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Silvicultura Tropical

Aspectos de los problemas forestales propios de los trópicos

El Cuarto Congreso Mundial de Silvicultura será quizá la primera reunión silvícola, de verdadero carácter internacional, que dedique gran parte de su tiempo a la discusión de la silvicultura tropical.

¿Cuál es el motivo de que la silvicultura tropical se trate como tema independiente? ¿Debe considerarse como ciencia aparte o simplemente como aplicación especial, en ambientes tropicales, de la «dasonomía» que hasta la fecha ha logrado su mayor adelanto en las zonas templadas del mundo? Mucho es lo que se habla y continuará diciéndose sobre el asunto, pero la cuestión es más académica que práctica Los principios fundamentales de la «dasonomía», ya sea que se relacionen nada más con la silvicultura, o con la política o la economía forestales, son aplicables en cualquier latitud y a toda labor dasocrática en el mundo. Está comprobado, sin embargo, que las condiciones tropicales, sean físicas, biológicas, sociales, económicas y ano políticas, así como los procedimientos y medios para llevar la teoría a la práctica, difieren en extremo de los conocidos en otras partes. Puede admitirse, por tanto, que la silvicultura tropical presenta, en lo esencial, una serie de casos particulares en cada una de las ramas generales que juntas constituyen lo que denominamos «dasonomía». Este artículo presenta algunas proposiciones aplicables a dichos casos especiales, como base de discusión.1

(1 Los caracteres genuinos de los bosques de coníferas, rodales puros o tipos casi homogéneos que crecen en regiones tropicales no son materia de este artículo. Los problemas peculiares de tales masas son menos complejos que los de los bosques tropicales mixtos y ya han sido objeto de extensos estudios. )

La selva tropical en 1a economía local

La apreciación atinada del papel que los montes desempeñan en la economía de un país, o en algunas zonas del mismo, es necesaria en cualquier parte del mundo. En los trópicos, la evaluación adecuada reviste importancia particular porque de ella pueden depender todos los esfuerzos de progreso económico.

Al norte y al sur de las zonas tropicales existen países donde la economía, en términos muy generales, alcanza un alto grado de desarrollo y quizá haya adquirido ya su estructura definitiva. En ciertos casos el monte ocupa el lugar que le corresponde, aunque en otros ha sido víctima de graves abusos. En general, la silvicultura se concreta a la aplicación de prácticas y técnicas experimentadas, adaptadas a condiciones particulares.

Por el contrario, casi todos los países situados en los trópicos están apenas iniciando su desarrollo económico; son naciones jóvenes en este aspecto, donde se pueden hacer proyectos respecto a todo. El clima, el suelo y la vegetación de la mayoría tienen caracteres tales que se necesitan planes a propósito para mantener el equilibrio adecuado entre las condiciones naturales del país y el desenvolvimiento continuo de su economía. No obstante, se presentan problemas nuevos y complicados al planeamiento; el ingeniero de montes se verá frente a dificultades originadas sobre todo por la naturaleza mixta de los bosques tropicales y la notable falta de conocimientos sobre los productos útiles que pueden extraerse de los bosques.

En todo plan de fomento económico se hace indispensable mantener el equilibrio entre las actividades agrícolas y las industriales. El motivo de que el bosque tenga tanta importancia en los trópicos es que allí, más que en ningún otro lugar, desempeña un papel fundamental para la agricultura y la industria. Por consiguiente, hay precisión de determinar:

1. el auge relativo que debe darse al fomento agrícola y al industrial;

2. el lugar que ha de concederse al bosque (sea permanente o temporal) dentro del marco del progreso rural y de la agricultura propiamente dicha, tomando en cuenta no sólo la conservación del suelo y la capacidad productiva de la tierra, sino también ciertas prácticas, como la agricultura migratoria;

3. el papel que desempeñan las industrias forestales en el desarrollo industrial general. La selva, como recurso natural renovable, puede muy bien merecer consideración primaria más que secundaria.

