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El impacto de la política forestal comunitaria sobre
los medios de subsistencia y la seguridad alimentaria
en las zonas rurales de Nepal

Y.B. Malla

Yam Bahadur Malla es profesor catedrático
y director de curso para el M.Sc. en ordenación
y extensión forestales participativas, Departamento
de Extensión Agraria y Desarrollo Rural,
Universidad de Reading, Reino Unido.

¿Es incompatible la ordenación forestal comunitaria con la obtención de un medio de subsistencia en el bosque?

Han transcurrido dos decenios des-de que comenzó a aplicarse oficialmente en Nepal la gestión forestal comunitaria. Aunque se han constatado mejoras en la situación física de los recursos forestales y arbóreos, tanto de propiedad pública como privada (Gilmour, 1988; Gilmour y Nurse, 1991; Jackson e Ingles, 1995; Branney, King y Malla, 1994), no se ha demostrado con claridad que haya mejorado también el acceso de las comunidades locales a productos forestales como la madera, la leña y otros productos forestales no madereros (PFNM). Además, las operaciones forestales comunitarias han comportado un costo social importante (Malla, 1992 y 1998; Maharjan, 1998).

En el presente artículo se analiza el impacto socioeconómico de la aplicación de la política forestal comunitaria en la región de las montañas de altitud media de Nepal, basándose en varios informes y en las propias observaciones del autor. El artículo pone de manifiesto que algunas familias, especialmente las más pobres, tienen actualmente menos facilidad de acceso a los productos forestales como medio de subsistencia e ingresos que antes de que se llevase a cabo la operación forestal comunitaria, y que los ingresos procedentes de los bosques son menores y sólo se consiguen después de un largo período de tiempo. Las pocas actividades generadoras de ingresos que se han desarrollado con participación de los pobres y las mujeres han dado pocos frutos. En consecuencia, el artículo señala la necesidad de reconsiderar los criterios relativos a las actividades forestales comunitarias teniendo en cuenta sus objetivos socioeconómicos.

LA POLÍTICA FORESTAL COMUNITARIA EN NEPAL

En Nepal, los recursos forestales y arbóreos tienen importancia casi siempre en los sistemas rurales de subsistencia. Más del 90 por ciento de la población vive en las zonas rurales, donde la mayor parte obtiene su sustento de las actividades de producción agrícola y ganadera. La población obtiene de los bosques y los árboles forraje y material para cama del ganado, hojarasca que se mezcla con el abono para utilizarla como fertilizante, madera y postes para la construcción de viviendas y aperos agrícolas (arados, etc.) y, especialmente, leña, que es la fuente más importante, y en muchos casos única, de energía para cocinar y calentarse de que dispone la mayor parte de las familias rurales. Además, éstas recolectan distintos PFNM para su propio consumo y para conseguir ingresos en efectivo.

Aunque las asambleas de los grupos
de usuarios están formadas por hombres,
mujeres y niños, casi siempre están
dominadas por los varones más
acomodados que ocupan los
puestos clave; a la derecha,
obs_rvese el templo construido
utilizando los fondos del grupo

- Y.B. MALLA

En 1978, el Gobierno, consciente de que los recursos forestales del país se estaban agotando y deteriorando de forma acelerada y de que el Departamento Forestal tenía dificultades para afrontar por sí solo este problema, comenzó a aplicar la política forestal comunitaria para propiciar la cooperación de las comunidades locales en la ordenación y utilización sostenibles de los recursos forestales del país. Mediante la introducción de esta política los usuarios de los recursos tienen el control de los bosques y el personal del Departamento Forestal deja de manejar y controlar los bosques para pasar a desempeñar una labor de asesoramiento de los usuarios de ese recurso.

Hasta el momento, esta política sólo se ha aplicado en la región montañosa. Se han entregado alrededor de 532 500 ha de bosques a grupos de usuarios forestales (Shrestha, 1997), que engloban a 800 000 familias rurales (4 millones de personas). Esta cifra representa aproximadamente el 15 por ciento de las zonas forestales comunitarias potenciales de las montañas (Subedi, 1999) y el 40 por ciento de la población de las colinas y montañas.

