Página precedenteIndicePágina siguiente


Hacia el logro de los compromisos de la Cumbre

Lucha contra el hambre

Rehabilitación de tierras degradadas

En la mayor parte de los países en desarrollo, el hambre se concentra en las zonas degradadas y marginales. Los esfuerzos concertados para rehabilitar las tierras degradadas y utilizar la tecnología idónea han conseguido notables progresos de la productividad y la seguridad alimentaria en varios países.

En China, el Gobierno ha rehabilitado desde 1996 cinco millones de hectáreas de tierras de bajo y medio rendimiento. La fertilidad de los suelos ha mejorado gracias al empleo de prácticas agrícolas más adecuadas, la ampliación de los servicios de riego y el mayor uso de fertilizantes orgánicos. Los rendimientos agrícolas de estas zonas aumentaron 2 200 kg por ha, por término medio, lo que dio lugar a significativos avances de la seguridad alimentaria y los ingresos de los agricultores.

China ha fomentado también la ganadería y la acuicultura en las montañas desnudas, tierras de pasto y zonas costeras, que son más aptas para el pastoreo y la acuicultura que para la agricultura intensiva. La producción ganadera y acuícola aumentó casi un 20 por ciento entre 1996 y 1998, con lo que mejoró significativamente la diversidad de la alimentación y de los ingresos.

En la India, en una superficie en donde el 52 por ciento de todos los hogares vivía por debajo del umbral de pobreza, un proyecto de ordenación de cuenca hidrográfica hizo posible que casi 1 000 hectáreas de tierras gravemente degradadas volvieran a dedicarse a actividades productivas.

La disponibilidad de agua mejoró también considerablemente, lo que permitió a los agricultores ampliar las zonas de riego, que pasaron del 11 al 79 por ciento del total de la tierra cultivada. Los agricultores pudieron comenzar a cultivar variedades de alto rendimiento y gran valor que requieren un suministro de agua más fiable, como el trigo, el maní, la soja y algunas hortalizas. Los rendimientos medios de las cosechas se multiplicaron por más de diez y los agricultores pudieron cultivar en promedio más del doble de los cultivos en tierras arables, y recoger entre 0,7 y 1,7 cosechas al año.

La mayor productividad permitió a los agricultores incrementar sus ingresos más de un 600 por ciento. El empleo generado por este plan ayudó a los trabajadores sin tierras de la comunidad a aumentar los ingresos, que pasaron de menos de 40 a 360 dólares EE.UU. al año, lo que significa que se multiplicaron por nueve en un plazo de sólo siete años.

Respuesta al desafío de la degradación de la tierra

La degradación de la tierra representa una amenaza para la sostenibilidad de la producción agrícola y de la seguridad alimentaria en muchos países en desarrollo. Un estudio terminado recientemente sobre la degradación del suelo inducida por el hombre en Asia llegó a la conclusión de que casi el 20 por ciento de toda la tierra sufre una degradación entre moderada y extrema en los 17 países incluidos en el examen. La productividad agrícola se ve fuertemente reducida en la tierra moderadamente degradada. Donde la degradación se clasifica como fuerte o extrema la tierra está destruida en buena parte y en forma irreversible, y no puede recuperarse para la agricultura.

El combate contra la degradación de la tierra, como han hecho China y la India en los proyectos aquí descritos, podría representar un alivio frente a las presiones que provocan vulnerabilidad, reducen la productividad y agravan la pobreza en las zonas marginales.



Alcance y proporción de la tierra cuya degradación se ha clasificado entre moderada y extrema, 1997


Aumento de la producción de arroz

Aumento de los rendimientos del arroz

El arroz fue uno de los primeros cultivos que se benefició de la tecnología de la Revolución verde. No obstante, el aumento de la productividad comenzó a frenarse en los primeros años noventa, hasta el punto de que se situó por debajo de la tasa de crecimiento demográfico.

En asociación con otras organizaciones e institutos de investigación internacionales, regionales y nacionales, la Comisión Internacional del Arroz ha emprendido una campaña para invertir en forma sostenible las tendencias descendentes de la productividad. Los elementos clave de esa campaña son los siguientes:

Los esfuerzos para aumentar la producción de arroz han conseguido notables progresos en África occidental, donde el arroz constituye el alimento básico para la mayor parte de la población (véase el gráfico).

La Asociación para el Desarrollo del Cultivo del Arroz en el África Occidental (ADRAO) ha conseguido cruzar especies de arroz africano con especies de rendimiento superior importadas de Asia. El resultado de este avance científico es el Nuevo Arroz para África (New Rice for Africa, NERICA), que puede competir ventajosamente con las malas hierbas, resistir muchas plagas de insectos africanos y tolerar las enfermedades, la sequía y los suelos ácidos.

La investigación revela que el NERICA puede aumentar significativamente los rendimientos de las tierras altas y de las zonas bajas de secano: un 25 por ciento con bajo empleo de insumos y nada menos que el 250 por ciento con un aumento mínimo del uso de fertilizantes. El PNUMA ha señalado que la adopción del NERICA podría traducirse en un aumento de la producción en África occidental entre 250 000 y 750 000 toneladas al año y permitir a la región un ahorro de hasta 187 millones de dólares EE.UU. anuales en sus gastos de importación.

Diversificación de los ingresos

El Programa cooperativo de fomento de los productos lácteos en Bangladesh ha demostrado que un programa de diversificación acertado puede mejorar la seguridad alimentaria creando oportunidades de generación de ingreso y de empleo. El programa se orientó a los agricultores con pequeñas explotaciones y sin tierras, con un conjunto de tecnologías, medidas de capacitación y ayudas para la infraestructura para mejorar y ampliar la producción, recogida, elaboración y distribución de la leche.

