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Capítulo 1. Introducción


Si bien se producen suficientes alimentos para satisfacer las necesidades de la población mundial hay aún cerca de 840 millones de personas subalimentadas, 779 millones de las cuales se encuentran en los países en desarrollo (FAO, 2002a). Esta situación llevó a convocar en 1996 la Cumbre Mundial sobre la Alimentación con el objetivo de reducir a la mitad el número de personas hambrientas en el año 2015. El reciente informe mundial de la FAO sobre el Estado de la inseguridad alimentaria en el mundo concluye que el progreso para llegar a esta meta está prácticamente detenido (Figura 1). Los datos indican que el número de personas hambrientas ha descendido apenas en 2,5 millones/año desde 1992. Si la tendencia continúa a esta tasa, los objetivos de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación serán satisfechos solo dentro de 100 años. Para llegar a esa meta en el año 2015, el descenso anual del número de personas hambrientas debería incrementarse 10 veces, llegando a 24 millones por año. Tal como ha dicho el Director General de la FAO, Jacques Diouf, en el prólogo del Informe sobre el Estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2002, el costo de la inacción es prohibitivo, pero el costo del progreso es a la vez calculable y permisible.

Figura 1 Las población subnutridas en el mundo en desarrollo: comparaciones con los objetivos de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación
Fuente: FAO, 2002a

Un examen cuidadoso de los datos revela que las pequeñas ganancias globales son el resultado de un rápido progreso en pocos países grandes. China ha reducido el número de personas subalimentadas en 74 por ciento comparado con las cifras de 1990-1992. Ghana, Indonesia, Nigeria, Perú, Tailandia y Vietnam han obtenido disminuciones de más de tres millones de personas cada uno, contribuyendo a reducir el incremento de 96 millones en otros 47 países donde el progreso se ha detenido. Sin considerar a China y los otros seis países, el número de personas insatisfechas en el resto de los países en desarrollo se ha incrementado en 80 millones desde que se inició este análisis. Sin embargo, en muchos países la proporción de personas hambrientas ha disminuido, pero la cifra en números reales ha aumentado a causa del crecimiento de la población. Por ejemplo, en la India, el número de personas subnutridas aumentó en 18 millones si bien su proporción disminuyó de 25 a 24 por ciento.

La zona del África subsahariana continúa teniendo la mayor prevalencia de subnutrición y también presenta el mayor incremento del número de personas con hambre. Sin embargo, hay grandes diferencias entre los países africanos. En África central se encuentra la peor situación en razón de la situación bélica en la República Democrática del Congo, donde el número de personas subnutridas se ha triplicado. Por otro lado, este porcentaje ha declinado sobre todo en África occidental y ha habido mejoramientos en el sudeste de Asia y América del Sur. La situación en América Central, Cercano Oriente y Asia oriental (excluyendo China) justifica las preocupaciones existentes ya que el número y el porcentaje de personas subalimentadas está aumentando (FAO, 2002a).

Durante cierto tiempo los expertos han debatido sobre la capacidad de los sistemas agrícolas del mundo para producir suficientes alimentos para una población aún mayor. La FAO ha reiteradamente sostenido que en base a la disponibilidad de tierras agrícolas adecuadas, tanto de secano como bajo riego, podrían ser producidos suficientes alimentos para una población humana mucho mayor que la que se predice para los próximos 30 años. Es evidente que en un creciente número de regiones la tierra y el agua podrían ser los principales factores limitantes de la producción de alimentos. El objetivo de este documento es el de examinar la actual y la futura disponibilidad de agua para la producción de alimentos en un momento en que hay un incremento de su demanda para otros usos, por ejemplo, con fines sanitarios o de agua potable en las megaciudades o por parte de la industria. Los agricultores no solo deben competir por el agua con los residentes urbanos y las industrias, sino también, en un incremento incesante, con el ambiente, cuyos servicios para sostener un abastecimiento de agua de buena calidad a partir de las tierras húmedas y las aguas subterráneas es cada día más ampliamente reconocido. Esta última demanda raramente ha sido cuantificada.