El tamaño de los grupos de usuarios de los bosques varía notablemente; en un estudio realizado en algunos distritos montañosos, el número de familias existente en cada uno de los grupos oscilaba entre 10 y 850, siendo en promedio de 95, y la superficie de bosque que se les había entregado variaba de menos de media hectárea a 750 ha, con un promedio de alrededor de 50 ha (Roche, 1996). Por lo general, cada uno de los grupos comprende varias castas y grupos étnicos de características sociales, económicas y culturales distintas. La gestión forestal está en manos de un comité ejecutivo, en el que predominan a menudo los varones más ricos y de las castas más elevadas, que ocupan las posiciones principales (Paudel, 1999).

CUADRO 1. Normas para el acceso a diferentes productos forestales en los bosques comunitarios

Producto

Distribución

Período de recolección

 

Gratuita

Gravamen nominal

Venta mediante licitación

En cualquier momento

En un período determinado, más de una vez al año

En un período determinado, una vez al año

Hojarasca seca

Mayormente

-

-

~2/3

<1/3

-

Hojarasca/forraje arbóreo verde

~2/3

<1/3

-

-

<1/3

~2/3

Ramas y ramitas secas caídas

~2/3

<1/3

-

<1/3

~2/3

-

Gramíneas

~2/3

-

<1/3

-

~2/3

-

Leña verde

-

Mayormente

-

-

<1/3

~2/3

Madera

-

-

Mayormente

-

-

Mayormente

Frutos, semillas, flores, y hierbas, trepadoras y otros PFNM carentes de valor comercial

Mayormente

-

-

Mayormente

-

-

Frutos, semillas, flores, y hierbas, trepadoras y otros PFNM con valor comercial

-

<1/3

~2/3

Mayormente

-

-

USO DE PRODUCTOS FORESTALES DE LOS BOSQUES

En el Cuadro 1 se presentan de forma resumida las normas generales por las que se rige el acceso a los productos forestales en la ordenación forestal comunitaria. La mayoría de los grupos de usuarios limitan el uso de los productos forestales que tienen valor comercial o cuyas existencias son escasas, como la madera, la leña y los PFNM comercializados. Algunos grupos permiten la recolección gratuita de determinados productos forestales, mientras que cobran por otros productos. Ciertos grupos sólo permiten extraer madera verde (leña y madera de construcción) en un período determinado, pero autorizan la recolección gratuita de otros productos forestales durante todo el año. Otros grupos de usuarios sólo autorizan a recolectar madera muerta y material seco (ramas y ramitas caídas y hojarasca) y prohíben estrictamente el aprovechamiento de otros productos forestales.

Muchos grupos de usuarios proporcionan madera de construcción a las familias que han sufrido daños causados por incendios, corrimientos de tierra, terremotos u otras catástrofes naturales; una determinada cantidad de leña para uso ceremonial (bodas, cremaciones o funerales); madera gratuita para obras públicas como la construcción de escuelas o puestos de salud; y cargas adicionales de leña, también gratuitas, a los herreros locales para la fabricación de herramientas agrícolas.

Existen muy pocos datos sobre el volumen de productos forestales que se extraen de los bosques comunitarios y se distribuyen entre los miembros de los grupos de usuarios, ni sobre el grado en que se satisfacen las necesidades de productos forestales de las familias.

Leña

La recolección y distribución de leña, especialmente leña verde, es la principal ocupación de los grupos de usuarios forestales (Timala, 1999). No se sabe con certeza en qué medida la leña que se recoge en los bosques comunitarios contribuye a satisfacer las necesidades de leña de las familias. Un estudio realizado en el distrito montañoso de Baglung reveló que la cantidad de leña verde que se recolecta en los bosques comunitarios, ya sean plantaciones o bosques naturales, es escasa. La mayor parte de los grupos distribuye menos de diez cargas anuales (una carga equivale a 50 kg) de leña a cada familia y dos tercios de los grupos proporcionan tres cargas o menos por año (Timala, 1999).

