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¿Calidad o cantidad en la producción forestal del futuro?

¿Qué será más necesario para la producción forestal del futuro, cantidad o calidad? Esta pregunta tiene una importancia? especial debido a que los bosques responden lenta mente al tratamiento silvícola. Si ocurriera un cambio en las tendencias que prevalecen acerca de la naturaleza o cuantía de la madera que se utiliza, le sería necesario al silvicultor tomar medidas apropiadas y oportunas para adaptar la producción forestal a dicho cambio, sin el menor retardo.

Abetos Douglas (Pseudotsuga taxifolia) de esta calidad es Probable que no crezcan en el futuro fuera de los Parques Nacionales.

En una de las sesiones plenarias del Tercer Congreso Mundial de Silvicultura, celebrado en Helsinki, un funcionario de la FAO, al momento de presentar uno de los trabajos que había preparado la Organización para dicho Congreso, sugirió que la producción de los bosques del futuro debería atender a la cantidad antes que a la calidad. Varios delegados apoyaron tal sugestión; la mayoría, sin embargo, deploró la idea, manteniendo el criterio de que la finalidad del silvicultor debería ser la producción de madera de la más alta calidad. Como este asunto no fué discutido posteriormente en el Congreso, quedando, como vulgarmente se dice, en el aire, se ha considerado oportuno hacer conocer el criterio de la Dirección de Silvicultura y Productos Forestales de la FAO, con respecto a este problema.

El Congreso de Helsinki expresó el punto de vista de que la tarea primordial del silvicultor es cultivar y producir tanto las cantidades como los tipos de productos forestales que necesitan la industria y demás consumidores. Con esto se quiso indicar que, al formular una política de producción forestal, debe darse consideración especial a las necesidades de la industria.

Tal política debe basarse en la estimación y evaluación de las necesidades mundiales, para un largo período. Una evaluación de esta naturaleza sólo puede hacerse en términos generales. Puede solamente considerar las necesidades de la industria en escala mundial, sin dejar de reconocer que la satisfacción de estas necesidades revestirá un carácter diferente en las distintas partes del Inundo. Muchas de las necesidades que no tengan el carácter industrial, como la producción de leña, por ejemplo, deberán en su mayor parte dejar de ser consideradas. No se prestará atención especial a la accesibilidad relativa de los bosques respecto a las plantas manufactureras de productos secundarios, o a los problemas de extracción en las diferentes regiones forestales. Tampoco se podrán considerar las otras funciones que, aparte de la producción de moderas, desempeñan los bosques.

Al silvicultor le interesará conocer las tendencias que se releven de la estimación y evaluación de necesidades mencionadas en el párrafo anterior, las cuales afectarán las finalidades que se persiguen con la administración dasocrática y, por consiguiente, la forma de tratar los bosques. En este caso también, el grado en que la administración forestal sería afectada puede expresarse sólo en términos generales, limitación que pudiera dar oportunidad a que se presenten algunas objeciones, ya que casi con seguridad habrá ocasiones o circunstancias que no se ajustarán a las conclusiones generales.

Es probable que la mayor objeción se base, sin embargo, en un criterio alarmista, por temor a que, en el fervor de aplicar la conversión química y los nuevos procedimientos para reconstituir la madera, el arte antiguo de producir madera de la más alta calidad pudiese perder importancia, puesto que en el futuro sólo habría que preocuparse por la producción de las grandes cantidades de madera de baja calidad que requieren estos nuevos métodos de aprovechamiento No estamos de acuerdo con el punto de vista de que, en el futuro, esté en peligro el concepto que tiene el silvicultor sobre "calidad". Por el contrario, mantenemos la opinión de que el requisito de "calidad", tal como lo entiende el silvicultor, permanecerá inalterable, y de que, por otra parte, las tendencias que se observan refuerzan las perspectivas de una actividad silvícola más intensa.

Nos parece que el verdadero temor surge de una concepción equivocada de lo que se entiende por "calidad" y, si esto es así, es necesario tratar de aclarar cuanto antes su significado.

¿Qué es Calidad?

Para responder a esta pregunta, debemos tratar de establecer cierta definición del término. Si bien el significado de "cantidad" no se presta a confusiones, en cambio, "calidad", puede significar una cosa para el silvicultor y otra del todo diferente para la industria.

