necesidad de destruir el bosque.

Los defensores de la conservación de recursos gracias al entusiasta apoyo del entonces presidente Teodoro Roosevelt, ganaron finalmente una gran parte de la reforma requerida y Pinchot, al final de su vida, podía mirar con justo orgullo la estructura a la cual él habla puesto sólidos cimientos: unos 179 millones de acres de Bosques Nacionales bajo administración dasocrática llevada a cabo por unos 2,600 forestales profesionales; 12 millones de acres de bosques de los Estados también bajo administración dasocrática a cargo de forestales preparados; 9 Estaciones Experimentales Regionales y una institución única - el Laboratorio de Productos Forestales - dedicada al estudio de la madera en todos sus aspectos; y 29 acudas forestales al nivel universitario con una matrícula total de cerca de 7,900 estudiantes, de los cuales unos 1,500 jóvenes forestales se graduaban cada año. El control del pastoreo en terrenos públicos y la amenaza de incendios en los bosques fueron reducidos a proporciones de riesgo asegurable. La obra, sin embargo, todavía está sin terminar, debido a que una vasta superficie de bosques de propiedad particular carece en su mayor parte de una administración forestal sistemática. Esta es una batalla que. da por ganar.

LAS NACIONES que aceptan esta Constitución, decididas a promover el bienestar común fomentando de su parte la acción individual y colectiva con el fin de:

elevar los niveles de nutrición y las normas de vida de los pueblos bajo su respectiva jurisdicción;

lograr una mayor eficiencia en la producción y distribución de todos los productos alimenticios y agrícolas;

mejorar las condiciones de la población rural, y de este modo contribuir a la expansión económica mundial, establecen por la presente la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación..., por cuyo conducto los miembros se informarán recíprocamente sobre las medidas que adopten y el progreso que se alcance en las actividades expuestas en este Preámbulo.

Preámbulo de la Constitución de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación

Miembros de la F A O

ARABIA SAUDITA

ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA

NORUEGA

AUSTRALIA

ETIOPÍA

NUEVA ZELANDIA

AUSTRIA

FINLANDIA

PAÍSES BAJOS

BÉLGICA

FRANCIA

PANAMÁ

BIRMANIA

GRECIA

PAQUISTÁN

BOLIVIA

GUATEMALA

PARAGUAY

BRASIL

HAITÍ

PERÚ

CANADÁ

HONDURAS

POLONIA

CEILÁN

HUNGRÍA

PORTUGAL

COLOMBIA

INDIA

REINO UNIDO

COSTA RICA

IRAQ

REPÚBLICA DOMINICANA

CUBA

IRLANDA

REPÚBLICA DE LAS FILIPINAS

CHECOESLOVAQUIA

ISLANDIA

SIAM

CHILE

ITALIA

SIRIA

CHINA

LIBANO

SUIZA

DINAMARCA

LIBERIA

TURQUÍA

ECUADOR

LUXEMBURGO

UNIÓN SUDAFRICANA

EGIPTO

MÉXICO

URUGUAY

EL SALVADOR

NICARAGUA

VENEZUELA



YUGOESLAVIA


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