En la mayoría de los casos, la leña verde recolectada se distribuye en partes iguales entre todas las familias del grupo. Generalmente, los comités de los grupos de usuarios consideran que ésta es la única forma de dispensar a todos los miembros un trato justo y equitativo. El personal del Departamento Forestal y de los proyectos de campo también parece estar de acuerdo con este sistema, dado que no se ha puesto en tela de juicio durante las visitas sobre el terreno, ni en los informes realizados.

Sin embargo, la distribución igualitaria no tiene en cuenta las diferencias existentes en las economías familiares. Timala (1999) estima que una familia rica necesita anualmente cinco cargas de leña de los bosques comunitarios, mientras que las familias de un nivel económico medio necesitan 28 cargas y las familias pobres 45 (Cuadro 2).

CUADRO 2. Comparación entre la leña obtenida en los bosques comunitarios y la leña necesaria

Leña (cargas)

Categoría económica de la familia

 

Rica

Media

Pobre

Total necesario

90

90

90

Solicitada de los bosques comunitarios

5

28

45

Recibida de los bosques comunitarios (plantaciones)

8

8

8

Diferencia

+3

-20

-37

Diferencia en porcentaje

+60

-71

-82

Recibida de los bosques comunitarios (bosques naturales)

16

16

16

Diferencia

+11

-12

-29

Diferencia en porcentaje

+220

-43

-64

Fuente: Timala, 1999.

Antes de que se iniciase la operación forestal comunitaria, las familias ricas sólo obtenían en promedio cinco cargas de leña en los bosques comunitarios, puesto que a menudo se aprovisionaban de sus propios árboles. El sistema actualmente en vigor permite que esas familias recolecten en los bosques comunitarios más del doble de leña que anteriormente. En cambio, las familias pobres sólo consiguen entre un tercio (en el caso de los bosques naturales) y un quinto (en el caso de las plantaciones) de lo que les proporcionaban los bosques comunitarios antes de la intervención. También las familias de ingresos medios obtienen mucho menos que antes. En el pasado, las familias más pobres podían hacer acopio de leña más de una vez al año gratuitamente, si lo necesitaban. Hoy en día, los bosques se abren a los miembros del comité una vez al año y deben pagar por la leña.

Generalmente, los grupos de usuarios permiten la recolección gratuita de las ramas y ramitas secas caídas en los bosques comunitarios. Esta actividad la realizan las familias de ingresos medios y bajos, pero este tipo de leña no abunda, especialmente en las plantaciones forestales, y por lo tanto no contribuye de forma importante a satisfacer las necesidades de leña de las familias.

Los resultados de la investigación realizada recientemente en cuatro bosques comunitarios de la región montañosa occidental indican que una explotación más intensiva permitiría incrementar el suministro de leña procedente de los bosques comunitarios. El rendimiento actual de 1,5 toneladas por hectárea y año se podría aumentar a 5,3 ó 6,4 toneladas, con una rotación de 5 u 8 años. Que esto se pueda conseguir, y en qué medida, dependerá del número de familias, la extensión y condición de los bosques y el régimen de explotación. Ya se están adoptando algunas de las técnicas de extracción propuestas en el estudio (Branney, Neupane y Malla, 2000).

Con la distribución de leña
en partes iguales, en el
marco de la ordenación
forestal comunitaria, las
familias pobres
obtienen menos leña que
antes

- FAO/10836/F. BOTTS

Madera para la construcción de viviendas y aperos agrícolas

Aunque la política forestal de Nepal restringe la extracción de madera comercial en los bosques comunitarios, los grupos de usuarios de los bosques pueden organizar el suministro de madera y postes de los bosques comunitarios para la construcción o fabricación de herramientas dentro del grupo. Aunque la mayor parte de los grupos limitan la extracción exclusivamente a estos fines, durante el proceso de recolección de la leña se apartan para su distribución los troncos rectos o los postes que se consideran adecuados para confeccionar arados, para usarlos como vigas en la construcción o para obtener madera aserrada. Para fabricar mangos de herramientas, las familias deben utilizar leña de la que les corresponde o madera que obtienen de alguna otra forma.