Si se busca "calidad", el silvicultor piensa en el bosque, en el árbol, y en la madera, por lo que es fácil imaginar que para dicho técnico "calidad" abarca estos tres conceptos. El silvicultor y la industria, sin embargo, no siempre coinciden en el mismo punto de vista, cosa que es fácilmente explicable. El silvicultor contempla, naturalmente, al bosque casi con afecto, como el conjunto de árboles que él ha cultivado para obtener su madurez, en tanto que para la industria sólo representa una fuente de la que puede obtener materias primas, llegado el momento de que sus elementos componentes es decir, los árboles, puedan ser derribados a su debido tiempo. Así pues, el silvicultor no puede tener con respecto a la modera el mismo criterio que el industrial; el principal interés de éste último estriba solo en la madera y en su conversión en productos elaborados o semielaborados, fase con la cual los silvicultores, por lo menos aquéllos que trabajan directamente en los bosques, no están muy familiarizados.

Por otra parte, la calidad puede ser juzgada dentro de diferentes criterios. En primer lugar, "calidad" puede referirse a la madera misma - a sus propiedades o características intrínsecas, tales como densidad, dureza, resistencia, longitud de las fibras y formas, en relación con el propósito al cual se le va a destinar.

En segundo lugar, "calidad" puede no referirse exactamente a la madera misma sino al árbol del cual se la extrae. En tales casos, los principales factores que se consideran son el diámetro, largo de las trozas, ausencia de nudos, y veteado. El silvicultor puede tal vez ser capaz de influir en la formación de propiedades y características que se refieren al primer grupo mencionado, aunque el grado en que esto puede realizarse no ha sido bien entendido, ni puede ser predicho. En cambio, por lo que se refiere a las condiciones anotadas para el segundo grupo, el silvicultor sí puede ejercer una influencia apreciable, sujeta naturalmente a las condiciones locales de suelo y de clima. Especialmente, puede controlar lo concerniente a diámetro de los árboles, pero ya nos ocuparemos de este asunto con mayor detalle más adelante.

En tercer lugar, "calidad" puede también referirse al aspecto estético en general del conjunto forestal. Para el silvicultor, un conjunto forestal de alta calidad es aquél en que las copas de los árboles son suficientemente densas, el suelo bueno y los árboles grandes, rectos y con ramajes bien distribuidos. Algunas de las propiedades y características que se han mencionado en los párrafos anteriores están, naturalmente, comprendidas en estas últimas.

En cuarto y último lugar, "calidad" puede ser una medida general del valor comercial que, en un momento dado, tiene la madera o el material forestal en crecimiento que la produce. Se dice con frecuencia que una madera, un árbol o un conjunto forestal son de alta calidad si tienen un valor comercial considerable. Pero aquí habrá que tener cuidado de no confundir el valor que se refiere a la madera como materia prima y el valor en sitio de un árbol en pie, o de un conjunto forestal.

El valor de la madera está directamente relacionado con la utilidad que presta para propósitos específicos, con la diversidad de dichos propósitos y con las cantidades disponibles. La utilidad se deriva de sus propiedades intrínsecas, especialmente las propiedades mecánicas y algunas de las características físicas que se han indicado más arriba. Una madera capaz de ser destinada a un gran número de usos tiene, naturalmente, mayor valor que otra cuya utilidad es limitada. La abundancia relativa afecta también al valor: los abastecimientos inadecuados pueden afectar adversamente este valor, aunque en ciertos casos, especialmente al tratarse de maderas ornamentales, la escasa disponibilidad ayuda frecuentemente a mantener precios altos, por lo que puede considerársela como artículo de lujo. Puede citarse, a este respecto, el caso de ciertos bosques de robles de la Europa Central y Occidental. Esta madera es escasa, pero es la más apropiada para enchapes y trabajos de ebanistería de calidad, etc., y, debido a esta circunstancia, se cotiza a precios altos. Sin embargo, si esta clase de mercados de lujo desapareciera o si se desarrollaran nuevas fuentes para obtener en abundancia maderas de esta calidad, los precios declinarían, ya que, en ambos casos, el valor como madera de lujo se extinguiría. El valor derivado de una situación especial de la oferta y de la demanda puede fluctuar considerablemente, y a menudo en forma repentina. Durante la guerra, madera propia solamente para combustible llegó a ser muy valiosa, dado que las otras fuentes de combustible estaban cerradas. Un ejemplo más patente de este hecho lo presentan los pinabetes abies y los pinabetes tsugas de los bosques existentes en la costa occidental de la América del Norte. La madera de estos árboles, que ocurren mezclados con abetos Douglas en bosques mixtos, se consideraba al principio como inservible y no había ninguna demanda de ella. Sin embargo, la escasez general de madera durante la guerra hizo que se emprendieran investigaciones para encontrar nuevos abastecimientos, y se descubrió que bajo tratamiento apropiado, la madera de estas especies podía adaptarse a una gran variedad de usos. En consecuencia, dichas especies adquirieron valor por derecho propio en los mercados de madera de esta región.

