FAO en Bolivia

Más de 3 mil familias agricultoras del altiplano sur dinamizan la cosecha de Quinua Real orgánica

29/04/2015

La cosecha de quinua está llegando a su fin en la zona del intersalar boliviano. En esta región privilegiada; la única del mundo en la que crece la Quinua Real orgánica, las parcelas han cambiado los tonos naranja, rojo y verde vivos por los ocre que anuncian la madurez del grano. Aunque hubo años mejores, “es momento de agradecer (a la Madre Tierra) por los alimentos que nos está dando”, dice Humberto Cayo López, productor de Llavica, comunidad del municipio Colcha K (Potosí), a unas dos horas de Uyuni.

En los municipios de Colcha K y Salinas de Garci Mendoza (Oruro), alrededor de 3.000 familias agricultoras de 40 comunidades preservan formas ancestrales de producción. La quinua se siembra en hoyos dentro de parcelas abonadas con estiércol de llama, se cosecha a mano y con hoz, se trilla con huajtana, una especie de mazo que se obtiene tallando los cactus que crecen en las montañas; y aún se elimina la saponina de la quinua para el consumo de la comunidad haciendo uso de prácticas artesanales, como el retostado y el pisado en piedra. El instrumento de piedra que utilizan para esta tarea se llama takiqaña, en aymara.

En esta parte del altiplano sur se fomenta la recuperación de los saberes ancestrales para fortalecer la producción orgánica de quinua sin reducir las áreas de pastoreo de llamas, en el marco del proyecto “Sistema agroalimentario integrado quinua/camélidos”, del Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras (MDRyT) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), con apoyo financiero de la Cooperación Italiana en Bolivia.

En días pasados, una comisión técnica de la FAO visitó la zona donde el ciclo productivo no se detiene. Tras la cosecha viene la trilla. Previo agradecimiento a la Pachamama o Madre Tierra, algunos productores realizan este procedimiento de forma semimecanizada, es decir, pasando varias veces un vehículo por encima de las panojas acomodadas en hileras; otros aún utilizan la huajtana, que es una herramienta artesanal contundente pero liviana, de modo que los granos salen enteros del trillado. Es un trabajo que involucra a toda la familia, aunque el venteado (la separación de las pajas y cáscaras de la quinua) está reservado para las mujeres.

Raúl Veliz, gerente general de Quinoa Bol S.R.L. y agricultor de la quinua desde siempre, recuerda que hace 18 años la exportadora de quinua trabajaba con un procesamiento en industria muy parecido al artesanal. “Teníamos unas tostadoras para desaponificar la cascarilla de la quinua, utilizábamos unas piedras que en el altiplano sur se llaman takiqaña (separar con los pies) y un turril cortado en dos alimentado por una bomba de agua”. Actualmente esta empresa se ha modernizado y ha implementado tecnología de punta, abriendo mercados para productores como don Humberto Cayo que en un año como el que corre pueden llegar a producir hasta 50 quintales de quinua.

Es por esta época del año que las saquillas de los agricultores familiares llegan a Quinoa Bol u otras acopiadoras. Entre las familias agricultoras de Salinas de Garci Mendoza y Colcha K también participarán Organizaciones Económicas Campesinas de base (OECAS) que actúan en los diferentes ámbitos del procesamiento artesanal de quinua y de fibra, carne y cuero de camélidos. Porque en esta zona la palabra camélidos sigue siendo clave. “Se ha dado un desequilibrio donde hay más quinua que llamas, pero quinua y camélidos deben ir juntos para que sea sostenible el cultivo orgánico”, advierte Raúl Veliz, refiriéndose a, por ejemplo, la importancia del abono de camélido para la producción de quinua orgánica.

Igualmente, en plena ejecución se encuentran los invernaderos que proveerán de verduras y hortalizas a las unidades educativas para una alimentación diversificada y la construcción de sistemas de cosecha y almacenamiento de agua, entre otras actividades orientadas a implementar la política pública en los territorios, sostiene la coordinadora del proyecto, Rossmary Jaldín. Y, por ende, contribuir a promover la seguridad alimentaria con soberanía en el altiplano boliviano, a través del fortalecimiento territorial de la agricultura familiar comunitaria sustentable productora de quinua y de camélidos, en armonía con los derechos de la Madre Tierra para el Vivir Bien.