La cooperativa comenzó modestamente con 4 300 hogares sin tierras y muy pobres. Ahora se ha transformado en una empresa próspera, que cuenta con 40 000 agricultores organizados en 390 cooperativas primarias. Además de ayudar a los miembros de las cooperativas, el programa ha mejorado los niveles de subsistencia y el estado de nutrición de unos 300 000 miembros familiares y casi 2 000 personas empleadas por las cooperativas, las plantas de productos lácteos y las oficinas.

Los ingresos habituales procedentes de la leche se han multiplicado por diez en cifras reales, habiendo alcanzado un total de 0,65 dólares EE.UU. al día, lo que ha ayudado a situar los ingresos de los hogares muy por encima del umbral de pobreza.

Ampliación del microcrédito

Túnez ha combinado el microcrédito y los sistemas de protección rural para ayudar a los hogares rurales pobres, a los ancianos y a las personas discapacitadas y a otros grupos vulnerables. El Fondo Nacional para la Solidaridad y el Banco Estatal de Túnez para la Solidaridad ofrecen microcrédito a pequeños productores, en particular a mujeres. El Gobierno ha garantizado también acceso a los servicios sociales básicos, ha elevado el salario mínimo en las zonas rurales y ha mantenido precios asequibles para los alimentos básicos. Los sistemas de protección social han mejorado la seguridad alimentaria y el estado de nutrición de más de 114 000 familias.

México ha mejorado también el acceso al crédito en las zonas rurales. El Programa de Apoyos Directos al Campo (PROCAMPO) se concibió con el objetivo de ayudar a los agricultores durante los 15 años de transición prevista al libre comercio, después de la aprobación del Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte de 1994. El programa cubre una superficie media de 14 millones de ha al año y llega a casi 3 millones de productores. Sólo en el año 2000, PROCAMPO efectuó pagos de más de 1 000 millones de dólares EE.UU., con un promedio de 68 dólares por ha.

El 45 por ciento de los beneficiarios son pequeños productores que anteriormente no habían podido invertir adecuadamente para mejorar su productividad y aumentar sus ingresos. En términos globales, cada peso de los pagos de PROCAMPO generó otros dos pesos de ingreso.

Hacer realidad el derecho a la alimentación

En la Cumbre Mundial sobre la Alimentación: cinco años después, 182 Jefes de Estado y de Gobierno o sus representantes reafirmaron el derecho de toda persona a tener acceso a alimentos sanos y nutritivos. En la Declaración final de la Cumbre se invitaba al Consejo de la FAO a que estableciera un Grupo de Trabajo Intergubernamental, con participación de los interesados, con el fin de elaborar un conjunto de directrices voluntarias para apoyar los esfuerzos «encaminados a alcanzar la realización progresiva del derecho a una alimentación adecuada en el contexto de la seguridad alimentaria nacional».

La Cumbre Mundial sobre la Alimentación de 1996 alentó los esfuerzos por traducir el derecho a la alimentación de un imperativo moral en un derecho claro y exigible en el contexto de la legislación nacional e internacional. En el plano nacional, más de 20 países han incluido expresamente en sus constituciones el derecho a la alimentación. Sudáfrica, por ejemplo, lo ha hecho en el marco de su Declaración de Derechos. En virtud de la nueva legislación del país, todos los derechos económicos y sociales se han declarado exigibles a través de los tribunales.

Sudáfrica es uno de varios países que han organizado seminarios nacionales durante 2002 para buscar los medios más indicados de hacer realidad el derecho a la alimentación en el plano nacional. Otros seminarios se han organizado o planificado en Brasil, Uganda, Malí, Nepal, Noruega y Alemania. La síntesis de las enseñanzas aprendidas de los seminarios celebrados durante 2000 servirá de base para que otras naciones emprendan esfuerzos semejantes.

El Comité de Seguridad Alimentaria Mundial examina y fomenta el progreso hacia el logro de los objetivos de la CMA

El Comité Intergubernamental de Seguridad Alimentaria Mundial es el foro de las Naciones Unidas para supervisar los progresos en el logro de los objetivos de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación de 1996 y para recomendar iniciativas que puedan ayudar a conseguirlos más rápidamente. En su 28° período de sesiones celebrado en la Sede de la FAO en Roma, del 6 al 9 de junio de 2002, el Comité:

  • observó que el descenso del número de personas hambrientas se ha producido a un ritmo muy inferior al necesario para alcanzar la meta de la CMA de reducir a la mitad el número de personas hambrientas no más tarde del año 2015;
  • alentó a los países a supervisar los progresos más atentamente en el contexto del proceso que se estaba estableciendo para el seguimiento de todos los objetivos de desarrollo humano ratificados en la Cumbre del Milenio en 2000;
  • respaldó una estrategia de doble componente propuesta conjuntamente por la FAO, el FIDA y el PMA para reducir y, con el tiempo, eliminar la inseguridad alimentaria y la pobreza mediante una combinación de medidas inmediatas que ofrezcan acceso a los alimentos a varios centenares de millones de personas hambrientas y medidas a más largo plazo para aumentar la disponibilidad de medios de subsistencia sostenibles para los pobres estimulando la agricultura y el sector rural. El Comité mencionó el establecimiento de sistemas de protección social y de programas de asistencia alimentaria basados en la producción local como ejemplo de «sinergia máxima» que puede ampliar las oportunidades de mercado, la producción agrícola y el empleo, al mismo tiempo que suministra alimentos a los hambrientos;
  • sentó las bases para el llamamiento que, una semana más tarde, hizo la Cumbre Mundial sobre la Alimentación: cinco años después para que los países establecieran orientaciones voluntarias con el fin de conseguir «la realización progresiva del derecho a una alimentación adecuada en el contexto de la seguridad alimentaria nacional».