El valor de un árbol o de un conjunto forestal varia de acuerdo con el valor de la madera en el mercado, aunque la relación entre estos dos valores diferirá de conformidad con la accesibilidad de los bosques y con las dificultades que presente la extracción. Por ejemplo, un bosque que produzca solamente puntales para ademe de minas tendrá mayor valor mientras más próximo se encuentre de las minas.

"Calidad" para la industria y "calidad" para el silvicultor

En vista de las numerosas interpretaciones que pueden darse a la palabra "calidad", no es sorprendente el hecho de que el industrial y el forestal difieran a menudo en su modo de pensar.

Para el industrial, el factor principal es el valor de la madera según su adaptabilidad al uso para el que se la requiera. El consumidor no tiene interés en el vigor, la salud o apariencia del conjunto forestal del cual procede la madera que ha adquirido. Él le fija su valor de acuerdo con la utilidad que preste y lo satisfactorio que resulte como materia prima para llenar las necesidades especificas de una industria determinada.

Sin embargo, diferentes industrias requieren maderas de cualidades distintas. Existen dos categorías principales entre los consumidores de madera para la industria: la una, divide a la madera en su forma sólida, siendo los propietarios de aserraderos los más numerosos en este grupo; la otra transforma la madera por procedimientos mecánicos o químicos, en madera "desintegrada", siendo los fabricantes de pasta los más importantes en este grupo. (Esta clasificación excluye a los que adquieren la madera para utilizarla sólo como combustible).

Para la primera categoría de consumidores, la calidad de la madera se determina de acuerdo con las propiedades o características básicas de la madera misma o del árbol respectivo que ya hemos mencionado anteriormente. Las características o propiedades que se prefieren, dependen del uso que se vaya a dar a la madera. La segunda categoría de consumidores es menos exigente y no se preocupa mucho de las características del árbol mismo; los únicos factores que le importan son ciertas propiedades o caracteres de la madera - por ejemplo, densidad y naturaleza de las fibras, en el caso de los fabricantes de pasta.

Para el silvicultor, "calidad" es una combinación sutil de buena apariencia y de valor. En lo que concierne al valor, el silvicultor se interesa más en el que tienen los árboles en pie que en el que pueda tener la madera que de ellos se obtenga. Dicho técnico sabe que este último valor depende de la utilidad y de la abundancia relativa; se da cuenta de que el producto del que existen pocos abastecimientos con frecuencia disminuye de valor si es que se vuelve abundante y, por otra parte, sabe que la industria tratará de encontrar un substituto para un producto que se ha hecho costoso debido a la escasez. A posar de esto, el silvicultor no puede evitar el asociar el valor de la madera obtenido y el valor del conjunto forestal que la produce, con el aspecto general de la cosecha forestal.

En gran parte, esta apreciación está de acuerdo con el sentido común, ya que la apariencia hermosa de los árboles presupone la existencia de algunas características básicas y ofrece cierta seguridad de que la producción por árbol será valiosa. No obstante, en los casos en que no existe un contacto estrecho entre el silvicultor y los consumidores de la madera que él produce, éste pudiera sentirse inclinado a dar mayor importancia a la apariencia física de su bosque antes que al valor de sus productos. Tal criterio no puede justificarse en la actualidad. El silvicultor debe orientar sus métodos de administración dasocrática hacia la producción de las cantidades y los tipos de productos forestales que requiere la industria. La idea de un "bosque hermoso" no puede considerarse por más tiempo como una finalidad en sí misma; el bosque deberá ser capaz de producir las materias primas de mayor utilidad para las industrias que dependen de él.