Antes de tomar decisiones sobre estos puntos, como paso preliminar para un completo planeamiento, será ineludible emprender estudios detallados de la región. Y a este respecto, he aquí el primer principio que tomará por norma el forestal en los trópicos: La silvicultura en las zonas tropicales no debe ser considerada sólo en un sentido absoluto. Salvo en algunas regiones ricas y densamente pobladas, las posibilidades silvícolas habrán de evaluarse siempre en comparación con los caracteres locales del suelo, del clima y de la vegetación, así como con las costumbres de la localidad, las prácticas y los derechos de disfrute, que de ninguna manera se modificarán ni abolirán de repente. Tienen que estar en consonancia con:

(a) la estructura general agraria y un extenso programa de conservación de suelos y de aprovechamiento racional de la tierra;

(b) las posibilidades de progreso económico global en la región y un programa de fomento agrícola e industrial equilibrado.

Los inventarios forestales

Al hablar de un «programa», propugnamos el conocimiento profundo de todas las circunstancias locales, lo que a su vez entraña una investigación previa de los recursos; en los trópicos, el inventario forestal es la parte más importante de cualquier estudio exploratorio. Por consiguiente, conforme al primer principio enunciado, llegamos a la conclusión de que a toda labor de planeamiento servirá de base dicho inventario. No es posible, en un artículo como el presente, ocuparse de los detalles técnicos o de las dificultades especiales que se plantean en la preparación de un inventario de los bosques tropicales. Se espera que de estos puntos traten otros documentos que se sometan a la consideración del Cuarto Congreso Mundial de Silvicultura. Podemos decir, sin embargo, que los trabajos inventariales son complicados, independientemente del grado de pormenorización requerido, y no pueden ejecutarse sin contar con la diligente cooperación de los forestales que desempeñen su labor en la propia selva. Ya sea con el objeto de realizar levantamientos cartográficos rápidos para delimitar las áreas de protección de los montes, o de hacer estudios detallados a fin de formular planes concretos de ordenación, es preciso que los expertos en fotografía aérea trabajen en estrecha colaboración no sólo con el personal de campo que ande tomando muestras de la tierra y delineando los mapas topográficos, sino también con los servicios forestales que tienen la responsabilidad de coordinar las diversas operaciones y hacer el análisis final de los resultados.

La agricultura migratoria

Antes de concluir con el tema de la ordenación silvícola adecuada a los planes de fomento económico, diremos unas palabras acerca de uno de los aspectos particulares del bosque; a saber: la agricultura migratoria.

En la economía predominantemente agrícola, una vez realizada la exploración de los recursos y hecho el análisis de los resultados, el siguiente paso corresponde a la clasificación de las tierras en tres categorías principales, desentendiéndose de que determinados suelos hayan estado o no en un principio cubiertos de monte; éstas son:

1. las tierras que habrán de dedicarse permanentemente a montes, ya sea que estén pobladas de bosques o que convenga repoblarlas con vegetación forestal como la clímax;

2. las que hayan de destinarse de manera permanente a la agricultura;

3. las intermedias, adaptables a múltiples usos y cuyas funciones precisas serían determinadas por razones económicas al elaborar el plan general de fomento. La distribución de la clase intermedia será siempre un asunto delicado, que en los trópicos se complica a resultas de la práctica común de la agricultura migratoria.

Algunos consideran la agricultura migratoria simplemente como un tipo tradicional del uso que la población indígena hace de los bosques, y problema cuya solución puede esperarse del silvicultor, ora mediante la completa prohibición de esta práctica o bien restringiéndola a zonas limitadas. Otros, por lo contrario, que sólo se fijan en los aspectos agrícolas, estiman que los agricultores aborígenes abandonarán esa clase de aprovechamiento y se asentarán para dedicarse a la labranza estable. El asunto es mucho menos sencillo de lo que parece y debe ser estudiado en relación con la estructura agraria entera de una zona tropical determinada.