La madera y los postes se suelen distribuir en el grupo de usuarios mediante licitación (se adjudica la madera a la oferta más elevada). El precio suele ser más bajo que el de mercado, pero los miembros del comité procuran que los precios no desciendan demasiado para evitar un número excesivo de ofertas para una cantidad limitada de madera. Por ello, sólo algunos miembros de los grupos pueden presentar ofertas. Este sistema favorece a las familias más acomodadas.

Se puede recolectar gratuitamente
hojarasca en los bosques
comunitarios para utilizarla
como forraje para el ganado, pero el
acceso a este tipo de productos no es
siempre equitativo

- FAO/10544-A-35/F. BOTTS

Productos forestales no madereros

Para su utilización en el hogar (sin valor comercial). Las familias utilizan diferentes productos forestales no madereros (PFNM), como yerbas, trepadoras, gramíneas, raíces, corteza, flores, frutos, semillas y hojas de árboles y arbustos. Normalmente, los grupos de usuarios no establecen normas para el uso de los PFNM que carecen de valor comercial, excepto en el caso de las gramíneas, el forraje arbóreo y la hojarasca verde y seca, que se consideran esenciales para la agricultura. No existe información sobre quiénes recolectan esos productos ni sobre el volumen que se obtiene cada año de los bosques comu-nitarios. En la mayoría de los grupos, la recolección de gramíneas, forraje y hojarasca es gratuita. Algunos permiten la recolección de gramíneas mediante contrata, que se adjudica a la mejor oferta. Este sistema ha beneficiado a los grandes propietarios de tierra y ganado.

Aunque la recolección gratuita de gramíneas y hojarasca supone que todas las familias del grupo acceden en igualdad de condiciones a esos productos, las familias más pobres no siempre obtienen grandes cantidades, probablemente porque las más ricas, con más tierra, tienen más ganado y mano de obra. Como se deduce del Cuadro 3, los pequeños agricultores obtienen una mayor proporción de su forraje y hojarasca de los bosques comunitarios o tierras públicas, pero en términos absolutos, las familias que poseen más tierra consiguen una mayor cantidad de forraje de los bosques comunitarios (12 570 megajulios [MJ]) que las familias con las explotaciones más pequeñas (8 690 MJ), es decir, una diferencia de 3 880 MJ (el 45 por ciento). También utilizan tres veces más hojarasca que las familias de pequeños propietarios.

CUADRO 3. Dependencia de los bosques comunitarios para la obtención de forraje y hojarasca

Categoría de explotación (ha)

Suministro de forraje

Material para cama del ganado

 

Cantidad por unidad de ganado (MJ)

% de tierras comunales

Cuantía por familia (kg)

% de tierras comunales

²0,5

25 560

34

2 270

60

0,51-1,5

39 600

24

5 040

64

³1,5

69 830

18

7 730

66

Media

46 480

23

5 230

64

Fuente: Adaptado de Malla, 1992.

Para su comercialización. Una parte sustancial de la población rural, especialmente mujeres y niños de las familias más pobres, participan en la recolección y venta de distintos PFNM procedentes de los bosques comunitarios (Edwards, 1996a; Subedi, 1999). En algunas zonas, hasta la cuarta parte de los ingresos familiares procede de la venta de PFNM en el mercado (Subedi, 1999). Pero hasta la fecha, la explotación de los bosques comunitarios se ha concentrado en gran medida en la producción de madera, leña, forraje y hojarasca. Las normas establecidas en los planes de ordenación forestal comunitaria se refieren normalmente a la madera para construcción o a la de mayor calidad (por ejemplo, qué es lo que se puede y no se puede talar, qué especies se deben conservar y cuáles se deben extraer) y son incompatibles con la extracción y utilización de PFNM (Edwards, 1996b). Por ejemplo, las normas disponen la eliminación de las malas hierbas y otras plantas no deseadas para que los árboles de gran valor puedan crecer bien, pero en el proceso se pueden eliminar también numerosas especies de PFNM, como yerbas y trepadoras, muchas de ellas de gran valor medicinal.