Corregir los factores de riesgo comunes a los conflictos y a la inseguridad alimentaria

Los conflictos son una de las causas más frecuentes de inseguridad alimentaria. El desplazamiento de personas y la perturbación de la producción agrícola y la distribución de los alimentos dejan a decenas de millones de personas en situación de riesgo de hambre y de hambruna. La guerra y los enfrentamientos civiles se citaban entre las principales causas en 15 de los 44 países que sufrieron situaciones excepcionales de emergencia alimentaria durante 2001 y en el primer trimestre de 2002. Por el contrario, la inseguridad alimentaria puede generar conflictos o agravarlos, sobre todo cuando se complica con otras crisis y presiones. La interrelación entre inseguridad alimentaria y conflictos tiene repercusiones decisivas para la seguridad alimentaria y para los programas de prevención de conflictos.

Los conflictos, causa de inseguridad alimentaria

Uno de los efectos más directos de los conflictos en la seguridad alimentaria es el desplazamiento de las personas. En 2001, hubo más de 12 millones de refugiados, 25 millones de personas internamente desplazadas y un número desconocido de personas atrapadas en zonas de combate. La mayor parte de estas personas necesitan asistencia alimentaria temporal hasta que puedan regresar a sus hogares y tierras o encuentren nuevos medios de subsistencia. Más del 30 por ciento de los receptores de ayuda alimentaria del Programa mundial de alimentos en 2000 eran refugiados, personas internamente desplazadas y repatriados.

Los conflictos son también una causa importante de inseguridad alimentaria estructural. Los conflictos armados impiden muchas veces que los agricultores produzcan alimentos y dificultan el acceso a éstos perturbando el transporte, el comercio y los mercados. Según la FAO, en el África subsahariana los conflictos provocaron pérdidas de casi 52 000 millones de dólares EE.UU. en la producción agrícola entre 1970 y 1997, cifra equivalente al 75 por ciento de toda la asistencia oficial para el desarrollo recibida por los países afectados por conflictos. En el conjunto de todos los países en desarrollo, las pérdidas estimadas de la producción agrícola alcanzaron un promedio de 4 300 millones de dólares EE.UU. al año, cifra suficiente para haber aumentado la ingestión de alimentos de 330 millones de personas subnutridas hasta los niveles mínimos requeridos.

Los conflictos, combinados muchas veces con la sequía, han desencadenado seis de las siete grandes hambrunas africanas desde 1980. La alerta y respuesta temprana normalmente impiden las hambrunas derivadas exclusivamente de la sequía y de otras catástrofes naturales. Pero no ocurre así en las zonas de guerra, donde la falta de seguridad y la perturbación de las redes sociales y de transporte impiden la entrega de la ayuda de socorro.

El hambre y los conflictos son muchas veces simultáneos


Los factores de riesgo favorecen la inseguridad y los conflictos

Si bien es posible cuantificar con cierto grado de certeza la repercusión de los conflictos en la seguridad alimentaria, los datos disponibles hasta ahora parecen indicar que la contribución de la inseguridad alimentaria a los conflictos es más indirecta. Lo que puede documentarse es que la inseguridad alimentaria y los conflictos suelen ser más extendidos en los mismos lugares y que ambos son consecuencias de un conjunto común de factores de riesgo (véase el gráfico).

Algunos analistas han argumentado que el subdesarrollo y la pobreza, que están estrechamente relacionados con la inseguridad alimentaria, hacen que los países estén más expuestos a conflictos. Como demostración, señalan el hecho de que más del 80 por ciento de las guerras y enfrentamientos civiles de los últimos años han tenido lugar en países clasificados en la mitad inferior del Índice de desarrollo humano de las Naciones Unidas (véase el mapa).

Otros mantienen que las medidas objetivas de malestar social, como la desigualdad, la falta de democracia y las divisiones étnicas y religiosas no repercuten de forma sistemática en el riesgo de conflicto. En un análisis sobre las guerras civiles que tuvieron lugar entre 1965 y 1999 se llega a la conclusión de que el riesgo de conflicto está relacionado con el mayor o menor grado de convencimiento de los rebeldes de que pueden salir beneficiados con la guerra.

Finalmente, otros destacan la rápida pérdida de los medios de vida como denominador común fundamental en muchas guerras internas recientes. Los jóvenes desilusionados y frustrados, incapaces de alcanzar el nivel de vida de que gozaron las generaciones anteriores, pueden ser reclutados fácilmente y a bajo precio por quienes promueven la guerra.

Otro factor importante que contribuye a la inseguridad alimentaria y a los conflictos es la escasez ambiental. La degradación o agotamiento de los recursos naturales, la desigualdad en la distribución y la presión demográfica pueden fomentar la competencia por unos recursos escasos, sobre todo la tierra de cultivo y el agua. La creciente competencia por los recursos puede impulsar a los agricultores a abandonar métodos sostenibles y a explotar tierras marginales en un esfuerzo desesperado por garantizar sus ingresos y alimentar a sus familias. Cuando este proceso da lugar a mayor pobreza, migración en gran escala, mayores diferencias sociales y debilitamiento de las instituciones, el medio ambiente agotado y la consiguiente inseguridad alimentaria se convierte en caldo de cultivo para los conflictos.