Calidad en cuanto a diámetro

De todos los factores que intervienen en la determinación del valor de los productos de un árbol, el diámetro es uno de los que puede ser modificado en grado apreciable por el silvicultor.

El diámetro se ha considerado siempre como una característica fundamental de la calidad. Fuera de algunos casos especiales, el diámetro continúa siendo un elemento básico en la administración dasocrática de los bosques, por cuanto a que generalmente se estipula que deberá permitirse a los árboles alcanzar determinado diámetro antes de que puedan cortarse. Aun cuando bajo algunos métodos de administración no se prescribe una edad fija o un tamaño explotable para los árboles, está sin embargo sobreentendido que la finalidad de la administración dasocrática de un bosque es producir árboles del tamaño más económico, desde el punto de vista comercial.

La importancia del diámetro se explica fácilmente. Una vez que la especie o las especies requeridas para un uso particular se han determinado, y siempre y cuando la madera vaya a usarse en forma sólida, el elemento principal que queda por fijar es el limite del diámetro, tanto mínimo como máximo y algunas veces ambos, que debe tener los árboles destinados a tal uso particular.

Con excepción de ciertos usos especiales, tales como producción de puntales para ademe de minas, postes o pilotes, se ha considerado a los árboles de gran diámetro como los de mejor calidad. Un árbol de gran diámetro se presta a mayor variedad de usos que uno de diámetro pequeño. En las bancas de aserrar, especialmente, los árboles grandes presentan mayores ventajas que los pequeños. Si se toman en consideración conjuntamente los aprovechamientos químico y mecánico de la madera, la diversidad de productos acabados que se obtienen de un árbol grande es mucho más amplia que la que se obtiene de un árbol pequeño.

Además, limitando la discusión al aprovechamiento mecánico y especialmente a la producción de madera aserrada, la proporción de desperdicios es menor al tratarse de árboles grandes que de pequeños. Por lo tanto, en igualdad de otras condiciones, siempre se considera como de mejor calidad el árbol de mayor diámetro.

Es obvio que el silvicultor debe limitar el diámetro de los árboles que cultiva, sea porque el interés devengado por el capital que representa su cosecha disminuye después de que los árboles llegan a cierta edad, o porque teme que los árboles de madurez excesiva se pudran, o bien, a causa de las dificultades materiales para el corte y la extracción de las trozas de gran tamaño. No obstante, es un hecho que en los aserraderos las trozas grandes se consideran de mejor calidad que las que tienen menor diámetro.

Necesidades futuras de las industrias madereras

El propósito del trabajo que presentó la FAO al Congreso de Helsinki fué el de evaluar la naturaleza probable de las necesidades futuras de las industrias madereras. La conclusiones anotadas en este documento fueron corroboradas en otro trabajo de carácter similar que presentó el Profesor Streyffert, de Suecia.

Una magnífica arboleda de roble (Quercus robur) en un bosque francés, cuya edad se calcula en 180 años.

Estos dos documentos respaldaron sus tesis con datos estadísticos, pero tal vez seria más prudente fundar vaticinios acerca de las tendencias futuras en los resultados de investigaciones de laboratorios e industriales así como en otros trabajos experimentales. Es difícil que las conclusiones contenidas en estos documentos puedan objetarse, de acuerdo con lo que revelan las investigaciones mundiales que se están realizando.

Tales conclusiones pueden resumirse corno sigue: mientras que el volumen de modera que necesitan las industrias que la utilizan en su forma sólida permanece constante o aumenta sólo gradualmente, las industrias que operan a base de los procesos de desintegración mecánica o química, continuarán necesitando cantidades cadavez mayores de materia prima. Es decir, la proporción que de la producción maderera mundial consume la industria, para utilizarla en forma desintegrada, aumentará constantemente en las próximas décadas.

Las cantidades adicionales de materias primas que requieren las industrias que desintegran la modera no pueden ser suministradas a expensas de las otras industrias madereras; tendrán que ser obtenidas principalmente incrementando la explotación de aquellas especies que hasta el momento no tienen valor económico, o utilizando los árboles y trozas que en la actualidad se abandonan en los bosques, o bien, aprovechando el material de desperdicio de los procesos de conversión que ahora se bota o se usa como combustible. Diciéndolo de otro modo, lo que en la actualidad se considera como desperdicio habrá en el futuro de tener valor.

