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Preámbulo


Desde tiempos inmemoriales las personas cultivan huertas en las vecindades de sus viviendas. El escenario es fácilmente imaginable: las frutas, las legumbres y los cereales son colectados en el medio silvestre y llevados a la cabaña para ser consumidos. Algunos granos caen al suelo durante el transporte; las semillas de los frutos consumidos comparten la misma suerte. Los mismos germinan y se desarrollan, y los miembros de la familia que son capaces de reconocer las plantas a las cuales dieron origen, comienzan a cuidarlas y a protegerlas. Así, lentamente, nace la huerta familiar. La cercanía a la casa le asegura una protección fácil contra la fauna silvestre y predadora, al mismo tiempo que aligera el trabajo de colectar los alimentos. Se piensa habitualmente que las prácticas culturales tienen su origen en las huertas familiares; incluso en nuestros días, en numerosas regiones del mundo, la diferencia entre la explotación agrícola y la huerta permanece imprecisa. Las principales diferencias son interesantes y al mismo tiempo reveladoras: las huertas ocupan superficies menos extendidas, sin embargo, la diversidad de los cultivos es mayor. Situadas en las inmediaciones del hogar, las huertas pueden ser cultivadas con un mínimo de trabajo y capital. En el caso de ser objeto de cuidados intensivos, la producción puede alcanzar, en las zonas tropicales y templadas, rendimientos muy elevados. Dedicadas a los cultivos estacionales, permiten evitar los trabajos penosos durante los períodos invernales o de sequía, e integrar otras actividades como la pesca, la agricultura extensiva y la cría del ganado. Una huerta familiar representa un elemento ventajoso para la salud y la subsistencia de los hogares urbanos. La diversidad de la huerta comprende no solo las hortalizas y las frutas, sino también, el resto de los cultivos alimenticios, la cría de animales, la acuicultura, la producción de plántulas, las plantas medicinales, plantas utilizadas como combustible, o aquellas cultivadas por sus fibras, y las plantas que cumplen con una necesidad social o espiritual, tales como las especies florales. Todos estos productos tienen un valor económico en el seno del sistema de producción familiar, y varios de ellos son vendidos o intercambiados en el mercado.

Las huertas no solamente cumplen una función económica importante, generadora de ingresos y de producción para el consumo familiar, sino también permiten utilizar el espacio alrededor de la casa como lugar de trabajo y de depósito de productos y de implementos agrícolas. Además, llena importantes funciones sociales. Se pueden plantar árboles con la finalidad de embellecer el ambiente, o por la madera y o por los frutos, pero también para aislarse de los vecinos y protegerse del viento y la polvareda. Crear una huerta familiar significa favorecer la sustentabilidad ecológica de la explotación y proporcionar los medios de subsistencia del hogar. Las potencialidades de integración de las huertas familiares a los sistemas de producción de las pequeñas explotaciones familiares están dadas por:

A pesar de este potencial, la contribución que aportan las huertas familiares a los medios de vida de la familia no es considerada en toda su importancia. Además, su manejo y ordenamiento son considerados muy complejos para ser incluidos en los programas de desarrollo agrícola y rural. Los economistas e incluso las familias campesinas, tienen dificultades para describir y evaluar las ventajas que representan las huertas familiares diversificadas. A menudo, los planificadores, los investigadores y los extensionistas, no cuentan con las informaciones necesarias para identificar las posibilidades de desarrollo y la viabilidad de una huerta familiar.

Tradicionalmente, las huertas familiares son consideras como una actividad de menor importancia, tanto por los investigadores como por los extensionistas que trabajan en el campo de la producción hortícola. Para garantizar el éxito de la introducción de las huertas familiares integradas en los programas de desarrollo, es necesario que los políticos y los planificadores tengan en cuenta de manera clara y precisa, las condiciones económicas, culturales, y medioambientales, a menudo específicas de la localización particular de los sistemas agrícolas, que condicionan su desarrollo.

Esta publicación de la FAO pertenece a la serie Competitividad de las pequeñas explotaciones, la cual utiliza el enfoque de sistemas agrícolas para mostrar de qué manera las actividades productivas tratadas en la serie, se integran a las distintas estrategias que ponen en práctica los pequeños agricultores para asegurar sus medios de existencia. Además, la misma tiene por objetivo el de mostrar la vasta diversidad de posibilidades de medios de existencia en el medio rural y la potencialidad real para mejorarlos. Se procura, por otra parte, despertar el interés de los responsables políticos, de los administradores y planificadores de los programas y proyectos de desarrollo, sobre los temas tratados en esta serie, los cuales, en síntesis son los siguientes:

Este folleto permite a los especialistas de la agricultura, de la ganadería y de la acuicultura, de apreciar de qué manera las huertas familiares se integran a los otros elementos del sistema de producción. En particular, el acento es puesto en las huertas familiares semiintensivas en pequeña escala, diversificadas e integradas, capaces de generar ingresos monetarios. Su principal objetivo es el de evidenciar cuáles son los prerrequisitos y las oportunidades semicomerciales disponibles capaces de contribuir, mediante la utilización de tecnologías productivas adaptadas, al mejoramiento de las condiciones de vida de las familias rurales.

Además, este folleto contiene ejemplos exitosos así como lecciones a incorporar para la acción, señalando los elementos fundamentales necesarios a tener en cuenta para la integración exitosa de las huertas familiares en las pequeñas explotaciones agrícolas.


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