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Los problemas del «pequeño monte» de Europa

T. FRANÇOIS
Jefe del Departamento de Política Forestal, Dirección de Montes, FAO

Con objeto de aumentar la producción de madera de Europa, se han propuesto dos soluciones principales, a saber: en primer lugar, la repoblación forestal de terrenos rasos, consistentes a menudo en tierras agrícolas o de pastoreo abandonadas, y la creación de plantaciones fuera del bosque propiamente dicho; en segundo lugar, la de aumentar el rendimiento de los montes de propiedad particular, sobre todo el de los «pequeños montes», los cuales, a pesar de encontrarse a menudo en condiciones físicas mas favorables, rinden bastante menos, por lo general, tanto en cantidad como en calidad, que los montes de dominio público.

El hecho de que los pequeños montes típicos de Europa puedan contribuir decisivamente al aumento de la producción de madera, ha sido la razón de que la Comisión Forestal Europea les dedicara tanta atención durante sus tres últimos períodos de sesiones. A requerimiento de la citada Comisión, se ha redactado el presente artículo1 basado en las informaciones y datos que han sido produciendo las deliberaciones de la misma.

1 Traducido del texto original en francés.

DEFINICIÓN DEL PEQUEÑO MONTE

El concepto de «pequeño montes» comprende tres categorías diferentes, por lo menos, cada una de las cuales plantea problemas diferentes que no tienen idéntica solución:

1. El monte campesino - todo terreno arbolado que forme parte integrante de la finca agrícola y que sirva para atender a las necesidades de la misma, destinándose su producción a usos domésticos o a ser consumida en la finca. Tales montes se dedican comúnmente a otros fines que el de la simple producción de madera o de estacas para cercas y leña, o sea al pastoreo de ganado, a la extracción de barrujo, recogida de forraje, frutos y hojarasca.

2. La pequeña propiedad forestal - terrenos arbolados de dimensiones que varían de un país a otro, cuya producción se destina a la venta comercial.

3. Plantaciones industriales - las que se crean fuera del monte propiamente dicho con el fin específico de obtener productos comerciales que proporcionen ingresos adicionales a la finca o predio agrícola, o el dinero necesario para pagar, por ejemplo, gastos o inversiones de carácter extraordinario. Tales plantaciones consisten generalmente en arboledas o pequeños grupos de árboles, que pueden ser chopos, eucaliptos, falsas acacias, etc.

En el cuadro adjunto a este artículo se resumen los datos estadísticos sobre pequeños montes tomados de los informes presentados por los Estados Miembros de la Comisión Forestal Europea. La forma misma de este cuadro indica que no es posible recoger en los diferentes países cifras sobre montes de propiedad privada que sean exactamente comparables. Ello se debe, en parte, al hecho de que la información estadística que pudiera ser de interés para determinados países, carece en absoluto de él para otros. En particular, el citado cuadro no da una idea clara de la fragmentación de los montes. En efecto, las cifras del mismo están basadas en el numero de propietarios, y en algunos países de la Europa occidental especialmente, la extensión total de superficie arbolada en manos de un solo propietario suele estar fragmentada en parcelas independientes, muy distantes unas de otras en algunos casos.

En todos los países de Europa existen montes de extensión muy reducida, inferior a cinco y hasta a dos hectáreas. La superficie total de los mismos no representa en ciertos países más que una parte insignificante de la superficie forestal total, mientras que en otros forma una parte bastante considerable de ésta. En los países del norte de Europa, la extensión superficial de los «pequeños montes» varía entre 20 y 30 hectáreas. En Europa central y occidental esta extensión media se reduce a 4 hectáreas en Austria y a menos de 2 hectáreas en Alemania y Francia. A lo largo de la costa atlántica de Europa aparecen ya las plantaciones de árboles para usos industriales, que desempeñan un papel muy importante al lado de los montes propiamente dichos, como, por ejemplo, en los Países Bajos. Por último, en los países del sur de Europa la situación es bastante compleja. En Grecia los montes de propiedad privada son de importancia secundaria, mientras que en España tienen mucha importancia y suelen estar concentrados. En Yugoeslavia están excesivamente fragmentados. En Italia, los pequeños montes desempeñan un papel insignificante. No obstante, las plantaciones industriales, ya sean en forma de hileras de árboles o en pequeñas y compactas arboledas, tienen mucha importancia en todos estos países.

ORIGEN DEL PEQUEÑO MONTE

La importancia de los montes de propiedad privada en relación con la superficie forestal total de cada país, y la fragmentación más o menos considerable de dichos montes de propiedad particular, se explican por la evolución histórica y por las instituciones jurídicas establecidas por los países, particularmente en materia de herencia.

En términos generales, el monte particular se derivó de la fragmentación de los «latifundios» de origen feudal. que comenzó después de las Cruzadas y se intensificó grandemente a partir de las postrimerías del siglo XVIII. La gran extensión de los montes de propiedad privada en España y en Italia, probablemente sea debida al hecho de haber perdurado estos latifundios. En los países del norte de Europa, los latifundios forestales están en manos de poderosas entidades, algunas de las cuales datan de tiempos muy remotos. En aquellos países en que las leyes que regulan la herencia favorecen la fragmentación, no solamente es muy reducida la extensión media del monte particular, sino que cada propiedad, a su vez, esta dividida en un gran número de pequeñas parcelas.

