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I. África

PANORAMA REGIONAL

Resultados económicos generales

El crecimiento económico mejoró ligeramente en 2000 y 2001.

En el África subsahariana el crecimiento económico fue del 3 por ciento en 2000, lo que representa una ligera mejora con respecto a 1999. Para 2001, a pesar de la desaceleración económica mundial, se preveía un crecimiento del PIB real del 3,5 por ciento1. Se estima que se ha acelerado el crecimiento en la mayoría de las principales economías de la región, en la que, según las proyecciones del FMI, el crecimiento económico, en 2002 sería del 4,2 por ciento.

Muchos países del África subsahariana siguen experimentando grandes déficit externos, provocados en parte por los bajos precios de los productos básicos distintos de los combustibles y los costos todavía elevados del servicio de la deuda exterior.

Como las exportaciones representan más de la tercera parte del PIB regional, la desaceleración mundial ha perjudicado al sector de los productos comercializados, en particular al comercio con la Unión Europea (UE), que representa alrededor del 40 por ciento de las exportaciones de la región2.

No obstante, las influencias locales siguen desempeñando una función predominante en las perspectivas económicas de la mayoría de los países africanos. En particular, las perspectivas para la inversión privada, la diversificación económica y el crecimiento a plazo más largo son generalmente mejores en los países que han aplicado sólidas políticas macroeconómicas y estructurales (como Botswana, Camerún, Mozambique, la República Unida de Tanzanía y Uganda). En cambio, la falta de políticas adecuadas, unida frecuentemente a la incertidumbre política y/o conflictos, impiden que mejoren las perspectivas de desarrollo sostenido y reducción de la pobreza en varios países.

Cuadro 5
TASAS DE CRECIMIENTO ANUAL DEL PIB REAL EN ÁFRICA SUBSAHARIANA

País

1997

1998

1999

2000

20011

20021

 

(Porcentaje)

Camerún

5,1

5

4,4

4,2

5,3

4,6

Côte d'Ivoire

6,2

5,8

1,6

-2,3

-1,5

2,8

Ghana

4,2

4,7

4,4

3,7

4,0

4,0

Kenya

2,1

1,6

1,3

-0,2

1,1

1,4

Nigeria

3,1

1,9

1,1

3,8

4,2

1,8

Uganda

5,1

4,6

7,9

4,4

5

5,2

República Unida de Tanzanía

3,5

3,7

3,5

5,1

4,6

4,2

Sudáfrica

2,5

0,7

1,9

3,1

2,2

2,3

África subsahariana2

3,7

2,6

2,5

3,0

3,5

4,2

1 Proyecciones.
2 Con inclusión de Sudáfrica.
Fuente: FMI.

Indudablemente, en los últimos años, distintos sectores de la economía han desempeñado una función cada vez mayor en el crecimiento económico de la zona subsahariana. Desde los años ochenta, el crecimiento industrial quedó rezagado con respecto al del PIB y se registró la tendencia a depender más del crecimiento de sectores como la agricultura y los servicios.

Aunque en los países africanos se han experimentado en el pasado aumentos de la inversión y el crecimiento, esto no ha permitido en muchos casos establecer un círculo virtuoso de inversión, ahorro y exportaciones. Los índices de ahorro e inversión internos bajaron notablemente en los años ochenta y se recuperaron en la última parte de los noventa. En este último decenio la inversión llegó a representar en África subsahariana el 18,2 por ciento3 del PIB, lo que supone un aumento del 1,2 por ciento con respecto a los años ochenta. Por otra parte, el ahorro representaba el 14,5 por ciento del PIB en el mismo período, cifra superior en sólo el 0,6 por ciento a la de los años ochenta4.

Los acontecimientos del 11 de septiembre y sus consecuencias han influido negativamente en las perspectivas de los países en desarrollo del África subsahariana. El empeoramiento de las perspectivas económicas mundiales ha hecho bajar los precios de la mayoría de los productos básicos, muchos de los cuales se hallaban ya en niveles de depresión. Los precios mundiales del petróleo bajaron a unos 18 dólares EE.UU. por barril a fines de noviembre de 2001, frente a los 25 dólares que se pagaban antes de los ataques5. Estas tendencias han empeorado las perspectivas para muchos de los países más pobres de la región, lo que obliga a revisar notablemente las perspectivas para el año 2002.

2000 fue un año de malos rendimientos agropecuarios y en 2001 se preveía sólo una ligera recuperación.

Resultados de la agricultura

Los resultados de la agricultura en el África subsahariana empeoraron notablemente en 2000, año en que la producción agropecuaria total disminuyó el 0,3 por ciento tras haber aumentado el 3,7 y 1,9 por ciento en 1998 y 1999, respectivamente. La producción agrícola bajó el 1 por ciento y la de alimentos se redujo el 0,3 por ciento. La producción de cereales disminuyó el 3,2 por ciento, reduciéndose por segundo año consecutivo. La de raíces y tubérculos aumentó sólo el 0,5 por ciento, frente al 4,2 y 5,5 por ciento en 1999 y 1998, respectivamente. La producción ganadera aumentó el 1,4 por ciento, lo que representa una desaceleración con respecto a los dos años anteriores. Estimaciones preliminares para 2001 indican otro año de malos resultados agrícolas en la región, ya que la producción agropecuaria total habría aumentado menos del 1 por ciento, y la agrícola y ganadera habrían crecido solamente el 0,9 y 0,5 por ciento, respectivamente.