Los riesgos comunes requieren medidas coordinadas

La inseguridad alimentaria y los conflictos hunden sus raíces en un conjunto común de factores de riesgo, que pueden verse a su vez exacerbados por aquéllos. Para reducir el hambre provocada por situaciones de guerra, evitar que la ayuda para el desarrollo se consuma en el conflicto e impedir que la ayuda alimentaria se convierta inadvertidamente en causa de conflictos, se necesita un esfuerzo concertado para hacer de la prevención de conflictos parte integrante de la programación y de las políticas de la agricultura y seguridad alimentaria en las zonas expuestas a conflictos.

La evaluación y corrección de los factores de riesgo comunes a la seguridad alimentaria y a los conflictos, así como la dinámica de los medios de subsistencia, pueden servir como mecanismo para prevenir los conflictos y para reducir el hambre.

Interrelación entre conflictos violentos e inseguridad alimentaria


Medidas para abordar los factores comunes de riesgo

  • Incorporación de la prevención y mitigación de conflictos en las estrategias y políticas regionales de seguridad alimentaria.
  • Incorporación de la prevención de conflictos en los programas de seguridad alimentaria e inversión agrícola en los países expuestos a conflicto.
  • Determinación de grupos con medios de subsistencia vulnerables para identificar las discrepancias que podrían originar conflictos.
  • Aplicación de programas para reducir la rivalidad por los recursos y por la ayuda y para fomentar la cooperación entre comunidades o grupos rivales.
  • Protección de la base de recursos naturales y promover el acceso equitativo a los mismos mediante instituciones eficaces y sostenibles.
  • Integración del análisis y los indicadores de conflicto en los sistemas tradicionales de alerta temprana sobre la seguridad alimentaria.
  • Supervisión del potencial de crisis en las áreas con escasez de recursos y, en particular, de los siguientes aspectos: situación de los sistemas clave de subsistencia, intereses y preocupaciones de los principales grupos políticos y sociales, y estado de preparación de las organizaciones locales, nacionales o internacionales para impedir el hambre y los conflictos y ofrecer servicios de apoyo a los hogares con escasez de recursos.
  • Evaluación de los efectos de los programas de alimentación y agricultura en las distintas partes interesadas en los contextos conflictivos y en la evolución de los mismos conflictos.



Combatir las causas de la malnutrición: el desafío oculto de la carencia de micronutrientes

Más de 2 000 millones de personas de todo el mundo sufren malnutrición por carencia de micronutrientes, que es lo que se conoce con el nombre de «hambre oculta». Sus dietas aportan cantidades insuficientes de vitaminas y minerales, como vitamina A, hierro, yodo, zinc, folato, selenio y vitamina C. Las carencias se dan normalmente cuando la dieta habitual carece de diversidad y no incluye cantidades suficientes de carne, productos lácteos pescado, frutas y hortalizas, que son las fuentes más indicadas de muchos de los micronutrientes.

Vitamina A y mortalidad, 1992

Los micronutrientes son fundamentales para el crecimiento, el desarrollo y el funcionamiento normal de la persona. Las tres formas más comunes de malnutrición por carencia de micronutrientes son la falta de vitamina A, de yodo y de hierro. En los países en desarrollo, las carencias de micronutrientes no se presentan en general aisladas, sino en forma combinada (véase el mapa).

Los niños y mujeres son los más vulnerables a las carencias de micronutrientes: los niños por la importancia determinante de los micronutrientes para un crecimiento y desarrollo normal, las mujeres por su mayor necesidad de hierro, sobre todo cuando están en edad de procrear y durante el embarazo.

Entre 100 y 140 millones de niños sufren carencia de vitamina A. En esa cifra se incluyen más de 2 millones de niños aquejados cada año por graves problemas visuales, de los cuales, entre 250 000 y 500 000 pierden la vista definitivamente. La falta de vitamina A tiene también consecuencias negativas para el sistema inmunitario, lo que aumenta enormemente el riesgo de enfermedad y fallecimiento como consecuencia de infecciones comunes en la infancia, como la diarrea y el sarampión (véase el gráfico).

Las consecuencias más devastadoras de la carencia de yodo son la reducción de la capacidad mental. Unos 20 millones de personas en el mundo tienen alguna forma de discapacidad mental como consecuencia de la carencia de yodo, entre ellos 100 00 niños nacidos cada año con daños cerebrales irreversibles porque sus madres carecían de yodo antes y durante el embarazo.

La carencia de hierro y la anemia consiguiente son las formas más difundidas de malnutrición por carencia de micronutrientes. La anemia provoca fatiga, mareo, falta de aliento cuando se realiza un esfuerzo. Los niños con anemia tienen menor capacidad de concentración y menos energía para jugar y mostrar comportamientos exploratorios. En los adultos, la anemia disminuye la capacidad de trabajar y la productividad hasta el 10-15 por ciento. En el caso de las mujeres embarazadas, la anemia aumenta notablemente el riesgo de fallecimiento en el parto, y representa hasta el 20 por ciento de los fallecimientos maternos en Asia y África.

La mayor parte de las carencias de micronutrientes podrían eliminarse modificando la alimentación para incluir una mayor diversidad de alimentos ricos en nutrientes. La promoción de los huertos familiares, de estanques piscícolas comunitarios y de la producción de ganado y aves de corral puede contribuir a aumentar la diversidad de la dieta, al mismo tiempo que aumenta los suministros de alimentos y los ingresos (véase el recuadro sobre diversificación dietética).