Para determinar si habrá agua suficiente para producir alimentos para los casi 8 000 millones de habitantes que se estima que tendrá la tierra en el año 2025 es necesario comprender las conexiones entre la disponibilidad de agua y la producción de alimentos. Una vez que se comprenda esta relación, los ejecutivos podrán percibir más claramente las consecuencias de las elecciones que se hagan para equilibrar la demanda y el abastecimiento de agua. En los últimos 50 años ha habido más de 20 estimaciones sobre la futura seguridad alimentaria basadas en varios modelos para ordenadores cada vez más complejos. La FAO y el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos de América (USDA) han regularmente presentado pronósticos, y otras instituciones tales como la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OECD), el Instituto Internacional de Investigaciones sobre Políticas Alimentarias (IFPRI) y el Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplicados (IIASA) también han publicado sus propias previsiones. Otras instituciones, como el Instituto Internacional para el Manejo del Agua (IWMI) han hecho proyecciones para futuros escenarios de uso de agua. A partir de estos pronósticos se han hecho intentos para explorar que cambios políticos o tecnológicos deberían ser necesarios para llegar a los resultados deseados. Es evidente que con cualquier modelo que se adopte, el uso agrícola del agua aumentará, si bien a una tasa decreciente, si se desea satisfacer las necesidades de una creciente población.

Lamina 1 Riego de un cultivo de papas (Cabo Verde)

FAO/17124/M. MARZOT

Durante la segunda mitad del siglo XX se obtuvieron ganancias significativas en la agricultura de secano y bajo riego que han conseguido controlar en cierto modo el problema alimentario. El mejor manejo y conservación del agua han sido los elementos que contribuyeron a obtener esas ganancias. El manejo agrícola del agua ha marcado la intensificación atribuible a la aplicación de fertilizantes y al uso de variedades de alto rendimiento. En este sentido, se estima que solo la productividad del agua se ha incrementado en 100 por ciento en los últimos 40 años.

En el futuro, la agricultura deberá responder al cambio de modelos de demanda de alimentos y combatir la inseguridad alimentaria y la pobreza entre las comunidades marginalizadas. De esta manera tendrá que competir por la escasa agua disponible con otros usuarios y reducir la presión del ambiente sobre el agua. El agua será el elemento clave de este movimiento para elevar y mantener la producción agrícola de modo de que pueda mantener el ritmo de la demanda. Las políticas agrícolas y las inversiones tendrán, por lo tanto, que ser más estratégicas. Deberán liberar el potencial de las prácticas agrícolas de manejo del agua para elevar la productividad, distribuir el acceso equitable al agua y conservar la productividad natural de la base de recursos hídricos. Algunos de los puntos claves relacionados con estos nuevos desafíos se discuten en este documento.

El Capítulo 2 discute la disponibilidad actual y futura de los recursos hídricos. Partiendo de los resultados de varios modelos para ordenadores que predicen el futuro uso del agua en la agricultura. El agua de lluvia, el agua de las distintas corrientes superficiales y el agua subterránea bombeada son esenciales para la producción de alimentos. En este capítulo se discuten sus distintas funciones para el alivio de la pobreza y en el desarrollo rural. También difieren entre ellas en los desafíos que presentan cuando son usadas para tratar de incrementar la productividad del agua en la agricultura, definida como rendimiento de los cultivos por unidad de agua consumida.