En el África occidental, la producción agropecuaria se estancó en 2000 tras el sólido crecimiento del 3 y 6 por ciento obtenido en 1999 y 1998, respectivamente. Creció notablemente en varios países, sobre todo Benin, Gambia y Liberia, mientras que se redujo sensiblemente en Burkina Faso, Malí, Níger, Sierra Leona y Togo. La producción agrícola disminuyó un 0,3 por ciento en 2000 y la de cereales, el 3,5 por ciento, siendo especialmente pronunciado el descenso del 12,7 por ciento registrado en los países sahelianos. La producción de raíces y tubérculos aumentó el 2 por ciento, crecimiento muy inferior al de los dos años anteriores. Sin embargo, varios de los países, especialmente Benín, Côte d'Ivoire, Liberia, Níger y Senegal, obtuvieron notables aumentos en la producción de yuca. La producción ganadera aumentó el 27,4 y 8,4 por ciento en Côte d'Ivoire y Ghana, pero el crecimiento general fue sólo del 2 por ciento.

Estimaciones preliminares para 2001 indican que la producción agropecuaria habría aumentado sólo el 0,5 por ciento. No obstante, las perspectivas para la producción de cereales en los países sahelianos eran buenas después de la favorable estación de las lluvias y se han pronosticado cosechas récord en Burkina Faso, Gambia y Níger.

En el África central, la producción agropecuaria disminuyó el 1 por ciento en 2000 tras haber bajado el 1,7 por ciento en 1999. La producción agrícola disminuyó el 4,1 y la ganadera el 0,7 por ciento, registrándose descensos en ambas por segundo año consecutivo. Camerún y la República Centroafricana obtuvieron aumentos de la producción agropecuaria del 2,4 y 3,7 por ciento respectivamente, debido principalmente al gran crecimiento de la producción de cereales, mientras que en Chad y la República Democrática del Congo se registraron descensos del 7,6 y 3 por ciento, respectivamente.

Cuadro 6
TASAS DE CRECIMIENTO NETO DE LA PRODUCCIÓN EN ÁFRICA SUBSAHARIANA1

Año

Agropecuaria

Agrícola

Cereales

Raíces y tubérculos

Ganadera

Alimentaria

 

(Porcentaje)

1992-96

3,9

4,4

5,8

2,4

2,6

3,7

1997

0,5

0,2

-4,2

2,0

1,4

0,3

1998

3,7

4,1

4,1

5,5

2,6

3,9

1999

1,9

1,8

-0,6

4,2

2,5

2,5

2000

-0,3

-1,0

-3,2

0,5

1,4

-0,3

20012

0,8

0,9

2,4

0,7

0,5

0,6

1 Con exclusión de Sudáfrica.
2 Cifras preliminares.
Fuente: FAOSTAT.

Las estimaciones para 2001 indican otro pequeño descenso de la producción agropecuaria total en la región, si bien se ha previsto un crecimiento moderado en Camerún y Chad. En la República del Congo, no ha mejorado la situación del suministro alimentario y la continuación de los conflictos civiles hace temer otra reducción de la cosecha de cereales.

También en el África oriental los resultados de la agricultura fueron malos en 2000, ya que la producción disminuyó el 0,5 por ciento tras haber crecido sólo el 1,5 y 1,1 por ciento en 1999 y 1998, respectivamente. La producción agropecuaria disminuyó en gran medida en Burundi, Eritrea y Mozambique, en particular, mientras que aumentó notablemente en Rwanda y Zimbabwe. La producción agrícola disminuyó el 1 por ciento en general, registrándose descensos especialmente grandes en Eritrea, Kenya y Mozambique. Los aumentos en las cosechas de cereales de Rwanda, Somalia, y Zimbabwe fueron contrarrestados con creces por la notable reducción de la producción en Burundi, Eritrea, Kenya, Madagascar, Mozambique y la República Unida de Tanzanía, lo que provocó un descenso del 3,5 por ciento en 2000. La producción de raíces y tubérculos aumentó sólo el 0,5 por ciento tras los incrementos del 6,7 y 8,2 por ciento obtenidos en 1998 y 1999, respectivamente. La producción ganadera aumentó sólo el 0,5 por ciento. La sequía padecida en zonas de pastoreo de Etiopía, norte de Kenya y Somalia provocó la muerte de unos 3 millones de cabezas de ganado66. En Mozambique, las inundaciones causaron la muerte o graves heridas a unas 350 000 cabezas de ganado.

Las estimaciones relativas a 2001 indican que la producción agropecuaria habrá aumentado sólo el 1,3 por ciento, ya que la agrícola habrá crecido el 1,6 y la pecuaria el 0,8 por ciento. En Somalia, la producción de cereales aumentó casi el 54 por ciento en 2000 pero la situación alimentaria era muy preocupante en 2001. En Eritrea, la situación alimentaria seguía siendo difícil debido a la guerra con Etiopía y a la sequía de 2000, año en que la producción de cereales disminuyó enormemente como consecuencia del desplazamiento de centenares de millares de agricultores de las regiones agrícolas ricas que normalmente producen más del 70 por ciento de la cosecha de cereales, y no había buenas perspectivas para la cosecha de cereales de 2001. En Sudán, del desbordamiento del Nilo en las regiones del norte ha desplazado a decenas de millares de personas, destruido los cultivos y agravado la situación ya precaria del suministro alimentario. A pesar de ello, las perspectivas generales para las cosechas de cereales de 2001 eran favorables. También eran mejores las perspectivas en Uganda, debido a que habían mejorado las condiciones de los pastos y la disponibilidad de agua para el ganado en los distritos de Kotido y Moroto.

En el África Austral (excluida Sudáfrica), la producción agropecuaria disminuyó un 3,3 por ciento en 2000, tras haber aumentado el 14,2 por ciento en 1999. La producción agrícola disminuyó el 3 por ciento y la ganadera, el 3,9 por ciento. Sin embargo, la producción de cereales aumentó un 6,8 por ciento, obteniéndose cosechas especialmente buenas en Botswana y Namibia. En Sudáfrica, la producción agropecuaria aumentó un 3,4 por ciento en 2000, después del incremento del 6,5 por ciento obtenido en 1999. La producción agrícola creció un 5,2 por ciento y la de cereales, un 37,1 por ciento, tras haber disminuido durante tres años consecutivos.

