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Artículo de opinión: ''La guerra en Ucrania podría desencadenar un huracán de hambre mundial''

La invasión rusa de Ucrania es sólo la última de una serie de crisis alimentarias superpuestas. Es nuestro frágil y concentrado sistema alimentario globalizado el que ha creado esta situación de vulnerabilidad, y debe ser solucionado.

La crisis alimentaria inmediata provocada por la guerra es la falta de alimentos y el aumento del hambre entre los ucranianos directamente afectados por el conflicto, de los que unos 10 millones se han visto obligados a huir de sus hogares.

Pero la guerra también está desencadenando una crisis alimentaria mundial más allá de la región del Mar Negro.

Ucrania y Rusia, consideradas durante mucho tiempo "el granero de Europa", con suelos ricos y fértiles, representan alrededor de una cuarta parte de las exportaciones mundiales de trigo, así como importantes aportaciones de aceite de girasol y maíz, y Rusia es un importante exportador de fertilizantes.

Los países que dependen del trigo ucraniano y ruso se están quedando con las manos vacías. Casi 30 países dependen de esas importaciones para más del 30% de su trigo. Para Egipto, Eritrea, Somalia y Líbano, la dependencia es mucho mayor. Esto es antes de las amenazas de las próximas temporadas de siembra y cosecha, que ya se prevé que disminuyan aún más la producción mundial de alimentos. Son los segmentos más pobres de la sociedad en los países de bajos ingresos, que suelen gastar más del 60% de sus ingresos en alimentos, los que están empezando a perder el acceso a los alimentos.

La guerra de Ucrania ha dejado al descubierto la fragilidad del sistema alimentario mundial dominante, basado en métodos de producción industrial altamente especializados, cadenas de suministro transnacionales y una excesiva concentración.

Los países que dependen de las importaciones de Rusia y Ucrania deben encontrar fuentes alternativas de importación de alimentos y diversificar sus fuentes de alimentación. Es imperativo que los países exportadores de cereales se abstengan de caer en la tentación de imponer restricciones a las exportaciones, que podrían hacer subir aún más los precios de los alimentos.

A largo plazo, unos sistemas alimentarios más resistentes requerirán que los países refuercen y diversifiquen de forma sostenible su producción nacional de alimentos. Esto significa invertir en la mejora de la capacidad de producción nacional de alimentos para reducir la excesiva dependencia de las importaciones. También significa invertir en infraestructuras para los mercados locales de alimentos y apoyar formas de agricultura más sostenibles, como la agroecología, que absorbe el carbono y depende menos de los fertilizantes químicos.

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Año: 2022
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Idioma utilizado para los contenidos: English
Author: Jennifer Clapp; Hilal Elver ,
Tipo: Artículo
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