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El medio oriente

SE ha afirmado que fué el panorama que presentaban desde el aire las entoces ricas zonas del Medio Oriente, cuando el Presidente Roosevelt voló sobre ellas al regresar de la Conferencia de Yalta en 1945, lo que le indujo a insistir en que se incluyera a la silvicultura en el programa de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación.

De las famosas selvas del Líbano, que anteriormente cubrían una extensión de más de quinientas mil hectáreas, sólo quedan cinco bosquecillos aislados. En 1402, el conquistador Tamerlán ocultó sus elefantes en los profundos bosques de las cercanías de Ankara; hoy, hasta donde abarca la vista, no queda ni un sólo árbol natural en pie.

Un cúmulo de circunstancias desfavorables ha seguido a la destrucción arbitraria de los bosques, lo cual ha constituido el factor principal que ha llevado la miseria y el hambre a muchos de los más antiguos y densamente arraigados núcleos de población.

En los sectores más montañosos de esta vieja región, las anteriores civilizaciones modificaron profundamente la cubierta vegetal y, por otra parte, el pastoreo abusivo en las tierras que eran adecuadas solamente para la silvicultura ha redundado en extensos perjuicios para el propio suelo. Los apacentadores nómadas, expulsados de los pastizales de los valles por el predominio de la agricultura, se han visto obligados a buscar el pasturaje ralo de las dehesas montañosas, donde los bosques estaban ya agotados por siglos de explotación. La reproducción arbórea es ya imposible, las pezuñas de los animales han destrozado el débil césped, y el suelo, desprovisto de su cubierta protectora, ha sido fácil víctima de las fuerzas erosivas del viento y de la lluvia. En unos cuantos decenios, regiones que fueron grandes bosques se transformaron en tierras inutilizables, estériles y azotadas por el polvo.

El detener este proceso e invertir la tendencia es difícil. La corrección de los abusos del pasado es, en realidad, una tarea formidable, pero a la cual los gobiernos y un grupo ferviente de personas entusiastas están dispuestos a hacer frente.

En la actualidad las misiones de asistencia técnica enviadas por la FAO están actuando en doce países del Medio Oriente, dedicadas a diversas fases de la agricultura, silvicultura, pesca, nutrición, y economía. Se tiene un conocimiento casi completo de lo que hay que hacer y de cómo debe hacerse. La cuestión está en conseguir que se efectúe en una escala tal que corresponda a las necesidades.

¿Pueden los gobiernos asignar fondos a aventuras de larga duración en el dominio de la silvicultura cuando son inminentes las batallas que habrá que librar contra la langosta del desierto? La respuesta parece ser afirmativa. Poco a poco se va despertando, de mala gana, entre los pueblos la conciencia de la necesidad de proteger y restaurar los bosques y, por lo tanto, la tarea actual consiste en convertir esa conciencia en una campaña efectiva.


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