Prevalencia de las carencias de micronutrientes en los países en desarrollo


Otra estrategia importante es el enriquecimiento de los alimentos. La más fructífera de estas iniciativas es el enriquecimiento de la sal con yodo (véase el recuadro). Otros micronutrientes pueden suministrase a la población enriqueciendo alimentos de consumo general, como la leche y la harina. Además, los recientes progresos de la fitogenética y la biotecnología han ampliado las perspectivas de «bioenriquecimiento» -desarrollo de cultivos con mayores concentraciones de micronutrientes (véase el recuadro).

La suplementación implica el tratamiento y prevención de carencias de micronutrientes administrando cápsulas, tabletas, jarabes y otros preparados. Este método médico es el más indicado cuando la carencia es grave y representa un peligro para la vida o cuando está limitado el acceso a la ingestión habitual de los micronutrientes necesarios. La utilización de suplementos con altas dosis de vitamina A puede reducir la mortalidad por sarampión agudo hasta un 50 por ciento.

Las campañas más eficaces para eliminar las carencias de micronutrientes combinan muchas veces todas esas estrategias. La ingestión de vitamina A, por ejemplo, puede aumentarse a largo plazo incorporando a la dieta alimentos ricos en nutrientes y enriqueciendo los alimentos básicos, al mismo tiempo que se administran suplementos a los grupos de alto riesgo en las zonas vulnerables.

La diversificación dietética reduce la carencia de vitamina A

Un programa de horticultura doméstica centrada en la producción y consumo de hortalizas ricas en vitamina A y su precursor, el beta-caroteno, ha constituido el objetivo de un eficaz programa de demostración del Medical Research Council of South Africa en una aldea rural montañosa de Kwanzulu-Natal.

Antes del programa, la dieta de los niños de la aldea consistía sobre todo en gachas de maíz, pan y arroz. La falta de variedad y de alimentos ricos en vitamina dio lugar a una alta incidencia de la carencia de vitamina A.

El programa cambió la situación promoviendo el cultivo de hortalizas, como zanahorias, calabazas y espinacas, que son ricas en beta-caroteno, y enseñando a la población rural, sobre todo a las mujeres, la importancia de incluirlas periódicamente en su dieta.

Cuando había transcurrido sólo un año, el porcentaje de niños que consumían hortalizas ricas en vitamina A había aumentado de forma significativa. La creciente diversidad de su alimentación dio lugar a mejoras cuantificables en la situación con respecto a la vitamina A.



El bioenriquecimiento aumenta el contenido de nutrientes de los alimentos básicos

Para obtener variedades de cultivos alimenticios básicos que estén enriquecidos con los minerales esenciales se pueden utilizar tanto las técnicas fitogenéticas como la ingeniería genética.

El «arroz de oro» fue una demostración de que la biotecnología puede producir nutrientes y generar controversia. El arroz de oro debe su color y nombre al beta-caroteno, introducido mediante el trasplante de genes de narcisos y bacterias. Los críticos han mantenido que el arroz enriquecido no suministra beta-caroteno suficiente para atender los requisitos de vitamina A. Por el contrario, los defensores argumentan que el consumo podría suministrar entre un 15 y un 20 por ciento de las necesidades diarias, sobre todo conjuntamente con otros alimentos ricos en nutrientes, y reducir de forma significativa la incidencia y gravedad de la carencia de vitamina A.

La fitogenética convencional ofrece también nuevas posibilidades de aumentar el contenido de nutrientes de los alimentos básicos. Las variedades de cultivo difieren considerablemente en cuanto a la cantidad de nutrientes que contienen (véase el gráfico). Los progresos de las técnicas fitogenéticas y de la biotecnología pueden permitir el cruce de variedades que son relativamente ricas en micronutrientes con variedades de alto rendimiento preferidas por los agricultores.


Trastornos por carencia de yodo

El trastorno por carencia de yodo es especialmente prevalente en las regiones montañosas.

Las zonas donde es más grave son los Himalayas, los Andes, los Alpes europeos y las grandes montañas de China. La carencia de yodo es también común en las tierras bajas con frecuentes inundaciones. Tanto en las zonas montañosas como inundadas, el yodo que se encuentra naturalmente en el suelo desaparece por efecto de la lixiviación, lo que reduce el contenido de yodo en los cultivos de producción local.

La yodación de la sal ha eliminado prácticamente este trastorno en las regiones montañosas de los países industrializados de Europa y América del Norte. Tres cuartas partes de los países del mundo en desarrollo han promulgado medidas legislativas para la yodación de la sal, sobre todo en los 15 últimos años. Más de dos tercios de los hogares reciben ahora sal debidamente yodada. Pero el acceso varía consideradamente (véase el gráfico). El mayor acceso a sal yodada y el mejor control de la calidad de su contenido de yodo son la clave para eliminar esta carencia en todo el mundo.




Reforma agraria y seguridad de la tenencia de tierras: seguridad alimentaria y desarrollo rural sostenible

La seguridad de acceso a la tierra para la población rural pobre representa uno de los factores clave para lograr tanto la seguridad alimentaria como el desarrollo agrícola sostenible.

Casi tres cuartas partes de la población pobre y hambrienta del mundo vive en zonas rurales del mundo en desarrollo. No es de extrañar que la pobreza extrema y el hambre estén concentradas en las personas que carecen de tierras o que cultivan parcelas demasiado pequeñas para poder atender sus necesidades.

Más del 30 por ciento de la población rural pobre de América Latina y el Caribe carece de tierras. Según un estudio realizado en Bangladesh, más de la mitad de hogares sin tierras o con parcelas muy pequeñas viven en pobreza extrema. Por el contrario, sólo el 10 por ciento de los agricultores con más de 3 hectáreas de tierra se encontraban en una situación de pobreza semejante (véase el gráfico). Otros muchos estudios han confirmado que la reducción o pérdida del acceso a la tierra conduce directamente a una pérdida de ingreso y acceso a los alimentos.