Maharjan (1996) se ha referido a las iniciativas de algunos grupos de usuarios de los bosques de cultivar especies que proporcionan PFNM con valor comercial en sus zonas forestales comunitarias, tales como Swertia chirata (una planta medicinal autóctona), jengibre, retama, cardamomo y bambú, así como árboles para el sangrado de resina y pinos para confeccionar artículos de recuerdo. Estos programas hacen hincapié en la participación de la mujer y las familias pobres. Sin embargo, algunas de estas actividades cosecharon pérdidas y concluyeron con la retirada de participantes a causa de la falta de apoyo financiero y de una explotación forestal comunitaria ineficiente (Maharjan, 1998).

INGRESOS PROCEDENTES DE LOS BOSQUES COMUNITARIOS Y SU UTILIZACIÓN

Con frecuencia se invoca el potencial de la actividad forestal comunitaria para conseguir fondos que puedan destinarse al desarrollo de las zonas rurales y a aumentar el bienestar de su población. ¿En qué medida se ha conseguido este objetivo en Nepal?

Los ingresos de los grupos de usuarios de los bosques

Los grupos de usuarios de los bosques obtienen sus ingresos de diversas fuentes, como la venta de productos forestales (leña verde, postes, madera, semillas, gramíneas y plántulas), las cuotas de los miembros, las multas, las aportaciones de dinero de los miembros en lugar de trabajo, las contribuciones y donaciones, así como el apoyo de la Oficina Forestal de Distrito y de los proyectos de campo para actividades de plantación y protección (Hunt, Jackson y Shrestha, 1996). No se conoce en qué proporción contribuye cada una de esas fuentes a los ingresos totales, pero al parecer casi todos los grupos obtienen una parte importante de ellos de las actividades no forestales.

La cuantía de los ingresos generados por los grupos de usuarios de los bosques varía muy significativamente y depende del tamaño, condición y tipo de bosques, el nivel de aprovechamiento de los mismos, los mercados existentes y su proximidad, así como de las actividades que se desarrollan. Sin embargo, los ingresos en efectivo de la mayoría de los grupos son, en conjunto, muy reducidos. En 1994-1995, los ingresos conseguidos por 17 distritos de la zona montañosa de altitud media (que englobaba a 369 grupos de usuarios) fueron, en promedio, de 18 400 rupias (340 dólares) (Hunt, Jackson y Shrestha, 1996). Prácticamente en todos los grupos, los ingresos anuales fueron inferiores a la media de los ingresos familiares (32 200 rupias, o 600 dólares) (Malla, 1992). Sólo un distrito (en el que había nueve grupos de usuarios) consiguió niveles de ingresos de más de 100 000 rupias (1 850 dólares), en parte porque un grupo consiguió unos ingresos muy elevados, de 790 800 rupias (14 640 dólares). Los 360 grupos restantes (es decir, el 97,7 por ciento) obtuvieron menos de 35 000 rupias (650 dólares). Además, los ingresos de 317 grupos (el 86 por ciento) no llegaron a 20 000 rupias (370 dólares) y 200 grupos (el 54 por ciento) consiguieron menos de 7 500 rupias (150 dólares). Algunos grupos de usuarios manifestaron no haber conseguido ingreso alguno.

Personal de una oficina forestal de
distrito y el asesor de
un proyecto de campo se reúnen con
los oficiales del comité de un grupo
de usuarios

- Y.B. MALLA

Los gastos

Hunt, Jackson y Shrestha (1996) constataron que también los gastos en efectivo eran muy diferentes en unos y otros grupos de usuarios. En el distrito con mayores ingresos, con nueve grupos de usuarios, el gasto medio era de aproximadamente 87 000 rupias (1 610 dólares), también en este caso porque un grupo tuvo gastos muy elevados (751 700 rupias, ó 13 920 dólares). Sin embargo, en 313 grupos de usuarios (el 85 por ciento) el gasto fue en promedio inferior a 7 000 rupias (130 dólares), mientras que 164 grupos (el 44 por ciento) tuvieron gastos inferiores a 2 700 rupias (50 dólares). No se ha determinado todavía si existe una correlación entre ingresos y gastos.

Los grupos de usuarios de los bosques destinaron sus ingresos a fines diversos, por ejemplo, el pago de los sueldos del personal de los viveros, los vigilantes forestales, la remuneración de la mano de obra dedicada a la plantación de árboles y la labor de escarda, así como los costos generales de administración y funcionamiento.