Gran cantidad de residuos de modera, que antes se consideraban como inútiles, y marchas especies que anteriormente no eran comerciales, tienen ya demanda en una gran variedad de industrias y su valor está aumentando. En realidad, hay en algunos lugares una tendencia definida en el sentido de que el valor de ciertas especies y residuos de modera que se estimaban como inútiles se aproxime al que tienen los productos calificados como principales. Este hecho es inevitable cuando las necesidades de las industrias que usan modera para desintegrarla aumentan en proporción más rápidas que las que utilizan la modera en su forma sólida. La tendencia anotada se ha manifestada claramente en marchas partes del mundo donde las fábricas de pasta de modera y los aserraderos compiten por la materia prima en los mismos mercados. La materia prima que usan las industrias que desintengran la modera representa, en términos generales, una parte relativamente pequeña del costo del producto acabado, circunstancia por la cual estas industrias pueden pagar precios más altos en competencia con los que pagan otras industrias madereras.

Ejemplo de cómo la silvicultura se encamina a favorecer el crecimiento de árboles sueltos. Una arboleda mixta de especies hojosas en un bosque del Estado de Michigan, EE.UU.

Significación de estas tendencias para el silvicultor

¿En qué forma habrán de afectar al silvicultor estos cambios en las necesidades de las diferentes industrias de la madera? Puede llegarse a dos conclusiones principales.

En primer lugar, la ampliación de las posibilidades para el aprovechamiento de material y de especies que hasta hoy no se extraían de los bosques, podrán modificar las ideas que tiene el silvicultor acerca del material en crecimiento que deberá incluir en la composición de sus conjuntos forestales. Este aprovechamiento más intensivo no tiene en la actualidad mayor significación, en lo que se refiere a volumen, pero puede no tardar en tenerlo. Por ejemplo, se ha logrado ya aprovechar en la elaboración de pasta algunas especies hojosas que producen maderas blandas y aún otras cuya madera es dura. Los experimentos verificados con el fin de usar mezclas de maderas tropicales en la fabricación de pasta, descritos en la Conferencia Preparatoria sobre los Problemas Mundiales de la Pasta para Papel, celebrada en Montreal en mayo de 1949, no pueden dejar de tomarse en cuenta. Por otra parte, no sólo las industrias que trabajan a base de la desintegración de la madera pueden aumentar la variedad de materias primas que consumen. La demanda que han experimentado los pinabetes abies y tsugas de la costa occidental de la América del Norte prueban que esto puede suceder también en el caso de la madera para aserrar. Sólo se necesita que se pongan en práctica nuevos métodos para secar, almacenar y preservar la madera. Es posible que muchas especies tropicales lleguen a ser mejor apreciadas, de modo que den un valor real a grandes cantidades de madera que pueden afluir a los mercados locales, regionales o mundiales.

En segundo lugar, el mayor aprovechamiento y valor que se dé a los productos que hasta ahora se han considerado como inútiles, hará que los silvicultores toleren una mayor cantidad de árboles pequeños en los bosques bajo su cuidado, y que los induzca a reducir los límites establecidos para el corte. Es probable que este criterio se convierta en práctica normal. En realidad, el propio interés de la administración forestal hará que esta práctica sea inevitable. Las grandes cantidades de árboles pequeños tendrán fácil salida, aún en el caso de que no los utilicen los aserraderos, y que no habrá como antes la necesidad de esperar que los árboles crezcan mucho, puesto que será fácil venderlos como materia prima para la desintegración.

Estas dos conclusiones se ajustan a la finalidad declarada por los gobiernos miembros de la FAO - asegurar un aprovechamiento más eficiente y completo de las materias primas que suministran los bosques, para de este modo aliviar la escasez mundial de madera.

Consecuencias que atañen a la silvicultura

En primer lugar, la tendencia a recalcar la idea de "cantidad" en la producción de maderas, que se refleja en el mayor número de especies existentes que la industria puede utilizar, hará que sea más fácil para el silvicultor el adaptar su producción a las condiciones ecológicas locales.