La agricultura migratoria, empleada en su aspecto tradicional por los nativos antes de la llegada de los colonizadores oriundos de otras regiones, verbigracia, por los bretones en lo que ahora es Inglaterra, antes de ocuparla los romanos, no es particularmente peligrosa. En las regiones húmedas de los trópicos, por lo regular se alcanza un estado de equilibrio, ante todo porque la labranza se circunscribe a los suelos de estructura y de composición química adecuadas que, sin embargo, al contrario de la creencia general, tienen extensión limitada en las zonas forestales; y en segundo lugar, debido a que la tala del bosque forma parte de un verdadero sistema de rotación de cultivos que incluye un barbecho forestal durante el tiempo suficiente para que puedan restablecerse la cubierta arbórea y la fertilidad del suelo. Las colectividades primitivas que acostumbraban a practicar la agricultura migratoria, de ordinario se imponían a sí mismas el siguiente orden:

(a) el uso de suelos apropiados que no se deterioraban con demasiada rapidez después de desmontarlos a matarrasa;

(b) la rotación de cultivos, que no dejaba el suelo desnudo demasiado tiempo y que incluía un barbecho forestal durante un período bastante largo para que pudieran restaurarse la cubierta arbórea y el mantillo;

(c) la elección de una zona donde las condiciones climáticas permitieran la rápida y densa reproducción de árboles para formar un dosel forestal estable.

Con la invasión de nuevos colonizadores y el incremento de la población, este equilibrio se alteró por diversas razones: los cambios en los tipos de alimentos cultivados, las mayores exigencias de comestibles conforme se elevaban los niveles de vida, y la introducción de cultivos comerciales. Fué necesario entonces acrecentar la producción, y dado que el aldeano no sabía cómo aumentar el rendimiento, tuvo que extender la superficie de cultivo.

Trató primero de aprovechar mejor los suelos adecuados que quedaban disponibles para la agricultura migratoria. Estos, sin embargo, no eran suficientes, en general, a menos que estuvieran muy alejados de los centros comunales, de manera que no bebía otra alternativa que la de cultivar suelos más pobres o aprovechar con mayor frecuencia las mismas tierras y reducir el período del barbecho forestal.

En ambos casos, las consecuencias fueron la degradación progresiva del suelo, acompañada de una productividad menor de cosechas; y los adversos efectos directos o indirectos sobre el bosque, a causa de la desaparición o desmerecimiento del tipo primitivo de la cubierta forestal.

Puede decirse que la agricultura migratoria se convierte en un peligro desde el momento en que pierde sus caracteres nómadas sin ninguna otra compensación; esto es: cuando de hecho se transforma en un cultivo agrícola ordinario en terrenos forestales.

Para evitar los malos resultados de las prácticas perjudiciales de la agricultura migratoria, hay que recurrir a dos procedimientos:

1. la adopción de métodos (cambio del sistema de cultivo incluso utilizando prácticas de agricultura migratoria si fuere necesario) destinados a mantener o aumentar el rendimiento de las cosechas sin causar el deterioro del suelo;

2. la reserva de áreas mínimas de monte alto en cualquiera localidad donde esté totalmente prohibida la agricultura migratoria, con el objeto de:

(a) lograr la conservación del suelo y mantener el régimen de las aguas;

(b) satisfacer las necesidades locales de madera y leña, y por lo demás cumplir las exigencias de una economía equilibrada.

Este bosquejo ultrasimplificado del problema de la agricultura migratoria basta para dar una idea de la solución que conviene buscar y de la responsabilidad del ingeniero de montes. El mejoramiento de las prácticas peculiares al cultivo de esta clase, debe basarse en el plan de aprovechamiento de los suelos y de los montes. En consecuencia, es concomitante del inventario forestal y depende de las circunstancias locales, de las posibilidades de implantación de diversas técnicas agrícolas y silvícolas, y de las condiciones sociales y políticas existentes o previsibles.

En los lugares donde se acostumbre a practicar la agricultura migratoria, la política forestal no podrá formularse ni observarse cumplidamente, ya sea en lo atinente a protección o a fomento, sin tomar en cuenta todos los diversos elementos del caso. En virtud de la conexión que tiene con el primer principio enunciado acerca de la silvicultura tropical, se ha incluido este tema en el programa del Cuarto Congreso Mundial de Silvicultura.