Muchos grupos de usuarios han aportado fondos para obras de desarrollo rural como la construcción de escuelas y bibliotecas, carreteras, agua potable y sistemas de riego, así como para llevar el tendido eléctrico a las aldeas. Además, algunos grupos han adquirido utensilios y hornillos para cocinar y han contribuido a financiar la construcción de templos en las aldeas y de oficinas del grupo de usuarios.

Estas actividades de mejora y desarrollo de las aldeas, aunque en general positivas, no siempre benefician a todos los miembros del grupo, especialmente los más necesitados, y algunas actividades sólo pueden beneficiar a los miembros más pobres a largo plazo. Por ejemplo, algunos grupos han construido escuelas pero no han tomado las medidas necesarias para que los niños puedan acudir a ellas. Los canales de riego y los sistemas de abastecimiento de agua potable, que son posibles únicamente por debajo de nivel de captación, sólo han beneficiado en muchos casos a las familias más acomodadas que poseen tierras fértiles en los valles; en su mayor parte, las familias pobres ocupan tierras dispuestas en terrazas en las zonas de mayor altitud, fuera del alcance de los sistemas de abastecimiento de agua (Hunt, Jackson y Shrestha, 1996).

Frecuentemente, estas actividades de desarrollo exigen contribuciones locales adicionales en efectivo, mano de obra o ambos. En general, las familias más acomodadas hacen aportaciones en efectivo, mientras que las más pobres contribuyen con su trabajo, pues la contribución en dinero exigida desborda sus posibilidades. Como los miembros de las familias más pobres suelen trabajar en un centro comercial próximo por un salario más elevado que en la aldea, su contribución en trabajo puede suponer una cantidad más elevada que la que aportan las familias más ricas.

Además, las familias que no pueden contribuir a las actividades de desarrollo no pueden beneficiarse de ellas. Hace 13 años, uno de los grupos decidió destinar la mayor parte de los ingresos procedentes de los bosques, junto con las contribuciones familiares, a llevar la electricidad a su aldea. Una familia que no pudo contribuir directamente al plan de obtención de fondos no ha sido conectada todavía a la red eléctrica, a pesar de que contribuyó indirectamente aportando su trabajo en otro proyecto que permitió que el grupo ahorrara dinero para dedicarlo al tendido eléctrico.

Por el momento, pocas veces se han destinado fondos colectivos a ayudar a las familias pobres. Sin embargo, cuando se disponga de más información será posible mejorar la planificación. Por ejemplo, el comité de un grupo de usuarios de la región montañosa occidental está aplicando los resultados de un proyecto de investigación que estableció categorías de familias con arreglo a los niveles de riqueza (Malla, Branney y Neupane, 2000) para utilizar una parte de los fondos del grupo a ofrecer préstamos a un tipo de interés bajo y sin garantías al segmento más pobre del grupo.

Mitigación de la pobreza mediante el arrendamiento de
tierras forestales en Nepal

Un proyecto iniciado por el Gobierno de Nepal en 1992, con el apoyo del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y la FAO, está demostrando el potencial del arrendamiento de tierras forestales como estrategia para la mitigación de la pobreza y la rehabilitación del medio ambiente en Nepal. Grupos reducidos de las familias más pobres consiguen tierras forestales degradadas con un contrato de arrendamiento por un plazo de 40 años. Los campesinos rehabilitan la tierra, aumentan sus ingresos y mejoran sus medios de vida principalmente gracias a la mayor producción de forraje, que utilizan para la alimentación del ganado estabulado. En julio de 2000 se habían constituido alrededor de 1 500 grupos de arrendatarios, que comprendían alrededor de 10 000 familias y abarcaban unas 7 000 ha de tierras forestales. Un análisis del impacto, realizado recientemente, ha puesto de manifiesto que las familias arrendatarias han mejorado la seguridad alimentaria y sus medios de subsistencia en comparación con las restantes familias. Uno de los principales resultados del proyecto consiste en el descubrimiento de que la aplicación conjunta de actividades forestales comunitarias y del arrendamiento de tierras forestales, en que la comunidad decide qué zona debe ser bosque comunitario, cuál debe convertirse en una concesión forestal y qué familias son las más pobres y deben tener prioridad para obtener un contrato de arrendamiento forestal, es un sistema que puede resultar prometedor.