CUADRO: DATOS ESTADÍSTICOS RELATIVOS AL “ PEQUEÑO MONTE”

Los latifundios forestales de origen feudal no se fragmentaron, por regla general, de una sola vez. La mayoría de las veces, los montes fueron cedidos a las aldeas o villas, cuyos vecinos disfrutaban ya del usufructo de aquéllos. Donde prevalecía un fuerte espíritu de comunidad, como en Suiza y, por lo general, en las regiones montañosas, la fragmentación se detuvo en este punto. El régimen de propiedad comunal o colectiva continua prevaleciendo en estas regiones en las que el régimen de propiedad privada apenas tiene importancia. En otros lugares, sin embargo, los montes se repartieron ulteriormente entre los habitantes, prohibiendo las leyes en unos casos y favoreciendo en otros esta fragmentación.

Las estructuras agrarias van evolucionando, unas veces a tenor de las variaciones de los factores económicos, y otras por la acción deliberada de los gobiernos. Esta evolución afecta notablemente, tanto la extensión total de los montes, como su fragmentación. Así, por ejemplo, la expropriación de latifundios y su colonización agrícola posterior ha dado lugar a menudo a la desaparición de los terrenos forestales que pudieran existir en aquéllos, sin permitirse después la formación de pequeños montes particulares. Por el contrario, tales proyectos de colonización pueden favorecer las plantaciones de árboles en hileras y setos, así como de pequeños sotos. La presión demográfica a que dan lugar tales reformas agrarias, conduce después a la constante reducción de los grandes montes y al aumento del número de los «pequeños montes». Análoga tendencia a la formación de pequeños montes se observa como consecuencia del abandono de las tierras agrícolas marginales para la plantación de árboles en ellas.

Un ejemplo singularmente interesante lo ofrece el caso de Finlandia donde, como resultado de las medidas que fué preciso adoptar para asentar a los refugiados procedentes de la zona que tuvo que ser cedida a la Unión Soviética después de la última guerra, la proporción de montes campesinos aumentó de un 52,6 a un 59,9 por ciento dentro del área forestal total del país.

En todos estos casos se ve cómo, por lo que a los «pequeños montes» concierne, la política forestal va ligada a la política agraria.

PROBLEMAS QUE PLANTEA

Es preciso reconocer que existen algunos «pequeños montes» muy bien ordenados. Por regla general, sin embargo, los montes comprendidos en esta categoría no producen, ni en cantidad ni en calidad, lo que normalmente cabría esperar.

Ya se ha dicho que la extensión superficial de los pequeños montes de propiedad privada varía considerablemente de un país a otro, de forma que esta falta de productividad no cabe imputarla únicamente a su «pequeñez», que. no es más que relativa.

La pequeñez de un monte constituye sin duda un inconveniente, pero la escasa productividad de estos pequeños montes se debe a otras causas que también pueden afectar a las grandes masas forestales e incluso a los grandes montes, sea cual fuere su régimen de propiedad. Estas causas radican en la falta de recursos técnicos, económicos y financieros para la debida ordenación del monte. La pequeña extensión de un monte o su fragmentación no hace más que acentuar estas insuficiencias.

Bastará analizar ahora estos tres factores para comprender mejor, más adelante, la razón de los diferentes métodos aplicados por los países europeos para remediar las deficiencias de los «pequeños montes», e incluso pura sugerir otros.

La insuficiencia de conocimientos técnicos

La ordenación racional de un monte requiere conocimientos técnicos que, por regla general, los propietarios de aquéllos no se preocuparon antes de adquirir, ni los gobiernos, por su parte, se interesaron en poner a su alcance. Es evidente que cuanto menor sea el valor económico de un pequeño monte, tanto menos dispuesto estará su propietario a adquirir los conocimientos técnicos necesarios para su ordenación racional o a recurrir al asesoramiento de un forestal competente. Sin embargo, es esencial que se pueda contar con tales técnicos forestales calificados. La creación de los medios necesarios para la capacitación de agentes de extensión forestales es un deber del Estado en los países europeos. Los forestales encargados del cuidado de los montes del Estado no pueden encargarse al propio tiempo de ayudar a explotar racionalmente los montes de propiedad particular, y la experiencia de muchos países indica que se requiere un número comparativamente considerable de técnicos, en relación con la extensión de los montes de propiedad particular, para lograr la debida ordenación de éstos.

Lo mismo cabe decir de las plantaciones industriales. Estas suponen a menudo una experiencia completamente nueva para el propietario, por lo que la asistencia técnica resulta esencial si se quieren evitar fracasos y desengaños. Por otra parte, si los propietarios no se interesaran por la ordenación de sus bosques, los técnicos forestales formados por el Estado correrían el riesgo de encontrarse sin empleo.

Consideraciones económicas

A muchos agricultores les interesaría, sin duda, adquirir los conocimientos técnicos que les permitieran obtener un rendimiento mayor de sus arboledas, si no fuera porque otras consideraciones de índole económica les obligan a dedicar las mismas a determinados fines como, por ejemplo, la obtención de leña, que obliga a la rotación de monte tallar, o el de proporcionar, además, pastos adicionales para el ganado.

En Austria, donde los montes campesinos están muy desarrollados, las mejoras de la explotación agrícola se financian a menudo con la madera, en condiciones tales que rara vez son beneficiosas para las masas. Recientemente, se ha informado sobre cortas excesivas motivadas por el deseo de los agricultores de obtener grandes sumas en metálico con que adquirir maquinaria agrícola. Es éste un hecho que ocurre comúnmente en muchos países, y que quizá pudiera evitarse coordinando mejor las políticas agrícola y forestal. Podía haberse remediado, por ejemplo, por medio de préstamos a los agricultores, gradualmente reembolsables, que hubieran hecho innecesaria la corta excesiva de la madera en pie. Es cierto que, tradicionalmente, los terrenos arbolados desempeñan el papel de cajas de ahorro para su propietario, pero también es indudable que las sacas excesivas e intempestivas no son la mejor forma de tratar los rodales.