Ordenación y tratamiento del bosque

No es posible preparar un plan de ordenación forestal sin un conocimiento adecuado del valor relativo de sus elementos. Salvo raras excepciones (los rodales puros o tipos de bosque con pocas especies dominantes), en los trópicos resulta difícil valorar la riqueza forestal actual, y aún más la futura. Todo proyecto de fomento basado en la silvicultura, que por fuerza habrá de ser a largo plazo, tiene por tanto que formularse con arreglo a la valoración que el ingeniero forestal haya hecho del monte, a la ordenación y tratamiento que estime convenientes, y a sus cálculos sobre el tipo y las cantidades de productos que espera obtener.

Podemos estar seguros de que, excepto en el caso de los bosques cuyas funciones sean puramente protectoras, ningún ingeniero de montes optará por dejar a cargo de la naturaleza en los bosques tropicales el material heterogéneo en crecimiento. La compleja composición de los rodales y la mala calidad de la mayor parte de la madera hace difíciles la extracción y el aprovechamiento, tanto por lo que se refiere a los métodos como a la cuestión económica. No obstante, el forestal debe considerar la necesidad de convertir el bosque sin perder de vista el peligro de que su transformación perturbe el equilibrio ecológico, en verdad delicado.

No se pretende presentar aquí una tesis sobre silvicultura tropical, pero cabe decir algunas palabras sobre los criterios que prevalecen en este campo. La explotación comercial de las selvas tropicales ha estado en general limitada a un número reducido de especies comercializables; los ingenieros de montes han tratado de aumentar la proporción de estas especies valiosas del material en crecimiento, ya artificialmente o valiéndose de cortas de mejoramiento, y en ocasiones por ambos métodos, aunque han ideado y perfeccionado otros muchos con el mismo objeto.

El número de especies comerciables aceptadas en los mercados internacionales fué creciendo poco a poco, la demanda nacional aumentó de manera considerable, y en las propias zonas de los bosques tropicales se establecieron algunas industrias madereras capaces de absorber un número mucho mayor de las especies obtenibles en los tipos de bosques mixtos. Todo esto dió origen al admirable concepto de un pleno aprovechamiento de los bosques tropicales.

Aunque teóricamente la meta que se perseguía era ésa, en la práctica no pudo lograrse el aprovechamiento total de los recursos, o resultaba incosteable, aun contando con el apoyo de ciertas industrias químicas que, no estando sujetas a emplear determinadas especies, podían utilizar madera de cualquier clase. Por consiguiente, la meta se modificó en el sentido de procurar el aprovechamiento óptimo de los productos de la selva tropical, y hubo casos en que era dable establecer una alta cifra para el número de especies económicamente utilizables. Los silvicultores trataron de idear métodos que permitieran el uso máximo del mayor número posible de especies y la conversión económica del material en crecimiento a tipos menos heterogéneos, y por tanto más susceptibles de cabal utilización.

Las dificultades que planteaba la introducción de varias técnicas silvícolas y de aprovechamiento, indispensables a este fin, han inducido a muchos expertos a declararse en favor de la suplantación de la selva virgen tropical, reemplazándola con rodales puros. Esta actitud, que hasta época reciente no había sido secundada sino por unos cuantos, parece estar ganando terreno hoy en día, sobre todo en vista de los reconocimientos efectuados a últimas fechas con el propósito de establecer nuevas fábricas de pasta de papel en los trópicos; una serie de estudios emprendidos por la FAO y la UNESCO indican que en lo futuro la demanda de papel será muy grande y habrá necesidad de descentralizar la industria de la pasta y del papel2. A causa del rápido crecimiento de algunas especies en ambientes tropicales y de las ventajas tecnológicas que ofrecen los rodales puros, muchos son partidarios de la creación de bosques puros de coníferas y de frondosas como única solución al problema del continuo abastecimiento de materia prima a las nuevas fábricas de pasta que están en proyecto.

(2 En el informe de la FAO titulado Recursos y perspectivas mundiales de la pasta y del papel, que se publicará en breve, se hace un resumen de la situación. )

Así pues, en términos generales, puede decirse que son tres los sistemas propuestos en materia de silvicultura tropical:

1. mejoramiento de los rodales existentes;

2. conversión gradual de los bosques mixtos en otros tipos nuevos heterogéneos;

3. transformación del material mixto en crecimiento, en rodales puros.

