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Rehabilitación de los emplazamientos de las minas de níquel en Nueva Caledonia

J.-M. Sarrailh y N. Ayrault

Jean-Michel Sarrailh es el Director
de Programas del Institut
agronomique néo-calédonien (IAC),
Nouméa, Nueva Caledonia.

Nathalie Ayrault es una trabajadora
en prácticas de la École Supérieure
d'Agro-Économie Internationale
(ISTOM), que colabora con el
Director de Programas de
Rehabilitación Minera en
Tonghoué-Dumbéa, Nueva Caledonia.

Aunque la legislación de Nueva Caledonia no exige todavía la rehabilitación de las minas a cielo abierto, las empresas mineras, sensibles a la preocupación ambiental de la población, están revegetando los emplazamientos de las minas de níquel.

Nueva Caledonia, un archipiélago del Pacífico Sur, es el cuarto país del mundo por la importancia de sus yacimientos de níquel, que suponen el 11 por ciento de las reservas mundiales (Grupo Internacional de Estudio del Níquel, 2000). En la actualidad, con la penetración en el país de grandes empresas mineras y la explotación de extensiones mediante el método de extracción a cielo abierto, la rehabilitación de las zonas mineras suscita interés en la población del país. Nueva Caledonia posee una excepcional riqueza de animales y plantas silvestres endémicos y debe poder controlar la carrera del oro verde, «Rey Nick» como se denomina en las islas.

El Gobierno, las empresas mineras y los centros de investigación están estudiando los principales problemas que plantea la rehabilitación de las zonas mineras, en un contexto en ocasiones difícil desde el punto de vista económico, ambiental, científico y político.

La explotación minera de terrenos en pendiente, sin ningún tipo de reglamentación ambiental, originó la sedimentación de los cursos de agua (abajo a la izquierda) que transportan los desechos ladera abajo; se aprecia un nuevo emplazamiento minero en la cresta superior (Monastir, Nueva Caledonia)

- J.-M. SARRAILH

EL NÍQUEL EN NUEVA CALEDONIA: UN DESAFÍO AMBIENTAL

Nueva Caledonia tiene una superficie de 19 000 km2 con una longitud de 500 km y una anchura de 50 km. La mitad de la isla principal, Grande-Terre, está constituida por rocas ultrabásicas (rocas con muy bajo contenido de sílice y muy ricas en minerales ferromagnésicos), lo que da fe del deslizamiento de la placa cale-doniana sobre la corteza de la Tierra.

Este estrato de roca está formado principalmente por peridotita, que se convierte en mineral de níquel y hace de Nueva Caledonia el octavo productor más importante de níquel del mundo (después de la Federación de Rusia, el Japón, el Canadá, Australia, Noruega, Finlandia y China) (Grupo Internacional de Estudio del Níquel, 2001).

Desde 1950, la mecanización de los procesos de la minería han permitido aumentar notablemente los niveles de extracción. Los yacimientos, que se encuentran bajo una capa de suelo laterítico, son accesibles y en la actualidad existe una producción en gran escala de material de desecho. Hasta mediados de los años setenta, y ante la inexistencia de cualquier tipo de reglamentación, las empresas mineras quemaban la vegetación cuando efectuaban las prospecciones y vertían sistemáticamente montaña abajo el material de desecho (Jaffre y Pelletier, 1992).

La preocupación de la población

La población de Nueva Caledonia toleró durante mucho tiempo los daños causados al medio ambiente por la minería. Las zonas en las que se encuentran los yacimientos de níquel son muy infecundas, con un suelo poco favorable para los métodos agrícolas tradicionales, de manera que hasta los años setenta el sistema de vida aldeano o tribal apenas se vio afectado por las actividades mineras. Pero la población comenzó a sentir una mayor inquietud cuando la contaminación empezó a perturbar su forma de vida. Los sedimentos comenzaron a bloquear los ríos hasta el punto de que las tierras de cultivo aguas abajo comenzaron a empobrecerse o incluso desaparecieron, y finalmente contaminaron la laguna. Grandes columnas de humo rojo cubrían el cielo de Nouméa, y los boquetes abiertos en las laderas de las montañas, que antes se veían como signos de riqueza económica, son considerados ahora como un grave problema. La preocupación de la población se ha manifestado especialmente en la acción comunitaria.