Ahora bien, quienes suelen considerar sus montes como cajas de ahorro son sobre todo aquellos propietarios que no son agricultores, y esta tentación es aún mayor cuando el monte es de pequeñas dimensiones y menos capaz, por lo tanto, de proporcionar ingresos regulares de cierta cuantía. Las pequeñas cantidades de madera ocasionalmente producidas por estos bosquecillos cuando son racionalmente explotados, se venden a menudo con dificultad y no suelen pagarse a buenos precios. Por esta razón, sus propietarios no suelen mostrarse dispuestos a invertir cantidades de dinero apreciables en mejoras o en la construcción de caminos de acceso.

Las consideraciones de índole económica pesan también más que nada en la repoblación forestal o en la plantación de árboles. La explotación agrícola en régimen de arriendo que no garantice al arrendatario la ocupación de la tierra por un largo período de tiempo, no incitará a éste a invertir su dinero en plantar árboles. La falta de acuerdo entre el propietario y el arrendador podrá ser un impedimento para la repoblación forestal, aun cuando ésta pudiera ser beneficiosa desde el punto de vista económico y se contara con los medios financieros necesarios para llevarla a cabo.

La falta de medios económicos

Aquellos propietarios de pequeños montes que estarían dispuestos a invertir dinero en ellos, no suelen disponer de éste por regla general. Y cuanto más pequeña sea la zona arbolada, tanto menos rendirá en efectivo para ulteriores inversiones. A los propietarios les resulta difícil obtener préstamos de dinero garantizando la devolución con los ingresos futuros de sus montes, y se necesitan sumas relativamente importantes para pagar los trabajos de avenamiento, cercado, construcción de caminos, limpias y mejoramiento del rodal. Las nuevas plantaciones exigen desembolsos muy importantes.

El agricultor que cuenta con una zona arbolada dentro de su predio, suele encontrarse en una posición algo mejor a este respecto, ya que puede dedicar al cuidado de su monte parte de la mano de obra que queda disponible en la finca durante la temporada muerta. En los países septentrionales, donde la temporada muerta es singularmente larga desde el punto de vista agrícola, esta circunstancia es muy importante. Además de procurar ocupación a la mano de obra que, de otro modo, tendría que emigrar en busca de empleo, el trabajo realizado en el monte equivale a una inversión pecuniaria que, de tener que contratar aquélla fuera de la explotación. importaría probablemente una suma considerable.

FRAGMENTACIÓN FORESTAL

La adecuada ordenación de los pequeños montes no puede consistir simplemente en la concentración de las parcelas o la agrupación de las propiedades independientes en unidades forestales mas idóneas desde el punto de vista de su explotación racional. Es preciso, además, adoptar medidas para corregir la falta de conocimientos técnicos, incentivos económicos y fondos para inversiones. Esta es la situación general. Incluso en los Estados Unidos, donde se da la denominación de «pequeño monte» a zonas arboladas de varios cientos de hectáreas de extensión, los propietarios tropiezan con las mismas dificultades que el propietario europeo que posee montes de unas cuantas hectáreas solamente.

La corrección de estas dificultades debe acompañar a la corrección específica de la fragmentación.

Ningún Estado de los que forman parte de la Comisión Forestal Europea obliga a concentrar las parcelas forestales que posee un solo propietario, ya sea éste el Estado o una asociación privada, o en unidades de explotación de dimensiones adecuadas. Ahora bien, es preciso admitir la dificultad de obtener resultados prácticos sin recurrir a medidas compulsivas.

Es relativamente fácil impedir por la ley la fragmentación ulterior de las masas forestales. La legislación tendente a este fin ha sido adoptada por varios países como, por ejemplo, por Dinamarca (Ley del 4 de octubre de 1919) donde sólo pueden contar con la ayuda del Estado, según los casos, los terrenos forestales de más de 10 hectáreas de extensión; y por Alemania, o, cuando menos, por ciertos Länder de la República Federal. La ley francesa de diciembre de 1954, ofrece un interés particular a este respecto, ya que su propósito es el de detener e invertir la tendencia a la fragmentación inherente a sus leyes sucesorias Todo copropietario de un terreno boscoso podía solicitar hasta ahora, en todo momento, la partición del mismo. De ahora en adelante, por el contrario, basta que se oponga uno de los copropietarios a la partición para obligar a que la propiedad continúe indivisa, o para que tengan que vender su parte los que deseen cesar en el régimen de copropiedad. Para efectuar estas retrocompras se cuenta con la ayuda, en forma de préstamos reembolsables a largo plazo, del Fondo Forestal Nacional.

En Finlandia se evitó la fragmentación de las zonas boscosas en que fueron asentados los colonos desplazados de Carelia después de la guerra, creando cooperativas que pasaron a ser las propietarias de los montes colonizados. Cada colono tiene una participación en la cooperativa. Cuando necesitan madera para su propio consumo, pagan el importe de la misma al banco de la cooperativa.

Es mucho más difícil, en cambio, instituir una legislación con miras a fomentar o asegurar la concentración voluntaria de parcelas forestales ya fragmentadas, en una sola unidad de propiedad u ordenación. Es cierto que existen legislaciones que persiguen este fin, pero se aplican muy rara vez. En Suiza, por ejemplo, sólo se apeló a esta legislación por dos veces en el transcurso de 50 años.

La legislación de varios países prevé también la concentración parcelaria mediante la permuta y la reagrupación, de común acuerdo, de parcelas forestales dispersas. La dificultad principal con que tropieza este procedimiento estriba en las diferencias de clase y de calidad de los terrenos arbolados que han de ser objeto de permuta entre los propietarios interesados. Suiza es el único país que ha llevado a cabo la concentración parcelaria de un modo sistemático con éxito hasta cierto punto, siguiendo estas directrices. En 1956, se concentraron de esta forma 1.000 hectáreas, pero las distintas unidades forestales que han resultado de esta forma no suelen pasar de cuatro a seis hectáreas de extensión. Es más, las operaciones de concentración parcelaria implican la realización de mejoras, especialmente la construcción de caminos, para aumentar el valor económico de las parcelas concentradas.