Fuente: F.M.J. Ohler, Asesor Técnico Superior, Asistencia técnica de la FAO al Proyecto de arrendamiento de tierras forestales en zonas de montaña (GCP/NEP/052/NET).B

LAS ACTIVIDADES FORESTALES COMUNITARIAS Y LA AMPLIACIÓN DE LOS MERCADOS

La política forestal comunitaria de Nepal ha consistido en proteger los bosques comunitarios y permitir el acceso únicamente con fines de subsistencia. Pero, limitar la utilización de los bosques, aun en el caso en que podían proporcionar productos madereros y no madereros de forma sostenible, ha supuesto a la población local y al Estado una pérdida de ingresos. Antes de que se llevaran a cabo las operaciones forestales comunitarias, muchas familias pobres obtenían ingresos de la venta de leña a los mercados próximos. Esta actividad se ha interrumpido casi totalmente porque el Gobierno ha restringido el aprovechamiento de madera y leña en los bosques comunitarios con fines comerciales.

Sin embargo, con el paso de los años han surgido oportunidades de comercializar los productos forestales y arbóreos de la región de montañas de altitud media y en algunos lugares han dado lugar al rápido desarrollo de industrias forestales que han exigido una explotación intensa de los recursos locales. En respuesta a la demanda, los agricultores han comenzado a cultivar árboles para obtener leña, madera y frutos en sus fincas para la venta en el mercado. El cultivo de árboles en las explotaciones exige menos mano de obra que las faenas agrícolas y una inversión de capital muy reducida. Algunas terrazas agrícolas han dejado de utilizarse para la producción de cultivos.

La situación del distrito montañoso de Kabhre ilustra estos cambios. En 1990, existían al menos 108 industrias forestales y arbóreas, todas ellas establecidas a comienzos de los años setenta, en los centros urbanos y sus proximidades, que empleaban directamente a unas 500 personas e indirectamente a varios millares. En 1990, estas industrias utilizaron alrededor de 4 600 m3 de madera y leña, de los que más del 75 por ciento procedieron de cultivadores de árboles privados (el resto se obtuvo en los terrenos forestales públicos de la zona llana meridional). En 1990, estas industrias adquirieron madera a cultivadores privados por valor de más de 4,6 millones de rupias (92 000 dólares) (Malla, 1992).

La decisión de no utilizar los bosques comunitarios para satisfacer la demanda de productos forestales del mercado tiene algunas consecuencias graves. En primer lugar, solamente los arboricultores privados se están beneficiando de las oportunidades que proporciona el mercado, y los grandes terratenientes son los que más se benefician. De los 28 179 árboles cultivados por 102 familias encuestadas, 20 124 (el 71 por ciento) pertenecían a 36 grandes propietarios (el 35 por ciento de las familias encuestadas), en tanto que 29 familias con explotaciones de 0,5 ha o menos de extensión sólo poseían el 4 por ciento (1 247) del total (Malla, 1992 y 2000).

En segundo lugar, la demanda creciente de madera y leña en el mercado ha dado lugar a un aumento notable del valor de estos productos y, en consecuencia, la leña ha dejado de ser un producto gratuito o barato. Los grandes propietarios y otras elites locales han comenzado a ofrecer leña como salario a los trabajadores pobres (Malla, 1992). Los efectos se dejan sentir incluso entre los sectores pobres de los centros urbanos y periurbanos alejados de los bosques, que deben destinar una parte considerable de sus ingresos a comprar leña para cocinar y calentarse.

ANÁLISIS

Se observa la ausencia de una planificación sistemática y de una acción orientada al desarrollo socioeconómico de las comunidades forestales. Se han hecho algunos intentos para poner en marcha actividades generadoras de ingresos con la participación de grupos diversos, entre ellos las mujeres y los pobres, pero su número ha sido demasiado reducido para que puedan tener un impacto real.