También el sector turístico ha ejercido una fuerte presión sobre las empresas mineras para que adopten medidas ambientales. El turismo tiene gran importancia económica en Nueva Caledonia y los sedimentos rojos procedentes de las minas de níquel comenzaron a plantear una amenaza a sus blancas arenas de coral. Con el desarrollo paralelo de la industria minera y del turismo (y, por ende, del sector terciario) se ha planteado un conflicto entre ambos sectores económicos.

La presión no ha dejado de aumentar. La población se siente inquieta por los daños que pueden derivarse del establecimiento de dos emplazamientos mineros con un breve intervalo de tiempo: uno de ellos por parte de la empresa canadiense Falconbridge en asociación con la Société Minière du Sud-Pacifique (SMSP) y la otra por parte de Inco. Cada una de ellas tiene una capacidad de extracción de 60 000 toneladas anuales, el 80 por ciento de ferroníquel y el 20 por ciento de una mezcla de níquel y sulfuro de hierro que se forma durante la fundición. El proyecto de Inco, Goro Nickel, está emplazado en la proximidad de una zona protegida. Las quejas expresadas acerca de las aguas de desecho vertidas en la laguna por la fábrica de Inco, que aplica procesos hidrometalúrgicos, es un claro indicio de la preocupación que invade a la población.

En el decenio de 1970, cuando comenzaron las protestas, las compañías mineras se vieron obligadas a estabilizar los desechos e investigar nuevas técnicas de prospección y extracción, y desde hace algunos años los métodos utilizados son más respetuosos con la naturaleza. Las nuevas técnicas adoptadas para establecer las minas y almacenar los desechos protegen los emplazamientos contra la erosión (Jaffre y Pelletier, 1992). Actualmente ya no se utilizan excavadoras y la capa superficial del suelo se aparta para utilizarla posteriormente en las actividades de revegetación. Las principales empresas han puesto en marcha programas de revegetación, aunque no existen todavía disposiciones legales que les obliguen a hacerlo. Por tanto, las compañías han adoptado distintas estrategias de rehabilitación para mejorar su imagen ambiental y evitar conflictos con las comunidades en las que desarrollan sus actividades. En este momento se está formulando un proyecto de vigilancia de las actividades mineras para garantizar el cumplimiento de la legislación de Nueva Caledonia (que no ha sido adoptada todavía) en el marco del Servicio de la Minería y la Industria. Es necesario establecer un marco jurídico lo más rápidamente posible con el fin de que el control pueda aplicarse también a las actividades de revegetación.

Impacto de la minería en la vegetación

La flora de Nueva Caledonia cuenta con más de 3 000 especies de plantas fanerógamas y tiene un nivel excepcionalmente elevado de endemicidad: más de dos tercios de las especies son endémicas. Toda esa ingente variedad se concentra en un espacio muy reducido, lo cual es causa de una enorme vulnerabilidad y algunas especies han desaparecido antes incluso de ser catalogadas o estudiadas. En conjunto, 1 137 especies son endémicas en el país y en las zonas mineras.

El 32,4 por ciento de las especies que forman los «matorrales de las minas», la formación arbustiva que aparece en los suelos formados por rocas ultrabásicas (peridotita y serpentinita) está en peligro de extinción. Aun cuando hay varias reservas de vida silvestre vegetal y animal, la gestión de este patrimonio depende básicamente de las medidas de protección que adopten las empresas mineras en relación con la vegetación (Jaffre, Rigault y Sarrailh, 1994).

En Poya, Nueva Caledonia, se ha intentado reducir el impacto ambiental de la minería con la construcción de estanques de almacenamiento, la reconstrucción de los emplazamientos y la estabilización de los desechos

- J.-M. SARRAILH

LAS INICIATIVAS DE REVEGETACIÓN

Las técnicas

Es difícil regenerar la vegetación destruida en los emplazamientos de las minas de níquel, porque el suelo es muy infecundo (generalmente tiene carencia de fósforo, potasio y nitrógeno), posee una gran concentración de elementos tóxicos (níquel, magnesio) y es muy vulnerable a la erosión. El proceso natural de recolonización por las especies degradadas es extremadamente lento y a veces no se produce. Sin embargo, la investigación realizada principalmente por el Insitut de recherche pour le développement (IRD) y el Centro internacional de cooperación en el fomento de la investigación agrícola (CIRAD) ha facilitado el desarrollo de técnicas necesarias para la revegetación.