Esta concentración resulta más fácil de realizar cuando se trata de terrenos destinados a ser repoblados, ya que en este caso el obstáculo que representa la falta de homogeneidad de los terrenos que han de sor objeto de permuta entre sus propietarios, no es tan considerable. En estos casos, también es más fácil lograr la concentración por medio de la asociación de los propietarios que aportan sus terrenos y sus recursos para las operaciones de repoblación y el subsiguiente cuidado de la plantación como una unidad indivisa. Este sistema es susceptible de ser adoptado por todos los países europeos, y en algunos de ellos se fomentan activamente las asociaciones forestales de este género.

En algunos países se observa una tendencia espontánea, sin la intervención del Estado, hacia la concentración de propiedades forestales mediante compras hechas por sociedades, compañías y entidades dedicadas a la inversión de capitales, con miras, generalmente, a explotar el valor de la madera en pie. Ello puede o no ser beneficioso. En algunos países, sobre todo en Francia, se favorece la compra de títulos de propiedad con objeto de formar grandes masas forestales. En Suecia se favorece por todos los medios y en todos los casos la concentración de parcelas forestales; en algunos casos se concede a determinadas organizaciones el derecho de preferencia para la compra de cualesquiera tierras en venta con el fin de formar grandes haciendas de dimensiones más económicas. Es posible que de esta forma se hayan logrado algunas concentraciones de terrenos arbolados, pero, desgraciadamente, el elevado precio pagado por las parcelas de bosque no ha permitido realizar progresos de consideración siguiendo este sistema. En la Gran Bretaña se están creando cooperativas para la repoblación forestal de ciertas tierras. Los propietarios de las tierras limítrofes reciben una participación en las cooperativas, siendo así factible la formación de unidades de ordenación bastante grandes. Hoy se encuentran ya en manos de cooperativas de este tipo unos 10.000 acres de terrenos, habiéndose encontrado el capital necesario para las inversiones.

Ya se ha hecho mención en este trabajo de los efectos de la reforma agraria sobre la fragmentación forestal.

EL MEJORAMIENTO DE LA PRODUCCIÓN

La lista de medidas que pueden adoptarse para aumentar la producción y el rendimiento de los montes de propiedad particular es muy larga. Estas pueden dividirse en medidas obligatorias y medidas de asistencia técnica o incentivos.

Medidas obligatorias

Implican éstas la restricción de los derechos que el propietario puede ejercer normalmente sobre sus tierras. Tales medidas no gozan de simpatía, pero, a pesar de ello, muchos gobiernos han ido bastante lejos en este sentido. Algunos prohiben en absoluto la roturación de montes cuando se hace con el propósito de dedicar las tierras a otros fines. Pero ningún Estado europeo, excepto tres Länder alemanes y, en cierto modo, España, exige a los propietarios particulares la adopción de un determinado sistema de ordenación o de explotación para sus montes, si bien algunos, como, por ejemplo, Francia y el Reino Unido, ofrecen subvenciones a los propietarios que adopten voluntariamente el plan de ordenación aprobado por el Servicio Forestal del Estado

Entre ambos extremos hay toda una escala de limitaciones aplicadas por los diferentes países de Europa

En Noruega, Suecia y Finlandia, los montes de pro piedad particular deben ordenarse de acuerdo con sanos principios de silvicultura. Lo que se entiende por tales principios se define claramente en los reglamentos especialmente por lo que concierne a la regeneración de las zonas cortadas. Existen pequeñas diferencias en los reglamentos de los tres países citados, pero, en términos generales, puede afirmarse que éstos son, sin duda, los más rigurosos de todos. No obstante, también obligan a regenerar las zonas taladas algunos otros países (por ejemplo, Portugal y Suiza) y algunos gobierno obligan incluso a la repoblación forestal de tierras denudadas (Suiza, por ejemplo, por la creación de monte protectores; Yugoeslavia en terrenos comprendido dentro de la reservas forestales; y algunos Länder alemanes).

Muchos gobiernos solamente autorizan la corta en los montes de propiedad particular mediante permiso especial; en Yugoeslavia, los árboles que deben ser apeados los marca un forestal del Servicio del Estado. En algunos casos, las limitaciones en la corta se aplican únicamente a los terrenos arbolados o montes protectores; este el caso de España (regiones de interés forestal), Italia (vincolo forestale), y Francia (forêts de protection).

Con objeto de evitar la compra de montes con fines especulativos, la ley danesa señala la obligatoriedad de obtener el correspondiente permiso para todas las cortas que hayan de llevarse a cabo dentro de los diez años siguientes a la adquisición. El párrafo 6 de la Ley de 11 de mayo de 1935 obliga a conservar una determinada masa forestal en toda tierra inscrita como monte; todos los montes de propiedad particular son inspeccionados regularmente.

En todos los Länder de Austria se necesita un permiso de corta para los montes que no están sujetos a ningún plan de ordenación. Existe el propósito de someter obligatoriamente a una ordenación forestal sistemática todos los terrenos arbolados de más de 150 hectáreas de extensión, así como de establecer la obligatoriedad de repoblar todas las zonas donde se han practicado cortas a matarrasa en el término de 5 años como máximo.

Otro tipo de obligaciones impuestas por ciertos gobiernos, particularmente por algunos Länder de Alemania, consiste en exigir que la madera extraída de los montes de propiedad particular se dedique a determinados aprovechamientos nada más, o bien que se conforme en tamaño y clase a especificaciones prescrita por el mercado.