Las proyecciones para 2001 indicaban un descenso ulterior de la producción agropecuaria del 0,5 por ciento aproximadamente. Se preveía que la combinación de los prolongados períodos de sequía, las graves inundaciones y el trastorno de las actividades agrícolas provocarían descensos de la producción en la región. Según estimaciones preliminares para 2001, la producción de cereales era inferior en más del 8 por ciento a la del año anterior. Las proyecciones para Sudáfrica indicaban también un descenso del 5,7 por ciento en la producción agropecuaria total, y del 10,5 por ciento en la producción agrícola.

PRODUCTIVIDAD DE LAS AGRICULTORAS EN EL ÁFRICA SUBSAHARIANA

Introducción

La necesidad de centrar la atención en la productividad de las agricultoras, que pueden ser un eficaz motor de cambios sustanciales, se ha hecho cada vez más patente en el África subsahariana. La mujer desempeña una importante función en las actividades agrícolas y postcosecha en la mayoría de los países de la región. Sin embargo, dentro de las comunidades rurales predomina un complicado entramado de derechos y obligaciones que reflejan normas sociales y religiosas y establecen una división del trabajo entre hombres y mujeres, actuando como limitaciones para las agricultoras. Por ello, el conocimiento de la función de las agricultoras, su importancia y sus limitaciones, es una condición previa indispensable para la elaboración de políticas encaminadas a mejorar la productividad y el desarrollo socioeconómico.

En el África subsahariana las mujeres constituyen la mayor parte de la fuerza de trabajo en la producción de alimentos.

Función e importancia de las agricultoras

En el África subsahariana las mujeres constituyen entre el 60 y el 80 por ciento de la fuerza de trabajo en la producción de alimentos, tanto para el consumo en el hogar como para la venta7. Además, la agricultura es cada vez más un sector predominantemente femenino como consecuencia de la emigración de los varones al exterior8. Las mujeres son ahora la mayoría de los pequeños productores agrícolas, constituyen la mayor parte de la fuerza de trabajo y gestionan una gran parte de las actividades agrícolas diariamente9.

Tradicionalmente, las funciones de los hombres y las mujeres en la agricultura han sido diferentes en África. Los hombres labran la tierra y las mujeres realizan la mayor parte de las actividades agrícolas restantes, especialmente la escarda y la elaboración. Desde el período colonial, los hombres se han dedicado más a la producción de cultivos comerciales, mientras que las mujeres se han dedicado sobre todo a los cultivos alimentarios y hortícolas, la cría de animales pequeños y la elaboración de los productos. Las actividades de la mujer se han solido realizar en el hogar, por razones biológicas y culturales. Los hombres y las mujeres se han encargado también de sus respectivos insumos y del control de sus productos. En el África subsahariana, los hombres tradicionalmente son los dueños de la tierra, pero hay parcelas que se cultivan o administran conjuntamente o separadamente por hombres o mujeres.

Recuadro 4

LA YUCA Y LA FUNCIÓN DE LA MUJER

La yuca es el tubérculo más cultivado en el África subsahariana y el alimento básico segundo en importancia en cuanto a consumo de energía alimentaria per cápita1. Este producto, gracias a su tolerancia a condiciones de estrés ecológico extremo y malos suelos, es muy importante para reducir la inseguridad alimentaria y la pobreza rural.

La producción de yuca ha aumentado mucho en la región durante los dos últimos decenios. Entre 1980 y 2001, su total ascendió de 48 a casi 94 millones de toneladas, mientras que la superficie a él dedicada aumentó de 7 a 10 millones de hectáreas. Hoy en día, más de la mitad de la producción mundial de yuca se obtiene en el África subsahariana.

PRODUCCIÓN DE YUCA, SUPERFICIE COSECHADA Y RENDIMIENTOS

País

Producción

Superficie cosechada

Rendimientos

1980

2001

1980

2001

1980

2001

(Millones de toneladas)

(Millones de ha)

(Toneladas/ha)

Nigeria

11

34

1

3

9,6

10,8

República Democrática del Congo

13

16

2

1

7,0

14,5

Ghana

2

8

0,2

0,6

8,1

12,1

República Unida de Tanzanía

5

6

0,4

0,9

10,7

6,8

Mozambique

4

5

0,9

0,9

4,1

5,8

Uganda

2

5

0,3

0,4

6,9

13,0

Angola

1

3

0,3

0,5

3,4

6,0

África subsahariana

48

94

7

10

6,9

9,1

Mundial

124

176

14

16

9,1

10,7

Fuente: FAOSTAT.

Aunque se suele considerar normalmente la yuca como un cultivo tradicional de subsistencia, la introducción reciente de nuevas variedades (como la TMS2 del Instituto Internacional de Agricultura Tropical) ha hecho que este producto se haya convertido de un cultivo poco rentable de reserva contra el hambre en un cultivo comercial de alto rendimiento. Con el empleo de raspadores mecánicos para la preparación del gari (gránulos asados que constituyen un producto de valor añadido), la yuca se produce y elabora cada vez más como un cultivo comercial para el consumo urbano.

Esta tendencia puede atribuirse en parte al hecho de que la yuca tenga múltiples usos. En cuanto alimento, puede utilizarse para consumirlo cocido al horno, como cereales de desayuno y aperitivo o en sopas, como emulsionante de bebidas, como cremas no lácteas en polvo y como confecciones. El almidón de yuca se utiliza también en varios sectores industriales como los de la fabricación de papel, cosméticos y productos farmacéuticos.

La yuca resulta cada vez más un «cultivo de mujeres». Éstas realizan la mayor parte de las actividades de elaboración, como pelar, lavar y transportar los productos a los lugares donde se rallan y muelen, en los que la harina de yuca y la yuca rallada se almacenan en sacos y se envían a los elaboradores tradicionales para extraer el almidón. Actualmente, son mujeres y muchachas quienes se dedican a asar y tamizar el gari.