La labor de revegetación en gran escala no comenzó hasta mediados de los años noventa y la llevó a cabo la Société Le Nickel (SLN) en 1993 y la SMSP en 1997. Ante la inexistencia de obligaciones legales, cada una de las compañías mineras ha elaborado su propia estrategia, tomando en consideración sus limitaciones financieras.

Con objeto de reducir el daño causado en los terrenos en pendiente por la escorrentía, las empresas que llevan a cabo las tareas de revegetación han utilizado especies exóticas como las acacias o gramíneas para obtener rápidamente una cubierta vegetal con un bajo costo que pueda frenar la erosión. Sin embargo, es difícil impedir que las especies introducidas compitan con las especies endémicas, que aseguran la revegetación a más largo plazo.

Determinadas especies nativas de crecimiento rápido, como Acacia spirorbis y Casuarina collina, fijan el nitrógeno y mejoran las condiciones ambientales. El comportamiento de estas especies es bien conocido y su manejo es sencillo, desde la plantación a la recolección, debido a lo cual son las más comúnmente utilizadas. Al menos en las fases iniciales, sin embargo, impiden la regeneración de las especies pioneras del «matorral de las minas».

La tendencia actual apunta cada vez más a la revegetación mediante la plantación de especies arbustivas endémicas de Nueva Caledonia adecuadas al sustrato, con el fin de recuperar la biodiversidad original. Se pueden propagar una treintena de especies, aunque su lento crecimiento exige una densidad de plantación elevada (10 000 plantas por hectárea) para que proporcionen la suficiente cubierta vegetal. Algunos arbustos de crecimiento más rápido -como las proteáceas (Grevillea spp.), las mirtáceas (por ejemplo, Carpolepis laurifolia) y varias especies de la familia de las casuarináceas (por ejemplo, Gymnostoma deplancheanum)- permiten aplicar densidades más razonables (2 500 plantas por hectárea).

La hidrosiembra -una técnica que utiliza una mezcla de cobertera muerta, fijadores vegetales, nutrientes, fertilizantes minerales y orgánicos y semillas de distintas especies, que se proyecta desde una hidrosembradora (una bomba montada sobre un camión)- está comenzando a utilizarse en las laderas con una mezcla de gramíneas y ciperáceas endémicas cuya germinación es lenta en muchos casos (por ejemplo, Costularia comosa, Schoenus juvenis). Esta técnica está todavía en estado embrionario y su aplicación se ve obstaculizada por el costo excesivo de las semillas y por las dificultades para conseguirlas (se necesitan 5 000 semillas por metro cuadrado).

La práctica de la hidrosiembra en Koniambo, Nueva Caledonia, aplicada por una empresa australiana para Falconbridge/SMSP; la mezcla de la hidrosiembra incluye una pintura biodegradable para identificar dónde se ha utilizado cobertera muerta

- J.-M. SARRAILH

Problemas existentes

El principal problema es la obtención de las semillas. Hasta la fecha el proceso no se ha organizado adecuadamente y los momentos de recolección son variables. Además, no se han perfeccionado los métodos de conservación, por lo cual el índice de germinación desciende muy rápidamente y las semillas resultan inservibles en un breve espacio de tiempo. Este problema constituye una limitación en todos los sistemas de revegetación, tanto la hidrosiembra como la plantación.

Además, las plántulas de crecimiento lento deben permanecer en los viveros durante más de un año. Otra de las dificultades consiste en que la plantación siempre se realiza manualmente, porque las plantas se producen en grandes bolsas de polietileno. Este laborioso proceso representa más de la mitad del precio de la plantación de una plántula. Todos estos factores determinan que la revege-tación tenga un costo desorbitado.

Las políticas de revegetación de las empresas mineras

En ausencia de un marco jurídico, las empresas mineras han elaborado diferentes estrategias y prioridades.

La SLN realiza la rehabilitación a través de una empresa privada que utiliza los sistemas de plantación e hidrosiembra y abarca todo el proceso desde la obtención de la semilla a la plantación, utilizando una amplia variedad de especies. El presupuesto de la empresa para las actividades de revegetación es limitado, por lo cual sólo se tratan zonas reducidas; la empresa explica este hecho afirmando que cuenta con una política voluntaria de protección de las especies. Desde 1993, ha plantado 300 000 plántulas, lo cual supone que ha tratado menos del 10 por ciento de la superficie dedicada a la minería.