En el Congreso de Helsinki se hizo hincapié, con alguna frecuencia, en la necesidad de plantar bosques de sólo especies coníferas, tesis sustentada principalmente por los silvicultores de los países del Mediterráneo y de la Europa Occidental, basados en que solamente tales cosechas uniformes pueden cubrir satisfactoriamente las necesidades de la industria en los casos en que las especies que crecen espontáneamente son inservibles para todo fin práctico. Está generalmente admitido que el establecimiento de tales plantaciones entraña ciertos riesgos, que pueden obviarse mediante la intercalación de otras especies, ya sea para crear un bosque mixto en crecimiento, o para proporcionar, debajo de la plantación principal de coníferas, una segunda cubierta forestal capaz de enriquecer el suelo. Puede ser que estas especies secundarias no tengan en la actualidad valor en el mercado, aunque sí lo tengan desde el punto de vista de la silvicultura, circunstancia que da lugar a que la principal objeción se base en que dichas especies constituyen una inversión de capital sin beneficios económicos apreciables. Sin embargo, si las nuevas especies se pudieran vender fácilmente, es probable que este procedimiento se aplicara con mayor facilidad.

Siguiendo el criterio anotado, puede llegar el día En que las consideraciones de carácter financiero ya no sean un factor que impida que el silvicultor cultive variedades que estén en completa armonía con el ambiente ecológico de la localidad. Un bosque de esta clase será más fácil de cultivar y estará menos expuesto a los peligros naturales que las plantaciones puramente exóticas. Puede ser, sin embargo, que este bosque sea menos productivo, en lo que se refiere a cantidad, y es aventurado predecir la forma en que se desarrollarán las actividades silvícolas en tales circunstancias, ya que es indudable que las prácticas forestales habrán de variar de una localidad a otra.

En cualquier caso, la tendencia a producir "cantidad", muy lejos de perjudicar al arte de la silvicultura, fomentará la aplicación de mejores métodos, y favorecerá el crecimiento de buenos conjuntos forestales.

Otra consecuencia que puede derivarse de la tendencia a producir "cantidad" será probablemente la disminución del diámetro que deben tener los árboles antes de ser derribados. Esta circunstancia, asimismo, fomentará la aplicación de mejores métodos silvícolas y la formación de bosques de alta calidad.

Por ejemplo, el principal obstáculo que se presenta para verificar las operaciones regulares de raleo, que son necesarias para obtener la máxima cantidad y la mejor calidad en la cosecha forestal, es la imposibilidad frecuente para deshacerse, con provecho económico, de los árboles pequeños que se sacrifican en estas operaciones. Sin embargo, si estos arbolillos pudieran ser vendidos fácilmente, el obstáculo anotado desaparecería, y este procedimiento, que en la actualidad es prácticamente desconocido en extensas regiones forestales del mundo, se volvería económicamente factible. El valor de los productos extraídos justificaría el mantenimiento de una red de caminos de penetración y la organización de las necesarias operaciones de corte.

Pero esto no es todo. En las circunstancias actuales, el silvicultor está con frecuencia obligado a mantener un conjunto forestal de edad pareja, más allá del punto de culminación del crecimiento anual corriente, etapa en la que se produce una disminución progresiva en el incremento normal. En otras palabras, cuando se ha establecido que los árboles tienen que llegar a una edad mayor, el silvicultor tiene que conformarse con un promedio menor de crecimiento anual que el que podría obtenerse si se les cortara en la edad más propicia y se les reemplazara con árboles jóvenes. Debido al valor especial que se atribuye al diámetro, como factor de calidad, la edad que se ha determinado para los árboles con el fin de obtener el más alto promedio en su rendimiento económico es mayor, y para algunas especies mucho mayor, que la edad que se necesita para obtener el máximo crecimiento anual.

Por esta razón, es obvio afirmar que cualquier tendencia en el aprovechamiento de la madera que acreciente el valor de los árboles de menor diámetro, estimulará la aplicación de mejores prácticas silvícolas y el crecimiento de mejores conjuntos forestales. Los bosques mejorarán no simplemente porque lleguen a la máxima etapa de su crecimiento anual y allí terminen, sino porque se harán menos susceptibles al ataque de las enfermedades y de los insectos, y más resistentes al deterioro causado por el viento, si se cortan los árboles antes de que empiecen a declinar.

Es un punto discutible el de si los bosques del futuro serán menos excelentes o menos hermosos que los actuales simplemente por el hecho de que contengan un menor número de árboles de gran tamaño. De un modo general, la abundancia de árboles de gran tamaño no contribuye de por sí a crear la llamada "belleza" de un bosque, a menos que dichos árboles tengan realmente un valor especial a causa de sus dimensiones; no queremos decir con esto que deba eliminárselos sistemáticamente.