No es aquí donde corresponde juzgar los méritos relativos de estos procedimientos, pero tal vez podrían sentarse algunos principios generales. Parecen estar justificadas las siguientes inferencias:

1. la composición de las selvas vírgenes heterogéneas debe modificarse por todos motivos;

2. la conversión ha de facilitar la extracción y aprovechamiento económicos de los productos forestales;

3. algunos métodos de transformación pueden entrañar peligros para el bosque y el suelo.

En consecuencia, podemos decir que la silvicultura tropical, siempre que sea posible, debe tratar de convertir el material heterogéneo en crecimiento, en tipos de vegetación de más fácil y económico aprovechamiento, pero la técnica de la transformación tomará en cuenta las condiciones del clima, del suelo y de la vegetación, a efecto de que los nuevos rodales que hayan de formarse sean estables y no ofrezcan riesgos.

En muchos casos, este procedimiento conducirá atinadamente a la conversión gradual de los rodales mediante su mejoramiento por los métodos silvícolas normales. Esto, sin embargo, no excluye la posibilidad de hacer cambios radicales con las garantías necesarias, entre ellos la introducción artificial de especies indígenas o exóticas, aun tratándose de bosques protectores, si bien el concepto de estabilidad adquiere entonces importancia capital y en él han de poner su mayor atención los forestales.

También se aplica a la repoblación forestal en las regiones áridas, donde los montes no tienen de ordinario gran valor económico y desempeñan principalmente un papel protector. Se sabe por experiencia que el rendimiento en numerario es el incentivo más eficaz para proteger la selva. Así, pues, resulta aconsejable incluso en este caso, procurar con precaución el acrecentamiento del valor comercial del bosque.

Por lo que toca al segundo principio enunciado, las ventajas económicas figuran siempre en primer plano. El tercero, que nos esforzaremos en exponer con claridad, se relaciona de modo exclusivo con los alicientes de lucro. Hemos dicho que en la conversión de los bosques tropicales hay que tener cuidado de mantener la estabilidad de los mismos, lo cual plantea una serie de problemas técnicos a que los ingenieros de montes han dedicado detenidos estudios.

La experiencia pasada demuestra que las operaciones forestales de gran alcance no pueden acometerse exclusivamente por motivos técnicos. Para que estas empresas sean practicables deberán producir, en definitiva, beneficios que compensen los gastos, de preferencia en forma tangible de dinero efectivo.

La repoblación de una zona árida, o la transformación de un bosque tropical mixto en rodal de composición más conveniente, no presentan mayores dificultades técnicas y siempre son posibles, pero el aspecto crítico de la cuestión consiste en saber si tales empresas representan una buena inversión. La dasonomía en los trópicos necesita, por lo regular, avanzar más allá de la etapa de una simple investigación silvícola, por satisfactoria que de suyo pudiera ser, poniendo más atención a los beneficios rentísticos. De hecho, proponemos que el tercer principio en que se apoye el fomento de la silvicultura tropical sea específico al efecto de que la silvicultura debe estar orientada de modo particular al perfeccionamiento de las técnicas y prácticas dasonómicas que permitan obtener una renta justa, considerando las dificultades de las condiciones tropicales, los tipos de bosque, la estructura social del país y, sobre todo, la inseguridad de las necesidades futuras, mucho menos fáciles de prever que en las zonas templadas. Las técnicas y prácticas deberán ser evaluadas no sólo a base del costo del trabajo inicial requerido, sino también del costo probable de las operaciones subsiguientes que se hagan necesarias a la luz de la finalidad a largo plazo de cada operación, ya sea con propósitos de protección o decididamente lucrativos.

Esta proposición parece tener trascendencia particular en vista de que subraya las condiciones locales, de carácter económico y social. Por ejemplo, ciertas prácticas silvícolas útiles, tales como las cortas de mejoramiento en bosques heterogéneos, pueden ser deseables en países densamente poblados, como Puerto Rico o Java, donde los productos tienen considerable valor comercial y su venta contribuirá a pagar los gastos de explotación. En la región del Amazonas o en algunas partes del Africa, los productos, por lo contrario, no representan más que material de desecho. En el mismo caso están los rendimientos intermedios de las plantaciones establecidas, ya sea con fines de protección o para producir madera, cuando todavía no existan mercados locales. Esas empresas forestales son por consiguiente arriesgadas y no tienen valor sino a largo plazo.

