Amplificar las voces de las mujeres agricultoras está demostrando ser una forma eficaz de ayudar a abordar la desigualdad de género y promover la agroecología, y además ayudar a los pequeños agricultores a recuperar el poder de sus tierras.

En los distritos ugandeses de Adjumani y Amuria, las mujeres son responsables del 75% del trabajo agrícola. Sólo el 30% tiene derechos sobre las tierras que cultivan.

La propiedad masculina está culturalmente enraizada en estas comunidades. Las mujeres sólo tienen derechos secundarios a través de sus familiares masculinos, que a menudo pierden por circunstancias ajenas a su voluntad, como la muerte del marido o una disputa familiar.

Con un conocimiento de la legislación limitado, las mujeres agricultoras son vulnerables tanto al acaparamiento de tierras por parte de las empresas como a la violencia doméstica. A su vez, es menos probable que apliquen las prácticas agroecológicas sostenibles que garantizan una mayor seguridad alimentaria.

Muchas recurren a soluciones a corto plazo que producen alimentos más rápidamente. Rechazan los cultivos autóctonos en favor de nuevas semillas y productos químicos que generan un menor rendimiento, son nocivos para el suelo y son menos resistentes frente al cambio climático.