Nos parece que es un hecho reconocido que difícilmente volveremos a encontrar la "calidad" que representan los árboles gigantescos que se explotan en la actualidad en los últimos bosques vírgenes que quedan en la costa occidental de la América del Norte. La clase de madera aserrada o multilaminada que se obtiene de los abetos Douglas o de los sequoias - árboles que tienen cientos o miles de años - probablemente nunca se volverá a ver, porque es inconcebible que alguien intentara mantener árboles en pie en un bosque administrado hasta que llegaren a una edad tan avanzada, salvo en casos sumamente Excepcionales.

El volumen de madera de pulpa cortada en el Canadá ascendió de 1,250,000 metros cúbicos en 1900 a unos 29,000,000 metros cúbicos en 1946, cuando equivalía al 32 por ciento del total después del corte anual. El porcentaje sigue aumentando.

Calidad y cantidad en los conjuntos forestales

Las tendencias probables en el aprovechamiento de la madera no tienen por qué hacer que el silvicultor modifique su concepto respecto al bosque de apariencia agradable y más bien contribuirán a que se estimule la formación de bosques excelentes.

Dijimos en líneas anteriores que el silvicultor podría mostrarse inclinado a ligar la apariencia del bosque con el valor de sus productos. Debe admitirse que la "belleza" de un bosque es generalmente más bien un índice de alta productividad que de utilidad. Haciendo a un lado la cuestión del diámetro que debe tener el árbol antes de ser cortado, que el silvicultor decide con frecuencia por sí mismo, la selección de una sola especie o de varias especies para constituir el material en crecimiento determina, en un grado considerable, los usos que puede darse a los productos. Ya hemos anotado que no existe un conocimiento preciso acerca del efecto que las operaciones silvícolas pueden tener sobre las propiedades básicas de la madera. Por lo tanto, el objetivo del silvicultor debe ser, dentro de las limitaciones que le impone la naturaleza, lograr que el bosque rinda la máxima producción y orientar sus actividades hacia esta finalidad. Para el silvicultor, es natural que el mejor árbol sea aquél que puede suministrarle productos útiles, especialmente el que puede darle un rendimiento más alto que el promedio de producción.

El diámetro como "calidad" no se ha considerado al emitir el juicio anterior, y puede objetarse que los árboles de gran tamaño con frecuencia se siguen conservando, aunque su crecimiento anual vaya en descenso, más bien con el fin de obtener un producto de mejor calidad y no una mayor cantidad. Es verdad que en estos casos el concepto de mejorar el valor substituye al de mayor cantidad. Sin embargo, estos métodos de silvicultura son difíciles. Si las rotaciones para alcanzar el máximo tanto en calidad como en valor pudieran hacerse coincidir, la administración de los bosques podría facilitarse grandemente, sin tener que sacrificar ni la "belleza" ni la "calidad". Desde un punto de vista mundial, ésta es la tendencia que parece observarse.

La producción forestal ideal

Antes de considerar el mercado mundial, el silvicultor debe tomar en cuenta la demanda en su propia localidad. Debe, por lo tanto, establecer si, en el caso de que reduzca los límites señalados para el corte, no caerá en el peligro de reducir el tamaño y el grado del producto que puede ofrecer a su mercado.

¿Creará este procedimiento trastornos locales que podrían ser evitados por medio de una acción local más progresista, aunque las tendencias mundiales resalten ineludibles? Para decirlo de otro modo, ¿no habrá peligro - aún cuando volvamos a recalcar que estamos generalizando - de que el simple anuncio de que existe esta tendencia haga que los silvicultores traten de establecer tipos más uniformes de bosques, que si bien pudieran abastecer a algunas industrias no podrían proporcionar las materias primas que necesitan otras industrias? ¿No es tal vez contradictorio el propugnar el establecimiento de industrias integrales al mismo tiempo que se recomiendan medidas que podrían dificultar el suministro de madera para ciertas industrias que forman parte de dicho sistema integral.