El volumen de productos forestales que se extrae en el momento presente es insuficiente para satisfacer las necesidades de los usuarios y los procedimientos adoptados para su distribución (licitaciones, contratos, distribución gratuita y distribución igualitaria) favorecen a las familias más acomodadas. También se ha de poner en tela de juicio la premisa de que la recolección gratuita de productos forestales (forraje y hojarasca) favorece a los más pobres.

Actualmente, los grupos de usuarios de los bosques obtienen la mayor parte de sus ingresos de fuentes no forestales (cuotas de los miembros, multas, donaciones, etc.). Los ingresos totales derivados de la actividad forestal comunitaria, especialmente de la venta de productos forestales, han sido insignificantes hasta la fecha, y apenas suficientes para pagar los salarios de los vigilantes forestales. Frecuentemente, los ingresos en efectivo adicionales se han destinado a actividades que o bien no benefician a las familias más pobres o sólo las benefician tras un largo período de tiempo.

La razón que explica el bajo nivel de ingresos de la mayor parte de los grupos de usuarios de los bosques es el concepto mismo de explotación forestal comunitaria, es decir, la protección con un aprovechamiento limitado con fines de subsistencia únicamente. Incluso en los lugares donde existen bosques densos y un potencial para obtener un mayor volumen de productos forestales mediante un aprovechamiento sistemático (Jackson e Ingles, 1995; Branney, 1996), y para conseguir ingresos mediante la venta de los productos excedentarios en los mercados de las proximidades, ninguno de los grupos de usuarios ha considerado la posibilidad de aprovechar productos forestales con otros fines distintos de las necesidades de subsistencia.

La lentitud o la falta de respuesta a la demanda del mercado se debe no solamente a la reglamentación forestal restrictiva del Gobierno, sino también a la falta de interés por parte de los miembros de los comités de los grupos de usuarios y de otras personas que controlan el proceso de adopción de decisiones en las aldeas. Estos últimos son casi siempre grandes propietarios que poseen abundantes árboles en sus tierras privadas y que, por consiguiente, no encuentran razones para que se utilicen los bosques comunitarios con fines comerciales. La parte de los ingresos que les correspondería de la explotación de los bosques comunitarios puede resultarles insignificante, aunque podría ser esencial para las familias más pobres.

En general, la intervención forestal comunitaria ha tenido un impacto positivo limitado sobre los medios de vida de las familias rurales. Algunas de ellas, especialmente las más pobres, han sufrido efectos negativos, y han decidido poner fin a su participación en las actividades forestales comunitarias (Maharjan, 1998). Si persiste esta tendencia, se acabará por obtener unos resultados totalmente contrarios a los deseados.

CONCLUSIONES

La operación forestal comunitaria de Nepal ha contribuido en gran medida al establecimiento de instituciones de ordenación de los recursos forestales a nivel comunitario. Se ha intensificado notablemente la relación entre el personal de la Oficina Forestal de Distrito y la población rural, que gradualmente está adquiriendo una mayor confianza y un mayor sentido de propiedad de sus recursos forestales. Ahora bien, no parece que estas condiciones sean suficientes para que la intervención forestal comunitaria sea eficaz.

Es necesario, por lo tanto, reconsiderar el enfoque adoptado respecto de la actividad forestal comunitaria, haciendo mayor hincapié en los objetivos socioeconó-
micos. La descentralización y la participación de la población no deben considerarse únicamente desde la perspectiva medioambiental.

Los proyectos de campo deben brindar apoyo a las oficinas forestales de distrito y a los grupos de usuarios para fomentar una ordenación forestal más activa y una mayor utilización de la capacidad productiva de los bosques comunitarios. Además, los proyectos deben ofrecer orientación para la planificación y seguimiento sistemáticos de las actividades de desarrollo socioeconómico. Para ello, tal vez será necesario que el personal de las oficinas forestales de distrito trabaje en estrecha cooperación con organizaciones no gubernamentales locales y nacionales con experiencia en el campo del desarrollo comunitario.

Es necesario adoptar planteamientos más equilibrados en la política forestal comunitaria que tengan en cuenta la demanda de productos forestales desde el punto de vista de la subsistencia de las familias y de las industrias forestales. Es la burocracia forestal del Estado la que debe impulsar esta iniciativa.

Bibliografía


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