Medidas de asistencia técnica o incentivos

Esta clase de medidas pueden ser estudiadas en el mismo orden indicado anteriormente en el presente trabajo.

Medidas encaminadas a remediar la falta de conocimientos técnicos

Durante los últimos años, se han realizado considerables progresos en este terreno, bien mediante la acción gubernamental directa o, indirectamente, a través de las asociaciones de propietarios forestales patrocinadas por los gobiernos.

A este respecto, cabe distinguir dos modos de actuar, el que consiste en capacitar directamente a los propietarios forestales aunque sólo sea enseñándoles lo más elemental, y el que se propone facilitar a éstos los servicios de forestales experimentados, capaces de ayudarles y orientarles o de llevar a cabo en su lugar aquellas operaciones que exigen especial preparación profesional.

Como ejemplo de la primera solución cabe citar el caso de Austria, donde se asegura la correspondiente formación técnica a los hijos e hijas de los propietarios de montes, y donde las organizaciones juveniles provinciales se dedican también a la enseñanza elemental práctica. En Suecia, se invierten anualmente 3,5 millones de coronas en cursos, por correspondencia o directos, para propietarios y obreros forestales. Hacia últimos de 1956. existían en Finlandia 9 escuelas de capacitación para propietarios de montes. Francia acaba de inaugurar una escuela de este género y tiene el propósito de seguir desarrollando esta política.

Los bosques escolares persiguen, como es natural, un fin más general, pero tampoco debe subestimarse el papel que pueden desempeñar en la formación técnica de propietarios forestales y de los hijos de éstos. En Alemania existen unos 1.400 bosques de esa índole, cuya extensión varía entre 3 y 5 hectáreas. También existen en dicho país dos organizaciones que se ocupan de enseñar los métodos de corta y de plantación, así como la forma de ejecutar los diferentes tipos de trabajos forestales. También está muy bien organizada en el mismo país la educación en materia forestal a través de la prensa. Casi todas las revistas agrícolas contienen una sección forestal y muchas de ellas publican de vez en cuando números especiales dedicados a silvicultura. Las ferias del campo comprenden también secciones forestales.

En la Gran Bretaña y en Francia se realizan asimismo esfuerzos considerables para enseñar a los propietarios de montes por medio de la palabra escrita o la publicación de folletos técnicos. Suiza, a su vez, se esfuerza en capacitar técnicos en clasificación y comercialización de la madera capaces de dar valiosos consejos y de ayudar a los propietarios particulares.

El segundo tipo de ayuda consiste en proporcionar asistencia técnica directa a los propietarios, siendo éste un servicio que existe prácticamente en todos los países europeos. En algunos de éstos, se han montado con este solo objeto servicios de divulgación independientes que, en los países del norte de Europa, por ejemplo, funcionan ya desde hace mucho tiempo. En Austria, este tipo de asistencia se la prestan a los pequeños propietarios de montes los servicios forestales especiales organizados por las Cámaras Agrícolas de las distintas provincias. Francia cuenta desde hace varios años con un Servicio Forestal Privado, mientras España va a reorganizar su Servicio Forestal para incluir en el mismo, ante todo, un servicio de asistencia técnica forestal o de extensión.

La habilitación del personal necesario para atender estos servicios de asistencia técnica, tanto del Estado como de las diferentes asociaciones particulares, supone realizar un esfuerzo considerable para su debida capacitación. Una vez formado el personal técnico, es preciso emplearlo. En algunos países, como Alemania, por ejemplo, se obliga a los propietarios de montes de cierta extensión a emplear los servicios de un forestal profesional. Sea como quiera, es preciso persuadir a aquéllos de la conveniencia de emplear a éstos.

Medidas encaminadas a mejorar la situación económica de los propietarios de montes particulares

Las medidas encaminadas a mejorar la situación económica de los propietarios de montes con objeto de estimularlos a ordenar mejor sus propiedades y a llevar a cabo trabajos de mejoramiento y de repoblación forestal, no son exclusivamente peculiares de los pequeños montes. Como es natural, el mayor aliciente estriba en demostrar que la buena política forestal es remuneradora.

El mantenimiento de precios relativamente altos para la madera en pie y los productos de la misma, es el mejor aliciente que puede ofrecerse al propietario de un monte particular. En el informe presentado por Alemania en 1957 a la Comisión Forestal Europea, se hace constar que los precios de la madera son lo suficientemente altos para permitir a los propietarios prescindir de la ayuda financiera del Gobierno. El elevado precio de la madera estimula particularmente la plantación de especies de crecimiento rápido como el chopo, que puede integrarse en la explotación normal de la finca agrícola. No tiene nada de sorprendente, por lo tanto, que en 1956 se plantaran en Alemania de 6 a 8 millones de chopos.

Ahora bien, la política encaminada a mantener los precios a un nivel relativamente alto, puede volverse a la larga contra los intereses de los mismos propietarios forestales. Muchas asociaciones de propietarios de montes consideran que su principal función es la de forzar los precios de la madera en pie hasta el nivel más alto posible, y esta acción puede ser perjudicial para la industria. Alemania ha informado que van a entrar en vigor medidas legislativas para poner coto a tales actividades. No obstante, la Comisión Forestal Europea estima que la mejor forma de mantener los precios a un nivel prudencialmente remunerador y de evitar peligrosas fluctuaciones, consiste en mantener el contacto entre las asociaciones de propietarios de montes y de consumidores de madera.