Antes de proceder a la elección de los métodos silvícolas y de calcular los resultados probables, los ingenieros de montes deben decidir lo que en definitiva quieran lograr. Quizá este problema sea el más delicado que se les plantea, pues se necesita verdadera audacia para predecir el curso que han de tomar la tecnología industrial y la demanda futura en los mercados nacionales y extranjeros. Es incuestionable que el forestal trabaja para las generaciones venideras, pero no le corresponde reservarse el derecho exclusivo de prever el porvenir. Volvamos ahora a discutir el primer principio expuesto y la necesidad de incluir la silvicultura en un plan de fomento general a largo plazo.

Aspectos industriales de la silvicultura tropical

Llegados a este punto, podemos tratar de aclarar los conceptos fundamentales en que se apoyan las actividades industriales de las regiones tropicales, en estado de proyecto o en ejecución, aunque esto pertenece a un terreno algo distinto de la dasonomía propiamente dicha. Hay dos principios que deben regir la ordenación de los montes, siendo uno corolario del otro. Primero, el pleno aprovechamiento del bosque tropical; y segundo, la coordinación de las industrias forestales. La reciente experiencia obtenido en los países insuficientemente desarrollados demuestra lo difícil que es poner en práctica por completo cualquiera de ellos, no importa de qué manera se sustenten esas ideas en teoría. El cabal aprovechamiento del bosque y la integración industrial maderera continúan siendo los mejores medios de lograr la anhelada meta, pero no son, en sí mismos, objetivos que deban alcanzarse a toda costa en las primeras etapas de industrialización.

Durante el primer estado de desarrollo de un país no es posible, en un sentido económico, establecer una serie de industrias forestales bien coordinadas o de industrias especiales que puedan utilizar todos los productos disponibles del monte. Los planes deberán basarse en consideraciones prácticas de negocio y la acción habrá de iniciarse con industrias técnicamente fáciles de establecer y bastante lucrativas para amortizar la inversión de capital. Ante todo, se trata de una cuestión de mercados, aunque hasta las industrias primitivas deben establecerse con la intención de que a la larga se acomodarán dentro del marco de un aprovechamiento integral de los bosques, cuando lo permitan los mercados y el capital. Los principios no pierden validez, pero su aplicación tiene que ser gradual.

Esta digresión para entrar en el tema del progreso industrial es importante en lo que respecta a la silvicultura, como ciencia y como arte, porque una evolución de las industrias forestales más paulatina de la que se pretendía en los últimos años, aumentará la posibilidad de adaptación de las técnicas dasocráticas a las necesidades comerciales, lo cual ha sido en la silvicultura tropical uno de los problemas peculiares de menos fácil solución.

Problemas especiales de protección en las zonas áridas

Hasta aquí, nuestra discusión sobre los bosques tropicales se ha referido principalmente a los que se hallan en las zonas húmedas. Pero en la zona situada entre los dos trópicos, llamada intertropical o tórrida, el ingeniero de montes puede también encontrarse frente a regiones secas, semiáridas y áridas, y ano desérticas.

Sin el propósito de suscitar controversias en cuanto al origen y la evolución de las condiciones climáticas especiales de dichas regiones, pisamos terreno firme al declarar que muchas partes del mundo, ahora denudadas, e infecundas, todavía en tiempos históricos estaban bastante densamente pobladas de árboles. Aunque las variaciones del clima hayan quizá provocado el comienzo de la desaparición de los montes, no hay duda de que la persistente destrucción de los bosques perpetrada por el hombre ha agravado la situación.

Los ingenieros forestales y los partidarios de la conservación de las selvas se dan perfecta cuenta de estos sucesos que, a pesar de todo, no deja de ser oportuno recordarlos para evitar que caigan en errores los legos en la materia, quienes, como funcionarios, han de juzgar y decidir los lineamientos de una política forestal de trascendentales alcances.