Un estudio reciente3 ha demostrado que la mano de obra femenina está cobrando una importancia cada vez mayor también en la producción. Los hombres desempeñan todavía funciones centrales en la preparación y labranza de la tierra, mientras que las mujeres realizan sobre todo las operaciones de escarda, recolección, transporte y elaboración. Estas últimas realizan también principalmente las etapas del transporte, elaboración y comercialización.

Con el aumento reciente de la producción comercial de yuca, cobrará una importancia aún mayor la función de la mujer ya que es en las actividades postcosecha donde predomina la mano de obra femenina (véase la figura).

Mujeres de Ghana que pelan raíces de yuca
La yuca constituye una parte importante de la dieta de muchas poblaciones pobres de África.

FAO/18293/P. CENINI

Sin embargo hay algunas excepciones. Por ejemplo, el rallado y prensado son tareas de hombres en general en Ghana y Nigeria, donde se han mecanizado estas operaciones4. En Nigeria, los hombres y las mujeres participan igualmente en la elaboración, lo que puede explicarse por el hecho de que el acceso de las mujeres a la propiedad es limitado. El citado estudio determinó que los hombres poseen el doble de máquinas de elaboración que las mujeres, a pesar de que los servicios de máquinas están disponibles tanto para unos como para otras.

Además, la mujer sigue careciendo frecuentemente de poder de decisión. Cuando una gran proporción de los productos se destina a la venta, las decisiones en el hogar las adoptan en general los hombres, quienes determinan cómo deben utilizarse los ingresos en dinero. Se permite a las mujeres controlar sólo pequeñas ventas de yuca, cuyo producto se utiliza para comprar artículos que necesita la familia, como jabón, fósforos y sal.

La yuca continúa adquiriendo importancia en muchos países subsaharianos, no sólo como alimento básico, sino también como cultivo comercial. La aportación de mano de obra femenina para la producción, recolección, transporte y elaboración es notable y va aumentando. La adopción de políticas específicas con respecto al crédito, la creación de servicios de extensión con perspectiva de género y la introducción de cambios tecnológicos e institucionales en favor de la mujer contribuirían a incrementar la productividad en este sector. La concesión de poder a las mujeres es fundamental para obtener buenos resultados en la economía de la yuca.

1 La yuca proporciona 286 kilocalorías (kcal) por persona al día, de un total de 2 198 kcal/persona/día.
2 Variedades de selección de yuca tropical.
3 Estudio en colaboración sobre la yuca en África realizado por el Instituto Internacional de Agricultura Tropical de 1989 a 1997, basándose en datos obtenidos en 281 aldeas de 6 países africanos (F.I. Nweke, D.S.C. Spencer y J.K. Lyman. 2002. The cassava transformation: Africa's best-kept secret. East Lansing, Estados Unidos, Michigan State University Press).
4 Ibid.

Estas pautas de producción agrícola están cambiando con el tiempo. En muchos países hay cada vez más hogares encabezados por una mujer. Hacia mediados de los años ochenta, un 31 por ciento de todos los hogares agrícolas estaban encabezados por mujeres, lo que constituye una proporción mucho mayor que en otras regiones. Sin embargo, dentro de esta tendencia hay notables variaciones, ya que se pasa de un 10 por ciento en Burkina Faso y Níger a comienzos de los años noventa a un 46 por ciento en Botswana y un 72 por ciento en Lesotho, a fines de los ochenta10.

Las funciones tradicionales de los agricultores y las agricultoras están cambiando.

Además, la presión demográfica y las oportunidades de empleo fuera de la explotación agrícola para los hombres han hecho que aumente la proporción de mujeres que de hecho dirigen el hogar. En tales hogares, la autonomía y autoridad de las mujeres varían con el tiempo. En algunos casos, los varones que han emigrado vuelven a trabajar en la explotación durante el período más importante de la campaña agrícola. En muchos casos, los hombres dejan de trabajar en la agricultura cuando tienen entre 20 y 44 años, mientras que las mujeres de esa edad constituyen la mayor parte de la fuerza de trabajo agrícola. Por ejemplo, en Kenya, alrededor del 86 por ciento de los trabajadores agrícolas son mujeres, el 44 por ciento de las cuales trabajan por derecho propio y el 42 por ciento representan a sus maridos ausentes11. Por ello, es mayor la proporción de mujeres que trabaja en la mayoría de las fases del ciclo de producción de alimentos, cultivos comerciales y ganadera, además del trabajo en el hogar y otras pequeñas actividades generadoras de ingresos.

Además, las mujeres participan de forma más normal que los hombres en todas las actividades agrícolas y fases del ciclo de producción. Constituyen la mayor parte de la fuerza de trabajo y dirigen las actividades cotidianas de muchas explotaciones. Como se indica en el Cuadro 7, las mujeres trabajan muchas más horas que los hombres y dedican más tiempo a las actividades agrícolas, incluso teniendo en cuenta que las cifras no son ni con mucho homogéneas.

Cuadro 7
PROMEDIO DE HORAS DE TRABAJO EN ACTIVIDADES AGRÍCOLAS Y NO AGRÍCOLAS, POR SEXOS, 1994

País

Agrícolas

No agrícolas

Mujeres

Hombres

Mujeres

Hombres

(Horas)

Burkina Faso

7,0

8,3

1,7

6,0

Kenya

4,3

6,2

3,8

6,1

Nigeria

7,0

9,0

1,5

5,0

Zambia

6,4

7,6

0,8

4,6

Fuente: K.A. Saito, H. Mekonnen y D. Spurling. 1994. Raising productivity of women farmers in sub-Saharan África. World Bank Discussion Paper 230. Washington, D.C.