La SMSP tiene su propio departamento de medio ambiente y trabaja con empresas pequeñas que se ocupan principalmente de plantar las plántulas. Inicialmente, se centró en la utilización de especies locales de crecimiento rápido (Acacia spirorbis y Casuarina collina) para recolonizar zonas muy extensas. También se utilizan especies endémicas (Sarrailh, 1997). Desde 1997, la SMSP ha plantado casi 50 000 plántulas en los emplazamientos mineros y a finales de 2000 también realizó pruebas con el método de la hidrosiembra.

El proyecto Goro Nickel de Inco se encuentra con otro problema: su fundición está situada en un lugar en el que hay numerosas especies endémicas que no aparecen en ningún otro lugar de Nueva Caledonia ni del mundo y que, en consecuencia, deben ser conservadas a cualquier precio. Por ello, Goro Nickel ha puesto en marcha un programa de revegetación anticipada para propagar especies poco comunes (Retrophyllum minor y Araucaria muelleri) que resultarán destruidas por la actividad minera.

Falconbridge-SMSP ha iniciado una exploración minera para establecer una fundición en el norte de Nueva Caledonia. Previendo que será necesario rehabilitar zonas extensas, está tratando de encontrar un método de revegetación de bajo costo para restablecer la biodiversidad original. Ha mostrado gran interés por el sistema de la hidrosiembra para introducir gramíneas con el fin de crear un entorno favorable para la reintroducción artificial y natural de especies endémicas.

Recolección de semillas de Grevillea exul var. exul, Koniambo, Nueva Caledonia

- N. AYRAULT

Las iniciativas comunitarias

La mayor parte de las viejas minas (anteriores a 1975) han quedado abandonadas, pues las empresas que las explotaban han dejado de existir, y las comu-nidades locales están rehabilitando sus emplazamientos. La Provincia Meridional rehabilitó 8 ha en la mina de De Rouvray en 1993, y 13 ha en 1999. La mina Odette, que ocupaba una superficie de 10 ha, fue totalmente rehabilitada en 2000. Sin embargo, existen todavía 900 ha de viejas minas dispersas por todo el país.

CONCLUSIONES

Durante mucho tiempo, la explotación minera desfiguró determinadas regiones de Nueva Caledonia sin que la población mostrara una gran oposición. El país posee ahora una nueva Constitución (en virtud del Acuerdo de Nouméa de 5 de mayo de 1998), que establece nuevas reglamentaciones. Probablemente, se impondrá la obligación de rehabilitar los emplazamientos mineros. La revegeta-ción debe garantizar con unos medios presupuestarios limitados una mínima restauración ambiental y el tratamiento de zonas extensas. La rehabilitación ya ha comenzado a tomar en consideración la variedad de especies existentes en el medio original y la conservación de especies raras existentes en torno a las minas.

Habida cuenta de la variada vida vegetal existente en el «matorral de las minas», la estrategia más adecuada consiste en iniciar la sucesión ecológica normal utilizando técnicas de bajo costo, de manera que el entorno pueda enriquecerse de forma natural desde el punto de vista de la biodiversidad y se pueda restablecer progresivamente la vida silvestre animal y vegetal.

La utilización de Acacia spirorbis y Casuarina collina produce rápidos resultados, pero el Servicio de Minas y Energía de Nueva Caledonia ha llegado la conclusión de que estas especies han de mezclarse con otras y no deben plantarse con un espaciamiento demasiado reducido. Por ello se utilizan ahora principalmente en las márgenes de las pendientes por motivos paisajísticos.

Las especies de crecimiento más lento del «matorral de las minas», como Grevillea exul, Carpolepis laurifolia, Dodonea viscosa, Arillastrum gummi-ferum y Alphitonia neocaledonica, se utilizan generalmente en las partes llanas de las minas a cielo abierto. El precio de estas plántulas no es mucho más elevado que el de Guaiacum officinale y Casuarina collina. Por consiguiente, este sistema es una buena solución intermedia para conseguir una reconstrucción relativamente rápida de la vegetación original (Sarrailh, 2001). A pesar del constante descenso del precio de las plántulas, la actividad de plantación sigue siendo muy costosa. La siembra directa mediante la técnica de la hidrosiembra parece el único medio posible de reducir los costos de la revegetación. No se ha resuelto todavía el problema de obtener semillas de especies locales en cantidad suficiente, pero este problema se podría resolver estableciendo semilleros y mejorando las técnicas de obtención. 

Bibliografía


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