Podríamos acaso explicar la situación como sigue: si bien determinadas condiciones climáticas extremas que han originado en algunas partes de la tierra la aparición de verdaderos desiertos no pueden atribuírsele al hombre como causa primordial, su agravación y avance son por cierto obra de él. Aun cuando no fuera sensato esperar un cambio radical de talas condiciones ateniéndose tan sólo a los auxilios de la silvicultura, es esencial que los ingenieros de montes contraataquen directamente la acción del hambre que ha ayudado y sigue favoreciendo la invasión del desierto.

De esta manera reducimos el poso de la responsabilidad del forestal que, para definirla con mayor precisión, haremos un repaso de los muchos servicios prestados por el monte, o más bien, los que pueden prestar las nuevas plantaciones forestales en las regiones áridas.

De su valor protector se trata en otro artículo de este número de UNASYLVA. El interés principal reside en sus funciones que imparten protección al suelo, en particular contra la desecación y la intensa erosión eólica. Los efectos en el intercambio de humedad entre el aire y el suelo de ninguna manera son tampoco insignificantes, sobre todo cuando las plantaciones forman una extensa masa compacta más que agrupaciones dispersas, sin dejar de reconocer que dichas influencias son locales.

La acción recíproca entre el bosque y la comunidad rural tiene tanto alcance como en las regiones tropicales húmedas. Los desmontes, como lo hemos observado, son una de las causas principales de que el hombre agrave los rigores ambientales que dificultan la agricultura y favorecen la invasión del desierto. Los montes que corren el mayor peligro se encuentran en aquellas partes de la zona seca donde las lluvias son relativamente abundantes, pues constituyen las zonas más propicias a la agricultura; por eso se intensifica en ellas la agricultura migratoria y no tarda en extinguirse la capacidad de regeneración natural del bosque. He aquí el sitio para una investigación completa de los recursos correctivos aplicables a la localidad, a fin de adoptar métodos de protección, ora proscribiendo o a lo monos restringiendo el empleo de prácticas perjudiciales, en el propio interés de la población lugareña. Hasta es posible que en muchos casos se haga necesario modificar sin reserva la economía comarcana al objeto de evitar la ruina total de las masas forestales que todavía quedan en pie.

Las zonas húmedas se desvanecen en las secas, áridas y predesérticas, con una vegetación graminal propia de las estepas, y éstas son el dominio especial de los pastores nómadas y de los rebaños trashumantes. El uso de tales praderas arboladas plantea al forestal problemas técnicos, sociales y a menudo también políticos.

Por último, el monte abierto o sabanero de las regiones áridas siempre tiene algún valor económico que en sí invita a su irreflexiva destrucción. El forestal deberá ocuparse de que las necesidades locales de madera y combustible sean satisfechas sin riesgo de hacer desaparecer los árboles.

Quizá podamos resumir lo dicho de la siguiente manera: el bosque y la vegetación de las regiones secas, áridas y semiáridas, deben ser resistentes a las condiciones climáticas extremas y a los desmanes del hombre. Esto es precisamente lo que resulta muy difícil en el aspecto técnico, y demasiado dispendioso de capital. La acción correctiva debe ser siempre de gran alcance y apoyarse en una política de largo plazo formulada con debida consideración a los múltiples servicios que son capaces de prestar los montes.

Las influencias del bosque en el clima local son limitadas; por consiguiente, en las operaciones de mejoramiento, es indispensable que cerca de las zonas de cultivo permanente la masa forestal ocupe superficies muy extensas que estarán previstas en los planas preparados de antemano el aprovechamiento racional de la tierra y demás recursos natura les; y en caso necesario, deberá modificarse la estructura de la economía agrícola de manera que permita la eficaz protección de los bosques y pastizales.