Diferencias de género en la productividad agrícola y limitaciones de las agricultoras

Aunque los hombres y las mujeres se enfrentan en general con las mismas limitaciones externas, tienen un acceso desigual a factores que dependen del control humano. No gozan de los mismos derechos, como en lo relativo a la tierra y la educación, ni del mismo acceso a la tecnología, trabajo, capital, servicios de apoyo y crédito. Esta disparidad provoca diferencias en la productividad en detrimento de la muje

La productividad de las mujeres en la agricultura es menor que la de los hombres.

Se ha examinado en varios estudios la productividad relativa del hombre y la mujer en la agricultura en el África subsahariana. En muchos casos, los resultados indican que las agricultoras tienen menor productividad por gozar de peor acceso a los recursos. En la Figura 21 se ve también la menor productividad de las agricultoras: la producción media por agricultor12 tiende a ser inferior en los países en que la mujer representa una parte mayor que el hombre en la fuerza de trabajo agrícola.

Aunque la mujer es menos productiva en la agricultura, se reconoce unánimemente que ello no se debe a que sea menos eficiente que el hombre en la utilización de los recursos13, sino a la falta de insumos complementarios.

Datos de Burkina Faso demuestran que, en comparación con los hombres del mismo hogar, mujeres que cultivaban los mismos cultivos en el mismo año consiguieron rendimientos inferiores a la media en un 30 por ciento14. Una de las razones de esta diferencia era la menor cantidad de mano de obra de varones y niños utilizada en las parcelas controladas por mujeres. Además, todos los fertilizantes se utilizaban prácticamente sólo en las parcelas controladas por varones. Se estimó que una reasignación de los factores variables de producción de las parcelas controladas por varones a las controladas por mujeres en el mismo hogar elevaría la producción de éste en un 10-20 por ciento. Una conclusión importante de los resultados fue que los hogares generalmente no actúan como un único individuo y que hace falta construir modelos apropiados sobre la complejidad del proceso de adopción de decisiones en los hogares para obtener una mejor orientación de política.

La productividad menor de las mujeres parece derivarse del acceso desigual a los recursos y la educación.

Con respecto a una muestra de agricultores de Kenya, se encontró que el valor bruto del producto por hectárea de las parcelas dirigidas por hombres era un 8 por ciento superior al de las dirigidas por mujeres15. Se calculó que, si las mujeres utilizaran los mismos recursos que los hombres, la productividad aumentaría alrededor del 22 por ciento. El estudio concluyó también que la educación de las mujeres provocaría probablemente, más que la de los hombres, una mayor utilización de nuevas tecnologías.

Otra investigación realizada en Kenya indica que si se elevaran los niveles de capital físico y humano de las mujeres (equiparándolos a los de los hombres de la muestra) los rendimientos aumentarían entre el 7 y el 9 por ciento16. Se determinó asimismo que el impacto de la escolarización en la producción agrícola era mayor en lo que respecta a las mujeres que a los hombres, debido a que estos últimos, con una mayor escolarización, tienden a buscar empleo fuera de la explotación y tendrán más probabilidades de conseguir y mantener un empleo. En cambio, las mujeres raramente pueden encontrar trabajo fuera de la explotación.

Son muchos los factores que explican la insuficiencia de la productividad de las mujeres en la agricultura. Las agricultoras actúan con mayores limitaciones que los hombres. Tienen un acceso cualitativa y cuantitativamente menor a la información, la tecnología, la tierra, los insumos y el crédito. Los responsables de las políticas, directores, agentes y participantes en los servicios de apoyo agrario son generalmente varones, que no siempre tienen una conciencia suficiente de los problemas y necesidades específicos de las agricultoras.

El acceso de las mujeres a la tierra es un problema especial.

En el África subsahariana las mujeres se hallan especialmente en desventaja con respecto a los hombres debido a que administran parcelas menores de tierra con un régimen de tenencia incierto17. El acceso de la mujer a la tierra está limitado por factores jurídicos e institucionales, tales como discriminaciones legales contra su derecho a poseer y heredar la tierra. Aunque se han introducido ahora cambios legislativos que permiten a la mujer poseer bienes, en muchos países de la región las tradiciones y costumbres continúan impidiéndole tener una propiedad efectiva.

Por ejemplo, en Wadi Kutum, Sudán, en virtud de un plan de titulación de tierras, se registraron la mayor parte de las tierras de propiedad de mujeres en nombre de los varones, mientras que las primeras ni siquiera protestaron porque, por costumbre, no mantienen relaciones con el Estado, que desde siempre se ha considerado dominio de los hombres18. Al no tener un título seguro de propiedad de la tierra, las mujeres no son aceptadas en muchos casos como miembros de cooperativas y otras organizaciones rurales. La falta de un título de propiedad significa también falta de garantía y, por tanto, de acceso a los créditos. En muchos países en desarrollo, está reconocido jurídicamente el derecho básico de la mujer a la propiedad de la tierra, pero, en la práctica, pocas veces se ve que las mujeres controlen la tierra.

Por regla general, las mujeres reciben menos del 10 por ciento de los créditos concedidos a las pequeñas explotaciones y sólo el 1 por ciento de la cantidad total destinada a la agricultura en Kenya, Malawi, Sierra Leona, Zambia y Zimbabwe19. En el África subsahariana, más mujeres que hombres son demasiado pobres para comprar insumos como los fertilizantes y no son consideradas como dignas de crédito por las instituciones financieras clásicas.

Se ha determinado que los servicios de capacitación y extensión, en particular el empleo de mujeres extensionistas, es un factor potencialmente importante para elevar la productividad femenina20. Sin embargo, como ejemplo evidente de «ceguera de género», cabe señalar que sólo el 7 por ciento de los servicios de extensión agraria de África estaban dirigidos por agricultoras en 1988 y únicamente el 11 por ciento de todo el personal de extensión era femenino21.

