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EDITORIAL

Diversidad biológica forestal

¿Es mejor, y se administra mejor, un bosque con 1 000 especies que un bosque con 500 especies? Este número de Unasylva trata de cuestiones relacionadas con la diversidad biológica forestal y su conservación y uso sostenible. Una de las conclusiones básicas es que los números no son lo único que importa.

En el primer artículo, J. Burley aclara algunos de los conceptos y cuestiones centrales en relación con la diversidad biológica forestal. Presenta tres niveles de diversidad biológica -genética, específica y del ecosistema- y analiza cuestiones fundamentales como valor y uso, evaluación, y atención pública y política.

J. McNeely se ocupa de la biodiversidad forestal y del papel del ser humano a nivel del ecosistema. Los impactos humanos pueden ser negativos (deforestación, caza abusiva), pero McNeely recalca que la especie humana es parte de muchos ecosistemas forestales, y que los bosques deben utilizarse equilibrando diversos objetivos: suministrar madera, leña y productos no madereros, salvaguardar los valores estéticos, recreativos y ambientales, incluyendo la biodiversidad.

Con las prácticas de explotación forestal intensiva orientada principalmente a la producción de madera, la biodiversidad forestal en Polonia, como en otros países de Europa central y oriental, se ha reducido en los últimos siglos, aun cuando haya aumentado la cubierta forestal. En el último decenio, no obstante, la política y la práctica forestales en Polonia han hecho hincapié en la conservación de la biodiversidad como uno de los objetivos centrales de la gestión forestal sostenible. K. Rykowski presenta los principios básicos de la conservación en Polonia, considerando sobre todo los bosques productivos. Insiste en que las zonas protegidas son insuficientes, por sí solas, para asegurar la conservación de los árboles y otras especies forestales.

Para conservar la biodiversidad, nuevas políticas y prácticas se necesitan también en la gestión de los bosques de la Amazonia brasileña. M. Kanashiro y sus colaboradores describen la labor del Proyecto Dendrogene, orientado a dar formación técnica e instrumentos a los usuarios de los bosques para que puedan aplicar en la práctica sistemas de gestión y políticas con base científica.

R. Nasi y sus colaboradores examinan las consecuencias de los incendios forestales para la biodiversidad. El fuego puede destruir poblaciones de plantas y animales, influir sobre la vida de las especies y privar a la fauna forestal de hábitat y de alimentos. Con todo, es una fuerza natural necesaria para mantener la salud de ciertos ecosistemas adaptados al fuego.

Los acuerdos de cogestión concertados en África oriental se aplican sobre todo a bosques de los que se obtienen bienes y servicios locales. ¿Pueden aplicarse también a bosques que tengan un valor mundial y nacional para conservar la biodiversidad? Apoyándose en ejemplos de un proyecto para reducir la pérdida de biodiversidad en Kenya, Uganda y Tanzanía, W.A. Rodgers, R. Nabanyumya, E. Mupada y L. Persha afirman que las comunidades necesitan obtener beneficios tangibles como incentivo para la conservación.

Desde una perspectiva local, no suele ser difícil identificar las principales amenazas a la biodiversidad forestal en los países tropicales (sobre todo pérdida de hábitat, ocupación del bosque para otros fines, explotación incontrolada y degradación ambiental); por ello D. Sheil sostiene que lo importante para conservar la biodiversidad, más que la investigación y la supervisión, es la buena práctica sobre el terreno. Para que la conservación tenga éxito, hay que asignarle recursos de modo efectivo, actuando en prioridades fundamentales como impedir la conversión de zonas protegidas para otros usos de la tierra y proteger los grupos taxonómicos de gran valor.

C. Palmberg-Lerche reflexiona sobre la conservación de la diversidad biológica forestal, señalando la necesidad de mantener estrechos vínculos entre las actividades de conservación. La autora sostiene que son necesarios programas que armonicen la conservación y el uso sostenible de los bosques y los recursos genéticos forestales con un mosaico de opciones de uso de la tierra, y que incluyan un elemento de gestión de genes. Insiste en que la intervención humana en la naturaleza no es necesariamente negativa.

Se considera que las plantaciones forestales tienen una limitada diversidad biológica, tal vez porque se las compara con los bosques naturales y no con los ecosistemas degradados a los que con frecuencia sustituyen. M.L. Wilkie explica cómo las plantaciones establecidas hace siglos para estabilizar las dunas en Dinamarca se han convertido, con el tiempo y una gestión cuidadosa, en ecosistemas ricos en especies.

Un tema importante no evocado aquí es el reparto equitativo de los beneficios de la biodiversidad, que es uno de los tres objetivos principales del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB). De esta cuestión se trató en Unasylva 206 (2001), así como del programa de trabajo del CDB sobre los bosques. Las actividades del CDB y de la FAO en este campo son complementarias. Un recuadro al final del presente número remite a los sitios Web sobre los programas de la FAO relacionados con la diversidad biológica de los bosques.

Este número muestra que no hay un nivel óptimo de biodiversidad. Hay muchas razones por las que un ecosistema puede tener más diversidad que otro, y no todas se relacionan con la intervención humana. Por otra parte, la conservación no debe aspirar a mantener un status quo quimérico. En todas las comunidades y los ecosistemas, el tiempo trae cambios en la biodiversidad. La gestión conservadora sólo puede tener éxito a largo plazo si utiliza la dinámica intrínseca de los ecosistemas y las especies para conservar su diversidad y su capacidad de evolución. Pueden compatibilizarse los fines de producción con la conservación, mediante una buena planificación y la coordinación intersectorial en los planos local y nacional.


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