El Capítulo 3 discute los temas que surgen del deseo de fortalecer la productividad del agua en la agricultura. Este capítulo también explica que los valores de la productividad del agua dependen de la escala a la cual se evalúan. Se supone, en términos generales, que la productividad del agua en muchos sistemas de riego puede ser mejorada si se reducen las pérdidas por filtrado y percolación en el campo. Sin embargo, si estas pérdidas son extraídas del agua subterránea y usadas en otros lugares para el riego, lo que se pierde en un lugar como recurso hídrico se recupera en otro. Esto es ilustrado por la diferencia entre la eficiencia percibida del riego en el campo (p. ej. la fracción de agua extraída para riego que llega al campo) en los sistemas de riego de Egipto que tienen cerca del 40 por ciento de eficiencia mientras que la eficiencia del riego calculada para toda la cuenca del Nilo es de cerca del 90 por ciento. La diferencia se origina en la amplia reutilización de las aguas de drenaje (Keller y Keller, 1995).

El Capítulo 4 se refiere al manejo del riesgo en la agricultura. Se discute por qué los agricultores prefieren prácticas de bajos insumos que producen cosechas limitadas pero una producción estable. También se discuten los incentivos, especialmente aquellos relacionados con el manejo del agua, que pueden ser ofrecidos a los agricultores a fin de que acepten mayores riesgos pero que produzcan más. Parte de la respuesta para la agricultura bajo riego radica en la provisión de mejores servicios de manejo dirigidos a una mayor confiabilidad del abastecimiento de agua. En la agricultura de secano, parte de la solución puede provenir de la introducción de técnicas que conduzcan a una repartición más favorable de la cantidad de agua de lluvia almacenada en la zona radical y el agua que escurre en el drenaje.

Los enfoques para reducir los impactos ambientales adversos causados por el desarrollo de los recursos hídricos se discuten en el Capítulo 5. En una época hubo más de 1,6 millones de hectáreas de tierras húmedas en California, Estados Unidos de América; actualmente, más del 90 por ciento de esas tierras han sido drenadas y convertidas a otros usos (Van Schilfgaarde, 1990). Del mismo modo, datos sorprendentemente similares pueden ser probablemente encontrados para otros países y regiones que son intensivamente regados. El desarrollo de los recursos hídricos ha reducido sensiblemente la abundancia de corrientes de agua, de la vegetación ribereña y de las tierras húmedas aptas para hábitat de animales silvestres. Lamentablemente, el mundo recién ahora se ha dado cuenta de que las tierras húmedas proporcionan valiosos «servicios como ecosistema», tales como la recarga de agua subterránea, la atenuación de las inundaciones y como filtro natural que retiene sedimentos y contaminantes.

La modernización del manejo del agua de riego es el tema del Capítulo 6. En los últimos 30 ó 40 años se han rehabilitado muchos sistemas de riego en los países en desarrollo. Esta rehabilitación ha sido necesaria debido a muchos años de abandono -en muchos casos debido a la falta de recursos- y fue dirigida a restaurar los sistemas de riego según su diseño original. El impacto de esos trabajos de rehabilitación ha sido a menudo limitado. En los casos en que los gestores no son capaces de operar y mantener un sistema a altos niveles, la rehabilitación de su infraestructura física no llevará a mejoramientos sustanciales. Lo opuesto también es cierto: un buen manejo no puede obtener buenos resultados de un sistema mal diseñado o mantenido. Más aún, lo que fue apropiado en el pasado puede no ser adecuado actualmente para satisfacer la demanda de agua y las expectaciones creadas. La modernización, en este caso, se dirige a mejorar la infraestructura física y la organización institucional de modo que el sistema modernizado pueda funcionar en forma de un servicio orientado a satisfacer las necesidades actuales y futuras de los modelos de producción y de prácticas de riego.

La FAO (1997) define la modernización del riego como el mejoramiento de un proceso técnico y de gestión -opuesto a la mera rehabilitación- de los sistemas de riego combinados con reformas estructurales, con el objetivo de mejorar la utilización de los recursos -mano de obra, agua, economía, ambiente- y de ofrecer un servicio de abastecimiento de agua a los agricultores.

El Capítulo final del documento señala las opciones que los gobiernos y las agencias de financiación enfrentan para tratar de asegurar que la escasez de agua no reduzca la capacidad mundial para producir suficientes alimentos para la futura población del planeta.


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