Observaciones conclusivas y repercusiones de política

La productividad de las mujeres es menor que la de los hombres en el África subsahariana, lo que no significa que el potencial de producción de las primeras sea bajo, ni que su función en la agricultura sea insignificante. Al contrario, hay datos que demuestran que la baja productividad de las mujeres es el resultado de las limitaciones sociales y económicas con que se enfrentan.

Para mejorar la productividad de las agricultoras en la región, se necesitan muchos cambios. Políticas y leyes menos discriminatorias deberán sustituir a la legislación y las costumbres que impiden a las mujeres acceder a factores de producción como la tierra, el crédito, los insumos, la información y la tecnología. Las intervenciones deberán ser específicas para cada situación. Las medidas que se adopten deberán ser técnicamente pertinentes y adaptadas a los preceptos socioculturales y religiosos de la comunidad agraria y a los recursos de la misma.

Con todo, no es probable que existan soluciones rápidas que garanticen resultados notables, porque el éxito de muchos de los remedios necesarios depende de que cambien las actitudes de las mismas mujeres. La determinación de los medios para incrementar la sensibilización de las agricultoras con respecto a las desigualdades de género que padecen y la ineficiencia consiguiente y para dar a la mujer un mayor poder en las elecciones públicas podrían considerarse como uno de los más importantes desafíos actuales de la agricultura en el África subsahariana.

La mosca tsetsé y la tripanosomiasis africana afectan a 37 países de África.

LUCHA CONTRA LA MOSCA TSETSÉ Y LA TRIPANOSOMIASIS22

Introducción

La tripanosomiasis africana de los animales (TAA) transmitida por la mosca tsetsé23infesta entre 9 y 10 millones de kilómetros cuadrados, es decir, el 37 por ciento del continente, y afecta a 37 países24. Unos 45 millones de cabezas de ganado vacuno y muchos otros animales domésticos viven dentro o en los márgenes inmediatos de las zonas infestadas por la mosca tsetsé. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se hallan en riesgo también muchos millones de seres humanos, y cada año pueden atribuirse millares de muertes a la enfermedad del sueño, forma humana de la tripanosomiasis, a la vez que se estima que entre 300 000 y 500 000 personas padecen esta enfermedad casi siempre mortal25.

La enfermedad causa una pérdida de productividad en los animales y, si no se trata, suele ser mortal. En extensas zonas se vive actualmente con una cabaña relativamente escasa de vacuno debido a la presencia de la mosca tsetsé y las pérdidas estimadas en la producción y productividad agrícolas son muy importantes26. Sin embargo, los costos del control o la erradicación de la mosca tsetsé y la tripanosomiasis son considerables y no se tienen más que datos limitados sobre la relación costos-beneficios de tales actividades a escala subsahariana.

La enfermedad reduce la productividad del ganado.

Efectos directos de la tripanosomiasis

La enfermedad influye directamente en la productividad del ganado porque:

Aunque hay notables variaciones entre las distintas observaciones, se considera que, estimando por lo bajo, la producción media de leche y carne disminuye un 20 por ciento por término medio en las zonas afectadas por la mosca tsetsé28. En general, la cabaña de vacuno disminuye entre el 30 y el 50 por ciento debido a que los agricultores mantienen a los animales fuera de las zonas con elevado riesgo de mosca tsetsé o tripanosomiasis.

Datos basados en la práctica real (en contraposición a experimentos controlados) de una muestra de ganaderos de Burkina Faso indican que el 87 por ciento de los informantes reconoció que había disminuido mucho el número de muertes de ganado como consecuencia de la aplicación de prácticas de lucha contra la mosca tsetsé. Los ganaderos estimaron que la tasa general de mortalidad había disminuido del 63 por ciento en 1993/94, antes de la aplicación de prácticas de control, a un 7 por ciento en 1996/97, después de dicha aplicación29.

Utilizando datos del Sistema de información del Programa de lucha contra la tripanosomiasis africana de los animales, se ha calculado que, en caso de que se eliminara completa e instantáneamente la mosca tsetsé, la cabaña de vacuno podría aumentar en un 200 por ciento en las zonas de riesgo30.

La enfermedad impide también la aplicación de sistemas integrados de producción agropecuaria.

Efectos indirectos de la enfermedad

Pueden ser incluso mayores los efectos indirectos en la producción de cultivos, la utilización de la tierra, la estructura y función del ecosistema y el bienestar humano. En muchos lugares, la tripanosomiasis impide el desarrollo de sistemas integrados de producción agropecuaria. Esto significa que la labranza debe realizarse a mano y la productividad agrícola es inferior a la que existiría si se tuvieran animales sanos que proporcionaran fuerza de tracción.

Datos de Etiopia indican que, en una zona infestada por mosca tsetsé, una pareja de bueyes puede cultivar sólo el 60 por ciento de la tierra que cultivaría en una zona liberada de tales insectos31. La enfermedad puede impedir que se introduzcan en zonas de riesgo especies muy adecuadas para la tracción animal. Por ejemplo, en las regiones semiáridas más húmedas y subhúmedas más secas del África occidental se utilizan poco los cebúes y caballos de África occidental debido al riesgo de que contraigan la tripanosomiasis.

Recuadro 5

PROGRAMA CONTRA LA TRIPANOSOMIASIS AFRICANA

El Programa contra la tripanosomiasis africana fue aprobado en 1997 por la Conferencia de la FAO. Uniendo las fuerzas de la FAO, la OMS, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) y la Organización de la Unidad Africana (OUA)/Oficina Interafricana de Recursos Animales, el programa trata de:

  • asegurar la adopción de un enfoque armonizado y sostenible para mejorar la salud humana y el desarrollo socioeconómico y agrícola sostenible en zonas infestadas por la mosca tsetsé;
  • promover y coordinar alianzas y esfuerzos internacionales para realizar intervenciones armonizadas contra la mosca tsetsé y la tripanosomiasis;
  • conseguir el control integrado de la tripanosomiasis en África.

