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Preámbulo

Han transcurrido ya casi cinco años desde que los líderes mundiales, reunidos en Roma en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación de 1996, contrajeron el compromiso de conseguir la seguridad alimentaria para todos. Los participantes se fijaron el objetivo de erradicar el hambre en todos los países, estableciendo la meta intermedia cuantificable de reducir a la mitad el número de personas subnutridas para 2015. Es ahora el momento de hacer un balance de lo que se ha conseguido y de la situación en que nos hallamos hoy. Por esta razón, en noviembre de 2001 se celebrará en la Sede de la FAO, Roma, una reunión de seguimiento, la Cumbre Mundial sobre la Alimentación: cinco años después. Se invitará a Jefes de Estado y de Gobierno a que expongan los esfuerzos que han realizado para alcanzar el objetivo, examinen los resultados alcanzados hasta la fecha y acuerden medidas para acelerar los progresos.

El camino recorrido desde 1996 no ha sido fácil. Además de la dificultad intrínseca de alcanzar los objetivos fijados en la Cumbre, los esfuerzos incluso de los gobiernos y organizaciones más empeñados se han visto frustrados en muchos casos por acontecimientos que escapan a su control y han agravado la ya difícil situación de la seguridad alimentaria. Catástrofes naturales y fenómenos climáticos desfavorables se han cobrado un pesado tributo en muchos países. Ha ocurrido eso especialmente en países donde la agricultura es la base de la economía y los niveles de subnutrición son elevados. Toda una serie de sequías, inundaciones, huracanes y terremotos nos han recordado la fragilidad y vulnerabilidad de la producción agrícola y la seguridad alimentaria ante las calamidades naturales. Según las últimas estimaciones de la FAO, recientemente se ha interrumpido casi la tendencia al descenso de la prevalencia del hambre, en la cifra de unos 826 millones de personas subnutridas. Las mejoras conseguidas en algunas subregiones, especialmente en Asia oriental, se han contrarrestado con el empeoramiento padecido en otras, especialmente en el África subsahariana y en América Central y el Caribe.

Todas las sociedades, comunidades y personas tienen la responsabilidad moral de asegurar que se erradique el hambre. El sufrimiento causado por el hambre en el mundo mantiene vivo en nuestras mentes este compromiso, a la vez que se reconoce cada vez más el hecho de que el hambre y la malnutrición impiden el crecimiento económico y la mejora del bienestar. El estado mundial de la agricultura y la alimentación de este año incluye un examen de las pruebas existentes de la vinculación entre la nutrición y la productividad y el crecimiento económico. Aunque quizá no sea sorprendente que el crecimiento económico ejerza un efecto positivo en los niveles de nutrición, hay también pruebas de que el mejoramiento de la nutrición, mediante sus efectos en el desarrollo del capital humano, repercute por sí mismo en un mayor crecimiento y un aumento de los ingresos. El hambre es a la vez consecuencia y causa de la pobreza. Por consiguiente, la inversión pública para incrementar la producción agrícola y facilitar el acceso a los alimentos es una sabia asignación de los recursos y, en muchos casos, constituye una condición previa indispensable para el crecimiento económico y la mitigación de la pobreza a largo plazo. La lucha contra el hambre debe considerarse un paso inicial y decisivo hacia la mitigación de la pobreza. Mientras persista la difusión del hambre, poco se podrá avanzar en el mejoramiento de otras dimensiones de la pobreza como la falta de atención de salud y de medios de educación.

La difusión de la epidemia del VIH/SIDA es hoy una grave amenaza para la seguridad alimentaria. De los 36 millones de personas infectadas en todo el mundo, el 95 por ciento viven en países en desarrollo. El estado mundial de la agricultura y la alimentación 2001 llama la atención sobre la gravedad de la situación, especialmente en el África subsahariana, que es actualmente la región más afectada con 24,5 millones de personas infectadas. La tragedia humana de la epidemia va acompañada y agravada por las graves repercusiones económicas negativas que produce. Priva a la agricultura, así como a otros sectores, de la fuerza de trabajo que tanto se necesita y plantea graves exigencias a los sistemas de salud pública de los países afectados. Esto hace que se reduzcan gravemente el desarrollo y la seguridad alimentaria, así como la capacidad de los gobiernos para promoverlos.