La ponencia presentada por la FAO al Congreso de Helsinki tenía precisamente la finalidad de evitar este reproche, haciendo ver que las tendencias actuales de las necesidades de las industrias madereras señalaban la conveniencia de fomentar hasta donde fuere posible, la creación de bosques mixtos con árboles de diferentes edades, antes que producir especies uniformes y de la misma edad. Se expresó preferencia por lo que pudiera llamarse una silvicultura orientada hacia el crecimiento de cada árbol separadamente más bien que hacia el crecimiento del bosque como conjunto.

Aunque tal tipo de silvicultura fuera posible - que no siempre lo es - es el más difícil de llevarse a cabo con éxito. Entraña la aplicación de métodos complejos de administración dasocrática y la constante vigilancia del bosque, lo que no es práctico si se carece de personal, de una adecuada red de senderos y caminos de penetración, de un buen equipo contra incendios y de un conjunto de industrias que puedan absorber la producción del bosque. No obstante, considerado como un ideal, éste es el medio más flexible para adaptar la producción forestal no solamente a las necesidades especiales de la industria, sino a cualquier modificación que se produzca respecto a ellas.

Cuando una industria determinada necesita ciertas variedades especiales o árboles de gran diámetro precedentes de un bosque cultivado con este criterio, las especies deseadas pueden recibir atención preferente y los árboles seleccionados dejarse crecer hasta que adquieran el diámetro requerido. Una vez que la demanda de dicha industria decae, la proporción de tales variedades especiales en el bosque en crecimiento puede modificarse, así como reducirse el límite de edad para el corte. Este cambio puede verificarse sin someter al bosque a un tratamiento drástico, o sin mayores modificaciones en el plan de trabajo, ni interrupción en el suministro de materiales para las otras industrias.

Si tal sistema de silvicultura fuera universalmente adoptado, sería virtualmente innecesario preocuparse de las tendencias que podría experimentar el consumo de las industrias madereras, ya que la adaptación de la producción forestal a las necesidades industriales sería prácticamente automática. Desgraciadamente, todavía estamos muy lejos de alcanzar este ideal y, como lo hemos anotado antes, tal sistema presupone un desarrollo armonioso de los métodos silvícolas y de las industrias forestales, lo que no es posible esperar que se produzca rápidamente. Sin embargo, es inconcuso que las tendencias actuales respecto a los requisitos que se piden de la madera favorecen tal desarrollo.

Conclusión

La conclusión a que se ha llegado en este artículo es que, desde el punto de vista de la silvicultura, no hay indicios válidos para suponer que en materia de producción la idea de "cantidad" desplazará a la de "calidad". Tanto un árbol hermoso como todo un conjunto forestal de buena apariencia deberán conformarse en el futuro, tal como en el pasado, a ciertas normas universales que son la señal de una alta producción de materias primas de la calidad deseada. Aunque, de un modo general, las actividades de las industrias madereras parecen favorecer la idea de "cantidad" antes que la de "calidad", esta circunstancia no disminuye en forma alguna la necesidad de que los métodos silvícolas sean mejores y más eficaces. Es posible, o acaso seguro, que dicha tendencia obligue a efectuar ajustes, más o menos considerables, en la producción local. No obstante, tales cambios no tienen porque hacer que el silvicultor modifique el ideal que se ha formado sobre un bosque de alta calidad. Cantidad y calidad en la producción son, más bien, factores que deberán considerarse conjuntamente como un medio para crear abundancia en los productos forestales a la vez que una silvicultura que resulte económica.

No se pueden, por supuesto, sentar reglas rígidas para el silvicultor, ya que éstas tendrán probablemente que seguir las tendencias que se observen en el aprovechamiento de la madera. No solamente existe gran elasticidad dentro de las condiciones locales, sino que cada país deberá formular su propia política Y coordinarla con la de los otros países del mundo, por intermedio de la FAO o de sus organismos regionales.

La Dirección de Silvicultura y Productos Forestales trata de señalar las tendencias que surgen del estudio de datos estadísticos y del criterio general, deduciendo de ellas las consecuencias de importancia mundial. La ponencia presentada al Tercer Congreso Mundial de Silvicultura perseguía este objetivo, y otro tanto es la intención de este artículo.

Las fotografías que aparecen en este articulo fueron suministradas por cortesía del Servicio Forestal de los Estados Unidos. La Escuela Nacional de Silvicultura de Francia y la Junta Nacional de Cinematografía del Canadá.


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