El Programa se ocupa principalmente del desarrollo y la aplicación de normas de base científica para evaluar los beneficios y costos económicos, sociales y ambientales de la lucha contra la mosca tsetsé y la tripanosomiasis. Sus estudios y análisis compaginan las necesidades humanas, en lo que respecta a la seguridad alimentaria y sostenimiento de los medios de subsistencia, con la conservación de los recursos naturales y la prevención de la degradación ambiental.

Muchos de los debates en el seno del Programa se han centrado en el establecimiento de prioridades para las intervenciones, integrándolas en el plan general de producción agrícola, en zonas elegidas y bien determinadas. Se ha reconocido que este principio es la condición previa del éxito. La integración de las intervenciones de lucha en el proceso general de desarrollo agrícola y producción ofrece la oportunidad de elevar al máximo los beneficios para la población rural pobre, reduciendo al mínimo los efectos negativos en el medio ambiente. Se contribuirá así a la gestión sostenible de las plagas adaptada a los distintos sistemas de explotación agrícola, y habrá más posibilidades de que adopten el método los ganaderos y productores.

Para abordar de forma completa la magnitud y complejidad del problema en el contexto de los planes de acción nacionales y regionales encaminados a mitigar la pobreza, se están realizando cada vez más esfuerzos multidisciplinarios, en lugar de los enfoques basados en la tecnología que se aplicaban en el pasado.

La baja utilización de tracción animal en el África subsahariana, incluso en zonas liberadas de la tripanosomiasis, indica que hace falta aplicar medidas adicionales, como las relacionadas con la capacitación, el crédito y la infraestructura, para obtener todos los beneficios de la lucha contra la mosca tsetsé.

Cuadro 8
CABAÑA DE VACUNO, VACUNO EN RIESGO Y VACUNO NO RETENIDO POR INFESTACIÓN DE MOSCA TSETSÉ1

 

Cabaña total de vacuno

Vacuno en riesgo

Vacuno no retenido por infestación de mosca tsetsé

(Miles)

África subsahariana

196 196

45 343

90 743

1 Basado en datos de 1997.
Fuente: FAOSTAT; PAAT; M. Gilbert, C. Jenner, J. Pender, D. Rogers, J. Slingenbergh y W. Wint. 1999. The development and use of the Programme Against African Trypanosomiasis Information System (PAAT). Documento preparado para la Conferencia del Comité Científico Internacional para la Investigación y Control de la Tripanosomiasis, 27 de septiembre-1 de octubre de 1999. Mombasa, Kenya.

Otros efectos perjudiciales de la tripanosomiasis son la menor eficiencia del reciclaje de nutrientes, la menor diversificación de los ingresos y el menor acceso a los créditos. Además, la introducción de vacas lecheras tripanointolerantes podría dar lugar a aumentos sustanciales (diez veces más) de la producción de leche32.

Relaciones entre costos y beneficios de la lucha contra la mosca tsetsé

La relación entre los costos del control y erradicación de la mosta tsetsé y la tripanosomiasis y sus beneficios depende de varios factores. Por ejemplo, en zonas de bajo riesgo la lucha contra la tripanosomiasis empleando tripanocidas es posiblemente más rentable que con otras técnicas33. El tipo apropiado de lucha (véase el Recuadro 6) depende del tipo de entorno agrícola, la topografía, el riesgo de mosca tsetsé, el tipo de insecticida empleado, la escala de las operaciones y el marco temporal previsto; por ello, es preciso adoptar enfoques diferentes según las distintas condiciones en el África subsahariana. Por consiguiente, cualquier esfuerzo para evaluar la relación costos-beneficios de la lucha contra la mosca tsetsé y la tripanosomiasis es una empresa complicada.

Colocación de una trampa para atrapar moscas tsetsé
Esta técnica de trampas, en comparación con otros métodos de atrapar moscas, es útil porque es barata, flexible y compatible con el medio ambiente.

FAO/8948/J. VAN ACKER

Un estudio de las relaciones costos-beneficios con distintas técnicas, períodos de tiempo y grados de riesgo, utilizando datos de Burkina Faso, indica que, con bajos niveles de riesgo, la lucha contra la tripanosomiasis utilizando tripanocidas es la más rentable, a no ser que el período sea muy largo. Una comparación entre la utilización de trampas y la de insecticidas muestra que esta última técnica produce relaciones costos-beneficios más altas sólo cuando la duración es prolongada y los tipos de interés utilizados para descontar los beneficios futuros son bajos. La técnica de insectos estériles es rentable sólo cuando se aplica en zonas de riesgo relativamente elevado y en un horizonte temporal largo (15 años). Incluso con estos supuestos, esta técnica no resulta favorable en comparación con los métodos de trampas e insecticidas34.

Otro estudio, basado en datos disponibles de una amplia gama de técnicas y en hipótesis simplificadoras, estimó relaciones costos-beneficios de la lucha contra la mosca tsetsé en toda la región35. Tales estimaciones, que deberán tomarse sólo como aproximaciones, varían de 1:1,4 a 1:2,6 considerando un período de 20 años. Se espera que la totalidad de los beneficios se obtendrá al final de los 20 años, en que la relación costos-beneficios se estima que ascenderá a 1:5.

Estudios han demostrado la relación favorable entre costos y beneficios de la lucha contra la mosca tsetsé.

Conclusiones

El control o erradicación de la mosca tsetsé resulta, pues, conveniente y viable si se dan determinadas series de circunstancias, cuando las condiciones son propicias y pueden asegurarse beneficios agrícolas a largo plazo. Se han aplicado y se están aplicando muchos métodos diferentes tales como el tratamiento con medicamentos, la tripanotolerancia, el control o erradicación de vectores y la técnica de los insectos estériles. Sin embargo, persiste dentro de la comunidad científica la controversia sobre los productos y métodos apropiados y sobre si serán eficaces a largo plazo.