Ahora bien, existen otros factores además de los precios elevados. Muchos países han informado que tienden a desaparecer las diferencias entre los «montes campesinos» y otros montes de propiedad particular. La electrificación, el mejoramiento de los caminos y las comunicaciones, la mayor disponibilidad de bienes de consumo, etc., van fomentando el empleo de combustibles distintos de la madera o la sustitución de los postes de madera para cercas por postes metálicos. A consecuencia de ello, disminuye la demanda doméstica que debe satisfacer el monte campesino, y los agricultores se esfuerzan en obtener de sus terrenos arbolados productos de mejor calidad que les reporten mayores ingresos. En los países del norte de Europa, se considera que ya no cabe hacer distingos en la política forestal aplicable a los montes públicos y al monte campesino.

Armoniosa distribución de los bosques y de las tierras de cultivo privadas en el valle bernés del Gran Emmen (Suiza). Debido a las condiciones topográficas y a una colonización relativamente reciente toda esta región está dividida en explotaciones individuales aisladas. Los bosques, en los que predomina el pinabete, se ordenan tradicionalmente por el sistema de entresaca Su rendimiento constante es notablemente elevado.

Foto: Service Topographique Fédéral
Los progresos técnicos de la agricultura también afectan a la posibilidad de mejorar la ordenación del monte campesino. La rotación de cultivos forrajeros, por ejemplo, permite prescindir o, cuando menos, restringir el pastoreo en los montes, haciendo posible también la repoblación forestal de zonas de pastos marginales. La recogida del barrujo del monte ya rara vez es una práctica necesaria en ninguna parte. Las cooperativas de trabajadores agrícolas capacitan a sus miembros en silvicultura, permitiendo así que éstos puedan emplearse en trabajos más variados y en todas las épocas del año.

Ayuda económica

La prestación de ayuda económica a los propietarios de bosques es, con mucho, el método más común de inducir a éstos a que dediquen mejores cuidados culturales a sus montes o a que pongan en práctica trabajos de mejoramiento y hagan nuevas plantaciones. Esta ayuda puede ser prestada directamente por el Estado. pero también puede facilitarse indirectamente fomentando la creación de asociaciones de propietarios de montes, de sociedades mutuas o de sistemas de créditos, métodos todos que se proponen ayudar a los propietarios a que se ayuden a sí mismos.

La ayuda económica directa a costa del Estado o a través de asociaciones creadas con dicho fin. está muy generalizada en Europa, donde la mayoría de los países asignan todos los años importantes sumas a este propósito. En varios países (España, Francia) se han creado organismos especiales encargados de financiar este tipo de ayuda, o bien se han promulgado leyes especiales con el mismo fin (Finlandia, 1953). Cabe mencionar a este respecto también el «Plan Verde» de Alemania.

En 1956, Finlandia invirtió cerca de 3.000 millones de marcos en la inspección de montes de propiedad particular y en trabajos de mejoramiento y ordenación forestales; esta suma es casi la misma que invirtió en los montes del Estado. Suecia ha dedicado especial atención a la construcción de caminos forestales, concediendo subvenciones que cubren del 50 al 80 por ciento de los gastos según los distintos casos y la región de que se trate. Los caminos son proyectados por especialistas adscritos a los servicios forestales de cada distrito y su construcción la llevan a cabo los propios agricultores que suelen agruparse en asociaciones para la construcción y conservación de caminos. Cada año se construyen de 2 a 3.000 kilómetros de caminos.

La ayuda se presta a menudo en forma de subvenciones o subsidios a los propietarios que estén dispuestos a observar ciertas normas de silvicultura u ordenación forestal. Como modelo de ayuda de este género puede citarse el Dedication Scheme del Reino Unido. Por regla general, la ayuda económica prestada a los propietarios es tanto más importante cuanto más rigurosas son las restricciones y reglamentaciones que se obligan a cumplir al propietario. Existen países, sin embargo, en los que se presta una ayuda considerable sin imponer casi ninguna obligación al beneficiario.

La ayuda económica puede adoptar formas muy diversas. Una de las medidas más antiguas consiste en reducir o en suprimir temporalmente los impuestos que gravan las superficies repobladas, o en aplicar un régimen de tributación especial a los montes cuyos propietarios se comprometen a someterse a ciertas reglamentaciones. Tal ayuda resulta necesaria a menudo, porque el régimen de tributación aplicado a los montes, particularmente por lo que se refiere a los derechos reales, ha sido frecuentemente una de las causas principales de la ruina de los de propiedad particular2. En Francia se presta una ayuda económica de particular interés a los propietarios que tropiezan con dificultades para abonar los derechos reales sin recurrir a la corta abusiva de sus montes.

2 Los gravámenes tributarios han sido tratados muy a fondo en diversas publicaciones de la Sección Forestal de la Confederación Europea de Agricultura.
Más a menudo la ayuda se presta en forma de subsidios o subvenciones; es decir, el Estado participa directamente mediante inversiones a fondo perdido en los trabajos efectuados bajo la responsabilidad y en beneficio de los propietarios. Tales subvenciones pueden ser en efectivo o en especie, como por ejemplo plantas de vivero y semillas, y cubren por lo general una parte considerable del costo total. La cuantía de la subvención, no obstante, varía con el tipo de trabajo. En España se concede para plantaciones el 50 por ciento del costo de los trabajos (con posibles créditos suplementarios hasta de un 25 por ciento); en Francia también se concede el 50 por ciento. En Finlandia se llega a un 60 por ciento y en casos excepcionales puede concederse hasta un 80 por ciento; la cuantía, sin embargo, se calcula de acuerdo con los recursos económicos de que dispone el propietario que solicita la subvención, en forma tal, que resultan más favorecidos los propietarios de los pequeños montes. En los Países Bajos y en Suecia, se conceden subvenciones hasta de un 50 por ciento. En Suiza, tanto la Confederación como los Cantones pueden conceder subvenciones para los trabajos de repoblación así como para los de restauración de bosques y rehabilitación de tierras, colocación de cercados, construcción de caminos y concentración de terrenos forestales fragmentados.