Durante los cinco años transcurridos desde la celebración de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación, ha aumentado también la sensibilización sobre los complejos desafíos con que se enfrenta la agricultura y que condicionan el logro de la seguridad alimentaria mundial y la gestión sostenible de los recursos naturales. Los problemas que se plantean son, entre otros, la degradación ambiental, la escasez de los recursos hídricos, la propagación de plagas y enfermedades de las plantas y los animales, las preocupaciones de los consumidores por la inocuidad de los alimentos y los efectos de los conflictos, las catástrofes de origen humano y el cambio climático.

Al mismo tiempo, la adaptación al inexorable proceso de globalización, con los riesgos y oportunidades que entraña, es uno de los mayores desafíos con que se enfrentan todos los países, especialmente los países en desarrollo. La emergencia imprevista y la rápida difusión de la crisis financiera en Asia oriental en 1997 y 1998 pusieron de manifiesto algunos de los riesgos en cuestión. El desafío real para los países en desarrollo es el de poder aprovechar los grandes beneficios potenciales que se derivan de la participación en mercados mundiales libres, limitando a la vez el riesgo de exposición a graves crisis externas.

La consecución de una participación plena, equitativa y provechosa para todas las partes en un sistema mundializado y abierto es una responsabilidad compartida por todos. El estado mundial de la agricultura y la alimentación 2001 examina las negociaciones sobre el comercio agrícola internacional que se han emprendido en el seno de la Organización Mundial del Comercio. El comercio agrícola tiene especial importancia para la mayoría de los países en desarrollo, en su calidad de exportadores o importadores y frecuentemente de ambas cosas. Las barreras al comercio agrícola siguen representando un obstáculo importante para muchos de ellos. Aunque el Acuerdo sobre la Agricultura derivado de la Ronda Uruguay ha contribuido a modificar los instrumentos de política interna y de intercambio comercial, los cambios efectivos introducidos en los niveles de apoyo y protección al sector no han sido lo suficientemente profundos para que el acuerdo haya ejercido un impacto significativo en el comercio agrícola mundial. La complejidad de los regímenes de importación y el costo del cumplimiento de las normas sanitarias y fitosanitarias, así como las barreras técnicas al comercio, pueden constituir obstáculos insuperables, especialmente para los pequeños países en desarrollo. Es importante que estas nuevas negociaciones ofrezcan a los países en desarrollo mayores oportunidades de participar en el comercio agrícola internacional.

Los efectos de la globalización pueden ser numerosos e imprevisibles. Entre los que se han manifestado recientemente cabe señalar la facilidad con que pueden propagarse ahora numerosas plagas y enfermedades de las plantes y los animales. Constituyen éstas una amenaza permanente para los agricultores y ganaderos y pueden tener importantes repercusiones económicas. Ahora bien, en muchos casos han facilitado esta propagación el aumento y la mayor rapidez del comercio, la expansión del comercio de productos frescos y animales en vivo y la apertura de nuevas rutas comerciales. La propagación de la encefalopatía espongiforme bovina y especialmente de la fiebre aftosa, que ha sido objeto de notable preocupación durante los últimos meses, no son sino dos ejemplos significativos. El impacto económico de las plagas y enfermedades de las plantas y los animales es el tema del capítulo especial de este año, y en él se señala la necesidad de incrementar la cooperación regional e internacional. En particular, es importante fortalecer la capacidad de los países en desarrollo tanto para actuar a nivel nacional como para participar en los esfuerzos colectivos internacionales, no sólo en su propio interés, sino también en el de la comunicad mundial en su conjunto. Dada la creciente complejidad económica y científica de la cuestión, está justificado ciertamente que se le preste una atención prioritaria.

Cinco años después de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación y al comienzo del siglo XXI, El estado mundial de la agricultura y la alimentación 2001 refleja algunos de los principales desafíos que deben afrontarse para eliminar el hambre y la pobreza en el mundo. La tarea puede parecer desalentadora, pero lo son más aún las cifras de las personas que padecen hambre y subnutrición y cuya suerte depende de una acción acelerada. Estoy convencido de que, con un compromiso renovado y un esfuerzo concertado y decidido, se puede alcanzar el objetivo de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación.

Jacques Diouf
DIRECTOR GENERAL DE LA FAO


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