Para la población pobre y hambrienta de las zonas rurales, el acceso a los recursos de tierras suele ser no sólo insuficiente sino también inseguro. Muchos trabajan la tierra como arrendatarios o aparceros. Los pequeños terratenientes empobrecidos se ven expuestos a la amenaza constante de verse obligados a vender su tierra y otros activos para comprar alimentos.

La falta de derechos garantizados a la tierra perpetúa la pobreza y el hambre. Y viceversa. La inseguridad alimentaria conduce muchas veces a los agricultores pobres a tomar decisiones que pueden poner en peligro su posibilidad de mantener el control de sus tierras. Los agricultores que se esfuerzan por alimentar a sus familias se ven obligados muchas veces a elegir entre la supervivencia inmediata y la sostenibilidad económica y ambiental a más largo plazo, entre comprar alimentos o fertilizantes, por ejemplo, o entre cultivar productos de subsistencia o productos con posibilidades de rentabilidad comercial. Según estudios realizados en Chile, Guatemala y Paraguay, el auge de los cultivos de exportación no tradicionales dio lugar a una pérdida significativa de tierras por parte de los pequeños propietarios con títulos de propiedad poco seguros, que no pudieron o no quisieron pasar de la producción de subsistencia a los cultivos comerciales.

La seguridad en la tenencia de las tierras es también fundamental para la sostenibilidad. Sin tierras que puedan utilizarse como garantía, los pequeños propietarios no pueden obtener muchas veces el crédito que necesitarían para mantener y mejorar sus tierras. Tampoco pueden tener la seguridad de que sacarán beneficios de sus esfuerzos, ya que pueden perder los derechos a la tierra. La falta de inversión en mejoras de los suelos y de la gestión de los recursos hídricos da lugar a la degradación de tierras y a pérdida de suelos que representan una amenaza tanto para los medios de subsistencia de millones de personas como para el futuro de la seguridad alimentaria.

Perfil de la pobreza por clase de tenencia de tierras en Bangladesh

Más del 45 por ciento de la población rural de Bangladesh posee menos de 0,52 hectáreas de tierra. Y más de la mitad de esta población de campesinos sin tierra o con propiedades muy pequeñas vive en situación de pobreza extrema.

Reforma agraria y reducción de la pobreza y el hambre

Tamaño de las explotaciones y productividad

Numerosos estudios confirman que el mejor acceso a la tierra puede tener importantes repercusiones en la lucha contra la pobreza y el hambre.

Un análisis exhaustivo llevado a cabo en la India puso de manifiesto la existencia de «un fuerte vínculo entre reforma agraria y reducción de la pobreza». En el estudio se examinó la historia de las iniciativas de reforma agraria de alcance estatal emprendidas entre 1948 y 1990, y se comparaba el ritmo de reducción de la pobreza y del crecimiento económico general entre los estados que habían instituido reformas agrarias significativas y los que no lo habían hecho. Se pudo confirmar que la reforma agraria reducía significativamente la pobreza rural y estimulaba el crecimiento de los salarios agrícolas. Tanto los pequeños propietarios como los jornaleros sin tierra que constituyen una parte importante de la población rural salieron beneficiados.

Otro estudio de los datos de 20 países en desarrollo puso de manifiesto que la concentración de la propiedad de la tierra explicaba el 69 por ciento de las diferencias entre los niveles de pobreza.

Según un análisis de los datos de la FAO, la seguridad alimentaria y la distribución de la tierra están también relacionadas. Los países en desarrollo donde la tierra estaba más equitativamente distribuida en 1980 han conseguido progresos más rápidos en la reducción de la prevalencia del hambre durante los dos últimos decenios.

Reforma agraria y aumento de la productividad

La mejora del acceso a la tierra y la reducción de la concentración de la propiedad arrojan beneficios que van mucho más allá de los mismos agricultores. Las pequeñas explotaciones de las zonas pobres suelen ser más productivas y eficientes que las grandes fincas. Los pequeños propietarios suelen dedicar más tiempo a cultivar sus tierras. Son muchas más las probabilidades de que planten más de un cultivo al año. Y son muy raras las veces en que dejan la tierra en barbecho, a diferencia de lo que suele ocurrir en las grandes propiedades.

En el Brasil, por ejemplo, menos del 15 por ciento de la tierra de las fincas de más de 1 000 hectáreas está plantada con cultivos. Un estudio del Brasil nororiental reveló que la producción por hectárea era 5,6 veces mayor en las explotaciones de 10-50 hectáreas que en las de más de 100 hectáreas. En otros países, las pequeñas explotaciones producen normalmente entre dos y tres veces más por hectárea que las grandes fincas comerciales.

Incluso las personas pobres que carecen de tierras se benefician más de una distribución equitativa de la tierra. Los pequeños agricultores generalmente emplean más personas por hectárea. Los ingresos que generan tienen mayores probabilidades de gastarse en productos locales no agrícolas, que ofrecen empleo para los trabajadores sin tierras y con propiedades mínimas.

Los efectos son de alcance nacional. Funcionarios del Banco Mundial especialistas en distribución de la tierra y PIB han señalado que los países con distribución más equitativa de la tierra consiguieron un crecimiento económico más rápido y sostenido entre 1960 y 1990 (véase el gráfico).