El sistema de préstamos también se practica ampliamente, si bien algo menos que el de los subsidios directos. Este sistema resulta necesario, porque la ausencia de organizaciones cooperativas o bancarias especiales sostenidas por el Estado, puede hacer que sea muy difícil para el propietario de un monte o para la persona deseosa de llevar a cabo la repoblación forestal de sus tierras, encontrar el crédito indispensable para ello. La cuantía de los préstamos concedidos por los gobiernos varía generalmente con la importancia del programa de trabajos que van a ejecutarse. Corrientemente se les aplica un tipo de interés bajo y se aplaza su reembolso o se extiende sobre un largo período de tiempo. En algunos países, los préstamos para los trabajos de repoblación forestal no se reembolsan hasta después de realizar las primeras cortas en los rodales plantados. En el Reino Unido, si bien los subsidios no se conceden más que para ciertos tipos de trabajos forestales, los préstamos, en cambio, pueden concederse para todo género de trabajos de los que normalmente se realizan en los montes, incluso la construcción de caminos y de casas para trabajadores forestales.

Existen otros métodos para ayudar financieramente a los propietarios de terrenos o, mejor aún, para ayudarles a ayudarse a sí mismos. En algunos países, el propietario puede solicitar, pagando una tarifa reducida, el cuidado total o parcial de sus montes por el Servicio Forestal del Estado. Noruega obliga al propietario particular a depositar en una cuenta especial abierta en determinado Banco, cierta parte de las cantidades que cobra por ventas de madera. Esta cuenta se desbloquea únicamente cuando el propietario del monte desea efectuar determinados trabajos de mejoramiento, autorizándosele entonces a retirar la suma que necesita para los mismos. Este sistema recientemente establecido, ha dado ya buenos resultados prácticos y Suecia intenta adoptar otro sistema similar.

Una consideración de orden económico que desanima frecuentemente al propietario particular haciéndole desistir de plantar nuevos árboles o de prestar los necesarios cuidados culturales a sus montes, es el temor a las calamidades naturales - daños causados por los vendavales, los insectos y los hongos y, sobre todo, el fuego que, en pocas horas, puede destruir el fruto de muchos años de paciente esfuerzo.

La situación de los seguros forestales en Europa es bastante favorable. En el Reino Unido, los propietarios pueden asegurar sus montes contra el riesgo de incendio en una gran compañía de seguros particular y en varias otras menos importantes. De hecho, la Comisión Forestal sólo concede préstamos a condición de que el propietario interesado asegure su arbolado. La prima es relativamente reducida si se tiene en cuenta que el seguro no solamente cubre las masas de árboles más expuestas al riesgo de incendio, sino toda la zona forestal propiedad del asegurado. Sin embargo, no existe el seguro contra los daños causados por el viento, las plagas o las enfermedades.

En Dinamarca, los propietarios pueden asegurar sus montes contra el riesgo de incendio en compañías de seguros ordinarios o en una compañía especializada que, no obstante, sólo abona los gastos de restauración. En Suecia hay cuatro o cinco compañías especializadas que, por una prima relativamente reducida, cubren no solamente el riesgo de incendio, sino también los daños causados por plagas de insectos, por el viento y por las enfermedades. Todas las posibles pérdidas quedan cubiertas, teniéndose en cuenta al hacer los cálculos, no solamente el valor actual de la madera en pie, sino también su valor potencial. La situación de Finlandia es aún mejor si cabe, ya que los propietarios pueden asegurarse incluso contra el riesgo de pérdida de las nuevas plantaciones. En los Países Bajos existen dos mutuas de seguros contra incendios, una para montes pertenecientes a personas particulares y a municipios, y otra, dependiente del Servicio Forestal, para los montes municipales únicamente.

EL PAPEL DE LAS ASOCIACIONES DE PROPIETARIOS FORESTALES

Las asociaciones y cooperativas de propietarios forestales pueden desempeñar un papel muy importante en la solución de los problemas que plantea el monte de propiedad particular y, sobre todo, el «pequeño monte»3.

3 La FAO publicó en 1956, en la revista Unasylva (Volumen 10; N° 2) un estudio de conjunto sobre las asociaciones forestales.
En primer lugar, existe una gran flexibilidad en la forma y el modo de organizar tales asociaciones adaptándolas a las leyes y costumbres de cada país. Existen asociaciones que vinculan muy débilmente a sus miembros o que no tienen más finalidad que la de facilitar a éstos la realización de una operación bien determinada. Otras, en cambio, llegan a agrupar los terrenos arbolados de sus miembros en una sola unidad de explotación, pudiendo compararse así con las entidades mencionadas al principio del presente artículo.

La misma naturaleza de estas asociaciones implica el ingreso voluntario en ellas. En unos cuantos países, no obstante, se observa la tendencia a establecer la obligatoriedad de pertenecer a las mismas. En Alemania, no se permite crear nuevas cooperativas voluntarias en que los miembros ceden sus montes a la asociación, pero continúan funcionando las creadas con anterioridad y en dos Länder los servicios oficiales están autorizados para crear tales cooperativas. En España, se está preparando una nueva legislación que prevé la obligatoriedad de concentrar las parcelas forestales en unidades de extensión no inferior a 50 hectáreas cada una, así como la obligatoriedad de formar una asociación de propietarios de montes cuando así lo desee más del 60 por ciento de los interesados. Esta última fórmula se aplica también en mucho países para la creación de asociaciones con una finalidad específica como, por ejemplo, el avenamiento de marjales y pantanos. En Finlandia no es obligatorio pertenecer a una asociación de propietarios forestales, pero la Ley de 1950 obliga a todos los propietarios de montes con un rendimiento anual teórico de madera superior a 20 metros cúbicos, a pagar una cuota destinada a sostener tales asociaciones. Estas cuotas alcanzaron en 1956 la cifra de casi 600 millon esde marcos.

