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Editorial

Reorientar la enseñanza forestal

¿Prepara la enseñanza forestal profesional eficazmente a los forestales del futuro? Para responder a esta pregunta tal vez será necesario reconsiderar lo que se entiende por «actividad forestal» y por «forestal», conceptos cada vez más difíciles de definir.

La función del forestal está evolucionando a medida que la profesión se centra cada vez más en múltiples valores, productos y servicios de los bosques y en la contribución del sector forestal a la sociedad y el medio ambiente. Los objetivos de gestión se han ampliado para reconocer la interrelación entre los sistemas de producción agrícola, la tenencia de los recursos forestales y los medios de subsistencia en el mundo rural. Los avances en las ciencias naturales y sociales, los cambios en la sociedad y el medio ambiente y la evolución de las aspiraciones y necesidades de las sociedades respecto de los bosques ponen continuamente en cuestión el contenido y pertinencia de la enseñanza forestal universitaria.

Ciertamente, a algunos puede resultarles más difícil considerar la actividad forestal como una disciplina independiente. Es muy posible que quienes ejercen la profesión tengan una buena formación en materias conexas como la ecología, la agronomía, la biología, la economía o la sociología, lo que tal vez pueda explicar la aparente pérdida de interés y de financiación en la enseñanza forestal. Para que la enseñanza forestal profesional siga ocupando un lugar relevante debe abarcar un amplio conjunto de disciplinas -por ejemplo, estudios de género y ciencias políticas y sociales- que sólo hace decenios se consideraban totalmente al margen de este campo del saber.

En el primer artículo de este número de Unasylva, C.T.S. Nair predice que probablemente los cambios que se registrarán en la sociedad, la economía y el sector forestal influirán en conceptos e instituciones educativos muy arraigados y subraya que la enseñanza forestal profesional deberá ser aún más dinámica a medida que se aceleren los cambios.

A la aportación teórica de Nair le siguen una serie de artículos en los que se analiza la situación actual. En sendos artículos sobre Asia sudoriental (P.G. Rudebjer e I. Siregar) y el África subsahariana (A.B. Temu) se analizan las tendencias en la enseñanza forestal durante el período comprendido entre 1993 y 2002.

Centrando la atención en África, J.L. Kiyiapi hace referencia al desarrollo descoordinado y a la duplicación de los programas de enseñanza forestal profesional y propugna como soluciones una mejor planificación nacional y una colaboración regional más estrecha. Complementando el análisis de Temu, que pone de manifiesto la necesidad de modificar los programas educativos, un breve artículo (O. Hamid) describe un proyecto de elaboración de un programa de enseñanza forestal que se está desarrollando en la Comunidad del África Meridional para el Desarrollo (SADC). J.J. Landrot señala las necesidades de formación técnica para las industrias forestales de África. El análisis incluye la formación en empleo y subraya las ventajas que supone establecer nexos entre la industria y las escuelas técnicas.

En muchos países desarrollados, el problema consiste en el descenso de la matriculación: el estudio de la enseñanza forestal en Gran Bretaña y Alemania entre 1992 y 2001 que lleva a cabo Hugh Miller indica que ha disminuido el interés por los estudiosos forestales. Miller sopesa las consecuencias de este hecho para la disponibilidad y la calidad de la enseñanza forestal profesional en el futuro.

En América Central, en cambio, han aumentado las posibilidades de la enseñanza forestal, pero no las oportunidades de empleo en el sector. F. Rojas Rodríguez relaciona el auge de la enseñanza forestal con el nivel de desarrollo forestal de los países de la subregión, señalando la necesidad de ofrecer oportunidades profesionales para que los forestales bien formados puedan mejorar el medio ambiente y las condiciones de vida de la población.

En los restantes artículos se analizan otras posibilidades de cambio. Algunas asociaciones regionales de enseñanza forestal tratan de aprovechar las sinergias de programas concretos.
P. Kanowski describe una nueva iniciativa de colaboración a escala mundial, la Asociación Internacional para la Enseñanza Forestal.

La enseñanza en línea no se ha generalizado todavía en el ámbito de las ciencias forestales. D.W. Längin, P.A. Ackerman y S. Lewark examinan sus ventajas y limitaciones, aportando algunos ejemplos de Alemania y Sudáfrica. J. Ball, por su parte, aboga por la necesidad de enseñar a los forestales a comunicarse más adecuadamente por escrito y el aprendizaje en línea es uno de los procedimientos que propone.

M. Miagostovich se refiere a un nuevo método de aprendizaje que se ha experimentado en Asia: los grupos para el aprendizaje de la gestión forestal, a través de los cuales los usuarios de los bosques aprenden a identificar y desarrollar prácticas silvícolas para atender necesidades locales mediante la experiencia práctica.

La actividad forestal del siglo XXI debe adaptarse también a las nuevas funciones y a la participación más intensa de las mujeres, un cambio que a los ojos de muchos ya debería haberse producido. Fomentar la igualdad de género en el sector forestal exige una educación para modificar las actitudes y el comportamiento de hombres y mujeres. Un breve estudio de caso de J.D. Gurung y K. Lama presenta una estrategia que fomentó ese tipo de cambios en un proyecto forestal en Nepal.

Por último, M. Hosny El-Lakany, Subdirector General de Montes de la FAO, sostiene que el conocimiento de los problemas mundiales será un requisito esencial para los futuros forestales y defiende la necesidad de que se ofrezcan cursos y títulos en ciencias forestales internacionales para preparar a los técnicos e investigadores forestales a abordar las cuestiones de alcance mundial y a participar de forma fructífera en los debates intergubernamentales.

Los países desarrollados y en desarrollo deben dar respuesta a las cuestiones de interés a nivel nacional y mundial que están relacionadas con los bosques, como la degradación ambiental, la conservación de la diversidad biológica, la contribución de la actividad forestal a los medios de subsistencia en el mundo rural, la gestión forestal participativa y la competencia entre distintos usos de los recursos. La enseñanza forestal profesional debe producir graduados bien preparados para asumir tan amplia responsabilidad.

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