Nuevas orientaciones e impulso

Las personas con derechos a la propiedad de la tierra tienen más posibilidades de disfrutar de medios de vida sostenibles que quienes tienen solamente derechos parciales de acceso. Y quienes gozan de estos derechos parciales suelen vivir en general en situación más desahogada que quienes carecen de tierras. Para promover el desarrollo rural, muchos países están destacando la importancia de mejorar el acceso a la tierra y de ofrecer una mayor seguridad en su tenencia.

Los derechos de los pueblos indígenas

Varios países de América Latina han emprendido importantes iniciativas para reconocer y proteger los derechos de los pueblos indígenas a la tierra. Sobre todo en las tierras bajas, se han reconocido grandes extensiones, territorios inalienables que son de propiedad colectiva y, en algunos casos, están bajo el gobierno autónomo de la población autóctona. La seguridad de tenencia de las poblaciones indígenas se ha reconocido como requisito importante para la conservación y ordenación sostenible y eficaz de los bosques tropicales. Bolivia y Colombia han tomado la iniciativa en la formulación de acuerdos formales entre organismos ambientales y autoridades indígenas para compartir la responsabilidad en la ordenación de las zonas protegidas.

En las tierras altas, las propiedades indígenas están muy fragmentadas, lo que ha dificultado el reconocimiento de la propiedad colectiva. Pero algunos proyectos de reconocimiento de los títulos de propiedad han dado resultados positivos. Entre las claves del éxito han figurado la realización de estudios de referencia que tuvieron en cuenta la tenencia de tierras de la población autóctona, respaldados por organismos con la voluntad política y la capacidad para delimitar y establecer los títulos de propiedad de la tierra. Las comunidades indígenas han planificado un desarrollo sostenible preparando sus propios mapas, en los que se detalla el uso tradicional de la tierra, la ocupación y los conocimientos de la ordenación de recursos naturales.


Los derechos de la mujer

En gran parte del mundo en desarrollo, las mujeres producen la mayor parte de los alimentos consumidos por sus familias y comunidades. No obstante, pocas veces tienen seguridad en la propiedad de la tierra que trabajan. Un estudio realizado en la India, Nepal y Tailandia, por ejemplo, comprobó que menos del 10 por ciento de las campesinas poseen tierras.

Aunque los sistemas tradicionales de tenencia no suelen reconocer a la mujer el derecho de propiedad de la tierra, muchas veces han protegido su derecho a trabajar y gestionar una superficie de tierra suficiente para atender las necesidades de sus familias. En muchos casos, esos derechos se están ahora perdiendo como consecuencia de la nueva situación socioeconómica, la escasez de tierras y los programas de reconocimiento de títulos de propiedad que no llegan a reconocer el valor de las prácticas de tenencia tradicionales y de las contribuciones de la mujer a la agricultura.

La mayor facilidad de acceso de la mujer a la tierra es fundamental para aumentar tanto la seguridad alimentaria como la producción sostenible. Sin una tenencia segura, las mujeres no pueden contar con garantía ni seguridad para mejorar la tierra que trabajan e invertir en nueva tecnología. No obstante, numerosos estudios confirman que las mujeres dedican una mayor parte de sus tierras y de su trabajo a producir alimentos básicos y una proporción mayor de sus ingresos a atender las necesidades de sus familias.


La distribución de tierras está vinculada a progresos en la reducción del hambre y el crecimiento económico




Financiamiento del desarrollo: importancia decisiva de la lucha contra el hambre y del desarrollo agrícola

La Conferencia sobre Financiamiento para el Desarrollo convocada por las Naciones Unidas en marzo de 2002 marcó un nuevo nivel de compromiso con los objetivos fijados por la Declaración del Milenio, de septiembre de 2000. Estos Objetivos del desarrollo del Milenio reafirmaron y consolidaron los compromisos contraídos por la comunidad internacional en una serie de conferencias y cumbres que tuvieron lugar en el decenio de 1990. La reducción de la miseria humana y la promoción del desarrollo social se encuentran en la entraña misma de estos compromisos. Y la reducción de la pobreza extrema y del hambre a la mitad para el año 2015 constituye un objetivo de alcance general.

La Conferencia sobre Financiamiento para el Desarrollo propuso medidas concretas en varias esferas con el fin de aumentar el nivel de recursos movilizados para el desarrollo y la reducción de la pobreza.

Los tres organismos de las Naciones Unidas con sede en Roma interesados en la alimentación, la agricultura y el desarrollo rural presentaron argumentos convincentes para que se otorgara prioridad a la reducción del hambre y al fomento del desarrollo agrícola y rural. La FAO, el Programa mundial de alimentos y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola documentaron los efectos nocivos del hambre tanto en la productividad individual como en el crecimiento económico general. Demostraron claramente que, si no se combate eficazmente el hambre, las perspectivas de alcanzar otros objetivos, como la educación universal, la salud materna y la sostenibilidad ambiental, se verán gravemente comprometidas.

Los organismos con sede en Roma presentaron también pruebas de que la lucha contra el hambre y la pobreza extrema requiere un compromiso renovado y ampliado en favor de la agricultura y el desarrollo rural. En términos generales, aproximadamente el 70 por ciento de los pobres de los países en desarrollo viven en zonas rurales y obtienen sus medios de subsistencia de la agricultura, sea directa o indirectamente. Esta dependencia de la agricultura es mayor en los países donde el hambre está más extendida (véase el gráfico). Por ello, el crecimiento del sector agrícola es fundamental para reducir la pobreza y garantizar la seguridad alimentaria.

Dependencia de la agricultura


La inversión en agricultura remite precisamente donde el hambre está más extendida

Un examen general de los datos sobre la inversión privada, los gastos públicos y la asistencia externa a la agricultura en los países en desarrollo pone de manifiesto que este sector recibe menos inversiones y apoyo justamente en los países donde mayor alcance tiene la pobreza y el hambre.