En muchos países, las asociaciones de propietarios forestales inicialmente creadas con el fin de permitir a los mismos vender la madera de sus montes a los mejores precios posibles, no tardaron en ampliar cada vez más sus funciones, asesorando y proporcionando ayuda material para el cuidado de los bosques, llegando a cubrir así, de hecho, todas las fases de la producción de madera. En Noruega, por ejemplo, las cooperativas de venta han nombrado expertos forestales en cada distrito, que han tenido mucho éxito ayudando a los propietarios a planear sus operaciones forestales, así como a vender la madera. En el centro y en el norte de Europa existen muchas asociaciones que poseen aserraderos. Algunas de ellas, como las más importantes de Dinamarca, realizan también trabajos de investigación, como el que vienen efectuando desde hace mucho tiempo ciertas asociaciones suizas.

Por otra parte, estas asociaciones pueden prestar a los gobiernos múltiples servicios. El más importante consiste sin duda en que, por el hecho de asociarse, especialmente en el ámbito local, los propietarios llegan a tener conciencia del valor económico de sus montes, tanto para ellos mismos como para el amplio conjunto de la economía nacional. Al propio tiempo, las asociaciones están en condiciones de brindar a los propietarios facilidades que el Estado solamente podría proporcionarles realizando gastos considerables de fondos públicos o a un precio que no cabría esperar que autorizara ningún órgano legislativo.

Además, como quiera que las asociaciones locales se suelen agrupar generalmente en asociaciones regionales y éstas, a su vez, en otras de carácter nacional, constituyen un medio a través del cual el gobierno puede, por una parte, explicar los fines de las políticas forestales nacionales a los propietarios particulares para lograr su colaboración y, por otra, sondar la opinión general de los propietarios forestales y conocer así su reacción ante las medidas oficiales propuestas.

Esta es la razón por la que muchos países han creado órganos al servicio de la administración forestal del Estado, integrados por propietarios forestales, en los que éstos están plenamente representados. La mayoría de las veces, estos órganos no tienen más que una función consultiva como, por ejemplo, el Consejo Forestal de la República Federal de Alemania. Otros gobiernos, no obstante, les confían también responsabilidades de reglamentación y ordenación cual es el caso de la Oficina Forestal establecida por los Países Bajos en 1954.

Por lo demás, se observa una marcada tendencia a conferir, incluso a las asociaciones locales, cierta responsabilidad en velar por el cumplimiento de la reglamentación oficial impuesta a los propietarios particulares. Es éste el mejor modo de prestigiar y respaldar tales asociaciones y de asegurar el ingreso en las mismas del mayor número posible de miembros. Generalmente, el Estado proyecta, asigna y distribuye los subsidios por intermedio de estas asociaciones, donde quiera que existan.

EL PORVENIR DE LOS MONTES PARTICULARES PRIVADOS EN EUROPA

La gran extensión de las zonas forestales en régimen de propiedad privada que hay por toda Europa, plantea a los gobiernos difíciles problemas al tratar de llevar a la práctica sus políticas forestales. El papel que desempeñan los montes de propiedad particular en tales políticas, no se ha comprendido hasta hace muy poco. Es ahora cuando las autoridades responsables comienzan a ocuparse cada vez más de esta cuestión.

Poco a poco se han ido oreando los medios para facilitar a los propietarios, incluso de pequeños montes, la ayuda necesaria para conseguir una sana ordenación forestal. No obstante, aún queda mucho camino que recorrer. El intercambio de información entre los países acerca de los métodos empleados y de los resultados obtenidos, ayudará a conseguir este fin. El viaje de estudios sobre el «desarrollo de los montes rurales» organizado por Austria en 1956, que llevó a sus participantes a Baviera, a Alsacia y Lorena y a Suiza, es buena prueba de ello y constituye un método muy útil para la divulgación de beneficiosas experiencias.

En su noveno período de sesiones, en 1957, la Comisión Forestal Europea recomendó a sus Estados Miembros que recurrieran a este método de intercambio de informaciones. También resolvió seguir atentamente el desarrollo de la cuestión de los pequeños montes a través de los informes que le fueran sometiendo los Estados Miembros.

Se hicieron cierto número de recomendaciones concretas a los gobiernos siguiendo las directrices expuestas en el presente artículo, insistiendo la Comisión particularmente en dos puntos:

1. En la necesidad de que los gobiernos coordinen sus políticas nacionales agrícolas y forestales y de que procuren la más estrecha cooperación posible entre los servicios agronómicos y forestales que asesoran al agricultor.

2. En que se sirvan en la mayor medida posible de toda clase de asociaciones, sindicatos, cooperativas o sociedades para evitar la ulterior fragmentación de las explotaciones forestales y fomentar la concentración en unidades económicas de los montes fragmentados; hagan comprender a los propietarios de montes el valor económico de éstos, enseñándoles los principios básicos de toda buena ordenación forestal; y, por último, en que faciliten la ayuda técnica y económica que permita a los propietarios explotar debidamente la capacidad productiva de los terrenos forestales, tanto en lo que a cantidad como a calidad de la producción se refiere, permitiéndoles obtener así los mayores beneficios monetarios.

AGRADECIMIENTO

El artículo titulado «Sistema de contabilidad para materiales mecánicos y motorizados» de A. R. Patterson, publicado en Unasylva Vol. 11, N° 3, fué preparado originariamente para la Sección de Bosques de la Asociación Canadiense de la Pasta y el Papel y publicado como N° 1567 (B-5) del Indice de la Sección de Bosques.


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