Quizás es pertinente hablar aquí de la campaña para erradicar la enfermedad de Chagas (tripanosomiasis americana) de América del Sur. La llamada Iniciativa del Cono Sur contra la enfermedad de Chagas es uno de los mayores programas de lucha contra la enfermedad que se haya organizado y abarca una zona de más de 6 millones de kilómetros cuadrados con un marco temporal de diez años. Su finalidad es eliminar la trasmisión del agente causante, Trypanosoma cruzi, en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay. Iniciado oficialmente en 1991, el programa ha logrado un éxito considerable, al interrumpirse la trasmisión en Uruguay en 1997. Se espera interrumpir la trasmisión en los demás países dentro de pocos años. Más recientemente, se han emprendido iniciativas en los Andes y América Central con la misma finalidad.

Esto indica que la acción concertada de los países afectados y las organizaciones internacionales es indispensable para erradicar la enfermedad. Con estos principios, el Programa contra la tripanosomiasis africana (véase el Recuadro 5) trata de unir las fuerzas de la FAO, la OMS, la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) y la Organización de la Unidad Africana (OUA)/Oficina Interafricana de Recursos Animales para promover la lucha integrada contra la tripanosomiasis en el ámbito del objetivo más amplio de fortalecer la seguridad alimentaria, la agricultura sostenible y el desarrollo rural.

Recuadro 6

MÉTODOS DE LUCHA CONTRA LA MOSCA TSETSÉ

La lucha contra la tripanosomiasis es difícil desde el punto de vista técnico y de organización. En primer lugar, se necesita una estabilidad civil para cualquier programa de lucha en gran escala contra los vectores. Además, hace falta una financiación sostenible para tener en cuenta el carácter permanente del empeño por mantener una zona exenta de la tripanosomiasis.

Tratamiento con medicamentos. Este tratamiento suele proteger más al ganado que otras técnicas artificiales combinadas. Con un costo de unos 35 millones de dólares EE.UU. (alrededor de 1 dólar por dosis), se protege de todos los efectos de la tripanosomiasis a unos 10-15 millones de cabezas de ganado que viven en las zonas infestadas de la mosca tsetsé. Un inconveniente de este tratamiento es que el ganado tratado no es tan productivo como el de un entorno completamente exento de la enfermedad1. Además, existe la preocupación de que pueda aumentar el nivel de resistencia a los dos medicamentos principales (isometamidium y diminacina), que se desarrollaron en los años cincuenta.

Tripanotolerancia. El ganado tripanotolerante y parcialmente tolerante representaba unos 10 millones (en 1983) de los 45 millones de cabezas de ganado existentes en las zonas infestadas por la mosca tsetsé o en sus proximidades inmediatas2. Aunque ese ganado no es inmune, posee una gran tolerancia que le permite mantenerse productivo aunque haya sido infectado.

Control o erradicación de vectores. La mosca tsetsé necesita un hábitat arbóreo. A comienzos del siglo XX, se desbrozaron de árboles y animales de caza amplias superficies de tierra. Después de la Segunda Guerra Mundial, se desarrollaron y utilizaron ampliamente técnicas de lucha a base de insecticidas, es decir, pulverizaciones aéreas y sobre el terreno. Se han probado y ensayado en situaciones de campo las técnicas de pulverizaciones sobre el terreno e insectos estériles con resultados variables, pero con éxitos técnicos generales en Nigeria, Sudáfrica y Zimbabwe.

Respondiendo a la preocupación creciente por el impacto ambiental de las medidas de lucha y aprovechando los avances de la ciencia, se desarrollaron distintos sistemas de cebos, tales como trampas con cebos olorosos impregnados de insecticida. Las técnicas de cebo artificial son atractivas porque son baratas, flexibles, poco contaminantes y permiten un uso relativamente mayor de insumos locales. Un inconveniente que impide su difusión es el costo recurrente de la eliminación continua de las moscas tsetsé necesaria para contener su nueva invasión. La utilización de animales del rebaño tratados con insecticidas es una técnica que actualmente se está evaluando en gran escala. El costo de este método es difícil de comparar con el de otros ya que es proporcional al número de cabezas de ganado por kilómetro cuadrado. No obstante, cuando se dispone de infraestructura para sumergir los animales, la utilización de animales vivos como cebo es invariablemente el método más apropiado de lucha contra la mosca tsetsé.

La técnica de insectos estériles es muy avanzada y, en condiciones específicas, potencialmente eficaz. También es relativamente costosa, por lo que puede resultar rentable sólo cuando se aplica en escala relativamente grande y de forma organizada. Este método se aplicó con éxito contra la mosca del gusano barrenador del Nuevo Mundo en la Jamahiriya Árabe Libia, México y Estados Unidos, y en América Central, y contra la mosca de la fruta en países de la cuenca del Mediterráneo, el Cercano Oriente y América del Sur. La técnica de los insectos estériles se aplicó con éxito con la mosca tsetsé en Zanzíbar, donde se consiguió erradicarla mediante la emisión aérea de machos esterilizados sobre la isla de Unguja (1 500 km2) en 1995-97.

Después de conseguir el control o la erradicación, es preciso controlar la nueva invasión a fin de mantener los medios de subsistencia. Se estima que las moscas tsetsé pueden regenerar su población desde niveles muy bajos en el plazo de cuatro años. En la práctica, la gran amenaza de reinvasión procede del exterior de la zona controlada.

1 J.C.M. Trail, K. Sones, J.M.C. Jibbo, J. Durkin, D.E. Light y M. Murray. 1985. Productivity of Boran cattle maintained by chemoprophylaxis under trypanosomiasis risk. ILCS Research Report No. 9. Addis Abeba, International Livestock Centre for África.
2 FAO. 1987. Trypanotolerant cattle and livestock development in West and Central África. Vol. 1. International supply and demand for breeding stock. Por A.P.M. Shaw y C.H. Hoste. FAO Animal Production and Health Paper No. 67/1. Roma.