La mayor parte de las inversiones necesarias para estimular el crecimiento del sector agrícola proceden del sector privado, y en muchos casos de los mismos agricultores. El capital en propiedad de los trabajadores de la agricultura primaria de los países en desarrollo es sumamente bajo y se ha estancado en los países donde la prevalencia de la subnutrición es elevada, en comparación con los que han conseguido reducir el hambre (véase gráfico).

Este déficit de inversiones es cada vez mayor. Los países que han conseguido reducir el hambre han alcanzado también un fuerte crecimiento del capital en la agricultura desde 1975. En todas las demás categorías, la inversión ha crecido poco, por no decir nada. En el grupo de países donde más de un tercio de la población está subnutrida, el valor del capital de la agricultura primaria ha disminuido en términos reales durante el último cuarto de siglo (véase el gráfico).

Capital en la agricultura


La inversión pública no está a la altura de la importancia de la agricultura

La inversión pública en infraestructura, investigación agraria, educación y extensión es fundamental para estimular la inversión privada, la producción agrícola y la conservación de los recursos.

Pero los gastos públicos efectivos en agricultura y desarrollo rural de los países en desarrollo no reflejan la importancia de este sector para sus economías nacionales y para los medios de subsistencia de sus poblaciones. De hecho, donde el gasto público en agricultura está más en consonancia con la potencia económica del sector es en los países donde el hambre se encuentra menos extendida. En los países donde la subnutrición es más general, la parte del gasto público destinada a la agricultura dista mucho de corresponder a la importancia de ese sector en la economía.

Las tendencias son también desalentadoras. Durante la mayor parte del decenio de 1990, el índice de orientación agrícola (calculado como coeficiente entre la parte de la agricultura en el total de los gastos públicos y la parte de la agricultura en el PIB) aumentó en los países con menor prevalencia de la subnutrición, mientras que disminuyó en aquellos donde esta prevalencia era mayor.

La asistencia para el desarrollo no se concentra en los países más necesitados

La asistencia para el desarrollo es fundamental para los países muy pobres con capacidad limitada de movilizar ahorro público y privado interno para la inversión. Es especialmente importante para la agricultura, olvidada en gran parte por los inversores privados extranjeros. A pesar de ello, la asistencia oficial para el desarrollo con destino a la agricultura disminuyó, en cifras reales, nada menos que el 48 por ciento entre 1990 y 1999.

Parece también que la asistencia externa a la agricultura (AEA) no corresponde a las necesidades. Los datos de la AEA relativos a 1997-99 indican que los países cuya población subnutrida era inferior al 5 por ciento recibían una asistencia por trabajador agrícola superior a tres veces más que los países cuya población subnutrida era superior al 35 por ciento. Es más, si bien la AEA por trabajador agrícola disminuyó en todas las categorías en el decenio de 1990, los países con la más alta prevalencia de subnutrición eran los más desfavorecidos. En esos países, la AEA disminuyó en un 49 por ciento en términos reales, llegando a menos del 40 por ciento del nivel por trabajador agrícola de los países con menor prevalencia de hambre.

El mensaje es claro. Si se destinan recursos suficientes a la agricultura y el desarrollo, aumentarán la productividad, las oportunidades de empleo y el acceso a los alimentos, sobre todo en las zonas rurales de los países donde el hambre está más extendida. Muchos de estos países necesitan desesperadamente recursos para realizar inversiones. La asistencia internacional destinada a ellos, comenzando con una solución duradera del problema de la deuda, sería un signo tangible de que se están cumpliendo los compromisos por conseguir los objetivos de la CMA.

¿Que se necesitaría para avanzar satisfactoriamente en el camino de la reducción de la deuda?

La FAO ha estimado que, para acelerar el progreso en la reducción del hambre y conseguir los objetivos de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación, se necesitan inversiones públicas adicionales de unos 24 000 millones de dólares EE.UU. en cinco esferas prioritarias. Estas inversiones se destinarían sobre todos a los países pobres con gran número de personas subnutridas.

Se prevé que estos recursos adicionales, junto con las medidas adoptadas para crear un entorno de políticas favorables, estimularán la inversión privada y conseguirán reducciones notables y sostenibles del hambre y la pobreza. En esa propuesta se estima que el aumento de las inversiones conseguirá beneficios por valor de al menos 120 000 millones de dólares EE.UU. al año, ya que los beneficiarios podrían tener una vida más larga, sana y productiva.

El conjunto de medidas propuesto trata de aumentar la productividad (entre otros medios, suministrando alimentos directamente a la población debilitada por el hambre), ampliar los conocimientos y proteger y sostener la base de recursos. El financiamiento del programa se dividiría en partes más o menos iguales entre la asistencia oficial para el desarrollo y los presupuestos de los países receptores.

Las esferas prioritarias y las inversiones anuales estimadas esbozadas en la propuesta son las siguientes:

  • aumentar la productividad agrícola de las comunidades rurales pobres: 2 300 millones de dólares EE.UU. al año;
  • promover el uso sostenible de los recursos naturales: 7 400 millones de dólares EE.UU. al año;
  • cubrir las inversiones en infraestructura rural y acceso a los mercados: 7 800 millones de dólares EE.UU.;
  • apoyar la investigación y extensión agrarias y la educación nutricional: 1 100 millones de dólares EE.UU.;
  • mejorar el acceso directo de las personas más necesitadas a los alimentos: 5 200 millones de dólares EE.UU.

Gasto en la agricultura

Asistencia externa


Página precedenteInicio de páginaPágina siguiente