En vista de las dificultades técnicas y de los costos que entran en juego, las diversas labores requeridas habrán de ejecutarse con la mayor economía posible, en ferina de trabajos generales de protección o de silvicultura muy elemental. En las plantaciones forestales conviene emplear métodos económicos que cumplan su objeto en las regiones extremadamente secas; los que se usan de ordinario en lugares de climas templados, con riego o sin él, no pueden ponerse en práctica, excepto en circunstancias especiales, casi siempre para cumplir ciertas exigencias particulares de la industria.

La investigación forestal en los trópicos

Ya se trate de zonas tropicales húmedas o secas, son dos tipos de problemas a los que tiene que hacer frente la silvicultura, uno técnico y el otro económico.

La investigación forestal tiene por objeto resolver los problemas técnicos, lo cual es relativamente fácil si se cuenta con una buena organización, programas bien elaborados, y técnicos e investigadores capaces, aunque existe la dificultad de procurar que la investigación esté en relación directa con los problemas de carácter práctico y con las condiciones específicas de la localidad, sin perderse en divagaciones abstractas. Como se ha indicado, la meta de la política y de la ordenación forestales no está bien definida todavía en muchos casos, y en consecuencia, no siempre es posible establecer los métodos de trabajo. Desde luego, algunas investigaciones previas son esenciales al planeamiento, pero en su mayoría se necesitan las que permitan evaluar las posibilidades futuras, y por tanto, su campo de aplicación es el de los programas bien trazados. En este caso, se comprende que deba haber una coordinación definida entre el planeamiento y la investigación.

La silvicultura tropical presenta nuevos aspectos científicos, vastos y complejos. La diversidad de problemas que sólo mediante la investigación podrán resolverse ha hecho que se piense en la coordinación mundial y en la centralización de las investigaciones, a fin de eliminar la duplicación de los esfuerzos, activar la labor y mejorar la calidad del trabajo. Esta idea, que significa darle un alcance internacional al principio ahora aceptado de la utilidad de las investigaciones regionales, tiene grandes atractivos y no deberá ser rechazada sin reparo, aunque la investigación dirigida ofrece ciertas desventajas importantes.

El valor de las investigaciones regionales consiste en que por algunos de sus aspectos relacionados con un «sujeto» o «lugar» específicos, pueden centralizarse fácilmente en beneficio de toda una región determinada; por ejemplo, no seria desatinado proponer el establecimiento de una estación central de experimentación del álamo para el Cercano Oriente, ni tampoco una estación de experiencias forestales para la región tropical de los Andes en la América del Sur. Sin embargo, para los trópicos en conjunto, aun cuando las condiciones del suelo, el clima y la altitud son similares, los diferentes elementos económicos, sociales y políticos cambian por completo el cuadro. Difícilmente podrían realizarse investigaciones forestales en Puerto Rico para aplicar los resultados en alguna parte de Nueva Guinea, porque el concepto que se tiene de la silvicultura en estos dos lugares es muy distinto. Tales dificultades no son insuperables, pero de hecho limitan el grado posible de centralización mundial, haciéndonos retroceder al plan regional, aunque sin alterar en absoluto la necesidad indiscutible de un intercambio internacional coordinado de información, por simples consideraciones técnicas.

Aspectos principales de la silvicultura tropical

No nos pasó por la mente la idea de que este artículo fuera un análisis científico de los complicados problemas que confrontan al ingeniero de montes en los trópicos. Su propósito fué «pensar en voz alta» y poner en orden ciertos hechos y principios, que de considerarlos aceptables el Cuarto Congreso Mundial de Silvicultura, podrá entonces reanudarse con provecho la discusión de los aspectos más importantes de los problemas técnicos enunciados.

Un ingeniero forestal no familiarizado con las condiciones tropicales puede opinar que lo dicho no es tan original ni se aplica sólo a los trópicos. No pecaría si así pensase, y hasta cierto punto, esto responde a la pregunta formulada al principio del artículo, acerca de si debería conceptuarse la silvicultura tropical como disciplina aparte. Pero los puntos y principios expuestos se han reiterado porque destacan como impresiones importantes en la experiencia de todos aquellos a quienes la FAO ha consultado sobre el tema de la silvicultura tropical, que no debe tomarse por cosa extraña y aterradora, sino como un ramo que todo ingeniero forestal puede enriquecer con juiciosas aportaciones.


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